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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.7 no.3 Tijuana ene./jun. 2014

 

Artículos

 

Prácticas migratorias y reproducción social en grupos domésticos periurbanos

 

Migratory Practices and Social Reproduction in Peri-urban Domestic Groups

 

José Álvaro Hernández Flores

 

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Dirección electrónica: josealvarohf@gmail.com.

 

Fecha de recepción: 12 de diciembre de 2012.
Fecha de aceptación: 12 de julio de 2013.

 

Resumen

El análisis del presente artículo se centra en la categoría de las estrategias de reproducción social para explicar el origen y el sentido de las prácticas cotidianas de los habitantes de una localidad periurbana de origen rural que, en los últimos años, se ha visto sometida a un intenso proceso de reconfiguración territorial, inducido principalmente por la migración. Se examina la dinámica reproductiva de los grupos domésticos y las diversas modalidades bajo las cuales se recrea lo social en un espacio rural sometido a tensiones derivadas de su interacción con procesos y actores provenientes de otros ámbitos. Así mismo, el estudio permite comprender la naturaleza de los condicionamientos presentes en las prácticas sociales desarrolladas por los actores que construyen cotidianamente este territorio periurbano.

Palabras clave: migración, territorio, periurbanización, identidad, reproducción social.

 

Abstract

This paper analyzes the category of social reproduction strategies to explain the origin and meaning of the social practices of the inhabitants of a rural periurban territory, which in recent years has been subject to an intense territorial reconfiguration process, caused mainly by migration. The approach, based on an analysis of the reproductive dynamics of households, examines the various ways in which social aspects are reproduced in a rural area under stress due to its interaction with processes and actors from other areas. It also helps to explain and understand the nature of the social conditionings present in the social practices undertaken by the actors who construct this periurban territory on a daily basis.

Keywords: migration, territory, periurbanisation, identity, social reproduction.

 

Introducción

La integración paulatina de localidades de origen rural, ubicadas en la periferia de las ciudades, a la dinámica del crecimiento urbano e industrial, ha propiciado cambios de importantes dimensiones en su estructura territorial, sus sistemas productivos, así como en las estrategias de reproducción social de los grupos domésticos que viven en ellas (Ávila, 2006). En su calidad de zonas de contacto entre lo urbano y lo rural, estas localidades se convierten en un escenario donde se desarrollan complejos procesos territoriales y aparecen importantes conflictos por el uso del espacio (Allen, 2003). En este contexto conflictivo y cambiante, los pobladores locales reconfiguran de forma permanente sus prácticas sociales con la intención de mejorar las condiciones bajo las cuales se lleva a cabo su reproducción. Es así como surgen nuevas actividades económicas, se intensifican fenómenos sociales como la migración y la pluriactividad, y se adoptan, de manera progresiva, nuevos patrones culturales e identitarios.

Lejos de presentarse de modo uniforme u homogéneo, las estrategias de reproducción de los grupos domésticos periurbanos se articulan atendiendo a las particularidades de cada contexto. Algunos apuestan por las prácticas migratorias, en tanto que otros prefieren optar por redoblar sus inversiones en el campo escolar con la esperanza de insertarse eventualmente en el mercado laboral, y otros más emprenden actividades extrafinca con la intención de diversificar sus fuentes de ingreso. En este ir y venir de prácticas permanecen actividades como la agricultura, u otras cargadas de alta significación cultural, simbólica o comunitaria. En este sentido, la reconfiguración de las estrategias reproductivas no debe concebirse como el resultado de sustituciones mecánicas entre lo que se recibe del exterior y lo propio, sino como fruto de un entramado complejo donde las nuevas condiciones estructurales coexisten con las disposiciones adquiridas anteriormente en un escenario incierto e indeterminado.

En el presente trabajo el análisis se centra en la categoría de estrategias de reproducción social para explicar el origen y el sentido de las prácticas cotidianas de los habitantes de una localidad periurbana, de origen rural, que en los últimos años se ha visto sometida a un intenso proceso de reconfiguración territorial, inducido principalmente por la migración. Se examina la dinámica reproductiva de los grupos domésticos y las diversas modalidades bajo las cuales se recrea lo social en un espacio rural sometido a tensiones derivadas de su interacción con procesos y actores provenientes de otros ámbitos. Así mismo, el estudio permite comprender la naturaleza de los condicionamientos sociales presentes en las prácticas sociales desarrolladas por los actores que construyen cotidianamente este territorio periurbano.

La tesis central bajo la cual se concibe este trabajo es que, incluso en un contexto de profundos cambios y transformaciones territoriales, la agricultura y las prácticas sociales y productivas vinculadas a ella continúan desempeñando un papel central en el desarrollo de estrategias orientadas a la reproducción social de los grupos domésticos periurbanos.

 

Propuesta teórico-metodológica

Para los fines de este trabajo se retoma la perspectiva teórica del sociólogo francés Pierre Bourdieu, el cual desarrolló a lo largo de su obra una teoría de la práctica social enmarcada dentro de lo que él mismo denominó constructivismo estructuralista (Gutiérrez, 2001:22).

Dentro de esta perspectiva destacan tres nociones fundamentales: a) la noción de campo, entendida como el espacio pluridimensional de posiciones en el que los agentes sociales se distribuyen de acuerdo con el volumen y la composición de capital que poseen, y cuya estructura corresponde a un estado de la relación de fuerza entre los agentes comprometidos en la lucha por la posición hegemónica del campo (Bourdieu, 2000); b) la noción de capital, referida al conjunto de bienes acumulados que se producen, distribuyen, consumen, invierten y pierden, los cuales pueden ser de distintas clases (económicos, sociales, culturales y simbólicos), y bajo ciertas condiciones pueden transformarse unos en otros (Gutiérrez, 1997); y finalmente, c) la noción de habitus, concebida como aquellas disposiciones interiorizadas por el individuo a partir de la posición que ocupa en el espacio social y a partir de su trayectoria, que lo llevan a actuar, sentir, percibir, valorar y pensar más de una manera que de otra. se trata, en este sentido, de un principio generador y organizador de prácticas sociales, las cuales son producidas -aunque no totalmente determinadas- por el condicionamiento histórico y social, dando lugar a conductas objetivamente adaptadas a la lógica del campo social involucrado (Bourdieu, 1980). Un aspecto importante a considerar es que el habitus, al ser producto de la historia, es un sistema abierto de disposiciones que se confrontan permanentemente con experiencias nuevas y, por lo mismo, es afectado también por ellas; se trata de un sistema duradero pero no inmutable, lo que perfila a este concepto como una pieza clave para el análisis de las prácticas sociales que tienen lugar en contextos complejos, sometidos a cambios y transformaciones constantes, tal como ocurre en los territorios periurbanos.

Así, bajo el enfoque de Bourdieu, las prácticas sociales están condicionadas socialmente por una doble dimensión: por la situación y el contexto donde se desarrollan las acciones -el campo y su estructura particular de distribución del capital-, y por la manera de pensar, las tendencias a actuar y a percibir el mundo -el habitus- de quien las produce (Bourdieu, 2002). Desde esta perspectiva, las estrategias de reproducción social, se definen como el conjunto de prácticas a partir de las cuales los individuos o las familias tienden, de manera consciente o inconsciente, a conservar o aumentar su patrimonio y, correlativamente, a mantener o mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase (Bourdieu, 1988). Dichas estrategias constituyen un sistema, en cuanto dependen del volumen y estructura del capital que haya que reproducir, de los instrumentos de reproducción disponibles, los habitus incorporados y la relación de fuerza entre las clases sociales involucradas en un campo. Cualquier cambio en estos factores puede trastocar las estrategias e inducir, de este modo, una reestructuración del sistema.

Para el presente trabajo se eligió como caso de estudio la localidad de San Francisco Coapa, ubicada en el municipio de San Pedro Cholula, la cual acusa, desde hace décadas, un acelerado proceso de periurbanización, resultado de su cercanía física con la capital del estado de Puebla, así como un intenso proceso migratorio hacia Estados Unidos.

Debido al enfoque de este estudio hacia los procesos sociales, se planteó el uso de técnicas cualitativas (análisis de contenido, observación y entrevistas a profundidad) que permitieran analizar, interpretar y comprender las estrategias de reproducción de los grupos domésticos periurbanos, así como expresar la interrelación existente entre las condiciones de vida concretas de estos grupos y los significados subjetivos que otorgan a éstas.

Durante la primera etapa del trabajo de campo se llevaron a cabo entrevistas preliminares con informantes clave, las cuales fueron el punto de partida para seleccionar a 10 grupos domésticos.1 Con las entrevistas se pudieron indagar aspectos vinculados a su posición socioeconómica, sus características sociodemográficas, los cambios en la estructura productiva local, la naturaleza de sus vínculos sociales, y otros rasgos que se consideraron relevantes para la caracterización y análisis de sus estrategias reproductivas.

 

San Francisco Coapa, una localidad periurbana en proceso de reestructuración

A siete kilómetros de la cabecera de San Pedro Cholula, y a menos de 15 de la capital del estado de Puebla, se encuentra la localidad de San Francisco Coapa. A diferencia de otras localidades periurbanas pertenecientes al mismo territorio -donde los elementos paisajísticos vinculados al modo de vida tradicional aparecen dispersos sobre un territorio marcado por el crecimiento urbano-, en San Francisco Coapa resulta notable el predominio de atributos que otorgan a esta localidad un carácter eminentemente rural. Este hecho no es fortuito. Durante décadas, esta localidad fue la junta auxiliar más aislada de la cabecera municipal. Apenas hace 10 años se construyó la carretera que la conecta con San Pedro Cholula, y hace siete, la que la vincula a otros pueblos cercanos. Antes de que fueran construidas estas vías de comunicación, los pobladores tardaban una hora y media para llegar al centro de Cholula. Este relativo aislamiento ha propiciado que, a la fecha, la localidad sea considerada como una de las juntas auxiliares con más retraso en cuanto a la dotación de servicios públicos: es la única que no cuenta con drenaje y algunos otros servicios básicos; el agua potable y la pavimentación alcanzan apenas 50 por ciento de cobertura.

Lo primero que se advierte al aproximarse a San Francisco Coapa es la coexistencia de tierras destinadas a la producción agrícola de temporal con extensiones de territorio sumamente erosionado, debido a la extracción de material para la fabricación de tabique, teja y otros productos que se elaboran en la región. A medida que la densidad poblacional aumenta, es posible observar que las calles se encuentran custodiadas por grandes casas -algunas de tres y hasta cuatro pisos-, las cuales están edificadas con un estilo arquitectónico que rompe con la forma tradicional de la vivienda cholulteca. Junto a estas casas, prácticamente dentro del mismo predio, es frecuente encontrar un espacio reservado para la cría de animales de traspatio, así como hornos para cocer ladrillo, los cuales están actualmente en desuso, derruidos y abandonados. Si asumimos la idea del paisaje como "un mediador territorial" (Giménez, 2007:319) que permite señalar la diferenciación y el contraste entre territorios, destacando la supuesta personalidad o tipicidad de éstos, podemos afirmar que en San Francisco Coapa dicha especificidad está dada por la forma en que el fenómeno migratorio ha trastocado el modo de vida tradicional de los habitantes de esta localidad. Los hornos abandonados, las calles silenciosas, la proliferación de casas a medio construir y un templo de grandes dimensiones, construido con recursos aportados por los migrantes, son los signos visibles de un paisaje modelado a partir de la intensificación de los flujos migratorios.

Las cifras oficiales constatan el carácter atípico de esta localidad. Mientras que en San Pedro Cholula la tasa de crecimiento promedio anual (TCPA)2 de la población registrada en el período 1990-2000 fue de 2.82 por ciento, en San Francisco Coapa se presentó, durante esa década, una tasa de crecimiento negativa del orden de -0.85 por ciento (INEGI, 2005). El siguiente quinquenio esta tasa decreció a un ritmo galopante (-3.4 %); de hecho, la población total registrada en 2005 era casi la misma que tenía la localidad a mediados de los años ochenta (INEGI, 1990). Aunque los últimos datos censales muestran que de 2005 a 2010 hubo una ligera reducción en la caída de la TCPA, cabe señalar que ésta sigue siendo negativa y sumamente alta (-2.8 %). Si consideramos -a modo de hipótesis- que las tasas de fecundidad y mortalidad se han mantenido estables a lo largo del tiempo, nos encontramos con una localidad que en el curso de los últimos 15 años se ha configurado como la que más población expulsa, al menos en lo que se refiere a la zona metropolitana Puebla-Tlaxcala (ZMPT).

Otro indicador de la intensidad del fenómeno migratorio en San Francisco Coapa es la enorme proporción de hogares con jefatura femenina que existen en esta localidad, los cuales, en el año 2000, representaban 26.7 por ciento del total; 32.6 en 2005, y 30 por ciento en 2010, proporción que contrasta con el último dato censal para el municipio de San Pedro Cholula, el cual registra 25.11 por ciento de hogares con jefatura femenina, o con el de otras comunidades vecinas, como San Diego Cuachayotla, en donde este porcentaje apenas llega a 13.7 por ciento (INEGI, 2010).

En el aspecto socioeconómico, los últimos datos disponibles se remontan al año 2000, cuando la población ocupada era de 708 habitantes, de los cuales 33.5 por ciento laboraban en el sector primario, 52.14 por ciento en el secundario, y 14.3 por ciento en el terciario (INEGI, 2000). Como se puede observar, el porcentaje de habitantes dedicados a las labores agropecuarias es sumamente alto. En cuanto a la magnitud del sector secundario, éste se vincula fundamentalmente a la fabricación de ladrillo, que tuvo su auge durante los años noventa y decayó notablemente durante la última década del siglo pasado.

Este primer indicio de la preponderancia de las actividades agropecuarias en la localidad se ve reforzado al analizar las categorías bajo las cuales los pobladores de San Francisco Coapa se insertan en el mercado de trabajo, en donde las actividades desarrolladas por cuenta propia (48.5 %) y las que se desempeñan bajo la modalidad de jornalero o peón (41.2 %) representan, en su conjunto, 89.7 por ciento, que supera por mucho la cifra de 10.2 por ciento de la población ocupada como empleado u obrero. De hecho, es particularmente notable que apenas 0.3 por ciento de la población es derechohabiente de servicios de salud. El carácter familiar de las actividades agrícolas e industriales se puede constatar, además, en el número de personas que no reciben remuneración (17.6 %) y en quienes perciben menos de un salario mínimo mensual por su trabajo (30.8 %). Si bien estos datos ofrecen un panorama general de la estructura demográfica y socioeconómica que prevalecía en San Francisco Coapa a finales del siglo pasado, la velocidad con la que se ha transformado esta localidad durante la última década obliga a realizar ciertos ajustes.

Lamentablemente, en el censo de 2010 los indicadores anteriores no fueron incluidos, lo que impide darles seguimiento. No obstante, a partir de la información cualitativa recopilada durante el trabajo de campo, fue posible delinear algunas tendencias generales, tales como: una caída en el porcentaje de la población ocupada en el sector secundario, provocada por el evidente desplome de la actividad alfarera en la localidad, así como por la persistencia del fenómeno migratorio.

En los siguientes apartados se describen las transformaciones productivas que ha experimentado San Francisco Coapa a lo largo de los últimos años. En particular, se profundiza sobre la forma en que los agentes sociales producen y articulan, en lo cotidiano, sus prácticas con el objetivo de mejorar su posición relativa -y por tanto, el volumen y estructura de su capital- en el campo económico, así como su articulación al sistema de estrategias de reproducción social.

 

Continuidad y persistencia de las prácticas agrícolas

La importancia de la actividad agrícola en la región se remonta a tiempos prehispánicos y está dada por la coexistencia de cultivos nativos como el maíz, el maguey, el chile y el frijol, con los introducidos por los españoles, como los frutales y el trigo. Sin embargo, a diferencia de otras localidades circunvecinas, San Francisco Coapa carece de un recurso fundamental para el desarrollo de una agricultura de tipo comercial: el agua. La carencia de pozos de riego impone restricciones a la actividad agrícola, la cual se ha limitado a la producción de cultivos básicos como el maíz, el frijol y la alfalfa. No obstante esta situación, en San Francisco Coapa la agricultura sigue desempeñando un papel primordial. De acuerdo con información del Consejo Municipal de Desarrollo Rural Sustentable (CMDRS, 2008), la superficie de maíz criollo que se cultiva en San Francisco Coapa asciende a 90 hectáreas -aproximadamente 34 por ciento de la superficie total-, las cuales son trabajadas por 500 productores. En tanto, otros 25 se dedican al cultivo del frijol sobre una superficie de 10 hectáreas. Cabe agregar que al ser cultivos de temporal, el rendimiento medio de estos granos registra apenas 2.5 y 0.7 toneladas por hectárea, respectivamente.

En cuanto a la ganadería, el CMDRS (2008) tiene registrado un total de 50 productores que, en su conjunto, cuentan con 80 cabezas de ganado vacuno destinado a la producción de leche y sus derivados. Existen otros 50 que poseen 350 cabezas de ganado ovino que se comercializan en los mercados locales y regionales. Si bien no se dispone de cifras oficiales en torno de la importancia de la cría de cerdos y aves de corral, a través de las visitas de campo se pudo constatar que estas dos actividades se llevan a cabo, de manera regular, en el traspatio de los hogares.

Tanto el maíz como el frijol constituyen la base alimenticia de los pobladores de esta localidad, quienes destinan la mayor parte de la producción para el autoconsumo de la familia, reservando sólo una parte para su venta en el mercado regional o local. La producción de maíz, además de garantizar la alimentación de los grupos domésticos, se destina a la manutención de los animales que se crían en el traspatio. Esta complementariedad entre producción animal y vegetal constituye un elemento fundamental que no se debe soslayar en la caracterización de las estrategias de reproducción, ya que a la vez que permite reducir la dependencia de los ingresos monetarios externos, funciona como un mecanismo de inversión y ahorro para los grupos domésticos.

Si bien las prácticas agrícolas revisten gran importancia en esta localidad, es necesario decir que gran parte de los testimonios que se recogieron durante la etapa de campo aluden a las dificultades económicas inherentes al desarrollo de la agricultura local. De hecho, prácticamente todos los entrevistados coinciden en que el esfuerzo y los recursos invertidos en cada ciclo agrícola no se compensan con la ganancia obtenida de la venta de sus productos en el mercado. La baja rentabilidad la atribuyen principalmente al alto costo de los insumos agroindustriales, así como al bajo precio que tiene el maíz en el mercado.

Pese a que desde una perspectiva económica convencional la producción de maíz constituye una práctica, a todas luces, irracional, este cultivo se hace presente año con año en los terrenos agrícolas de San Francisco Coapa. Ni la crisis agropecuaria ni la migración han logrado desplazarlo de las prácticas productivas y de la dieta de los pobladores locales. ¿Cómo explicar tal persistencia?

La noción de lógica de aprovisionamiento -entendida como la forma particular en que los grupos domésticos campesinos organizan sus actividades de manera estratégica en el marco de la explotación global de un medio espacial y social específico (Linck, 1982:77)- permite comprender los mecanismos complejos a partir de los cuales el cultivo del maíz, más allá de su escasa -y a veces nula- rentabilidad mercantil, constituye una práctica que no sólo garantiza la autosuficiencia alimentaria de la familia campesina sino que, además, le permite mantener y preservar los agrosistemas locales, satisfaciendo necesidades sociales y culturales tradicionalmente establecidas.

Por otro lado, no se puede desdeñar el papel del habitus inscrito en los pobladores de esta localidad, noción que atañe a una categoría de acciones de las que no pueden dar cuenta las diversas teorías que apelan al cálculo racional (Bourdieu, 1980). Al respecto, los testimonios de los entrevistados revelan la importancia que tiene la transmisión del capital cultural ligado a las prácticas agrícolas durante la etapa más temprana de la niñez,3 y a la herencia de tierras como mecanismo de transmisión de capital económico y simbólico.4 Ambas constituyen instancias de formación del habitus de los pobladores locales y, en cierta medida, explican la persistencia y continuidad de las prácticas agrícolas, las cuales, desde una perspectiva convencional, resultarían irracionales.

 

La pluriactividad, una estrategia frente a la crisis

A pesar de la persistencia de las prácticas agrícolas en San Francisco Coapa, los grupos domésticos de esta localidad encuentran cada vez más dificultades para reproducirse socialmente a partir de la agricultura. Por ello, desde hace algunos años han comenzado a recurrir a la venta de la fuerza de trabajo familiar como estrategia para complementar los ingresos que hacen posible su reproducción. No es raro que la mayor parte de los grupos domésticos cuenten con uno o más integrantes que desempeñan un conjunto muy variado de actividades económicas y productivas -no necesariamente vinculadas a la agricultura o al cultivo de la tierra- cada vez menos desarrolladas dentro de la unidad de producción. El carácter pluriactivo de los grupos domésticos -es decir, la combinación de actividades agrícolas y no agrícolas dentro o fuera del predio- resuelve en cierta medida el problema del ingreso, al tiempo que permite la continuidad de la vida comunitaria, evitando el desplazamiento de todos los integrantes del grupo doméstico fuera de la localidad.

Algunos testimonios ilustran de manera fehaciente la forma en que los grupos domésticos de San Francisco Coapa se organizan para cubrir el mayor número de actividades y de ingresos que permitan, a lo largo del año, satisfacer sus necesidades de dinero para la producción, la alimentación, el estudio, el vestido, las obligaciones sociales del parentesco y comunitarias, así como las festividades religiosas, fundamentales para poder seguir siendo reconocidos como miembros de esta localidad.5

[Trabajamos] ahora sí que en lo que caiga, en cualquier trabajo que hay [...] luego hay mucho de albañil, y pues sí, algo se gana ahí. Nosotros tenemos un taller de bicicleta, ahí también [trabajamos] [...] he cortado alguna vez [tabique] [...] en el campo he sembrado y pizcado, pues a eso es a lo que nos dedicamos [...] ahorita tenemos una tiendita chiquita y pues ahí nos vamos ayudando [...] también tenemos un molino [...] mi mamá atiende el molino, yo pues atiendo allá lo de las bicicletas y alguna que otra chambita, y mi papá ya no trabaja; él ya no puede (Marcos, 17 años, San Francisco Coapa, noviembre de 2007).

En el grupo doméstico al que hace referencia el testimonio previo se desarrollan actividades agrícolas y no agrícolas, las cuales aportan ingresos que se complementan con las remesas que envían periódicamente dos integrantes de la familia que migraron hace ya varios años a Estados Unidos.

Otro testimonio muestra la forma en que los integrantes del grupo doméstico se organizan para combinar las labores dentro y fuera del predio durante las diferentes temporadas del año. Al igual que en el caso anterior, se puede constatar cómo los ingresos derivados de estas actividades se complementan con los recursos monetarios que llegan desde el exterior -por vía de las remesas- y con la producción de maíz para el autoconsumo.

[Me dedico] a hacer tabiques o de campesino. Ahorita que ya se dio la cosecha estamos haciendo tabiques, pero llega el tiempo de abril y ya sembramos la semilla [...] si por ejemplo me mandan dinero, digamos unos cuántos dólares, yo me voy aquí de peón y ese dinero no lo juego mucho, no lo agarro, digamos, ese dinero lo meto en el banco y con lo que voy trabajando nos vamos manteniendo [...] maíz, bendito sea Dios, sí tengo pa' todo el año para comer. Tengo mi maicito, voy de peón, siembro mi maíz, de todo lo que sale le busco para que, digamos, ese dinero que me mandan vaya siendo libre (Luciano, 40 años, San Francisco Coapa, noviembre de 2007).

En toda la región de Cholula existen ciertas épocas del año durante las cuales se requiere de más fuerza de trabajo para realizar las labores agrícolas. A lo largo de esos períodos, los pobladores se emplean como jornaleros alquilando su fuerza de trabajo dentro y fuera de la localidad, aunque dadas las condiciones bajo las cuales se desarrolla la agricultura en San Francisco Coapa, quienes se ocupan como peones o jornaleros prefieren hacerlo en las localidades cercanas, donde hay trabajo permanente y salario semanal, que atenerse a la demanda eventual de los minifundistas locales, quienes pagan por día, e incluso por hora, dado lo precario de su empresa.

Una de las actividades no agrícolas que hasta hace algunos años representó una fuente importante de ingresos para los grupos domésticos -y que algunos siguen desarrollando- es la producción de ladrillo o tabique. De acuerdo con los testimonios de los entrevistados, esta actividad irrumpió con fuerza a principios de la década de los noventa del siglo pasado, cuando, inspirados en el progreso económico de localidades aledañas que se dedicaban a esta tarea, los habitantes de San Francisco Coapa comenzaron a edificar sus propios hornos para fabricar ladrillo. El auge de la producción y comercialización de tabique en la región permitió que los grupos domésticos de la localidad se capitalizaran y dejaran de depender sólo de los cultivos de temporal y de los escasos o bajos salarios regionales. Al igual que sucedió en varias localidades de la región, pronto arribaron compradores de otras zonas del país que llegaban incluso a pagar la producción de tabique por anticipado. En esos años, San Francisco Coapa se integró al padrón de 5 000 218 familias ladrilleras, dueñas de los 1 786 hornos censados en el municipio conurbado de San Pedro Cholula.

Para darnos una idea de la importancia que tuvo la actividad ladrillera en esta localidad, basta con mencionar que en aquella época existían alrededor de 400 hornos (22.3 % del total de los registrados en San Pedro Cholula), los cuales estaban ubicados en apenas 129 hectáreas que integran el casco urbano de San Francisco Coapa (Ashwell, 2005). La cifra cobra relevancia si tomamos en consideración que en el censo del año 2000 el INEGI tenía registrados 542 hogares en la localidad.

No obstante, en menos de una década, la creciente competencia en el ámbito regional, la contracción de los mercados y el aumento en el precio del petróleo -insumo necesario para cocer los tabiques- redujeron drásticamente la rentabilidad de la actividad ladrillera. A finales de la década de los noventa, la mayor parte de las familias de San Francisco Coapa se vieron obligadas a clausurar sus hornos. A la fecha, si se recorren las calles de la localidad, es posible observar todavía, en el patio de las casas, los vestigios de aquellos hornos que en su momento trajeron ingresos, trabajo y bienestar al pueblo. La gran mayoría permanecen derruidos y abandonados, mudos testigos de las transformaciones que esta localidad ha sufrido en el curso de los últimos años.

Ahorita el pueblo está muy caído. Antes todo el pueblo cortaba [ladrillo]. Por dondequiera veía usted hornos donde quemaban tabique y se cocía, pero ahorita casi la mayoría ya no; ya nomás los que tienen carro son los que siguen trabajando los hornos, y ahí nomás le están dando vuelta nada más para comer, nada más, porque la mayoría ya se fue para el otro lado. Ya no hay trabajo; aquí ya no hay trabajo (Natividad, 55 años, San Francisco Coapa, febrero de 2008).

Con la producción de ladrillo en sus niveles más bajos, en medio de una crisis económica sin precedente, sin apoyos gubernamentales y sin nuevas fuentes de trabajo en la región, los habitantes de San Francisco Coapa comenzaron a migrar.

 

Las prácticas migratorias, eje del sistema de estrategias de reproducción social

Aunque se tiene registro de que las primeras migraciones a Estados Unidos tuvieron lugar en la década de los cincuenta del siglo xx, el éxodo que se desató a principios de los años noventa no tuvo precedente en esta localidad ni en ninguna otra de San Pedro Cholula. A decir de los propios habitantes del pueblo, no existe grupo doméstico en San Francisco Coapa que no tenga al menos a uno de sus miembros residiendo y trabajando en el vecino país del norte.

El pueblo se está quedando sin gente, ya no es como antes; las calles se están quedando vacías. Anteriormente había mucha gente y hoy ya no. Podemos contar quizá ya hasta un 70 por ciento que está en Estados Unidos y el 30 por ciento somos los que estamos aquí [...] Yo tengo bastante familia en Estados Unidos. Tengo hermanos, sobrinos, tíos, primos. Antes, cuando mi papá cumplía años, nuestra familia era enorme, grandísima; hoy no. Hoy nos reunimos apenas como veinte; antes nos reuníamos entre cien y doscientas personas; hoy ya no (Jacinto, 36 años, San Francisco Coapa, enero de 2008).

A partir de las entrevistas realizadas a los pobladores de San Francisco Coapa se pudo constatar que las modalidades bajo las cuales ocurre el fenómeno migratorio en esta localidad son muy diversas. Por lo regular son los varones quienes emigran, de manera independiente, al vecino país en busca de oportunidades de empleo. Debido al reforzamiento de la frontera y los altos costos del viaje, los migrantes suelen permanecer por períodos largos en Estados Unidos. Durante ese tiempo desempeñan trabajos diversos que giran alrededor de la industria urbana y el sector de servicios, aunque en ocasiones también laboran en el sector agrícola.

A veces, a la migración del varón se le suma la de la esposa y los hijos, quienes de manera gradual o unificada se incorporan al nuevo grupo doméstico que se establece en territorio estadounidense. Sin embargo, existe también una gran cantidad de casos en los que el grupo doméstico permanece escindido ante la partida de uno de sus miembros, el cual asume la función de migrante temporal o recurrente, que va y viene por períodos más o menos largos, hasta que eventualmente se instala de forma definitiva en su localidad de origen.6 En cualquiera de los dos casos, los grupos domésticos transitan permanentemente de unificados a dispersos y de dispersos a unificados, no como resultado del ciclo biológico familiar sino a partir de la separación de uno o más de sus miembros que emigran en busca de empleo e ingresos (Moctezuma, 2001). Este último aspecto es relevante, en tanto que influye en la escasez o abundancia de miembros de determinadas edades y sexos al interior del grupo doméstico, factor que puede llegar a convertirse en una limitante para el desarrollo de ciertas actividades productivas, tales como la agricultura de temporal y la elaboración de ladrillo, entre otras (Pepin-Lehalleur y Rendón, 1989).

En cuanto a las remesas que reciben las familias de los migrantes en San Francisco Coapa, éstas, por lo regular, se destinan a la construcción de casas, compra de vehículos, establecimiento de un negocio o para sufragar los gastos de la producción agrícola; todas inversiones que en décadas anteriores eran prácticamente impensables, y que en el curso de unos cuantos años se han convertido en moneda corriente entre los pobladores de esta localidad.

Las historias de personas que migraron a Estados Unidos y regresaron al pueblo para emprender un negocio exitoso son abundantes y expresan cierta convicción compartida en torno de los beneficios de la migración y su capacidad para modificar las trayectorias vitales de los agentes sociales y de los grupos domésticos. En este sentido, se puede hablar de que la migración, como fenómeno y como práctica social emergente, forma parte de una nueva apuesta que los agentes sociales de San Francisco Coapa realizan en el campo económico con la intención de aumentar su patrimonio y mejorar su posición en el espacio social.

[La migración] es positiva porque si no fuéramos a los Estados Unidos, Coapa no fuera como estamos, estaría más decaído. Si usted se pasea verá que en Coapa hay muchas casas de dos pisos y están construyendo otras. ¿Gracias a qué? A los Estados Unidos. Si no fuera por los Estados Unidos, Coapa sería un pueblo más pobre (Eusebio Ramírez, 52 años, San Francisco Coapa, enero de 2008).

Ya hay más dinero porque se van a Estados Unidos. Ahora, ya lo ve usted, ya tienen de a dos camionetas, de a tres; tienen hasta trailers. Nomás un muchacho aquí que está más chico que nosotros, ese cuate se va rápido; ése ya tiene hasta trailers también; tiene como cuatro camiones de volteo; de máquinas tiene como seis máquinas, y un trailer que apenas lo compró. Más antes no se veían esas cosas (Luciano, 40 años, San Francisco Coapa, noviembre de 2007).

La incidencia de la migración en la reducción de la pobreza no es igual para todos los grupos domésticos. Depende, sin duda, de las condiciones en las que el familiar migrante se encuentra en Estados Unidos -calidad migratoria, tiempo de radicar allá y actividad económica que desempeña-, las cuales determinan el nivel de ingreso que obtiene. Así mismo tiene mucho que ver con la posición que ocupa el migrante al interior del grupo doméstico. Si es el jefe de familia, la mejoría social es mayor, dado que envía remesas con más frecuencia, y éstas constituyen la parte toral del ingreso familiar; mientras que si es el hijo o algún otro miembro del grupo doméstico, la aportación es menos frecuente y constituye únicamente un complemento del ingreso familiar. En este último caso, las remesas representan una contribución temporal que dura hasta que esa persona asume responsabilidades familiares propias.

[Mis hermanos] mandan aunque sea un poco para la luz o para el teléfono, la verdad sí mandan un poco, pero ya bien no. Como ya tienen sus mujeres, ya mantienen allá a sus mujeres, pagan comida, renta y todo eso también allá sale caro, pero aun así mandan, aunque sea de a poco. Con eso la libramos (Marcos, 17 años, San Francisco Coapa, noviembre de 2007).

Llama la atención que en San Francisco Coapa, una proporción significativa de las remesas se invierte en la construcción o remodelación de la vivienda familiar. De hecho, la prosperidad de este pueblo salta a la vista al observar la cantidad y la calidad de las casas que actualmente se erigen sobre su territorio. La casa se configura como un elemento primordial que distingue a los grupos domésticos que tienen a un miembro trabajando en Estados Unidos (Massey, Durand y Riosmena, 2006). Es claro que detrás de esta práctica existe una motivación de índole económica vinculada al incremento del patrimonio del grupo doméstico; sin embargo, la gran mayoría de los testimonios denotan otras dimensiones de carácter simbólico que no deben soslayarse. Una de ellas es la que considera la casa como un refugio, el punto de origen y de retorno, el lugar de donde el migrante parte y al cual regresa tras su peregrinar por tierras desconocidas. En este sentido, la inversión que los grupos domésticos de esta localidad destinan para la construcción de la vivienda, pese a la ausencia parcial o incluso total de sus miembros, evidencia el apego territorial de sus habitantes.

[El pueblo] gracias a Dios está creciendo económicamente. Si usted ve las casas se queda uno admirado, ¿no? Pero esas casas están vacías; no hay nadie. La gente, pues, viene y construye. Ha venido gente que construye cuatro veces, así, en un dos por tres y se va. Entonces, a veces invertir en eso está muy bien, porque toda familia su patrimonio es tener una casa, pero también tener de dónde sostener a la familia para no desintegrarse (Jacinto, 36 años, San Francisco Coapa, enero de 2008).

Al mismo tiempo, la edificación de una casa constituye también un signo de prestigio. Es la materialización económica y simbólica del esfuerzo y el sacrificio inherente a la migración. Tener o no casa propia equivale a ocupar o no un lugar privilegiado en el espacio social de San Francisco Coapa. Mientras más alta, mejor; mientras más grande, mejor; mientras más diferente, mejor. Para un observador externo, resulta incomprensible el esfuerzo y los recursos que se invierten en la construcción de casas que, pese a estar destinadas al abandono, suelen replicar complicados diseños arquitectónicos que no tienen nada que ver con la típica vivienda campesina que suele predominar en el medio rural. Para los pobladores locales, en cambio, no existe contradicción alguna. El punto es hacer visible el estatus económico del grupo doméstico, el cual está dado por el flujo de recursos provenientes de las remesas.

No, pues que ya nos mandan un plano, que quieren que quede bien su casa, pero ya las quieren hacer igual que las de allá, de madera. Son de ladrillo, pero por dentro de madera porque allá hace más frío y por dentro le ponen la calefacción para que caliente (Antonina, 36 años, San Francisco Coapa, diciembre de 2007).

La rapidez con la que esta práctica se ha arraigado en la localidad se puede explicar en gran medida debido a lo que Lourdes Arizpe (1985) denomina como la revolución de las aspiraciones, es decir, la difusión de valores que exaltan el medio urbano y su forma de vida, incentivando el éxodo hacia las urbes por parte de quienes piensan que no podrán satisfacer sus aspiraciones en un medio rural predominantemente agrario. Así, en San Francisco Coapa la construcción de una casa propia se ubica en los primeros lugares de la pirámide motivacional de los migrantes. De hecho, la mayoría de los entrevistados señalan que construir una casa es lo primero que se piensa y que se hace cuando se migra.

Tenía yo mi casa chiquita, nada más de láminas, y le dije a mi esposa: "¿sabes qué?, yo me voy porque aquí ya no la hacemos" [...] la primera vez que me fui, vine después e hicimos el gasto de los muros [...] me fui otros dos años a echarle ganas, y como trabajaba en un restaurante chino le eché ganas y me empezaron a pagar más y pude mandar dinero para la colada [...] Si nos quedamos aquí, ¿cuándo íbamos a hacer estas casas? No se puede (José Isabel, 47 años, San Francisco Coapa, enero de 2008).

La derrama económica que genera la migración en San Francisco Coapa ha permitido que, en el curso de una década, esta localidad pasara de ser considerada la junta auxiliar más pobre de San Pedro Cholula, a una de las más prósperas del municipio. Los habitantes de San Francisco Coapa lo saben. Reconocen también que sin la migración el flujo constante de recursos monetarios hacia las familias no sería posible. La distancia que media entre las condiciones de vida previas al éxodo migratorio y las que imperan en la actualidad es abrumadora. Expresiones del tipo "ya nos levantamos", "ya salimos a flote" abundan en los testimonios de los entrevistados, como enunciados que denotan un cambio de dimensiones significativas entre el antes y el después del pueblo. También es frecuente escuchar las comparaciones que hacen los habitantes de San Francisco entre la situación económica que vive su comunidad y la que se percibe en los pueblos cercanos. El discurso de la migración es, pues, en San Francisco Coapa, una narrativa triunfante: la historia de un pueblo atrasado que salió de la pobreza gracias al sacrificio de sus hijos. O, en palabras de uno de sus pobladores, "gracias a Dios y a los Estados Unidos", es decir, gracias a los dólares que envían desde el exterior, mes con mes, los migrantes.

Más antes sí estábamos muy bajitos todos; no nos levantábamos como ahora. Estábamos bien pobrecitos. Antes me acuerdo que hasta no tenían ni una bicicleta ni nada; andaban a pie; con los burritos iban al campo; no tenían con qué. Y ahora nomás va usted a ver, hasta ir a misa o ir a la tienda todos tienen sus buenos cochesotes; todos tienen sus casas nuevas, ahora sí que gracias a Dios y a los Estados Unidos (Luciano, 40 años, San Francisco Coapa, noviembre de 2007).

Económicamente entra mucho dinero a Coapa [...] los migrantes sacan a flote al pueblo. Aquí muchos alcanzan la prepa y ya están haciendo maletas para irse al otro lado, y allá están haciendo buenas cosas. Si no fuera por eso el pueblo quién sabe cómo estaría (Francisco Alonso, 41 años, San Francisco Coapa, enero de 2008).

El flujo de recursos provenientes de la migración se configura como un componente crucial para la reproducción social de los grupos domésticos de San Francisco Coapa. La utilización de remesas ha servido para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de esta localidad. Les ha permitido construir sus viviendas y financiar las actividades agrícolas, así como acumular prestigio en el espacio social cholulteca. Así mismo, al amparo de la migración, han surgido una serie de actividades económicas -como el envío de paquetería a Estados Unidos y la grabación de festividades religiosas y familiares que se envían a los migrantes- que si bien son todavía marginales, constituyen una fuente adicional de ingreso para algunos de los grupos domésticos de la localidad. En estas circunstancias no resulta extraño que en el curso de unos cuantos años la migración haya logrado imponerse como la actividad productiva más eficiente en el campo económico.

 

Agricultura y migración, elementos constitutivos del habitus local

Hoy en día, la migración constituye el instrumento de reproducción que ofrece mayores rendimientos diferenciales a las inversiones que realizan los agentes sociales de esta localidad en el campo económico. En San Francisco Coapa, migrar se ha convertido no sólo en la práctica dominante que emprenden los grupos domésticos para aumentar su patrimonio y mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase, sino que además se ha fijado con fuerza como parte de los habitus de la población local, convirtiéndose en una práctica que entra en los límites de lo posible y lo pensable.

El siguiente testimonio ilustra con claridad la forma en que la migración ha cobrado centralidad como parte de las estrategias de reproducción de los grupos domésticos campesinos, centralidad que otrora era ocupada por las prácticas agrícolas. Así mismo evidencia el modo en que las prácticas migratorias han logrado incorporarse a los habitus de los habitantes de San Francisco Coapa.

Aquí va uno al campo, se ensucia uno; el polvo, el calor, la siembra; tiene que andar todo el día en el calor. Y cuando uno se va a Estados Unidos, no pues ahí están todo el día en la sombra, y buen dinero que ganan. Ahí en un día ganan lo que aquí en una semana. 'Ora sí que les resulta más estar allá. Parece que muchos tienen terrenos, pero muchos ya no los trabajan porque se le invierte más que lo que se gana. Entonces prefieren ir al otro lado; allá ganan más y no están aquí en el calor; ya no les gusta eso. Hay algunos que vienen del otro lado y están en su casa unos dos meses, pero más no; ya no se hallan aquí. Aquí sólo hay sol, hay polvo, no hay nada (Marcos, 17 años, San Francisco Coapa, noviembre de 2007).

Diversos estudios señalan que la migración ha dado lugar a una profunda reconfiguración del espacio social, económico y natural, que pone en entredicho la viabilidad de un número considerable de comunidades rurales. Carral (2006) señala que las migraciones masivas registradas en México durante los últimos años han dislocado una gran cantidad de economías locales. De acuerdo con este autor, la desarticulación de las ya de por sí endebles cadenas productivas pasa por el abandono de las actividades agropecuarias y la consecuente ruptura de las cadenas de valor en el ámbito local. En este escenario, las comunidades de origen de los migrantes tienden a convertirse en simples economías de consumo en las que, si acaso, se mantiene activo el comercio al menudeo. Frente a la desarticulación del aparato productivo local y el abandono de las actividades agrícolas, la recepción de remesas sólo estimula la renta de tierras entre la población que se queda, en virtud de que los envíos de efectivo por parte de quienes emigran sólo alcanzan a satisfacer necesidades básicas de consumo y no suponen un mecanismo de estímulo productivo.

Como contrapartida, existen otras posturas que ponderan los efectos positivos de las migraciones sobre el desarrollo rural. En esta línea, Schejtman (1999) destaca las contribuciones directas o indirectas del fenómeno migratorio al ingreso de los grupos domésticos, la transformación productiva de la pequeña agricultura y la superación de la pobreza. Así mismo, señala que la migración eleva la productividad de los que permanecen en la comunidad al elevar la relación de superficie por persona activa, e induce innovaciones a partir de la nueva información y experiencia de los migrantes. Desde esta perspectiva, más allá de ser una condición de supervivencia, la migración puede incluso subsidiar la actividad agrícola con ingresos extraprediales. Giménez (2007), en su estudio sobre el municipio de Atlixco, señala, incluso, que para una población rural pauperizada la percepción de recursos por parte de los emigrados asegura, a los que se quedan, la posibilidad de permanecer y continuar el cultivo de la tierra, a la vez que contribuye a mejorar la infraestructura de los pueblos y a reforzar los lazos comunitarios a través de la financiación de las fiestas y los ritos.

La percepción que tienen los habitantes de San Francisco Coapa es representativa de estas posturas encontradas. Por un lado, reconocen las ventajas que representa la migración, sobre todo en el nivel de los grupos domésticos, los cuales se han visto ampliamente beneficiados a partir del flujo de remesas que llegan mes con mes desde el exterior. Sin embargo, reconocen que el pueblo "se está vaciando" y que cada vez hay menos hombres y mujeres jóvenes interesados en arraigarse en la localidad para desarrollar las prácticas agrícolas y darle continuidad a la vida comunitaria. De hecho, cuando se les interroga acerca del futuro, la gran mayoría afirma que la migración "no va a parar" y que cada vez "son más los de allá que los de acá".

[Migrar] es malo porque se olvidan de acá y ya no están acá; y pues a la vez es bueno también porque aquí no alcanza el dinero y por eso se van [...] yo no creo que se pare; le van a seguir, solamente que no los dejen pasar [...] los que ya tienen allá sus hijos, ya nacieron allá, yo ya no creo que regresen [...] es bonito estar allá también, pero a veces si se van se olvidan de acá (Félix, 60 años, San Francisco Coapa, febrero de 2008).

Si tal como se describe a lo largo de este apartado, la migración se ha convertido en la práctica dominante en San Francisco Coapa, ¿cómo interpretar entonces la persistencia de las prácticas agrícolas dentro de las estrategias reproductivas de los grupos domésticos de esta localidad?

Se puede elaborar una primera respuesta aludiendo al carácter disposicional del habitus, el cual tiende a perpetuar en las prácticas los principios de una arbitrariedad cultural que ha sido interiorizada mediante la acción pedagógica (Gutiérrez, 1997). En esta perspectiva, los agentes sociales se ven impelidos a producir ciertas prácticas en virtud de un trabajo de inculcación irreversible que tiende a reproducir las estructuras objetivas de las cuales él mismo -por mediación del habitus- es producto.

Una segunda versión de esta respuesta -complementaria y no excluyente a la expuesta con anterioridad- pondera las ventajas estratégicas que, pese a su baja productividad, sigue aportando la agricultura como instrumento de reproducción en el campo económico. Bajo este enfoque se destacan en particular los beneficios que representan las prácticas agrícolas en términos de la seguridad alimentaria de los grupos domésticos, los cuales, por lo regular, suelen estar expuestos a los vaivenes del mercado y a otras eventualidades inherentes a las estructuras sociales externas que los contienen.

Estas ideas han sido expuestas previamente por diversos autores (Arizpe, 1985; Pepin-Lehalleur y Rendón, 1989; Margulis, 1989; Szasz, 1993; De Oliveira y Salles, 2003; Hintze, 2004; Guzmán, 2005), quienes destacan en varias investigaciones el importante papel que desempeñan el autoconsumo y la venta de la fuerza de trabajo fuera del grupo doméstico, como parte de las estrategias que permiten a las familias campesinas sobrellevar las dificultades económicas y afrontar las condiciones de inseguridad que privan en la agricultura. Una de las conclusiones que se desprenden de estos trabajos es que es a través de la migración permanente -pero, sobre todo, de la estacional y temporal- como los grupos domésticos campesinos captan recursos que les permiten continuar con la empresa agrícola, que se ha vuelto incosteable, así como asegurar su reproducción social (Arizpe, 1985; Del Rey y Quesnel, 2006). En este sentido, el desplazamiento de las actividades agrícolas por otras, generadoras de ingreso -lo que algunos autores llaman desagrarización - no necesariamente se traduce en el abandono del campo, sino en la transformación de la lógica organizativa de los grupos domésticos, cuya dinámica reproductiva se reestructura a partir de la actividad más lucrativa, sin abandonar su vínculo con la tierra (Carton, 2009).

Sin embargo, en un contexto como el de San Francisco Coapa, en donde la agricultura ha perdido su centralidad frente a una migración de tipo internacional -la cual supone la expulsión paulatina y constante de mano de obra en edad productiva por períodos largos de tiempo- queda por ver hasta qué punto el fenómeno migratorio favorece la reproducción social de los grupos domésticos a partir de la canalización de remesas hacia la agricultura o, a costa de la desarticulación comunitaria y de la viabilidad en el mediano y largo plazo, de las prácticas agrícolas locales.

La evidencia recopilada hasta el momento en San Francisco Coapa posiciona las prácticas agrícolas como parte de lo que Bourdieu y Wacquant (1995:92) denominan "intereses genéricos", es decir, intereses fundamentales ligados a la existencia de un campo en particular, los cuales comparten los agentes comprometidos en dicho campo. Esto significa que la agricultura forma parte de un acuerdo tácito entre los agentes, acerca de lo que merece ser objeto de lucha, inversión, apuesta, etcétera, más allá de la posición social que ocupan en el campo. Así mismo, dado el carácter disposicional y durable de los habitus, no se vislumbra -al menos a mediano plazo- la desaparición de la empresa agrícola. En este sentido, cuando se habla de desplazamiento y pérdida de centralidad de la agricultura, se alude más bien a la reestructuración del sistema de estrategias de reproducción social vigente en San Francisco Coapa, el cual ha encontrado, en las prácticas migratorias, un nuevo eje articulador.

 

Conclusiones

Actualmente, la migración a Estados Unidos constituye la principal fuente de ingresos para los grupos domésticos de San Francisco Coapa. A lo largo de las últimas dos décadas, esta práctica ha alterado su dinámica social y comunitaria, la organización de su economía y sus principales referentes culturales.

Tomando en consideración las prácticas referidas al campo económico que se consignan en este trabajo, es posible afirmar que en San Francisco Coapa los cambios en las estrategias de reproducción social de los grupos domésticos inducidas por el fenómeno migratorio no han desarticulado, hasta el momento, las prácticas agrícolas en esta localidad. Por el contrario, es posible que en un contexto adverso, como el que priva desde hace varias décadas en San Francisco Coapa, haya sido precisamente a partir de la migración y del envío de remesas como la producción agrícola local se ha podido seguir manteniendo vigente. Esto puede atribuirse a que la agricultura, más allá de su papel productivo, se encuentra fuertemente arraigada en el habitus de los pobladores locales, constituyendo parte de los intereses genéricos compartidos por todos los agentes sociales comprometidos en un espacio social definido.

Aunque en San Francisco Coapa la migración se posiciona como una actividad que, desde la perspectiva de los actores, ofrece rendimientos muy superiores a los que potencialmente podría retribuir el trabajo en el campo -o, incluso, la incursión ocupacional en escenarios urbanos-, permanecen las prácticas vinculadas al modo de vida rural, entre ellas la agricultura. Y no sólo eso: al mantenerse vigentes construyen territorio y generan identidad, al tiempo que se configuran como una pieza clave de la reproducción social de los grupos domésticos de esta localidad, situación que debiera ser tomada en consideración en el diseño de políticas e intervenciones que busquen mejorar las condiciones bajo las cuales se desarrolla la reproducción ampliada de la vida en contextos rurales y periurbanos similares.

 

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Notas

1 La unidad de análisis en esta investigación fue el grupo doméstico y no la familia. Esta distinción conceptual implica connotaciones de orden analítico-metodológico, ya que a diferencia de la familia, que remite obligadamente a una institución constituida a partir de lazos de parentesco, el concepto de grupo doméstico alude a la organización entre individuos que pueden estar unidos o no por lazos de parentesco, comparten una residencia y organizan en común la reproducción cotidiana.

2 La TCPA resume los efectos sobre la población de los tres fenómenos demográficos: fecundidad, mortalidad y migración. Dado que las dos primeras variables tienden a mantenerse estables, este indicador se suele utilizar para analizar la intensidad de la migración.

3 El capital cultural es aquel que se encuentra ligado al conocimiento. En su estado incorporado se encuentra bajo la forma de disposiciones durables ligadas a determinado tipo de conocimiento, ideas, valores y habilidades. En estado objetivado se materializa bajo la forma de bienes culturales como herramientas e instrumentos diversos, o institucionalizado bajo la modalidad de títulos o acreditaciones.

4 Bourdieu (1988:131) define al capital simbólico "como la forma en que revisten las diferentes especies de capital cuando son percibidas y reconocidas como legítimas". Se trata, pues, de capital de reconocimiento, consagración, prestigio, legitimidad o autoridad, que constituye un principio de distinción y diferenciación frente a los demás agentes del campo. Por su parte, el capital económico se presenta bajo la forma de bienes materiales susceptibles de ser acumulados e intercambiarse en el mercado.

5 Para evitar nociones simplistas es necesario señalar que los lazos de colaboración y cohesión que existen, tanto al interior de las familias como en el ámbito comunitario, no siempre son de naturaleza idílica; por lo regular se trata de vínculos asimétricos y ambivalentes, en donde la solidaridad suele estar acompañada por el conflicto y/o la subordinación.

6 Massey (1991, citado en Moctezuma, 2001:223) considera la siguiente clasificación: a) migrantes retirados, quienes dejaron de migrar por lo menos desde hace 10 años; b) migrantes establecidos, los que han pasado al menos tres años consecutivos fuera del país; c) migrantes recurrentes, quienes han realizado tres o más viajes, promedian un viaje cada dos años, o han pasado, por lo menos, la mitad del tiempo fuera desde que comenzaron a migrar; y d) migrantes temporales, los que promedian por debajo de esas cantidades y han hecho al menos tres viajes.

 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR

JOSÉ ÁLVARO HERNÁNDEZ FLORES: Es doctor y maestro en ciencias por el Colegio de Posgraduados, con especialidad en estrategias para el desarrollo agrícola regional, y licenciado en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha realizado estancias de investigación en el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires y en el Centro de Estudios del Desarrollo Económico y Social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, donde actualmente realiza su posdoctorado. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (Conacyt, México) y es autor de libros, artículos y capítulos de libros sobre desarrollo sustentable, género, interculturalidad, desarrollo regional, movimientos sociales y migración, entre otros temas. Entre sus publicaciones más recientes se encuentra (en coautoría con Beatriz Martínez Corona) El reto de la interculturalidad y la equidad de género ante la migración jornalera rarámuri (Colegio de Posgraduados/SEDESOL, 2012).

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