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Revista de El Colegio de San Luis

versión On-line ISSN 2007-8846versión impresa ISSN 1665-899X

Revista Col. San Luis vol.3 no.5 San Luis Potosí ene./jun. 2013

 

Reseñas

 

Ángel Aedo. 2011. La dimensión más oscura de la existencia. Indagaciones en torno al kieri de los huicholes

 

Arturo Gutiérrez del Ángel*

 

México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas.

 

* Programa de Estudios Antropológicos. El Colegio de San Luis.

 

El libro que Ángel Aedo publica en esta ocasión deviene de una primera propuesta denominada La región más oscura del universo..., la cual constituyó en sí misma un trabajo fenomenal. No obstante, en esta ocasión veo con agrado que el autor ha modificado, ampliado y profundizado en varios puntos que en aquella ocasión había dejado sueltos. La obra actual está dividida en 303 cuartillas, contiene un capitulado con índice, introducción, siete capítulos y bibliografía.

Por ser el kieri un tema casi tabú, investigar sobre sus propiedades no es fácil. Por experiencia sé que a los huicholes o wixaritari no les gusta hablar de ello. Al preguntar cualquier cosa relacionada con esta planta inmediatamente te miran atemorizados y sus rostros cambian. Su pura mención es motivo de sospecha y silencio. En este sentido, el autor comenta: "La noción de kieri alberga en su interior una densa carga simbólica que el etnógrafo no tarda en reconocer. La dificultad de hablar sobre el tema es evidente; todo parece indicar [...] que el kieri no existe, o a lo sumo carece de importancia [...] Sin embargo, bajo la quietud de la noche y en la soledad, parece aflorar un discurso más secreto en donde el kieri, la muerte y los hewiixi forman el contenido de otros relatos" (57).

Destacar las cualidades, tanto biológicas como míticas, y las relaciones que la misteriosa entidad kieri presenta en la cosmovisión del pueblo wixaritari es un reto que Ángel Aedo supo capotear y con creces. El motivo de esta planta se convierte para el autor en una interrogante metodológica que capítulo tras capítulo desarma en partes para posteriormente reintegrarlas en un modelo antropológico. Por ello cada capítulo es en sí una tesis, y en su conjunto se crea esta magnífica obra. En este sentido, el autor comenta: "Con el propósito de evitar la descontextualización de los elementos aislados y abstractos de su discurso ideológico, procuraremos siempre comprender al kieri dentro del conjunto de relaciones que le son propias, pues cada figura mítica remite a otra, cuyo significado depende asimismo de las otras significaciones. De esta manera un intrincado juego de metáforas se descubre junto al kieri, entidad que, en tanto figura radical de la medianoche, la muerte, la riqueza, el deseo y la locura se proyecta dentro de un dinámico y permeable conjunto de correspondencias que conforman un vasto agrupamiento de símbolos" (58). A lo largo de la obra, veremos actuar, mediante el capitulado, el desplegado de estos símbolos multifactoriales propios del kieri.

Ahora bien, con un lenguaje fluido el autor sabe transmitir al lector aquellas propiedades del kieri. En la división más oscura de la existencia o, como en un principio Aedo prefería llamar su obra, en la región más oscura del universo, el autor ubica a la planta. Como se citó arriba, es el inframundo y la colección de deidades telúricas que ahí habitan la comparsa del kieri. Es un punto de anclaje, nos dice el autor, de las cavilaciones cosmogónicas de los wixaritari.

En la antropología llevada a cabo sobre este grupo no es un secreto (pero quizás un secreto erróneo) que el kieri aparezca coligado a una planta psicotrópica que crece en los barrancos de casi todas las barrancas de la sierra del Nayar: la datura. Lo que resulta una innovación en el libro de Aedo es que en realidad no se trata ni de un sólo kieri ni de una sola planta; por el contrario, y esto me parece una aportación del trabajo, puede ser una planta que se desdobla en conjuntos de plantas que fundan una red de presencias que fracturan su propia unidad para generar un juego de campos semánticos asociados en primera instancia al inframundo o, dependiendo desde donde se enfoque, a los inframundos, virtud que, a propósito, le da nombre a este libro. Es ahí en donde se debe ubicar a la planta, pero, no hay que confundir, el inframundo y lo negativo no van de la mano. Más bien, las propiedades de esta relación revelan un dinamismo acaso propio de las cavilaciones cosmogónicas más elevadas.

Trabajos anteriores al de Ángel Aedo habían hecho referencias a las propiedades del kieri. Sin embargo, ninguno demostró, como sí lo hace Aedo, que el kieri se constituye como un complejo de asociaciones que genera un campo de significaciones que "orientan, definen y actualizan" al imbricado juego de reglas que posibilita las diferentes representaciones y relaciones aparecidas que, en última instancia, se estructuran y le dan forma al dinamismo del campo social.

El autor no sólo se conforma con desanudar aquellas marañas estructurales de un secreto cultural, el cual reposa acaso en aquella cosmogonía propia de los sistemas de representaciones, sino que se adentra a relacionar conjuntos de significados en una cadena de posibilidades, es decir, identifica al kieri con las cualidades que los huicholes le atribuyen, por un lado, la insania, la lujuria, el desenfreno, lo desmedido, es decir, todos aquellos apetitos lúbricos; pero por otro lado también tiene atributos mágicos que benefician a los demandantes: ofrece las virtudes de la música, los favores de la buena cosecha, los secretos del ser un "chaman" respetado y poderoso.

El autor argumenta con base en sus investigaciones que, a diferencia de lo que otros investigadores han asegurado, el kieri no es exclusivamente negativo, sino que las vertientes semánticas le atribuyen la posibilidad de ser una entidad con potestades positivas. Pero, las súplicas de aquellos que se quieren comprometer con la poderosa planta, sólo serán atendidas si el demandante compromete su voluntad a los influjos del kieri: la planta cumple cuando uno cumpla con ella. Pide sacrificios, autosacrificios y renuncias. Por algo es también una de las eternidades del abundante panteón huichol: toda deidad se regocija con los intercambios que los humanos le ofrecen. Toda deidad quiere intercambiar algo con los humanos algo de lo que ellos carecen pero que los humanos tienen, y viceversa. De ahí que habría que preguntarse qué es para los wixaritari una deidad. Como respuesta tentativa diría que es la posibilidad de generar la alianza a través del intercambio.

Ahora bien, me parece que la mejor forma para comprender la multiplicidad de funciones que el kieri recrea, relaciona y sintetiza va más allá de las fronteras del significado huichol. Esta hipótesis inserta en el texto, demanda a las fuentes históricas algún indicio que demuestre la trascendencia del kieri en el tiempo. Lo hace Aedo y por ello trastoca la propia sociedad estudiada, integrándose en un mosaico más vasto: el de las culturas prehispánicas. El autor ausculta con atención en diferentes códices que evidencian la existencia de una conexión velada entre el kieri y ciertas representaciones de lagartijas, serpientes y venados que los antiguos mexicas adoraban también.

De esta manera, el keri, como entidad cognoscible, participa en el concierto de deidades que podríamos considerar como "de larguísima duración", adscrita a un principio inmanente a todo sistema: el de la transformación. En efecto, el kieri encuentra eco en aquella lucífera figura mitológica de los mexicas denominada Tezcatlipoca, y complementada con la relación que guardaba con Quetzalcóatl.

Pero el autor no se conforma con sólo esto. Aedo pone al descubierto cómo estas entidades nahuas se confrontaban en una mítica epopeya cósmica, tal como en el presente etnográfico lo hacen el kieri y el cacto sagrado denominado peyote (hikuli). Comenta el autor: "Así, por ejemplo, para dilucidar las relaciones entre el kieri y el hikuli ha sido preciso remontarse a la figura mítica de Kauyumari, mediador por excelencia. Cuyo campo de acción sintetiza las funciones de los Hermanos Astrales, mito que subyace el dualismo del universo y del cual la lucha entre kieri y el hukuri constituyen una variante nítida" (168). De esta reyerta se desprenden consecuencias significativas de asociaciones y transgresiones que, al final, descansan en un complejo ritual percibido según el ciclo ceremonial huichol.

Llegar a las conclusiones como las señaladas y evidenciar los descubrimientos que Ángel Aedo plasma en el libro sobre el complejo kieri han implicado para el autor, se nota, importantes estancias de investigación en diferentes comunidades huicholas, lo cual se proyecta tras los sólidos argumentos abrevados de sus propias etnografías. El libro es un libro propiamente de etnología que tiene en su base una etnografía puntal y de largo aliento.

Por otro lado, la bibliografía citada a lo largo del trabajo es de primer orden. El autor maneja desde fuentes históricas, pasando por etnografías clásicas hasta investigaciones recientes, mediante las cuales va tejiendo una red analítica alrededor del complejo kieri.

Es necesario señalar que Aedo no olvida lo delicado que es un testimonio como el que presenta, sobre todo cuando se trata de un tema como el que ha engendrado aquí, ofreciendo en el libro un testimonio que me parece respetuoso y fidedigno al pensamiento de los propios huicholes, virtud nada desdeñable para alguien que pretende hacer una antropología con base en la etnografía.

Por los motivos expuestos, recomiendo a los lectores "La dimensión más oscura de la existencia. Indagaciones en torno al kieri de los huicholes". Es una obra atrevida, con muchos años de trabajo, con un conocimiento profundo sobre el tema y con un lenguaje fluido y elegante que invita a su lectura.

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