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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.5 no.3 Tijuana ene./jun. 2010

 

Artículos

 

Parejas en el espacio transnacional: Los proyectos de mujeres que emigran por motivos conyugales

 

Couples in Transnational Space: The Plans of Women Migrating for Marital Reasons

 

Yolanda Bodoque Puerta* y Montserrat Soronellas Masdéu**

 

Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, España. Dirección electrónica: *yolanda.bodoque@urv.cat **; mariamontserrat.soronellas@urv.cat.

 

Fecha de recepción: 12 de febrero de 2009.
Fecha de aceptación: 12 de mayo de 2009.

 

Resumen

Partiendo de una investigación sobre la migración de mujeres a través de una relación sentimental con hombres españoles, se presentan algunos resultados parciales con el objetivo de mostrar una realidad migratoria singular que también puede ser abordada desde la perspectiva transnacional. Se trata de mujeres que salen de su país para llevar a cabo un proyecto migratorio con el fin de formar una familia en el país de destino. Este proyecto, personal e individualizado, por lo general no se vincula a la existencia de redes migratorias de soporte familiar o comunitario. La transnacionalidad de estas mujeres se caracteriza por una incorporación dependiente al país de destino y la negación de su condición migrante, que comporta la ausencia de un proyecto de retorno.

Palabras clave: mujeres, familia, migraciones por amor, transnacionalismo, España.

 

Abstract

We base this article on a research project on women who emigrate to Spain because they have a romantic relationship with a Spanish man. We discuss partial results in order to demonstrate a unique migratory reality, which can also be approached from a transnational perspective. These women plan their migration and leave their country with the goal of forming a family in the destination country. This personal and individual plan, generally, is unconnected to migratory networks that could provide family or community support. A characteristic of these women's transnationality is their dependent incorporation into the destination country and the denial of their migrant condition, which entails the absence of a plan to return.

Keywords: women, family, migrations for love, transnationalism, Spain.

 

Introducción. De qué partimos

Este artículo forma parte de una investigación1 ya finalizada sobre los matrimonios que son el resultado de un proceso activo de búsqueda de pareja por parte de sus miembros en un mercado matrimonial distinto del que existe en el propio país. Esta investigación se centra en aquellas parejas –formadas mayoritariamente por hombres españoles y mujeres de otras nacionalidades– en las que los hombres –y en menor medida las mujeres– se interesan en hallar pareja, fundamentalmente de América Latina y de algunos países de Europa del este, valiéndose de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ya sea de forma autónoma (turismo) o recurriendo a las diversas agencias matrimoniales de carácter internacional que han ido apareciendo en los últimos años.

Hablamos, en concreto, de mujeres que tienen relaciones sentimentales con un hombre español y que han salido de su país para llevar a cabo un proyecto migratorio motivado por una relación sentimental que implicará la formación de una familia en el país de destino. Nuestra mirada no se centra en aquellas parejas formadas posteriormente al proceso migratorio de una de las partes, porque nos interesan las dos secuencias del proceso: si se nos permite la expresión, la del noviazgo vivido entre dos países y la de la consolidación de la pareja ya en destino, con matrimonio de por medio o sin él.

Teniendo en cuenta que la temática contenida en este artículo se aborda desde el punto de vista del transnacionalismo, nuestra aportación se centrará no tanto en hacer visibles los vínculos transnacionales que este tipo de relaciones generan, sino en enriquecer esta perspectiva teórica y metodológica ya de por sí rica en matices y que está siendo trabajada por numerosos investigadores, entre ellos Portes (2005), Levitt y Schiller (2004) y Suárez (2007). El análisis de las realidades transnacionales vividas por estas mujeres–novias puede contribuir a este enriquecimiento, teniendo en cuenta la poca atención prestada a este fenómeno concreto muy alejado, por otra parte, de las realidades de otros colectivos de mujeres inmigradas.

 

Las migraciones femeninas. ¿Por qué se van?

La bibliografía existente sobre las migraciones femeninas desde las ciencias sociales es ingente, sobre todo a partir de los años ochenta, cuando se empieza a trabajar en la dirección de buscar las causas específicas de la movilidad de las mujeres y las consecuencias en su estatus social y económico. Concretamente, a partir de los trabajos de Phizacklea (1983) y Morokvasik (1984), las mujeres migrantes se analizan como sujetos independientes y no tanto desde la perspectiva de la movilidad masculina. El aumento en número y calidad de los estudios sobre migraciones en los años noventa y hasta la actualidad, nos informa no sólo que los flujos migratorios están cada vez más feminizados, sino también que aumenta el número de mujeres que se desplazan de manera autónoma e independiente, además de detectarse que existen diferentes motivaciones entre hombres y mujeres, es decir, que unos y otras tienen proyectos migratorios distintos. Empiezan, además, a generalizarse las investigaciones que tienen en cuenta la perspectiva transnacional que, para el caso de las mujeres, se centra en las familias transnacionales, cuyo protagonismo como iniciadoras de redes migratorias ha sido ampliamente estudiado, entre otros, por Pedone (2006a, 2006b).

No obstante, si la bibliografía sobre la movilidad de las mujeres es significativa, la existente sobre el tema que nos ocupa se caracteriza por su escasez y heterogeneidad. Podemos encontrar referencias indirectas en el marco de la vasta bibliografía sobre turismo sexual (en la que destaca la antropóloga brasileña Adriana Piscitelli); también las encontramos en los trabajos que abordan la feminización de la migración proveniente de determinadas zonas del sur de Europa (Anthias, 2000; Martin y Sabuco, 2006) y que se incorpora fundamentalmente al trabajo doméstico y a la industria del sexo, donde se aúnan la prostitución, las esposas de alquiler y las cónyuges por correspondencia, llamadas también mail–order brides (Roca, 2007a). Otras autoras, como Constable (2005) o Parreñas (2008), nos acercan también a este fenómeno a partir de etnografías sobre mujeres asiáticas, en el contexto de la literatura antropológica sobre el carácter hipergámico de los matrimonios internacionales.

La experiencia diferenciada del proceso migratorio de las mujeres respecto al de los hombres se centra en varios factores: 1) la existencia de un marcado sistema patriarcal (Gregorio, 1998); 2) la presencia de determinadas condiciones laborales; y 3) la experiencia estigmatizada de la mujer en el ámbito doméstico. En el caso concreto que nos ocupa, siguiendo a Adriana Piscitelli (2004a), otros factores interesantes son: 4) el lugar que ocupan las mujeres respecto a los hombres de su país (y de su mismo estrato social); 5) el posicionamiento social de acuerdo con concepciones raciales y de clase en el ámbito local, y 6) el extremo machismo local, caracterizado por la posesividad, la agresividad, el distanciamiento afectivo, la falta de respeto, la infidelidad, etcétera. Otras autoras nos hablan de motivos mucho más sutiles que no tienen por qué ser atribuidos exclusivamente a las mujeres, como son: 7) los estados del alma, es decir, el deseo de cambiar, la aspiración de mejorar las propias condiciones de vida y otros momentos de frustración y angustia, ideales para tomar determinadas decisiones como, en el caso de las mujeres, la de casarse con un extranjero y marcharse lejos.

En la investigación sobre las mujeres migrantes por amor nos hemos acercado a un complejo y sutil mundo, muy poco conocido desde las ciencias sociales, en el que la peculiar situación en que las mujeres se encuentran vuelve también peculiares las circunstancias, los escenarios y demás contextos en los que se desenvuelven, así como también las actividades y relaciones de carácter transnacional que desarrollan, teniéndolas a ellas como centro.

 

Familias transnacionales2

Los proyectos migratorios son, a menudo, proyectos familiares pensados y diseñados en el interior del hogar, y afectan, por tanto, a toda la familia. No obstante, acostumbra ser sólo uno de sus miembros el que emigra o, cabe decir, el que inicia la emigración, porque a ese primer desplazamiento le siguen otros hasta acabar, en muchos casos, en una reagrupación familiar de cónyuge, hijos e incluso padres y hermanos. Desde que empieza el proyecto migratorio, se constituye también un proyecto de familia transnacional; a saber, una familia que vive dividida en, como mínimo, dos unidades domésticas residentes en dos países. La familia transnacional va modificando su estructura, su forma y sus funciones, a medida que transcurre el proceso migratorio (Schmalzbauer, 2004).

Siguiendo a Basch, Schiller y Szanton (1994), entendemos la transnacionalidad como "aquel conjunto de procesos por los cuales los inmigrantes forjan y sostienen redes sociales entrelazadas que vinculan sus sociedades de origen y de acogida". El vivir transnacional comporta nuevas formas de asociación y de proyectos empresariales, nuevas formas de relación y vínculo reproductivo familiar, de creación de espacios de interacción y sociabilidad, y también de generación de nuevas identidades híbridas, que operan más allá de las fronteras nacionales, cruzándolas y trascendiéndolas (Portes 1996a, 1996b).

Portes, Guarnizo y Landolt (2003) han identificado los dos procesos que se articulan en la globalización y los han denominado el transnacionalismo desde arriba (el de las corporaciones financieras y empresariales, o el de los agentes políticos locales, nacionales o transnacionales) y el transnacionalismo desde abajo (el de la gente corriente que busca mejorar su situación personal o familiar mediante la emigración, la deslocalización o el envío de remesas). Ambos procesos son interdependientes y existen múltiples formas de articulación entre las estrategias globales del capital y las estrategias reproductivas de individuos y familias transnacionales (Pujadas, 2005).

Analizar las inmigraciones desde este punto de vista implica considerar, en primera instancia, el contacto que los inmigrantes mantienen con la gente y las instituciones de sus respectivos lugares de origen, contactos que se materializan básicamente con el envío de remesas (Sanz, 2007) y a través de los lazos o vinculaciones con la familia, la comunidad y las tradiciones que contribuyen a reafirmar su identidad. A la conexión transnacional eminentemente económica tenemos que añadir la sociocultural, centrada principalmente en mantener la identidad de origen y construir una identidad colectiva (de naturaleza étnica en muchos casos) en el lugar de destino (Stephens, 2003).

Dentro del contexto español, estudios antropológicos sobre colectivos inmigrados han introducido la temática de las redes migratorias, vinculada tanto a la asimetría de las relaciones de género (Gregorio, 1998; Ribas, 2001) como a los procesos de transnacionalismo (Ribas, 2001; Pedone, 2006a, 2006b; Parella, 2007; Sanz, 2007). Resulta muy atractiva la visión que nos ofrece la reflexión desde las cadenas y las redes migratorias porque éstas vinculan, de manera dinámica, las poblaciones de la sociedad de origen y las de la sociedad de llegada. Siguiendo a Pedone (2006a), entendemos por cadena migratoria la transferencia de información y apoyos materiales que familiares, amigos y paisanos ofrecen a los potenciales migrantes para decidir o, eventualmente, concretar el viaje, gestionar documentación o empleo y conseguir vivienda. En el contexto internacional, la familia es la iniciadora de la cadena migratoria, y en su centro se desarrollan estrategias de supervivencia y apoyo. La consideración de la migración como un proyecto familiar involucra a la mujer como elemento clave del proceso. La mujer y los hijos se convierten en piezas fundamentales de la decisión y del juego de las relaciones de poder (Garreta, 1999; Pedone, 2006b; Gregorio, 1998).

Con la emigración de las personas, las familias y los colectivos nacionales en general, también lo hacen las ideas y, en concreto, las posiciones simbólicas de los miembros en la familia y la sociedad. Algunas investigaciones sobre familias transnacionales cuestionan la visión idealizada de éstas como unidades basadas en lazos de solidaridad y cooperación al incidir en aspectos como las relaciones de poder y jerarquía y la prevalencia en ella del dominio de la sociedad patriarcal (D'Aubeterre, 1995; Asis, Huang y Shirlena, 2004).

Tal como nos muestran Pedone (2006b) y oso (2008) para el caso latinoamericano, cuando es la mujer la que inicia el proceso migratorio, otras mujeres (abuelas, tías, hermanas) cumplen, en la sociedad de origen, un papel fundamental en la consolidación y reproducción del grupo doméstico. una mirada etnográfica nos muestra cómo desde el lugar de destino se gestionan las familias a distancia a través de la utilización de las nuevas tecnologías. Las madres migrantes reelaboran su rol familiar e inventan estrategias virtuales para hacer un seguimiento de la educación de sus hijos y otorgarles premios o imponerles castigos a los comportamientos cotidianos, como si la distancia no existiera (Pedone, 2006a, 2006b; Parreñas, 2005).

Así mismo, las mujeres migrantes ven transformado su rol de esposas, puesto que los largos períodos de distanciamiento provocan desajustes y conflictos en la relación conyugal (Aixelà, 2001; Alonso, 2002; Pribilsky, 2004; Pedone, 2006b). Con la familia nuclear reagrupada, la transnacionalidad continúa mediante el canal que conforman los vínculos con la familia extensa. Ribas (1999) señala cómo en la migración filipina y gambiana, con una fuerte implantación del modelo familiar patriarcal, las relaciones con la parentela siguen teniendo una presencia importante en la familia inmigrada y siguen canalizando los vínculos más importantes con el país de origen. En algunos casos, cuando las familias se hallan dispersas en diversos países, éstas pueden llegar a organizar reuniones que se convierten en verdaderos rituales en los que se construye un espacio familiar nuevo, producto de la diáspora (Sutton, 2004).

La emigración es un asunto familiar; los emigrantes son los representantes de sus familias en el extranjero, y su grupo familiar es el punto de referencia de todas sus acciones. La separación temporal de los miembros de la familia no significa la ruptura de unas relaciones que son dominantes y se inscriben en un contexto de control social donde el éxito o el fracaso de un miembro repercute en todo su grupo familiar.

Las mujeres de las que nos ocupamos en este artículo sitúan su proyecto migratorio en otro escenario, dado que no lo entienden como vinculado a la familia que queda en el país de origen, sino como un proyecto de formación de una familia en destino. Veamos cómo se materializa este proceso.

 

Las TIC y los noviazgos transnacionales

Desde finales de la década de los noventa podemos hablar de los matrimonios mixtos como un fenómeno al que se le ha de otorgar una cierta importancia dado su exponencial crecimiento acorde con el nuevo orden mundial, que ha promovido y facilitado la comunicación y el crecimiento en el ámbito planetario (Roca, 2007b). De hecho, y respecto a las mujeres–novias, el informe sobre el estado de la población mundial (Hacia la esperanza: Las mujeres y la migración internacional) elaborado por el Fondo de Población de la Organización de las Naciones Unidas– United Nations Fund Population– (UNFPA, 2006), entre muchos de los datos que aporta, recalca un aumento importante de mujeres que emigran mediante una relación matrimonial. Esto es especialmente destacable, por ejemplo, en China y otros países asiáticos en general, de donde salen al año unas 300 000 mujeres–novias; también subrayan el caso de Rusia, de donde emigran, con este propósito, entre 10 000 y 15 000 mujeres anualmente y donde también existe una importante y densa red de agencias de intermediación que se dedican al negocio de la formación de parejas.

Las siguientes investigaciones nos servirán de ejemplo para explicar cómo se produce el fenómeno de los noviazgos transnacionales en países como Camerún (a través de los chats) o Brasil (a través del turismo), o cómo funciona el negocio de las agencias matrimoniales que operan en la red ofreciendo novias eslavas o latinas.

En algunos países africanos, la implantación de las nuevas tecnologías de la información ha propiciado, como era de esperarse, el nacimiento y desarrollo sin precedentes de establecimientos especializados en estas nuevas tecnologías: los cybercafés. La antropóloga camerunesa Monique Mfou'ou, en su estudio Je Cherche Aussi Mon Blanc (2005), ha detectado, no obstante, que en este tipo de establecimientos, situados básicamente en los grandes centros urbanos de este país, la clientela está formada fundamentalmente por mujeres de entre 15 y 50 años, que utilizan internet como un medio imprescindible para buscar pareja. Nuestro interés en ese trabajo –sin dejar de lado el impacto de la mundialización sobre las microestrategias de supervivencia– radica en la forma en que describe el carácter que toma el espacio virtual –y por qué no, también transnacional– que se establece entre las dos partes de la pareja a través de la red. De esta manera, nos muestra diferentes casos de usuarias de este tipo de establecimientos que tienen contacto con uno o varios hombres blancos europeos (franceses y belgas, mayoritariamente por la afinidad idiomática), con los que pretenden afianzar una relación que derive en matrimonio. Generalmente tienen, en su horizonte, salir del país para poder escapar de una situación social y económica precaria, o simplemente para poder escoger libremente a su pareja, desde un imaginario social según el cual el varón blanco europeo es el hombre ideal. Es interesante observar cómo la sociedad camerunesa, con un peso importante de la tradición, juega a través de la red inventando un espacio transnacional compartido (llamadas telefónicas, mensajes por correo electrónico, viajes esporádicos de los hombres–novios e incluso prostitución esporádica), conjugando elementos de la modernidad más absoluta con los de la tradición más sagrada.

La antropóloga brasileña Adriana Piscitelli trabaja también alrededor del tema que nos interesa, aunque a diferencia del ejemplo anterior, las relaciones que ella analiza no están mediatizadas por la red, sino que están condicionadas a los viajes turísticos que realiza una de las partes de la pareja y que están propiciados por la facilidad de unas comunicaciones que nos acercan a cualquier lugar del mundo a bajo coste (Roca, 2007a). Su estudio analiza las relaciones que se establecen entre mujeres brasileñas y turistas extranjeros en determinadas zonas costeras de Brasil, caracterizadas por una amplia oferta de bellísimas playas y una agitada vida nocturna (Piscitelli, 2004a). Algunas de estas mujeres sueñan con un futuro mejor en algunos países de Europa y estados unidos, y pretenden migrar mediante una relación matrimonial con el turista, posteriormente convertido en novio, con el que han entablado relaciones. Pero otras no quieren migrar ni abandonar a sus familias, que ellas sustentan, con lo cual mantienen una relación con su "novio" en la distancia a través de llamadas telefónicas e internet. Su espacio transnacional también se nutre de regalos y dinero, que satisfacen las necesidades de las mujeres, ya sea inmediatas o de mediano plazo: ropa, relojes, perfumes, teléfonos móviles, pago de tratamientos médicos e, incluso, recursos necesarios para empezar pequeños negocios (Piscitelli, 2004a), que sirven para mantener la relación y conseguir la exclusividad sexual de la mujer durante el período de vacaciones del turista en Brasil.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar la investigación etnográfica realizada por la antropóloga Lidia Martínez (2007) sobre las agencias matrimoniales que operan en internet, especializadas en mujeres del este de Europa y América Latina. Estas agencias han crecido de manera extraordinaria en los últimos tiempos, pero sobre todo lo han hecho aquéllas especializadas en mujeres de determinadas nacionalidades, de las que se destacan características referidas a cánones de belleza atractivos a los posibles "novios": el tipo "nórdico" para las "rusas" (altas, rubias, ojos azules, esbeltas), referente ideal, e incluso mítico, para los hombres españoles; o el tipo "exótico" para las latinas (morenas, curvilíneas y sensuales), que constituiría el otro gran referente de las fantasías sexuales masculinas. El espacio transnacional se empieza a dibujar en el momento en el que, sobre todo ellas, se dan a conocer a través tanto de la inclusión de una fotografía como de la descripción que hacen de sí mismas, respondiendo siempre a tópicos como el de ser atentas, amables, cariñosas, serviciales, amantes del hogar y la familia; pero también con el plus de distinción de las mujeres del este europeo, de las que se afirma que son cultas, elegantes, serias y con conversación; o con el plus latino de la vitalidad, la simpatía y, elemento fundamental, el idioma.

La consumación de este espacio transnacional se realiza una vez que el hombre contacta con ellas, las elige, presentándose sobre todo como económicamente solvente y manifestando el deseo de constituir una familia que les aporte equilibrio y estabilidad. Durante el proceso de conocimiento mutuo, que suele mantenerse unos cuantos meses, se realizan las actividades que nos interesan: el pago3 por los contactos seleccionados y los servicios de traducción de los mensajes por correo electrónico; y el servicio de viajes personalizados (los llamados group–tours), que duran una semana, y en los que un grupo de hombres tienen la oportunidad de conocer personalmente a las candidatas con las que han mantenido correspondencia. Los viajes pueden servir para establecer el compromiso definitivo, que supone, en la mayoría de los casos, la determinación de las mujeres a abandonar su país, casarse o no4 con el elegido y establecerse en España.

Hasta aquí un pequeño esbozo –a través de los ejemplos contenidos en diferentes investigaciones– de las formas diferenciadas que adquieren los noviazgos transnacionales. La investigación que ahora desarrollamos nos está arrojando luz sobre el futuro que les depara a todas estas mujeres que un día decidieron liarse la manta a la cabeza y marcharse a otro país para iniciar una nueva vida junto a un hombre al que conocieron, bien a través de la pantalla de un ordenador o en una paradisíaca playa tropical. Lo que aquí en concreto nos preguntamos es sobre el espacio transnacional que unía, durante su noviazgo, su país de origen y el de destino y que ellas –junto con su partenaire– lo llenaron de mensajes, dinero, viajes, relaciones, recursos, sentimientos e ideas... ¿Tiene continuidad? Sabemos, por la amplia bibliografía existente sobre las llamadas familias transnacionales, que las personas que emigran iniciando o siguiendo una cadena migratoria necesitan del espacio transnacional para poder acomodarse a sus circunstancias migratorias. No obstante, teniendo en cuenta que estas mujeres migran en un contexto muy específico (que en el próximo apartado procederemos a caracterizar) que poco tiene que ver con el de otras, la necesidad de continuar manteniendo el espacio transnacional dependerá de cada caso. Lo que sí podemos adelantar es que, entre otras cosas, la formación de una familia en destino acelerará el debilitamiento de los lazos con el país de origen y, por tanto, menguará la necesidad de mantener y alimentar este espacio.

 

Cinco historias que contar5

Luna

Venezolana de 30 años a la que, durante su etapa universitaria, la curiosidad y una amiga próxima la empujaron a buscar una pareja por internet que respondiera a una serie de deseos expresos: que no fuera infiel ni alcohólico, que tuviera formación y que hablara español. Respondiendo a estos requisitos y correspondiendo ella a otros tantos, fue como se encontró con Joan, un empresario de posición acomodada, sin tiempo para flirteos innecesarios. Durante unos cuatro meses pasaron por mensajes electrónicos, chats particulares y largas conversaciones por teléfono móvil ("una ruina que valió la pena", según palabras de Joan), que culminaron con un viaje de él a Venezuela. A las seis de la tarde de un día de junio se vieron por primera vez las caras, y a las 10 de la noche ya estaban prometidos mediante una petición de mano en toda regla, con anillo de diamante incluido. Tuvo que pasar un año aún hasta que ella pudo venir a España, ya que tenía la pretensión de acabar la carrera de administración y contaduría pública. En este tiempo Joan insistió en pagar todos los gastos de luna: ropa, teléfono móvil, matrícula, libros e incluso un viaje que ella hizo a España para conocer a la familia de su prometido.

Desde hace cuatro años viven juntos en Tarragona, tienen un hijo de tres años y luna está volcada sobre su nueva vida, su pareja y su hijo: su familia. Con sus padres y hermana, que siguen viviendo en Venezuela, mantiene relaciones a distancia a través de llamadas mensuales y algún viaje que han hecho cada año o año y medio "dependiendo del coste de los billetes, ya que si [el viaje] no lo programamos bien nos pueden costar entre 2 000 y 3 000 euros solamente los billetes". Su futuro está aquí, aunque no lo dice muy feliz, ya que le está costando entablar contacto con la gente. Es consciente de que las relaciones con Venezuela cada vez son más débiles: hace más de un año que no habla con el grupo de amigas de la Universidad, y el único lazo constante, de momento, son sus padres.

 

Madonna

La historia de Madonna nos lleva a Brasil. Tiene 20 años y un hijo de una relación anterior. Fue muy poco tiempo a la escuela, cosa que ella justifica por la separación de sus padres. El padre regenta un bar en una playa de Natal y allí trabajaba ella como camarera cuando conoció a Rafel, un campesino de 43 años, soltero y procedente de un pueblo del interior de Tarragona. Rafel, junto con un grupo de amigos, decidió ir a Brasil de vacaciones para experimentar otras rutinas. Desde el principio se vieron mutuamente diferentes: ella percibió que él no la miraba como lo hacían otros muchos hombres que van a Brasil de vacaciones con la única idea de tener múltiples experiencias de sexo tropical; él también la vio diferente, como una mujer con carácter y numerosas cualidades, que la harían una buena candidata a ser la esposa que no había encontrado hasta ahora.

Madonna nunca se planteó casarse con un extranjero para migrar de su país, por el cual tiene pasión. Por eso Rafel todavía tuvo que hacer un par de viajes más a Brasil para acabar de convencerla y casarse con ella. Durante seis meses las llamadas telefónicas, los regalos (a ella y a su hijo) y el envío de dinero por parte de Rafel fueron una constante. Finalmente se casaron, se fueron a vivir a Tarragona y han abierto una granja–cafetería que regenta ella con muy buena mano y mucho éxito, de lo cual se siente muy orgulloso Rafel, que reafirma ante su familia el acierto en su elección de pareja. Madonna envía mensualmente una parte de la recaudación del negocio a Brasil para que a su hijo no le falte nada. Al pequeño planean traerlo pronto para que esté escolarizado aquí; el alto nivel de vida del que goza (respecto a su situación en Brasil) y las posibilidades de ofrecer una estabilidad económica a su hijo, le hacen desechar, por el momento, el regreso a Brasil.

 

Ela

Rumana de 22 años. Su historia, para nosotras, se presenta interesante no tanto en la parte del noviazgo –que no difiere mucho del caso de luna, por ejemplo– sino en su desarrollo posterior, ya que se trata de un caso asimilable al de muchas otras mujeres que han pasado por un proceso semejante. Ela vive con su pareja (un agente forestal de 30 años), desde hace unos dos años, en un pequeño pueblo del interior, donde trabaja como camarera en el casal municipal. Vino a España pensando en quedarse tan sólo un verano trabajando. Desde el noviazgo siente la situación como definitiva; ha decidido no volver a Rumania, donde tiene una mala relación con su padre. Su renuncia al regreso implicó otras cuestiones como comprarse un apartamento y pensar en tener hijos; en fin, echar raíces, formar una familia aquí. De esta forma, cuestiones que en otras mujeres inmigradas pueden ser habituales, como reunirse con sus compatriotas, son rechazadas abierta y tajantemente por Ela. Cambiar de vida significa para ella también cambiar de personas, ambiente, entorno y empezar de nuevo.

 

Mariana

Ucraniana de 28 años, lleva viviendo cinco años en España junto a su novio español y una hija –Irina– de ocho años, habida de un matrimonio anterior con un hombre ruso, del que se separó (un ingeniero alcohólico, agresivo y mujeriego, "típico de Rusia", nos dice). Se conocieron a raíz de que una amiga suya, casada también con un español, le enseñara la foto de Pere y se lo mostrara como un buen hombre, muy atento y un posible novio para ella. Antes de conocerse en persona, empezaron a cartearse y enviarse fotografías ya con la intención de consolidar una relación, que se materializó en el momento en el que Pere viajó a Kiev. A los tres meses, Mariana llegó a Barcelona, e Irina, dos meses más tarde. Estamos ante un caso de pareja integrada por una mujer joven, guapa y formada (tiene dos carreras universitarias) y un hombre maduro (Pere, de 54 años), sin estudios pero con una profesión con la que gana suficiente dinero como para aportar a Mariana toda la estabilidad de la que ella y su hija carecían en Rusia.

Mariana, que ya está en España de manera ilegal, no trabaja fuera de casa y se encarga de poner orden en una preciosa vivienda que a menudo se le "cae encima", y su pareja dice que "no tiene tiempo" para arreglar los papeles para casarse, una situación irregular que le imposibilita buscar un trabajo acorde con su formación. A Pere no le gusta demasiado que Mariana tenga amigas entre la comunidad rusa porque su deseo es que pase inadvertida, que no la señalen como una extranjera, cosa que aumenta el aislamiento de ella. Mariana mantiene relaciones con su madre, que la impulsó a la migración conyugal como una forma de promoción social, que malvive con un mísero sueldo y a la que envía dinero con cierta regularidad.

 

Jarlenis

Cubana de 32 años, quien desde hace 10 vive en un pueblo de la costa barcelonesa. Su caso también es generalizable como el de otras mujeres que también eligieron el camino del matrimonio con un extranjero para poder salir de su país en busca de mejores condiciones de vida o huyendo de situaciones personales que las ahogaban, pero que una vez aquí la realidad se les muestra con una dureza más extrema. Para poder tener opciones de conocer posibles candidatos, Jarlenis se fue de su Guantánamo natal –lugar muy conocido pero no precisamente como un destino turístico fundamental– para trabajar cerca de los complejos hoteleros, en zonas turísticas de la isla. Así es como conoció a Pep, quien a priori le pareció la persona ideal para iniciar el camino de la emigración hacia España. Primero, él tramitó una carta de invitación para que ella pudiera pasar unos meses en el país. Después de un año de intentos vanos para conseguir papeles para emigrar, ella estuvo a punto de cortar la relación hasta que, al recibir la aprobación de la solicitud, Jarlenis se resignó a viajar a España, donde se casó con Pep en cuanto llegó al país.

A pesar de los costes de la relación –personales y económicos–, el matrimonio sólo duró tres meses. Sola, sin dinero, pero con papeles de familiar de comunitario, empezó a buscar trabajo con la firme decisión de no volver a Cuba sino solamente como turista. Conoció al poco tiempo a Antonio, el dueño de un bar, con el que empezó una relación que acabó por darle la estabilidad que necesitaba. La pareja tiene una hija de cuatro años, con la que prevé viajar por primera vez a la isla después de seis años.

 

Novias que emigran, esposas inmigradas. Procesos migratorios singulares

Abordar este tipo de relaciones desde la perspectiva transnacional implica tener en cuenta una serie de aspectos como, por ejemplo, el hecho de pensar en las mujeres migrantes no solamente en el contexto de llegada –es decir, no desde su posición en el país de acogida– sino mucho antes, en el contexto de salida, en su país de origen. Recordemos que estamos hablando de amor–noviazgo transnacional. Por lo tanto, tendremos en cuenta todos los factores que entran en juego para que este tipo de relación dé algún fruto y pueda ser tenida en cuenta como tal. Pero debemos referirnos a las prácticas transnacionales que se activan una vez que las mujeres ya están en destino con sus parejas. Éste, que podríamos llamar segundo grado de transnacionalidad, es aquella relación que las mujeres tienen con las personas que se han quedado en el lugar de origen: padres, hermanos, amigos, etcétera; es decir, estamos ante dos realidades transnacionales diferentes, singulares y complejas, que se manifiestan a través de las mujeres–novias que vienen a casarse a España.

 

El proyecto migratorio: Un proyecto de relación conyugal

El contexto en el que se produce la salida, la construcción del proyecto migratorio y su desarrollo, determina la forma que tomará finalmente el espacio transnacional particular de cada colectivo y, en el caso de la presente investigación, de cada persona. Las mujeres inmigradas que incluimos en este estudio llegan a los países de destino con un proyecto migratorio personal y especialmente individualizado que, por lo general, no se vincula a la existencia de redes migratorias de soporte de tipo familiar o comunitario. Se trata, fundamentalmente, de mujeres solas que proyectan individualmente una migración que tiene como propósito la formación de una familia o, simplemente, el establecimiento de una relación conyugal en el país de destino.

Se trata de mujeres que niegan la existencia de un proyecto migratorio en sus vidas y que aceptan únicamente la existencia de un proyecto de relación sentimental, conyugal y/o familiar, que, circunstancialmente, las lleva fuera de las fronteras de sus países de origen.6

Es el amor y el deseo de una vida futura con la pareja elegida libremente lo que justifica una migración, que en ningún caso es asumida como tal sino tan sólo como una mera circunstancia, como un imponderable de la relación sentimental. Las mujeres entrevistadas se muestran reticentes a aceptar el carácter hipergámico de la relación que establecen con sus parejas, una relación que les permite acceder a unas posibilidades de promoción social, de calidad de vida y de poder adquisitivo que difícilmente habrían alcanzado en sus países de origen.

La relación conyugal, la formación de una familia es lo que las trae a Europa. utilizan un modelo cultural de relación conyugal que se fundamenta en el ideal del matrimonio por amor, libre y espontáneo, alejado de cualquier programación, convención o interés.

En este contexto, cualquier referencia a la existencia de un proyecto migratorio es susceptible de estigmatizar la relación y abundar en las críticas y los rumores con que el entorno social acostumbra presionar a la pareja y, especialmente, a la mujer inmigrada.7Constatamos, pues, que se trata de mujeres que no quieren sentirse inmigradas, que viven su situación como un proyecto de vida, no como proyecto de migración, y que prevén su condición como definitiva, sin retorno y, en consecuencia –como lo veremos más adelante–, mantienen prácticas transnacionales mucho más débiles que las de otros colectivos de mujeres inmigradas.

Es interesante también detenerse unos instantes a vislumbrar la existencia de un espacio transnacional previo a la migración, algo que es genuino en estas realidades migratorias. Nos referimos al espacio en que tienen lugar el nacimiento y la negociación de la relación conyugal: el ciberespacio y las agencias especializadas a las que nos hemos referido anteriormente. El encuentro y la relación se construyen en un no lugar, en un espacio transnacional por el que circulan datos, emociones y sentimientos que van componiendo el escenario y sentando las bases de la posible relación futura. Se trata de un espacio transnacional con fecha de caducidad. Cuando se materializa el desplazamiento de las mujeres al país de su pareja, ese espacio de comunicación deja de existir al desaparecer los flujos, el campo de intercambios que le dieron origen. Lo que al principio fue un espacio transnacional intenso, cuidado y mimado (el del noviazgo), puede acabar siendo –en este tipo de migraciones femeninas, una vez formada la familia de destino– el más frágil de los espacios transnacionales.

 

La incorporación. Esposas o parejas inmigradas

Son dos los condicionantes que singularizan la transnacionalidad de estas mujeres. Por un lado, lo que llamamos una incorporación dependiente al país de destino y, en segundo lugar, la negación de la condición migrante que conlleva necesariamente la ausencia de un proyecto de retorno.

En primer lugar, estas mujeres llegan al país de destino en lo que parece una situación de ventaja en relación con las inmigradas por motivos laborales. Vienen a España sin la necesidad de utilizar cadena migratoria alguna, llegan con un proyecto de relación conyugal que les asegura que serán bien recibidas y acogidas por su pareja, y que les garantiza también el acceso a la vivienda y a los recursos básicos. Las características de su particular situación de primera acogida las sitúa en una posición de privilegio respecto a otros/as migrantes y contribuye a afianzar su negación de la situación migratoria. La primera incorporación no las hace sentirse migrantes sino, todo lo contrario, se sienten personas queridas que vienen porque alguien de la sociedad de destino ha deseado su llegada. Ellas mismas reiteran su visión de que inmigrantes son los que llegan obligados por las circunstancias, sin ser reclamados y, en consecuencia, son o pueden ser mal recibidos en la sociedad de inmigración. Sentirse deseadas, queridas por sus parejas, las aparta del patrón migratorio y oculta las dificultades y los miedos relacionados con su incorporación en la sociedad, en la comunidad, en el grupo social y en el entorno familiar de la pareja.

Las mujeres inmigradas por amor dejan en manos de sus parejas la responsabilidad de su incorporación y acomodo en la sociedad "de acogida". No es habitual que se preocupen por introducirse en redes de relaciones de compatriotas o por establecer contactos con otras personas desplazadas, ello debido a tres razones: en primer lugar, por el protagonismo que adquieren la pareja y su entorno social; en segundo, porque tienen resuelta la situación económica mediante la pareja como proveedora de recursos; y, en tercer lugar, porque prefieren mantenerse alejadas de los colectivos migrantes y sus estigmas.8 De este modo va constituyéndose un proceso de incorporación a la sociedad de acogida que calificamos de dependiente porque está capitalizado por el compañero sentimental, sus recursos y su propio entorno social.

La consecuencia es la falta de participación de estas mujeres en comunidades transnacionales y en redes de relaciones con personas de sus países de origen. Vemos, pues, la debilidad de los espacios transnacionales de estas mujeres: no han utilizado cadenas migratorias para ayudarse en la migración y no buscan la integración ni la participación en comunidades transnacionales o en redes sociales de personas inmigradas. Observamos que pueden darse situaciones diferenciales en cuanto a la intensidad de los espacios transnacionales de las mujeres migrantes por amor, en relación con su posición social y nivel de formación. Así, pues, las mujeres más preparadas y situadas en una mejor posición social tanto en el país de origen como en el de destino, tienden a relacionarse más con sus compatriotas y a mantener más vínculos con las redes sociales y familiares que dejaron en el país de origen.

Continuamos con el análisis del modelo de incorporación dependiente de las mujeres migrantes por amor. Nos hemos referido, hasta ahora, a la supuesta situación de ventaja respecto a otras migrantes, al acceder al país de destino con la incorporación social y económica resuelta por la pareja. Debemos considerar también otra vertiente fundamental de la emigración, que es la integración jurídica, institucional, en el país de inmigración. La mayor parte de las mujeres entrevistadas llegan habiendo pactado una relación matrimonial o pensando en que ésta llegará a ser una realidad. El matrimonio es uno de los aspectos esenciales de este tipo de migración, tanto porque resuelve el problema fundamental de la ciudadanía/nacionalidad, como porque es el elemento central en la argumentación del acoso moral (matrimonio por interés) a que es o puede ser sometida la pareja en su propio entorno social. En el matrimonio, como en el noviazgo, es recurrente en el discurso de las parejas la reivindicación de los valores de libertad personal y amor conyugal, y la negación de cualquier referencia a la unión interesada, motivada por la satisfacción de alguna necesidad: la del hombre, de tener esposa y, por tanto, de legitimar socialmente su relación con una mujer y poder formar una familia; o la necesidad de la mujer emigrada, de consolidar su posición social y conseguir la nacionalidad.

No todas estas relaciones de pareja acaban en boda. Existen diferentes posibilidades. En algunos casos, las mujeres son las que renuncian a la formalización del matrimonio y se independizan de la pareja a través de la cual llegaron al país. Se trata fundamentalmente de las mujeres que disponen de habilidades personales y recursos (formación superior) para plantearse la separación de su pareja. En otras situaciones, como en el caso de Mariana, los hombres dilatan la boda, bien porque ya lo habían previsto así,9 bien porque la relación no satisface sus expectativas o porque la vulnerable situación de ellas las sitúa en una posición de dependencia que a los hombres les permite asegurar la durabilidad de la relación. En ambos casos, las mujeres pierden el estatus de novias extranjeras, cónyuges futuribles de ciudadanos españoles, para convertirse en mujeres inmigradas, la mayoría ilegales, que pierden todos o la mayor parte de los recursos sociales y económicos con que contaron al llegar y que les proporcionaron la incorporación dependiente a que nos hemos referido hasta ahora. En estas circunstancias, la situación de ventaja deviene en desventaja porque las mujeres carecen de los círculos de relación con las comunidades de origen o con redes de personas inmigradas que acostumbran ser habituales en las situaciones migratorias. Estamos ante mujeres que suelen renunciar al espacio transnacional en aras de una relación que se constituyó precisamente en ese espacio, una singularidad que las coloca en situación de mayor vulnerabilidad10 cuando la relación conyugal se extingue o no llega a formalizarse.

 

¿Familias transnacionales? Arraigo y espacio transnacional. Redes sociales y relaciones de las mujeres con sus países de origen

La formalización de la relación conyugal otorga legitimidad social a la voluntad de constitución de una familia en el país de des tino. Esta es otra de las características que singularizan la trayectoria migratoria de algunas mujeres que vienen con el objetivo de formar su familia de procreación. Este interés en el proyecto de familia nos ayuda a interpretar, junto con otros factores, un mayor desinterés en mantener vínculos familiares transnacionales. En algunos casos, incluso, podemos hablar de mala relación con la familia que se dejó en el país de origen. Varias de las entrevistas recalcan relaciones difíciles con el padre o con alguna otra figura masculina de la familia, y las sitúan como uno de los factores que motivaron la decisión de buscar pareja fuera del país y marchar.11 las informantes latinas y eslavas nos describieron roles familiares y relaciones de género basados en esquemas jerárquicos en los que las mujeres ocupan una posición subordinada respecto a los maridos, padres y hermanos. En la base del proyecto migratorio de estas mujeres podemos encontrar también su voluntad de liberarse del rol que su sociedad otorga a la mujer, tanto dentro de la unidad familiar como fuera de ella. La migración conyugal es para ellas una vía de salida a una situación que consideran desfavorecedora frente a la imagen que se han construido de una Europa libre e igualitaria donde piensan que, como mujeres, podrán aspirar a mayores cotas de igualdad y libertad que en sus países de origen. Esta es una quimera que no siempre llega a cumplirse pues, en algunas ocasiones, los maridos buscan precisamente en países latinos y eslavos a mujeres que cumplan con los roles familiares y de género de los que ellas creen escapar.12

Constatamos que las mujeres entrevistadas manifiestan poca intensidad de relaciones con la familia de orientación (padres, hermanos y parientes colaterales) que dejaron en el país de origen e incluso observamos la poca incidencia de procesos de reagrupación familiar como los que son habituales en las migraciones de mujeres latinoamericanas que arrastran tras de sí a hijos, maridos, padres y hermanos (Gregorio, 1998; Pedone, 2006b). Si bien no hemos hallado lo que podríamos denominar un interés convencional en la reagrupación familiar o en la consecución de redes de familiares o compatriotas, sí existe constancia de la tendencia de estas mujeres a constituir un tipo de redes específico de la migración por amor. Se trata de la construcción de redes sentimentales integradas por mujeres13 que formaban parte del entorno de relaciones en el país de origen (hermanas, primas o amigas) y que, ante el éxito de la migración por amor, demandan a la mujer inmigrada que les busque un cónyuge en el entorno relacional del marido.14 De esta forma, la mujer inmigrada por amor puede ser el inicio de una cadena migratoria especializada en el establecimiento de contactos y relaciones conyugales, una versión informal de las agencias especializadas.

En estas situaciones migratorias no es frecuente encontrar maternidades ni roles conyugales transnacionales; las relaciones familiares con el país de origen se limitan al ejercicio, en todo caso, de filiaciones o fraternidades que tienden a ser vividas con menor intensidad y, por tanto, crean vínculos transnacionales débiles, especialmente a partir del momento en que nacen los hijos, quienes representan la consolidación y el éxito del proyecto de familia en el país de destino. Promocionan a la mujer en el entorno familiar del marido, le otorgan estatus y son un factor de inserción social en la medida en que le abren las puertas de la comunidad (escuela, actividades, amistades, etcétera). La llegada de los hijos, la filiación, arraiga a la mujer en la sociedad de destino, cierra el proceso de legitimación social de su situación y contribuye a debilitar el espacio transnacional que la mantiene unida con la sociedad de origen.

 

Conclusiones

Las mujeres migrantes por amor no se desplazan: son traídas al país de destino. Vienen como novias, un noviazgo que algunas materializan en matrimonio. Marchan de sus países de origen con un proyecto de familia en destino, por lo que, desde el principio, construyen su particular forma de migración sin proyecto de retorno. A menudo, incluso, rechazan los entornos familiares de origen, de manera que la migración conyugal debe ser entendida como una forma de huir de relaciones familiares insatisfactorias y de modelos masculinos detestados. Muchas de las mujeres entrevistadas nos relatan relaciones de género asimétricas, conyugales o paternofiliales, basadas en modelos patriarcales que las situaban en una posición dominada, de la que deseaban escapar. La migración conyugal es su forma de crear un escenario social y personal distinto; es su oportunidad de construirse un futuro más allá de las condiciones estructurales en que han nacido y crecido. En este sentido, a pesar de las condiciones de dependencia en que organizan la migración, vemos a estas mujeres como agentes activos de una nueva vida en destino, en la que se podrán permitir no mirar atrás, a diferencia de las mujeres migrantes que por motivos económicos dejan hijos y familia en el lugar de partida y, en consecuencia, viven y trabajan aquí mirando allá.

Sin perspectivas de regreso, los vínculos con las familias y las redes sociales del país de origen son frágiles desde el comienzo de la migración y se debilitan progresivamente con el paso del tiempo y bajo la influencia de unos maridos/novios que persiguen la "nacionalización" de las relaciones sociales de sus mujeres extranjeras, como una forma de normalizar y estandarizar su relación de pareja.

Se trata de mujeres que emigran solas, sin cadena migratoria y, en consecuencia, en el país de destino carecen de una red de apoyo: no hay madres ni otros familiares que cuiden de ellas o de sus hijos; no hay familiares ni amigos que las acompañen en momentos puntuales de su vida. Del colectivo de su misma nacionalidad generalmente reniegan (como Ela) o no tienen contacto porque a su pareja no le parece oportuno (como Mariana). En contrapartida, su soledad, siempre que las circunstancias legales lo permitan, les concede la posibilidad de abandonar su proyecto conyugal cuando no les resulta satisfactorio, no tanto para volver a su país sino para poner en marcha un segundo proyecto migratorio, que puede ser conyugal, como el primero, o que puede construirse sobre la base de un proyecto de migración más convencional, laboral y económico propiamente dicho.

El matrimonio con un nacional las sitúa en un nivel de integración institucional y jurídica y les proporciona también la inserción en el entramado de relaciones familiares y sociales de la pareja, quien resuelve también la situación económica de la mujer. De esta forma han conseguido, en cuanto llegan, los tres niveles de incorporación más difíciles para los migrantes: la incorporación jurídica, tener "los papeles"; la social, formar parte de una red de parientes y amigos en el lugar de destino; y la económica, disponer de capacidad de consumo. No obstante, se trata de una incorporación que convierte a la mujer en dependiente de su pareja y de su relación con ésta. La mujer llega para encajar en la posición social, económica y conyugal que su marido ha diseñado para ella y para sí mismo. En consecuencia, en esta situación de incorporación dependiente, el vivir transnacional de estas mujeres adquiere un carácter diferencial respecto al resto de migrantes. La investigación nos muestra la existencia de un espacio transnacional débil que se circunscribe a una relación, a menudo frágil, con los parientes más cercanos del país de origen. Entendemos que la familia es el baluarte del campo social transnacional de los migrantes porque es ésta la que queda en origen, especialmente cuando se trata de hijos y cónyuge, la que motiva a los migrantes a mantener vínculos transnacionales fuertes.

Tratamos, en este artículo, sobre mujeres que migran con un proyecto de familia en destino, una singularidad que influye de manera decisiva en la forma como se configura su propio vivir transnacional. Las relaciones con las personas, familiares o amigos que quedan en el país de origen son débiles porque el proyecto de vida de estas mujeres está focalizado en el país de destino. Viven su proyecto de migración conyugal como una oportunidad de dejar atrás su origen y organizar su proyecto de nueva vida en destino.

Vemos, pues, las singularidades que explican la debilidad de la transnacionalidad de estas situaciones migratorias que mueven a mujeres que deciden formar una familia en otro país. Sin embargo, a diferencia de otros proyectos migratorios y desde un punto de vista distinto, estas parejas nos sitúan ante un vivir transnacional mucho más intenso en la medida en que ellas mismas crean un espacio transnacional donde se producen, reproducen e hibridan los roles familiares, de género y conyugales posibles. A lo largo del artículo hemos podido constatar la singularidad de algunas migraciones que generan débiles flujos de relación transnacional. No obstante, al tratarse de parejas mixtas, observamos en su vivir cotidiano la constante reconstrucción y negociación de los roles, obligadas por los modelos de las culturas de origen respectivas. Las parejas viven la educación de los hijos y sus relaciones conyugales en un espacio de confluencia cultural que vincula origen y destino, que reagrupa noviazgos deslocalizados que emergieron en la transnacionalidad. Nos preguntamos ahora qué queda de transnacional en el nuevo espacio conyugal. Nos ocuparemos de ello en otro momento.

 

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Notas

1 El proyecto, realizado entre los años 2006 y 2008, se titula Amor importado, migrantes por amor: La constitución de parejas entre españoles y mujeres de América Latina y de Europa del Este en el marco de la transformación actual del sistema de género en España. Está dirigido por el doctor Jordi Roca i Girona y en él colaboramos: Lidia Martínez Flores, Yolanda Bodoque Puerta, Montserrat Soronellas Masdéu y Maria Djurdjevic. El objetivo concreto de la investigación fue averiguar las causas, las características y las consecuencias del surgimiento de un tipo reciente de matrimonio o unión formado por parejas mixtas de hombres españoles y mujeres de origen latinoamericano o de Europa del este y, en menor medida, por mujeres españolas y hombres de origen latinoamericano, en el que la citada unión no es la consecuencia de la emigración de estas mujeres y hombres no españoles a nuestro país sino su causa. Se trataba de conocer las circunstancias personales, los factores contextuales de carácter superestructural (cambio de paradigma en las relaciones afectivas y de género en la posmodernidad, crisis de la masculinidad, lo femenino como primer sexo, etcétera) y los condicionantes socioeconómicos (condiciones de vida de los países respectivos, globalización, migraciones internacionales, nuevas tecnologías de la comunicación, entre otros) que inciden en las citadas uniones. Para más información se puede consultar el informe de la investigación íntegro en el siguiente enlace: <http://www.migualdad.es/mujer/mujeres/estud_inves/766.pdf>.

2 Las reflexiones acerca del carácter transnacional de este tipo de migración femenina han podido ser discutidas en el marco del Seminario del Grupo de Investigación sobre "Trayectorias transnacionales y procesos glocales: Familia, red social y formas de mediación", coordinado por el doctor Joan Josep Pujadas.

3 Martínez nos revela que los hombres pueden llegar a pagar entre 5 000 y 8 000 euros como precio medio final, mientras que para las mujeres resulta totalmente gratis.

4 Como veremos en nuestras entrevistas, no todas las parejas llegan a establecer un compromiso matrimonial, aunque la mayor parte establecen un compromiso de convivencia conyugal.

5 Las historias que reproducimos aquí forman parte de las entrevistas realizadas en el marco del estudio al que aludimos al inicio de este artículo (véase la nota 1). Los nombres de las mujeres entrevistadas son ficticios. La selección de informantes en la citada investigación se llevó a cabo siguiendo la técnica bola de nieve; es decir, recurriendo inicialmente a un pequeño número de personas que respondieran a alguno de los perfiles resultantes de la consideración de los sujetos de estudio del proyecto y las correspondientes variables tenidas en cuenta para, a partir de ahí, ir ampliando la red de informantes. Este grupo inicial se conformó a partir de la red social (amigos, parientes, conocidos) de los investigadores e investigadoras participantes en el proyecto y de los contactos con diversos agentes intermediarios (personal de las agencias, consulados, asociaciones de colectivos de inmigrantes, etcétera). Las variables tuvieron que ver con el estado civil y número de hijos, el tipo de familia de orientación, el país de procedencia de los miembros extranjeros de las parejas, el lugar de residencia (para las/os españolas/es) y procedencia (extranjeras/os) —rural o urbano—, el nivel de formación, la edad y el nivel de renta. Se realizaron un total de 65 entrevistas en profundidad —59 de carácter individual y seis de carácter doble (a parejas simultáneamente)—, lo que representa el contacto con un total de 71 informantes (50 mujeres y 21 hombres). Cuatro de las entrevistas fueron realizadas a responsables de agencias matrimoniales, una a un abogado y una última a la directora de una revista dirigida a la comunidad eslava.

6 Se trata de un proyecto conyugal compartido por la pareja, el hombre, desde el país de destino. Esta circunstancia alimenta la negación e invisibilización de la situación migratoria, aun cuando ésta requiere la consecución de complicados trámites administrativos.

7 Notamos, pues, el total alejamiento respecto a la percepción y consideración del matrimonio como un recurso, como un instrumento al servicio de la reproducción de las sociedades (Lévi–Strauss, 1996). El modelo occidental del matrimonio por amor ha estigmatizado rotundamente el uso tradicional del matrimonio como un contrato social, como la legitimación de una relación entre dos personas y entre dos grupos sociales que debía resolver la continuidad biológica, social, económica y cultural de las sociedades (Estrada, Roigé y Beltrán, 1993). Es evidente que en la práctica sigue siéndolo, pero las sociedades occidentales y su insistencia en la prevalencia del interés del individuo sobre el de la comunidad han hecho invisible el carácter práctico, utilitario, de la relación matrimonial (Soronellas, 2005).

8 También sus parejas tienen poco interés en promover relaciones con personas inmigradas, ello por dos motivos: para alejarse de los estigmas del migrante y para distanciarse del modelo de matrimonio o relación conyugal por interés.

9 Hemos sabido de algunos casos de hombres que habían traído a España diversas mujeres bajo promesa de matrimonio, con las que no se llegó a formalizar la relación.

10 Cuando hablamos de vulnerabilidad no queremos dar a entender que las mujeres sean "víctimas" de una situación que las arrastra sin que ellas tengan el control. Las personas que emigran no pierden la capacidad de decidir sobre sus opciones: deciden correr riesgos, se adaptan a los cambios; es decir, resuelven su vida tomando el camino que, en todo caso, creen necesario seguir, atendiendo a las posibilidades de que disponen.

11 Curiosamente, las relaciones difíciles con los padres suelen coincidir con las situaciones de mayor apoyo de las madres hacia la decisión de las hijas. Existe, pues, una cierta complicidad de género en el intento de las mujeres de superar roles tradicionales desfavorables a su desarrollo personal.

12 De hecho, en las agencias matrimoniales, las mujeres se ofrecen como "atentas, amables, cariñosas, serviciales, amantes del hogar y la familia". El discurso de las agencias puede contradecir, pues, las mismas expectativas de las mujeres que pretenden iniciar una migración conyugal.

13 Notemos que se trata de redes genuinamente femeninas.

14 Además de Mariana, Jarlenis también nos lo confirma: "... tengo amigas que me mandan cartas, que me mandan fotos y me dicen: 'mira a ver si le gusto a alguien. Enséñale mi foto' ".

 

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YOLANDA BODOQUE PUERTA es doctora en antropología social y cultural por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, España, y profesora lectora en esta Universidad, donde imparte clases de antropología en diferentes titulaciones. Ha centrado su interés en los estudios de género, desde donde ha llevado a cabo investigaciones en diferentes ámbitos, algunas de las cuales han sido publicadas en coautoría: en el ámbito de la familia, Vides de Dona. Familia, Treball i Sociabilitat entre les Dones de Classes Populars (1900–1960); en el de la memoria, Memoria de la Sedera. El Treball de les Dones a les Sederes de Reus; y, en los últimos años, en el ámbito de las migraciones, Amor importado, migrantes por amor: La constitución de parejas entre españoles y mujeres de América Latina y de Europa del Este en el marco de la transformación actual del sistema de género en España, de próxima publicación. En la actualidad investiga sobre los matrimonios mixtos y sobre las caravanas de mujeres y la soltería masculina en contextos rurales.

MONTSERRAT SORONELLA MASDEU es doctora en antropología social y cultural por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, España. Actualmente es profesora titular en la misma Universidad, donde imparte clases de antropología y coordina el máster oficial en migraciones y mediación social. Su itinerario investigador se ha centrado en los estudios del parentesco, especialmente en el análisis de los cambios de la familia en el contexto de las transformaciones de los sistemas socioeconómicos. Sus primeras investigaciones se situaron en el estudio de las transformaciones de la sociedad agraria y, fruto de éstas, ha sido la publicación de los libros: Cooperació Agrària (2000), Pagesos en un Món de Canvis. Familia i Associacions Agràries (2006), Aquí es Ve a Triar! Els Magatzems de Fruita Seca i el Treball de les Dones (2003), y Cada Casa És un Món. Familia, Relacions Econòmiques i Arquitectura (2007), los dos últimos como coautora. De manera más reciente ha trasladado su interés en la familia y el parentesco al campo de las migraciones internacionales, investigando las "migraciones por amor", la constitución de matrimonios mixtos y las familias transnacionales.

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