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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.5 no.1 Tijuana ene./jun. 2009

 

Artículos

 

Muy cerca pero a la distancia: Transiciones familiares en una comunidad poblana de migrantes

 

Celia Mancillas Bazán* Daniel Rodríguez Rodríguez*

 

* Universidad Iberoamericana.

 

Fecha de recepción: 4 de enero de 2008
Fecha de aceptación: 24 de noviembre de 2008

 

Resumen

En este artículo mostramos y analizamos algunos de los cambios y continuidades de las familias en una comunidad poblana de origen indígena con elevados índices de migración internacional, principalmente hacia Nueva York. Mediante observación participante, entrevistas a profundidad y encuestas escolares, obtuvimos datos que permiten considerar diversos patrones culturales que parecen fortalecer un sistema familiar que se extiende a ambos lados de la frontera, con las particularidades de sus actores. El interés focal en este estudio es saber cómo se presentan algunos de los procesos que hemos denominado transicionales en la conformación y organización de los grupos domésticos cuyos miembros migran hacia Estados Unidos. Así, al analizar las adaptaciones de los pobladores de esta comunidad poblana buscamos explicar cómo es que continúan fortaleciendo vínculos significativos con poblanos en Nueva York y cómo han logrado hacerlo en entornos diferentes, en lenguaje, leyes y costumbres, por mencionar sólo algunos aspectos.

Palabras clave: Familia, transiciones familiares, transnacionalismo, Puebla, Nueva York.

 

Abstract

This article explains and analyzes familial change and continuity in an indigenous community in Puebla that has experienced high rates of international migration, primarily to New York. Through participant observation, in–depth interviews, and school surveys, we obtained data that let us consider diverse cultural patterns, and the characteristics of the involved actors, which seem to strengthen a family system that exists on both sides of the border. The focus of this study is to understand how some of the processes, which we call "transitional," occur in the formation and organization of domestic groups whose members migrate to the United States. Thus, by analyzing the adaptations made by the residents in this Puebla community, we seek to explain how they continue to strengthen signifi cant ties with other people from Puebla who reside in New York, and how they have managed to do so given the different environments, including language, laws, and customs, to mention only a few aspects.

Keywords: Family, family transitions, transnationalism, Puebla, New York.

 

Introducción1

La literatura académica sobre las relaciones familiares entre los actores del fenómeno migratorio parece contradecirse respecto de los cambios producidos cuando hombres y mujeres, padres e hijos se interrelacionan en nuevos contextos sociales y culturales. Para el caso mexicano, mientras que algunos autores plantean que en las últimas décadas la organización y relación familiar se han transformado debido a la migración (Hirsch, 2003; Hondagneu–Sotelo, 1994; Pauli, 2007), otros manifiestan la persistencia y reproducción de ideologías tradicionales (Malkin, 1999; Marroni, 2000; Mummert, 1999; Cordero, 2006; D'Aubeterre, 2003; Glick y Fouron, 2003; Mindek, 2003; Rivermar, 2005; Loza et al., 2007). Las discrepancias en las investigaciones se deben en parte a las diferencias profundas entre la diversidad de experiencias migratorias analizadas; de esta manera, las características propias de los actores, la naturaleza de su inserción en la economía y la sociedad estadounidenses, los procesos socioeconómicos mayores en los cuales se enmarcan los desplazamientos pueden dar resultados divergentes. No obstante, en gran medida las aparentes contradicciones en estas posiciones extremas son atribuibles a conceptualizaciones y abordajes diferentes tanto sobre las dinámicas internas del grupo familiar como los cambios en las relaciones familiares.

Los resultados que presentamos son producto de una investigación que durante 2007 y 2008 realizamos en Santa Martha Hidalgo, una de las comunidades del municipio de Ocoyucan, Puebla, México. En un inicio, esta localidad fue un establecimiento indígena fundado por nahuas cercanos a Cholula y Huejotzingo. Al norte colinda con el municipio de San Andrés Cholula, al sur y al este con la ciudad de Puebla, y al oeste con el municipio de Santa Isabel Cholula. Sus habitantes se dedican sobre todo a la construcción.2 Cuenta con una población aproximada de 1 579 habitantes en 456 familias (INEGI, 2005). Los datos que nos proporcionaron la autoridad civil y la religiosa sugieren que alrededor de 400 de sus pobladores radican en Estados Unidos, principalmente en Nueva York, aunque en la actualidad se empiezan a establecer en los estados de Nueva Jersey y Connecticut.

La actividad económica local se centra en el sector primario: agricultura, ganadería menor y prestación de servicios básicos; la migración internacional ha generado remesas y, con estos recursos, la reciente inversión en tiendas de abarrotes, tortillerías y papelerías, así como la renta de locales comerciales y viviendas. Cuenta con un jardín de niños, una escuela primaria y una telesecundaria a las que acude la mayor parte de los menores de la comunidad. Al igual que en otros pueblos herederos de la tradición cultural mesoamericana (Robichaux, 2005, 2007; López Austin, 2001), en esta localidad cercana a la ciudad de Puebla forman parte de sus modos y costumbres el sistema de familias extensas, las relaciones de intercambio y reciprocidad que fundamentan la cosmología y organización social (Good, 2004), los derechos y tributarios de trabajo y cooperación a la comunidad, organizada por un sistema de cargos religiosos y civiles en el que participan varones y mujeres durante el ciclo de vida (Bonfil, 1987).

 

El proceso migratorio local en los contextos estatal y nacional

La migración de México hacia Estados Unidos ha representado en los últimos años un foco de estudio para diversas disciplinas científicas; demógrafos, sociólogos, antropólogos y psicólogos, han sido algunos de los estudiosos que mayor interés han mostrado hacia un fenómeno que se caracteriza por la presencia de millones de mexicanos más allá de sus fronteras nacionales.

Uno de los datos que nos permite comprender la relevancia que ha adquirido la migración mexicana hacia Estados Unidos es que cada año ingresan a México, por concepto de remesas registradas electrónicamente, más de 20 mil millones de dólares (Imaz, 2006), ubicándose en segundo lugar de ingresos, sólo por debajo de la exportación del petróleo, cuyo valor, cabe destacar, ha crecido de manera considerable durante los últimos años. Para 2004 más de 11 millones de personas nacidas en México vivían en el vecino país del norte (Alarcón, 2007). Aunado a lo anterior, la tradición de algunos estados por ofrecer mano de obra, año con año al otro lado la frontera, ha repercutido en el creciente despoblamiento. En Zacatecas, por ejemplo, una de cada tres personas nacidas ahí, reside actualmente en Estados Unidos (Conapo, 2008). Lo anterior ha llevado a algunos autores a hablar de una "cultura de la migración" (Durand, 1998). Esta cultura de los migrantes responde a un sistema integrado por normas, valores y sanciones que regulan la actividad migratoria, a su vez producto del perfeccionamiento de los mecanismos de socialización, permitiendo a los nuevos migrantes integrarse con facilidad al flujo y manejarse en los circuitos trasnacionales. Así, el migrante suele aprovechar el capital humano (habilidades, conocimientos, capacidades adquiridas), como resultado directo de la incorporación al flujo migratorio y la participación en el trabajo; y con respecto al capital social con que cuenta el migrante, en términos transnacionales, se dice que entre más miembros de la familia y conocidos se establezcan en Estados Unidos más fácil se integrarán al campo laboral (Massey et al., 1991).

Cornelius (1990) señala que con la puesta en marcha de la Inmigration Reform and Control Act (IRCA) la migración mostró un incremento respecto del flujo en las décadas anteriores. El flujo neto anual aumentó de poco menos de 30 mil migrantes por año, a lo largo de la década de 1960, hasta 360 mil por año en la segunda mitad de la década de 1990. Se ha planteado que en las últimas décadas se ha pasado por un período de reajuste, en el que se ha registrado cambios importantes en la realidad económica y política de ambos países, así como en el flujo migratorio, lo que ha llevado a considerar si estamos frente a una nueva era de la migración (Massey et al., 1991).

Un balance reciente sobre la dinámica migratoria en el estado de Puebla (D'Aubeterre, 2000) muestra que entre 1980 y 2000 la tasa de migración internacional se incrementó 26 veces, mientras que la migración hacia otros municipios del país aumentó sólo cuatro veces. La migración internacional registró, de acuerdo con este estudio, un incremento neto de 110 por ciento; en comparación, la migración a otros destinos nacionales aumentó sólo 60 por ciento. El cambio en el patrón migratorio hacia las ciudades de México y Puebla, y el aumento sin precedentes de la migración a Estados Unidos desde hace dos décadas, se relaciona con el descenso de la economía rural y con el colapso de los salarios urbanos y del empleo (Marroni, 2000; Binford, 2003; Cordero 2003). Estos factores probablemente determinaron la búsqueda de alternativas laborales fuera del territorio nacional. La expansión de los flujos migratorios desde el estado de Puebla hacia Estados Unidos no se desarrolló de manera homogénea en el territorio; aunque casi todas sus regiones se han incorporado de manera progresiva al proceso (Cortés, 2003), dos zonas destacan por la magnitud de la migración al norte: la Mixteca poblana y el valle de Atlixco (Rivera, 2004; Marroni, 2003).

En Puebla los flujos migratorios más antiguos hacia Estados Unidos tuvieron su origen en la región de la Mixteca, en la década de 1940 (Smith, 2003), es decir, en los inicios del segundo programa bracero; sin embargo, la emigración de los poblanos al norte, al concluir este programa, declinó ostensiblemente, al tiempo que la emigración a la capital del país y otros destinos nacionales permitieron mitigar temporalmente, desde mediados de la década de 1960 hasta inicios de la de 1980, las deficitarias condiciones del sector agrícola. A partir de esta última década, se observa un repunte excepcional de la migración a Estados Unidos (D'Aubeterre, 2004); a partir de entonces la mayor parte de los que salen de esta región se dirigen a la ciudad de Nueva York (Smith, 2003); el predominio de este destino se detectó en el municipio de Petlacingo, en la Mixteca (Nava y Marroni, 2003); así como en el valle de Atlixco y la región de Izúcar de Matamoros, en Puebla, respectivamente (Marroni, 2000; Rivermar, 2005). Otros estudios muestran una diversificación en los destinos migratorios (D'Aubeterre, 2000; Binford, 2003).

La emergente migración laboral hacia el norte se mantiene como una actividad a la alza en el marco de un proceso que Binford (2003) ha calificado de "migración acelerada", ya que se observan importantes cambios en el esquema migratorio y en la composición de estos flujos en la región; al igual que en la llamada "región histórica" de la migración mexicana hacia Estados Unidos (Durand, 1998), también en el caso del estado de Puebla. Para algunos autores la migración, más allá de sus resonancias económicas, define la identidad de actores de vastos sectores de la población en estos pueblos que hace sólo un par de décadas estaban dedicados a la producción agrícola (D'Aubeterre, 2000).

Los análisis orientados por el transnacionalismo en sus diversas versiones (Rouse, 1990; Portes, 2001) proponen nuevas miradas. En efecto, estas poblaciones han dejado de ser concebidas exclusivamente como mano de obra barata, aprisionada por las fuerzas ciegas del mercado, atenazados por fuerzas estructurales de "atracción y expulsión". Para fines analíticos y de comprensión hablaremos de migración transnacional, refiriéndonos a la unión de grupos de migrantes, por lo común, en países avanzados con sus respectivos pueblos y naciones de origen (Glick y Fouron, 2003). Con apoyo de los avances tecnológicos que agilizan las comunicaciones se facilita el contacto a distancia, permanente y activo de los migrantes establecidos en Estados Unidos con sus familiares del lado mexicano (Rouse, 1990). Es necesario considerar que uno de los principales usos de las remesas en la comunidad que presentamos en este estudio es la contratación y pago de líneas telefónicas, lo cual se ha convertido en el principal medio de comunicación entre los migrantes y sus familiares en México.

Para Portes y Landolf (2003) se puede abordar el estudio de las comunidades transnacionales a partir de dos posturas. Las populares (desde abajo), que no se desarrollan por causa de las acciones o políticas de gobierno, sino por la acción de los individuos en su condición de migrantes. Por el otro lado, las promovidas por el sector privado y gubernamental (desde arriba) que, por el contrario, son propiciadas y mantenidas como una estrategia de estos sectores, que encuentra sustento en la real y creciente demanda de mano de obra inmigrante en los países avanzados. De este modo, al transnacionalismo desde arriba –hecho posible por las revoluciones en la comunicación y el transporte, guiado por grandes actores financieros y corporativos– correspondería un transnacionalismo desde abajo, creado por gente común que busca mejorar su situación (Portes, 2001). En sus investigaciones, Glick y Fouron (2003) definen la migración transnacional como un patrón migratorio en el cual las personas, aunque se movilizan a través de las fronteras internacionales, se establecen y forjan relaciones sociales en un nuevo estado, a la vez que mantienen vínculos sociales dentro del sistema de donde proceden, viven literalmente sus vidas a través de las fronteras internacionales. Portes y Landolf (2003) comentan que aunque siempre ha habido migración transnacional, hasta hace poco ésta no había alcanzado la magnitud crítica y la complejidad como para hablar de un fenómeno social emergente. Este fenómeno lo constituye gran número de personas que llevan una doble vida, debido a que sus actividades se producen en dos países diferentes. De este modo, el transnacionalismo es resultado de actividades que requieren contactos sociales habituales y sostenidos a través de las fronteras internacionales para su ejecución. Popkin (2003) comenta que a pesar de que se asume que la migración transnacional representa movilidad o el movimiento físico de migrantes entre dos Estados–nación como condición necesaria, nuevos estudios plantean el transnacionalismo en contextos en los cuales su movilidad física es limitada. Debido a lo anterior y contrario a las predicciones de modelos asimilacionistas de la migración, las poblaciones migrantes casi nunca rompen lazos con sus comunidades de origen, conservando su cultura y su idioma sin adoptar la del país receptor (Popkin, 2003). Los migrantes transnacionales se establecen y forman vínculos sociales en los estados de residencia y simultáneamente mantienen una relación intensa con las comunidades de origen (Koremblum, 2003).

Los datos que hemos recabado indican que el proceso migratorio en Ocoyucan registró un notable desarrollo durante la segunda mitad de la década de 1980, aun cuando algunos antecedentes sugieren que inició durante la década de 1960 con algunos de sus pobladores que decidieron aventurarse en la búsqueda del "sueño americano". No obstante, este proceso cobró mayor fuerza y empezó a ser considerado como una opción real de trabajo para sus habitantes durante el segundo lustro de los ochenta. En términos de Cornelius (1990), este flujo migratorio corresponde a una quinta etapa que daría inicio en 1987 con la puesta en marcha del IRCA. Ninguno de los pobladores se vio favorecido por el IRCA; sin embargo, a partir de ese momento la migración se incentivó y creció rápidamente, ya que establecieron fuertes lazos con los pobladores del valle de Atlixco y la Mixteca poblana, que contaban con una mayor tradición migratoria. La migración en la comunidad estudiada inició con mucha fuerza, hasta este momento cuenta con dos generaciones de migrantes y la intención de cruzar hacia "el otro lado" es algo común sobre todo entre los varones a partir de los 16 años. Es importante precisar que de acuerdo con las estimaciones de la autoridad civil y la religiosa alrededor de 40 por ciento de sus pobladores se encuentra en territorio estadounidense. Los datos de la encuesta escolar señalan que más de 50 por ciento de los alumnos tiene al menos un familiar en el vecino país del norte, y 35 por ciento manifestó que uno o ambos padres se encuentran en Estados Unidos.

En diversos estudios (Espinoza, 1998; Pauli, 2007) los migrantes de esta comunidad se debaten entre el establecimiento y el retorno. Ellos manifiestan una vivencia en la que sus lazos familiares son más significativos, y los eventos familiares de toda índole tienen lugar en México. Sin embargo, las ventajas laborales en Estados Unidos prolongan sus estancias, aun cuando hay nostalgia por regresar a su comunidad de origen al lado de su familia, tanto nuclear como extensa.

 

Transiciones familiares. Nuevas formas de organización al interior del hogar

Durante mucho tiempo las investigaciones sobre familia en México presentaron un fuerte rezago respecto a otras temáticas de estudio (Robichaux, 2005 y 2007). En sus trabajos Nutini (1974) comenta que por mucho tiempo fue un tema que no tuvo el suficiente interés por los investigadores, explicando que la causa que debilitó los estudios hacia este fenómeno fue la idea errónea de la existencia de un sistema familiar bilateral, como herencia española por motivo de la Colonia. Los estudios de Chayanov (1985), centrados en el funcionamiento interno de la "unidad doméstica" campesina, tuvieron gran influencia en los estudios antropológicos de México, sobre todo en la década de 1970. Enfatizando el papel económico, Chayanov señalaba que el tamaño, composición de la familia y el grado de explotación determinado por el equilibrio entre el trabajo y la satisfacción de las necesidades familiares eran los factores que determinaban la producción.

La influencia de este autor en las investigaciones de la antropología social mexicana se traduce en el predominio del estudio de las funciones económicas del grupo doméstico en las comunidades rurales. Aunque debido a la intensidad migratoria del campo hacia las urbes industrializadas, los estudios antropológicos reportaron el mismo tipo de organización social proveniente de ambientes rurales (Lomnitz, 1975; Vélez–Ibáñez, 1991). A partir de la segunda mitad del siglo pasado, el crecimiento poblacional de la ciudad de México se concentró sobre todo en su periferia. Los pobladores de este cinturón que rápidamente rodeó la capital provenían en mayor número de ambientes rurales en busca de un trabajo estable, salarios adecuados y condiciones de vida favorables, por lo cual el acelerado ritmo de la migración devino tema de estudio y análisis. Aunado a lo anterior, la investigación realizada en el municipio de Cholula, en el estado de Puebla, por Guillermo Bonfil (1973) plantea la permanencia de un tipo de organización social indígena en esta ciudad vecina y prácticamente formando parte de la capital poblana que, de acuerdo con las teorías de la modernización, debió haber desaparecido.

Por su parte, Redfield (1949), en su estudio clásico realizado en Tepoztlán, Morelos, describió en detalle una de las unidades clave de la organización social que consideró haber tenido su origen en el calpulli prehispánico que tienden a incluir grupos de líneas familiares sin interrupción basadas en la filiación a través del padre. En su análisis acerca del sistema de parentesco en Chan Kom (Redfi eld, 1941), lo clasifican como bilateral "español"; sin embargo, sus descripciones etnográficas muestran un tipo de familia que no se parece en nada a la española analizada por Reher (citado en Robichaux, 2005). Más adelante, cuando Redfield compara la sociedad de Chan Kom con la de Mérida, ciudad fundada por españoles, considera que el parentesco había perdido su importancia, debido a los procesos de aculturación y modernización en el continum folk–urbano, pero no tomó en cuenta que los habitantes de las clases media y alta en Mérida tenían una historia cultural muy distinta a la de los habitantes de Chan Kom. En estudios posteriores de algunos mesoamericanistas se da cuenta de patrones comunes, como el hecho de que posterior al matrimonio las mujeres vivan en la casa del varón y la herencia que se otorga exclusivamente a los hijos por parte del padre, entre otros.

Acompañando estas ideas, los intelectuales del siglo XX formularon ideas a partir de un modelo de familia mexicana como producto de las políticas de Estado, respecto de la unificación mestiza, fortalecida y respaldada, sobre todo después de la revolución. Esto formó parte de un proyecto nacional y de su ideología oficial. De este modo, desde la psicología Samuel Ramos (1972) intenta retratar la personalidad y motivación del mexicano, posteriormente Santiago Ramírez (1971), con la influencia de Erich Fromm, desarrollará el carácter del mexicano. Díaz–Guerrero (1986) continuará con esta tradición de encontrar las características de personalidad, motivación y la cultura del mexicano.

En años recientes Robichaux (2002, 2005 y 2007) ha identificado un modelo de reproducción social, de familia extensa característico del área cultural mesoamericana3 que ha denominado como sistema familiar mesoamericano. Al conjunto de grupos domésticos vinculados por el lazo patrilineal y ubicados en un mismo rumbo o que tienen un patio común, lo denominó como: "patrilínea limitada localizada". Su planteamiento retoma la idea de un sistema de valores que le permite establecer una categoría dinámica a partir de la observación del proceso de reproducción social que implica una estructura o habitus en los términos de Pierre Bourdieu (2002). Robichaux (2002:26) retoma el concepto de Bonfil (1987) en México profundo para analizar a la sociedad mesoamericana, y menciona: "tiene una utilidad sociológica de permitir señalar diacríticamente comportamientos específicos que son el reflejo del sistema de valores o cultura". El sistema familiar mesoamericano propuesto por Robichaux (2003, 2005 y 2007) presenta las siguientes características: a) la virilocalidad inicial temporal de los hijos varones y la salida de las hijas para vivir en casa de sus suegros; b) el establecimiento, después de cierto tiempo, de las nuevas unidades de residencia de los hijos varones en los alrededores de la casa paterna, con frecuencia en el mismo patio; c) la permanencia del ultimogénito (xocoyote) en la casa paterna, la cual hereda en compensación por cuidar a sus padres en la vejez. Este sistema familiar se basa en un sistema de herencia de la tierra, buscando dar partes equitativas a todos los varones, aunque la evidencia etnográfica señala que las mujeres también heredan cuando no tienen hermanos como lo demuestran los estudios de este mismo autor en Tlaxcala (Robichaux, 2002). En sus conclusiones ha planteado que no existe únicamente un modelo de familia en México; sin embargo, menciona que actualmente tienen lugar procesos de cambio y continuidad que no es posible explicar desde una visión monocausal. Para este autor, la migración puede ser un proceso generador de modificaciones en la organización familiar.

Pauli (2007) realizó una interesante investigación respecto de los cambios en la organización familiar en un contexto migratorio. En su estudio muestra relatos en los que la mayoría de las mujeres considera un martirio vivir en la casa de su suegra, pero debido a su situación económica no pueden hacer más que "aguantarse". Lo interesante es que la migración ha ocasionado que los hombres decidan abandonar la casa paterna al casarse o incluso antes. Este nuevo proceso de neolocalidad es un cambio que para la autora tiene su origen en la migración internacional, a diferencia de lo que muestran los estudios en los cuales la organización familiar patrilocal es evidente (Robichaux, 2005). Aunado a lo anterior, comenta que una expresión que condensa el sentir de las mujeres respecto de estos cambios producidos por la migración es que: "antes lloraban cuando sus esposos se iban, ahora lloran cuando sus esposos no se van".

Por su parte, Kemper (1976) realizó diversas investigaciones en las que observó que algunas de las consecuencias que trae consigo la migración en las relaciones de género es que propicia relaciones más igualitarias, las cuales se caracterizan por el apoyo doméstico. Además, algunas de las jóvenes mujeres le otorgan incluso una importancia sin precedente a su formación profesional.

Hirsch (2003) dice que en las relaciones de pareja entre los migrantes se observa más igualdad respecto de la participación en el hogar y en el cuidado de los hijos. También comenta que la mujer en la pareja, así como el hombre, se transforma de tal manera que se permite a ella misma ser más sociable, participa en actividades productivas de tiempo completo y tiene más poder en la toma de decisiones, tanto en la relación de pareja como en la familia.

Otros autores señalan que el proceso de migrar usualmente causa un cambio de poderes y de roles en las parejas mexicanas en las comunidades destino. Disminuyendo la dominación masculina en la familia, la relación suele hacerse más igualitaria y se comparte la toma de decisiones (Hondagneu–Sotelo, 1994). El estudio de Caldera, Fitzpatrick y Wampler (2002) indica que en la primera generación de mexicanos migrantes se ha visto que la pareja suele tener altos niveles de cooperación y apoyo mutuo, y comparte la toma de decisiones.

A diferencia de las anteriores, las investigaciones de De Oliveira y García (1994), así como los de González de la Rocha y Agudo (2006), señalan que a pesar de que cada vez más mujeres se incorporan al mercado laboral, incluido el norteamericano, desafortunadamente sus contribuciones económicas aún no les permiten el nivel de independencia esperado, por lo que todavía persisten relaciones de dominación y subordinación que siguen líneas de género. Para estas autoras, en este tipo de relaciones, por desgracia las mujeres y los niños son quienes se encuentran en las posiciones de mayor subordinación, algo que no es tan fuerte en el caso de los hijos varones, en especial a partir de que empiezan a aportar económicamente al gasto familiar. González de la Rocha y Agudo (2006) indican que la violencia aún es utilizada por los varones como un mecanismo que les permite reafirmar su control sobre las mujeres, y para recordarles a ellas cuál es su lugar en el hogar. Sin embargo, De Oliveira y García (1994) señalan que la participación laboral de las mujeres en la frontera norte de México ha permitido a las mujeres obtener ciertos niveles de autonomía, lo que les ha facilitado la negociación respecto de la distribución de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos.

Es necesario señalar que hemos denominado transiciones más que transformaciones a los cambios en la composición y organización de las familias en Ocoyucan, pues lo que observamos es una flexibilidad de éstas para adaptarse a las nuevas exigencias como consecuencia de la migración de algunos de sus miembros hacia Estados Unidos. De esta manera, los grupos domésticos parecen responder de modo similar a la ausencia de algunos de sus integrantes. Desde esta perspectiva, más que una fragmentación, disrupción o desintegración familiar, lo que sugerimos es que los grupos domésticos se acoplan siguiendo los valores y significados propios de un sistema de familias extensas. De este modo, hemos observado que los pobladores radicados en Nueva York permanecen al pendiente de sus hijos en la toma de decisiones sobre la vida familiar, festividades familiares, patronales, eventos políticos y religiosos, además de que participan con cargos religiosos, cooperaciones para la construcción de un nuevo templo católico, principalmente con el fin de conservar su membresía y los beneficios que implica permanecer "presentes" en la comunidad. Es así que aquellos que se encuentran en Nueva York, apenas unos días después reciben las evidencias de los festejos; videos, fotografías y algunos de los platillos que viajan a través de las fronteras; esto es prácticamente una obligación, sobre todo, cuando dichas festividades han sido costeadas gracias a las aportaciones de quienes se encuentran en Estados Unidos. Además de las fiestas patronales, el "carnaval de todos santos" entre el 3 y 7 de noviembre y el nacimiento de Cristo el 24 de diciembre, así como las fiestas asociadas al ciclo de vida como bodas, 15 años, bautizos y primeras comuniones, son los festejos que acaparan el mayor interés de los migrantes, así como de aquellos que permanecen en la comunidad.

A diferencia de los primeros migrantes de Ocoyucan que partieron rumbo al norte a finales de la década de 1980 y principios de la siguiente, la mayoría de los varones que actualmente migran son más jóvenes, además de solteros. De este modo, cuando visitan la comunidad, entre otros motivos realizan el viaje a México con el ánimo de buscar novia y casarse. Cabe destacar que durante los últimos años esta práctica se ha debilitado, debido a las restricciones del cruce fronterizo, además de la reciente pero creciente incorporación de mujeres jóvenes y solteras al proceso migratorio de esta localidad. No obstante, la mayoría de los migrantes, aun los solteros, ya cuentan con casa o la están construyendo, dentro o cerca del terreno del padre o, en otros casos, en aquellos terrenos que años atrás eran tierras ejidales. Algunos han aprovechado que, aún al momento de nuestra investigación, algunos terrenos se encontraban "sin dueño" y tenían oportunidad de "comprar" alguno de éstos, la mayoría de los ejidatarios han vendido sus terrenos a compradores ávidos por adquirirlos a bajo costo. De esta manera, cuando en una de sus visitas a la comunidad el migrante "encuentra" esposa, después de la boda permanece un tiempo (variando de algunos meses hasta años) antes de regresar a Estados Unidos. Cabe señalar que, con la migración, las bodas, al igual que otras festividades del ciclo de vida y de las fiestas patronales, suelen ser más costosas que antes. Ahora se acostumbra celebrar con al menos dos grupos musicales, gran cantidad de botellas de licor y cervezas, carnitas (carne de cerdo) y el infaltable mole, que se sirve durante el festejo.

Es frecuente que una vez que el migrante cruza nuevamente la frontera hacia el norte, las esposas e hijos queden "a cargo" de los padres del migrante viviendo en la casa de éstos, aunque cuenten con casa propia dentro del mismo terreno o fuera de él. Normalmente son los padres del migrante quienes reciben las remesas y las distribuyen para los distintos usos (alimentación, vestido, salud, negocio, construcción de la casa, etcétera). Entre otros motivos, las mujeres entrevistadas refirieron que debido a las restricciones para salir libremente de la casa, la mala relación con sus suegras o para administrar directamente las remesas que sus esposos envían, algunas de ellas deciden vivir aparte o solicitan al varón unirse con él en Estados Unidos, dejando a sus hijos al cuidado de alguna tía o de los abuelos maternos. Cuando la esposa e hijos viven aparte, ellas cobran y administran directamente las remesas en acuerdo con el marido "ausente". Aunque algunas mujeres en esta situación mencionan que sus esposos ya no retornaron porque en Estados Unidos ya viven con otra pareja, con quien también tienen hijos; aun así, algunas en esta situación continúan recibiendo remesas.

Menos frecuente es cuando ambos padres se incorporan a la experiencia migrante; pero cuando esto sucede dejan a sus hijos al cuidado de las tías, quienes suelen recibir una compensación económica, además del reconocimiento de otros familiares y vecinos de la comunidad por cumplir con tal responsabilidad, que culmina en el momento en que ellas se casan. Cuando los abuelos (varones) se quedan al cuidado de los nietos se observa que de manera frecuente abandonan otras actividades productivas a petición del migrante debido a su longevidad, pero principalmente porque se ha quedado al cuidado de los nietos, lo que implica un gran esfuerzo. A cambio el migrante le proporciona el dinero suficiente para cubrir sus necesidades de comida y vestido, incluso algunos de ellos han invertido en tiendas y otros negocios. Así, hemos denominado a lo anterior como una suerte de nuevos "empleos al interior del hogar" de los no migrantes que han surgido a partir de la migración.

El modo en el que las familias se han incorporado al proceso migratorio de uno o más de sus integrantes es múltiple y variado, aun cuando se esquematicen dentro de un sistema de familias extensas que tiende a fortalecerse. La manera en la cual se adaptan a la ausencia de sus miembros y al cambio de actividades productivas y domésticas, además de la vivencia familiar del día a día, es compleja y vasta. De este modo, no pretendemos dar un panorama general de la experiencia de las familias migrantes en su totalidad. Desde esta perspectiva mostramos el caso de una familia con la intención de ofrecer un acercamiento a los aspectos que la caracterizan, ya que consideramos que ofrece, por sus particularidades, un excelente ejemplo de cambio y continuidad en la composición y organización familiar. El objetivo es presentarla para ilustrar la situación, de tal modo que brinde información acerca de la manera en que viven el día a día de acuerdo con sus valores, ilusiones, planes, negociaciones, limitaciones y respuestas a nuevas exigencias.

 

El caso de una familia extensa en ambos lados de la frontera: la familia Gómez

El trabajo de campo nos permitió realizar diferentes entrevistas y observaciones a los miembros de la familia Gómez. De este modo conocimos su trayectoria y organización familiar respecto de sus actividades productivas y domésticas, además de su conformación como una familia transnacional. El espacio doméstico en México se muestra en la figura 1.

La familia está conformada de la siguiente manera: don Miguel,4 doña Sofía, su hija Clara, las nietas Jennifer y Michell, que duermen y comen en el espacio 3. Ernestina, su esposo Francisco y sus tres hijas Ana, Verónica y Sofía duermen en la casa de Antonio, pero comen en el espacio 3. Por último, el mayor de los hijos de doña Sofía, Javier, y su esposa Juana, y sus tres hijas: Fabiola, Concepción y Graciela, duermen y comen en la casa de Arturo. Don Miguel se dedica principalmente a auxiliar a su esposa llevando el maíz cocido (nixtamal) al molino, que su esposa utiliza para hacer las tortillas, quesadillas y gorditas, que vende en su negocio. Aunque él refiere que su actividad principal es la excavación de pozos para la extracción de agua, ésta es esporádica. No obstante, su participación en actividades productivas inició cuando era un niño:

[...] ansina [así]estaba [comenta señalando una distancia de aproximadamente un metro del suelo hacia su mano] y ya empecé a trabajar con mi papá en el campo... pero luego de que agarró la tomadera [alcoholismo] empezó a vender todos los terrenos... tenía mucho, como tres hectáreas... era de los ejidatarios... pero pues no me dejó nada... yo seguí como peón en el campo... aunque también empecé a trabajar con don Rufino, ahí aprendí lo de los pozos [para extraer agua]... fue retebuena gente ese señor conmigo... mejor anduve con él... mi papá no, era malo, nos pegaba y mi mamá, pobre, le dio mala vida... luego pos ya se murió... y yo seguía como peón y en lo de los pozos como hasta ahora... nadie se iba pa'l norte por esos años... yo tenía ya como 20 y todos trabajábamos acá... unos se iban a la ciudad pero nomás a Puebla, o pocos a México [Distrito Federal] ... la mayoría aquí se quedaba al campo... éramos muy pobres pero trabajadores, ahí con nuestra tierrita, con nuestro tesoro, eso es el pedazo [de tierra] que uno tiene es el tesoro. Pero yo me quedé sin nada. Luego me casé con mi señora y pus [pues] igual, ya después unos empezaron a irse pa'l norte, tendrá como unos 20 años, empezaron unos cuantos, luego ya otros y ansina hasta como verá uste, ahora casi todos están del otro lado... ya nadie quiere quedarse... ya nadie quiere trabajar el campo... los hijos ya no quieren... ora ya todos venden sus tierras... los ejidatarios venden y mal venden, ni venden bien... yo me fui también al norte, viví en Queens... me iba a trabajar en el subway.. pasaba como siete estaciones, las iba contando y ya salía y caminaba. Primero se fue mi muchacho [el mayor] y luego yo... ora ya hasta el xocoyote [el menor] se fue y ya se casó allá... bueno, se juntó, ya agarró muchacha, ella es de aquí, del pueblo de junto... un día me habló y me dijo que ya tenía a la muchacha, que le diera permiso, pero yo qué podía hacer, ni modo de decirle que no si él ya lo había hecho... ya luego fuimos a hablar con los papás de la muchacha... ya habían hablado con ellos, ya sabían... yo creo que ya no regresa este año, había dicho que venía pero ya juntado ya no les alcanza pa' ahorrar, ya ni terminó aquí su casa... a mí no me gustó estar allá pero también pus es que acá ya no hay trabajo, está muy duro" (Don Miguel, 60 años).5

Hace 10 años don Miguel trabajó en Estados Unidos en una empresa de maderas: "mi ocupación era la de cargar troncos en vagones de tren". Su experiencia como migrante duró un par de años, ya que cuando su hija Clara cumplió 15 años le pidió que no faltara a la fiesta. Después de la fiesta, sus tres hijos, quienes se encuentran trabajando en Nueva York en restaurantes, le pidieron que se quedara para cuidar a su familia. Es importante señalar que como mencionó en su relato, antes de migrar don Miguel se alquilaba como jornalero, principalmente, aunque también realizaba actividades en la construcción de pozos para extraer agua, ya que en la comunidad no cuentan con servicio de agua potable. A su regreso ya no se incorporó a éstas, pues como comenta: "pagan poco y es mucho trabajo... ya estoy grande para trabajar en eso, es muy pesado". Su sostén se basó prácticamente en las remesas enviadas por tres de sus hijos varones que se encuentran en Estados Unidos. Un año después del regreso de don Miguel, Arturo, el mayor de sus hijos, fue de visita al pueblo con su esposa y sus dos hijas, llegaron a la casa (espacio 5) que con el dinero que envió durante cinco años se construyó con la supervisión de don Miguel y su esposa.

Al igual que otras parejas migrantes de esta comunidad, Arturo y su esposa solicitaron a los abuelos que se hicieran cargo de sus hijas, cuando ellos volvieran a Estados Unidos. "No querían que sufrieran allá encerradas en el departamento... mi muchacho prefirió que se criaran en el pueblo como ellos", dice don Miguel. El acuerdo fue que Clara se hiciera cargo de las niñas, y aunque aceptaron, las críticas a la nuera han sido permanentes desde hace cinco años. "No sé por qué no se regresa... allá no trabaja y no hace nada.. mejor tuvo otra hija allá... yo no los entiendo... mi muchacho debía de enviarla de regreso", comenta don Miguel. Durante 2007 Jennifer y Michell tenían 10 y 8 años, respectivamente, y estudian en la primaria de la comunidad. Aunado al período que don Miguel permaneció en Estados Unidos, y a que los tres hijos varones se encuentran en Estados Unidos, la llegada de las niñas transformó de modo radical la organización y composición de la familia.

Clara sólo ayudaba en las tareas domésticas, pues no tuvo oportunidad de estudiar ni la primaria debido a que "estábamos muy fregados y en ese entonces no teníamos dinero... ya cuando la pude mandar ella ya no quiso, le dio pena porque ya estaba grande, tenía 10 años y apenas iba a ir a primero... ahora está estudiando la cultura de belleza", comenta doña Sofía. Clara estudia en el poblado vecino, en un horario que le permite cuidar a sus sobrinas, por lo que recibe 150 dólares cada 15 días, que el papá de las niñas envía a la ciudad de Puebla. Con ese dinero Clara se encarga de cubrir las necesidades de las niñas, principalmente las de vestido, calzado y escolares, ya que su alimentación corre a cargo de sus abuelos, sobre todo con los ingresos de la tortillería.

Al igual que otras familias, ellos incursionaron en un negocio cuya demanda es cada vez mayor hacia el interior como al exterior de la comunidad. Las fiestas cada vez son más fastuosas y requieren de comprar una fuerte cantidad de tortillas. De este modo, preparan hasta 80 kilos en un día, cuando la venta "normal" es de 20 kilos, aproximadamente. La tortillería se ha convertido en la actividad productiva más importante de esta familia en el lado mexicano. La inversión para su funcionamiento fue del segundo hijo de don Miguel.

El espacio donde duermen y comen don Miguel, su esposa, su hija Clara y sus nietas, lo construyó el menor de sus hijos, quien emigró hace cuatro años y recientemente ya vive en pareja. Debido a que es el xocoyote y heredero de la casa, derrumbó la antigua construcción que era de adobe en la que él y todos sus hermanos se criaron, para construir una de tabique con techo de loza, lo mismo ha hecho la mayoría de los pobladores. Debido a esto don Miguel y doña Sofía asumen que esa casa ya no es de ellos, sino de su hijo, aunque no saben si él va a volver al pueblo para cuidarlos durante su vejez, como es la costumbre. Además, el terreno fue la herencia de doña Sofía, por lo que don Miguel tiene la idea de comprar otro terreno y construir una casa para él y su esposa.

A pesar de que el mayor de sus hijos le manifiesta constantemente a don Miguel que quiere regresar, aún no reúne el dinero suficiente para ello, por lo que su estancia probablemente se prolongue más tiempo. Jennifer y Michell coinciden en que si su papá las quisiera estaría con ellas. A pesar de que él se comunica con ellas cada semana para saludarlas, ellas no siempre le responden; comentan que no les interesa porque para ellas "nuestro papá es mi abuelo y tenemos dos mamás: mi abuela Sofía y Clara".

La vida en pareja de los hijos de don Miguel en Estados Unidos se desarrolla en un departamento de tres recámaras. Además de las dos parejas –Arturo (el mayor) y María, Antonio y Elvira y Pedro (el menor)–, en el mismo departamento viven tres primos de Santa Martha y otros dos varones que conocieron en Nueva York. Lo anterior les permite costear los gastos de la renta del departamento, más los gastos de los servicios, lo que asciende a dos mil dólares mensuales, aproximadamente. De este modo, todos cooperan por igual, aunque los que viven en pareja aportan más, ya que gozan de una recámara exclusiva para ellos. Sus primos comparten la sala con las dos personas como dormitorio. Lo variable de sus horarios les permite dormir en las camas a algunos, mientras otros trabajan.

Arturo y María, los padres de Jennifer y Michell, viven con su pequeña hija Sandra de tres años. María se encarga de cuidar a su hija y no participa en actividades productivas. Antonio y Elvira, la otra pareja. Hasta hace poco Elvira se encontraba con sus dos hijas en la casa de don Miguel en Santa Martha; sin embargo, una madrugada salió de la casa con sus dos hijas y desde la casa de sus papás llamó por teléfono a Antonio y le pidió que se la llevara a Nueva York. Hace dos años que vive con él. Sus dos hijas se quedaron al cuidado de los padres de Elvira, quien tampoco participa en actividades productivas. Para la realización de las actividades domésticas se tiene una calendarización en la que todos los que habitan el departamento participan. De este modo, siempre hay alguien encargado de lavar trastes, baños y pisos; no obstante, si alguien no desea realizar los quehaceres puede pedir a alguien más que lo realice, a cambio de una retribución económica. Todos cooperan para la compra de la despensa, y cada quien se prepara su comida. En el caso de Arturo y Antonio, sus esposas les cocinan y realizan sus quehaceres cuando a ellos les corresponde sin pagarles por ello.

Establecerse en Estados Unidos en un departamento donde habitan otras personas, familiares o no, solteras/os o en pareja, es usual para los migrantes de esta comunidad, principalmente porque "vivir allá es muy caro... ya así entre varios nos cooperamos... así solos no nos alcanza", comenta don Miguel. Además, para alguien que recién ha llegado representa una ventaja establecerse en un departamento que cuenta con todos los servicios, comida, además de ropa, que deberá pagar con los primeros salarios que reciba una vez que empiece a trabajar, además de la deuda generada para costear su viaje desde México.

 

Conclusiones

Hoy el movimiento migratorio en la región de Ocoyucan en el estado de Puebla se ubica en un momento de franco fortalecimiento. Lo anterior implica que un número importante de las familias viven un proceso para responder a nuevas exigencias que en lo expuesto a lo largo de este artículo se enfatiza. Llama la atención la rapidez con que esta localidad se ha insertado a la migración internacional, y el cada vez mayor número de familias que participan en ella. Así, siguiendo sus propias formas de organización, vivir lo cotidiano en lo individual y lo social, los pobladores de esta región se han adaptado a la ausencia–presencia de uno o más de sus miembros, además de administrar recursos mayores a los anteriormente percibidos.

A lo largo del trabajo, partiendo de un enfoque que toma como centro de análisis los procesos de organización y reorganización de las familias, hemos demostrado que a pesar del proceso de migración internacional, en el que se ha visto envuelto un número importante de dichas familias, la comunidad de origen aún es el eje sobre el cual, tanto quienes viven en Estados Unidos, como los que se han quedado en el pueblo, organizan y reorganizan su vida y con ello su membresía y participación en eventos y festividades. De esta manera, tomando en consideración la lógica histórica y cultural de la comunidad, hemos observado que la experiencia migratoria no ha implicado para esta comunidad de origen indígena la ruptura de sus tradiciones culturales, de sus relaciones y de los vínculos que se gestan entre ellos.

Por el contrario, esta experiencia les ha permitido fortalecer sus tradiciones y costumbres en el pueblo, lo cual se ha logrado en la medida en que han adoptado las novedades que ellos encuentran en los lugares a los que migran, adopción que sólo puede ser entendida, una vez más, en la medida en que mantienen núcleos fundamentales de su cosmovisión y de su cultura. Así, los valores culturales se expresan en el modo en el cual las familias con miembros migrantes se organizan. El caso expuesto permite conocer un proceso de fortalecimiento de la familia extensa y no la desintegración o fragmentación de ésta.

Es necesario señalar aquí que un número creciente de hogares en Ocoyucan sustentan su economía en el trabajo de las mujeres, que como en el caso expuesto han abierto algunos negocios, como la tortillería, lo que implica que su contribución al gasto familiar sea más significativa que la de los varones. Cabe señalar que, debido a la escasez del trabajo agrícola y lo mal pagado de éste su participación en actividades productivas ha disminuido ostensiblemente, tal como en el caso mostrado. Sin embargo es de destacar que algunos oficios, como los relacionados con la construcción, se mantienen al alza debido a la gran demanda en la construcción de casas generada por quienes se encuentran del otro lado. Es necesario aclarar que este proceso lo analizamos como una respuesta a la ausencia de la mano de obra más joven, la que se encuentra en Estados Unidos, por lo que éste no puede tomarse como algo definitivo, sino, en todo caso, como parte de un período en el que la migración ha permitido que los pobladores se inserten en mercados laborales urbanos, mientras los que permanecen en la comunidad experimentan en negocios que momentáneamente parecen registrar ingresos suficientes.

Lo que resulta notable como resultado de la migración de las esposas y madres de familia a Estados Unidos es una conformación familiar diversa en relación con aquellas comunidades de nula migración. En este sentido, la organización de las familias transnacionales difiere a las tradicionalmente observadas en la denominada área cultural mesoamericana, esto es, aquellas constituidas por los abuelos (o tías) que se encuentran a cargo del cuidado de los nietos hijos de migrantes por períodos cada vez más extensos. Es evidente una mayor distancia generacional, y un salto de la generación no presente, en los padres migrantes. Lo anterior parece indicar, como en el caso mostrado, una resistencia emocional de los hijos que permanecen del lado mexicano respecto de sus padres que se encuentran del lado estadounidense. La relación de hijos y padres puede ser conflictiva debido a la ausencia, señalada en el reproche que usualmente éstos hacen respecto del retorno de los migrantes que se pospone año con año. Aun así, son evidentes los esfuerzos por conservar lazos de parentesco y, por ende, afectivos, por los miembros que se encuentran a ambos lados de la frontera.

Por otro lado, los integrantes de la familia, que se encuentran en Estados Unidos, se caracterizan por la disposición de cohabitar con familiares y no familiares en espacios limitados. Por lo general, en pequeños departamentos, varones y mujeres viven el día a día a través de una organización de actividades diferenciadas de acuerdo con el estado civil y la compañía o ausencia de sus cónyuges, más que al género, como han expuesto otros autores. Los varones no han mostrado dificultades para responsabilizarse de actividades consideradas domésticas, incluso cuando sus esposas se encuentran con ellos. Es común que los migrantes sepan cocinar como resultado del mercado laboral en el que están insertos, por lo que normalmente la preparación de los alimentos corre a cargo de ellos.

Así como en el caso de la familia Gómez, la contigüidad residencial de los paisanos en Estados Unidos es algo que caracteriza y reproduce una forma del habitus, que para funcionar establece reglas explícitas e implícitas en la organización de las actividades domésticas y extradomésticas. Por lo anterior, la complejidad de estas formas transicionales de las familias requerirá estudios más amplios que nos permitan conocer el fenómeno con mayor profundidad y a lo largo del tiempo. En la presente investigación mostramos que a diferencia de los estudios que plantean si hay cambio o no en las relaciones y organización familiar, más que un on/off, de sí o no hay cambio, el análisis expuesto demuestra por qué es más adecuado referirse a las variaciones observadas como transiciones. Lo anterior implica una forma de comprender lo genérico y lo generacional, en el sentido de que es un conjunto de prácticas que constituye los distintos aspectos de las vidas individuales, de pareja y familiares, en las que se producen aspectos que sí cambian, mientras que otros se mantienen.

Por último, es necesario precisar que las fiestas parecen ser los eventos que marcan las trayectorias de las vidas familiar y comunitaria. Aparentemente, es tan importante acudir a la comunidad como mandar dinero para la realización de diversos festejos o para proyectos comunitarios. Así, si no están presentes, sí lo están simbólicamente a través de las remesas y de productos y proyectos concretos en sus comunidades de origen. El interés por mantener relaciones es un aspecto fundamental de los migrantes a pesar de la distancia, ante la cual han creado diversas maneras en las que se manifiesta la presencia del ausente, mediante vínculos que trascienden distancia y fronteras.

 

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Notas

1 El presente trabajo está basado en el trabajo de investigación apoyado por un financiamiento de la Universidad de California, Institute for México and the United Status (UC Mexus), California–México Health Initiative (CMHI), Caifornia Policy Research Center, UC Offi ce of the President y por la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.

2 Es conocida la fama de los pobladores respecto de lo bien que realizan las edificaciones que les son encargadas, tanto en los poblados vecinos y en la ciudad de Puebla, como en Nueva York.

3 El antropólogo Paul Kirchhoff fue el primer investigador que acuñó el término de área cultural mesoamericana. Desde esta denominación reconoció a una extensa área geográfica limitada de la parte central de México y que se extiende hasta Costa Rica. Según Kirchhoff, los grupos humanos establecidos en esta área compartieron características culturales antes de la llegada de los españoles. Cabe señalar que para Kirchhoff, debido a su énfasis profundamente materialista, con la llegada de los españoles se había destruido 90 por ciento de la cultura mesoamericana.

4 En todos los casos se utiliza seudónimos para conservar el anonimato de los entrevistados.

5 En las viñetas que presentamos hemos respetado la forma de expresión de los entrevistados, en la estructura gramatical y el paralenguaje utilizado.

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