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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.16 no.1 Ciudad de México ene. 2009

 

El cuadro 2 presenta datos cruzados que permiten ver la distribución de las experiencias de diferentes candidatos de los tres principales partidos (los datos tratan a los candidatos de los partidos pequeños que formaron coaliciones con el PRI y con el PRD como si hubiesen sido nominados por el partido principal).4 El cuadro muestra que los tipos de candidatos nominados difieren de manera significativa según el partido. Las secciones del cuadro indican que un candidato que ha ocupado cierto tipo de puesto puede no sumar cien porque un individuo puede haber detentado (como con frecuencia ha ocurrido) más de un cargo previo. En general los candidatos del PRD poseían notablemente menos experiencia electoral que los del PAN o los del PRI. Alrededor de la mitad de los candidatos de estos dos últimos partidos habían ocupado previamente un cargo público de elección, pero la naturaleza del cargo detentado difiere entre ambos partidos. Con sus muchos años de gobierno hegemónico, más candidatos del PRI habían sido diputados locales o presidentes municipales, mientras que los del PAN obtenían con más frecuencia su experiencia electoral en los consejos municipales, como regidores. El PAN parece basarse, más que el PRI, en miembros con mayor base local y en personas nuevas en el escenario político. Al parecer el efecto es más pronunciado aún en el caso del PRD. Varios de los candidatos de este partido con amplia experiencia electoral que aparecen en la muestra son ex miembros del PRI. Esto se debe en parte a que un candidato del PRI habría obtenido su experiencia electoral en los últimos días de la hegemonía de ese partido o en los primeros años de competencia abierta, cuando los partidos de oposición tenían más dificultades para ganar las elecciones.

Algo nuevo en el sistema político mexicano es el dramático y rápido declive del dominio que ejerce el PRI sobre los sindicatos. Durante décadas, los sindicatos mexicanos estuvieron controlados y cooptados por el partido gobernante. Dado que eran uno de los principales pilares de apoyo del partido, el PRI contaba con los sindicatos para que organizasen y enviasen a los votantes (y a los manifestantes, en el periodo final de la hegemonía) en apoyo al partido. A su vez, los sindicatos —y en especial sus líderes— recibían contratos favorables y bienes selectivos. Esta conexión entre los sindicatos y el PRI fue un componente central del control del PRI sobre el sistema político mexicano desde la fundación del partido (Murillo, 2001; Burguess, 1999; Collier y Collier, 2002). Durante la década de 1980 y principios de la de 1990 un candidato al Congreso por el PRI tenía que contar, por lo menos, con una afiliación oficial a una de las principales centrales de trabajadores. En realidad un gran porcentaje de los candidatos eran líderes sindicales (Langston, 2006; Murillo, 2001). En 2006 las cosas parecían ser diferentes. La férrea conexión entre el PRI y el trabajo organizado daba la impresión de estar desmoronándose.

El cuadro 2 muestra que no sólo otros partidos tienen candidatos con fuertes conexiones con el trabajo organizado, sino que el PRI ya no es el que tiene el mayor número de aspirantes vinculados con los sindicatos. Con la pérdida de la presidencia y de los últimos vestigios de control hegemónico, el PRI parece incapaz de proporcionar los bienes selectivos y el tratamiento preferencial que mantuvo a los sindicatos de su lado. El grado de beneficios concedidos a los sindicatos ya no es una simple decisión interna del partido, sino que tiene que mediarse entre los tres partidos en la legislatura y ser aprobado por un presidente del PAN. Los sindicatos parecen tener pocos incentivos para seguir con el PRI.

Como cabría esperar de las estructuras retóricas e institucionales del PRD, este partido ha sido el principal beneficiario de la debilitada vinculación del PRI con los sindicatos. El PRD tuvo más candidatos de las dirigencias sindicales que el PAN o el PRI. La naturaleza populista del partido y su proceso abierto de nominación propició la designación de candidatos con mucha fuerza local y con seguidores que no necesitaban estar vinculados con el partido. En 2005–2006 el candidato presidencial del PRD parecía ser el probable ganador, lo que hacía que el partido diese la impresión de ser el posible receptor del botín que se obtiene al controlar el Poder Ejecutivo. La combinación de convergencia ideológica, un proceso abierto de nominación y la percepción de la probabilidad de ganar la presidencia fueron incentivos poderosos para que los dirigentes sindicales siguiesen alejándose del PRI y acercándose al PRD.

Varios de los dirigentes sindicales que eran candidatos no habían sido miembros del PRD pero tenían popularidad en sus respectivos distritos, como Ramón Pacheco en el distrito III de la ciudad de México. Pacheco era un dirigente de alto rango del sindicato de electricistas que, entre otras cosas, había organizado a la gente en esa sección pobre de la ciudad de México y era un candidato sumamente popular a la Cámara de Diputados. Si bien el PRD tenía casi garantizada la curul, Pacheco dijo que el partido le había dejado muy claro que se esperaba que maximizase el apoyo para el mismo en el distrito antes y después de la elección (Pacheco, 2007). Él veía su popularidad y su exposición pública como director político de su sindicato como factor clave en la decisión del PRD de designarlo para un escaño seguro. Los factores que influyeron en la nominación de Pacheco y de otros candidatos iban más allá de satisfacer las demandas internas del partido, pero incluían una concentración en la maximización de votos incluso en el Distrito Federal.

Aunque los resultados del cuadro 2 resultan ilustrativos, una mirada más rigurosa a quién compitió y por qué requiere un enfoque multivariado. Los cuadros 3 y 4 muestran coeficientes, errores estándar y probabilidades predichas de regresiones logísticas de los rasgos de los candidatos en relación con una cantidad de factores relevantes, en especial los que tienen que ver con los partidos. La unidad de observación es el candidato. Debido a que las condiciones y el nivel de competencia dentro de un distrito son compartidos por todos los candidatos del mismo, es posible correlacionar los errores de estos tres candidatos. Para explicar esta posible correlación, los errores estándar son robustos y están agrupados en el distrito (Huber, 1967; White, 1980).

Los errores estándar robustos y agrupados se emplean en todas las regresiones lineales y en las estimaciones logit de este trabajo.

Las regresiones de los cuadros 3 y 4 contienen variables dummy para el PAN y el PRI siendo el PRD el grupo de referencia. Igual que el gob. es una variable dummy que se codifica como 1 si el candidato es del mismo partido que el gobernador. Competencia es el número de puntos porcentuales entre un determinado candidato y el ganador. Si el triunfador fue el candidato, es el número de puntos que hay entre él y el candidato en segundo lugar.5 Debajo de cada regresión aparecen las probabilidades predichas con indicaciones acerca de su nivel de confianza para aquellas variables que resultaron significativas en el nivel 0.1 y superior.

El cuadro 3 muestra, tal como lo hacen las tablas cruzadas, que los candidatos del PAN y el PRI han tenido significativamente más experiencia en puestos de elección popular que los del PRD, incluso cuando se controla por la competencia y existe el control de la gubernatura. Que esta experiencia electoral haya provenido o no de ser diputado local es, según el cuadro 3, una función del nivel de competencia y de si se era miembro del PRI. A medida que disminuye la probabilidad de ganar, lo hace también la de que un partido nomine a un individuo con experiencia en la legislatura estatal. En general, a medida que en un distrito determinado iban disminuyendo las perspectivas electorales de un partido, lo hacía también la calidad del candidato. Tal como se ha demostrado en otros países (Jacobson, 1990; Luna, 2005; Stone et al, Samuels, 2003), los individuos con experiencia y recursos no suelen participar en contiendas que tienen probabilidades de perder, incluso si eso implica no detentar un cargo de elección. El cuadro 3 muestra asimismo que los resultados de las tablas cruzadas se sostienen en un análisis multivariado.

En el cuadro 4 la variable dependiente cambia de un tipo de puesto de elección a haber estado en la administración pública de nivel local, estatal o federal. El modelo V del cuadro 4 muestra que el factor principal para determinar si un candidato ha tenido experiencia en materia de administración es que pertenezca al mismo partido que el gobernador. Esto coincide con el concepto de que los gobernadores quieren tener nominados que les sean leales a ellos y a su gobierno. Ya que muchos integrantes de la administración pública le deberían su empleo al gobernador, ésta puede ser su manera de garantizar que contará con una delegación leal de su estado en el Congreso (para el caso de los diputados de su propio partido). El gobernador tiene un incentivo para explotar la lealtad política desarrollada gracias a la designación administrativa a fin de propiciar una delegación amistosa.

Según muestra el modelo VI del cuadro 4, el efecto de estar en el mismo partido que el gobernador sobre la probabilidad de que un administrador público sea nominado parece ser sustantivamente más fuerte para los candidatos del PRI que para los de los demás partidos. Es probable que la larga historia PRIísta de selección ejecutiva de los candidatos (cuyo ejemplo más destacado es el dedazo presidencial) siga teniendo influencia en la manera en que se nomina a los candidatos legislativos. La cultura y las instituciones informales del partido, combinadas con un candidato presidencial débil, permitieron que los gobernadores del PRI colocaran miembros leales en las boletas de 2006.

Si bien resulta interesante e importante entender cuándo y por qué compiten ciertos tipos de candidatos, también lo es saber si esas experiencias afectan los resultados electorales. Si el resultado no se viese afectado por quien compitió, no existiría una vinculación directa entre un votante y su representante, y los partidos, al formular las nominaciones, sólo tendrían que preocuparse por las tensiones internas. El cuadro 5 muestra los resultados de la regresión y del análisis logit para dos tipos de experiencias, una de un ex diputado local y otra de un ex presidente municipal. En ambos casos la experiencia electoral eleva significativamente el voto por ese candidato, incluso cuando se controla por el apoyo que obtuvo el candidato presidencial de su partido, y si éste es el que detenta la gubernatura.6 Haberse desempeñado como diputado local supone un aumento de 4 por ciento en el voto. La experiencia como presidente municipal vale 2.8 por ciento. Estas cifras pueden parecer pequeñas o sin consecuencias, pero como las elecciones muchas veces se ganan por márgenes mínimos, es posible que resultaran decisivas. Es improbable que candidatos con estos tipos de experiencia participen en contiendas en las que puedan terminar en tercer lugar. Lo hacen en distritos en los cuales, si acaso pierden, es por un estrecho margen.

Los modelos IX y X del cuadro 5 muestran los resultados de una regresión logística donde obtener un escaño de mayoría relativa es la variable dependiente y la experiencia como presidente municipal o diputado local, la participación del voto presidencial y el control de la gubernatura por parte del partido son las variables independientes. En ambos modelos la experiencia en puestos de elección ha tenido un efecto mayor y más significativo sobre la probabilidad de una victoria. Haber sido presidente municipal aumenta 34 por ciento la posibilidad de triunfo del candidato y la experiencia previa en una legislatura estatal representa un ascenso de 23 por ciento en la posibilidad de ganar. Si bien haber tenido experiencia electoral eleva unos cuantos puntos porcentuales el voto por un candidato (modelos V y VI) con gran frecuencia estos votos adicionales representan la diferencia entre ocupar y no ocupar una curul en la cámara.

 

Conclusión

En las elecciones de 2006 para la Cámara de Diputados los que importaron fueron los candidatos. Pese a la inexistencia de una reelección inmediata y al control del partido sobre el proceso de nominación, quién compitió y por qué partido lo hizo contribuyó a configurar la composición de la legislatura. Era menos probable que ganasen los candidatos con poca experiencia y escasos recursos. Mientras que la popularidad general de los partidos en un distrito era uno de los elementos de predicción más fuertes del desempeño de un candidato (tal como ocurre en la mayoría de los sistemas, incluso en Estados Unidos, centrado en el candidato), los rasgos personales y la historia del contendiente determinaron con frecuencia si habría de ganar o de quedar en segundo lugar.

Aunque las características de los candidatos tienen importancia para los resultados de las votaciones, el sistema electoral de México requiere definiciones y categorías diferentes de las que se encuentran en la bibliografía sobre Estados Unidos. Mucho de lo que se ha escrito respecto a la calidad del candidato se concentra en la ocupación del cargo. En los sistemas electorales de mayoría relativa y sus diversas permutaciones en todo el mundo, éste es un elemento importantísimo para predecir quién va a ganar. Para las contiendas en las que no existe este factor, la importancia de haber ocupado un cargo de elección popular de cualquier tipo es un dato clave para determinar la calidad. Debido a la falta de reelección inmediata y al gran número de cargos supranacionales de elección, se requiere una visión más matizada de los factores que determinan la calidad de los candidatos. Para entender el valor de la experiencia de los mismos en México se necesita un nuevo enfoque y nuevas definiciones. Este análisis indica que para las elecciones legislativas federales de 2006 los candidatos fueron importantes, pero de manera diferente que en Estados Unidos o en otros sistemas.

Para el PRI, la experiencia de sus candidatos ayudó a impedir que una pérdida grave fuese totalmente devastadora. La victoria de Rogelio Muñoz Serna, a pesar del pobre desempeño de Madrazo en el distrito XXVIII del Estado de México, no fue un caso único. Un candidato con fuertes vínculos locales y una gran red política podía remontar el hecho de compartir la boleta con un candidato presidencial impopular. Debido a su gran número de candidatos de alta calidad, el PRI pudo ganar más escaños que si hubiese nombrado a individuos con perfiles similares a los del PRD o el PAN. A medida que los candidatos con amplia experiencia electoral tengan una distribución más pareja entre los partidos, es posible que decline aún más la fortuna electoral del PRI en la legislatura.

Los tres partidos principales nominaron a tipos diferentes de candidatos para competir en la elección de la Cámara de Diputados en 2006. Los procesos de nominación utilizados por los partidos predecían parcialmente el tipo de candidatos que seleccionarían. El PAN, con sus convenciones de nominación estadocéntricas, se dirigió a los líderes locales del partido y eligió candidatos para que compitiesen en aquellos distritos en los cuales eran competitivos. El PRD, con un proceso local y abierto, se basó más en los dirigentes sindicales, los líderes de grupos sociales y algunos cargos electos (muchos de los cuales habían sido antes miembros del PRI). En el caso del PRI, sus tendencias a la centralización lo llevaron a basarse en su larga lista de gente del partido que había desempeñado cargos de elección popular en el gobierno local y estatal durante las dos décadas previas.

Como lo demuestran los resultados del cuadro 2, las lealtades de los sindicatos mexicanos están en medio de una transformación. Ya quedaron atrás los días de control del PRI y de cooptación de los principales sindicatos del país. En el PRD hay más candidatos que fueron dirigentes sindicales que en cualquier otro partido. Hasta el PAN ha empezado a promover candidatos vinculados con el sindicalismo, incluyendo secciones del sindicato de maestros. Las cambiantes alianzas de los sindicatos son otro resultado del declive de la hegemonía de un solo partido y del surgimiento de elecciones competitivas.

 

Referencias bibliográficas

Abramowitz, Alan, Brad Alexander y Matthew Gunning Gunning (2006), "Incumbency, Redistricting, and the Decline of Competition in U.S. House Elections", Journal of Politics, 68 (1), pp. 75–88.         [ Links ]

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