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Migraciones internacionales

versão On-line ISSN 2594-0279versão impressa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.11  Tijuana  2020  Epub 17-Fev-2021

https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.1837 

Artículos

La inmigración suiza a Misiones-Argentina (1935-1939): un análisis a partir de las teorías migratorias

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina, lauramabelzang@yahoo.com.ar

2Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina, mafatin@gmail.com


Resumen

El presente artículo aborda el fenómeno de la inmigración suiza hacia el Territorio Nacional de Misiones, Argentina, entre 1935 y 1939. A partir de un análisis basado en distintas teorías migratorias, identificamos los factores estructurales que propiciaron la movilidad de personas de ese origen y la influencia de las redes sociales como valor estratégico en la consolidación de vínculos entablados entre los migrantes en el proceso de adaptación al nuevo entorno. El análisis de fuentes cualitativas permitirá develar los motivos que los llevaron a tomar la decisión de emigrar, las políticas migratorias imperantes en cada momento, y la necesidad de adaptarse a un entorno totalmente nuevo.

Palabras clave: teorías migratorias; redes sociales; inmigración; Puerto Rico; Misiones; Argentina

Abstract

This article addresses the phenomenon of Swiss immigration to the National Territory of Misiones, Argentina, between 1935 and 1939. From an analysis based on different migration theories, we identify the structural factors that led to the mobility of people of that origin and the influence of social networks as a strategic value in the consolidation of links between migrants in the process of adapting to the new environment. The analysis of qualitative sources will reveal the reasons that led them to make the decision to emigrate, the prevailing immigration policies at every moment, and the need to adapt to an entirely new environment.

Keywords: migration theories; social networks; immigration; Puerto Rico;  Misiones; Argentina

INTRODUCCIÓN

Aunque la migración sólo atañe a una proporción pequeña de la

población total, este proceso tiene una repercusión

desmesurada tanto en el país de origen como en el de acogida.

(

Timur, 2000, p. 2

).

Desde la segunda mitad del siglo XIX, en la Argentina se produjeron importantes cambios que influyeron significativamente en la dinámica poblacional. La inserción de la Argentina al mercado mundial con una economía agroexportadora y su participación dentro de la división internacional del trabajo, la creación de un aparato burocrático centralizado y la sanción de la Constitución Nacional, la delimitación fronteriza con países contiguos, el poblamiento del territorio con inmigrantes y la búsqueda de homogeneidad cultural con la formación de un país compuesto por “blancos”, fueron componentes de dicho proceso. Una de las bases de este modelo fueron, por un lado, la disponibilidad de tierras, y por el otro –y en directa relación con el primero–, una fuerte demanda de mano de obra para poblar y producir esas tierras.

Durante el período comprendido entre 1880 y 1920 la inmigración masiva fue un proceso de suma importancia –en América, solamente superado en magnitudes por los Estados Unidos– que “influyó sobre el tamaño, composición, ritmo de cambio y distribución espacial de la población” (Novick, 1997, p. 5). Así pues, entre 1880 y 1914 Argentina fue el segundo país americano receptor de inmigrantes, lo que permitió un gran crecimiento poblacional de 1 800 000 habitantes registrados en el país para 1880, ascendiendo la cifra a finales de la década de 1920 a casi 12 000 000 de personas (Novick, 1997, p. 5); por este motivo, a esta etapa de la historia se la conoce como la “Argentina aluvial o período de la inmigración masiva” (Lobato, 2000, p. 11). Si bien el Estado impulsó ciertas políticas para por un lado incentivar, y por otro, regular los flujos migratorios –entre ellas podemos citar los subsidios de pasajes para algunos grupos y las estadías en el Hotel de Inmigrantes en Buenos Aires–, el principal factor para emigrar a la Argentina fue la economía, y no la intervención del Estado (Devoto, 2009).

La formación de colonias con población mayoritariamente suiza en el país y en Misiones, sin embargo, no coincidió con ese período. Los primeros asentamientos con inmigrantes helvéticos pueden remontarse a 1856, con las fundaciones de Baradero y Esperanza, en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, respectivamente, y para 1858 comenzaron a llegar inmigrantes suizos a San Jerónimo Norte y San Carlos,3 también en la provincia de Santa Fe. Con el auge de la explotación cerealera de finales del siglo XIX, muchos de estos inmigrantes retornaron a su país de origen, pues no lograron asegurar el acceso a tierras de cultivo debido al súbito aumento en el precio de las mismas (Tech, 1989).

En Misiones, los momentos con mayor ingreso de inmigrantes suizos pueden reducirse a dos períodos bien marcados: durante la década de 1920, y en el período comprendido entre 1935 y 1939, con un registro de 800 personas hasta 1925, elevándose la cifra a 2 000 para el año 1939 (Glatz, 1997). La heterogeneidad de la inmigración suiza de uno y otro período no solo fue producto del contexto histórico en el que arribaron –aunque la posibilidad de realizar o no plantaciones de yerba mate fue un factor relevante–, sino también debido a los orígenes regionales de procedencia –mientras que Santo Pipó recibió durante la década de 1920 a suizos provenientes de cantones franceses, para mediados de 1930 los inmigrantes provenían principalmente de cantones alemanes– los mecanismos de puesta en marcha del proyecto migratorio y las diferencias socio-demográficas de los inmigrantes, factores que marcaron características distintivas a las colonias formadas por ellos y a las relaciones suscitadas al interior de las mismas.

Espacialmente, centraremos el análisis en los inmigrantes que arribaron entre 1935 y 1939 a distintos lugares de Misiones, centrándonos en Puerto Rico que, junto a Eldorado y Montecarlo –colonias que integraban el Alto Paraná misionero– fueron dentro del Territorio Nacional las principales receptoras de esta corriente migratoria.

El trabajo está organizado en cuatro apartados: el primero de ellos expone la metodología empleada y analiza las principales fuentes del trabajo; el segundo, plantea las principales discusiones que se dieron en torno a dos de las teorías –las estructurales y la de redes sociales– empleadas para analizar el fenómeno migratorio durante el siglo XIX y comienzos del XX; el tercero, aborda el fenómeno de la inmigración suiza hacia Misiones desde los factores estructurales que propiciaron la movilidad de personas de ese origen, y el cuarto analiza la influencia de las redes sociales como valor estratégico en la consolidación de vínculos entablados entre los migrantes en el proceso de adaptación al nuevo entorno.

METODOLOG ÍA

El trabajo de campo consistió en la realización de entrevistas en profundidad a inmigrantes suizos (Lorenzo Zimmermann, Marie Schedler de Schweri, Emilia Fintzterer de Schweizer) y sus descendientes (Eugenio Keller, Clara Guldimann, Patricia Muster, Estela Gentilduomo de Lagier, Jerónimo Lagier, Guido Lagier). Las entrevistas son, según Luis Enrique Alonso (1998), de gran utilidad en la reconstrucción de acciones pasadas, para el estudio de las representaciones personalizadas y los lazos entre las personas.

Las entrevistas posibilitaron que cada uno de ellos relatara la trayectoria de vida de sus familias, sus experiencias migratorias, motivos para la emigrar, para analizar si tenían conocimiento previo o no del nuevo entorno de migración, la formación de redes migratorias, conocimiento de contactos con compañías de colonización, el tejido de redes de solidaridad entre el grupo étnico y fuera del mismo en el proceso de adaptación al nuevo lugar, permitiéndonos lograr un acercamiento desde la subjetividad de los actores.

El estudio del relato del Sr. Luis Ferrari4 En Misión a Misiones y el análisis del documental Gli eredi della crisi del año 1971 fueron materiales muy preciados para el abordaje de la segunda corriente migratoria (Pellegrini, Maranesi, Berini y Manfrini, 1971). En el primero de los casos, la obra presenta una síntesis de los relatos y experiencias que tuvo el funcionario del gobierno helvético en su viaje, y presenta información de gran valor acerca de las condiciones de vida de esos grupos de inmigrantes, las principales dificultades que estos afrontaron en la adaptación a un entorno muy distinto al que estaban habituados en Europa, las enfermedades propias de climas tropicales, las prácticas más recurrentes para la preservación de sus rasgos identitarios y pautas culturales, las dificultades para mantener los lazos con su patria de origen, entre otros.

Por su parte, en Gli eredi della crisi podemos encontrar relatos de los inmigrantes que emprendieron el viaje desde Europa hacia Misiones. Este material expone narraciones acerca de las duras condiciones que debieron afrontar tras su llegada en un escenario muy distinto del que egresaban, la crítica situación de Suiza que los llevó a emigrar, los preparativos previos a la puesta en ejecución del plan migratorio y la relación que mantuvieron con su patria de origen.

TEORÍAS ESTRUCTURALES DE LA MIGRACIÓN VS. TEORÍAS DE REDES SOCIALES: ¿DISYUNCIÓN O CONJUNCIÓN?

Los enfoques tradicionales de explicación de los flujos migratorios internacionales centraron su atención en los factores de expulsión y atracción de inmigrantes analizando las condiciones estructurales de las áreas de origen y de recepción que propiciaban el traslado de personas. Dentro de estas vertientes es posible incluir los abordajes que centran su interés en perspectivas pesimistas –la pobreza y la presión demográfica en las áreas de origen impulsan la migración– y desde perspectivas optimistas –la posibilidad de mejorar su fortuna en las zonas de origen– como las principales causales del movimiento migratorio. Fue E. G. Ravenstein que, hacia finales del siglo XIX, enunció ciertos principios de las características de las migraciones, entendiéndolas como movimientos forzados del sistema capitalistas y de las leyes de la oferta y la demanda; de este modo, se parte de un supuesto que considera que los migrantes orientan siempre sus comportamientos hacia la maximización de los beneficios económicos (Massey, Arango, Hugo, Kouaouci, Pellegrino y Taylor, 2000).

Desde las formulaciones de Ravenstein y sus famosas “12 leyes de la migración” se estableció la primera y más acabada enunciación del modelo explicativo de los “pull and push factors”; de acuerdo a este marco, las sociedades eran presentadas como estables y estáticas y los individuos cumplían sus roles de manera estandarizada; consideradas las migraciones con un trasfondo evolucionista, estas teorías conciben al “progreso humano de forma unidireccional y etnocéntrica” pues en este proceso los migrantes van hacia las zonas más industrializadas y con un comercio desarrollado (Díaz, 2007, p. 161).

En un intento de dar un marco más acabado de las teorías de Ravenstein, en 1965 Everett Lee escribió A Theory of Migration, en la que expuso un conjunto de “18 hipótesis” que amplían las explicaciones desde el marco teórico de las migraciones desde la perspectiva de los “pull and push factors”; dentro de estas hipótesis, el autor pone en relieve otros factores de tipo personal “como la percepción, la inteligencia, los contactos personales o la información” (García Abad, 2003, p. 333). De acuerdo a Lee, la migración es selectiva porque que las condiciones de cada persona –género, clase social, edad, nivel de instrucción– influyen fuertemente en la manera en que cada migrante reacciona ante los “pull and push factors” y en las posibilidades que tengan para superar obstáculos.

Asociado con esta teoría macroeconómica y estructural que analiza las migraciones, se presenta un análisis de tipo microeconómico que involucra la decisión individual del migrante; de este modo,

[…] los actores, como seres racionales e individuales, deciden migrar debido a un cálculo de costo-beneficio que los lleva a esperar ingresos netos positivos, por lo general monetarios, como resultado de la opción migratoria. Los migrantes potenciales estiman los costos y los beneficios del traslado a lugares internacionales, y emigran hacia donde hay esperanza de obtener ingresos netos superiores […] En teoría, un migrante potencial se traslada a cualquier zona en la que se espera que los rendimientos netos de la migración sean mayores ( Massey, et al., 2000, pp. 12-13 ).

Entonces, la decisión de emigrar está basada en una “elección racional”, cuyo objetivo es maximizar una función de utilidad económica para el individuo. Sin embargo, fue a partir de las décadas de 1950 y 1960 y principalmente desde la Antropología que comenzaron a aparecer las primeras críticas del modelo estructuralista predominante: centrar la atención en las relaciones es muy distinto que considerar al migrante como un sujeto pasivo sometido a leyes externas a su voluntad (García Abad, 2003, p. 329).

En las últimas décadas del siglo XX –sobre todo a partir de los años 70 y 80– y partiendo de los antecedentes sentados desde la Antropología por la Escuela de Manchester, se sentaron las bases de un fuerte revisionismo de los estudios migratorios, enfocado en las teorías clásicas. Dentro de la Escuela de Manchester fue Max Gluckman quien centralizó su atención en el conflicto y en la concepción de una realidad dinámica dentro de los procesos sociales. Partiendo de la premisa de que “la estructura conlleva, dialécticamente, la existencia de conflictos y que esta relación dialéctica entre ambos está mediada por la práctica social” (Lube Guizardi, 2012, p. 20), el análisis situacional de las relaciones sociales permitía lograr la comprensión del comportamiento de los sujetos en diversos contextos sociales (Lube Guizardi, 2012; Favero, 2012).

Dentro de esta tendencia, el uso de categorías como redes sociales y cadenas migratorias son las herramientas empleadas para explicar los flujos migratorios de la segunda mitad del siglo XIX desde Europa hacia distintos puntos de América, incluida Argentina. Partiendo de una concepción microanalítica, esta perspectiva centra su atención “en las redes de información que se establecieron dentro de los grupos sociales que incluían a los inmigrantes ya establecidos en la Argentina y a familiares residentes en el país de origen” (Massena, 2013, p. 95). De este modo,

Las redes migratorias son conjuntos de lazos interpersonales que conectan a los migrantes con otros migrantes que los precedieron y con no migrantes en las zonas de origen y destino mediante nexos de parentesco, amistad y paisanaje. Estos nexos incrementan la posibilidad de movimiento internacional porque bajan los costos y los riesgos del desplazamiento y aumentan los ingresos netos de la migración ( Massey et al., 2000, pp. 24-25 ).

Estas “categorías ponen el acento en los vínculos sociales de un determinado grupo, así como en las redes de solidaridades que emergen al interior del mismo, y en las redes de información que circulan e influyen en la decisión de emigrar” (Massena, 2013, p. 96). Dentro de los estudios de las migraciones, la difusión de las teorías de redes fue pensada como una “alternativa” o “más bien como una expresión de rechazo” a las perspectivas estructuralistas (Míguez, 1995, p. 23); el uso de las mismas cobró fuerza al entrar en debate la idea de un crisol de razas sostenida por los estudios migratorios durante gran parte del siglo XX, transformándose “en moneda corriente” al entrar en “la idea de desarraigo, que se erigía sobre un escenario en el que los pobres emigrados del viejo mundo […] iniciaban un recorrido que los llevaba a perder su propia identidad individual y de grupo” (Ramella, 1995, p. 11).

Estudios más recientes que centraron su atención en los fenómenos migratorios a escala mundial señalan la necesidad de incluir, además de los factores de carácter más estructural y económico tanto de las áreas de expulsión de población como de las de atracción, los aspectos individuales, psicológicos y emocionales que favorecen el proceso. Si las teorías estructurales concebían a la migración como un producto económico, y las teorías de redes valorizaron los comportamientos que los individuos entablan entre sí, ninguna de estas perspectivas logró de manera independiente la comprensión de los fenómenos migratorios en la complejidad de su proceso pues,

[…] cualquier explicación teórica que se apoye en uno solo de estos elementos necesariamente será incompleta y engañosa, y proporcionará bases equivocadas para la comprensión de la migración internacional y las políticas de desarrollo que la acojan ( Massey et al., 2000, p. 30 ).

Tanto los análisis macro como micro no son entre sí excluyentes e incompatibles, sino que responden a diferentes preguntas y ofrecen diferentes respuestas al estudio de un mismo fenómeno social.

Los análisis macro y micro no son excluyentes e incompatibles entre sí, sino que responden a distintas preguntas y ofrecen diferentes respuestas al estudio de un mismo fenómeno social. La perspectiva analítica basada en redes o cadenas contenida en los trabajos pioneros de Samuel Baily y Fernando Devoto no rechazan la noción estructural, sino que trasladan “el eje de investigación hacia lo relacional” (Míguez, 1995, p. 24).

Precisamente, la lógica que caracterizó el proceso inmigratorio desde Suiza hacia Argentina en general, y hacia la actual provincia de Misiones en particular, se intensificó en períodos de profundas crisis del país europeo mencionado. En efecto, hasta los primeros años del siglo XIX Suiza era el país europeo que registraba menos emigración. Así, ciertos factores de tipo económico y político presentarán sus repercusiones en el área social y también psicológica de la población.

De este modo, pretendemos ampliar el análisis partiendo desde un enfoque microanalítico, y analizando lo macro. En este sentido, tal como ya lo señalara Míguez (1995), no pretendemos centrarnos en una sola teoría desconociendo aportes de otras, pues cada una explica el fenómeno migratorio considerándolo desde distintos ángulos. Dentro de esta propuesta se enmarca el presente trabajo: por un lado, la idea de que la crisis y sus efectos y las aspiraciones de ascenso social del migrante jugaron un papel relevante en la decisión de movilizarse y, por el otro, el supuesto de que las redes sociales y en particular los vínculos familiares, de amistad y las relaciones de paisanaje ocuparon un lugar destacado en el proceso de adaptación del migrante al nuevo escenario.

Factores estructurales de la inmigración de suizos al Territorio Nacional de Misiones entre 1935 y 1939

Pese a que tradicionalmente las migraciones fueron abordadas desde enfoques estructuralistas –con el predominio de la utilización de la teoría pull-push (factores de expulsión y atracción de inmigrantes)–, el proceso migratorio de suizos hacia Misiones no podría ser comprendido si no se parte de un análisis estructural. Lo anterior se debió a la política favorable hacia la inmigración dirigida a los países europeos que imperó en el país, y a ello debe sumársele la crítica situación por la que atravesaban muchos Estados del viejo continente. De este modo, la formación de las colonias suizas en Misiones no representó un caso ajeno a otros casos de otros orígenes, pues se dio también por una congruencia de factores: el territorio nacional necesitaba pobladores y Suiza necesitaba un lugar que recibiera sus excedentes poblacionales.

En la segunda mitad del siglo XIX, las zonas rurales de Suiza fueron expulsoras de población, al verse afectadas por la ejecución de una serie de medidas de corte liberal, entre ellas, la implementación del régimen del código napoleónico, que conllevó una excesiva división hereditaria de la propiedad inmueble. Al mismo tiempo, “se registraron malas cosechas y una baja en los precios de los productos agrarios, progresiva desocupación en la industria textil a raíz de los adelantos técnicos” (Schobinger, 1957, p. 31). Por su parte, “los campesinos recibieron duros golpes a raíz del aumento del comercio internacional y de la competencia extranjera” con la introducción del ferrocarril en 1847 (Schobinger, 1957, p. 31). En gran medida, la inestabilidad que el país sufrió durante la segunda mitad del siglo XIX se debía al avance del capitalismo en su territorio.

Durante la primera mitad del siglo XX, la situación en Suiza no pareció mejorar. Los años posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron los más críticos; las “inflaciones, revoluciones, desocupación [y] hambre [eran una situación frecuente] en el llamado viejo continente” (Roth, 2008, pp. 57), y a partir de la segunda mitad de la década de 1930, con las repercusiones de la crisis económica mundial.

Si bien a mediados de los años veinte Suiza experimentó una recuperación notable, la depresión económica que se desencadenó como consecuencia de la crisis económica mundial lo fue una de las más fuertes sufridas por ese país. Si bien las repercusiones de esta última crisis tuvieron una manifestación más tardía en relación a otros países europeos, sus secuelas fueron muy fuertes. Los desempleados que ascendían al número de 8 000 (0.4% de la población total) personas para el año 1929, hacia el año 1936 eran más de 93 000 personas desempleadas (4.8%) (Schneider, 1998).

Los sectores más afectados por la “racionalización de los lugares de trabajo” fueron los trabajadores de la construcción y de la industria textil (Glatz, 1997, p. 204). En toda Europa, la situación más dramática se debió a la deficiencia de los sistemas públicos de seguridad social –más aún en períodos largos de crisis– con una proporción de personal protegido de entre 0 y 25 por ciento –a excepción de “Alemania, donde más del 40 % tenía derecho a percibir un seguro de paro– […]” (Hobsbawn, 2007, p. 100).

Las actividades bancarias también resultaron fuertemente abatidas, con dificultades considerables al ver su balance reducido a la mitad para el año 1936. En este sentido, la adhesión a una política deflacionista por parte del Consejo Federal suizo y del Banco Nacional repercutió en la larga duración de la depresión, con una devaluación del franco suizo de 30 por ciento para mediados de ese año (Schneider, 1998; Bouquet, 2005).

En otros casos, más que la crítica situación económica, algunos suizos consideraron la posibilidad de emigrar ante la eventualidad de un conflicto en Europa y la inseguridad que representaba la permanencia en su patria (E. Fintzterer de Schweizeir, comunicación personal 14 de octubre de 2015 y L. Zimmermann, comunicación personal, 9 de noviembre de 2010).

Dentro de los factores internos, podemos citar las políticas estatales de promoción a la inmigración con el fin de impulsar el poblamiento del país y atraer mano de obra para trabajar los campos. El ideal del inmigrante que se esperaba que llegase al país fue plasmado en 1853 en el artículo 25 de la Constitución de la Nación Argentina, que establece que:

El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes (Devoto, 2009, p. 34).

A través de la promoción de la inmigración europea se especuló “con la posibilidad de generar el sujeto deseado por las clases dominantes de la Argentina”; en el europeo “ilustrado” se busca al sujeto que se quiere ser” (Halpern, 2009, p. 27). El inmigrante europeo era “alguien asociado con el trabajo y, como objeto deseable, con la agricultura” (Devoto, 2009, p. 34); sin embargo, su papel no se restringía a la sola provisión de mano de obra ya que encarnaba el ideal civilizador para el joven país. En este sentido, la ley de inmigración y colonización de 1876 consideró como sinónimos los términos de “inmigrante” y “extranjero”, pero solamente para el caso de aquellos que ingresaron “en buques de vapor o de vela”, provenientes de los “puertos de Europa o de los situados de cabos afuera”; además de esta primera caracterización, el inmigrante era aquel que ingresaba al país en segunda o tercera clase (Devoto, 2009, pp. 31-32).

Por su parte, a partir de la consolidación del Estado nacional, Argentina inició un camino para su inserción al mercado mundial como proveedora de productos primarios. La producción agropecuaria destinada a la exportación fue el “factor dinámico del crecimiento”, y orientó la consecución de las políticas estatales seguidas por los sectores dirigentes. Como fuerzas impulsoras de las transformaciones, el “progreso” y la “civilización” fueron elementos centrales en el proceso de expansión del Estado nacional.

La incorporación de grandes extensiones de tierras bajo la órbita estatal y el aumento de “la superficie explotada y el volumen de la producción exportada” (Oszlak, 2012, pp. 192- 193), puso en evidencia la necesidad de poblar. La demanda de mano de obra extranjera venía a suplir la escasez de poblamiento del territorio y de esta manera, “la inmigración debía poblar el desierto y la colonización agrícola debía construir la sociabilidad argentina que la extensión y el despoblamiento hacían inexistente” (Devoto, 2009 pp. 229).

En el caso de Misiones, esta fue durante todo el siglo XIX escenario de una gran inestabilidad político-administrativa y militar, producto de la disputa de su territorio por distintos Estados fronterizos, y por algunas de las provincias integrantes del Río de la Plata. Esta situación implicó una tardía organización jurisdiccional y territorial que retrasó la organización de las colonias y el asentamiento de inmigrantes europeos.

A partir del año 1832 Misiones permaneció bajo la Jurisdicción correntina, situación que recién cambió en el 1881 a partir de la creación del Territorio Nacional. En el marco de este proceso, se produjo una gran polémica entre la provincia de Corrientes y el gobierno nacional en torno al Proyecto de Ley sobre la Federalización de Misiones. Sin embargo, ante la inevitabilidad de la creación del nuevo Territorio Nacional y la consiguiente pérdida del usufructo de esas tierras, en junio de 1881 los dirigentes correntinos autorizaron una rápida venta de las tierras misioneras en grandes fracciones de 25 leguas cuadradas. Fueron “vendidas” de este modo casi dos tercios del territorio, sobresaliendo entre los grandes propietarios el ex gobernador de Corrientes, Antonio B. Gallino y Rudecindo Roca, hermano del entonces presidente del país, Julio A. Roca.

Con la creación del Territorio Nacional de Misiones el 22 de diciembre de 1881, finalmente, el Estado nacional pretendió lograr dos claros objetivos: dar solución al problema de límites que mantenía con la provincia de Corrientes, por un lado, e incorporar un nuevo espacio al dominio nacional, por el otro. La conformación de latifundios que sobrevino a este proceso significó, empero, un obstáculo en la fundación de colonias agrícolas, pues limitó la disponibilidad de tierras.

La conformación de un frente extractivo5 de madera nativa y yerba mate, insertaron a Misiones dentro de las relaciones extraregionales del capitalismo pampeano, condicionando el inicio del proceso colonizador a la desaparición de los grandes latifundios (Hernández, 1887, p. 147).

Para el año 1894, el gobierno nacional logró dejar sin efecto algunas de las ventas de tierras efectuadas en Misiones tras su Territorialización, por no cumplir estas con las mensuras correspondientes, siendo las tierras recuperadas de esta manera las que se convirtieron en los focos de asentamiento de los primeros grupos de inmigrantes europeos que llegaron al territorio misionero.

El poblamiento de Misiones fue impulsado en un primer momento por los mecanismos estatales. Si bien las primeras colonias se formaron en el sur del Territorio Nacional de Misiones –entre ellas Santa Ana y Candelaria, mensuradas en 1883 por Rafael Hernández–, la colonización oficial cobró más fuerza con la refundación de antiguas colonias jesuíticas como la de Apóstoles en 1897, que recibió inmigrantes de origen polacos galitzianos a partir de las promociones realizadas por el entonces gobernador del Territorio Nacional, Juan José Lanusse.

En Misiones, la instalación de inmigrantes suizos correspondió a un período en el que ya se habían cerrado las oportunidades para acceder a la tierra pública en las provincias de clima templado. Durante mediados de la década de 1930, la emigración fue vista como un mecanismo de alivio a la presión social que sufría Suiza por los altos índices de desocupación: tras la firma del Tratado Suizo-Argentino de Emigración y Colonización del 6 de julio de 1937, se expatriaron más de cincuenta familias de suizos hacia la Argentina.

El punto de destino fue el Territorio Nacional de Misiones, no solamente por la accesibilidad de la tierra, sino también porque provistos “de un capital inicial no superior a 4000 francos” (Ferrari, 1942, p. 37), la venta de madera nativa de las unidades económicas proporcionaría un ingreso extra a los futuros colonos. En efecto, esas ventajas ofrecidas por Misiones se tradujeron en números: entre 1900 y 1939 el 60 por ciento de los suizos que ingresaron al país tuvieron como destino el Territorio Nacional, mientras que tras la firma del Tratado Suizo-Argentino de Emigración y Colonización de 1937 el 74 por ciento de los subvencionados tuvieron igual destino.

Si partimos de las tesis sostenidas por Ravenstein (1885) para analizar las migraciones de suizos durante la segunda mitad de la década de 1930, quizás la primera de ellas sea la que mejor explique las causas estructurales de este fenómeno, pues fueron las disparidades económicas de Suiza, y la posibilidad de acceder a la tierra como propietarios en Misiones, las que más influyeron fuertemente en la conformación de este movimiento migratorio.

Los otros postulados sostenidos por el autor, en cambio, difícilmente pueden ser aplicados para este caso en particular Por ejemplo, en relación a la tercera ley –que sostiene que los migrantes que se desplazan a largas distancias generalmente van con preferencia a uno de los grandes centros del comercio o de la industria– y a la séptima –vinculada a la menor propensión a emigrar de los nativos con residencia urbana en relación a las personas de las zonas rurales (Arango, 2000)– la situación se presentó de manera inversa a la sostenida por Ravenstein, pues los migrantes partieron de centros urbanos comercial e industrialmente más desarrollados que Misiones.

Hasta comienzos del siglo XX, gran parte de los migrantes europeos seguían eligiendo a Estados Unidos como destino principal, pero a partir de comienzos de la década de 1920 las legislaciones impulsadas en ese país en materia inmigratoria dieron un giro que puso fin a la tendencia liberal y de ingreso sin mayores restricciones. En efecto, la Quota Acts de 1921 redujo el número de inmigrantes en Estados Unidos, y desplazó los orígenes migratorios del sur y este europeos hacia el norte y oeste de Europa (Massey y Pren, 2013). La Quota Acts también fijó un techo máximo para el ingreso de migrantes “en un 3% del total de residentes de cada grupo nacional en el momento del censo nacional de 1910” (Devoto, 2009, p. 164).

Con la sanción de la Johnson Readact de 1924, se llevó a un extremo mayor la limitación de ingresos, pues esta proporcionó visas de emigración a solo 2 por ciento del número total de personas solicitantes de cada nacionalidad en los Estados Unidos, basándose en el censo nacional de 1890. Con esta medida selectiva se pretendió favorecer aún más el ingreso de personas provenientes del norte de Europa, y limitar el de los migrantes del sur y del este de Europa (Devoto, 2009).

Otro país que tuvo cambios en torno al tratamiento de las migraciones después de 1920 fue Brasil. Este Estado, que durante la segunda mitad del siglo XIX fue un destino importante para los inmigrantes, tuvo una modificación importante en la orientación de su política migratoria en el período de entreguerras mundiales, permitiendo el ingreso de “inmigración laboral europea, y se dio preferencia a los nacionales de países europeos que habían sido el origen principal de los flujos migratorios anteriores, antes que a los nacionales de otros países” (AAVV, 2004, p.574) .

La orientación de selección étnica de las políticas migratorias brasileñas tenía como fundamento lograr una integración entre las comunidades migrantes ya establecidas, y las de reciente ingreso, y evitar que la diversidad cultural supusiera “un lastre para los inmigrantes” (AAVV, 2004, p.574). Para la década de 1930 Brasil implementó una política restrictiva, no tanto en materia de flujos migratorios, sino en materia de inserción laboral: las empresas que operaban en el país se vieron obligadas a contar con “al menos dos tercios de sus empleados” de origen nacional (Devoto, 2009, p.166).

Australia es otro ejemplo de la época de la aplicación de políticas migratorias fuertemente restrictivas. Para 1924, este país aplicó un sistema de cuotas aún más estricto que el de Estados Unidos, en el que se limitó específicamente el ingreso de personas provenientes de los países del sur de Europa. Lograr la White Australia a partir del criterio de selección del migrante era el objetivo perseguido. Al mismo tiempo, y si bien no existían disposiciones legales de “exclusión racial”, sí se pusieron en práctica otros mecanismos de gran ambigüedad con una clara preocupación: “evitar la llegada masiva de trabajadores asiáticos, en especial chinos” (Sánchez Alonso, 2007, pp. 239-240). Poco después, además de un criterio racial, se siguió uno económico, estableciéndose un monto mínimo con el que debía contar el inmigrante al momento de ingreso al país para que éste no fuera una carga para el Estado (Devoto, 2009).

En Nueva Zelanda –país que fuera descartado por los suizos a mediados de la década de 1930 como destino migratorio debido a sus “altos costos de vida”– la situación fue muy similar al caso australiano e incluso, aún más arbitraria: desde 1920 las disposiciones legales orientadas a repeler el ingreso de personas provenientes de los países asiáticos cercanos, permitían el rechazo de inmigrantes “sin necesidad de ninguna justificación” (Devoto, 2009, p. 167). Tanto en países de Oceanía como en Canadá, los gobiernos no solo no restringieron el ingreso de migrantes británicos a sus respectivos países, sino que lo fomentaron a partir del pago de un porcentaje de los gastos de viaje.

En Argentina, el Estado también introdujo políticas migratorias proteccionistas como un mecanismo que pretendía evitar la competencia en el mercado laboral, “proteger el empleo interno y combatir la desocupación” (Novick, 1997, p. 8). Entre 1931 y 1940 la disminución de la inmigración europea hacia el país fue muy pronunciada –aunque menor que en el caso de Estados Unidos– con la llegada de 310 000 personas frente a los 1 760 000 de la primera década del siglo XX y a los 1 400 000 inmigrantes del período 1921-1930 (Devoto, 2009, pp. 162-163).

En este contexto de fuertes restricciones fue donde se produjo el arribo del mayor número de inmigrantes helvéticos: entre 1936 y 1939 más de 1000 personas emigraron desde Suiza hacia ultramar, y la mayor parte de ellos se establecieron en Argentina, seguido de Brasil y, en menor medida, Canadá. Si bien la inmigración suiza al país no fue masiva –Frid (2013) estima que entre 1857 y 1940 ingresaron al país 50 000 personas de ese origen con un saldo migratorio para dicho período de 25 000–, en Sudamérica el mayor receptor de esta corriente fue Argentina, superada en el mismo período solamente por Estado Unidos.

Hacia 1939 el ingreso de inmigrantes se interrumpió debido a que las fronteras de Suiza fueron cerradas herméticamente, salvo por el otorgamiento de permisos especiales. Al mismo tiempo, el mercado laboral suizo registró una mejora, siendo el Ejército un empleador destacado en este período, al acaparar un gran número de soldados para el resguardo de las fronteras del país ante la posibilidad de la guerra.

Las redes sociales en el proceso de adaptación

Sin descartar los aportes de un abordaje estructural, el análisis desde una perspectiva micro permitirá “reconstruir el tejido de relaciones sociales y políticas en una sociedad caracterizada en la heterogeneidad, la movilidad, el conflicto, la fluidez” (Piselli, 1995, pp. 64-65). En este sentido, las redes sociales son las que proporcionan los elementos para un abordaje que parte desde el individuo y sus prácticas y estrategias de adaptación cotidianas, y que permiten identificar el tejido de relaciones que entablan con otros a partir de los cuales se pueda “reconstruir trayectorias y los canales de movilidad social”, estudiando “desde el interior la dinámica de conflicto y [de] cambio” (Piselli, 1995, pp. 64-65).

Ciertos factores de tipo estructural tienen repercusiones en el área social y también psicológica de la población, que no involucran necesariamente a un individuo de manera aislada, sino que representan una estrategia de supervivencia familiar. En efecto, gran parte de los inmigrantes suizos que arribaron a Misiones en la segunda mitad de la década de 1930 eran grupos familiares que resultaron más afectados por la depresión económica, entre ellos artesanos y obreros provenientes de grandes centros urbanos; para ellos la selva representaba lo desconocido, lo inhóspito, el aislamiento. En 1942, al redactar las notas de su viaje por las colonias suizas en Misiones, Luis Ferrari escribió: “¡Cuáles y cuántos problemas! ¡Cuáles y cuántas incógnitas! Empezando por la disparidad del clima, para pasar a la diferencia de idiomas y al contraste entre los medios de vida y entre el antiguo y el nuevo ambiente” (Ferrari, 1942, p. 23). Ciertamente, tal como lo señaló el funcionario del Gobierno suizo:

Trasplantar a un hogar desde, digamos, Untergerlafinger [Suiza] hasta Puerto Rico, no es tan solo, ni sobre todo, una operación de índole financiera o de alcances económicos, o de consecuencias expresables en unas cifras; es una operación cuyas proyecciones en el orden social y cultural superan en mucho a las de otra índole ( Ferrari, 1942, pp. 22-23 ).

La mayor parte de los migrantes helvéticos se asentaron en áreas rurales de la Argentina entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, y solo 25 por ciento del total tuvo como destino zonas urbanas de Buenos Aires y de Rosario. En Misiones, una coyuntura importante en el proceso de formación de colonias suizas estuvo vinculada al inicio de las labores para la realización de yerbales implantados hacia 1902 y a la rentabilidad del cultivo en los años siguientes, a partir de la formación de una red migratoria en torno al “llamado del oro verde”. La creación de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate6 en el año 1935 no significó, sin embargo, la dedicación de los nuevos migrantes a actividades urbanas sino la implementación de nuevos cultivos como mecanismo de adaptación.

En estos escenarios, la situación de llegada de los futuros colonos fue particularmente difícil, no sólo por los escasos recursos con los que arribaban al nuevo entorno, sino también porque la compra de muchos lotes era efectuada sin que los inspeccionaran previamente o, a pesar de haber hecho estas diligencias, la falta de conocimientos en prácticas agrícolas llevaba a una mala elección.

Recorriendo las picadas, Johannes [Schedler] y su hija mayor salieron en busca de una chacra para comprar. La consiguieron en Línea Cuchilla, donde ya vivían algunas familias suizas. Johannes, que lógicamente de agricultura no sabía nada, eligió un hermoso lote, el Nº 88 porque en éste había un arroyo que le gustó aunque el suelo era inepto para cultivar, pues era un gran pedregal ( Schedler de Schweri, 2003, p. 1 ).

Además del poco conocimiento que estos inmigrantes tenían acerca de los trabajos rurales, Eugenio Keller agregó el factor de la “circulación de información errónea entre los inmigrantes” acerca de las labores culturales en la chacra al momento de la plantación; de ese modo, el entrevistado explicó:

[…] un colono que asoció el cultivo de mandioca con el de la papa, comenzó a realizar las plantaciones con pedazos de raíz de mandioca; pasados los días y después de varias veces que se fue a la chacra a revisar y como nada brotaba, comentó eso a otros colonos, y fue cuando le informaron que ese no era el medio de reproducción de la planta (E. Keller, comunicación personal, 4 de octubre de 2013).

Keller recordaba las anécdotas de sus padres y señalaba que las bromas también eran muy comunes:

[…] un día un colono alemán-brasilero, como broma, le dice a un inmigrante suizo, que recién había llegado a Línea Cuchilla, que compre dos fardos de fumo [tabaco negro], que los corte en pedazos y que plante eso en la chacra. [A los] días siguientes el mismo colono preguntaba acerca del resultado de la operación, a lo que el suizo respondía que no se veía nada donde brotaba , pero que los pedazos de fumo waren schon ziemlich dick [ya estaban bastante gruesos] (E. Keller, comunicación personal, 4 de octubre de 2013).

El problema de la procedencia urbana de los inmigrantes no solo radicó en la dificultad de adaptación al trabajo rural “en el monte”, sino que fue peor entre aquellos que no tenían una profesión a la que dedicarse y que les sirviera para su nuevo entorno:

Papá por ejemplo era carpintero y él se dedicaba a ayudar a otros colonos a construir sus casas y galpones, e incluso hacía muebles […] en el caso de Senn, él en Suiza era taxista... ¿y para qué querés un taxi en medio del monte? (E. Keller, comunicación personal, 4 de octubre de 2013).

El asentamiento de suizos se llevó a cabo predominantemente en las colonias formadas con capitales privados, y estas comenzaron a surgir en Misiones durante las primeras décadas del siglo XX, a partir del agotamiento del frente extractivo, proceso que trajo aparejado el fraccionamiento y la venta de latifundios a empresarios dedicados a la tarea de colonización.

Fueron varios los casos de inmigrantes suizos que optaron por convertirse en empresarios colonizadores para atraer de ese modo a compatriotas suyos: en 1919 Eugenio Lagier – originario de Aubone, Suiza– compró, en sociedad con el santafesino Luciano Leiva, tierras de la familia Roca, y luego de lotearlas las vendió a inmigrantes suizos. En 1925 Julio Ulyses Martin –inmigrante suizo-francés proveniente del cantón de Vaud– solicitó la mensura de 4 000 hectáreas de sus tierras en Oro Verde –colonia suiza situada sobre el Río Paraná a 20 km de la colonia Puerto Rico–, para la conformación de una colonia suiza (Gallero, 2009); en 1937 hizo lo propio Enrique Bucker –oriundo de Malters, Lucerna– en Puerto Esperanza; Bucker, a pesar de haberse establecido allí desde el año 1926, no dudó en atraer inmigrantes desde Suiza durante el período de recesión económica de este país.

Si bien las colonias privadas de Puerto Rico, Eldorado y Montecarlo fueron formadas mayormente por grupos migrantes provenientes de Alemania, y alemanes provenientes de Brasil, estas colonias también fueron receptoras de inmigrantes suizos en distintos períodos, con mayor intensidad hacia mediados de 1930.

En efecto, tal como lo señala Dolores Juliano (1994), las personas tienden a agruparse en un mismo lugar de destino de acuerdo con los lugares de procedencia “no como consecuencia de una confluencia ocasional en el punto de destino, sino por un vínculo que está en la génesis del fenómeno migratorio mismo” (Juliano, 1994, p. 94).

A comienzos de la década de 1920 la inmigración de suizos hacia la colonia Puerto Rico era muy escasa, y el arribo de Johann Christian Theler a Cuña Pirú (situada al extremo sureste de la colonia Puerto Rico, a unos 20 Km. del Río Paraná) y, poco después, del resto de su familia, puede ser considerado como un primer antecedente de la presencia helvética en la colonia.

Como consecuencia del deterioro de sus campos y del tambo del que era propietario en Ambrosetti, en la provincia de Santa Fe, Theler decidió trasladarse hacia Misiones –lugar que le fuera recomendado por el suizo Peter Allemann, por entonces redactor del diario Argentinisches Tageblatt– y “llamar” a toda su familia –que permanecía dividida, una parte en Suiza y otra en Santa Fe–, con la esperanza de, por un lado, dar a su hijo y a su yerno trabajo “en las brillantes urbanizaciones” que se perfilaban en las colonias del Alto Paraná y, por otro lado, reunir de una vez a su familia en un mismo lugar (Theler, 2007, p. 39). En este caso, la migración fue contemplada como una estrategia familiar en la que las redes sociales contribuirán a consolidar este proceso.

A partir de la firma del Tratado Suizo-Argentino de emigración y colonización de 1937, siguiendo las ideas del Dr. Wilhelm Joos,7 el gobierno suizo trató de dar solución a los problemas sociales a través de la emigración. De ese modo, Luis Ferrari –integrante del Consulado Suizo de Buenos Aires– logró ubicar en Misiones a 400 personas de nacionalidad suiza que habían arribado al puerto de la capital. Al mismo tiempo, por recomendaciones de un poblador de origen suizo de Santo Pipó –colonia suiza situada en el Alto Paraná y distante a 70 km. de la ciudad de Posadas, cabecera de la provincia de Misiones–, de nombre Jacques de Chambrier, se firmó un contrato con Adolfo Schwelm para la ubicación de los inmigrantes y la asignación de lotes a los nuevos colonos a mitad de precio, y para darles mayores facilidades de pago.

Tras la firma del Tratado, más de 50 familias de suizos se asentaron en Argentina. El punto de destino fue el Territorio Nacional de Misiones, no solamente por la accesibilidad de la tierra, sino también porque provistos “de un capital inicial no superior a 4000 francos” (Ferrari, 1942, p. 37), la venta de madera nativa de las unidades económicas proporcionaría un ingreso extra a los futuros colonos.

Por otro lado, en la región pampeana 20 hectáreas de tierra son insuficientes para la realización de explotaciones extensivas. Además de ello, el precio por hectárea de tierra era muy superior al que había en Misiones debido a la fertilidad de las mismas, y por estar situadas más cerca de los centros de consumo del país y del puerto. Por otra parte, cada colono debía correr con los gastos para alambrar las propiedades, gasto que en Misiones no representó una inmediatez.

Dentro de este marco, después de 1937 la Compañía Colonizadora Eldorado organizó la venta de tierras a inmigrantes suizos que se distribuyeron en el km. 28 de Eldorado, en Línea Cuchilla y en San Alberto; estas últimas, ubicadas en la colonia Puerto Rico. Adolfo Schwelm vio en esta situación la oportunidad de atraer inmigrantes a sus colonias, por lo que impulsó una intensa propaganda para la entrega de lotes en sumas inferiores a las que se vendían sin subvención a colonos: “al precio de setenta pesos por hectárea, en lugar de ciento diez y ciento veinte pesos, que era el precio que se abonaba por estas mismas tierras hasta cuatro o cinco meses atrás” (Ferrari, 1942, p.27).

En un contexto de recesión económica, el gobierno suizo promovió la emigración como un mecanismo de alivio a la fuerte presión social sufrida en el interior del país, producto de la desocupación y, en ese sentido, la firma del Tratado de Suizo-Argentino de Emigración y Colonización en 1937 va en consonancia con dicha política. Así, “für die Ursprungsregionen der Auswanderer bedeutete die Abwanderung nach Übersee eine Entlastung” [Para las regiones de origen de los emigrantes, la emigración al extranjero significaba alivio ] (Andrian-Werbung Von, 2007, p. 15). La mayor parte de los inmigrantes suizos que llegaron a Misiones de este modo, fueron los más afectados por la crisis económica, y su salida se debió a la necesidad de buscar mejorar su fortuna en un punto que más ventajas ofrecía para su inserción, considerando los escasos recursos con los que arribaron (Zang, 2013).

Al momento de partir desde Suiza, no todos contaban con información directa –es decir, suministrada por otros migrantes– acerca de las características de Misiones y, en ese sentido, las compañías de colonización empleadas en Europa para la atracción de inmigrantes proporcionaban información dispar:

[…] hasta se decía qué se comía acá” –recordaba un inmigrante suizo proveniente de Basilea– “pero no dijeron que lo que más había era puro monte; das war sehr schlecht [eso era muy malo] […] “habían muchas promesas y mucha información que circulaba pero poco de todo lo dicho era cierto (A. Wurlig en Pellegrini, Maranesi, Berini y Manfrini, 1971, s/n ).

En este contexto, la constitución de redes sociales formadas antes de su partida, durante el viaje, y una vez asentados en el lugar de destino, significaron una contribución importante en el proceso de adaptación en el nuevo espacio.

Por sí sola, la información que circulaba en los folletos publicitarios emitidos en Europa acerca de las ventajas diferenciales de los potenciales sitios de migración, no representó un motivo suficiente que justificara la movilización de personas. En muchos casos fue necesario contar con datos de primera mano proporcionados por migrantes ya asentados en el nuevo lugar de destino, y por ello las relaciones familiares y de paisanaje jugaron un rol destacado en la decisión de emprender el viaje.

La familia Studer, por ejemplo, emigró hacia la Argentina en el marco del proyecto impulsado desde Suiza por Emil Immoos, presidente del Hogar de Artesanos de Zurich. Immoos, “como miembro de una comisión especial enviada por el gobierno suizo”, viajó por el sur de Brasil, Chile y Argentina para estudiar las condiciones de vida y las posibilidades que ofrecían estas regiones para el traslado de inmigrantes. Además de proporcionar información y asesorar a los compatriotas deseosos de emigrar acerca de las características de estos lugares, el proyecto de Immoos contempló un período previo de adaptación gastronómica: “todos los días se comía arroz con porotos y se tomaba mate cocido” (Engeler, 2008, p. 148).

Siendo uno de los primeros inmigrantes en asentarse a mediados de la década de 1930 en Línea Cuchilla, Francisco Studer proporcionó información desde allí a compatriotas suyos que permanecían en Suiza. El primer contacto que la familia Zimmermann tuvo con Misiones fue a partir de una carta que recibieron desde Línea Cuchilla, en la que Studer desaconsejaba la empresa migratoria:

[…] él nos escribió tal cual cómo era acá; nos habló de los distintos insectos como mbarigüíes, uras y piques, y del calor que hace, pero también nos dijo que había mucho monte […] pero cuando supimos lo del monte, eso fue lo que nos convenció porque ya en Suiza nosotros veníamos trabajando la madera y sabíamos que en Misiones el monte nos daría la materia prima necesaria para trabajar en algo similar (L. Zimmermann, comunicación personal, 09 de noviembre de 2010).

En este nuevo espacio de acogida, entonces, se evidenció muchas veces la reconstrucción de “ámbitos sociales previos, a través de redes informales de información y acogida” (Juliano, 1994, pp. 93-94). De este modo, causas económicas como la devaluación del franco suizo en otras partes del mundo, y causas particulares, como contar con la información acerca de la existencia en Misiones de monte en abundancia, fueron determinantes en la elección del destino.

No solo nosotros, otros más habían contemplado la posibilidad de ir a Nueva Zelanda, Canadá o Australia, pero esos lugares fueron descartados porque para esos destinos era necesaria una suma de unos 15 000 francos, además las posibilidades de contacto con otros inmigrantes conocidos eran menores […] muchos años atrás, un tío mío había emigrado a Nueva Zelanda, pero con el tiempo quedamos sin noticias suyas (L. Zimmermann, comunicación personal, 09 de noviembre de 2010).

A partir de los contactos previos con amigos y parientes que llegaron antes que ellos, “los migrantes lograron acceso al conocimiento, a la asistencia y a otros recursos que facilitaron su movimiento” (Massey et al., 2000, pp. 24-25). Así los inmigrantes que llegaron más tempranamente, sirvieron de guías y consejeros a los recién arribados de Europa, tanto para la organización de las chacras y de las tareas agrícolas como para conocer los usos de la vegetación del lugar y para los cuidados necesarios para el control y el tratamiento de los insectos. En este sentido, podemos plantear a las redes sociales como una forma de capital social8 (Arango, 2000), que sirvieron a los inmigrantes –a través de los lazos construidos a priori, e incluso ya en el lugar de destino– como un mecanismo facilitador del proceso migratorio, pues permitieron lograr el acceso a ciertos bienes o a cierta información.

CONSIDERACIONES FINALES

En la segunda mitad del siglo XIX, Argentina comenzó un proceso de organización en vistas a perfilarse como nación. La inserción de Argentina en el mercado mundial y su participación dentro de la división internacional del trabajo, la creación de un aparato burocrático centralizado, la sanción de la Constitución Nacional y el poblamiento del territorio con inmigrantes, fueron componentes de dicho proceso. En este escenario, una de las principales características del período comprendido entre 1880 y 1920 está relacionada con el arribo “de un numeroso contingente de inmigrantes provenientes de Europa, los cuales constituyeron la masa de trabajadores de los sectores primarios y secundarios” (Massena, 2013, p. 97).

Sin embargo, la inestabilidad jurisdiccional que caracterizó a Misiones durante gran parte del siglo XIX, retrasó el asentamiento de inmigrantes en su territorio. La formación de grandes latifundios que devino tras la creación del Territorio Nacional en el año 1881, y el predominio de un frente de explotación de sus recursos, también significaron un retardo en el inicio del proceso de formación de colonias. Recién hacia finales del siglo XIX, y con un fuerte apoyo estatal, surgieron las primeras colonias fiscales al sur del territorio, con las fundaciones de Santa Ana, Candelaria y Apóstoles, situadas en el sur del territorio de Misiones.

En el caso de los suizos, su asentamiento fue predominante en las colonias privadas, surgidas en el territorio nacional a partir de las primeras décadas del siglo XX, tras el agotamiento paulatino del frente extractivo. Muchos inmigrantes de este origen compraron tierras para la posterior formación de colonias después del asentamiento de otros compatriotas.

Como consecuencia de la crisis económica que Suiza atravesaba a mediados de la década de 1930, comenzaron a arribar nuevos contingentes de inmigrantes suizos a Misiones, mismos que se asentaron de forma predominante en las colonias del Alto Paraná. Dentro de las causas estructurales de su emigración pueden considerase, por un lado, los altos índices de desocupación, y la devaluación del franco suizo producto de la crisis económica mundial y, por el otro, las difusiones realizadas por los empresarios colonizadores como Adolfo Schwelm en el Alto Paraná quien, a través de la Compañía que presidía, propició el asentamiento de suizos en la región.

Hacia julio de 1937 se firmó el Tratado Suizo-Argentino de Emigración y Colonización, en el cual se sentaron las bases legales de esta corriente migratoria. A partir del mismo, el gobierno suizo otorgó una subvención de alrededor de 4 000 francos por familia para su traslado y radicación en Argentina. La mayor parte de los inmigrantes ingresados al país en este período se asentaron en Misiones debido a la disponibilidad de la tierra, y los bajos costos de las mismas en relación a las provincias de clima templado. Estos inmigrantes, pertenecientes al círculo de obreros urbanos, fueron los más afectados por la crisis en Suiza.

A pesar de que las migraciones suizas hacia Misiones sucedieron mayormente en períodos de fuerte recesión económica en el país de origen, no solamente fueron las causales estructurales que influyeron en la movilidad de estas personas. La falta de experiencia en los trabajos agrícolas, la diferencia climática respecto a Suiza y las dificultades de comunicación con familiares que permanecieron en Europa provocaron desánimo entre los recién llegados. En este sentido, la formación de redes sociales fue estratégica en los procesos de integración y adaptación al nuevo entorno, jugando un papel central en la inserción laboral de muchos de los inmigrantes suizos.

Los análisis macro y micro no son excluyentes e incompatibles entre sí, sino que responden a diferentes preguntas y ofrecen diferentes respuestas al estudio de un mismo fenómeno social. Con ello, partimos del supuesto que las redes no son ahistóricas y aespaciales, pues gran parte de las estrategias adoptadas por los migrantes fueron producto de una situación coyuntural en particular.

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3Acerca de colonización suiza en Entre Ríos véase Álvarez (1984) y Gori (1988), y en Santa Fe a Schobinger (1957).

4Tras la firma del Tratado suizo-argentino de emigración y colonización del 06 de julio de 1937, Luis Ferrari fue designado como Comisario de emigración, puesto que desempeñó hasta su renuncia el 30 de junio de 1939 (Schneider, 1998, p. 208). Entre los meses de julio y agosto de 1937, y en el ejercicio de sus funciones, visitó las distintas colonias pobladas con suizos subvencionados en Misiones para elevar un informe de las condiciones en que las mismas se hallaban a la Central de Inmigración del gobierno suizo en Argentina, de lo cual surgió un escrito En Misión a Misiones, editado en 1942, con solamente 50 ejemplares y sin reediciones posteriores.

5A finales del siglo XIX y comienzos del XX se formaron obrajes para la extracción de madera nativa y yerba mate en ambos márgenes del río Paraná. En el caso de los yerbales nativos, como en algunos puntos de la región, estos superaban los 18 y 20 metros de altura; para facilitar su cosecha, los árboles eran sometidos “a una tala desordenada en todo tiempo y lugar” y “fue desenvolviéndose lenta pero inexorablemente el proceso de su destrucción” (Daumas, 1930, p. 6).

6La Comisión Reguladora de la Yerba Mate –CRYM– fue creada el 04 de octubre de 1935 por ley Nº 12236. Este organismo cargó con un impuesto de $4 pesos argentinos por cada nueva planta de yerba y reguló las podas de las ya existentes; debido a esta situación, los inmigrantes suizos que arribaron al territorio entre 1936 y 1937 no pudieron realizar más plantaciones de yerba mate (Zang, 2013, p. 40).

7Wilhelm Joos nació en Schaffhausen Suiza el 1° de abril de 1821; perteneciente a una familia acaudalada, pudo estudiar medicina en prestigiosas universidades de Europa. Tras graduarse como médico, visitó diversos países como Argelia y Egipto, en África, y Colombia, Brasil y Costa Rica, en América. Estos viajes le permitieron reconocer diferentes problemáticas económicas y sociales, y ya de regreso en Suiza promocionó la emigración de los sectores suizos más empobrecidos, producto de la creciente industrialización (Arletazz, 1979).

8Bourdieu concibió al capital social como “el agregado de los recursos reales o potenciales que se vinculan con la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento o reconocimiento mutuo” (Bourdieu, 1985, p. 248); concentrado en los beneficios a los que acceden los individuos que son partícipes de grupos determinados, existe “un creciente consenso en cuanto a que el capital social representa la aptitud de los actores para asegurarse beneficios en virtud de la pertenencia a redes u otras estructuras sociales” (Portes y Böröcz, 1998, pp. 3-6).

Recibido: 05 de Febrero de 2018; Aprobado: 21 de Noviembre de 2018

Translation: Fernando Llanas.

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