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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.14  Tijuana ene./dic. 2023  Epub 08-Sep-2023

https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.2615 

Artículos

La migración asistida de italianos hacia Chile: una lectura desde las teorías migratorias

1 Escuela de Sociología y Centro de Estudios Urbano-Territoriales, Universidad Católica del Maule, Chile, stefano.ucm@gmail.com


Resumen

El presente artículo aborda el proceso de migración asistida con fines agrícolas desde Italia hacia Chile, después de la Segunda Guerra Mundial. A partir de la reconstrucción de la historia de tres colonias (ubicadas en La Serena, Coquimbo y Parral) y del análisis de un conjunto de entrevistas realizadas a colonos, se propone una lectura desde las teorías de la migración, identificando los factores “macro” que determinaron esta experiencia de movilidad humana, así como los elementos “micro”, que definieron la decisión de migrar a nivel individual. Se concluye que los factores estructurales, vinculados a la pobreza, la cesantía y la dificultad de acceso a la tierra, fueron fundamentales para generar la voluntad política de poner en marcha la migración asistida. Por otro lado, las motivaciones individuales/familiares fueron marcadas no solamente por razones económicas, sino también por el anhelo de mejorar su calidad de vida en un sentido amplio.

Palabras clave: 1. migración asistida; 2. colonización agrícola; 3. teorías migratorias; 4. Italia; 5. Chile.

Abstract

The present article addresses the process of assisted migration for agricultural purposes from Italy to Chile after World War II. Through the reconstruction of the history of three colonies (located in La Serena, Coquimbo, and Parral) and the analysis of a set of interviews conducted with settlers, it proposes an examination based on migration theories, identifying the “macro”factors that shaped these experiences of human mobility, as well as the “micro” elements that played a role in individual migration decisions. It is concluded that structural factors such as poverty, unemployment, and limited access to land were fundamental in generating the political will to implement assisted migration. Additionally, individual and family motivations were driven not only by economic reasons, but also by the desire to improve the overall quality of life.

Keywords: 1. assisted migration; 2. agricultural colonization; 3. migration theories; 4. Italy; 5. Chile.

Introducción

La inmigración italiana en Chile es un fenómeno poco estudiado, quizá porque a nivel cuantitativo no ha sido significativo, a diferencia de otros destinos sudamericanos como Brasil y Argentina. Al respecto, Salinas Meza (1999) señala que en 1930 residían en el país 11 070 italianos, quienes representaban 15 por ciento de los europeos presentes en suelo nacional. En un contexto en que el porcentaje de extranjeros tendía al decrecimiento progresivo (2.5 % de la población total en 1940 y 1.6 % en 1952), la presencia de ciudadanos del bel paese1 sufría una dinámica parecida, y en 1940 eran solo 10 619 -salvo un repunte momentáneo en 1960, producto de los procesos de migración planificada o asistida que se analizarán en este artículo-, llegando a 11 459 personas (Mezzano Lopetegui, 1994).

Varios autores reiteran la importancia del aporte itálico en el desarrollo socioeconómico de diferentes espacios locales, como Valparaíso, Santiago, Concepción y la macrozona norte del país (Estrada, 1993a; Mazzei de Grazia, 1993; Pinto Vallejos, 1993). A nivel académico, se pueden señalar dos publicaciones pioneras, editadas en castellano (Estrada, 1993b) y en italiano (Favero et al., 1999), las cuales recogieron los aportes de diversos investigadores acerca de un conjunto variopinto de tópicos, desde el perfil demográfico de esta comunidad en Chile, hasta la participación de la colectividad en la industrialización del país y en el ciclo salitrero, la evangelización en la Araucanía en la época colonial y su integración socioeconómica en la provincia de Concepción y Magallanes. Luego, este impulso permitió profundizar en ciertas materias tratadas en ambas publicaciones, como en el caso de Zaldívar (1994), Estrada (1996, 1997) y Mazzei de Grazia (1998). En la década de 2000, el foco de la academia se centró en la región de Tarapacá, gracias a los trabajos de Calle (2004, 2006). Recientemente, el mismo autor ha estudiado la microhistoria de una familia italiana en Iquique (Calle, 2019), mientras que Díaz Aguad -asociándose con diferentes investigadores- ha abordado la presencia italiana en las regiones de Arica y Parinacota, y Tarapacá (Díaz Aguad y Cerda Castro, 2018; Díaz Aguad y Lo Chávez, 2018; Díaz Aguad y Pizarro Pizarro, 2017). Algunos libros de corte más testimonial han acompañado los contados estudios académicos, entre ellos podemos mencionar los trabajos de Mezzano Lopetegui (1989), Marasso et al. (2005), Castillo (2012) y Carrera (2015).

Con todo, las vicisitudes relativas a un importante programa de migración asistida que, en los años posteriores al cese de la Segunda Guerra Mundial llevó a la instalación de más de 1 000 personas en sectores agrícolas poco productivos de las comunas de Parral (zona centro-sur del país), La Serena y Coquimbo (zona centro-norte), no han sido analizadas desde una perspectiva histórica ni desde las teorías migratorias. Las pocas publicaciones relacionadas con este proceso tienen un carácter testimonial cuyo aporte es muy valioso. Tal es el caso del texto sobre la colonia de Parral (Martini, 1994) y las experiencias de La Serena y Coquimbo (Iribarren Avilés, 2010). Por otro lado, en Italia destacan el minucioso trabajo periodístico de Grosselli (2010) y la recopilación documental de Grigolli (2005).

En este artículo se proponen entonces como objetivos: 1) reconstruir las historias de las colonias italianas en Chile, y 2) ahondar en la etiología del proceso, a partir del análisis de los factores macro y micro que lo determinaron y caracterizaron. Se espera, con ello, aportar a un campo de estudio que en Chile está en construcción.

Metodología

A nivel metodológico, se analizaron las actas de las sesiones del Directorio de la Compañía Chileno-Italiana de Colonización, S. A. (en adelante Cital o Compañía) realizadas entre los años 1951 y 1961, la cual fue responsable de la implementación de todos los proyectos donde se abordan las experiencias de La Serena, Coquimbo y Parral desde una perspectiva histórico- institucional. Con el fin de complementar ese punto de vista con el estudio de las trayectorias familiares de los colonos, sus motivaciones y relaciones con las estructuras institucionales, se utilizaron 20 entrevistas semiestructuradas realizadas entre 1991 y 1992, que actualmente están depositadas en la Fondazione Museo Storico del Trentino, en la ciudad italiana de Trento. Las entrevistas fueron sistematizadas en una matriz y analizadas según las categorías preestablecidas: caracterización de las familias; motivos individuales y familiares de la migración; ofrecimientos recibidos por la institucionalidad; y redes y manejo de información. Se utilizó el análisis de contenido (Bardin, 1986) para descubrir los factores micro que gatillaron la movilidad. Cabe señalar que el material utilizado está protegido por la legislación italiana con una reserva de 70 años a partir de su producción, debido a que contiene datos personales sensibles; se obtuvo, sin embargo, la autorización por parte de la Superintendencia de Bienes Culturales de la Provincia de Trento para su uso con fines de investigación académica. Dada la situación, en este artículo no se hará referencia explícita a los nombres de los entrevistados.

Se revisaron también las principales teorías vinculadas a la movilidad humana para determinar las lecturas más adecuadas al proceso en cuestión e interpretar así los acontecimientos a 70 años de distancia. En el contexto nacional de los últimos tiempos los flujos migratorios se han activado con fuerza y es de vital importancia recuperar y reinterpretar las experiencias del pasado para hacer una mejor lectura de los sucesos actuales.

La inmigración asistida de italianos en chile en la segunda posguerra

La Segunda Guerra Mundial dejó estragos en diversas naciones europeas, entre ellas, Italia. El interés de Estados Unidos por reactivar la economía de un bloque de países -con el doble objetivo de dinamizarlo como mercado para los productos norteamericanos y transformarlo en una barrera contra la difusión del comunismo, en un contexto de incipiente Guerra Fría- se concretó en 1947 a través del Plan Marshall, oficialmente llamado European Recovery Program (ERP). Entre otros apoyos económicos, se destinó 1 300 000 USD para la asistencia a la emigración planificada italiana, en especial en el ámbito agrícola. El gobierno demócrata- cristiano encabezado por el primer ministro Alcide De Gasperi definió que la gestión de casi todos los recursos quedaría a cargo del Istituto Nazionale di Credito per il Lavoro Italiano all’Estero (en adelante Icle) (Benedini, 2013), institución creada en 1923 para la regulación de los flujos migratorios. Su cometido se centró en aplicar una política de colonización planificada, cuyo destino principal fue Latinoamérica, y que a la postre se reveló infausta tanto desde el punto de vista económico, como social (Fauri, 2009).

En el caso chileno, los contactos entre ambos gobiernos partieron gracias al diputado italiano Ettore Viola (Grosselli, 2010) -cuñado del exembajador chileno en Roma, Gabriel Valdés- quien construyó una importante red de contactos en América Latina. En 1949, Viola entregó un informe relativo a las posibilidades de migración en Chile a diversas autoridades (Benedini, 2013). En enero de 1950 llegó a Chile una misión técnica, liderada por el diputado Renzo Helfer, cuyo objetivo fue recorrer en avioneta diversos territorios agrícolas de la macrozona norte y centro, en compañía del personal de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), que obtuvo resultados positivos. Helfer entregó entonces al parlamento italiano la propuesta de iniciar un proceso de colonización agrícola planificada.

Un posterior intercambio epistolar entre el ministro de Tierras y Colonización, Palma Vicuña (1950), y el mismo De Gasperi, selló -entre mayo y junio de 1950- el acuerdo para la implementación del proyecto. Cabe señalar que en ese período estaba en pleno desarrollo el Plan Serena, una iniciativa de reforma urbana de la homónima ciudad impulsado por el presidente Gabriel González Videla. Fue en ese territorio que se concentraron los estudios de la segunda misión italiana en Chile; conformado por 13 técnicos, el grupo arribó en el mes de octubre, y su cometido se extendió durante 11 meses. En dicho período fueron la Corfo y la Caja de Colonización Agrícola las instituciones anfitrionas. La misión generó un informe pormenorizado de su estadía (Istituto Nazionale di Credito per il Lavoro Italiano all’Estero, 1953). Además del extenso proyecto de una colonia en los parajes cercanos a La Serena, el documento detallaba una segunda iniciativa, ubicada en la zona precordillerana de la comuna de Parral, en la región del Maule. En Italia, por mientras, comenzó la selección de colonos entre la gente de la provincia de Trento, sector alpino al norte de la península (Grosselli, 2010), que era también el lugar de origen del primer ministro De Gasperi.

Se consideró entonces la posibilidad de enviar un primer grupo de 20 familias al sector La Vega Sur, en La Serena. Observaciones acerca de la fertilidad de los terrenos habían sido elevadas por diversas voces, así como la inquietud sobre la escasez pluviométrica. Finalmente, se priorizaron las urgencias políticas de las partes y los plazos de ejecución de los fondos del Plan Marshall, y comenzó la ejecución del proyecto.

Por otro lado, en diciembre de 1950 el Icle adquirió, a través de una subasta pública, el fundo2 San Manuel ubicado en el sector homónimo de Parral. Después, traspasó la propiedad a la naciente Cital que empezó a operar oficialmente en agosto de 1951, y cuyo objetivo era “formar colonias agrícolas instalando colonos italianos en terrenos de su propiedad” (Istituto Nazionale di Credito per il Lavoro Italiano all’Estero, 1953, p. 412). A través de un sistema de repartición de acciones, tuvieron participación en la sociedad público-privada el Icle, la Caja de Colonización Agrícola y la Corfo. Asumió la presidencia el mismo ministro de Tierras y Colonización, Ignacio Palma Vicuña, y como gerente fue nombrado el señor Manfredo Mariottini.

Colonia La Vega Sur (Peñuelas) de La Serena

En febrero de 1951 comenzó la selección de los primeros 20 núcleos familiares, quienes abordaron el barco Amerigo Vespucci el 18 de abril, y el 19 de mayo desembarcaron en Coquimbo para instalarse en los terrenos de La Vega Sur (Grosselli, 2010). El primer proyecto de migración planificada con fines agrícolas era una realidad, pero empezaron a manifestarse las primeras problemáticas: cuatro de las 20 viviendas en construcción no estaban terminadas, así como el sistema de riego. Por otro lado, los terrenos no estaban preparados para el comienzo de las faenas agrícolas, y existían varios suelos pantanosos que el proceso de bonificación no había alcanzado a transformar en tierras aptas para el cultivo. Faltaban luz y agua potable (Iribarren Avilés, 2010). Rápidamente, la situación de descontento de los colonos empezó a ser de público dominio. Al cabo de un año, como los técnicos de la segunda misión del Icle ya no se encontraban en Chile y no existían otros apoyos, tuvieron que pedir el envío solícito de asistencia técnica y herramientas. En particular, se pueden señalar dos problemas importantes a nivel agrícola que afectaron el proyecto: la incompleta construcción de los canales de riego y la escasa calidad de las operaciones de mejora realizadas en los terrenos. A esto hay que sumarle dos inconvenientes que se experimentaron también en el resto de las colonizaciones italianas a cargo de la Cital: la enorme dificultad en concretar la compraventa de las parcelas, que estaba pactada por contrato, y la acumulación de grandes deudas por parte de los colonos, dado que las condiciones objetivas dificultaban la puesta en marcha de las actividades agrícolas con cierta rentabilidad (Grosselli, 2010). A pesar de todo, la mayor parte de las familias permaneció al interior de la colonia de La Vega Sur (o Peñuelas) y siguió dedicada a la agricultura. En el mediano y largo plazo el proyecto tuvo cierto éxito, los migrantes lograron estabilizar sus economías domésticas y proyectar una mejor calidad de vida.

Cuando, durante el segundo semestre de 1951, llegaron a Italia -en especial a la provincia de Trento- las primeras noticias negativas acerca de los colonos, ya se estaba planificando el envío de un segundo grupo a las tierras de La Vega Norte, siempre en La Serena. Sin embargo, la idea no prosperó, y empezó a tomar fuerza el proceso de colonización del fundo San Manuel de Parral, en el valle central chileno al sur de Santiago, en la región del Maule.

San Manuel de Parral

El fundo San Manuel, adquirido por el Icle a finales de 1950, contaba con una superficie de 31 000 hectáreas, de las cuales solo 700 eran aptas para la agricultura y apenas 170 estaban dotadas de riego. Se encontraba a cerca de 40 km de Parral, y los técnicos italianos de la segunda misión evaluaron como medio-bajos los rendimientos de las producciones y la calidad de los terrenos (Istituto Nazionale di Credito per il Lavoro Italiano all’Estero, 1953). No obstante, a finales de 1951 las autoridades locales de la provincia de Trento comenzaron el proceso de convocatoria y selección, que no se realizó como concurso público por tratarse de un número reducido de personas. El Icle se encargó de recopilar los antecedentes y preparar todos los trámites necesarios para el viaje. Posiblemente a causa de las noticias negativas que llegaban desde La Serena, la respuesta de la población local no fue masiva, y se abrió la selección también en la región de los Abruzos, mucho más al sur (Grosselli, 2010).

Mientras, en Santiago la Cital comenzaba a operar formalmente (Cital, 1951b), en febrero de 1952 partió la construcción de viviendas, y en marzo inició la discusión acerca de los contratos para los colonos. Pese a la existencia de nuevas opiniones técnicas negativas acerca de la calidad del fundo (Grigolli, 2005) y al surgimiento de las primeras inquietudes a las propuestas realizadas por la comisión técnica, en especial acerca del bajo presupuesto destinado a las obras de riego y sobre la rentabilidad de la parte hacendal que no sería parcelada y quedaría bajo la gestión directa de la Compañía para su explotación (Cital, 1951a), los preparativos siguieron. Se contrataron en Italia los administradores de la colonia y se compraron maquinarias, además de una gran cantidad de cabezas de ganado ovino y bovino (Martini, 1994). Esta etapa significó importantes gastos para la Cital, que en el período no registró ingresos. El gerente presentó entonces un presupuesto con singular atención a la explotación directa de una parte del fundo que incluía también la venta de madera y carbón, productos que supuestamente gozaban de la existencia de mercados regionales (Cital, 1951c). En el mes de octubre comenzaron luego las gestiones para la selección de las familias (Cital, 1951d), y a comienzo de 1952, el presidente Palma comunicó a los directores que Chile se acababa de adherir al Comité Internacional de Migración de Bruselas,3 adquiriendo así la opción de traer a título gratuito a cuatro mil personas al país (Cital, 1952a).

En julio de 1952, la Corfo (socio mayoritario de la Compañía) aprobó el plan presupuestario (Cital, 1952c), y en el mes de septiembre se concretó el viaje hacia Parral de 20 familias (Cital, 1952d). El convenio entre cada jefe de hogar y la Cital preveía que las parcelas fueran entregadas con base en una evaluación discrecional de las capacidades laborales de cada familia y que la extensión promedio de cada parcela era de aproximadamente 45 hectáreas (12 con riego). El precio base de cada terreno, incluyendo el costo del sistema de irrigación, de la vivienda, de la preparación de los terrenos y de una cuota relativa a los gastos generales de la organización, se estipulaba en 400 000 CLP (Fainella, 2002). Valor que sufrió rápidas modificaciones al alza (Cital, 1952d), fruto de la inflación y de la incapacidad de la Cital por cumplir con el compromiso de traspasar a las familias los terrenos como propiedad, una vez que llegaran a Chile.

Los inmigrantes italianos encontraron en San Manuel una realidad muy distinta a la que habían soñado: estaban lejos de los centros de comercialización, los suelos eran de escasa calidad (algunos muy pedregosos), los animales que recibieron pronto empezaron a morir a causa del cambio de ambiente (habían sido adquiridos en Punta Arenas, ciudad austral), no pudieron firmar sus contratos de compraventa de las parcelas y las relaciones con los administradores de la colonia se tensaron desde el comienzo (Grosselli, 2010; Martini, 1994). Por otro lado, el Directorio que se reunía en Santiago rápido dejaba constancia de los primeros problemas de liquidez de la Compañía, que tenía prácticamente todo su capital inmovilizado (Cital, 1952d). Se manifestaron también problemáticas técnicas para los cultivos, que los administradores no supieron resolver en forma oportuna. Algunos colonos abandonaron San Manuel, debido a la imposibilidad de mejorar su calidad de vida y pagar las deudas (Martini, 1994). En abril de 1953 hubo un cambio en la presidencia de la Cital (Cital, 1953a). A poco más de un año de distancia del asentamiento de los italianos, se desató la primera crisis institucional, con la visita a Chile del director del Icle, Carlo Tomazzoli, y la renuncia del gerente Mariottini (Cital, 1953b). Pesaban los escasos resultados obtenidos en San Manuel, la fuga cada vez más frecuente de los colonos y las voces de alarma que procedían de las colonias en el norte. El informe de Tomazzoli fue lapidario y puso en seria duda la viabilidad del proyecto (Grosselli, 2010). Además de los evidentes problemas de planificación, la Compañía no tenía liquidez para operar en un contexto en el que la proyección de las rentas de la colonia era mucho menor a la real. En diciembre la Compañía intentó fijar nuevos precios de las parcelas, estableciendo costos variables entre los 430 000 y 835 000 CLP (pesos chilenos) cada una. A la vez, el Directorio acordó iniciar -contrario a lo indicado por Tomazzoli en su informe- las gestiones para la llegada a Chile de 10 nuevas familias, para que ocuparan las parcelas que habían quedado libres, cuestión que nunca llegaría a concretarse (Cital, 1953c). La situación era caótica en términos de gestión, y en San Manuel predominó la confusión; durante los dos primeros años, se fueron 16 familias (Martini, 1994).

En 1954 se abrieron nuevos cambios de representación institucional en la Cital, y con la polémica decisión de sustituir a las familias que se habían ido de San Manuel con otras (15 en total), procedentes de las colonias de La Serena y Coquimbo (Grosselli, 2010). Paralelamente, se buscó absorber los problemas financieros a través del desahucio de 10 obreros empleados en la hacienda San Manuel, la venta en remate público de todo el ganado, los enseres y útiles, el aserradero, tres camiones, un jeep, las maquinarias de la carpintería, las mercancías de madera aserrada y el taller mecánico (Cital, 1954a). En septiembre de 1954, se declaró abiertamente la existencia de un angustioso problema de caja, frente a la escasez de fondos líquidos y las innumerables obligaciones que dentro del año iban a hacerse exigibles por los acreedores (Cital, 1954b). La colonia estaba en plena crisis, y durante todo el año posterior se alternaron salidas y llegadas de nuevas familias que, después de todo, tenían que adaptarse a una agricultura de subsistencia (Cital, 1955a). En la segunda mitad de 1955 el libro de actas registró la visita a San Manuel del vicepresidente del Icle, Vittorio Chiri, para informarse con mayor detalle sobre la situación de los colonos, pero no dejó consignas particulares o comentarios al respecto (Cital, 1955b). El año cerró luego con nuevos cambios en la estructura interna de la Compañía (Cital, 1955c).

En octubre de 1956 la Cital reorganizó la colonia y reajustó el precio de las parcelas, que fluctuó entre 3 000 000 y 5 160 000 CLP, con una cantidad de entre 16.5 y 29.57 hectáreas cultivables. Aún no se concretaba el traspaso de los terrenos cuando la Compañía estableció entonces que los colonos firmaran un contrato de arriendo simple o con promesa de venta equivalente a 6 por ciento del valor de la parcela (Cital, 1956), lo que significó nuevos conflictos. En 1957 muchas familias se habían ido y la Compañía estaba en una crisis tan profunda que ni siquiera podía pagar las remuneraciones de sus empleados. Dado el difícil escenario, en 1957 esta aceptó un ofrecimiento de la Corfo para arrendar, hasta el 30 de abril de 1960, toda la parte no colonizada del fundo, y comprar las maquinarias, herramientas y animales necesarios para hacer productivas las tierras (Cital, 1957). Luego, a partir de 1961, comenzó un proceso de venta de las parcelas que duraría más de 10 años antes de completarse. Esto llevaría a contadas familias de italianos a cumplir con el objetivo de volverse propietarios, mientras el resto tuvo que reinsertarse en otros territorios chilenos, o bien regresar a Italia en situación de pobreza. Pero además significó la venta de cerca de 3 000 hectáreas del exfundo San Manuel a una secta alemana (Cital, 1961): la tristemente conocida Colonia Dignidad, que más adelante fue teatro de la perpetración de crímenes como abuso sexual sobre menores, producción y venta de armas de fuego, tortura y desaparición de opositores políticos a la dictadura de Augusto Pinochet, etcétera (Hevia y Stehle, 2015; Salinas y Stange, 2006). El proceso de colonización resultó en un fracaso total, y los Estados chileno e italiano, representados en la Cital, nunca asumieron las responsabilidades morales, políticas y administrativas vinculadas a la experiencia.

Santa Inés, San Ramón, Mirador y Rinconada de Coquimbo

En marzo de 1952, mientras se estaba llevando a cabo el proceso de convocatoria para la colonia de San Manuel, las actas del Directorio dejaban consignada la voluntad del presidente González Videla por ampliar el experimento de colonización con italianos en el norte (Cital, 1952b), y se procedió a la compra de la hacienda agrícola de los Hermanos Coll, de 1 715 hectáreas, ubicada en los sectores de Santa Inés, San Ramón, Mirador y Rinconada, en la región de Coquimbo. La compra se realizó bajo condiciones muy desventajosas, tanto para la Cital como para los futuros colonos, ya que los Coll obtuvieron el derecho a explotar los fundos adquiridos hasta el momento de la cancelación total de la deuda por parte de la Compañía. Los suelos se revelaron luego de la baja calidad, en su mayoría sin riego, por lo que no se pudieron intervenir antes de la llegada de los colonos a Chile (Grosselli, 2010).

En este caso, la selección de las familias, todas de la provincia de Trento, fue llevada a cabo de manera muy rápida, dado el compromiso del Comité Intergubernamental para la Migración Europea (CIME) por financiar el viaje bajo la condición de que la operación se llevara a cabo dentro del año en curso. Por último, fueron aproximadamente 100 los núcleos familiares que salieron de Italia, por un total de casi 1 000 personas, y los primeros llegaron a San Ramón en el mes de octubre (el último grupo arribó el 17 de enero de 1953) (Grigolli, 2005). El primer problema fue la vivienda: de calidad muy inferior respecto a las casas de La Vega Sur, eran pequeñas, sin agua potable ni luz, en algunos casos no tenían ventanas ni puertas. Muchas no eran habitables. Luego, los campesinos europeos se percataron que las tierras eran pobres, no habían sido niveladas, estaban llenas de piedras, tenían pocos canales de riego, y que además estos sufrían pérdidas importantes de agua en sus recorridos. Las dificultades para poner en marcha las unidades productivas significó la acumulación de considerables deudas por parte de las familias, y el ambiente comenzó a volverse conflictivo, cómplice también la falta de una adecuada asistencia técnica y social. La escasez de agua potable y la mala alimentación, junto con el hacinamiento, favorecieron la propagación de enfermedades, y una epidemia de tifus cobró la vida de algunos niños y adultos. En 1953, a pocos meses de la llegada, la situación (sobre todo en San Ramón) era dramática, y los primeros grupos comenzaron a abandonar el proyecto para buscar mejor suerte en otros fundos de la zona, cerca de Santiago, o bien empleándose en La Serena o Coquimbo en las más variadas ocupaciones (Iribarren Avilés, 2010).

A diferencia de la experiencia en San Manuel, hubo un nivel de organización interna mayor y, con la ayuda de los sacerdotes scalabrinianos, los colonos se manifestaron de diferentes formas organizándose en 11 grupos que en conjunto conformaron un comité popular, levantaron una cooperativa agrícola y una quesería comunitaria (Grosselli, 2010).

La visita a Chile de Carlo Tomazzoli, ya mencionada, se realizó en ese momento de crisis y significó la reorganización de la colonia Mariottini (Cital, 1953b). El conflicto escaló e involucró también a las partes institucionales de ambos países (en especial al Icle y a la Corfo, que representaban los poderes fuertes de la Compañía) (Grosselli, 2010), en un contexto donde los artífices políticos de la iniciativa -González Videla y De Gasperi- habían dejado de ocupar posiciones de poder en los respectivos gobiernos.

En 1954, y pese a los intentos por normalizar el proceso de colonización, comenzaron las primeras partidas planificadas: nueve familias se fueron a San Manuel -al final serían 15-, tres a Argentina, mientras que una quincena se benefició con las redes de contacto de los sacerdotes scalabrinianos para insertarse en Santiago. Como se explicó en el apartado anterior, en esa fecha la Cital estaba en plena crisis financiera (Cital, 1954b). Los costos derivados de la manutención del personal, de la entrega de subsidios a los colonos, y la inmovilización de la mayor parte de su capital significó un temprano endeudamiento con diversos bancos internacionales, que el Icle y la Corfo no fueron capaces de resolver adecuadamente.

Como relata Grosselli (2010) en su libro Un urlo da San Ramón, un posterior intento de la Corfo por tomar carta en el asunto no dio frutos y el comité popular de colonos empezó entonces una campaña mucho más agresiva. A finales de 1954, permanecían en la colonia solo 471 personas de las casi mil iniciales. Como última medida, la Cital constituyó una comisión ad hoc que parlamentó y negoció con los representantes de las familias, y el resultado fue la disolución de la colonia tal como había sido planificada al inicio. Un número reducido de familias, a las que se les condonó la deuda y amplió la superficie de las parcelas, permaneció en ese sector, mientras el resto emprendió nuevos rumbos. Algunos fueron repatriados, enfrentándose a las dificultades de un retorno en peores condiciones a las que tenían antes de migrar, otros fueron trasladados a Brasil, en una colonia administrada por la Companhia Brasileiro-Italiana de Colonização e Imigração. Las últimas, fueron acompañadas a Santiago con la promesa de brindarles apoyo. Promesa que nunca se cumplió.

La migración asistida: aproximaciones teóricas para su interpretación

Las primeras teorías que buscan explicar los procesos migratorios se adscriben, en esencia, al paradigma económico liberal, que asume la racionalidad del migrante como eje central de la decisión de movilizarse hacia un país distinto al de origen, con el objetivo de maximizar beneficios y minimizar costos (Stefoni, 2014). Hasta 1980 aproximadamente, este enfoque interpretó la movilidad humana como el resultado de un conjunto de definiciones individuales que terminaban redondeando en un bien común para la colectividad. Sin duda, es posible identificar en este bloque de teorías, predominantes en el siglo XX, ciertos matices (Massey et al., 1993) que más tarde identificarían a otros factores relevantes, como por ejemplo el rol de la familia (Stark, 1991), de la estructura del mercado o de las políticas públicas (Mármora, 2003).

En el caso de las migraciones planificadas, es dominante la idea de que la movilidad humana se basa en factores institucionales, vinculados a las políticas y los programas propuestos por los Estados nacionales. De hecho, Favero et al. (1999) definen como asistida, reglamentada o dirigida, un tipo de migración en que los objetivos son fijados de forma externa y el grupo o el individuo están inducidos a movilizarse en función de su realización. Estos objetivos pueden coincidir de forma total o parcial en la intencionalidad de las dos partes, pero indudablemente conllevan un componente exógeno. Es el enfoque institucionalista, en la historia de las teorías de la migración, que releva la importancia de los diseños de políticas públicas y leyes en la expulsión y atracción de la población (Massey et al., 1993; Stefoni, 2014).

Junto a eso, en las migraciones asistidas revisten particular importancia los factores macroestructurales, ligados ante todo -aunque no de manera exclusiva- a lo económico y lo laboral (Stefoni, 2014). Conviene recordar aquí el conjunto de argumentaciones (que se agrupan bajo la denominación de teoría del push and pull) orientadas a explicar por qué la gente sale de un determinado lugar y llega a otro, y cuyo precursor fue Ravenstein (1885), con sus célebres leyes de la migración, que fueron luego ampliadas por Lee (1966). Entre los factores macro que se consideran expulsores.

están aquellos relacionados con las oportunidades y condiciones laborales, la pobreza, el exceso de población, la presión por la tierra, problemas medioambientales, baja calidad de vida, servicios básicos insuficientes, represión política, persecución religiosa, problemas de acoso, discriminación, guerras, etc. Entre los factores atrayentes destacarían el poder acceder a mejores condiciones de vida, un mejor trabajo -o al menos con mayor remuneración-, el disfrutar de un sistema con más garantías sociales, un mejor clima (García Sánchez, 2018, p. 202).

Por su lado, las propuestas de la teoría del mercado de trabajo representan una especie de reinterpretación y evolución del enfoque push and pull, desde la vereda de la economía ortodoxa o neoclásica. En esta perspectiva, la movilidad humana serviría para reducir los desequilibrios existentes entre los mercados de trabajo de distintos países en cuanto a salarios y tasa de empleo. La migración obedecería por lo tanto “ a las condiciones estructurales del mercado mundial, y la legislación, así como las barreras físicas que se erigen en cada país” (García Sánchez, 2018, p. 205).

Pese a la importancia de los factores macroestructurales e institucionales, para el mismo autor la intervención de organizaciones (públicas o privadas, presentes en el lugar de origen o destino, etc.) no logra explicar por sí sola las migraciones, a menos que no se complemente con la teoría de las redes migratorias (García Sánchez, 2018). Este pasaje es interesante, en cuanto representa uno de los anillos de conjunción entre una lectura macro de la movilidad humana, y otra micro. En este sentido, cabe señalar que ambas perspectivas de análisis del fenómeno migratorio no son excluyentes y contrapuestas, y permiten -por el contrario- interpretar niveles distintos del mismo proceso. Por otro lado, resulta importante mencionar algunas perspectivas teóricas que parecen adecuadas para la interpretación de los casos en examen, entendiendo la necesidad de incluir en el análisis de la movilidad humana los elementos estructurales y los individuales, y -tal como lo plantean Míguez (1995) y Zang y Fantín (2020)- utilizar distintas perspectivas sin centrarse en una única entrada teórica, desconociendo el aporte de otras.

Concretamente, a los push and pull factors antes mencionados, hay que sumarle un conjunto de características personales de quien migra, que determinan, por un lado, las motivaciones para movilizarse y, por otro, la posibilidad de hacerlo, en función del manejo de información, los contactos personales, etcétera (García Abad, 2003), que influyen en la conformación de las redes migratorias. En este sentido, desde la perspectiva de Lee (1966), se trataría de un proceso selectivo, dado que las condiciones socioeconómicas de cada sujeto (edad, género, clase social, nivel de instrucción, etc.) definen cómo este responde a los factores de expulsión.

En relación con las motivaciones, Domínguez Villalobos y Vázquez Maggio (2018) señalan que existe una gran variedad de modelos microeconómicos que busca explicar por qué las personas migran, y se pueden visualizar al menos tres perspectivas. La primera concibe al migrante como un ser racional, y el movimiento se origina en la decisión por maximizar los beneficios económicos (Borjas, 1989). La segunda, si bien no desecha el postulado de la primera, complejiza el análisis y visualiza un grupo de motivaciones vinculadas a la calidad de vida, como los factores ambientales (contaminación) y el crimen (Bonasia y Napolitano, 2012). Por último, un tercer grupo de motivaciones estaría ligado a variables como la autoestima, la realización personal, el aprendizaje y el estatus social (Tupa y Strunz, 2013).

Por otro lado, las redes migratorias se entienden como

conjuntos de lazos interpersonales que conectan a los migrantes con otros migrantes que los precedieron y con no migrantes en las zonas de origen y destino mediante nexos de parentesco, amistad y paisanaje. Estos nexos incrementan la posibilidad de movimiento internacional porque bajan los costos y los riesgos del desplazamiento y aumentan los ingresos netos de la migración (Massey et al., 2000, p. 25).

Como señalan Zang y Fantín (2020), los conceptos como redes sociales y cadenas migratorias -equivalentes al de redes migratorias- se utilizaron para entender las dinámicas de los flujos que caracterizaron la movilidad humana desde Europa hacia América durante la segunda mitad del siglo XIX.

[Estas] categorías ponen el acento en los vínculos sociales de un determinado grupo, así como en las redes de solidaridades que emergen al interior del mismo, y en las redes de información que circulan e influyen en la decisión de emigrar (Massena, 2013, p. 96).

Esas redes representan una forma de capital social (Arango, 2002) que se constituye sobre dinámicas de reciprocidad, confianza, y acceso a la información, entre otros elementos, y que tiene un rol central en el proceso de inserción de los migrantes en la nueva sociedad (Portes, 1999). Es posible plantear entonces la relevancia que tienen no solo en el lugar de destino, sino también en el territorio de origen; allí se fragua la decisión de migrar, y se produce también una dinámica de causalidad acumulativa (Izcara-Palacios, 2011), cuando las experiencias previas de migración generan valores, anhelos y gustos no satisfechos en la comunidad (Herrera Carassou, 2006).

Para cerrar este apartado, vale la pena destacar que muchas de las teorías mencionadas hasta ahora -especialmente las referidas al enfoque económico neoclásico- han sido blanco de críticas y fueron rebalsadas por los cambios en las características de los procesos de migración de las últimas décadas; no obstante, es importante ponerlas en discusión de manera contextualizada, buscando también reconocer allí la racionalidad de los actores (individuales, colectivos e institucionales) que protagonizaron los procesos de colonización agrícola en Chile a mediados del siglo XX, en un contexto de incipiente Guerra Fría. Se asume y se aplica a un contexto histórico, en este sentido, la perspectiva de Castles (2010, 2014), quien argumenta que la migración solo es un componente de un proceso de transformaciones de las estructuras e instituciones que surgen de cambios globales.

Los factores estructurales de expulsión/atracción

El proceso de migración en la segunda posguerra mundial se enmarca en un largo período de más de un siglo y medio en que cerca de cuarenta y ocho millones de europeos viajaron hacia América, y que terminó en 1960, cuando fueron abandonadas las estrategias en que los Estados tenían un rol protagónico para guiar los flujos. En Italia, el debate sobre los proyectos de colonización fue intenso durante toda la primera mitad del siglo XX, aunque fueron muy pocas las iniciativas que se concretaron. En especial, se empeñaron en la realización de estudios y propuestas los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Agricultura, que los entendían como oportunidades para resolver los problemas de desempleo y subocupación, sobre todo en las zonas rurales. Todo esto duró hasta mediados de la década de 1950, cuando la firma de los tratados por la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, y más adelante de la Comunidad Económica Europea, delineó un marco institucional cual soporte de la regulación de los movimientos migratorios hacia Europa (Favero et al., 1999).

Evidentemente, al término de la Segunda Guerra Mundial, la situación socioeconómica era dramática en Italia. Es en este contexto donde se pueden encontrar los factores macroestructurales que determinaron el flujo hacia Chile. Tal como relata Grigolli (2005), en la provincia de Trento (desde donde salió la mayor parte de los migrantes), existía en ese momento una población excedente en relación con el territorio disponible para la agricultura, que representaba la actividad principal a nivel local y era ejercida por más de 40 por ciento de los habitantes, que eran 394 704 en el año 1951. Solo 17.7 por ciento vivía en sectores ubicados en cuotas inferiores a los 750 metros sobre el nivel del mar. La estructura de la propiedad era muy fragmentada: 66.5 por ciento de la tierra tenía una extensión máxima de dos hectáreas y menos de tres por ciento de las propiedades superaban las 10 hectáreas. De 7 565 empresas medianas y pequeñas presentes en el territorio, 90 por ciento era de carácter artesanal, con menos de cinco empleados. También las actividades manufactureras y comerciales se caracterizaban por los tamaños reducidos. El desempleo era un fenómeno estructural, agravado por la coyuntura posbélica: el promedio mensual calculado durante el primer semestre de 1959 era de 15 398 cesantes, frente a los 9 680 registrados en 1938. En este marco, no era posible concebir un fortalecimiento del sector agrícola, y tampoco un proceso de industrialización pertinente con las necesidades locales (Grigolli, 2005). Dada la imposibilidad de garantizar empleo a los muchos cesantes, la migración se perfiló como una solución de corto y mediano plazo.

A estos factores estructurales de expulsión, se sumó el efecto de los elementos de atracción que ofrecía el territorio chileno. El país contaba, a mitad del siglo XX, con una superficie agrícola disponible de 21 391 000 hectáreas; casi seis millones representaban suelo potencial para cultivos, de los cuales solo 23 por ciento se utilizaba de modo concreto (Grigolli, 2005). En ese período histórico, el latifundio sufría una crisis importante, luego del dorado ciclo triguero que había concluido a finales del siglo XIX. Los terratenientes criollos no se preocuparon por modernizar el sector y el sistema quedó obsoleto en sus relaciones laborales y capacidad productiva (Bengoa, 2015). Antes de emprender el camino de la reforma agraria en la década de 1960, que apuntó a redistribuir las tierras desconcentrando la propiedad y aumentando la productividad, se trató de construir artificialmente una clase de pequeños y medianos agricultores a través de la colonización de suelos agrícolas no explotados con comunidades extranjeras. Se presentaba como un destino prometedor, considerando las características agroclimáticas del Valle Central.

La acción institucional fue decisiva para poner en marcha las diversas iniciativas de migración. La activación (en la década de 1920) de estructuras técnicas intermedias como el Icle en Italia y la Corfo en Chile, junto a la disponibilidad de recursos producida por un fondo especial del Plan Marshall, permitieron el despegue de los proyectos. La voluntad política de ambos gobiernos, en un contexto de incipiente Guerra Fría, representó el último componente faltante. Además de las reparticiones estatales recién mencionadas, en Chile se implicó directamente el Ministerio de Tierras y Colonización y la Caja de Colonización Agrícola, mientras que en Italia tuvieron un papel la provincia autónoma de Trento y las municipalidades donde se difundió la convocatoria, aunque no se involucraron legalmente en el proyecto. Como se ha comentado, para la administración de las iniciativas de colonización se creó la Cital, cuyo capital social era de 40 000 000 CLP, dividido en 40 000 acciones repartidas del siguiente modo: 16 000 suscritas por el Icle, 16 000 por la Corfo y la Caja de Colonización Agrícola en partes iguales, y 8 000 por personas físicas o jurídicas chilenas (Istituto Nazionale di Credito per il Lavoro Italiano all’Estero, 1953).

Si bien, analizar el tipo de políticas públicas que sostuvieron el proceso de migración no es un objetivo de este artículo, resulta relevante consignar que, sobre la base de una necesidad económico-productiva, los gobiernos operaban con la suposición racista de que los colonos italianos eran moral y laboralmente mejores que sus pares chilenos. Tal como sucedió en otros países latinoamericanos, se identificaba al migrante europeo como alguien asociado al trabajo (Devoto, 2009) y al ideal civilizador, un sujeto con las características deseadas por las clases dominantes (Halpern, 2009). En este sentido, el factor institucional que sustentó esta experiencia de migración asistida, se enmarcó en una política chilena más amplia de inmigración selectiva orientada a mejorar la raza, estableciendo una jerarquía de naciones y razas, y funcionando bajo la lógica de una empresa civilizatoria donde los europeos tendrían un lugar privilegiado como precursores de la modernidad. Se puede entender, en consecuencia, que la inmigración fue utilizada como elemento de políticas públicas racializadas, y da cuenta de la posición subordinada que asumió la sociedad chilena (Palominos, 2015).

En síntesis, es posible identificar en la oportunidad de acceso a la tierra y al trabajo uno de los factores estructurales más relevantes para la conformación de este flujo. Al remitirse a las leyes formuladas por Ravenstein (1885) es posible observar que se confirma la idea de que las causas principales del movimiento migratorio son económicas y que, en particular, son los habitantes del campo quienes se desplazan (todas las familias que viajaron a Chile procedían de pequeños pueblos de montaña). Sin embargo, la mayoría de las leyes no aplica para el caso en examen, y no podría ser diversa en cuanto el esquema representa una simplificación atractiva (García Abad, 2003) que debe ser necesariamente complejizada. En el próximo apartado se discutirán algunos factores micro que caracterizaron este proceso.

Los factores micro

Más allá del análisis estructural, un acercamiento a la experiencia desde una perspectiva micro, que considera las vivencias individuales y familiares, permite reconstruir mejor el entramado de las trayectorias vitales y de las relaciones sociales. Evidentemente, tal como lo plantean Zang y Fantin (2020), “los factores de tipo estructural tienen repercusiones en el área social y también psicológica de la población, que no involucran necesariamente a un individuo de manera aislada, sino que representan una estrategia de supervivencia familiar” (p. 13).

En este sentido, conviene analizar las motivaciones personales que impulsaron a los migrantes a movilizarse. La superación de una situación familiar de pobreza, en sus diferentes grados, representó entonces un elemento central. No es difícil imaginar en este marco, que las condiciones socioeconómicas impuestas por un conflicto bélico de cinco años de duración repercutieron al desmejorar las condiciones de vida de la gente de esa tierra, las cuales ya eran complejas debido a los factores macroestructurales antes vistos. “No tenía que darle de comer a los niños después de la guerra”, comenta un excolono (Grosselli, 1992, p. 2). En la misma línea se expresa una mujer: “sufríamos hambre, literalmente” (Grosselli, 1992, p. 1).

Sin embargo, no todas las situaciones eran así de dramáticas. En general, es posible hablar de condiciones de pobreza en la que la sobrevivencia estaba asegurada, pero donde se sufría una escasez de recursos para desarrollar cualquier otro ámbito de la vida. Al respecto, uno de los entrevistados comenta:

Vivíamos siempre llenos de deudas, con poco dinero y siempre trabajando. Estaba la mamá y mis hermanos. Mi hermano trabajaba la tierra y yo trabajaba aquí y allá; antes, trabajaba yo la tierra y él salía a trabajar. Pero teníamos una vida menos que normal, pobre (Grosselli, 1992, p. 1).

Se puede apreciar, además, que la falta de un empleo permanente -al margen de las labores agrícolas y domésticas- pesaba en las economías familiares y finalmente los integrantes de los núcleos debían aprovechar cualquier oportunidad que les permitiese ganar dinero. Las posibilidades de proyectar una mejora en la calidad de vida en el mediano plazo eran muy escasas y la migración a Chile se percibió en muchos casos como una apuesta de futuro, un mecanismo de ascensión social. Un excolono lo expresa así: “vivíamos mal, porque el dinero era poco y nosotros éramos muchos. Vivíamos como la gente pobre. Escuchar sobre América, para mi papá, era una ocasión para amasar fortuna” (Grosselli, 1992, p. 7). Del mismo modo lo refrenda otro entrevistado: “mi padre quiso partir porque aquí no había prospectivas de trabajo, y dijo: intentemos” (Grosselli, 1992, p. 14).

Cabe destacar que en estas proyecciones, Chile podía representar un destino final deseado (en la mayoría de los casos), pero también una segunda o tercera opción frente a la imposibilidad de emigrar a otros países más atractivos para el imaginario local, o bien una etapa intermedia y provisoria conducente al lugar que representaría la etapa conclusiva del viaje (y que casi nunca se alcanzó). Para ejemplificar el primer caso, se muestra el relato de un excolono: “[mi padre] intentó primero emigrar a Australia, pero solo aceptaban familias con máximo tres hijos, y nosotros éramos cuatro. También había intentado con Canadá” (Grosselli, 1992, p. 5). A su vez, otro entrevistado recuerda: “Nosotros teníamos que ir a Brasil, y hubo esta emigración a San Manuel y tomamos la oportunidad” (Grosselli, 1992, p. 2).

En relación con el segundo caso, un entrevistado comenta: “mi padre quería viajar a Chile para luego mudarse a Brasil; pero nos quedamos aquí” (Grosselli, 1992, p. 3). Se trata de dinámicas similares a la reportada por Iribarren Avilés (2010) en su texto Trentinos, largo surco hacia un destino, a propósito de una familia que se instaló en la colonia de La Serena:

pero yo quería ser, tenía un tío que estaba en Norteamérica y venía al pueblo mío, tenía una cadena de oro con el reloj, yo quiero ser eso, yo también quiero el reloj de oro, con la parte que aquí venga en el bolsillo con el reloj de oro. Y siempre se me quedó eso y después salió lo de los emigrantes para ir a Australia, iban familias enteras, mas yo no podía ir porque yo era agregado, no tenía familia, entonces salió lo de Chile, entonces me enamoré de mi señora porque venía a Chile, para llegar a Chile y después de aquí ir a los EE. UU., y todavía estoy aquí (Iribarren Avilés, 2010, p. 124).

Si consideramos como primer elemento la necesidad de mejorar la economía familiar, hay luego un factor que surgió de manera muy evidente en los relatos hechos por los entrevistados, y que podríamos considerar como un factor institucional no convencional. Los cantos de sirena de la administración pública italiana gatillaron el deseo de emigrar, o bien fueron determinantes a la hora de tomar una decisión final, en un contexto social donde ya estaba consolidado el mito de los italianos exitosos en Estados Unidos. “Nos calentaban la cabeza con eso de hacer la América”, comenta un excolono (Grosselli, 1992, p. 1). Es claro que muchos no tenían referencias de la realidad chilena, a la cual imaginaban como una provincia argentina. Las ofertas eran tentadoras: “Nos prometieron animales, tierra, una casa lista, nos dijeron que era un buen negocio, todo estaba predispuesto”, comentó otro entrevistado (Grosselli, 1992, p. 2). Sobre todo, era muy atractiva la posibilidad de volverse dueño de extensiones de tierra productiva que eran imposible de obtener en el lugar de origen.4 Se sumaron, además, consideraciones técnicas que podrían definirse al menos optimistas: “nos decían que, en Chile, en esos tiempos, se cosechaba cuatro veces en el año. Con la tierra se cosechaba cuatro veces en el año, ¿entiendes lo que significa?” (Grosselli, 1992, p. 2).

Tampoco faltaron los relatos en los que, junto a las promesas, se mezclaban veladas amenazas por parte de las instituciones que estaban organizando el proceso, y que se pueden relacionar con los escasos resultados obtenidos por los primeros experimentos en tierra chilena, tal como añade una entrevistada:

Había tres propuestas: Chile, Australia o Canadá. Para hacerse otra vida, aquí no se podía vivir. Yo quería mejorar a toda costa. Elegí Chile porque era el más cercano, y también nos hicieron algunas promesas: tierra, ayudas, etc. El abogado (...) llamó por teléfono, y nos amenazó que si no partíamos mi marido no habría recibido más trabajo por su situación de invalidez (Grosselli, 1992, p. 2).

Muchas de las promesas no fueron cumplidas y el impacto con la realidad chilena fue brutal desde el inicio para muchas personas, tal como lo confirma el relato de un excolono: “el contrato decía que eran terrenos fértiles y listos para ser trabajados, pero llegamos y encontramos terrenos sin cultivar, boscosos y llenos de arena y piedras” (Grosselli, 1992, p. 3). Así lo confirman también algunas entrevistas del texto de Iribarren Avilés (2010):

Quedamos medio tiritones al ver las condiciones, el ambiente y todas las cosas, como que otras familias no quisieron bajarse del barco y se devolvieron en el mismo barco para Italia, porque no veían muy buen futuro (p. 112).

(…) con lo que nos prometieron, ¡ah! ¡nada que ver!, nada ni el quinto bote nos dieron, prometieron mucho y dieron poco (p. 133).

Las entrevistas permiten corroborar la relevancia central del factor económico en la decisión de emigrar, pero más allá de concebir a los futuros colonos como seres totalmente racionales y orientados a la maximización de sus beneficios, es posible plantear que en general los anhelos familiares guardaban relación con ampliar sus opciones de desarrollo, mejorar otros aspectos de la calidad de vida como su realización personal/laboral y su estatus social; proyectaban, en fin, el bienestar familiar a través de la construcción de horizontes que en el lugar de origen parecían imposibles, tal como lo expresa de manera muy gráfica una de las entrevistadas: “pensé en emigrar para encontrar algo, un futuro” (Grosselli, 1992, p. 2).

Por el contrario, es mucho menos explícita la presencia de motivaciones ligadas al segundo grupo identificado en el marco teórico, vinculado a los factores medioambientales (que en la época que estamos analizando no eran considerados aún con fuerza y claridad) y el crimen. Sin embargo, en relación a este segundo punto es posible identificar la existencia de una sensación de inseguridad producto de la experiencia de dos conflictos bélicos mundiales en tiempos muy cortos, así como de los primeros indicios de las tensiones de la Guerra Fría, que marcaban un contexto internacional muy inestable. El inicio de la Guerra de Corea, en este sentido, representó la concreción de esos miedos, y se difundió el temor -algo irracional- de una invasión comunista.

Yo no estaba muy seguro de partir, pero entre el hermano que escribía, por un lado, y por otro los padres que me empujaban, porque de nuevo tenían miedo, porque ese año, entre Yugoslavia e Italia, parecía que iba a venir otra guerra. Otra vez, llega la guerra otra vez. (Grosselli, 1992, p. 8).

Temores confirmados también por las entrevistas de otra investigación:

[Mi esposo] no era agricultor tampoco ¡ah! Y salió, esta cuestión de Chile, y más que todo por la guerra, él se vino más que todo por la guerra, porque cada cinco años hay una guerra y lo llamaban, él, que odiaba ir bajo el gobierno, así que decidimos venirnos (Iribarren Avilés, 2010, p. 134).

De todos modos, las profundas secuelas psicosociales sufridas por esta población expuesta a la guerra volvieron a la superficie en la compleja década chilena de 1970, caracterizada por ser una etapa de grandes reformas promovidas por la izquierda y por el siguiente golpe de Estado, el cual instauró una larga dictadura cívico-militar en el país que aumentó sustantivamente la violencia social y política. Fue el momento en que muchos volvieron a cuestionar la decisión de dejar Italia y optaron por el repatrio:

[En 1973] mi mamá estaba un poco asustada y pensaba en el hecho que ya había pasado por la guerra y había visto violencia y todo el resto, así que pensó que era mejor volver a Italia. Por lo que vendió su parcela y se fue. La vendió muy barata. Y ahí desapareció todo el trabajo de aquellos años (Grosselli, 1992, p. 8).

En el análisis es relevante introducir también el componente de las redes y el manejo de la información. Partiendo por el ámbito institucional, cabe destacar que el proceso de difusión de la información de los proyectos de colonización fue gestionado centralmente por el Icle, en conjunto con los gobiernos locales de la provincia de Trento. En este sentido, no queda claro cuáles fueron los criterios utilizados -más allá de la difusión de algunos comunicados en los periódicos locales de alcance provincial- para notificar a ciertas comunas, y no otras (Grigolli, 2005). Las redes comunitarias jugaron entonces un papel fundamental en la socialización de las iniciativas, y tratándose de un territorio conformado por pueblos pequeños y relativamente aislados, la procedencia de la mayor parte de los colonos que, después de todo, llegaron a Chile fue bastante homogénea y determinada por las decisiones institucionales.

En términos concretos, los excolonos relatan haberse enterado de la oportunidad a través de la municipalidad, las noticias de familias que ya habían partido, o de los medios de comunicación locales: “yo estando en Italia era una niña de 15 años. Mi mamá compró -de repente se compraba un diario- y allí estaba escrito que en Chile se necesitaba gente para que viniera a trabajar” (Iribarren Avilés, 2010, p. 121).

También las personas fueron informadas por los personajes relevantes a nivel comunitario, como el cura del pueblo o algún conocido. Cuenta un entrevistado: “[Supimos por] el Panizza [otro futuro colono], hacían la propaganda en Vermiglio5 que se podía viajar a Chile” (Grosselli, 1992, p. 2).

Mención aparte merece el canal vinculado con los espacios de trabajo. Una entrevistada señala cómo se enteró: “[por] una amiga que trabajaba conmigo en la fábrica y tenía un cuñado que sabía de estas cosas” (Grosselli, 1992, p. 2). Al parecer, este mecanismo permitió aumentar el alcance de la convocatoria, dado que los centros productivos se emplazaban normalmente en los valles y era ahí donde acudían los trabajadores de los pueblos de montaña.

Se puede notar que, de acuerdo con lo planteado por Granovetter (1973), las redes se constituyeron por vínculos débiles (contacto con agentes externos a la comunidad) o fuertes (parentesco, amistades), conformándose como capital social. De este modo, la información que aportaron dichas redes era incompleta y estaba distribuida de manera desigual entre los miembros de la comunidad (Martínez Veiga, 2000), a diferencia de lo que plantea el modelo neoclásico, donde se supone que el migrante dispone de toda la información para decidir.

Por otro lado, es importante destacar que la urgencia de los plazos impuestos por la institucionalidad (y ligados a la posibilidad de que el CIME financiara los gastos de viaje de los colonos), no permitió que las escasas redes que posibilitaron el intercambio de información se consolidaran como redes sociales antes de la partida, y contribuyeran a una mejor adaptación en el lugar de destino. De hecho, muchos de los entrevistados señalan que tuvieron poco tiempo para realizar los trámites administrativos y legales, y para reunirse una vez con los encargados locales del proceso antes de partir: “lo supe por mi hermano. Mi mamá fue a averiguar, y en un mes decidimos partir e hicimos los papeles” (Grosselli, 1992, p. 2).

Consideraciones finales

A principio de la década de 1950, el complejo contexto socioeconómico italiano, y en particular el de la provincia de Trento, impulsó un proceso de migración asistida hacia Chile, en el que participaron más de 1 000 personas y estuvieron involucradas diversas organizaciones estatales de ambos países. La inmigración de italianos en Chile es un fenómeno poco estudiado en general; en este marco el artículo buscó aportar y analizar -desde la perspectiva de las teorías de la movilidad humana- la experiencia de colonización asistida, centrándose en la etiología del proceso. La propuesta fue abordar simultáneamente los factores macroestructurales que determinaron la expulsión/atracción hacia Chile, y los factores micro, centrados en el análisis de las motivaciones individuales/familiares y las redes migratorias. Si bien se trata de una lectura que puede ser profundizada en próximas investigaciones, la reconstrucción de las vicisitudes de los colonos a través de fuentes documentales permitió explicar las dinámicas que marcaron el flujo.

En primer lugar, se concluye que los elementos macro -vinculados a la pobreza, la cesantía, la dificultad de acceso a la tierra, como consecuencias del segundo conflicto mundial pero también de condiciones estructurales- fueron fundamentales para generar la voluntad política de poner en marcha la migración asistida. Las instituciones italianas y chilenas jugaron un papel importante en la gestión de los proyectos de colonización, utilizando capitales procedentes de los fondos del Plan Marshall, e involucrándose directamente a través de la conformación de la Cital.

Por otro lado, las motivaciones individuales/familiares fueron marcadas no solo por elementos económicos, sino también por el anhelo de mejorar su calidad de vida en un sentido amplio. En cuanto a las redes sociales, se reconoce que fueron importantes en el lugar de origen para tener acceso a la información, dado que las instituciones optaron por un procedimiento de selección cerrado, muy dirigido territorialmente y poco claro en cuanto a los criterios utilizados. La rapidez con la que se ejecutaron las iniciativas, impidieron la consolidación de redes entre los migrantes, y después la Compañía no favoreció la conexión con el tejido económico local y con las estructuras de la colectividad italiana que ya residía en Chile.

Por último, la reconstrucción basada en las actas del Directorio de la Cital permite concluir que, en términos generales, los proyectos no tuvieron el éxito esperado, debido a un conjunto de errores en la planificación y administración de las colonias ubicadas en La Serena, Coquimbo y Parral. En el mediano plazo, se hizo evidente la incompatibilidad de las expectativas individuales y familiares con el conjunto de criterios y estrategias técnico-políticas utilizados por las instituciones, y que finalmente supusieron costos económicos y humanos muy grandes. Los resultados positivos que consiguieron algunos núcleos familiares con el tiempo, parecen vincularse a su resiliencia y capacidad empresarial, que incluyó la diversificación de los objetivos iniciales, más que a los soportes ofrecidos por un tipo de migración asistida. Se trata, sin duda, de una experiencia que debería ser estudiada más en profundidad a nivel histórico, investigando los factores que determinaron el fracaso de las iniciativas.

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1Bel paese (bonito país) es una expresión que se usa popularmente para referirse a Italia.

2 En Chile, por “fundo” se entiende una explotación agrícola de grandes dimensiones.

3 Se trata en realidad del Comité Intergubernamental Provisional para los Movimientos Migratorios de Europa.

4 La provincia de Trento se caracteriza por un importante nivel de fragmentación de la propiedad de los terrenos y por una geografía montañosa.

5 Un pequeño pueblo del Trentino.

1Bel paese (beautiful country) is an expression popularly used to refer to Italy.

2 In Chile, the term fundo refers to a large farming estate.

3 It is in fact the Provisional Intergovernmental Committee for the Movement of Migrants from Europe (PICMME).

4 The province of Trento is characterized by a high level of fragmentation of land ownership, and a mountainous geography.

5 A small village in Trentino.

Recibido: 11 de Mayo de 2021; Aprobado: 07 de Marzo de 2022

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