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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.9 no.4 Tijuana jul./dic. 2018

https://doi.org/10.17428/rmi.v9i35.513 

Artículos

El retorno a la tierra del origen: Pertenencia en argentinos con doble ciudadanía residentes en Milán

Return to the Land of Origins: Sense of Belonging in Argentine Dual-Citizen Immigrants Residing in Milan

María Nazaret Serra Busaniche* 

*Universidad Nacional del Litoral, Argentina, mariaserra78@gmail.com


Resumen

El artículo analiza la construcción de pertenencia de los inmigrantes residentes en Milán que son considerados ciudadanos de retorno por el Estado italiano. Específicamente, el estudio describe las fronteras políticas y culturales que enmarcan sus experiencias de pertenencia hacia uno o más Estados. Para ello, se realizaron entrevistas a inmigrantes provenientes de Argentina con las dos nacionalidades y residen en la mencionada ciudad italiana. Así como en un Estado que, a pesar de ser escenario de inmigraciones masivas y diversificadas, sigue otorgando la ciudadanía por Ius sanguinis y donde sólo unos pocos inmigrantes –como los de doble ciudadanía que se abordan en el estudio– pueden establecerse sin restricciones y, en consecuencia, considerarse miembros.

Palabras clave: doble ciudadanía; fronteras culturales; fronteras políticas; inmigrantes argentinos; Milán

Abstract

This article describes how immigrants in Milan, who are considered citizens of return in the Italian state, develop a sense of belonging to one or more nation-states. The study describes the political boundaries and the cultural boundaries that frame their experiences. For this purpose, immigrants from Argentina who are dual citizens and reside in Milan are interviewed. In recent decades, Italy has become a place of mass immigration; however, it continues to grant citizenship through ius sanguinis. This means only a few types of immigrants (as dual citizens) have unrestricted access and perceive themselves as a member of the state.

Keywords: double citizenship; cultural boundaries; political boundaries; Argentinian immigrants; Milan

Introducción

El Estado italiano considera ciudadano de retorno ( Ministero degli Affari Steri, 2016 ) a todo aquel ciudadano de ese país que restablece domicilio en su propio ámbito territorial después de residir en el extranjero por más de 12 meses. Esta condición, asociada a quien vuelve a su lugar de nacimiento luego de una migración, también la encarnan los argentinos con doble ciudadanía residentes en Italia estudiados en este trabajo. Quienes, a pesar de haber nacido en Argentina, han podido ingresar 1 y establecerse de forma legal en el territorio europeo en donde nacieron sus antepasados.

El número de argentinos con doble nacionalidad migrantes en Italia no representa un porcentaje significativo en relación con otras presencias extranjeras. Sin embargo, se considera relevante indagar en el modo como construyen pertenencia, en tanto inmigrantes “privilegiados” ( Mera y Halpern, 2011 ) en un Estado que los asume como miembros por derecho de sangre, mientras que cierra el ingreso a su círculo de pertenencia a la mayor parte de quienes arriban de otros países.

A lo largo del presente estudio, la construcción de pertenencia, se concibe como el proceso de reconocimiento práctico y de significación de la propia membresía hacia uno o más Estados nación. En tanto proceso, se presenta como experiencia dinámica, estratégica y cambiante producida entre diferentes tipos de fronteras. En particular, se observan dos de ellas: política y cultural. La primera se encuentra ligada a la posesión del estatus de doble ciudadano y la segunda al conjunto de significados que enmarcan las experiencias analizadas.

Migraciones internacionales y retorno

A lo largo del siglo XIX y principios del XX, alrededor de 52 millones de personas migraron hacia América desde Europa. De los 11 millones de personas cuyo destino fue América Latina, la mitad se dirigió hacia Argentina ( Comisión Económica para América Latina y el Caribe [ CEPAL], 2006, p. 82 ). Allí, de acuerdo con los datos recogidos por los primeros censos realizados, la población extranjera aumentó rápidamente y pasó de 12 por ciento en 1869 a más de 30 en 1914 ( Germani, 1968 ). En ese proceso, los inmigrantes italianos –en tanto fueron los más numerosos– 2 tuvieron un lugar destacado en la consolidación del Estado nación argentino, a pesar de que no eran la corriente migratoria deseada por las autoridades de entonces. 3

Si bien los migrantes siguen siendo un componente estructural de diversas demografías nacionales y mercados laborales, existen diferencias entre las migraciones pasadas y presentes. No sólo en relación con los lugares de proveniencia y de destino, también porque quienes migran en la actualidad no llegan a naciones nuevas en proceso de consolidación, sino que se incorporan a sociedades que se encuentran fuertemente estructuradas ( Pellegrino, 2003 ).

En este marco, las políticas restrictivas de admisión proliferan al mismo paso que aumentan las corrientes irregulares. Las que, en su mayoría, se concentran en ciudades multiculturales que experimentan dificultades de integrar económica, social y culturalmente a los recién llegados. En ese mismo contexto, a manera de contraste de lo anterior, se desarrollan otras formas migratorias centradas, por ejemplo, en el retorno con doble ciudadanía.

Según la bibliografía especializada, los inmigrantes entrevistados forman parte de lo que se denomina retorno transgeneracional. A diferencia de otros tipos de retorno –centrados en el migrante–, quienes retornan no son los migrantes sino su descendencia: hijos, nietos, bisnietos. Este sería el caso, no sólo de la migración argentina a Italia, sino también de Argentina a España, o de Perú a Japón, Italia y España, donde se aducen lazos sanguíneos y culturales para facilitar el ingreso o la naturalización ( Durand, 2006, p. 171 ).

De acuerdo con el Censo realizado por la Oficina de Estadística de la Unión Europea, en 2011, de un total de 4 800 000 personas nacidas en el extranjero que residen en Italia, 65 136 (1.3 %) son de Argentina. 4 Si bien 12.5 por ciento no tiene la ciudadanía italiana y 0.8 posee la ciudadanía de otro país miembro de la Comunidad Europea, la mayor parte (86.7 %) es doble ciudadano y, por ende, ciudadano de retorno.

Cabe mencionar que los dobles ciudadanos entrevistados forman parte del proceso emigratorio que vivió Argentina a fines de la década de 1990 y principios de 2000. Se calcula que entre 1991 y 2001 eran poco más de 600 mil los argentinos en el exterior, principalmente en Estados Unidos (20.7 %), España (17.2 %), Paraguay (10.4 %) e Italia (8.6 %) ( Calvelo, 2011 ). Consecuencia, entre algunos factores, de la recesión económica y deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores de la población ( Pacecca y Courtis, 2008 ). Los cuales emergen, como se evidencia con las experiencias que aquí se narran, como condicionantes de la búsqueda de la segunda ciudadanía y de la decisión de emigrar.

Estrategia metodológica empleada: quiénes, dónde, cuándo y cómo

El trabajo de campo consistió en siete entrevistas en profundidad a argentinos con doble ciudadanía que migraron a Italia para buscar nuevas y mejores oportunidades económicas y laborales. Al momento de su realización, los entrevistados tenían entre 25 y 45 años de edad, y entre 3 y 13 años de residencia en su lugar de arribo. Así mismo, el grupo pertenecía a la tercera y cuarta generación de inmigrantes italianos en Argentina. Las entrevistas se llevaron a cabo a lo largo de seis meses, al final de una residencia de cinco años en Milán (Italia). Seis de ellas se realizaron a amigos del entrevistador y amigos de amigos en bares, casas o espacios laborales de dicha ciudad, mientras que sólo una fue por azar y sin mediación de conocidos del entrevistador. Dada la condición compartida de migrantes y la complicidad que ello generaba, los diálogos establecidos fueron similares a los que se desarrollaban en reuniones entre argentinos. Así como –y esto fue válido para todos los casos– siempre existió una proximidad social que garantizó un acuerdo más o menos inmediato acerca del sentido de lo dicho y la coordinación en el diálogo ( Bourdieu, 1999 ).

Tomando en cuenta que el sujeto construye el mundo como objeto y se construye a sí mismo a través del discurso (Greimas y Courtés, 1979, en Lozano, Peña-Marín y Abril, 1993, p. 89 ), la entrevista en profundidad –como forma especial de conversación dirigida y registrada por el investigador ( Marradi, Archenti y Piovani, 2010, p. 192 )– fue la que permitió que cada uno de ellos pudiera relatar episodios de la propia experiencia migratoria y la vida cotidiana que consideraban significativos, en relación con las interrogantes planteadas. Así mismo, si bien se presentó como el recurso privilegiado para registrar horizontes de sentidos, también lo fue para acceder, a través de una modalidad etnosociológica, a las relaciones, normas y procesos que estructuran la vida social de los actores (Berteaux, 1989, en Kornblit, 2004, p. 17 ) entre los contextos de partida y arribo.

Doble ciudadanía y fronteras de la pertenencia

Desde los primeros reclamos por su adquisición –a mediados del siglo XIX por parte de inmigrantes europeos en distintos países de América–, los Estados percibieron la doble ciudadanía como un problema. Tanto por cuestionar el modelo clásico del Estado nación moderno: unidad de residencia, pertenencia cultural y participación ciudadana, como por promover la deslealtad, el debilitamiento del espíritu público y una vida con una doble existencia y sin patria.

Si bien, en la actualidad, algunos Estados han comenzado a considerar la doble condición como un proceso inevitable y necesario para la integración de los residentes extranjeros, la interrogante planteada en este trabajo es otra. Tiene que ver, como ya se mencionó, con la relación entre el estatus de doble ciudadano de los inmigrantes y las fronteras que enmarcan sus procesos de construcción de pertenencia en Italia. En un Estado que, a pesar de haberse transformado en escenario de inmigración masiva, mantiene y prioriza lazos culturales, económicos y político-institucionales con sus emigrantes del pasado, dejando fuera de su círculo de pertenencia a la mayor parte de los nuevos habitantes.

Para un acercamiento a las fronteras de la pertenencia, es importante la lectura de Clifford (2001, p. 66) , quien, a partir del concepto de heteroglosia que desarrolló Bajtin (1981, p. 170) en relación con el lenguaje (o lenguajes), busca pensar la cultura no como una totalidad integrada y homogénea, sino como culturas que se yuxtaponen entre sí. Una cultura es, concretamente, un diálogo creativo de subculturas, propios y extraños, y facciones diversas, así como un lenguaje es el juego interactivo y la contienda de dialectos regionales, jergas profesionales, lugares comunes genéricos, el habla de diferentes grupos de edad, individuos, entre otros. Así, la pertenencia, como parte de dicho diálogo cultural, lejos de ser un horizonte único de prácticas y sentidos, se presenta también como una experiencia constituida a partir de diferentes fronteras.

La construcción de pertenencia es, en este sentido, una experiencia dinámica, estratégica y cambiante entre diferentes tipos de fronteras. Por ello, cuando se quieren conocer los modos en los que las personas se reconocen y perciben como parte (miembros/no miembros) de un determinado espacio de relaciones, se requiere encontrar, sin abandonar el concepto de cultura y yendo más allá de sus referencias esencialistas –acerca de la cultura argentina o italiana– a los grupos de conceptos comunes, los recuerdos, las emociones y las prácticas que surgen cuando los actores interactúan regularmente en el marco de determinadas fronteras (políticas, culturales, entre otras).

Frontera política: entre el origen y los límites estatales

El estatus de doble ciudadano se constituye como una frontera política, en tanto circunscribe cuál es la línea que separa el adentro y afuera de su espacio territorial de residencia. Para ello, las instituciones, oficinas y sistemas de categorización estatales definen sin ambigüedades quién es ciudadano italiano y quién no, con el fin de acoger a los suyos en forma más eficaz y excluir a quienes no son deseados ( Torpey, 2000, p. 6 ).

Para comprender esta particularidad, es posible que sea indispensable volver, de acuerdo con el pensamiento de Carl Schmitt (2009, p. 57) , a la esencia de lo político: la distinción específica entre amigo y enemigo a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos. El enemigo, en estos términos, “es el otro, el extraño, y le basta a su esencia el constituir algo distinto y diferente en un sentido existencial” ( Schmitt, 2009 ). Esta distinción se vuelve relevante cuando en la ciudadanía es concebida como una afirmación de la comunidad que se constituye a partir de la mención y existencia de un otro.

En el relato de los actores se identifica el modo en el que construyen su pertenencia en el marco de la frontera política en la que se encuentran. La misma, como se anticipó, se concibe como aquellos límites (ciudadanía, doble ciudadanía, fronteras territoriales estatales, nacionalidad, entre otros) que definen quién está adentro o afuera de un determinado espacio relacional, identitario e histórico y que, en tanto institucionalizados en prácticas específicas que trascienden a los actores, no pueden ser objeto de su decisión.

Si venís sin doble ciudadanía corrés constantemente el riesgo de que te tengas que volver […] la única posibilidad es conseguir un trabajo rápido que te hagan un contrato. Cosa que la gente quiere evitar por lo que te decía antes de la burocracia, se puede hacer, pero nadie se quiere vincular a ese punto. Entonces (la doble ciudadanía) te da muchas seguridades, más que seguridades te da tranquilidad porque como seguro no te da nada. Tenés la tranquilidad de que no te tenés que volver por la fuerza por no haber encontrado trabajo [cursivas propias]. El que quiere se puede quedar, pero en teoría queda ilegal y si después tiene que hacer un contrato también es complicado. Y le genera al dador de trabajo siempre un problema burocrático que tratan de evitar (Antonio, comunicación personal, febrero de 2009).

La doble ciudadanía, de acuerdo con el relato anterior, distribuye en forma diferenciada la capacidad de estar tranquilo –como se afirma literalmente– en el territorio de inmigración, ya que a través de la misma se pueden evitar una serie de problemas burocráticos que, de lo contrario, aparecen como inevitables. Esto quiere decir que, a partir de la posición ocupada en relación con la frontera estatal de reconocimiento como ciudadano –y con el apoyo de un sistema legal que establece límites– se distribuye, entre otras cosas, un estado de ánimo, pues, con la doble ciudadanía, como dice otro entrevistado, “tengo que pensar en menos cosas y no tengo que estar preocupado” (Lucas, comunicación personal, mayo de 2009 ).

Los dobles ciudadanos perciben que pueden eludir las fronteras que delimitan las prácticas cotidianas de la mayoría de los inmigrantes, ya que tienen permitido, institucionalmente, permanecer sin tener que pedir permiso y sin riesgos de quedar irregulares en los términos de la legislación italiana.

Vivo tranquilo en el sentido de que no le tengo que pedir un permiso al gobierno italiano para estar acá , además no tengo que tener sí o sí un contrato de trabajo para poder estar aquí. Bueno todas las facilidades de un ciudadano más [cursivas propias] (Lucas, comunicación personal, mayo de 2009).

Cuando el entrevistado indica que es un ciudadano más, en términos de posibilidades, habla de una idea de nosotros creada institucionalmente. El Estado, en tanto foco de identidad colectiva, logra que sus miembros se perciban como un grupo que comparte ciertos rasgos. En este caso, los inmigrantes estudiados no sólo se perciben dobles ciudadanos, sino también (como se verá posteriormente) como europeos. “(En referencia a la doble ciudadanía) Sirve para lo que te dije. Sirve para poder planear la posibilidad de trabajar y vivir como europeo [cursivas propias]. Lo que de otra forma no lo tienes, cambia mucho la cosa si se tiene o no se tiene la ciudadanía” ( Pablo, comunicación personal, marzo de 2009 ).

En la medida que la legislación reguladora de la ciudadanía de la Comunidad Europea concibe que “todo aquel que posee la nacionalidad de un Estado miembro es, al mismo tiempo, ciudadano de la comunidad que los aúna” ( Unión Europea, 2004 ), se reproduce no sólo una autopercepción como miembro de un territorio nacional de referencia, también de un grupo de Estados. En este marco emerge la noción de “ciudadanía anidada o nested citizenship” ( Faist, 2007 ), en donde la ciudadanía trasciende el vínculo que une a un Estado con una única nación, en tanto puede articular diferentes escalas de autoridad política, identidades sociales y pertenencias.

Los actores, de acuerdo con las condicionantes establecidas por las ciudadanías anidadas, perciben la membresía supranacional propia o ajena. Sobre todo cuando hacen referencia a las posibilidades, límites y ausencia de problemas que establecen dichas fronteras para la circulación y estabilización de ciertos migrantes:

Eso me abrió muchas puertas en el sentido laboral, en muchos aspectos me abrió muchas puertas [...] O sea que la doble ciudadanía además del aspecto laboral, me abrió también las puertas de otros países como tenemos la Unión Europea, yo puedo ir a cualquier parte de la Unión sin tener ningún problema, de entrada ni de nada [cursivas propias]. Eso para mí tiene mucho valor, más allá del sentido laboral (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

Para quienes cuentan con doble ciudadanía, la pertenencia también aparece asociada a la distribución de los recursos disponibles. En particular, frente a la crisis del modelo de bienestar –que se evidencia, entre otras cosas, en la construcción de los inmigrantes como una amenaza a la distribución de los recursos comunes– la propia membresía puede dar voz a dicha tensión. Por ejemplo, la doble ciudadana citada en este trabajo, se posiciona en su condición de ciudadana y, al mismo tiempo, se desliga de su experiencia de vida como inmigrante; dado que, según el punto de vista los inmigrantes, el problema lo conforman aquellos que usufructúan lo que debería ser propio como miembros del Estado.

Lo que pasa es que en algunas situaciones tienen los mismos derechos los que son ciudadanos de los que no lo son. Y eso te da bronca […] Eso se refleja en el momento político que está viviendo Italia, en donde la inmigración es un problema. Y yo pienso pero “yo soy italiana” y eso te hace sentir mejor en algunas situaciones . A mí me está pasando eso ahora con algunos problemas en la escuela de la nenas, donde no hay lugar, y yo me pregunto si es un derecho mío, por qué yo no tengo lugar que otra gente tiene [cursivas propias]. Por un lado está bien, pero primero se tiene que saldar la situación de los que son ciudadanos (Andrea, comunicación personal, febrero de 2009).

De acuerdo con los relatos, la experiencia migratoria cambia si se tiene o no la doble ciudadanía. Por ello, en las historias narradas, aparecen dos mundos más o menos cerrados de acuerdo con la posesión (o no) de dicha condición legal. Específicamente, al ser doble ciudadano es posible cruzar límites, salir y entrar más o menos libremente, mientras que se imponen barreras y restricciones al movimiento y a la permanencia en el nuevo lugar de residencia a otro tipo de extranjeros.

Me di cuenta que haber venido con el pasaporte [italiano] me cambió la vida porque conocí casos de personas que no vinieron con el pasaporte , uno muy cercano, mi esposa . Con mi esposa durante los dos años que ella fue argentina, aun teniendo el permiso de residencia por estar casada con un italiano y en espera de su ciudadanía, no podíamos ni siquiera cruzar a Suiza un domingo porque después te hacían problema para entrar [cursivas propias] (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

Las personas con doble cuidadanía han tenido que ingresar a un sistema burocrático y legal que establece una serie de procesos más o menos estandarizados para la obtención de la doble identidad. Un sistema que se caracteriza por delimitar cómo y dónde es posible moverse, trabajar y relacionarse con los demás. Desde este punto de vista, el pasaporte, como vínculo práctico con un Estado nación, tiene la capacidad de materializar dicho proceso y construir performativamente una idea de nosotros. Este es el caso de uno de los entrevistados, quien, en tanto se asume a sí mismo como oriundo, se diferencia de aquellos que no tienen una misma supuesta raíz común.

En el caso del call center, por ejemplo, nadie se atrevía a decirme nada. Ellos tienen una palabra que es oriundo. Yo soy un oriundo. Soy un italiano que habla español, pero soy un oriundo, soy italiano. Con Argentina hay una relación muy de primos. Entonces no es que hay una cosa alejada. Por ejemplo se dio el caso de que la Lega Nord quería ir a Argentina a buscar personas con doble ciudadanía en vez de traer a trabajar marroquíes [cursivas propias]. Entonces dicen “preferimos a los oriundos, que son blancos y nietos de italianos que a los marroquíes que son negros y musulmanes”. Por eso te digo que para nosotros es mucho más fácil, aún siendo argentinos (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

La pertenencia, según sus parámetros –que se ligan a los criterios de transmisión de la ciudadanía basados en el Ius sanguinis– se asocia al origen común y compartido con quienes son miembros del Estado italiano. Se relaciona con el hecho de compartir una ascendencia, un color de piel y una religión, pero no se le asocia a un lugar de nacimiento y/o la lengua hablada. Sin embargo, en tanto concibe las reglas bajo las cuales se transmite la ciudadanía de manera compleja y conforme con su condición dual, luego presenta otra posición:

Para ser ciudadano primero hay que tener los papeles de ese país. Yo, si bien en este momento no tengo el pasaporte argentino, porque desde que tengo el italiano no lo renové nunca más, me siento ciudadano argentino. No es que necesito ese papel para ser ciudadano argentino. Yo creo que si uno es ciudadano de un país, independientemente del lugar en el que uno se encuentre uno está representando por lo que ha vivido, digámoslo así, durante tiempo [cursivas propias] (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

Para el doble ciudadano entrevistado, ser italiano aparece como una cuestión de genealogía y descendencia. Luego, y sin evidenciar contradicción, como una realidad meramente burocrática. Posteriormente, cuando hace referencia a la ciudadanía argentina –a diferencia de la italiana– considera que sí tiene que ver con el tiempo vivido en su país de nacimiento y no con la posesión de ciertos papeles. Esto genera una tensión entre dos construcciones interiorizadas de pertenencia, una asociada a la nacionalidad cívica, es decir a una comunidad política y social que depende de cierto marco legal y burocrático, la otra, en cambio, a una nacionalidad étnica que hace referencia a una cultura y vivencias compartidas.

Frontera cultural: lengua y memoria

Para este análisis se tomó en cuenta el concepto de cultura de Geertz (2003, p. 133) : “la urdimbre de significaciones atendiendo a las cuales los seres humanos interpretan su experiencia y orientan su acción”. En este marco, la doble ciudadanía también se constituye como una frontera cultural que delimita el modo como los actores construyen pertenencia. Algunas de las dimensiones que forman parte de esta frontera pueden ser la lengua y la memoria. Por ello, se analiza, en primer lugar, el papel que cumple la lengua en la construcción de identificaciones, diferencias y jerarquías. Posteriormente, desde una dimensión temporal, se indaga acerca de la memoria como estructura conectiva entre lo individual y grupal (familia, nación, generación, etc.) y como parámetro de identificación/diferencias presentes.

La lengua

Se trata de un un elemento central para entender las fronteras culturales que delimitan la pertenencia. Se trata de un producto creado (y recreado) por las experiencias individuales y sociales desarrolladas en un determinado contexto y, como tal, una dimensión de análisis relevante en la búsqueda de conocer cómo se percibe cada uno (con su propia lengua materna y/o segunda lengua aprendida) en relación con un territorio estatal que define a una de ellas (o varias) como oficial.

Los actores hacen constantes referencias a la lengua propia o aprendida y a las palabras utilizadas en la cotidianeidad migratoria, específicamente cuando narran sus experiencias diarias en relación con el tipo de uso que hacen de la misma, reflejan no sólo un modo particular de relacionarse con los otros, sino también de experimentarse a sí mismos como miembros de una comunidad lingüística.

La lengua, además de construirse como espacio de comunicación e identificación con los otros, establece procesos de diferenciación y jerarquización. Tanto, que entre los entrevistados se encontró que la lengua se menciona una y otra vez –a manera de rasgo característico de la presencia migratoria en el nuevo contexto– como elemento de diferenciación. En concreto, en los intercambios comunicativos emergen marcas de la propia lengua. “Ni bien digo una palabra se dan cuenta de que soy extranjera y lo voy a seguir siendo”, señala Andrea ( comunicación personal, febrero de 2009 ), la que, si bien tiene doble ciudadanía, hace referencia a su situación de extranjería debido al modo de hablar. Lo mismo sucede con Lucas, quien no sólo se encuentra con la diferencia lingüística entre su primer y segundo idioma, sino también entre variantes regionales de este último.

Cuando llegué acá me sentí muy mal porque llegué al Veneto […] Ahí la gente tiene un acento distinto del que tienen acá en Lombardia y desde mi punto de vista la gente también es un poquito más cerrada. Si yo digo “casa”, es como que no te entienden. Te dicen ¿cosa? Y ahí lo repetís y te dicen “ahhh cassa”. Y así desde el policía hasta la cajera del supermercado […] eso me llevaba a sentir que no sabía nada o por lo menos mucho menos de lo que yo quería saber [cursivas propias] (Lucas, comunicación personal, mayo de 2009).

Con respecto a las jerarquías del habla, el entrevistado hace una distinción valorativa entre aquellos que no dominan la lengua del lugar en donde se encuentran y aquellos que tienen la capacidad de comunicar, ya sea en la lengua oficial como en otras lenguas (sobre todo el inglés).

Sí creo que lo que hace a una diferencia es el dominio del idioma. Mejor podés dominar el idioma del país en el que estás, más eficiente se hace tu comunicación. Por lo tanto, podés comunicar con más personas y mejor. Eso acerca mucho. Es como una proporcionalidad. Y cuando no tenés un dominio no muy bueno del idioma, y estás con gente que está acostumbrada a viajar y a estar en contacto con gente que ha estado en muchos lugares y que habla otros idiomas y quizás usan un tercer idioma que haga de puente entre el idioma de cada persona en particular. Ahí no hay problema. Pero si te encontrás con personas que han vivido en una realidad muy nacionalista o pequeña, de fronteras no muy anchas ni extensas, es como que si no sabés hablar o te equivocás, aleja [cursivas propias] (Lucas, comunicación personal, mayo de 2009).

La lengua (o lenguas) aparece como puente entre el lugar habitado y el mundo y, en este esquema, subyace una escala de valoraciones en la que, a mayor cantidad de lenguas, mayor capacidad de integración y apertura al mundo (y viceversa). Otro aspecto que surge de las entrevistas es la asociación entre recursos e intercambios comunicativos. Por ejemplo, se asume, por un lado, la relación que existe entre capacidades lingüísticas y otro tipo de capacidades (comunicativas, laborales, entre otras) y, por otro, entre recursos lingüísticos en acto y reconocimiento por parte de los otros que allí habitan. Lo cual puede indicar una mayor o menor pertenencia o apreciación de los recursos para pertenecer al nuevo contexto.

Sin embargo, entre los entrevistados no existe una evocación presente de la lengua como un recurso que es necesario dominar para asimilarse. Por el contrario, aparecen referencias a la adaptación, a la practicidad y a la mejor comunicación (en donde no es necesario negar u omitir la propia lengua). Es decir, no se evidencia una necesidad de ser como los otros, sino de realizar intercambios eficaces y socialmente significativos con ellos.

Si bien se pueden experimentar sentimientos de pertenencia hacia un grupo sin poseer el código de comunicación que lo caracteriza, la lengua permite –a quienes han desarrollado competencias bi o multilingües– entrar (no necesariamente sintiéndose parte) en distintos mundos de sentido. En cuanto a la sensación de familiaridad a la que remiten ciertas lenguas, uno de los entrevistados cuenta:

Cuando voy a comer a restaurante argentino. No voy seguido porque cuesta muy caro […] Cuando estaba ahí me sentía un poco más argentino. El mozo también era argentino, entonces podías cruzar alguna palabra en español con el acento de argentina, no de España o de otro país. Entonces te sentís como en casa [cursivas propias] (Lucas, comunicación personal, mayo de 2009).

La memoria

Como relato en el presente de un pasado compartido, la memoria es otro de los ejes de análisis a considerar en las fronteras culturales que delimitan los procesos de construcción de pertenencia. Las costumbres, eventos familiares o históricos permiten, además de vislumbrar las marcas de una historia experimentada como grupo, generar procesos de identificación con otros actores con los que se comparten círculos temporales y territoriales que no son cercanos.

En tanto experiencia intersubjetiva, la memoria individual se encuentra en el interior de la frontera cultural. La cual, no sólo enmarca los recuerdos compartidos como grupo (familiar, generacional o nacional), sino también liga, a través de una “estructura conectiva” (Assmann, 1997, en Fabietti, 2000, p. 146 ) a los actores entre sí para que puedan pensarse como un nosotros. Al respecto, uno de los entrevistados evoca las migraciones italianas en Argentina como elemento que establece el origen de los argentinos:

Mi abuela decía algunas palabras en italiano, pero bromeando, para hacer un chiste o cuando se enojaba . No hablaba directamente italiano. En el aire estaba el vínculo, si se quiere sutil, con Italia en la casa de mi abuela. Siempre se hablaba de los antepasados o de cosas por el estilo. También estaba en la comida que era básicamente italiana. Creo que casi lo mismo que en todas las familias argentinas. Siempre hay algún origen italiano, por algún lado está [cursivas propias] (Lucas, comunicación personal, mayo de 2009).

Sin embargo, dado que la memoria es un proceso de reconstrucción y no de reproducción, el olvido –como señaló Renán (2010) a fines del siglo XIX– juega un papel central. Si bien su pregunta gira en torno a qué es lo que define y caracteriza a una nación, sus palabras acerca de la misma, como un alma, permiten entender cómo en la construcción de la memoria como grupo, lo no dicho, lo que se omite y olvida, juega un papel central.

En el marco de los olvidos, aparece, entre los entrevistados una serie de referencias al argentino en general que, por omisión, dejan fuera de la nominación aquellas realidades no incluidas en las mismas. Por ejemplo: “siempre hay algún italiano, por algún lado está”, “el origen étnico de la población argentina de Santiago del Estero para abajo es tendencialmente europea” ( Lucas, comunicación personal, mayo de 2009 ); “El argentino en general es católico […] el argentino es un italiano más” ( Andrea, comunicación personal, febrero de 2009 ); “nosotros los argentinos tenemos la suerte de que no tenemos la cara del jujeño, 5 no por hablar mal, o sea, tenemos la carita un poco más de europeo” (Roberto, comunicación personal, enero de 2009). De esta forma, a través de un conjunto de ideas acerca de lo que es el argentino o cómo se percibe por otros (en el marco de su historia), se va constituyendo una lectura hegemónica de hablar acerca de la identidad argentina.

Además de la nación o grupos de referencia cercanos como los anteriormente mencionados, otra comunidad de la memoria es la familia. El grupo familiar no sólo crea y mantiene su propia memoria, sino que también asegura su cohesión y continuidad, pues reproduce tradiciones, secretos y particulares eventos familiares. Esta memoria familiar –objetivada por medio de viejas cartas, fotografías o rituales– es sostenida en los recuerdos de los relatos familiares. En el caso de los entrevistados, la familia, como una comunidad de memoria, aparece en objetos que remiten a dicha unidad. Un viejo baúl, por ejemplo, que más allá de terminar en la basura se presenta para quien narra como el nexo entre el pasado y el presente migratorio:

Hicieron una escala en Brasil, donde casi pierden el baúl, porque según lo que le contó mi abuelo a mi padre vieron bajar el baúl en el puerto de Brasil cuando ellos todavía no habían terminado el viaje. Un poco como nos pasa hoy con las maletas, las valijas (cambia de término). También en esa época se perdían los baúles, eran baúles de madera. Ese baúl lo llegué a conocer, después terminó en un asado [cursivas propias] (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

Dicho nexo con el pasado aparece también en el encuentro o referencia a lugares que remiten a antepasados, en particular, espacios geográficos, institucionales o identitarios que, en el propio relato, unen la experiencia pasada con la presente.

Fui a conocer el lugar de donde eran mis antepasados. Los tres pueblos . Uno en el Piamonte, donde incluso vi que están los apellidos en los negocios y esas cosas. […] Incluso cuando vinieron mis padres los llevé, a mi mamá a visitar el pueblo de sus abuelos y a mi papá a ver el pueblo de los suyos. Es lindo, es emocionante. Fuimos a la iglesia donde los bautizaron, hablamos con el cura quien mostró la fe de bautismo. Pensar de acá salieron, acá vivieron y te genera intriga saber si tenés algún familiar [cursivas propias]. Vale la pena (Andrea, comunicación personal, febrero de 2009).

La memoria también está asociada a los grupos generacionales. Al respecto, en los estudios de segundas y terceras generaciones de inmigrantes ( Zanfrini, 2007 , Portes y Zhou 1993 , Sayad, 2002 , Brubaker, 2001 , Kymlicka, 1997 , entre otros), muchas veces se ha buscado comprender el modo en que se mantienen (o renacen) los lazos con una tierra lejana (el lugar del que provienen sus antepasados, que en algunos casos ni siquiera conocen) y la relación de este proceso con los horizontes cotidianos de las prácticas de los actores (políticas asimilacionistas en crisis, discriminación, ausencia de horizontes laborales, entre otros). Para los actores estudiados, dicho vínculo y renacimiento de un nexo con el país de proveniencia de los antepasados –habilitado institucionalmente–, tuvo un lugar central en la decisión de la emigración y/o búsqueda de acceso a la segunda ciudadanía.

Pensá que no es una cosa que viene de familia y que en mi familia me lo hayan inculcado, soy el único . De hecho cuando hice los trámites para ser ciudadano italiano les hice firmar a mis padres porque la línea de sangre tienes que respetarla (padre, abuelo, hijo, nietos). Les hice firmar el papel para ser ciudadanos italianos sin saberlo ellos. Papá necesito que firmes ahí y me preguntaba ¿para qué es? Para mi ciudadanía. Ahí ellos no sabían que con esa firma iban a tener la suya. Cuando se enteraron ya estaba todo presentado, no me dijeron mucho pero no les gustó [cursivas propias]. No les gustó la situación (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

La generación se vuelve significativa cuando la participación de los individuos en las mismas circunstancias históricas, sociales e institucionales favorece la creación de una sensibilidad común. En el caso de los actores aquí estudiados, dichas circunstancias se vinculan a la situación económica que vivía el país en los años de la emigración y, en particular, a la dificultad de vislumbrar horizontes económicos, profesionales, entre otros. Así como a la posibilidad de adquirir la doble ciudadanía que, en términos político-institucionales, ofrecía el Estado italiano.

[La búsqueda de la doble ciudadanía] Fue una elección de la familia. Empezó mi prima y después la seguimos todos. No fue fácil, demoró. Igualmente fue antes de que todo el mundo empezara a hacer el trámite. Yo estoy acá desde el 2000 y el pasaporte ya lo tenía. Alrededor de 1995 habrá sido que iniciaron el trámite […] Tuvimos que rehacer un montón de papeles porque los documentos tenían errores en los apellidos, no coincidían […] Y al final salió. En ese momento fuimos todos juntos a firmar (nosotros somos como 15 primos). Eran 4 de los 6 hermanos de mi mamá y sus respectivos hijos. Fuimos todos en patota a firmar para tener la doble ciudadanía [cursivas propias] (Andrea, comunicación personal, febrero de 2009).

Intersección de fronteras: la nación entre lo cultural y lo político

La nación, en un contexto de interconexiones globales y reconfiguraciones de los escenarios sociales contemporáneos, se suele asumir como un concepto anacrónico para entender los procesos contemporáneos de construcción identitaria. En este marco, podría resultar un poco incómodo volver a la nación. Sin embargo, asumiendo que no existe una relación lineal y sin contradicciones entre cultura, nación, Estado ciudadanía y territorio en los procesos de pertenencia estudiados, se observa que siguen apareciendo ciertas referencias a lo nacional, ya sea sobre la frontera política que delimita el estatus de doble ciudadano, como los significados que se asocian a la doble membresía.

En el contexto migratorio en el que se encuentran los entrevistados, en particular, emergen entre ellos referencias permanentes al nosotros los argentinos como: “menos encasillados” ( Andrea, comunicación personal, febrero de 2009 ), “más flexibles y menos organizados” ( Fede, comunicación personal, mayo de 2009 ), “somos de tener amigos” ( Julia, comunicación personal, junio de 2009 ); entre las asociaciones positivas, y las negativas: “mi mentalidad de argentino donde todo es acomodo” ( Pablo, comunicación personal, marzo de 2009 ), que se ponen en juego frente a la pregunta por la diferencia con los otros autóctonos: “más protocolares” ( Roberto, comunicación personal, enero de 2009 ), “más cerrados” ( Lucas, comunicación personal, mayo de 2009 ).

De este modo, las diferencias entre los autóctonos y el nosotros los argentinos se establecen como características culturales de uno y otro grupo. Sin embargo, en algunas circunstancias las fronteras culturales y políticas de la pertenencia se confunden o mezclan, apareciendo así una tensión entre la nación, como aquellas marcas culturales compartidas y experimentadas por un grupo o bien como aquello que se encuentra definido institucionalmente desde el Estado.

En general siempre te sentís extranjera. Yo no me siento italiana . Por más de que por ahí vienen y me dicen “¡ah, pero vos sos italiana!” Yo digo que no, yo no me siento italiana. Lo mismo cada vez que voy a hacer un trámite o voy al médico me siento extranjera por más de que mi documento dice que soy italiana […] más allá de que a veces uno es más italiano que muchos italianos (por cuestiones de orígenes) y más allá de que tengo hijos acá. Yo me siento extranjera [cursivas propias] (Andrea, comunicación personal, febrero de 2009).

La identificación como miembro de un grupo se asocia a los orígenes y a la continuación de una genealogía familiar en el territorio. Y, si bien ella no se siente italiana, su descendencia y orígenes –en un contexto estatal que define la membresía de ese modo– sí lo determinan. Esta idea de origen compartido se establece como un lazo que une a los que comparten una determinada vinculación con lo nacional/estatal. Así, la misma entrevistada que señaló no sentirse italiana, sino extranjera, afirma:

Por ahí, como vivo acá, a mí me interesa saber de la política, de la historia. Siento que si soy ciudadano tengo que entender. Siempre pregunto, y por qué esto y por qué lo otro. Trato de entender. […] Y yo pienso pero “yo soy italiana” y eso te hace sentir mejor en algunas situaciones [cursivas propias] (Andrea, comunicación personal, febrero de 2009).

Es posible afirmar que las fronteras estatales inciden en los procesos de diferenciación e identificación. Siguen siendo relevantes en términos cognitivos, afectivos y políticos, ya que afectan identitariamente –como es el caso de quién se distingue de los no ciudadanos/ inmigrantes– a quienes habitan allí. De esta manera, la nación, en tanto elaboración cultural, hace comprensible que los relatos de los actores estudiados se sitúen en el umbral de contención del significado establecido al interior de una determinada frontera política, y reproduzcan no sólo límites y divisiones entre los grupos, sino también grados de cercanía/lejanía entre los mismos.

A partir de ahí conocí a su familia, estuvimos una semana parando en su casa, pasamos por casas de familia, casas de familiares. Siempre en todos lados un café, en todos lados el corazón de la gente del sur (de Italia) es muy muy grande, conocí hasta la tumba de un pariente con mi nombre. Eso es fuerte, ellos te llevan porque para ellos es importante el cementerio. Como argentinos tenemos algo de eso, pero no es tanto como aquí [cursivas propias] (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

Como se evidenció anteriormente, las referencias a lo nacional son una constante en las experiencias migratorias narradas. Dado que la definición de lo que se es se vuelve más clara frente a lo que no se es, resulta posible entender por qué dichas referencias se tematicen donde el vínculo con la diferencia es ineludible. Al respecto, una de las entrevistadas manifiesta esta relación de la siguiente manera:

En Argentina para mí no existe esa pertenencia, cada uno pertenece a su origen. Cuando se iza la bandera italiana ves un grupo de gente que se pone la mano en el pecho, se iza la bandera española y ves otro grupo de gente que se pone la mano en el pecho, se iza la bandera de Israel y ves que otro grupo se pone la mano en el pecho. Y el argentino es muy argentino afuera, en el exterior, pero en el interior no es muy argentino. A mí eso no me gusta, no me gusta el argentino que va por acá diciendo “ay, añoro el dulce de leche” y que después vuelve a su tierra y si dice “voy a ver si puedo zafar de pagar estos impuestos” [cursivas propias], “voy a ver si puedo zafar de esto y de aquello”, “me cuelgo de la línea de teléfono” (Julia, comunicación personal, junio de 2009).

La idea de ser muy argentino afuera en tanto identidad que se construye reactivamente –y que la entrevistada antes citada coloca en términos negativos–, otros la evidencian como una condición de quién pasó por una experiencia migratoria. En donde, frente a la ruptura de la pertenencia territorial única que enfrenta quien emigra, una de las respuestas posibles es “yo no me siento italiana, no me siento argentina. No me siento de ningún país” (Julia, comunicación personal, junio de 2009) y otra, como una síntesis de lo que se viene diciendo acerca de la necesidad de establecer oposiciones para identificarse: “me siento más argentino cuando estoy en Italia y me siento más italiano cuando estoy en Argentina” ( Fede, comunicación personal, mayo de 2009 ).

Se suele hablar del carácter transnacional de las migraciones contemporáneas. El estudio de las experiencias migratorias en este marco incluyen las constantes conexiones entre personas e instituciones que se encuentran en diferentes territorios. Si bien en esta investigación se buscó vislumbrar aquello que es vivido como identificación nacional, las interconexiones globales y la simultaneidad del aquí y del allí, que posibilitan el escenario de desarrollo tecnológico, hacen que la pertenencia pueda presentar también un carácter transnacional.

Podría ir para uno o para otro […] Aquí sigo a los jugadores argentinos, conozco a algunos inclusive […] pero de allí a tratar de ir por uno o por otro es difícil porque yo me siento parte de los dos, parte de Argentina y parte de Italia [cursivas propias]. Entonces cuando juegan los dos critico a los dos y que gane el mejor en ese momento. Y si meten un gol no voy a gritar más uno que otro porque si le está haciendo un gol Italia a Argentina me lo está haciendo a mí y al revés lo mismo (Pablo, comunicación personal, marzo de 2009).

Aquí no sólo se evidencia un cruce de identidades, sino también la necesidad de quienes los transitan de establecer un nexo entre las mismas. O, como dice explícitamente uno de los entrevistados: “Desde el punto de vista cultural me siento en el medio […] No me siento ni muy argentino ni muy italiano” ( Lucas, comunicación personal, mayo de 2009 ). Establecerse en el medio implica, de alguna manera, poner en cuestión la relación unívoca entre territorio, cultura e identidad constitutiva del Estado nación moderno.

Conclusión

El Estado italiano se ha transformado en las últimas décadas en escenario de migraciones de distintas proveniencias y estatus legales. Sin embargo, a pesar de tener una estructura inmigratoria masiva y diversificada, ha conservado las políticas de ciudadanía del pasado. Tanto es así, que los requisitos de ingreso a la membresía estatal siguen priorizando el círculo de pertenencia familiar en el que se encuentran los descendientes de los anteriores emigrantes. Dejando fuera del mismo y de las posibilidades que ello abre a la mayor parte de los nuevos habitantes que no poseen dicho origen.

Los relatos de los actores permitieron conocer sus experiencias en relación con la frontera política que delimita la membresía. La ciudadanía, en tanto reconocimiento como parte de un determinado contorno estatal, condiciona no sólo la pertenencia a nivel formal –y por ende define quién es o no es miembro–, sino también las posibilidades que se abren en términos prácticos, simbólicos y emocionales para quienes se encuentran dentro de dicha frontera y, contrariamente, los límites que deben enfrentar quienes están fuera. En sus propios términos, ser un ciudadano más los distingue y les otorga una serie de derechos y oportunidades a las que no pueden acceder la mayor parte de quienes arriban de otros territorios.

Con respecto a la frontera cultural, la lengua forma parte de las experiencias de pertenencia de los actores. Sin embargo, se evidencia que la diferencia entre ciudadanos y no ciudadanos, en lo que refiere a la relación entre lengua y pertenencia en el nuevo contexto, no tiene relevancia. Todos los entrevistados han relatado experiencias significativas en el nuevo escenario lingüístico que, claramente, exceden dicha distinción. Experiencias ligadas, básicamente, al hecho de ingresar a la nueva comunidad de habla a través de la segunda lengua y a una edad en la que la adquisición de la misma no puede borrar las marcas de la lengua madre (como podría suceder, por ejemplo, con un niño).

Igualmente, la lengua aparece como elemento relevante a la hora de entender la mayor o menor cercanía que se establece con los hablantes del nuevo contexto y los matices –en términos tanto de diferencias como de jerarquías– que surgen en la interacción nosotros/ autóctonos/otros. Así mismo, esta dimensión de análisis pone en evidencia que, si bien existe para los actores una diferencia que no se puede atravesar –en tanto que ninguno dice sentirse autóctono al hablar–, el mayor hincapié se hace en la capacidad de gestionar prácticamente la lengua italiana, asumiendo que en casa se refuercen los usos de la lengua del territorio de emigración.

La memoria es otra dimensión de la frontera cultural que interviene en la construcción de la pertenencia. Si bien, en un primer momento, las palabras de los actores estudiados aluden a la memoria individual, también es posible vislumbrar, a través de lo dicho, aspectos de lo colectivo. En dicha lectura, además, es posible visualizar los grupos desde los cuales se habla (familia, generación y nación) y reconocer aquellos aspectos que remiten a una historia pasada que delimita, gracias a ciertas omisiones, el modo en el que se identifican entre sí y distinguen de otros con quienes no comparten un mismo origen y lazo de sangre.

En algunas circunstancias, las fronteras culturales y políticas de la pertenencia se mezclan, y es allí donde aparece una tensión entre la nación como marcas culturales compartidas y experimentadas por un grupo, o bien como aquello que se encuentra definido institucionalmente desde el Estado. En las experiencias relatadas se observa cómo está presente la presencia de lo nacional y forma parte de la lectura de uno mismo y los otros. Así mismo, para algunos de los entrevistados, el relato de lo nacional aparece desde una lectura de lo trans, en el que la pertenencia se asume desdoblada o en el medio.

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1Más allá de haber nacido en otro país y, en muchos casos, ni siquiera haber estado previamente en territorio italiano.

2En Argentina, la migración española sólo superó a la italiana durante las dos primeras décadas del siglo XX.

3En este sentido, es importante recordar que en 1876 se sancionó la Ley de Inmigración y Colonización N° 817, que, entre otros objetivos, tendía a atraer inmigrantes procedentes del norte de Europa (Devoto, 1992; Novick, 2008). Dicha ley, en definitiva, no fue suficiente para cambiar la tendencia ya establecida.

4Una corriente migratoria menor en comparación con las de países como Rumania (16 %), Albania (8.3 %) y Marruecos (7.3 %) (Oficina Europea de Estadística [Eurostat], 2011).

5Jujuy es una provincia ubicada al norte de Argentina, lindante con Bolivia, cuya población aborigen es mayor que en muchas otras partes del país.

Recibido: 27 de Septiembre de 2016; Aprobado: 22 de Marzo de 2017

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