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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.6 no.3 Tijuana ene./jun. 2012

 

Artículos

 

Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense

 

Tamaulipas Coyotes' Views on U.S. Immigration Policy

 

Simón Pedro Izcara Palacios

 

Universidad Autónoma de Tamaulipas. Dirección electrónica: sp_izcara@yahoo.com.

 

Fecha de recepción: 10 de noviembre de 2009.
Fecha de aceptación: 19 de mayo de 2010.

 

Resumen

Desde el comienzo de los años noventa, la política migratoria estadounidense ha centrado la atención en el control de la frontera, mientras las sanciones a los empleadores, la vigilancia de los lugares de trabajo y otras formas de control del interior han permanecido desatendidas. Sin embargo, un resguardo más estricto de la frontera ha sido incapaz de contener el flujo de inmigrantes indocumentados. En la medida en que Estados Unidos ha reforzado la vigilancia fronteriza, los inmigrantes se han tornado más dependientes de los contrabandistas de indocumentados. Este artículo analiza qué opinión tienen los polleros tamaulipecos sobre la estrategia estadounidense de control de la inmigración centrada en la vigilancia de la frontera y cómo ha afectado esto el contrabando de indocumentados.

Palabras clave: guía de migrantes, política migratoria, cruce fronterizo, Tamaulipas, Estados Unidos.

 

Abstract

Since the early 1990s the overwhelming emphasis in U.S. immigration policy has been on border enforcement while employer sanctions, worksite enforcement and other forms of interior control have remained notoriously weak. However, border enforcement proved to be a poor deterrent to the unauthorized flow of immigrants. As the United States has tightened border controls, migrants have become increasingly dependent on people smugglers. This article analyzes the views of Tamaulipas' smugglers on U.S. immigration control which focuses on border surveillance, and how it has affected illegal immigrant smuggling.

Keywords: migrant smugglers, immigration policy, border crossing, Tamaulipas, United States.

 

Introducción

La política migratoria estadounidense, al favorecer los intereses de los empleadores, que durante casi un siglo han encontrado en los inmigrantes ilegales mexicanos una fuente de mano de obra barata y esforzada, ha contribuido a crear un ambiente favorable al fomento de la inmigración subrepticia. Cuando expiró el primer programa formal de trabajadores huéspedes (1917-1921), contraviniendo la ley migratoria, muchos jornaleros permanecieron en Estados Unidos porque sus empleadores se rehusaron a pagarles el transporte de regreso (Geffert, 2002:115). Durante el Programa Bracero (1942-1964), el Servicio de Inmigración y Naturalización violó sistemáticamente la ley migratoria abriendo la frontera al flujo de indocumentados durante los períodos de cosecha (Basok, 2000:224) con el objeto de crear una sobreoferta de mano de obra y abaratar los salarios. En 1952, los senadores Pat McCarran y James Eastland refutaron la enmienda a la ley migratoria propuesta por el senador Paul Douglas, con el propósito de dar luz verde al empleo de mano de obra indocumentada (Tichenor, 2007:11, 12), y en la Ley de control y reforma de la inmigración de 1986 se insertó un mecanismo que exculpaba a los empresarios por el empleo de indocumentados y fomentaba la falsificación de documentos oficiales (Izcara Palacios, 2010:63).

A partir de los años noventa, como respuesta a un desbordamiento del crecimiento de los inmigrantes indocumentados que entraban en Estados Unidos por la frontera con México, la política migratoria estadounidense se focalizó en una estrategia de férreo control de las principales ciudades fronterizas, lo que hizo mucho más difícil y peligroso entrar sin documentos en el país. Como consecuencia, muchas personas que anteriormente cruzaban la frontera por su cuenta tuvieron que contratar los servicios de polleros,1 las cuotas cobradas por éstos se elevaron, el contrabando de indocumentados se tornó en una actividad más voluminosa y las redes dedicadas a esta actividad se hicieron más robustas.

Este artículo analiza qué opinión tienen los polleros tamaulipecos sobre la inclinación de la política migratoria estadounidense hacia un reforzamiento del control fronterizo y cómo ha afectado esto el contrabando de indocumentados en el territorio fronterizo que comparte Tamaulipas con Texas.

 

Metodología

Esta investigación está fundamentada en un enfoque metodológico cualitativo. La técnica utilizada para el acopio del material discursivo fue la entrevista en profundidad, y el trabajo de campo fue realizado entre abril de 2008 y mayo de 2009.

El procedimiento utilizado para seleccionar la muestra fue el muestreo en cadena; es decir, los entrevistados fueron contactados a partir de la ayuda de informantes que conocían a gente que se dedicaba a facilitar el cruce de la frontera estadounidense a personas que no tenían documentos. Las entrevistas se realizaron en 12 municipios que recorrían toda la geografía de Tamaulipas: el noroeste (Mier), el noreste (Reynosa, Matamoros y San Fernando), el suroeste (Tula, Jaumave, Ocampo y Miquihuana), el sureste (El Mante), el centro-oeste (Victoria e Hidalgo) y el centro-este (Abasolo).

La característica que se buscó en los entrevistados fue su disposición a hablar ampliamente de su actividad en una entrevista que tendría una duración superior a una hora, y que sería retomada en un segundo momento para profundizar en cuestiones que quedaron confusas en un primer encuentro.

Fueron entrevistados 37 polleros que operaban en diferentes áreas de la geografía tamaulipeca. De los entrevistados, 75 por ciento forman parte de la corriente migratoria, operan tiempo parcial y únicamente transportan a migrantes que van a trabajar en la agricultura. Estos polleros obtienen un sobresueldo ejerciendo esta actividad, pero generalmente adquieren más de la mitad de sus ingresos del trabajo agrario. De los entrevistados, 25 por ciento son polleros profesionales que obtienen todos sus ingresos de esta actividad, forman parte de una red más compleja y también facilitan el cruce fronterizo a familiares (esposas e hijos) de inmigrantes establecidos en Estados Unidos.

Las entrevistas fueron conducidas con un guion abierto y la dinámica de cada una de ellas se acomodó a la experiencia de cada entrevistado. También se buscó que los entrevistados facilitasen algunos datos cuantitativos: ¿cuántas veces cruzan al año?, ¿cuánto ganan?, ¿a cuántos indocumentados cruzan?, etcétera. Estas preguntas, algunas de las cuales les resultaron incómodas a los entrevistados, no se colocaron en un momento preciso de la entrevista, sino que se plantearon después de lograr un clima de empatía. En algunos casos, los datos cuantitativos se obtuvieron en las entre-vistas posteriores; en otras ocasiones, los entrevistados aportaron esta información durante el desarrollo su discurso sin necesidad de preguntar sobre estos aspectos.

En primer lugar se realizó un análisis cuantitativo de los datos obtenidos con el objeto de describir la muestra estudiada. Por otra parte, se llevó a cabo un análisis de los discursos recopilados en las entrevistas con el propósito de conocer la opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense.

 

Descripción de la muestra

La mayor parte de los polleros entrevistados proceden de comunidades rurales. Coincido con David Spener (2001a, 2004) cuando señala que en el contrabando de indocumentados en la frontera de Texas con el noreste de México tiene una enorme importancia el contrabando en pequeña escala, que es conducido por polleros que forman parte de la corriente migratoria, realizan esta actividad en tiempo parcial y residen en zonas rurales. Sin embargo, el clima de violencia que se desató en el noreste de México a partir de febrero de 2010 les ha afectado muy negativamente. Algunos han sido asesinados y otros han suspendido de modo temporal sus actividades.

De los entrevistados, 62 por ciento nacieron en una comunidad rural; sin embargo, muchos trasladaron su residencia a un centro urbano, de modo que únicamente 43 por ciento de ellos residían con sus familias en áreas rurales cuando fueron entrevistados. Algunos polleros, especialmente cuando se dedican profesionalmente a este negocio, trasladan su residencia a los municipios de la frontera (Reynosa, Matamoros, Mier y San Fernando) para ejercer esta actividad de forma más eficiente; otros lo hicieron porque mejoró su economía y la ciudad les ofrece más comodidades a ellos y a sus familias. También hay personas procedentes de los estados adyacentes a Tamaulipas (Nuevo León, San Luis Potosí y Veracruz) que fijan su residencia en una ciudad fronteriza tamaulipeca para dedicarse al coyotaje de tiempo completo. También radican en Tamaulipas polleros que tienen nacionalidad estadounidense (véase el cuadro 1).

En el cuadro 2 se indica la edad de los entrevistados. La muestra está compuesta principalmente por personas jóvenes. La edad media de éstos es de 36.6 años y se registra un predominio de polleros jóvenes de entre 30 y 40 años de edad.

La mayor parte de los entrevistados llevan mucho tiempo ejerciendo esta actividad. Como resultado, su economía ha mejorado notablemente. Antes de dedicarse a este oficio padecían una situación económica muy precaria. Cinco de los entrevistados son hijos de madres solteras; a dos los abandonó su padre poco después de nacer; 23 son hijos de campesinos empobrecidos o de jornaleros sin tierras; cinco son hijos de trabajadores migratorios; uno es hijo de un pollero, y otro, de un hojalatero. Como consecuencia, la mayor parte de los entrevistados (65 %) se vieron obligados a comenzar a trabajar antes de cumplir 11 años de edad para apoyar la economía familiar. Por ello, 57 por ciento de los polleros sólo tienen estudios primarios, en muchos casos, incompletos, aunque todos han aprendido a leer y escribir y, en algunos casos, han terminado la secundaria en programas de educación para adultos.

Frente a la penuria económica que sufrieron en su niñez, al momento de la entrevista, todos los entrevistados tenían al menos un vehículo, 60 por ciento habían invertido parte de sus ahorros en la compra de tierra o ganado o en algún negocio, y también contaban con algunos ahorros; pero la principal inversión que habían hecho era la educación de sus hijos: 32 por ciento de los entrevistados tenían uno o más cursando estudios superiores o habían financiado los estudios universitarios de un familiar (generalmente una hermana). Los polleros buscan que sus hijos estudien carreras con buenas expectativas profesionales, como la medicina o las ingenierías, y también se preocupan por que estudien en instituciones prestigiosas. Además, cuando sus hijos no encuentran empleo después de terminar una carrera, en algunos casos les compran una plaza. Por ello, muchas veces contrasta en las entrevistas la falta de atención que les dieron sus padres con la devoción que tienen ellos por sus hijos. Como señalaba Teófilo, "cuando uno era chamaco los papás no se preocupaban por uno y ahora uno sí piensa en qué van a hacer los hijos" (Teófilo, entrevista, 2009).

Los polleros son conscientes del riesgo que comporta la actividad que desempeñan. Por eso procuran no desperdiciar su dinero. Sin embargo, muchos de ellos manifiestan que sacar adelante a sus hijos es muy costoso y que no pueden dejar este negocio hasta que éstos sean independientes (terminen sus carreras y trabajen). Por lo tanto, la mayor parte de los entrevistados consideran que tendrán que seguir ejerciendo esta actividad por muchos años.

El cuadro 3 indica el año cuando iniciaron esta actividad y el tiempo que llevan dedicados a ésta. Al momento de la entrevista, únicamente cuatro de los polleros habían dejado esta actividad; el resto participaba activamente en el contrabando de indocumentados, y la media de años dedicados a este negocio era de nueve.

En el cuadro 4 se muestra el estatus legal de los polleros entrevistados. La mayor parte de ellos –más de 75 por ciento– son indocumentados y 13 por ciento obtuvieron una visa H-2A, aunque únicamente uno de ellos no la tenía expirada. Por otra parte, dos de los entrevistados contaban con una tarjeta de residente, uno era ciudadano estadounidense y otro tenía una visa de turista.

Los polleros que forman parte de la corriente migratoria generalmente reclutan a sus clientes en comunidades rurales tamaulipecas situadas en el entorno donde residen. Los polleros son conocidos en sus comarcas y la gente acude a ellos para que la lleven a Estados Unidos; pero sólo transportan a varones jóvenes con aptitudes para el trabajo agrario. Por el contrario, los polleros profesionales también reclutan personas de otros estados de México e inmigrantes centroamericanos, sudamericanos y de otros continentes. Únicamente esperan que sus clientes sean solventes y no estén impedidos para caminar. Por lo tanto, también reclutan a mujeres y niños, aunque suelen rechazar a la gente obesa. En el cuadro 5 se enlistan los lugares de residencia de los clientes de cada uno de los polleros entrevistados.

Los polleros no suelen reclutar grupos muy pequeños porque no son rentables, pero los grupos tampoco pueden ser muy grandes porque llamarían la atención de la patrulla fronteriza y serían más fáciles de interceptar. Hay polleros como Zacarías (entrevista, 2008), Orencio (entrevista, 2008), Eusebio (entrevista, 2008), Gonzalo (entrevista, 2009), Teodoro (entrevista, 2009) o Lucio (entrevista, 2009), que siempre cruzan la frontera con el mismo número de clientes y no emprenden el viaje hasta que reúnen un grupo de un tamaño específico. Sin embargo, la mayoría busca formar grupos comprendidos en un estrecho intervalo. No hay mucha diferencia entre el tamaño de los grupos que cruzan los polleros que operan en pequeña escala y los que lo hacen en mayor escala; la diferencia se encuentra en la frecuencia de los viajes. Los primeros no cruzan la frontera más de cuatro veces al año y, en la mayor parte de los casos, únicamente lo hacen en una o dos ocasiones (generalmente a principios de año, entre enero y marzo, cuando comienza la campaña agrícola, y a mediados, en junio o julio, que es cuando más brazos se necesitan en la agricultura). Los segundos trabajan en redes donde hay una mayor división del trabajo y cruzan a sus clientes a lo largo de todo el año.

Como se observa en el cuadro 6, hay polleros que sólo pasan a tres o cuatro personas y hay otros que reúnen hasta 40 individuos. Aunque los grupos grandes son la excepción, ya que para transportar a tantas personas es necesario contar con la complicidad de los agentes de inmigración estadounidenses. De los polleros entrevistados, 40 por ciento nunca conducen grupos de más de 10 personas.

 

El contrabando de indocumentados y el reforzamiento del control fronterizo

Al comienzo de los años noventa, en el marco de un incremento en los niveles de inseguridad económica derivado de la recesión (Nevins, 2002:11), se desató en Estados Unidos un clima de preocupación pública por la crisis del control de la frontera, que señaló a los indocumentados como una amenaza para la seguridad y soberanía de ese país. La vigilancia de la frontera, que antes de la década de los setenta raramente recibió atención nacional (Nevins y Dunn, 2008), en los noventa cobró estatus de prioridad y atrajo la atención de los medios de comunicación, que al proyectar imágenes alarmantes de pérdida de control sobre la frontera generaron ansiedad en la sociedad (Andreas, 2000:8). El rápido crecimiento del número de indocumentados2 encendió aún más un sentimiento antiinmigración que tiene una profunda raigambre en Estados Unidos.

La vigilancia se concentró en cuatro segmentos de la frontera suroeste. En 1993 se desarrolló en El Paso, Texas, la Operación Bloqueo; en 1994 se desplegó en San Diego la Operación Guardián; en 1995 nació en Arizona la Operación Salvaguarda, y en 1997 se inició en Texas la Operación Río Grande (Izcara Palacios, 2009:22). A partir de 1993, la vigilancia de la frontera se reforzó con más patrulleros, muros, bardas y la adquisición de tecnología militar para detectar y detener a los inmigrantes ilegales (Andreas, 1996:63). A ello se agregó un endurecimiento de las penas contra los traficantes de indocumentados (Andreas, 1999:592); sin embargo, existe una opinión generalizada de que el reforzamiento de la vigilancia fronteriza no ha logrado detener la inmigración ilegal; al contrario, ha generado una disuasión de la salida e incentivado la permanencia en Estados Unidos (Hanson, Robertson y Spilimbergo, 2002; Cornelius, 2006; Zúñiga y Leite, 2007:179).

El fracaso de esta estrategia ha sido achacado a un sesgo de ésta hacia el control de la oferta, es decir, a una visión errada que busca atajar el problema de la inmigración subrepticia a través de la militarización de la frontera suroeste, al mismo tiempo que se produce una despreocupación por la demanda (Andreas, 2000:6; Cornelius, 2006). En Estados Unidos, las agencias responsables del cumplimiento de la ley migratoria son el Buró de Aduanas y Protección de la Frontera –U.S. Customs and Border Protection (CBP)– y el Buró de Inmigración y Aduanas –U.S. Immigration and Customs Enforcement (ICE)–. El primero vigila el cumplimiento de la ley en los puertos de entrada, y el segundo, en el interior; aunque 90 por ciento de las aprehensiones de indocumentados las realiza la agencia CBP en la frontera suroeste (véase el cuadro 7). Esto implica que existe una persecución de la inmigración ilegal en la frontera con México, pero cuando el inmigrante traspasa el territorio fronterizo se le permite trabajar libremente. La gráfica 1 describe un sesgo de la política migratoria estadounidense hacia la población mexicana, cuya probabilidad de ser aprehendida por el Departamento de Seguridad Nacional –Department of Homeland Security (DHS)– es muy superior a la media.

Para Andreas (2003:3, 2006:67), la estrategia de militarización de la frontera ha conducido a un fortalecimiento de las redes de contrabando de indocumentados, que se han tornado más sofisticadas y mejor organizadas y han convertido esta actividad en un negocio próspero. En contraste, Spener (2004, 2008, 2009) argumenta que el reforzamiento del control fronterizo no ha alterado la estructura del coyotaje, que sigue dominado por polleros que operan en pequeña escala.

El contrabando de indocumentados mueve más dinero que en el pasado, pero esto no significa que hayan aumentado las ganancias de los polleros. Hay más redes y son más extensas, por lo que las ganancias deben ser divididas entre más personas; además, la incursión de nuevos intermediarios consume parte de sus ganancias. Una cuarta parte de los entrevistados ganaban menos de 5 000 dólares netos al año por realizar esta actividad, y 16 por ciento afirmaron ganar entre 5 000 y 10 000 dólares anuales. En las redes más complejas hay una mayor división del trabajo; los participantes ascienden de posición a medida que permanecen más tiempo en la red. Aquellos que empiezan (los pateros y caminadores)3 son los que realizan las actividades más riesgosas y obtienen menos ganancias, y el que se encuentra en la cima es el que corre menos riesgos4 y gana más. La mayor parte de los polleros no obtienen ingresos muy elevados; pueden hacer frente a los gastos familiares ordinarios, pero no se enriquecen rápidamente.5

El argumento de que el coyotaje ha pasado a manos de organizaciones criminales tampoco es correcto. Éstas lucran con el contrabando de migrantes porque cobran una tarifa por atravesar un territorio que arrebataron al Estado mexicano;6 sin embargo, la afirmación del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes –House Committee on Homeland Security (HCHS)– de que "el contrabando de migrantes desde México a los Estados Unidos pone en manos de los criminales billones de dólares al año" (HCHS, 2006:14) es errónea.7 Así mismo, el discurso oficial que afirma que migrantes, drogas, terroristas y armas de destrucción masiva son movidos o pueden ser transportados por unos mismos grupos y rutas (HCHS, 2006:28-30) carece de sustento. Únicamente uno de los entrevistados, Alejandro, habló de un pasado violento asociado al narcotráfico. Él afirmó que dejó el tráfico de drogas para que su madre no estuviese mortificada, y por eso se hizo pollero, un negocio que, según dijo, "es algo más tranquilo" (Alejandro, entrevista, 2009). Este entrevistado diferenciaba el tráfico de drogas, una actividad arriesgada, del contrabando de personas, un negocio más tranquilo, y subrayaba la separación entre uno y otro. Ramiro (entrevista, 2008), un pollero que tiene una visa H-2A desde 2001, también relató que desde 2003 comenzó a trabajar como pollero porque ese año la policía federal de México detuvo a su amigo por transportar mariguana y cocaína. Por lo tanto, como la compañía del ramo agroalimentario que contrató a su amigo se quedó sin pollero, él ocupó su lugar. Sin embargo, en ninguna entrevista apareció ningún dato que permitiese vincular el tráfico de drogas con el contrabando de indocumentados. Es más, los entrevistados responden con un no rotundo cuando se les pregunta si también transportan drogas o armas.

El discurso oficial, que sostiene que los coyotes desprecian las vidas de los migrantes (HCHS, 2006:17), es básicamente propagandístico. Los polleros y los migrantes persiguen las mismas metas. Como señala Spener (2008:144), "es más exacto ver la relación entre los migrantes y sus coyotes como una alianza estratégica en el campo social del cruce fronterizo". En el caso de los polleros de tiempo parcial, esta afirmación resulta evidente; tanto éstos como sus clientes no persiguen únicamente el mismo objetivo de traspasar la frontera sin ser aprehendidos, sino que además serán empleados en la misma actividad y, muchas veces, con el mismo patrón. En el caso de las redes más grandes de contrabando de indocumentados, la relación con los migrantes es más distante, pero también buscan ofrecerles un buen servicio y transportarlos sanos y salvos al otro lado de la frontera. Únicamente si los migrantes están satisfechos con el servicio que reciben, estas redes tendrán nuevos clientes; es decir, el reclutamiento de los migrantes no se realiza por medios coercitivos sino a través de la oferta de un servicio competitivo en términos de calidad y precio.8

Esto no significa que la alianza entre los migrantes y sus coyotes sea inalterable. Cuando un migrante ya no puede caminar más y pone en peligro el objetivo del grupo, el pollero lo abandona. En muchas ocasiones son los propios migrantes exhaustos los que deciden no continuar. En el caso de los polleros que trabajan en mayor escala, esta alianza es más precaria y nunca termina por fraguarse una red de confianza entre los migrantes y sus coyotes, pero no es posible hablar de una coerción violenta de los últimos hacia los primeros. Nicanor, quien en el lado mexicano es responsable de una red de contrabandistas formada por un grupo de entre 40 y 50 personas, expresó del siguiente modo este clima de desconfianza:

Hay mucha gente que puede ser que esté trabajando contigo y te estén robando el negocio; también te roban las personas, te roban los chivos, [...] por ejemplo [...] a veces los cruza uno, y ya cruzando, los mismos chivos p'os se agarran a correr como locos. Eso quiere decir que [...] ya alguien los había instruido o dicho que llegando de aquel lado se agarren a correr, que al cabo ellos mismos los buscan y les pueden cobrar menos dinero (Nicanor, entrevista, 2008).

Nicanor manifestó así su desconfianza de aquellos que formaban parte de su red, de los miembros de otros grupos y de los mismos migrantes, que podían escapar sin terminar de pagar o irse con otros polleros que les cobrasen menos.

 

La complicidad de los servidores públicos situados a los dos lados de la frontera

Tanto la sociedad como las autoridades migratorias estadounidenses y mexicanas responsabilizan a los polleros del drama que sufren los indocumentados al cruzar la frontera. Los polleros son el perfecto chivo expiatorio de todas las tragedias sufridas por los inmigrantes; los indocumentados son descritos como víctimas pasivas expuestas a grandes peligros por personas desalmadas que los tratan como una mercancía, y las autoridades migratorias son representadas como los protectores de los migrantes. Sin embargo, esta imagen, que privilegia la perspectiva de los funcionarios de gobierno, no refleja de modo adecuado la realidad. Un gran número de polleros que operan en pequeña escala son empleados de un empresario que cubre los costos del contrabando de personas. Nueve de los entrevistados no recibían de sus clientes nada de dinero; era su empleador quien les pagaba una cantidad comprendida entre 1 500 y 5 000 dólares por cada remesa de indocumentados que le entregaban, y dos de los polleros obtenían una parte de su pago del empleador, y otra, de los indocumentados. El discurso de los entrevistados revela la existencia de sólidos lazos entre los polleros y los empleadores. En muchos casos, los polleros son trabajadores de confianza que se destacan por un alto rendimiento laboral, una lealtad demostrada y contrastada, y una predisposición para permanecer callados. Como dijo Ramiro (entrevista, 2008): "si me llegan a agarrar con las manos en la masa no digo nada". Ernesto (entrevista, 2008), un pollero de Altamira que desde el año 2000 le lleva anualmente a su patrón, un empresario agrario de Arkansas, una cifra comprendida entre 13 y 17 trabajadores indocumentados que proceden principalmente de los municipios del sureste de Tamaulipas, comentó que su empleador le había dicho: "qué voy a hacer el día que ya no regreses; tú eres muy útil para mí". El relato expresado por Ernesto se repitió con muchas similitudes en 28 de las entrevistas realizadas. Por lo tanto, es razonable concluir que el contrabando de indocumentados aparece impulsado por el deseo de muchos empleadores de contratar mano de obra barata y disciplinada en sectores que reclutan a sus trabajadores a través de procesos laborales que no dependen del mercado.

El contrabando de indocumentados también se sustenta en la complicidad de los servidores públicos situados a los dos lados de la frontera (Escobar, 2006:82, 85; Spener, 2001b:233). En las entrevistas aparecen numerosas referencias a esta complicidad. Muchos de los entrevistados hablan de que sus patrones tienen arreglos con las autoridades migratorias estadounidenses y, por lo tanto, los polleros pueden cruzar la frontera libremente. Braulio (entrevista, 2008), un empleado de un ganadero de San Antonio, Texas, desde 1985, cuando él tenía 15 años, afirma: "cómo es que se cruza el río si hay cámaras y mucha vigilancia tanto aquí como allá; pero bueno, eso lo arregla mi patrón. A mí sólo me dice: 'yo necesito gente; tráetela', y la llevo. Él es el que hace los arreglos". Gerardo (entrevista, 2008), un empleado de un agricultor de Mississipi, señaló: "son gente que va a trabajar y no se les molesta porque el patrón ya está arreglado". Eugenio (entrevista, 2008) también dijo: "eso para mí está arreglado". Francisco (entrevista, 2008) afirmó: "yo sólo cumplo órdenes; lo que me digan hago, porque yo sé que si sigo las instrucciones no me va a agarrar migración porque eso se arregla entre gente de poder. Ya está arreglado". Así mismo, Aurelio (entrevista, 2009) subrayó: "ya que tenemos a los posibles trabajadores, pues que sean más o menos entre 30 y 40, hacemos el enlace con la gente que se va a encargar de que no haya problemas con el traslado, o sea, con agentes aduanales que están puestos y que nos facilitan todo".

La veracidad de las afirmaciones expresadas por los entrevistados no fue contrastada. Sin embargo, el ICE ha reconocido que existen casos de corrupción.9 El ICE ha insistido que se trata de "pocos agentes federales corruptos"; sin embargo, desde hace más de una década, el Servicio de Inmigración y Naturalización –Immigration and Naturalization Service (INS)– (ICE a partir de 2003) ha sido señalado como la agencia gubernamental más vulnerable a la corrupción (Andreas, 1998:83).

En el lado tamaulipeco de la frontera, la corrupción es más manifiesta. El contrabando de indocumentados es un negocio con el que lucran colectivos de índole muy diversa. Los polleros –sobre todo aquellos que se dedican exclusivamente a esta actividad, cruzan la frontera con una periodicidad regular y conducen a extranjeros– necesitan disponer de una red de informantes, que incluye a servidores públicos empleados en los gobiernos municipales, migración y el ejército, que son quienes, como ellos dicen, "les avientan los pitazos". Los grupos delictivos obtienen la mayor tajada de esta actividad. Éstos proporcionan información y seguridad a cambio del pago de una cuota fija de carácter periódico. Como consecuencia, los polleros de tiempo parcial cada vez deben tener más en cuenta a estos nuevos actores, que les exigen la entrega de jugosas cantidades para poder operar. En la actualidad, ejercer esta actividad sin pagar cuotas, como lo hacen algunos polleros que trabajan en pequeña escala, es muy peligroso. Aurelio (entrevista, 2009) se refirió de la siguiente manera a los polleros no profesionales: "nosotros les llamamos chapulines porque no pagan cuota y todo lo quieren pa'ellos; pero si los encuentran, a ellos sí se los quiebran [...]; por eso es peligroso acudir a ellos".

Alejandro (entrevista, 2009), miembro de una red que operaba todo el año realizando un cruce por semana en temporada baja y dos en temporada alta, explicó del siguiente modo cómo estaba regulado el cruce de la frontera y el pago de las cuotas: "nosotros tenemos sólo permiso de pasar dos veces por semana máximo; es lo que nos permite la cuota. La cuota [...] para que nos dejen trabajar la pagamos una vez por semana".

 

La farsa de la política migratoria estadounidense

Los polleros tamaulipecos describen la política migratoria de Estados Unidos como una farsa o representación que persigue el objetivo de engañar a la sociedad estadounidense. En opinión de los entrevistados, debido a que la sociedad culpa a los indocumentados del desempleo, la delincuencia y el desbordamiento de los servicios de salud, desde arriba se implementan medidas que tienen la apariencia de estar destinadas a detener la inmigración ilegal, cuando en realidad no se hace nada. Aurelio (entrevista, 2009) describe la política migratoria estadounidense como una maraña de palabras huecas hecha para confundir y contener a aquellos inconformes con el crecimiento del número de inmigrantes: "la política esa no nos afecta. Yo creo que son discursos para acallar a gente inconforme de por allá; pero nuestro negocio sigue funcionando y la gente se sigue yendo, y no hay nada que nos haga pensar que esto puede acabar".

Alejandro atribuyó la porosidad de la frontera y la fluidez del tráfico de indocumentados a la falta de interés del gobierno de Estados Unidos en detener el flujo subrepticio de mano de obra a través de la frontera, y concluyó que la política migratoria no se aplicaba:

Si la política migratoria fuera tan buena no estaríamos cruzando gente por el río; no lo estaríamos haciendo en las condiciones que nosotros tenemos para trabajar; nos las da el mismo gobierno, porque sabe cómo lo hacemos y sabe cómo evitar que lo hagamos; pero de una u otra forma les llega dinero que nosotros les pagamos. Entonces yo creo que es un círculo vicioso porque las políticas migratorias no sirven. Yo sigo pasando gente porque el gobierno no las aplica (Alejandro, entrevista, 2009).

En esta cita se achaca el enorme volumen del contrabando de indocumentados al desinterés del gobierno estadounidense en detener el flujo irregular de mano de obra demandada por aquellos sectores productivos que han sustentado su competitividad en la disposición de trabajadores ilegales. La idea expresada por Alejandro de que su éxito en cruzar la frontera se debe más a la falta de interés del gobierno de Estados Unidos en detenerlos que a la propia destreza de los polleros es compartida por muchos de los entrevistados. Como afirmó Francisco (entrevista, 2008), las autoridades migratorias "saben que pasa mucha gente a diario y no dicen nada", o, como señaló Gerardo (entrevista, 2008): "la migra ya sabe".

Esto no significa que ahora sea tan fácil cruzar la frontera como dos décadas atrás, cuando Tomás le llevaba jornaleros indocumentados del municipio de Hidalgo a su patrón de Carolina del Norte. Tomás (entrevista, 2008) afirmó que entre los años 1983 y 1993 "cruzando el valle, allá más adentro, no tenías problemas; sólo lo difícil era cruzar aquí, porque para allá, para adentro, no había problema". Así mismo Carlos (entrevista, 2009), un pollero que lleva más de una década cruzando trabajadores del norte de Tamaulipas hasta Texas y Florida, dijo: "en tiempos atrás era más fácil cruzar para el otro lado; ahora tienes que estar bien enterado de todo". En la actualidad, cruzar la frontera implica un mayor riesgo. Dos décadas atrás, los polleros dependían de sí mismos para llevar a cabo esta actividad; ahora dependen de una red de intermediarios relativamente compleja, que les ofrece información o ayuda para esquivar tanto a las autoridades migratorias estadounidenses como a los múltiples actores situados del lado mexicano de la frontera.

Lo que cambió en los últimos años fue la situación del lado mexicano de la frontera. La vigilancia se ha reforzado en los dos lados: en el estadounidense, la Patrulla Fronteriza cuenta con tecnología de punta (detectores de pisadas magnéticos, sensores infrarrojos para la detección de cuerpos, sistemas de fotoidentificación, etcétera); en el lado tamaulipeco, una red primaria de informantes y otra secundaria se maneja con tecnología menos compleja, pero de modo muy eficiente.10

El control de la frontera mexicana por medio de una red de miles de agentes que reportan todo acontecer sospechoso permite ejercer una minuciosa regulación del contrabando de indocumentados. Como consecuencia, los polleros encuentran cada vez más dificultades para operar libremente y deben someterse a una disciplina que les marca el calendario (¿cuándo?) y la intensidad (¿cuántos?) del contrabando de indocumentados e incrementa el costo de esta actividad. Para las redes más grandes esto proporciona una mayor certidumbre. Por el contrario, para aquellos que operan en menor escala, la regulación de esta actividad constituye una enorme traba.

Entre 1983 y 1993, Tomás (entrevista, 2008) cruzaba la frontera en febrero para llegar hasta Carolina del Norte sin depender de nadie más. Igualmente Abelardo (entrevista, 2009), entre 1990 y 1997, cruzaba la frontera dos veces al año, en enero y julio, para conducir por su cuenta a trabajadores de San Fernando hasta Florida. En contraste, de los 33 polleros que al momento de la entrevista se dedicaban al contrabando de indocumentados, únicamente dos manifestaron que trabajaban solos.

Aquellos entrevistados que se habían dedicado a esta actividad por más de una década concluyeron que ahora debían ser más cuidadosos y precavidos. El reforzamiento del control fronterizo no ha supuesto un incremento de las aprehensiones, pero los cambios en la política migratoria estadounidense han dificultado y endurecido el ejercicio de esta actividad. Jorge (entrevista, 2008) señaló: "ya no es como antes; ahora tienes que andar con mucha pre caución". Así mismo, Ramiro (entrevista, 2008) mencionó: "hoy en día se batalla mucho para burlar migración". Los polleros se han vuelto más precavidos, han tenido que buscar apoyo en un grupo de personas cada vez más numeroso y deben caminar durante más días a través de los ranchos y el monte sur tejanos, que están fuertemente vigilados (Spener, 2001a:231), hasta llegar a una zona segura, poco vigilada por la patrulla fronteriza, como el condado de Brooks. Como señaló Gonzalo (entrevista, 2009): "hay un punto de migración muy grande y peligroso para que te agarren; si no te agarran antes de llegar ahí, ya la hiciste". Conducir a los indocumentados hasta un espacio libre de vigilancia implica una división del trabajo más compleja y un mayor esfuerzo. Como indicó Eusebio (entrevista, 2008): "me hacen más cansada la pasada". Sin embargo, la mayor parte de los entrevistados coincidieron en afirmar que el reforzamiento del control fronterizo ha tenido un efecto reducido en el desempeño de su actividad. Ahora deben planificar con más cuidado el cruce de la frontera, ya que esta actividad se ha tornado más laboriosa y precisan del apoyo de más personas que antes. Expresiones como "las cosas siguen igual que antes" o "es lo mismo" se repiten en muchas entrevistas.

Una cosa que sí ha cambiado es la determinación de la gente para a cruzar al otro lado. Según los entrevistados, a pesar de los problemas de pobreza y desempleo que afectan Tamaulipas, el número de personas que se deciden a cruzar la frontera sin documentos es insuficiente para satisfacer la demanda que existe en el país del norte. El endurecimiento del control fronterizo, pero sobre todo la violencia desatada del lado mexicano, han ocasionado que la población tamaulipeca tenga cada vez más temor a emigrar. Como consecuencia, los polleros encuentran mayores dificultades para convencer a la gente de que emigre, y deben dedicar un mayor esfuerzo a las labores de reclutamiento. Zacarías (entrevista, 2008) –un pollero que desde 1994 le lleva jornaleros de diferentes municipios tamaulipecos a su patrón, el dueño de un rancho de 400 hectáreas de toronja y naranja en Texas–, dijo: "llevo los mismos, pero se batalla un poco para convencerlos de que vayan". Roberto (entrevista, 2008), que desde 1999 traslada trabajadores indocumentados de los municipios de Tula y Jaumave hasta Carolina del Norte, señaló: "ahora ya casi no se quieren ir así de mojados". Rogelio (entrevista, 2009), que desde hace 15 años cruza todos los meses la frontera transportando indocumentados tanto de México como de Centroamérica –e incluso ha llevado gente de países más lejanos como Brasil y la India–, mencionó: "ha disminuido bastante; últimamente, la gente ya no, ya no es lo mismo". En otras entrevistas también aparecen referencias al hecho de que son cada vez más las personas que en un primer momento se animan a ir y después se arrepienten; de modo que a los polleros cada vez les cuesta más reunir grupos de tamaño adecuado.

Los entrevistados afirman que su profesión es muy arriesgada, ya que el contrabando de indocumentados es una actividad cada vez más perseguida. Sin embargo, casi todos los polleros (sobre todo los que forman parte de la corriente migratoria) consideran injusto que ayudar a sus paisanos a cruzar la frontera sea catalogada como una actividad delictiva, porque lo que ellos hacen acarrea beneficios en los dos lados de la frontera. Por una parte, ayudan a sus paisanos a escapar de la pobreza. Como señaló Aurelio (entrevista, 2009): "aunque sé que las leyes dicen que esto está mal; pues yo creo que lo que está mal es que no haya trabajo en México y que nos pongan tantas trabas para ir al otro lado a trabajar". Por otra parte, proporcionan mano de obra a sectores que no encuentran trabajadores disponibles. Por lo tanto, afirman que al llevar indocumentados contribuyen a corregir un déficit de mano de obra que afecta las actividades donde las condiciones laborales son más onerosas. En las entrevistas, los polleros subrayan la idea de que ellos transportan una mano de obra muy valiosa y apreciada en Estados Unidos. Como afirmó Francisco (entrevista, 2008): "quieren al mexicano trabajando allá porque trabaja más que cualquier otra persona". Así mismo, Antonio (entrevista, 2009) señaló: "se nos solicita para trabajar y nos aceptan aunque no tengamos papeles legales; nuestro trabajo vale mucho para ellos". En este sentido, Rafael (entrevista, 2008), que desde 1988 cruza la frontera en los meses de marzo y junio para conducir indocumentados hasta ranchos de Texas, Nuevo México y Oklahoma, no comprendía por qué son objeto de persecución si lo único que hacen es trabajar callados en empleos que nadie más quiere realizar: "Uno lo que quiere es trabajar a gusto; sólo eso, para traer dinero a la gente que te espera acá, de este la do; sólo eso, trabajo. No pedimos nada, sólo el trabajo que podemos hacer y que allá se necesita harto".

 

Conclusión

El reforzamiento del control de la frontera ha conducido a un crecimiento del coyotaje, a un fortalecimiento de los grupos mejor organizados y ha tornado más difícil la labor de los polleros que trabajan por cuenta propia, quienes han tenido que agrandar sus redes, aunque todavía son muy numerosos los polleros que operan en pequeña escala y el coyotaje continúa siendo una actividad no violenta en la que los indocumentados y los coyotes persiguen un mismo objetivo. Las organizaciones delictivas también lucran con el contrabando de migrantes; sin embargo, el narcotráfico y el coyotaje son negocios operados por grupos diferentes que utilizan rutas distintas.

Los polleros tamaulipecos piensan que la política migratoria estadounidense constituye una pose que tiene como objetivo acallar y contener un sentimiento antiinmigratorio cada vez más extendido. Una política migratoria volcada sobre un férreo control de la frontera genera una errónea percepción de que se está haciendo todo lo posible por contener el problema de la inmigración ilegal, cuando en realidad no se hace nada por impedir el empleo de trabajadores que no tienen documentos.

Según la opinión de los polleros, la política de control de la oferta ha dificultado la actividad que ellos realizan. Además, en los últimos años, su negocio se ha visto resentido por un mayor temor de la gente a emigrar de modo subrepticio. Sin embargo, la falta de control de la demanda es contemplada como una inclinación del gobierno de Estados Unidos hacia los intereses de los empleadores.

Los polleros no se consideran delincuentes; al contrario, piensan que cumplen una función importante: por una parte, abastecen de mano de obra barata y disciplinada a determinados sectores productivos que no dependen de los mecanismos del mercado para reclutar a sus trabajadores; por otra, ayudan a sus paisanos a salir de la pobreza.

Algunos de los entrevistados no ven su labor como algo que atenta contra las leyes migratorias de Estados Unidos porque no eligen por dónde pasar; ellos dicen que cruzan por donde les indican las autoridades estadounidenses. En algunas entrevistas se hace alusión a acuerdos entre empleadores y autoridades migratorias para permitir el paso de indocumentados, y muchos creen que esta práctica permisiva constituye un elemento de la política migratoria estadounidense. Por ello, los polleros no atribuyen a su buen hacer el éxito en cruzar la frontera sin ser aprehendidos, sino a un desinterés de las autoridades en eliminar el contrabando de indocumentados. En este sentido, lo que el discurso oficial define como una amenaza para la seguridad nacional son, como ha señalado Cornelius (2006), trabajadores migratorios que presentan elevadas tasas de empleo, laboran en el sector formal y pagan impuestos.

 

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Entrevistas

Abelardo [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, San Fernando, Tamaulipas.

Alejandro [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

Antonio [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

Aurelio [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

Braulio [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Hidalgo, Tamaulipas.

Carlos [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

Ernesto [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, El Mante, Tamaulipas.

Eugenio [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Matamoros, Tamaulipas.

Eusebio [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Tula, Tamaulipas.

Francisco [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Gerardo [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, San Fernando, Tamaulipas.

Gonzalo [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Matamoros, Tamaulipas.

Jorge [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Lucio [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Abasolo, Tamaulipas.

Mauro [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Ocampo, Tamaulipas.

Nicanor [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

Orencio [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Tula, Tamaulipas.

Rafael [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

Ramiro [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Reinaldo [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Tula, Tamaulipas.

Roberto [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Tula, Tamaulipas.

Rogelio [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Teodoro [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Maquihuana, Tamaulipas.

Teófilo [entrevista], 2009, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Jaumave, Tamaulipas.

Tomás [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Hidalgo, Tamaulipas.

Zacarías [entrevista], 2008, por Simón Pedro Izcara Palacios [trabajo de campo], Opinión de los polleros tamaulipecos sobre la política migratoria estadounidense, Reynosa, Tamaulipas.

 

Notas

1 En este texto se utilizan de forma indistinta los vocablos pollero y coyote, debido a que constituyen los términos coloquiales usados con más frecuencia para definir a las personas que facilitan el cruce de la frontera a aquellos que no tienen documentos para emigrar a Estados Unidos.

2 Entre 1990 y 2008, el número de indocumentados ascendió de 3.5 a 11.9 millones de personas, de las cuales siete millones nacieron en México (Passel y Cohn, 2009:21).

3 Los pateros son quienes se dedican al tráfico ilegal de personas a través del Río Bravo, mientras que los caminadores son quienes conducen a los indocumentados a pie a través del territorio estadounidense.

4 Corre pocos riesgos porque los pateros y caminadores, que son quienes más probabilidades tienen de ser aprehendidos por la Patrulla Fronteriza, generalmente no lo conocen.

5 A muchos de los entrevistados les gustaría dejar esta actividad, pero no pueden porque todavía no tienen ahorros suficientes para sacar adelante a la familia. A diferencia de aquellos que pertenecen al mundo del crimen organizado, los polleros tienen libertad para abandonar en cualquier momento la actividad que realizan.

6 Aquellos polleros que facilitan el cruce fronterizo de personas de otros países necesariamente tienen que pagar estas tarifas porque son fácilmente detectables, y si se niegan a hacerlo, las consecuencias son dramáticas. Los coyotes que operan en menor escala tratan de evadir el pago de estas tarifas; aunque las organizaciones delictivas tienen un control cada vez mayor del territorio fronterizo mexicano, y para los coyotes es cada vez más arriesgado no pagar cuotas.

7 El Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes calcula estas ganancias astronómicas a partir de unas tarifas que sitúan entre 1 200 y 2 500 dólares para los mexicanos, y de 45 000 a 65 000 dólares para los migrantes de otros países. Es cierto que a los mexicanos les puede costar entre 1 200 y 2 500 dólares cruzar la frontera (Izcara Palacios, 2009:25), pero a los migrantes centroamericanos les cuesta aproximadamente el doble (entre 3 000 y 6 000 dólares; nadie paga 65 000 dólares). Pero este no es el dinero que reciben los grupos delictivos; ellos cobran una fracción de esta cantidad por concepto de derechos sobre el territorio. Aunque también es cierto que estos pagos han crecido de modo desmesurado. En Tamaulipas, esta fracción era inferior a 10 por ciento en 2004, pero en 2011 ascendió, en algunos casos, a 30 por ciento.

8 Aunque los inmigrantes centroamericanos tienen menos libertad que los mexicanos para elegir con quién emigrar.

9 Se pueden citar los casos de David Cruz (arrestado en diciembre de 2007 por proporcionar documentos falsos para que inmigrantes ilegales pudiesen pasar en autobuses comerciales por un punto de control en Laredo), Jesús Miguel Guisa (arrestado el 13 de mayo de 2008 por permitir el paso de indocumentados en un punto de control en Nuevo México), Raúl y Fidel Villarreal (arrestados en octubre de 2008 por recoger a inmigrantes sin documentos en vehículos oficiales e introducirlos en Estados Unidos) y Sergio López Hernández (inspector de aduanas condenado el 13 de abril de 2009 por facilitar la entrada de indocumentados por Brownsville y distribuir cocaína) (ICE, 2008a, 2008b, 2009a, 2009b).

10 El salario de los agentes que forman la red primaria de informantes equivale a aproximadamente 10 por ciento de lo que cobra un agente de la Patrulla Fronteriza, y el de aquellos que forman la red secundaria es mucho menor; además trabajan durante más horas que los agentes de la Patrulla Fronteriza. La competitividad de los salarios tamaulipecos hace que los grupos delictivos puedan disponer de una red que cuenta con un elevado volumen de recursos humanos sin que los costos aumenten de forma desmesurada.

 

Información sobre el autor

Simón Pedro Izcara Palacios es doctor en sociología por la Universidad Complutense de Madrid. En 1998 obtuvo el premio extraordinario de doctorado por la misma universidad. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y autor de los libros Nuevas infraclases: Los jornaleros migratorios de Tamaulipas (Miguel Ángel Porrúa, 2011) y Los jornaleros tamaulipecos y el Programa H-2A de trabajadores huéspedes (Plaza y Valdés, 2010). Actualmente es profesor de tiempo completo en la Unidad Académica Multidisciplinaria de Ciencias, Educación y Humanidades de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.

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