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Revista de El Colegio de San Luis

versão On-line ISSN 2007-8846versão impressa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.3 no.6 San Luis Potosí Jul./Dez. 2013

 

Artículos

 

El coyote. Protagonista ambivalente en el imaginario mexicano

 

Nieves Rodríguez Valle*

 

* El Colegio de México. Correo electrónico: nievesrv@colmex.mx

 

Recibido el 10 de agosto de 2012.
Enviado a dictamen el 13 de septiembre.
Recibidos los dictámenes sin modificaciones el 25 de septiembre y el 1 de octubre.

 

Resumen

El coyote recorre la literatura como un personaje que ama y odia, que se ama y que se odia, que ayuda y ofende, que agradece y traiciona, que se respeta y se teme, que es invencible y capaz de vencerse, que es el más astuto y, en el género del cuento, el más tonto. En los géneros literarios vemos reflejados los múltiples significados ambivalentes que posee el animal; a veces, según el género, predomina uno de los sentimientos opuestos y, a veces, conviven ambos.

Palabras clave: coyote, leyenda, cuento, oralidad.

 

Abstract

Coyote runs through literature as a character who loves and hates, that she loves and hates, it helps and offends, which appreciates and betrays, who is respected and feared, which is invincible and able to be overcome, which is the most cunning and, in the genre of the story, the dumbest. Literary genres we see reflected the multiple ambivalent meanings that owns the animal; Sometimes, according to gender, dominates one of the opposing sentiments and, sometimes, coexist both.

Keywords: coyote, legend, tale, orality.

 

El coyote es uno de los animales que con más vigor está y ha estado presente en el imaginario colectivo mexicano. Se le ha representado en pinturas y esculturas, ha recorrido las letras en todas las manifestaciones literarias tanto tradicionales como populares: ha sido protagonista de mitos, leyendas, cuentos, canciones, corridos, refranes, conjuros. Su piel ha servido de materia para conformar instrumentos musicales, para vestir danzas, para realizar magias.

El coyote está presente en el panteón prehispánico en el zoomorfo Huehuecóyotl, 'coyote viejo', 'el dios coyote', deidad de la danza y de la música, en él "se expresaban los conceptos fundamentales de placer y lujuria, calidades que se atribuían, por cierto, a los coyotes. Ahí estaba Huehuecóyotl, dando cuenta de una de las realidades del mundo: el erotismo" (López, 1996:163); el coyote también está presente como el nagual de Tezcatlipoca. En el calendario mágico adivinatorio, tonalamatl, el coyote, forma parte de la compleja trama de dioses y animales instigadores de la sexualidad. El coyote era temido no sólo por su sagacidad para encontrar pareja, sino también por su desarrollado instinto sexual, por el largo tiempo que dura su coito y su rápida recuperación para repetirlo (Díaz, 1984:113). En las jerarquías militares, parece estar asociado con la parte religiosa del militarismo encargada de obtener prisioneros para los sacrificios, cuya representación podemos observar en Teotihuacán: figuras del coyote en contextos de guerra y sacrificio, rodeados de elementos como escudos, cuchillos de obsidiana, o tratando de asir a otro animal más débil (Giral, 2003:206). El coyote es orfebre de la creación, como lo muestra el mito quiché transmitido en el Popolvuh en el cual la pareja primigenia está representada por el Abuelo, utiú (coyote), y la Abuela, vuh (tlacuache), "los dos animales parecen quedar en oposición binaria en la que el coyote es el cielo nocturno, la potencia masculina" (López, 1996:312).

Con la Conquista y la llegada de una nueva cosmovisión y tradición cultural, al coyote se le impusieron una serie de interpretaciones que los depredadores caninos (lobo y zorro) habían alcanzado en el mundo occidental. Se le relacionó con las fuerzas oscuras demoniacas; así encontramos, por ejemplo, el testimonio de Sahagún en la Historia general de las cosas de Nueva España:

[...] siente mucho, es muy recatado para cazar, agazápase y pónese al acecho, mira a todas partes para tomar su caza, y cuando quiere arremeter a la caza primero echa su vaho contra ella, para inficionarla y desanimarla con él. Es diabólico este animal: si alguno le quita la caza nótale, y aguárdale y procura vengarse de él, matándole sus gallinas u otros animales de su casa; y si no tiene cosa de estas en que se vengue, aguarda al tal cuando va camino, y pónese delante ladrando, como que se le quiere comer por amedrentarle; y también algunas veces se acompaña con otros tres o cuatro de sus compañeros, para espantarle, y esto hacen o de noche o día (Sahagún, 1979:623).1

El pequeño cánido americano posee unas características naturales que han llevado a la colectividad a depositar en él un sinnúmero de significados. Como depredador, el coyote adquiere características de poderoso, estratega, feroz, fuerte e incluso diabólico. Por esta condición de poderoso, simultáneamente se presenta como depositario de agresiones que a través de la ficción, y sólo a través de ella, lo hacen vulnerable. Por su capacidad de aparearse, representa el poder fecundador y la lujuria. Por su diferenciación con otros cánidos, pues éste es el canislatrans, 'perro aullador', se le ha asociado con la música.

Con estos significados, el coyote recorre la literatura como un personaje que ama y odia, que se ama y que se odia, que ayuda y ofende, que agradece y traiciona, que se respeta y se teme, que es invencible y capaz de vencerse, que es el más astuto y, en el género del cuento, el más tonto. Esta ambivalencia —'condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas' (DRAE, 2001)—, que la psicología define como estado de ánimo, transitorio o permanente, en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos, refleja la complejidad simbólica que el coyote, Canis latrans, ha despertado en el imaginario colectivo de quienes compartimos este su territorio natural. En los géneros literarios vemos reflejados los múltiples significados ambivalentes que posee el animal, como dijo Sahagún, "propio de esta tierra"; a veces, según el género, predomina uno de los sentimientos opuestos y, a veces, conviven ambos.

En cuentos en los que el coyote es uno de sus protagonistas, cuya popularidad se muestra en el gran número de cuentos recopilados, observamos el intercambio cultural mestizo vigente. Estos cuentos giran alrededor de tres grandes contenidos o ejes temáticos, según la función que le corresponde desarrollar a nuestro cánido: los cuentos en que el coyote es engañado, torturado y asesinado, que parten de su ridiculización y la expresión de que "es tonto"; aquellos en que el coyote es agradecido, generoso y solidario, merecedor entonces de un final no trágico, y, en menor número, aquellos en los que el coyote es el que engaña. La función de los coyotes en los primeros es de víctima, en los segundos es de ayudante, en los terceros es de astuto y hasta sabio.

A través de la elaboración imaginaria que permite el género del cuento, el coyote pasa de ser un depredador victimario a una víctima. En esta inversión de papeles, el coyote queda ridiculizado una y otra vez, y así el poderoso puede ser siempre vencido y el débil triunfa con su astucia. Este triunfo oscila entre escapar de ser comido (huir) y librarse del coyote asesinándolo, pasando por la crueldad y el sadismo. Los cuentos del coyote en los cuales es víctima de los engaños de otro animal más débil y potencialmente su alimento narran enfrentamientos entre dos personajes: el fuerte, que trata de aprovecharse de la debilidad de su oponente y el débil, cuya astucia siempre vence.

En un mismo contexto cultural podemos encontrar cuentos en los cuales el coyote se intercambia en las visiones, a pesar de ser el mismo animal.2 En el primero, el coyote ejemplifica esta ridiculización; el hambre y el instinto natural por satisfacerla provocan que el depredador salga a cazar; el animal cazable lo engaña y se salva:

Ra 'mede radetikoramiñ'o

N'akin'arazidetibigohi ha n'arat'ohonguhñuxui ha bintheuin'aramiñ'o. Ra miñ'obi 'ñembäradeti:
—Nubyehäämagatsa'izideti, hänjagi 'youaseehe.
Ha un radetibi 'ñembäramiñ'o.
—Oxkitsagi ha gaxi'ä'ihabubi 'main'arat'axändäni.
Nderamiñ'obijohyange'äbigamfrinu'äbixipärazideti. Ra detibi 'ñembäramiñ'o:
—Xäginext'ihipadäzagimihi.
Di 'medin'azi tui pagitsudigi 'yengan'arasagipadäzagimihi ha nguxäbitsoniha mi 'mairandänibi 'yengarasagi. Tebe'ä ge n'andä 'mairat'axäpe'mninu'ämabähuufi.

La borrega y el coyote

Una vez una borreguita que se quedó en el cerro durante tres noches, se encontró con un coyote que le dijo:
—Hoy te voy a comer, borreguita, ¿para qué andas solita?
—No, coyote, no me comas —dijo la borreguita— y te digo dónde está un borrego blanco.
El coyote creyó lo que le decía la borreguita y se puso muy alegre.
—Córrele para que lo alcances —le dijo la borreguita— y cuando llegues cerca de él, le brincas encima para poderlo agarrar.
El coyote obedeció: corrió mucho, y cuando vio un bulto blanco, brincó para agarrarlo. Pero lo único que agarró el pobre coyote fue una mata grande y blanca de cardón (Relatos otomíes, 1995:108-109).

Pero el coyote también está presente en otro grupo de cuentos en los que su función es completamente distinta, pues participa como ayudante, ya no es "tonto", sino es agradecido o generoso. Estos cuentos se encuentran menos difundidos en número y espacio. Temporalmente, tenemos esta visión ya recogida por Sahagún cuando el agradecido coyote, porque un caminante lo libera de una serpiente, le lleva en varias ocasiones guajolotes a su casa (León-Portilla, 2007:48-50). Este agradecimiento se conserva en un cuento actual de Tlaxcala en el que el coyote, a quien una boa está a punto de estrangular, es ayudado por un hombre; el coyote agradecido ofrece al hombre lo que justo necesitaba para cumplir con la mayordomía que le había sido otorgada.3

El coyote también puede ser generoso sin deber nada a nadie. Los coprotagonistas de los cuentos en los que el coyote es un ayudante son el perro (otro cánido) o el hombre. El cuento, que por lo general se titula "El perro y el coyote", tiene la siguiente estructura: un perro viejo ya no le sirve al hombre, por lo que será asesinado o abandonado, el coyote oye sus penas, le ofrece ayuda, trama un plan para que el hombre vuelva a considerar útil al perro y triunfan en la consecución de dicho plan. Así en este cuento otomí:

Ra' mede ratsat'yokon'aramiñ'o

N'arapan'aramiñ'o mi hooni te däzi ha binteuin'azindo'yo ha bi 'ñembi:
—Te gipefizindo'yo.
Ndebidädi:
—O'thozimbomiñ'o. Di 'youange'ämähmuubäkikägiha mi nedähyogingetho ya drändäxjua ha hin di su ránguyäoni.
Hänge ra nge'ä hin gi hmäkägi.
Nubye bi'ñembi:
—O gi japämasu gi nuhma ge pe'tsi dä mä'i, pe ge ma ga xi'i n'a ra noya. Nuna xuibye ma ga mabu ha ri nguu pe hin gi ähä m'et'o gi to'mi ga tsoni pa gi 'yode nubyexkrä jukä n'a ra oni. Nu'mu gi hyat'i gi tsagi ha gi next'iihi, gi tetkägi pa ga ra'i ra o ni ha gi hñä' spi gi pekuä ha rá näxu ri hmuu ha gi nuhma ge dä mä'i.
Nde xi bi 'yode razindäxjuatsat'yo ha xi bijabu. Nubye män'a rap a bintheuibi 'yandui:
—Te xkäot'äthozindo'yo.
—Aa, nubye hää xi magäkäginduunthi mähmuu. Di jamädi'induunthizimbomiñ'o. Hänge di xi'i.
—Ndenu'muganzenjuathohu.

El perro y el coyote

Un día un coyote andaba buscando qué comer y se encontró a un perrito viejo.
—¿Qué haces aquí, perrito viejo? —le preguntó.
—Nada, señor coyote, ando aquí porque mi amo me correteó; dice que como ya estoy viejo, ya no puedo cuidar el gallinero; por eso no me quiere.
—No tengas cuidado, te tiene que querer —lo consoló el coyote—, pero vamos a hacer una cosa: esta noche voy a ir a tu casa, pero no te duermas: esperas a que llegue para que me oigas cuando saque una gallina. Entonces engañas a tu amo, haces como si me mordieras, te echas a correr y me persigues para que yo entregue la gallina; se la llevas, se la das, se la pones a tu amo junto a la cabeza y verás cómo te va a querer.
Efectivamente, así hizo el perrito viejo. Al día siguiente se encontró otra vez al coyote.
—¿Cómo te ha ido, perrito viejo? —le preguntó.
—Ah, ahora sí, me quieren mucho los amos. Te lo agradezco mucho, coyotito.
—Ya te decía yo. Por allí nos estaremos viendo (Relatos otomíes, 1995:106-107).

El cuento se encuentra con mayor elaboración en el noroeste de la República, entre los tepehuanos del norte (Olmos, 2005: 291-294), en el cual el coyote y el perro se van juntos. Sin embargo, Robe recoge una versión en los Altos de Jalisco en la cual el desenlace es trágico, pues los amos se enteran de lo sucedido y acaban asesinando al perro y al coyote con toda su familia; el perro para recompensar al coyote lo había invitado a una boda, el coyote se presenta con la coyota y sus coyotitos a la fiesta, el perro les lleva mucha carne y vino, los coyotes se emborrachan y hacen escándalo:

[...] que andaban en el baile todos los del matrimonio cuando empiezan a oír... la aulladera de los coyotes y el perro en revuelta, borrachos. Y entonces dijeron: ¡Bueno! ¿Ya se burla de nosotros el coyote? Vamos a buscarlos.

Se van yendo y se van encontrando el robadero de coyotes, la coyota, el padre, el coyote grande, y hasta el perro. Dijeron: —Ora sí. Te pegamos bien en esta casa. El perro muy amigo del coyote, vámoslo matando. Y hicieron matazón de animales allí (Robe, 1970:71).

La leyenda, por su parte, lo trata como un ser poderoso al que se le suman características sobrenaturales, que muchas veces se explican por su relación con el Mal. Las leyendas se definen como narraciones que presentan hechos extraordinarios considerados reales por el narrador, experimentados por él, por alguna persona cercana o por alguna autoridad; que suceden en un espacio conocido y en un tiempo pasado más o menos definido y real. En la leyenda se potencian las capacidades depredadoras del coyote; es invencible porque, además de sus cualidades naturales, posee elementos extraordinarios, como vaho paralizador, un objeto en su frente (talismán poderoso) con el que vence a sus víctimas, al igual que con el movimiento de su cola. No se le puede engañar, y lo único capaz de tener alguna influencia sobre él es la oración.

Estas fortalezas alcanzan también a las creencias tradicionales en las que utilizando al animal o alguna de sus partes se logra obtener beneficios. La piel del coyote está cotizada en el mercado de Sonora, Distrito Federal, en 500 pesos.

El poder sobrenatural del coyote se puede obtener también mediante conjuros: textos mágicos en el que intervienen personajes malignos que se pronuncian para obtener un favor que puede perjudicar a otras personas (Campos, 1999: 34), como lo vemos en la siguiente oración-conjuro del coyote, que proviene de Uruapan, Michoacán:

Coyotito hermoso, por la virtud que Dios te dio con tu talismán poderoso que cargas en la cabeza, préstamelo para que con él haga cuanto yo quiera: salirme de una prisión, y en cualquier juego a que yo juegue siempre lo gane; líbrame de cuantos enemigos yo tenga, y que se enamore de mí cuanta mujer yo quiera, sea doncella, viuda o casada.

Yo te juro por los espíritus endemoniados, que son Samuel, el Muerto, la Muerte Blanca y la Muerte Negra y los espíritus que vagan por todo el mundo, que me concedas todos mis deseos, que todos tus favores te los pagaré con quererte y hacerte tus ayunos (Campos, 2004:61).

También se cree que el colmillo del coyote puede ser un talismán, como lo encontramos en la siguiente oración dedicada al coyote, en la cual se pide el sometimiento del hombre amado. El siguiente texto se encuentra en un paquete que incluye un pequeño colmillo de plástico y un saquito con semillas, en cuyo exterior se encuentra adherido un mechón de pelo supuestamente de coyote: "Coyotito hermoso, / por el poder que tienes con tu colmillo virtuoso / voy a hacerlo relicario para que me devuelvas el cariño de fulano de tal, para que olvide a la mujer que tenga y venga humillado a cumplir lo que me ha ofrecido" (Rodríguez, 2005:88).

Dejando lo sobrenatural, al poderoso coyote que favorece a quien le reza para conseguir logros sexuales, amorosos, triunfo en el juego o salir de la cárcel, nos encontramos con un coyote distinto cuando abordamos la lírica. En los textos poéticos de la tradición mexicana existen un gran número de coplas de animales en las que estos adquieren características humanas; es frecuente que dialoguen con el hombre o con otros animales y aparezcan como metáfora del ser humano (CFM, 3:xxiii). En la lírica popular, nuestro coyote se encuentra con el amor. Existen coplas que muestran al coyote enamorado y penando por una tuza, dialogando con ella y cortejándola:

Estaba un triste coyote
enamorando una tuza;
de tanto que la quería
hasta se le iba de bruza (CFM: 3-6010)
—¿Cómo le haré, cómo le haré?,
el coyote le decía;
—Oyes, tucita de mi alma,
sal del pozo, vida mía.
Y siempre salió la tuza
poco a poco del pocito;
haciéndole garamuzas,
se le acercó al coyotito (CFM, 3:6148).

El coyote también puede ser objeto de amor, como lo muestra la siguiente estrofa de Tabasco, en la que coyote dañero podría interpretarse como el que encanta o fascina, no para atraer beneficios, sino en sí mismo, si asumimos que daño, "en lenguaje vulgar de casi toda la América española, es maleficio. Fascinamiento, mal de ojos" (Santamaría, 2000:430). "Coyote, coyote, / coyote dañero, / échame los brazos, / que por ti me muero" (CFM, 1:1483).

Este coyote, por el que se muere de amor, a pesar de sus otros atributos, ejemplifica los sentimientos encontrados, ambivalentes que despierta esta figura que es capaz de representar también el dolor y la soledad humanas, como en esta copla de Nayarit: "¡Qué tristes aúllan / los coyotes en la selva! / ¡qué tristes cantan / los jilgueros en la rama!" (CFM, 3:5864).

Compartiendo la visión de otros géneros, el coyote, en la lírica tradicional, además puede estar involucrado en amores ilícitos:

Iba llegando un coyote
A la gran ciudad de León,
Cuando llegó un zopilote
Que andaba de comisión.
Y le dijo en la calzada:
—Oiga, amigo, ¿a dónde va
Con esa mujer casada?
Ahora me la pagará (CFM, 3:6181).

Así como también puede formar parte de coplas que expresan "lo imposible":

Vide a un par de guajolotes
también corriendo parejas;
de pastor de unas ovejas
vide venir un coyote;
de vecino a un tecolote,
los dos se paran cantando;
vide un chapulín marchando
con su gorro en la cabeza
y un conejo en una mesa
estaba desquelitando (CFM, 4:124).

Al coyote viejo también lo encontramos en canciones lúdicas; es un viejo que quiere conservar su vitalidad, pero que constantemente se confunde y comete errores, como en el siguiente son El coyote viejo, de Tierra Caliente, cantado por Francisco Solórzano y Ambrosio Ramírez en El Guayabal, municipio de Buenavista, Michoacán, y comunicado por Raúl Eduardo González:

Este es el coyote viejo
debajo de una enramada,
como un águila en el suelo,
nomás los ojos pelaba.

Este es el coyote viejo
que cayó en una bandeja,
y ahí el perro viejo
que le muerde las orejas.

Este es el coyote viejo
debajo de una alegría,
con una gallina al suelo
para comer al mediodía.

Este es el coyote viejo
adentro de la cocina,
se comió la cocinera
pensando que era gallina.

Lloraba el coyote viejo,
lloraba decepcionado,
diciendo que el perro viejo
era su cuñado.

Ya con esta me despido
al pasar los arrabales,
ya les canto a mis amigos
lo que son los animales.

También los coyotes saltaron al corral de los corridos. El corrido, género épico-lírico-narrativo, cuyos orígenes, en el romancero vulgar y en el romancero tradicional, permitieron la configuración de una "forma épico-lírica mixta que permite desarrollar los contenidos de amor y aventura" (Mendoza: 1954:ix), también cumple una función noticiera elaborada desde una concepción artística y una postura ideológica determinada (González, 2003:137). De este modo, la función noticiosa, la narrativa que ofrece el corrido de un acontecimiento, puede encerrar una enseñanza o exponer el hecho para que se tome ejemplo.

Entre los corridos populares de autor y contemporáneos, el coyote sigue siendo una figura que aporta al compositor elementos metafóricos, como en el siguiente ejemplo, en el cual el protagonista es apodado "el coyote", corrido interpretado por Roy Rosas, titulado precisamente "El coyote":

Lo apodaban el coyote
por solitario y muy vago,
siempre huyendo de la gente,
él siempre muy desconfiado;
se había criado allá en la sierra,
sus padres lo abandonaron.

Siempre bajaba hasta el pueblo
a conseguir provisiones,
siempre llegaba de noche
y de noche se marchaba,
por las orillas del río
la luna lo acompañaba.

Los habitantes del pueblo decían
que él era un hombre cabal y callado
que a nadie le andaba buscándole pleito,
él no quería ser malo y malvado,
pero un día las circunstancias, de plano,
al coyote trastornaron.

Con oro pagaba siempre
por eso un día lo emboscaron,
sabían que era muy valiente
por eso lo venadearon;
dando su cuerpo por muerto
a un barranco lo arrojaron.

El viento lleva un silbido
está llamando un caballo,
el coyote mal herido
ahora anda buscando el rastro;
lleva en sus ojos la muerte
sabe que querían matarlo.

Hay seis cuerpos en un árbol colgados
por un robo y un agravio cobrado,
el coyote ya se había vengado
de aquellos seis que lo habían emboscado;
sigue bajando hasta el pueblo de noche
pues de él nunca sospecharon.

En este corrido podemos encontrar características que se le atribuyen a los coyotes: solitario, antisocial y desconfiado; valiente, de naturaleza que escapa al concepto de maldad, pero que cuando se le ataca se vuelve vengativo y poderoso, pues él sólo asesina a seis rivales. En la percepción popular es "cabal y callado", no se mete con nadie, no roba gallinas, sino que baja por provisiones al pueblo; se presentan sus hábitos nocturnos, la compañía de la luna y la vida salvaje, en la sierra. Son las circunstancias las que lo conducen a llevar "en los ojos la muerte", no su naturaleza, ya que fue abandonado y atacado; este personaje misterioso y reservado es respetado y a la vez temido por la reacción que puede desatar.

Otro género en el que participan los coyotes es el paremiológico. Los refranes llegaron con la lengua española a nuestra tierra, y en ella se adoptaron, se adaptaron o se crearon, así siguieron cumpliendo su propósito: ser utilizados para el argumentar cotidiano.

La función de los refranes no es narrativa, no sirven para describir una situación, sino para calificarla, "no son descripciones, son denominaciones. Utilizar una paremia para calificar una situación viene a ser lo mismo que presentar esta situación como un caso particular del caso general que denota la paremia" (Anscombre, 1997:47). Como están formados por imágenes metafóricas que permiten el traslado a otras situaciones, en las cuales se emite un juicio o un parecer determinado sobre un comportamiento humano, social, del funcionamiento de la vida, de la muerte, del destino, etcétera, los refranes presentan premisas irrefutables al acertar en la elección de dicha imagen al cumplirse cabalmente. Así cualquier astilla será de la misma naturaleza del palo del que proviene, y, hasta ahora, quien toca el fuego se quema; hechos que científicamente están comprobados; si esto funciona de este modo en el mundo natural, ¿por qué se va a negar en el mundo metafórico, en el que el palo no es el palo, ni el fuego, fuego?

Como afirma Jean-Claude Anscombre: "insertada en un discurso, la paremia permite sacar cierto tipo de conclusión, y el carácter prescriptivo radica no en la paremia, pero en su aplicación al caso particular contemplado" (Anscombre, 1997:48). El saber compartido, por lo menos en un determinado momento histórico, y validado, es una premisa o un garante del razonamiento discursivo para llegar a una inequívoca conclusión.

Si bien hemos visto que en algunos cuentos el coyote convive armoniosamente con el perro estableciendo una relación de ayuda, el refranero toma, de la observación de la realidad, la rivalidad entre estos cánidos, en la que, por lo que se ve, son los perros los vencedores y únicos capaces de contrarrestar su poder: "Pa' los coyotes, los perros". Así, para un bravucón, otro mayor; para un valiente, otro; para un narcotraficante, otro más poderoso. En corridos populares de autor conocido, en especial en los llamados narcocorridos, por el tema que abordan, el coyote está presente cuando se insertan en ellos refranes con los que se sustenta un saber o un juicio colectivo que se vuelve inapelable.

El refrán en los narcocorridos aparece como una muestra contundente de cómo la tradición puede validar su conducta y actividades; de que los códigos de valores de estos grupos encontraran un respaldo en la comunidad lingüística desde la antigüedad. Los refranes sobre el perro son numerosos, ya sea para expresar que entre ellos no se comen, o que son los únicos que son capaces de acabar con los coyotes: habrá entre los traficantes algunos más fuertes, aunque en un principio se respeten. En el siguiente corrido, interpretado por El As de la Sierra, que lleva por título precisamente "Pa' los coyotes, los perros", vemos que el refrán con la imagen del coyote cumple su cometido argumentativo.

Pa' los coyotes, los perros
Creyeron que era un pichón
y resultó águila real;
eran cien kilos de coca
los que le querían tumbar,
pero nunca imaginaron
que no lo iban a lograr.

'Pa' los coyotes los perros',
así lo dice el refrán,
aunque no se oye muy bien,
ésta es la pura verdad,
a todo el que es precavido
casi nunca le va mal.

Hay una gran diferencia
del miedo a la precaución,
Adrián era muy matrero,
ahí se los demostró,
hombre de mucho cerebro,
también de mucho valor.

Cuando llegó hasta el lugar
a todos los saludó,
les dijo: —Aquí está la carga,
yo ya cumplí mi misión.
Como vieron que iba solo,
la confianza los mató.

El jefe de aquellas ratas
sonriendo le dijo a Adrián:
—Qué lástima que el dinero
no lo vas a disfrutar.
Adrián les dijo sonriente:
—Se acaban de equivocar.

Varios balazos de cuerno
y de R15 se oyeron,
y todos los bajadores
ahí mismo se murieron.
El cuatro estaba bien puesto
y ellos ni cuenta se dieron.

Yo soy nacido en Chihuahua
y mi nombre ya lo saben,
mi apellido se los debo
por razones personales.
A quien quiera verme, amigos,
los espero en Ciudad Juárez.

El refrán también es utilizado en un corrido de Los Tucanes de Tijuana dedicado a Carlos Hernández, el mayor de los hermanos Hernández.

El Mayor

Por ser el número uno,
asesinarlo planearon:
lo sacaron de su casa
y a balazos lo mataron;
dicen que fue por envidia
porque les ganó el mercado.

Carlos llevaba por nombre
el mayor de los Hernández.
Ya no está con sus hermanos,
pero sigue los embarques;
Carlos del cielo los cuida
cada vez que sale en viajes.

Siguen las lanchas cruzando
el mar abierto, señores;
el cargamento se entrega
a los grandes compradores.
Los hermanitos no paran,
rugen los grandes motores.

No sufras querido hermano,
descansa en paz en el Cielo;
nosotros nos encargamos
de resolver esto luego;
como lo dice el refrán:
'pa los coyotes los perros'.

Te extraña mucho tu pueblo
por tu gran filantropía:
siempre ayudaste a tu gente,
así feliz te sentías.
Eras retemujeriego,
pero a todas atendías.

Adiós, hermano del ama;
ya se grabó tu corrido
con los paisanos tucanes,
tal como te prometimos.
¡Arriba Carlos Hernández,
el mayor de los marinos!

Así, el coyote presta su piel para que se depositen en ella cargas afectivas de diversa naturaleza: vencido en los cuentos, temido en las leyendas, conjurado para obtener beneficios, amado en la lírica y comprendido, con todas las contradicciones que se le adjudican, en los corridos; creador y demonio, naturaleza animal y naturaleza humana, instinto de sobrevivencia y depredador que trafica con paisanos que desean cruzar la frontera; esta figura se nos presenta como una de las más significativas en nuestro imaginario.

El coyote, protagonista ambivalente en la tradición mexicana, ha generado, y lo sigue haciendo, una serie de reacciones y actitudes que se traducen en manifestaciones literarias y culturales de gran riqueza; así, el coyote, en el imaginario, transita por terrenos muy variados; este depredador fecundo y musical, apreciado y despreciado, continua vigente y representa uno de los seres que sigue despertando la necesidad de transformar en cultura, en enseñanza y en arte la vida cotidiana con sus contradicciones de abismos y luces.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Notas

1 Las cursivas son mías.

2 En este trabajo presento dos cuentos otomíes de los que transcribo su versión y su traducción al español. La zona Ñahñú abarca el noroeste del estado de México, parte central de Hidalgo, zonas de Veracruz, Querétaro, Puebla, Michoacán, Tlaxcala, Guanajuato y Morelos.

3 Véase el cuento "La boa y el coyote" (Navarrete, 1998:211-212).

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