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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.10  Tijuana  2019  Epub 01-Ene-2019

https://doi.org/10.33679/rmi.v1i1.2198 

Artículos

Experiencias nostálgicas de migrantes mexicanos en Nueva York

Esperanza Tuñón Pablos 1  
http://orcid.org/0000-0002-1269-6928

Ariadna Martínez Olvera 2  
http://orcid.org/0000-0003-2470-7695

1El Colegio de la Frontera Sur, México, etunon@ecosur.mx

2El Colegio de la Frontera Sur, México, armartinez@ecosur.edu.mx


Resumen

En este artículo se analiza la experiencia nostálgica de migrantes mexicanos en el estado de Nueva York, Estados Unidos. Desde el marco de los estudios de movilidad, se propone un enfoque que explora la dimensión emocional de la migración para dar cuenta de la tensión subjetiva que existe cuando las personas desean adaptarse al estilo de vida del país de destino sin querer perder sus raíces, y cómo esta tensión dirige las negociaciones que realizan en sus prácticas y sentires cotidianos. A partir de un estudio cualitativo y de las narrativas de 35 migrantes, este artículo aporta elementos para comprender que la experiencia de la nostalgia requiere el entendimiento de las narrativas que se elaboran en el nuevo destino, lo que supone un duelo elaborado de la partida del hogar de origen.

Palabras clave: Nostalgia; movilidades; identidad cultural; México; Estados Unidos

Abstract

This article analyzes the nostalgic experiences of Mexican immigrants in the state of New York. From a new approach to mobilities paradigm, we propose a focus on the emotional aspects of migration to reveal the internal conflicts that emerge when migrants seek to adapt to the lifestyle of their destination country, while trying not to lose their cultural roots, and how this inner tension influences the interactions in their everyday doings and emotions. Based on the narratives exposed in 35 interviews with Mexican immigrants living at the destination country, this qualitative study provides elements for the understanding of nostalgic experiences derived from the painful process of leaving their home country.

Keywords: Nostalgia; mobilities; cultural identity; Mexico; United States

INTRODUCCIÓN

En aquel preciso momento el hombre se dijo: Qué no daría yo por

la dicha de estar a tu lado en Islandia bajo el gran día inmóvil y de

compartir el ahora como se comparte la música o el sabor de la fruta.

En aquel preciso momento el hombre estaba junto a ella en Islandia. 

Jorge Luis Borges, Nostalgia del presente (1981)

La nostalgia, entendida como la capacidad de invocar, hacer cortes de memoria y poner en perspectiva, permite encontrar en las remembranzas del pasado de las personas y los lugares, los elementos que le otorgan significado a sus acciones y experiencias. En este texto retomamos la nostalgia como una categoría analítica a partir de los postulados de Wilson (2015) , quien propone entenderla como una experiencia compleja que es temporal y espacial, al mismo tiempo que cultural, social y mnémica.3 Así, la nostalgia, como emoción social, se inscribe dentro de elementos geográficos (temporales y espaciales), sociales (normas culturales) y psíquicos, donde lo mnémico da cuenta de las formas particulares en que se inscriben ciertos acontecimientos en la memoria de cada individuo. Utilizamos también los planteamientos de Davis (1979) , para quien la nostalgia facilita la continuidad de la identidad especialmente en tiempos de transición y se distinguen tres tipos: simple o de primer orden, nostalgia reflexiva o de segundo orden, y nostalgia interpretativa o de tercer orden; y de Blunt (2003) quien, en un símil, denomina a ésta última como nostalgia productiva.

Partimos de la premisa de que la movilidad es un aspecto integral de la vida social y que, en los procesos de desplazamiento, rupturas y duelos, podemos encontrar experiencias afectivas. Si bien el epígrafe de la nostalgia de Borges parece un sinsentido y una paradoja, nos muestra que en la nostalgia hay múltiples formas, tiempos, sentidos, lugares y, sobre todo, movimientos, así como que se refiere a una emoción que no tiene lugar necesariamente en el pasado, sino que se recrea a partir de movimientos helicoidales y sentimientos de gozo en lugares, espacios y tiempos diferentes y en relación con sabores y sonidos que apelan a los sentidos. Cabe decir que este ser y estar en el mundo a partir del sentir nostálgico se manifiesta con mayor fuerza durante las movilidades y en los procesos migratorios.

Las realidades emocionales en el estudio de las movilidades

La incorporación de personas migrantes a sociedades huéspedes es un tema que ha generado interés ante el incremento de los flujos migratorios. El abordaje común dentro del estudio de las migraciones, referido al modelo explicativo del pull and push, refleja el interés por evaluar cómo los factores estructurales influyen en las decisiones de migrar en diversos contextos sin considerar la movilidad como un aspecto integral de la vida social ( Urry, 2007 ). Easthope (2009) refiere que, desde esa perspectiva, las explicaciones versan sobre la migración descrita en términos económicos, fundamentalmente pobreza y falta de oportunidades laborales en los países de origen que, sin embargo, resultan insuficientes para explicar los modos en que las personas experimentan, entienden y negocian sus migraciones, siendo éstas tan importantes como las razones por las cuales deciden migrar.

Este nuevo enfoque propone explorar los distintos elementos y recursos de las y los migrantes para reconstruir/deconstruir sus identidades y el concepto de hogar en contextos culturalmente distintos ( Narváez, 2013 ). La identidad, entonces, es un elemento clave a incorporar en el debate público sobre la migración y los grupos minoritarios ( Casey y Dustsmann, 2010 ) en tanto que refiere a la expresión de las similitudes, pero también de las diferencias culturales dentro de las sociedades contemporáneas ( Ashworth, Graham y Tunbridge, 2007 ). La nueva aproximación al estudio de las movilidades de personas, objetos e información combina las preocupaciones sociales de la sociología (inequidad, poder) con las espaciales de la geografía (territorios, fronteras) y las culturales de la antropología (discursos, representaciones) para conjugarlos de manera relacional en la co-constitución de sujetos, espacios y significados ( Sheller, 2014 ).

El estudio de las movilidades se acompasa así, no sólo con el estudio del viaje corpóreo de las personas y los movimientos físicos de los objetos, sino que también considera los viajes imaginarios, virtuales y comunicativos. Este paradigma pone énfasis en la compleja configuración de relaciones de poder entre lo local y lo global y, de igual manera, genera reflexiones centradas en el estudio de las dimensiones afectivas y corporales. Así, la articulación entre lo personal y lo social, permite explorar cómo se relacionan las emociones con el entorno social que rodea al sujeto y cómo diversas fuerzas políticas, sociales y económicas penetran al sujeto a través de sus narrativas, emociones e imaginación.

El énfasis entonces está puesto en entender la realidad emocional de los seres humanos y las estructuras sociales. Desde la antropología y la sociología de las emociones, se conceptualiza la emoción como construcción social en tanto que: 1) las emociones se construyen en un contexto social e histórico dado y se experimentan por individuos y/o grupos situados en un proceso social y como resultado de interacciones con su entorno social, y 2) las emociones tienen fuerzas motivacionales que impactan en el comportamiento, la organización y la vida social ( Clairgue, 2012 ; Hirai, 2009 , 2014 ). Desde la psicología y la salud mental, el interés por la nostalgia se ha centrado principalmente en la persona que migra y en los procesos denominados duelos migratorios reflejados en síntomas percibidos como nostalgia: tristeza, cambios de humor y desórdenes psíquicos, entre otros. En ese sentido, Clairgue (2012) refiere que la narrativa del pasado hace referencia al uso de la nostalgia como estrategia de “supervivencia” o, desde la psicología, como un mecanismo de afrontamiento.

Desde un ángulo sociológico, Davis (1979) propone examinarla como una emoción privada al mismo tiempo que se comparte socialmente, en tanto que remite a los sentimientos subjetivos de la biografía y a la memoria colectiva de un grupo de personas. Para Davis, la nostalgia tiene un aspecto reflexivo inherente que se manifiesta en lo que denomina “órdenes ascendentes de la nostalgia”: de primer orden, la que refiere al sentido romántico e idealizado del pasado; de segundo orden, la que pretende dar precisión y exactitud a la memoria y a la realidad; y de tercer orden, en la que el sujeto se pregunta si los hechos realmente sucedieron como se recuerdan. Encontramos similitudes con el término “nostalgia productiva” que propone Blunt (2003) , en tanto que permite reelaborar el pasado imaginario en las experiencias vividas en el presente y mirando hacia el futuro. Cabe decir que no existe experiencia nostálgica que se mantenga uniforme en el proceso de reconstrucción del pasado y que es importante reconocer la existencia de múltiples nostalgias, algunas productivas y socialmente útiles y otras no tanto ( Pickering y Keightley, 2006 ).

Desde la historia, Boym (2003) sostiene que lo que se percibe como nostalgia no es la recuperación de la “verdad absoluta del pasado”, sino la meditación de la historia y del paso del tiempo en tanto dolor agridulce de la pérdida ocasionada por el proceso imperfecto de la memoria. Enfatiza así en el carácter reflexivo de la nostalgia, pero también restaurativo donde ésta permite reconstruir el hogar perdido y sanar las sombras de la memoria. Plantea así que las nostalgias contemporáneas se deben entender como una serie de migraciones cruzadas. En un sentido similar, Wilson (2015) plantea que los sujetos ejercemos agencia a partir de los modos en que (re)construimos el pasado y asignamos significado a las emociones nostálgicas, así como aquellas ancladas en el espacio y que, dependiendo de la manera en la que se recuerde, la nostalgia se materializa ( Kitson y McHugh, 2015 ).

Por su parte Della (2006) , Bonnett (2015) y Blunt y Varley (2004) , desde la geografía, cuestionan el concepto de nostalgia desarrollado y confinado al ámbito de la narrativa y la imaginación, y señalan que el lugar llamado hogar es el más apropiado y poderoso para indagar sobre la imaginación nostálgica. Los tres autores coinciden en que la nostalgia interactúa en la imaginación geográfica y el paisaje físico, lo que permite teorizar las conexiones entre lugar, pertenencia y material cultural. Al respecto, Easthope (2009, p. 66) señala que “lugar no es lo mismo que espacio físico” y, en tanto existimos como cuerpos físicos en un mundo físico, siempre se crearán lugares significativos que dan cuenta de algún tipo de apego y de lazos subjetivos al mundo. En este marco el hogar y el significado que se le atribuye a lo doméstico, la intimidad y la privacidad generan un sentimiento de lugar y pertenencia ( Blunt, 2003 ) que explica los significados, emociones, experiencias y relaciones que se le atribuyen.

El estudio de la nostalgia remite a diversas dificultades de carácter ontológico y metodológico. Por un lado, el que la experiencia nostálgica cambie de posición en el tiempo hace que un evento narrado en determinadas circunstancias y/o que depende del modo en el que se percibe en la actualidad, cambiará si dichas circunstancias se modifican. Se elabora así una reinterpretación y representación de lo sucedido bajo la sombra de un poder simbólico que Bhaba (2002) nomina una teoría viajera o un movimiento metafórico.

Por otra parte, los “órdenes ascendentes de la nostalgia” que plantea Davis (1979) no son un fenómeno experimentado por las personas, sino que, para ellas, la experiencia nostálgica es una y, sólo en el análisis de sus narraciones, es que podemos ver cómo se mueven vívidamente de un nivel a otro. Así, la nostalgia narrada es móvil, pero no lineal; más bien discontinua y helicoidal. Esto significa que las experiencias nostálgicas son a la vez estables y móviles, varían en su forma y contenido de acuerdo con el momento y la circunstancia en que son narradas: en la salud, en la enfermedad, ante situaciones de crisis emocional, económica o migratoria, fracasos o éxitos laborales o escolares, y en el establecimiento o rompimiento de relaciones, entre otras. Es común así que la fuerza de la emoción destaque ciertos elementos y minimice otros, y que quien narra un evento sucedido, fuertemente simbólico y cargado de afectos, lo descifre de acuerdo con sus proyecciones culturales y la interpelación que realiza del mismo ( Macías y De la Mata, 2013 ). Marte (2008) señala que estas proyecciones culturales aparecen usualmente en forma de fragmentos que no carecen de contradicciones y que los esquemas valorativos que contienen cambian en función de los contextos y del proyecto de supervivencia de los sujetos que, a su vez, modifican las formas en que se manifiesta la nostalgia. Así un evento, una experiencia o una situación que en algún momento involucró la movilización de pasiones y sentimientos, en otro momento o al paso del tiempo, puede no significar lo mismo. Es, con todo, la reflexividad inherente al proceso de remembranza la que permite estos movimientos reinterpretados.

Lo anterior se vincula al tema de la identidad en tanto que la proximidad física y las oportunidades de contacto entre distintos grupos culturales, tal como acontece en los procesos migratorios, hacen necesario establecer fronteras culturales que subrayen las características, prácticas y emociones propias que autoidentifican a las personas como miembros de una comunidad ( Barth, 1976 ). En este contexto, el proceso de recordar y conmemorar se vuelve fundamental para generar un sentido de pertenencia con la cultura propia. A decir de Davis (1979) , la identidad del grupo se manifiesta a través de la construcción de narrativas acerca del pasado reciente y de actos colectivos de rememoración provenientes de relaciones culturales de poder. En el mismo sentido, Hall (1992) señala que la cultura nacional es un discurso y una manera de construir significados que influencian y organizan tanto las acciones como la concepción de sí mismo, y que la identidad nacional es una estructura de poder cultural que enmarca vínculos y lealtades, y que representa apego a lugares, símbolos nacionales y rituales particulares.

A partir de este bagaje teórico, en este texto se busca explorar las expresiones nostálgicas de las narrativas de familias migrantes mexicanas residentes en el estado de Nueva York, Estados Unidos, y cómo, a través de ellas, las personas móviles participan en el proceso dinámico y complejo de reconstrucción del hogar, identidad y cultura en el lugar de asentamiento, valoran la comunidad de origen y, a decir de Guinsberg (2005) e Imilan (2013) , construyen los lazos a los lugares a través de viajes entre múltiples hogares, lo que es una experiencia vivida fuertemente por las y los migrantes.

Estudios sobre nostalgia en población mexicana viviendo en Estados Unidos

Diversas investigaciones abordan la parte emocional de la migración desde ópticas e intereses diferentes. El estudio ya clásico de Massey (1987) encuentra que el deseo de retorno de mexicanos viviendo en Estados Unidos disminuye con el tiempo a partir de procesos de aculturación, pero se incrementa paradójicamente con la adquisición de propiedades en México y la edad avanzada. Keefe, Padilla y Carlos (1979) estudian a las “familias extendidas” de mexicanos nacidos en Estados Unidos refiriéndose al compadrazgo como parte de un sistema de soporte emocional que permite sobrevivir y mantener los lazos culturales en el lugar de destino. Por su parte, Rouse (1992) analiza situaciones de luchas culturales asociadas a la transformación de clase de las personas migrantes y las nuevas formas de organización social transnacional que provoca la movilidad.

Investigaciones más recientes estudian la nostalgia en relación con aspectos de la vida cotidiana, la sexualidad y la alimentación. Hirsch, Munoz-Laboy, Nyhus, Yount y Bauermeister (2009) exploran los comportamientos sexuales de los migrantes en Estados Unidos y describen los sentimientos de añoranza sobre la vida normal que tenían en casa. Desde una mirada transnacional, Pizarro (2010) da cuenta de los saberes y sabores transnacionales, donde la etnicidad, el género y la cultura, así como lo nacional, delinean las experiencias cotidianas. Siguiendo esta perspectiva, Vázquez-Medina (2017) analiza cómo la nostalgia atraviesa de manera pluridimensional la realidad de sujetos migrantes que trabajan en restaurantes mexicanos y ésta cómo ayuda a construir maneras de representar la mexicanidad, visibilizar cánones de lealtad y adscripción nacional, así como fortalecer el sentido de comunidad.

Por lo que toca a la migración de mexicanos en Nueva York, es necesario mencionar los trabajos de Robert Smith (1996 , 2006 ; Smith, Cordero-Guzmán y Grosfoguel, 2001 ) quien, desde la teoría transnacional, analiza varios ámbitos de la inserción de los migrantes mexicanos en la costa este de Estados Unidos y destaca las dinámicas étnico-raciales-genéricas que ahí acontecen. Entre sus aportes se encuentra el orientar la mirada hacia las maneras en que el género estructura la experiencia transnacional en procesos amplios de migración y para el establecimiento en el lugar de destino; identificar las formas en que la masculinidad y la mexicanidad se negocian colectivamente y se transforman en el tiempo; y evidenciar la capacidad de las personas migrantes para permanecer vinculadas a sus países de origen, así como para resistir los procesos discriminatorios que viven durante la trayectoria migratoria y su establecimiento en Estados Unidos. También destaca su referencia a una nostalgia étnica donde la generación y el género actúan simultáneamente para generar cierto conflicto entre los mexicoamericanos de primera y segunda generación. De la misma manera, es notable su aseveración de que las personas tienen una multiplicidad de ubicaciones sociales creadas con base en imágenes y jerarquías de género, étnicas y raciales tanto en México como en Estados Unidos que les permite, siguiendo a Massey, crear un sentido de lugar (2005).

METODOLOGÍA

Al analizar la experiencia nostálgica en la migración, se utilizaron narrativas realizadas en el marco de un estudio cualitativo sobre hábitos alimenticios y salud, llevado a cabo en 2015-2016 con familias migrantes mexicanas que residen en el estado de Nueva York. Mediante entrevistas a profundidad y observación participante, se obtuvo información de las características sociodemográficas y condiciones de género de las y los participantes, así como sobre actividades cotidianas, prácticas alimenticias, ejercicio, cuidados de salud, actividades recreativas y trabajo; así como relaciones personales y sociales.

Se entrevistó a un total de 35 migrantes (23 mujeres y 12 hombres) con diversas situaciones sociodemográficas, legales y económicas en el estado de Nueva York: 26 están casados o unidos, 20 tienen estatus migratorio de indocumentados y 15 cuentan con papeles, 17 tienen hijos pequeños y 12 tienen hijos mayores de 18 años, 10 presentan nivel económico medio. Casi la tercera parte proceden de Oaxaca (10), mientras que los demás son oriundos del Estado de México, Michoacán, Guanajuato, Yucatán, Puebla, Sinaloa, Morelos, Chiapas, Ciudad de México y Tamaulipas. El tiempo promedio de residencia en Estados Unidos es de 12.5 años y, al momento de la entrevista, los participantes residían en distintas localidades incluyendo grandes centros urbanos como la ciudad de Nueva York, Brooklyn y Queens (10), pequeñas ciudades como Saratoga y Albany (15) y contextos suburbanos y semirurales como Latham, Delmar, Bethlehem, Glenmont y Slingerland (10).

Las entrevistas se realizaron en varias sesiones y de manera personal, en pareja o en familia; fueron grabadas con el consentimiento informado de los participantes y, en aras de guardar el anonimato, todos los nombres que aparecen en este texto son ficticios. El hilo conductor de las entrevistas se centró en viejos y nuevos hábitos alimenticios, estrategias de cuidado y de salud de la familia, y en la comida mexicana como objeto de nostalgia. El presente análisis busca las expresiones de la nostalgia de migrantes mexicanos en el proceso de creación de un lugar significativo fuera del hogar de origen. Consideramos que los estudios sociológicos, las geografías del hogar y la pertenencia ayudan a la teorización de las conexiones entre la emoción, el afecto y el lugar en el estudio de las movilidades.

LA EXPERIENCIA DE LA NOSTALGIA: RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Siguiendo a Davis (1979) , podemos identificar en las narrativas de los informantes de este estudio los tres tipos de nostalgia que señala este autor. Cabe destacar que no encontramos discursos lineales y que la forma helicoidal de la nostalgia se expresa en un vaivén continuo de sensaciones y vivencias que se traducen, fluyen y circulan de un tipo a otro de nostalgia y, a veces, en un mismo recuerdo narrado por los mismos sujetos. Asimismo, encontramos diferencias sustantivas por tiempo de residencia en el país de destino, estatus migratorio –en tanto que los migrantes documentados tienen mayores posibilidades de viajar a México que los indocumentados, lo que se traduce en intensidades diferenciadas de nostalgia–-, condición de género y edad de las y los hijos.

Con respecto a la nostalgia simple, los tópicos más comunes se refieren a la añoranza de corte romántico e idealizado por las relaciones familiares, los espacios de la infancia, las tradiciones y costumbres de México, el uso diferenciado del tiempo en ambos países y, especialmente, el sabor de la comida que expondremos en un apartado especial. Acorde con los rasgos de este tipo de nostalgia, se tiende a comparar aspectos de la vida cotidiana en ambos espacios dando como resultado una sobrevaloración por el país de origen:

Uno extraña México por la familia, las tradiciones y esas cosas… (Hilario, 35 años, tres hijos, casado, indocumentado, Oaxaca; comunicación personal, 15 de mayo de 2015).

En North Carolina estuve seis meses; luego llegué aquí y fue otro cambio de vida porque usted llega sin nada; y si usted está acostumbrada en México a vivir bien, llega acá y dice: “¿Y qué vine a hacer aquí?” Sí, es duro (Gloria, 48 años, tres hijos, casada, documentada, Guanajuato; comunicación personal, 3 de marzo de 2015).

En México hay muchas más tradiciones que enseñarles a los niños. La Navidad aquí nada más es el 24 y el 25 y allá empieza desde el 16 ó el 18. Y hay tantas cosas que enseñarles… el significado de la Navidad… aquí la Navidad es nada más regalos, y no es así… (Regina, 31 años, dos hijas, casada, indocumentada, Oaxaca; comunicación personal, 17 de junio de 2015).

El choque que siento más cuando voy a México es el tiempo. El tiempo… cómo lo aprovechan allá y cómo lo hace aquí el americano. Aquí el tiempo no se desperdicia (Salvador, 52 años, dos hijos, casado, documentado, Ciudad de México; comunicación personal, 4 de febrero de 2015).

Sí. Lo que pasa es que aquí está uno como muy encerrado y no se hace ejercicio. En cambio allá en México hay mucho tiempo, sobra mucho tiempo; entonces uno puede ir a jugar fútbol los fines de semana o… hacer uno deporte y no se nota, no se siente (Julián, 30 años, sin hijos, casado, indocumentado, Ciudad de México; comunicación personal, 6 de octubre de 2016).

Aquí nadie te dice: “Oye, ¿qué onda? ¿Nos vemos y caminamos?” y en México sí. Aquí la vida es más hacia adentro, menos hacia andar afuera y más solitaria (Sofía, 32 años, sin hijos, unión libre, documentada, Michoacán; comunicación personal, 5 de agosto de 2015).

Cuando uno está aquí, uno tiene que quitarse todo lo que era en México y vivir acá. Una mujer acá, cuando vive con familia o, por decir, yo que vivo con el inquilino y mi cuñado y mi esposo, entonces yo soy la mamá. Aquí todo es difícil; aquí uno viene a lo que viene. Aquí no tiene uno vida propia (Amalia, 33 años, dos hijos, casada, indocumentada, Puebla; comunicación personal, 22 de septiembre de 2016).

Una constante simple de la nostalgia y que se muestra claramente en los testimonios anteriores es la referencia al aquí y al allá que nos habla de cómo en los desplazamientos físicos se elabora una nueva configuración espacial de lo doméstico y cómo, en condiciones de movilidad, lo que es lejano y cercano en términos subjetivos supone distancias sociales, afectivas y culturales. Discursar concurrentemente acá para referirse a Estados Unidos y/o a su actualidad, y al allá para referirse a México y a la vida pasada, supone espacios diferenciados que se recrean en una misma narrativa para expresar distancias espacio-temporales entre modos de vida que se perciben lejanos y distintos.

En los fragmentos transcritos también resulta claro que, quienes migran, han llevado consigo creencias o ideas sobre la alimentación y las formas de convivencia en el país de origen que se mantienen inamovibles y que les permiten no perder el referente del hogar. La valoración, por ejemplo, de que en México hay más espacio, más cosas que hacer, se está menos encerrado y sobra el tiempo remite a que, más allá de que las expectativas de la movilidad se estén o no cumpliendo, se da la tendencia a idealizar lo que se tenía en el lugar de origen y a reforzar la lealtad hacia México.

Por lo que toca a la nostalgia reflexiva, la encontramos mayormente en aquellos y aquellas migrantes que tienen mayor tiempo de residencia en el país de destino. Cuya situación los coloca ante sentimientos ambivalentes que oscilan entre la valoración de las ventajas de vivir en Estados Unidos y el deseo de no querer perder la identidad y cultura nacional, al tiempo que experimentan rechazo por aspectos de la vida en el país de origen, lo que introduce una mayor complejidad que permite superar la visión romántica de la nostalgia simple. Los siguientes testimonios dan cuenta de lo anterior:

Dejar a la familia es difícil, es difícil. Se extraña mucho México. El primer año, yo soñaba que iba y que ya estaba en mi casa. Me quería ir. Y digo: “No, no se puede, no se puede” y conforme pasa el tiempo, ya te vas adaptando... (Rosa, 46 años, tres hijas, casada, documentada, Chiapas; comunicación personal, 4 de octubre de 2015).

Fue un cambio muy fuerte, porque al principio no tienes todo para hacer las cosas, ya sea económicamente o los utensilios o dónde encontrarlo… pero ya establecido, ya tienes más acceso y ya puedes escoger (Salvador, 52 años, dos hijos, casado, documentado, Ciudad de México; comunicación personal, 4 de febrero de 2015).

Como yo digo, sería mejor estar en México, pero ¿cómo? México está muy mal también… en México ¿qué hacen? Secuestran a la gente, hay muchas cosas malas y yo me siento más segura a veces con mis hijos aquí. Claro, las tradiciones y todo es bonito allá, pero depende… yo veo que a muchas personas les han pasado cosas y no puedo vivir tranquila allá ni gozar de lo que uno tiene a veces allá… yo digo que mejor acá … (Isabel, 31 años, tres hijos, casada, documentada, Oaxaca; comunicación personal, 18 de abril de 2015).

Con respecto a la nostalgia interpretativa o productiva, son precisamente las y los migrantes que llevan más tiempo en el país de destino y que tienen hijos mayores, los que expresan con mayor claridad el sinnúmero de estrategias emocionales que despliegan para lograr adaptarse, o resistir, a la vida anglosajona, en lo que algunos autores denominan procesos de aculturación ( Baucells, 2001 ). Entre estas estrategias encontramos que las familias, para no perder las raíces, realizan una serie de actos emocionales que los vinculan de forma simbólica con el lugar de origen: vender comida mexicana a connacionales, adornar el hogar con elementos propios de la cultura mexicana, asistir a eventos de danza y a la misa en español en la iglesia católica. Estas acciones representan formas productivas de nostalgia, en las que los motivos para realizar estas actividades se anclan en el plano emocional.

Un aspecto que nos muestra claramente la línea tenue que existe entre la nostalgia reflexiva y la nostalgia productiva se refiere a los sentimientos ambivalentes en torno al deseo de retornar al hogar y al país de origen, el reconocimiento de las posibilidades reales de concretarlo y los escenarios a futuro que las personas migrantes elaboran bajo la expectativa de lograr conciliar su situación real y sus deseos. Si bien la mayoría manifestó el deseo de retornar de forma permanente a México y argumentaban que trabajan para crear las condiciones óptimas que les permitan restablecerse en México, de forma paralela formulaban los impedimentos existentes para lograrlo. Los motivos remitían a que sus hijos nacidos o criados en el país de destino no podrían ya adaptarse y/o a que toda la familia se encontraba ya en Estados Unidos, motivos que fortalecían e inclinaban la balanza hacia la decisión de quedarse o de postergar la partida para no romper la unidad familiar.

Pues como él nos dijo: “Mami, yo no me voy a ir a vivir a México, yo aquí me he criado y tengo mis amigos… si ustedes se van, yo los voy a ir a ver, pero para quedarme a vivir allá, no”. Mi esposo dice: “Sí nos vamos a ir”, pero pues no nos hemos ido, aquí seguimos… siempre estamos que nos vamos a ir y no nos vamos, estamos aquí… (Consuelo, 38 años, tres hijos, indocumentada, Estado de México; comunicación personal, 20 de julio de 2015).

Yo quería decir: “Vámonos para México, yo no me quedo aquí” …. Yo no comía, a mí me invadía la depresión. Yo quería decirle a mi esposo: “¿Sabes qué? Yo me voy para México, prefiero perderte, pero yo me voy”. Pero tampoco quería hacerlo sentir mal a él, culpable de todo lo que nos estaba pasando, porque pues uno cuando ellos se vienen para acá, se le cuelga una del pescuezo que se quiere venir y luego… nunca me interesó [aprender inglés], de verdad, porque yo siempre en mi mente era regresarme para México. Me decía mi esposo: “Aguántame 15 días y te mando para México”. Porque yo sí me quería ir luego luego, no me gustó a mí Estados Unidos. Y esos son 15 días que todavía no llegan…ya van a ser 15 años… porque es duro…

Entrevistadora: ¿Y sigues deseando irte a México?

No, ya no. El cambio es que mis hijos ya crecieron, mis hijos ya se están estabilizando aquí, ya tengo una hija casada, con mexicano también, pero ya sus niñas ya se están acostumbrando a esta vida, y mi hijo está estudiando y también dice: “Mamá, yo para México no regreso” (Gloria, 48 años, tres hijos, casada, documentada, Guanajuato; comunicación personal, 3 de marzo de 2015).

La tensión entre la adaptación al nuevo modo de vida en Estados Unidos y el deseo de retornar al hogar acaba siendo, más que un impedimento real, el cierre o apertura de fronteras subjetivas ( Marte, 2008 ). Al respecto, las familias no se ubican de manera clara ni definitiva en ninguna de estas dos posturas (adaptación o retorno), sino que se inclinan hacia uno u otro lado en correspondencia con determinados momentos o situaciones vividas, entre ellas de manera muy clara la edad de los hijos e hijas. Es importante destacar este proceso ya que nos permitió vislumbrar un discurso más nostálgico entre quienes, por su estatus migratorio de indocumentados, no habían visitado México por largo tiempo o en ninguna ocasión desde su llegada a EE. UU., que entre quienes podían ir y venir de forma más fácil y segura. En el caso de las personas migrantes con lazos de pareja y/o con hijos, la nostalgia por el país de origen emerge como un recuerdo agridulce que se diluye al balancear los costos pragmáticos y subjetivos del regreso a México o la permanencia en EE. UU.

De esta manera, se prefiere mantener un sufrimiento relativo y subjetivo al estar lejos de la familia, del hogar o del país de origen, a cambiar la vida cotidiana y retornar a un espacio que ha cambiado y que ya tampoco es el mismo que cuando migraron. La añoranza por el sabor de los platillos orienta y moviliza las prácticas alimentarias; sin embargo, existen otros factores que alteran los hábitos tales como las preferencias de los hijos y la disponibilidad de los ingredientes. Sin duda las costumbres, las festividades y lo culinario se ven reinterpretados por la nostalgia y alimentados por la identidad nacional, pero también por la apertura a nuevas posibilidades culturales fomentadas por los hijos o las redes de apoyo.

Resulta interesante señalar las nuevas formas con que las mujeres migrantes cuentan para, a partir de reconocer sus condiciones particulares económicas y de estatus migratorio, reformular lo que consideran sería su proyecto de vida ideal:

Si yo tuviera papeles y dinero, me gustaría ir a México al menos dos veces al año, visitar a la familia allá y regresarme para estar con los hijos acá. Así veo mi vida: dividida entre los dos países… (Micaela, 35 años, dos hijos, separada, indocumentada, Morelos; comunicación personal, 8 de octubre de 2016).

Yo quisiera ser como tú (se refiere a la entrevistadora y primera autora de este texto) que puedes ir y venir cuando quieras. Yo, como tengo papeles, puedo hacerlo, pero no tengo tanto dinero… Así lograría tener lo bueno de los dos países, estar aquí y allá, eso sería lo ideal… (Olga, 50 años, tres hijos, casada, documentada, Oaxaca; comunicación personal, 10 de octubre de 2016).

El (sin) sabor

Uno de los elementos que los entrevistados más añoran es la comida. A pesar de poder conseguir casi todos los ingredientes para preparar platillos mexicanos, curiosamente la diferencia siempre se encuentra en el sabor. Si bien el énfasis del estudio en los hábitos alimenticios propició un diálogo en torno a los alimentos y a los imaginarios elaborados en torno a ellos, es un hecho que los sentimientos nostálgicos aparecían con mayor carga emocional al hablar de la alimentación. Las escenas de representación de la comida están compuestas por lugares, tiempos, recuerdos familiares, platillos, sabores e incluso las marcas comerciales de los ingredientes. Lo que se consume transmite un mensaje de reapropiación de la cultura nacional que invita al comensal a recuperar, por medio de rituales, los sentidos de identificación, familiaridad y pertenencia.

La enumeración de comidas típicas (tamales, mole, arroz, pozole) que las personas asociaban con el pueblo, el rancho, la ciudad o la región de origen desdibujaba en sus narrativas las distancias temporales y geográficas. A un nivel más íntimo, los sabores se identificaron con la sazón de su hogar y particularmente con las figuras femeninas encargadas de la preparación de los alimentos, que creaban la sensación de estar en casa.

Los calificativos en torno a la idea de la comida mexicana en la nostalgia remiten a lo natural, fresco y, por consiguiente, más saludable. Por el contrario, la comida congelada se simboliza como ajena a los valores culinarios mexicanos. Los platillos y la socialización alrededor del acto culinario vinculan de forma específica a cada historia familiar y regional. La experiencia base, en este caso, formula la imposibilidad de consumir alimentos en conjunto con la familia, hecho que se vuelve relevante para las narraciones nostálgicas.

Desde hace 26 años yo mantengo toda mi dieta mexicana y saludable… y sigo cocinando como lo hacía mi mamá y mi abuela (Martha, 68 años, una hija, casada, documentada, Yucatán; comunicación personal, 4 de noviembre de 2015).

Cuando yo dejé México todo era natural. Ahora quién sabe… ya son 16 años (Juana, 38 años, tres hijos, casada, indocumentada, Sinaloa; comunicación personal, 15 de octubre de 2016).

La carne, de hecho, allá va uno a la carnicería y la agarra fresca; a veces acaban de recién matar al animal y es fresco, como las vacas, el puerco, todo es fresco allí. El pollo lo engorda uno en la casa y se lo come. Y aquí no, aquí todo es… el pollo congelado. Todo tipo de carne es congelada; el queso no es fresco… (Benito, 36 años, un hijo, unión libre, indocumentado, Oaxaca; comunicación personal, 22 de agosto de 2015).

Yo crecí en el rancho y mire… si vamos a hacer tortilla acá es de Maseca, es de harina, y allá no; allá usted va al molino y le muelen su masa fresca… es mucha la diferencia de comerse una tortilla de Maseca a una tortilla de maíz… (Gloria, 48 años, tres hijos, casada, documentada, Guanajuato; comunicación personal, 3 de marzo de 2015).

A veces sí se extraña la comida de allá de México; en sabores… hay parecido, pero no sé… comía más sabroso allá (Julián, 30 años, sin hijos, casado, indocumentado, Ciudad de México; comunicación personal, 6 de octubre de 2015).

Una está acostumbrada al chilito, a que sepa rico. Lo que es el Thanksgiving, el día del pavo, que se celebra aquí ahora en noviembre, pues les sobra bastante, porque ellos cocinan cantidad… yo no digo no y si tiene un poquito de sal sí me lo como (Consuelo, 38 años, tres hijos, indocumentada, Estado de México; comunicación personal, 20 de julio de 2015).

Cuando vivíamos allá en el rancho, almorzábamos todos en familia… al medio día llegaban los niños de la escuela y comíamos todos juntos, en la noche cenábamos y ya estábamos todos juntos. Y aquí no. Nunca se va a poder, solamente cambiando de trabajo… (Juana, 38 años, tres hijos, casada, indocumentada, Sinaloa; comunicación personal, 15 de octubre de 2016).

Yo sigo mi tradición, la mera verdad. A veces uno sale a comer o compra aquí comida americana o algo, pero casi no… yo siempre estoy cocinando. Será mucho que comamos una vez por semana fuera o el fin de semana… hoy cociné un caldo de res. Somos mexicanos, la mera verdad (Gloria, 48 años, tres hijos, casada, documentada, Guanajuato; comunicación personal, 3 de marzo de 2015).

Nosotros hacemos pozole a veces por nostalgia… pero es más fácil hacer enchiladas o chilaquiles y también se consiguen más fácil los ingredientes (Sofía, 32 años, sin hijos, unión libre, documentada, Michoacán; comunicación personal, 5 de agosto de 2016).

Las prácticas alimentarias de las y los entrevistados se han transformado tanto en el espacio doméstico como en el público. En las cocinas es posible observar la incorporación de nuevos ingredientes y utensilios, así como diferentes ciclos de comida en relación con los tiempos laborales y escolares de los miembros de la familia. La idea de mantener una dieta mexicana saludable y por ello sentirse parte de México sostiene, de forma simbólica, una resistencia cultural fomentada principalmente por quien prepara los alimentos.

No obstante, el consumo de alimentos chatarra es una práctica habitual que se justifica porqué a los hijos “se les antoja”. El antojo, que puede ser descrito como un deseo que mezcla lo físico, lo emocional y lo nostálgico, aparece en las narraciones en dos sentidos: como un espacio de deseo y como negociación cultural. La importancia de entender por qué se reproducen hábitos culinarios familiares o por qué se elaboran rupturas, tiene que ver con que dichos alimentos posicionan a los sujetos como parte de comunidades a través de las relaciones de comida.

El abandono de este referente cultural puede significar la desestabilización del sí mismo dentro de un patrón alimentario. Por lo tanto, las referencias a la comida denotan un sin sabor cotidiano que no se recupera ni agregándole “chilito” al platillo. Como señala Marte (2008, p. 40) : “Este gusto culturalmente producido de la comida parece ser aprendido, no a través de los propios alimentos, sino a través de eventos contextuales que marcaron emocionalmente determinadas sustancias y productos básicos”.

La ruptura con lo cotidiano remite a las ocasiones especiales: las festividades culturales compartidas, como las navidades y Día de Muertos; las celebraciones nacionales mexicanas o estadounidenses y las de carácter personal como cumpleaños, bodas y quince años, entre otras. En estos espacios, la sensación de estar en casa se acentúa por el significado que adquiere para quienes concurren a ella. La socialización y las formas de reunión, la comida y bebida que se consume, e incluso el tiempo que debe durar una celebración, generan también tensión cultural y los sentimientos de nostalgia se vuelven más evidentes.

Gloria: Se va uno conociendo… Yo llegué primero y yo no salía, yo de mi trabajo a mi casa… pero poco a poco uno va conociendo a otros y…

Olga: …ahora tenemos amigos ecuatorianos, nicaragüenses, costarricenses, dominicanos y de otros lados. Ya estamos más integradas… pero con la misma raza, yo casi no he ido a fiestas de gringos, como les decimos…

Gloria: … y es que no se siente el ambiente… una vez yo fui y le hablé a mi comadre que también iba a ir y llegamos… ¡Ay doña! pura gente americana y óigame ¿usted sabe las cositas que hacen para comer? Ellos no gastan como nosotros en las fiestas…

Olga: … y luego son fiestas que sólo duran dos horas y ya una tiene que irse… A lo mejor no nos hemos todavía integrado, pero nuestras fiestas son mejores…

(Gloria, 48 años, tres hijos, casada, documentada, Guanajuato; Olga, 50 años, tres hijos, casada, documentada, Oaxaca; comunicación personal, 24 de agosto de 2015).

Los días festivos, como las navidades, los pasamos con los más allegados… En realidad, en vez de pasártela con la familia, aquí lo que hacemos es pasárnosla con los amigos, que están como nosotros, solos y sin sus familias… Pero no es lo mismo compartir con la familia que ir a compartir con ellos… aquí sí se hace comida, no voy a decir que no, pero comida ya más americana que mexicana (Cecilia, 31 años, tres hijos, unión libre, indocumentada, Tamaulipas; comunicación personal, 3 de septiembre de 2015).

CONCLUSIONES

Durante el proceso de movilidad, la nostalgia aparece en la narrativa de forma simple y romántica mediante la comparación de los sentimientos actuales con relación a lo vivido durante el proceso de transición de un hogar a otro. Los procesos migratorios conllevan experiencias de pérdida por dejar en el lugar de origen familia y redes primarias de apoyo, al tiempo que se da el fortalecimiento de nuevas redes que posibilitan la trayectoria e instalación en el lugar de destino. Asimismo, opera un desplazamiento que se significa bajo la idea de sacrificio y que instala, también, la promesa de que en el futuro las cosas serán mejores. Las narraciones sobre estos procesos se encuentran cargadas de sentimientos ambivalentes generados tanto por la distancia con el lugar de origen, como por el deseo de construir nuevos espacios personales, relaciones de reciprocidad y cumplimiento de las expectativas y del proyecto de vida que causó la movilidad, sentimientos ambivalentes que alternan la nostalgia reflexiva y la productiva.

En las narrativas, la nostalgia fluctuó claramente en tres sentidos: la añoranza al sabor (de la comida y de la vida), a las relaciones familiares y tradiciones en el hogar, y a las percepciones sobre el tiempo cotidiano. La elaboración de un discurso romantizado sobre las épocas y lugares vividos en la infancia, la evocación al país y la cultura, las tradiciones y las celebraciones, evidencian que la nostalgia simple es experimentada con mayor frecuencia. El deseo de retornar al hogar idealizado fue una constante dentro del discurso, si bien hay también el reconocimiento de la imposibilidad de hacerlo y múltiples aspectos que muestran la aculturación y las ventajas del nivel de ingreso y crianza de los hijos en Estados Unidos.

En cuanto a la nostalgia reflexiva, los sentimientos ambivalentes hacia las situaciones en ambos países dan cuenta de una narrativa más elaborada y reflexionada sobre las expectativas que tenían al salir de México y cómo se han transformado durante su estancia en Estados Unidos. Asimismo, el contacto con personas de diferentes nacionalidades en el ámbito escolar o laboral y el acceso a la comida proveniente de otros países, transforman las convicciones culturales cotidianas.

Por otro lado, el estilo de vida americano también genera tensiones y tiende a modificar los imaginarios y las experiencias nostálgicas en función de la edad, el sexo, el estatus migratorio y la ocupación. Sin duda, estos marcadores estructuran de forma diferencial las relaciones con el pasado y las posibilidades nostálgicas existentes, dando paso a la nostalgia productiva que implica la elaboración del duelo por lo dejado en el país de origen, la paulatina adaptación al lugar de destino y la reformulación del proyecto de vida.

La nostalgia entonces, como una experiencia afectiva valiosa, es un objeto de estudio que nos permite comprender de qué manera las personas móviles participan en el proceso dinámico y complejo de reconstrucción del hogar en el lugar de asentamiento. El interés por indagar sobre ella en la vida cotidiana fue por ser un lugar de memoria con fuertes cargas emocionales (Javeau citado en Lindón, 2000 ), así como fuente de evocación de significados específicos ligados a situaciones vividas por las personas en diferentes escalas espacio-temporales. Si bien las estructuras sociales y culturales de la memoria orientan el proceso de la nostalgia y nos permiten entrever patrones de nostalgia en determinados temas, es importante no olvidar que la memoria individual las significa de formas particulares.

La nostalgia como concepto es así un constructo heterogéneo conformado por elementos diversos que se entretejen y configuran distintas maneras de añorar. Debido a esto, se reconoce la imposibilidad de comprenderla de manera unívoca y totalizante. Por el contrario, se encontraron formas múltiples de expresiones de nostalgia al interior de la narrativa migratoria y ciertas lógicas culturales que sostienen y reproducen la variedad de ésta. Para finalizar, es necesario recordar que los movimientos de la nostalgia están en constante reinterpretación y que así como las condiciones políticas, económicas y sociales son extremadamente cambiantes por la globalización, nociones sobre la cultura y la comida se irán transformando paulatinamente por medio de las interacciones culturales individuales y colectivas, lo que modificará a su vez las emociones que el sujeto experimenta y las formas como actúa a través de ejercicios simbólicos de poder.

Entre los temas abiertos a investigación futura, consideramos importante señalar la manera en que la nostalgia adquiere nuevas texturas, escalas y tonos a partir de las tecnologías de la información y el uso del Internet, acortando distancias y creando nuevas experiencias de comunicación y vínculos. Otro aspecto significativo e importante para estudiar y profundizar, se refiere a la manera en que los elementos nostálgicos culturales tienden a reforzar o transformar patrones hegemónicos de género en las dinámicas familiares, crianza de las y los hijos, cuidado del hogar y en el ámbito laboral de las y los migrantes.

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3A decir de Laplanche y Pontalis (2004), el concepto de huella mnémica es usado por Freud a lo largo de su obra para designar la forma en que se inscriben los acontecimientos en la memoria, persisten de modo permanente y son reactivados en ciertos momentos según asociaciones simultáneas y causales.

Recibido: 14 de Junio de 2017; Aprobado: 22 de Febrero de 2018

Translator: Fernando Llanas

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