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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.4 no.3 Tijuana ene./jun. 2008

 

Artículos

 

La problemática de las categorías raciales en Estados Unidos: El caso de los afrocubanos

 

C. Alison Newby* y Julie A. Dowling**

 

*New Mexico State University. Dirección electrónica: canewby@nmsu.edu

**University of Illinois at Urbana–Champaign. Dirección electrónica: dowlingj@uiuc.edu

 

Fecha de recepción: 10 de agosto de 2007
Fecha de aceptación: 17 de septiembre de 2007

 

Resumen

Aunque hay estudios que muestran la adaptación exitosa de los exiliados cubanos en Miami, en ninguno se han examinado las experiencias de los inmigrantes cubanos recientes en lugares de refugiados del suroeste de Estados Unidos. Entre estos inmigrantes cubanos se incluye una gran cantidad de afrocubanos. En áreas donde la mayoría de la población es blanca o de origen mexicano, y donde el grupo de afroestadunidenses es pequeño, la adaptación de los afrocubanos crea conflictos de identidad cuando luchan por encontrar un lugar en el gran sistema trirracial blanco/negro/café del suroeste. Con base en 45 entrevistas con afrocubanos en Austin y Albuquerque, exploramos la identificación racial y étnica de este grupo. Nuestro estudio emplea un enfoque construccionista y explora las formas en que las identidades raciales y étnicas se forman en diálogo con la autoevaluación y con la clasificación externa. Los resultados revelan la complejidad de los procesos de identificación cuando los afrocubanos intentan mantener su identidad como "cubanos" y como "negros" al oponer resistencia a la clasificación diferenciativa de "negro" o "hispano". Ellos no quieren elegir entre uno y otro término de identificación.

Palabras clave: Negritud, cubanos, refugiados, latinos, identidad racial–étnica.

 

Abstract

Although studies show the successful adaptation of Cuban exiles in Miami, little research has examined the experiences of recent Cuban immigrants who have settled in refugee relocation sites in the southwestern United States. These recent waves of Cuban immigrants include a large number of Afro–Cubans. In areas where most of the population is of white or Mexican origin, with a much smaller number of African Americans, these Afro–Cubans's adaptation creates identity conflict as they struggle to find a place in the white/black/brown tri–racial system of the U.S. southwest. Based on forty–five interviews with Afro–Cubans in Austin and Albuquerque, we explore the racial and ethnic identification of this group. Our study uses a constructionist approach and explores the ways in which racial and ethnic identities are formed through a dialogue between internal self–appraisal and external classification by others. The results reveal the complexity of identification processes as Afro–Cubans attempt to maintain their identification as both "Black" and "Cuban" at the same time as they resist being forced to choose between the external classifications of "Black" or "Hispanic."

Keywords: Negritude, Cuban, refugees, Latin, racial–ethnic identity.

 

Introducción

Los Estados Unidos quiere que escoja. He sido negro toda
la vida. Negro en Cuba, y sería negro en China. Cuando
llegué aquí descubrí que no soy realmente negro. Ahora soy
hispano. Tengo que escoger: ¿Soy negro o hispano?

—Lázaro, inmigrante afrocubano en Albuquerque, Nuevo México

 

Esta cita de un participante en nuestro estudio demuestra la complicada posición de los inmigrantes afrocubanos cuando negocian identidades étnicas/raciales en el suroeste de Estados Unidos. Nuestro estudio explora las experiencias de afrocubanos que han llegado recientemente y que se han establecido específicamente en Austin, Texas, y Albuquerque, Nuevo México. Los inmigrantes, reubicados por el gobierno de Estados Unidos, son en su mayoría hombres solteros de descendencia racial negra o mixta. El proceso de identificación racial y étnica para los miembros más recientes de la migración cubana difiere sustancialmente del que experimentaron las primeras olas migratorias cubanas, que estaban compuestas de exiliados cubanos blancos que se establecieron en Miami.

Cuando los inmigrantes llegan a Estados Unidos, su identidad racial y étnica derivada de sus países de origen es muchas veces puesta en duda por los sistemas de clasificación racial del país (Bailey, 2001; Waters, 1999). En general, esto conlleva a una confrontación entre lo que Cornell y Hartmann (1997) llaman el término "asertivo" o identificación interna y el "asignado" o identificación externa, cuando los inmigrantes encuentran que sus autodefiniciones previas pueden no corresponder a las clasificaciones que en Estados Unidos se hacen de ellos. Este proceso de negociación de identidad para los inmigrantes está relacionado integralmente con el contexto histórico y regional de su llegada. El análisis de las identidades étnico–raciales de estos inmigrantes afrocubanos que se han establecido en el suroeste constituye un interesante estudio de caso de estos procesos por dos razones:

Primero, la composición racial y étnica de ciudades como Austin y Albuquerque es muy diferente a la de ciudades de Florida, Nueva York y Nueva Jersey que ya han experimentado olas de migración caribeña, incluyendo un flujo de inmigrantes afrocaribeños que hablan inglés (criollo), creolé y español. En contraste, la llegada de inmigrantes caribeños es un fenómeno relativamente nuevo para las ciudades del suroeste, que están pobladas primordialmente por blancos ("anglos") e hispanos,1 con un número considerablemente pequeño de afroestadunidenses. Además, la población hispana en estas ciudades está compuesta primordialmente de mexicoestadunidenses (nacidos en Estados Unidos) e inmigrantes mexicanos, con pocos inmigrantes de otros países de Latinoamérica. La llegada de inmigrantes afrocubanos a sitios en donde el grupo de hispanos no mexicanos es reducido, y donde además se registra una ausencia de enclaves hispanos, presenta una especial problemática cuando estos nuevos inmigrantes son confrontados con las construcciones locales de las categorías de raza y etnicidad de negro e hispano como separadas y exclusivas.

Segundo, añadido a la complejidad de la experiencia de los afrocubanos, está el idioma. Estos nuevos inmigrantes hablan predominantemente español y, por consiguiente, están limitados en sus redes sociales. Ellos están cerca de una gran concentración de inmigrantes mexicanos que hablan español. Sin embargo, aunque los inmigrantes mexicanos y algunos mexicoestadunidenses pueden compartir su idioma, ellos no comparten su origen nacional o su color. Entonces, la falta de habilidad con el inglés limita la capacidad de estos afrocubanos para socializar con los blancos y afroestadunidenses, mientras que las diferencias de color y cultura pueden también crear barreras en sus interacciones con la población de origen mexicano.

Basándonos en 45 entrevistas con inmigrantes afrocubanos que llegaron recientemente a Austin y Albuquerque, exploramos los procesos de construcción y negociación de las fronteras étnico–raciales. ¿Cómo los inmigrantes afrocubanos de estos lugares de asentamiento no tradicionales navegan en el sistema de clasificación racial del suroeste de Estados Unidos? Además, ¿es posible que sean aceptados como ambos: "negros" e "hispanos", en lugares donde simplemente no ha existido un contexto para la coexistencia de estas categorías de identidad? Las experiencias de estos inmigrantes cuando se enfrentan a nuevos sistemas clasificatorios étnico–raciales aumentan nuestro entendimiento acerca de las formas en que estas identidades son construidas con base en líneas de color, lingüísticas y culturales, y al mismo tiempo revela mucho acerca de las categorías "negro" e "hispano".

 

La imposición de marcas étnico–raciales en Estados Unidos

Nuestro estudio emplea un enfoque construccionista, apoyándonos en los trabajos de los teóricos que alegan que las identidades étnico–raciales son dinámicas, formadas a través de un proceso de autoevaluación y clasificación externa por otros (Barth, 1969; Nagel, 1994; Omi y Winant, 1994; Cornell y Hartmann, 1997; Jenkins, 1997). Es la combinación de los dos procesos, la "dialéctica de definición interna y externa", lo que le da forma a la identidad social (Jenkins, 1997:81). Específicamente, Cornell y Hartmann se enfocan en los conflictos que pueden surgir en la interacción entre estos dos procesos:

La raza y la etnicidad no son simplemente etiquetas impuestas a las personas. Ellas también son identidades que las personas aceptan, resisten, escogen, especifican, inventan, redefinen, rechazan, defienden activamente, etc. Envuelven un "nosotros" y un "ellos" activos. No son solamente circunstancias, sino respuestas activas a las circunstancias por parte de los grupos e individuos guiados por sus propias preconcepciones, disposiciones y agendas (1997:77).

Cornell y Hartmann proponen tres factores básicos en la construcción de identidad: a) fronteras, b) posición percibida y c) significado.

a) Las fronteras implican la construcción y posicionamiento de límites que separan los grupos unos de otros, incluyendo los criterios usados para determinar inclusión y exclusión. b) La posición percibida de un grupo se representa cuando sus miembros son vistos como relativos a otros grupos. Esta posición en la jerarquía está integralmente relacionada con la construcción y mantenimiento de fronteras. c) Finalmente, el significado del grupo incluye una asignación (por otros) o una reafirmación de la membresía del grupo específico con el cual está asociado. Esto es: cómo la membresía de un grupo es interpretada por los miembros de uno diferente o por otros (e.g. "nosotros estamos oprimidos" o "ellos son gente fuerte"). En algunas circunstancias, un grupo puede tener el poder para definir su propia identidad, aunque personas externas le asignen una identidad distinta. En otros casos, ciertas circunstancias estructurales o materiales pueden limitar la libertad del grupo para autodefinirse (Cornell y Hartmann, 1997).

Un factor altamente influyente en la determinación de la habilidad de un grupo para autodefinirse es el grado en que este grupo ha sido racializado. Aunque los conceptos de raza y etnicidad comparten ciertas características, Cornell y Hartmann argumentan que la raza se distingue porque su asignación depende más de otros (usualmente, con base en apariencias físicas, como el color de la piel) y que el concepto de "la raza es más exclusivo y menos flexible que el de etnicidad" (Cornell y Hartmann, 2004:28). Por eso, la raza funciona regularmente como una categoría impuesta que no permite membresías múltiples. En efecto, el paradigma dominante de raza en Estados Unidos se ha basado históricamente en la distinción bipolar entre "blanco" y "negro" y en la regla de una gota (one drop rule), que define a las personas con cualquier descendencia africana como "negros" (Davis, 1991). Pero aunque la dicotomía blanco–negro ha sido la base del sistema de clasificación racial de la Unión Americana, otros grupos han sido también sujetos a la racialización como "no–blancos", incluyendo asiáticos, nativoamericanos, y latinos/hispanos (Haney–López, 1996; Menchaca, 2002; Foley, 2004). Muchos académicos argumentan que el "pentágono racial" resultante (Hollinger, 1995) de estos cinco grupos ha surgido como el sistema clasificatorio dominante en Estados Unidos (Foner, 2005).

Cuando los inmigrantes del Caribe hispanoparlante llegan a Estados Unidos, su ajuste a este sistema de clasificación racial puede ser muy conflictivo (Rodríguez, 2000; Bailey, 2001; Itzigsohn, Giorguli y Vázquez, 2005). Primero, ellos enfrentan una construcción de "negritud" que difiere de la de sus países de origen. La regla de una gota que define a cualquiera con descendencia africana como "negro" no es congruente con las designaciones raciales caribeñas, que generalmente utilizan una variedad de marcas verbales para identificar sombras intermedias entre "blanquitud" y "negritud" (Hoetink, 1967; De la Fuente, 1998). Las construcciones caribeñas de identificación de raza también dependen de otros muchos determinantes, incluyendo factores como color de piel, textura del pelo, idioma y posición social (Rodríguez, 2000).

Aunque los inmigrantes caribeños pueden resistir la imposición de la categoría de negro en Estados Unidos, también pueden encontrar que sus demandas a una identidad negra son rechazadas por los otros. La negritud en la Unión Americana está altamente ligada a una identidad y etnicidad afroamericana (Cornell y Hartmann, 2004), que proviene de una historia de opresión racial, así como también a atributos culturales específicos, incluyendo estilos de hablar, música, vestimenta, literatura y comida. Cuando los inmigrantes negros del Caribe interactúan con los afroestadunidenses, encuentran que su negritud es cuestionada constantemente al no compartir con ellos este antecedente cultural (Waters, 1999). Los inmigrantes afrocaribeños, entonces, se enfrentan a una definición biológica y a una asociación cultural relacionadas con la negritud que parecen ser contradictorias cuando enfrentan la regla de una gota que los define como negros, aunque simultáneamente pueden ser rechazados de esta categoría por los afroestadunidenses.

El segundo desafío que presenta el sistema de categorización racial de Estados Unidos es la clasificación de "hispano/latino". La categoría de latino/hispano en este país es particularmente compleja, al ser definida por el gobierno como un grupo de origen o descendencia hispanoparlante pero que puede ser de cualquier "raza".2 Sin embargo, históricamente los hispanos han sido racializados y señalados en particular para un trato distinto con base en sus características físicas (Montejano, 1987; Foley, 1997; Menchaca, 2002). A lo largo del país, las etiquetas de "hispano" o "latino" son usadas como descriptores para asignar a las personas un color "café" o "marrón" (Rodríguez, 2000; Alcoff, 2000; Itzigsohn, 2004). Como la investigadora Clara Rodríguez indica, el hecho de que las personas hispanas que fenotípicamente son blancas sean constantemente referidas como "de piel clara" y no como blancas demuestra las formas en que los latinos/hispanos son racializados continuamente (Rodríguez, 2000).

Podríamos asumir que el establecimiento de la categoría de latino/hispano como un grupo étnico minimiza las asunciones raciales implícitas en el uso diario; pero la aceptación de latino/hispano como una "raza color café" demuestra que el grupo no ha sido solamente racializado como no–blanco, sino también como no–negro. De esta forma, el hecho de que la categoría hispano/latino haya sido ligada con el color "café" conlleva dificultades para los afrocubanos, quienes son hispanoparlantes y fenotípicamente negros.

Los términos "latino" e "hispano" también son complicados al reunir varias nacionalidades e historias de inmigración. Veamos: una persona "hispana" en Estados Unidos puede ser un inmigrante reciente o alguien que tiene ancestros que estuvieron en el suroeste cuando Estados Unidos conquistó esa región gracias al Tratado de Guadalupe–Hidalgo en 1848 (Menchaca, 2002). Estas diferencias tienen un impacto tremendo en la construcción regional de las categorías "hispano" y "latino" (Gutiérrez, 1995; Gonzales, 1997; Vila, 2000; Nieto–Phillips, 2004). Aunque los académicos han encontrado que los términos "hispano" o "latino" frecuentemente coexisten con designaciones de origen nacional para los latinos en la costa este de Estados Unidos (Oboler, 1995; Itzigsohn y Dore–Cabral, 2000), en Texas el término "hispano" se usa para designar a las personas de ascendencia mexicana nacidas en Estados Unidos y distinguirlas de los inmigrantes mexicanos (Dowling, 2005). En Nuevo México, la categoría "hispano" es usada frecuentemente para referirse a los residentes hispanoparlantes pero cuyos ancestros llevan varias generaciones en el estado (Nieto–Philips, 2004). Entonces, aunque el término "hispano" puede referirse generalmente a una categoría hispanoparlante racializada "café" en la Unión Americana, en los lugares de nuestro estudio: Texas y Nuevo México, el término también es usado cotidianamente para referirse a las personas de ascendencia mexicana pero nacidas en Estados Unidos. La construcción de las categorías racializadas que separan los conceptos negros e hispanos, combinadas con el uso local del término "hispano" para referirse a las personas de descendencia mexicana, implica retos particulares para los afrocubanos en esta región.

 

Inmigración cubana e identificación racial

En general, la inmigración cubana en Estados Unidos ha sido descrita como un éxito. Sin embargo, este punto de vista está basado principalmente en el ascenso socioeconómico de las dos primeras olas migratorias que llegaron al país tras la Revolución Cubana en 1959. Entre 1959 y 1962, después de que el líder comunista Fidel Castro subió al poder, 200 mil cubanos, incluyendo muchos de la élite, llegaron a Estados Unidos. A la primera ola migratoria el gobierno de Estados Unidos le concedió el estatus de refugiados, y esta concesión ha jugado un papel integral en el desarrollo de la "identidad exiliada" de la comunidad cubano–estadunidense (García, 1996). La segunda ola de migración se efectuó en un período de ocho años, de 1965 a 1973, cuando unos 260 mil cubanos (las élites restantes, además de miembros de la clase media cubana) llegaron en vuelos diarios de Cuba a Miami (Portes y Stepick, 1994; García, 1996; Grenier y Pérez, 2003).

Desde 1980, la población inmigrante cubana se ha vuelto más diversa en cuanto a antecedentes de clase y composición racial (Grenier y Pérez, 2003). En ese año, en un período de cinco meses, 125 mil cubanos llegaron (en barco) a Estados Unidos en el éxodo de Mariel. Mientras que las dos primeras olas estuvieron compuestas primordialmente de blancos de la clase alta o media, el éxodo de Mariel incluía muchos inmigrantes negros y de raza mixta de los sectores socioeconómicos más bajos. La emigración en masa más reciente, conocida como "La crisis de los balseros de 1994", estuvo también compuesta de inmigrantes de los segmentos menos privilegiados de la sociedad cubana. Más de 37 mil cubanos fueron rescatados por la Guardia Costera estadunidense cuando intentaron navegar las 90 millas hacia Estados Unidos en balsas hechizas, rudimentarias, pero muchos más murieron en el mar. Los balseros fueron llevados a la Base Naval de Guantánamo, donde estuvieron detenidos hasta por más de un año antes de ser admitidos en Estados Unidos (Grenier y Pérez, 2003).

A pesar de la mayor diversidad racial de los flujos en las décadas recientes, la identidad cubana en Estados Unidos fue definida en gran medida por las dos primeras olas migratorias. La "identidad de exiliados", basada en la relación de los cubanos con su país de origen, ha moldeado las definiciones internas y externas de la comunidad cubano–estadunidense (Mirabal, 2003). Este grupo es el que ha definido el significado del término "cubano–americano"; esto es, que para ser cubano–estadunidense hay que ser blanco y exitoso. Tal concepción prevaleciente de los cubanos en Estados Unidos también ha promovido la idea común de que los cubanos no son negros (Mirabal, 2003).3

En contraste con la imagen predominante de la identidad cubano–estadunidense, las construcciones cubanas de raza dan espacio para la "negritud" (Sansone, 2003). Aunque las personas de origen africano han sido objeto de prácticas discriminatorias en Cuba, incluyendo la devaluación de las prácticas culturales asociadas con la negritud, la identidad negra permanece visible en Cuba (De la Fuente, 1998). El país ha sido caracterizado por ser tanto el más africano como el más español de los países de Latinoamérica (Grenier y Pérez, 2003), y las identidades raciales dan espacio a un continuo de etiquetas que fluctúan de blanco a negro. Las categorías son activas, en ocasiones se superponen unas a otras, y los individuos pueden usar esas categorías según la situación, dependiendo del contexto social. En Cuba, "negro" es percibida como una categoría abierta que puede ser desglosada en subcategorías más específicas, dependiendo del color de la piel, la textura del pelo, los rasgos faciales, así como también de la clase social y otras características personales intangibles. Estas subcategorías que existen como extensiones de negritud incluyen descriptores como "moreno", "jabao", "mulato", "indio", y "trigueño" (U. Vaughn, 2005). El hecho de que los afrocubanos puedan autoidentificarse usando un sinnúmero de categorías raciales simultáneamente no se ajusta a la naturaleza singular y mutuamente exclusiva de la raza en la problemática de Estados Unidos. Como hemos discutido, el estatus vis à vis la categoría "hispano" también añade complejidad a la identificación racial.

En un esfuerzo por integrar las últimas entradas de inmigrantes cubanos, el gobierno de Estados Unidos ha implementado programas para dispersar a estos cubanos, lo mismo que a otros refugiados recién llegados, hacia distintas áreas del país. La colocación de los refugiados en diferentes lugares es un intento por introducir a los nuevos llegados a la vida económica y social de Estados Unidos lo más rápido posible, como también para facilitar la responsabilidad potencial que pueda resultar de la entrada de demasiada gente a un área en específico. Esta misión es llevada a cabo a través de la U.S. Office of Refugee Resettlement (Oficina de Traslado de Refugiados en Estados Unidos) en colaboración con varias agencias estatales y locales.

 

Metodología

Nuestro análisis se basa en entrevistas y observación participante en dos localidades: Albuquerque, Nuevo México, y Austin, Texas. Escogimos estas ciudades por su estatus de lugares de traslado de cubanos y por su composición racial y étnica. La composición racial de estas ciudades es similar y las dos tienen poblaciones mayoritariamente blancas o hispanas. Albuquerque es 50 por ciento blanco y 40 por ciento hispano, con un número pequeño de nativoamericanos (3%), afroestadunidenses (3%) y asiático–estadunidenses (2%). Austin es 53 por ciento blanco y 31 por ciento hispano, pero tiene una población más grande de afroestadunidenses (10%) y asiático–americanos (5%).4 La población hispana en ambas ciudades es en su mayor parte de origen mexicano, con solamente unos pocos inmigrantes de otros países de Latinoamérica. Ninguna de estas ciudades tenía una población cubana significativa antes de la llegada de los programas de traslado a mediados de los noventa. El censo del 2000 muestra que había 1 694 cubanos en Albuquerque y 1 425 en Austin.

Nuestro trabajo de campo incluye entrevistas formales, estructuradas, a fondo, y trabajo de campo en estas comunidades. De 2001 a 2003 condujimos entrevistas con 45 afrocubanos en Austin (n=22) y Albuquerque (n=23). De estas 45 entrevistas, 24 fueron formales, grabadas, a fondo, de 1.5 a 2.5 horas de largo, con un promedio de dos horas. Usamos el enfoque de la historia de vida con un examen de la socialización racial en Cuba y en Estados Unidos. Primero, obtuvimos información demográfica y socioeconómica básica, incluyendo edad, lugar de nacimiento, información del hogar, educación, ocupación actual y ocupación en Cuba, etcétera. Segundo, recolectamos una historia de vida detallada, enfocada en la formación de la identidad racial en Cuba. El tercer cuestionamiento fue acerca de la travesía a la Unión Americana, incluyendo la decisión de migrar, el proceso de migración y la recepción e interacción con los diferentes grupos nativos e inmigrantes en Estados Unidos.

Mantuvimos una presencia activa en estas comunidades cubanas asistiendo a eventos religiosos y sociales. Veintiún entrevistas adicionales5 fueron llevadas a cabo más informalmente con los participantes durante o después de estas actividades. Estas entrevistas consistieron en una versión más corta de las preguntas utilizadas con los participantes que fueron grabados; sin embargo, tomamos numerosas notas de campo en el lugar de las grabaciones. Estas entrevistas fueron de entre 30 y 40 minutos de duración y todas fueron hechas en español. Se escogieron seudónimos para asegurar el anonimato. La composición de sexo incluyó más hombres (n=36) que mujeres (n=9); sin embargo, esto reflejó las características de los inmigrantes afrocubanos que han llegado recientemente a estas ciudades, en su mayoría hombres solteros (Ackerman, 1996). Nuestra muestra "bola de nieve" [de "alud"] fue localizada a través de contactos comunitarios y de las redes sociales informales de entrevistados anteriores. Con el análisis de estas entrevistas no intentamos llegar a generalizaciones estadísticas, aunque tratamos de encontrar una forma de entender mejor la formación y los procesos de negociación de la identidad.

Todos los entrevistados llegaron a Estados Unidos después de 1990. Los participantes tienen entre 26 y 40 años de edad, con un promedio de 33. Aunque el sistema educativo en Cuba es diferente al de Estados Unidos, muchos participantes han obtenido lo que sería un equivalente a una educación de escuela superior. Y la mayoría de nuestros participantes trabajan en la construcción o en el sector de los servicios. Muchos de los participantes del estudio son originarios de La Habana y Matanzas o de varios lugares de Oriente. La mayoría de ellos (42) fueron balseros internados en la Base Naval de Guantánamo por un período de cerca de un año antes de su llegada a Estados Unidos.6 Aunque algunos se establecieron en Florida, muchos fueron llevados a otras entidades del país mediante programas de traslado patrocinados por el gobierno. Nuestros hallazgos se enfocaron en la identidad y en los problemas de categorización que ellos enfrentan en su traslado al suroeste de Estados Unidos. Debido a que las experiencias de nuestros participantes fueron similares en Albuquerque y Austin, reunimos la información de ambas ciudades.

Basándonos en los factores discutidos por Cornell y Hartmann (1997), hemos dividido nuestro análisis en dos secciones. La primera se enfoca en la marcación de fronteras; esto es, una exploración a los elementos que posicionan a los afrocubanos lo mismo dentro que fuera de los límites de los grupos raciales existentes. Nuestra segunda sección explora, entonces, el posicionamiento de los afrocubanos vis à vis las jerarquías raciales existentes.

 

Fuera de límites: definiendo las fronteras de la membresía del grupo

Las identidades de un grupo son construidas a través de un proceso de marcación de fronteras, cuando los grupos establecen criterios para la membresía en un grupo particular (Cornell y Hartmann, 1997). Empezamos con la discusión de las experiencias de estos inmigrantes afrocubanos cuando enfrentan el sistema racial del suroeste de Estados Unidos. Muchas veces los afrocubanos se topan con una problemática especial cuando otros grupos intentan clasificarlos como "negros" o "hispanos", dado que la construcción de las categorías raciales en este país difiere de sus experiencias en Cuba. Las distinciones raciales en Cuba involucran un gran número de etiquetas identitarias que son usadas para señalar variados grados de negritud. Estos términos incluyen "negro", "mulato", "jabao", "moro" e "indio". Todos los entrevistados se definieron usando una de estas nominaciones, solas o en combinación con los calificativos de "claro" y "oscuro". Al no encontrar este continuo de negritud en las categorías raciales de Estados Unidos, casi todos nuestros entrevistados se autodefinieron como "negros". Algunos entrevistados se calificaron como "hispanos", explicando que la gente de Estados Unidos les ha dicho que ellos eran hispanos y no negros; mientras que un entrevistado reforzó su identidad dual diciendo que él era "afro–hispano", porque era ambos, "negro e hispano".

La historia de Julio, un entrevistado de Austin, ilustra los retos que enfrentan los migrantes afrocubanos. En su primer día de trabajo se encontró con la siguiente y difícil situación:

Cuando llegó la hora del break [descanso], los blancos estaban en un lugar, los mexicanos estaban en otro lugar, los chicanos7 estaban en otro lugar y los afroamericanos estaban en otro lugar... No sabía [a] dónde ir, y me quedé solo. Me sentí confundido por la separación entre diferentes tipos de gente. Las divisiones se me hacían extrañas. No estaba acostumbrado a eso.

También, por su inglés limitado, fue difícil para nuestros entrevistados tener relaciones sociales con personas que no fueran mexicanas (y algunos mexicoestadunidenses). Al mismo tiempo, muchas personas de origen mexicano preguntaban a los afrocubanos sobre su idioma, notando lo que ellos percibían como una falta de conexión entre su color de piel y el uso del español. Con frecuencia, otros asumían que el español no podía ser su idioma nativo, y muchos les preguntaban a los afrocubanos dónde habían aprendido este idioma.

En lo que sigue de la historia de Julio vemos un ejemplo de esta confusión. Mientras Julio estaba sentado solo durante su hora de descanso, se le acercó un migrante mexicano. Julio describió su interacción:

Más tarde, un mexicano se me acercó. Parece que me había escuchado hablar en español. Creo que estaba en el mismo grupo de trabajadores. Y me preguntó por qué hablaba el español. Le dije de inmediato: "Porque soy cubano". Parece que no me entendió, porque me preguntó dónde quedaba eso. También me preguntó si donde yo vivía sólo había gente de color, si sólo gente de color vivía allí.

Con sus preguntas, su compañero mexicano estaba intentando ubicar a Julio en el contexto apropiado. Julio explicó que estas situaciones eran muy frustrantes, porque en el suroeste de Estados Unidos un negro que habla español es una anomalía que requiere una explicación extensiva. Julio terminó: "Donde quiera que vaya, siempre hay preguntas".

Todos nuestros entrevistados relataron historias de las reacciones de sorpresa y confusión que ellos producen en los blancos, afroestadunidenses, mexicoestadunidenses e inmigrantes mexicanos. Inicialmente, los miembros de estos grupos asumen que por su apariencia física los afrocubanos son afroestadunidenses. Debido a que ni Albuquerque ni Austin han sido áreas de recibimiento tradicionales para inmigrantes negros, muchos residentes asumen que una persona fenotípicamente negra es afroamericana. Es el idioma el que sirve para llamar la atención de los antecedentes de los afrocubanos. "Tan pronto abro la boca", explica un entrevistado, "empiezan las preguntas".

Por ejemplo, Carlos migró a Albuquerque desde La Habana en 1992. Cuando se le preguntó acerca de sus experiencias con distintos grupos desde que llegó a Estados Unidos, dijo:

Los negros americanos primero piensan que eres negro. Después, cuando se enteran que no lo eres, no les interesas. Los mexicanos piensan que eres negro, pero cuando te escuchan hablar en español, se asustan. A veces están hablando de ti y piensan que no entiendes. Los blancos piensan que eres negro hasta que te escuchan hablar. Después están confundidos [por] que no eres mexicano.

La descripción que hace Carlos de estas confrontaciones revela la relación entre la apariencia física y las categorías de "hispano" y "negro" en estas comunidades del suroeste. Debido a la gran mayoría de hispanos de origen mexicano en estas localidades, muchos usan el término "hispano" para referirse solamente a personas de descendencia mexicana. Y esta asociación de "hispano" con "mexicano" no envuelve solamente una conexión a la cultura o al origen nacional; también se entiende que con la palabra se marcan ciertas características físicas. Esto es, para muchos o para la mayoría de estas comunidades "hispano" representa "color café". Los hispanos pueden variar en color de piel, la que va del blanco hasta un color café oscuro, pero la negritud queda fuera de esta designación. Aunque los residentes pueden tener una conciencia intelectual de la existencia de una variedad de grupos de origen nacional, de variación racial y de color dentro de la etiqueta de "hispano", las experiencias locales han llevado a muchas de estas comunidades a visualizar como hispanos a quienes son de origen mexicano y de piel color café, no a los negros. En estas ciudades del suroeste, la ausencia de una interacción con hispanoparlantes de origen africano permite a muchos mantener una frontera entre las categorías "negros" e "hispanos". De esta forma, blancos, mexicoestadunidenses e inmigrantes mexicanos en general identifican a los afrocubanos como negros, no como hispanos. Aunque los afrocubanos pueden ser hispanoparlantes, su color usualmente los posiciona entre estos grupos fuera de los límites de lo "hispano".

Para los afroestadunidenses, sin embargo, el idioma frecuentemente altera la denominación de los afrocubanos de "negro" a "hispano". Samuel es también originario de La Habana y llegó a Austin en 1995. Comenta:

Hace unos años fui a un picnic de mi trabajo y un negro americano vino y empezó a hablar conmigo. No lo entendía muy bien, pero me presenté. Él me preguntó: "Oye, ¿de dónde tú eres?" Le dije que soy cubano, y me dijo: "Oh, tú no eres negro, eres hispano". ¿Qué cojones significa eso? ¡Claro que soy negro! ¿Qué le dices a esto? [Se toca la piel y se ríe.] ¿Qué es esto de hispano (hispanic)? De repente me doy cuenta que soy hispano. Pero si le pregunto a un mexicano o a un chicano, me van a decir: "¡Tú no eres hispano, eres negro!"

Este ejemplo demuestra los significados étnicos y culturales asociados con la identidad "negra" en Estados Unidos; al igual que las interacciones de los afrocubanos con los inmigrantes mexicanos o con los mexicoestadunidenses se enfocan en las asunciones raciales comprendidas en la categoría de "hispano".

Nuestros entrevistados citaron experiencias en las que los afroestadunidenses usaron el idioma y el origen nacional para crear una frontera entre ellos y los afrocubanos. Los afroestadunidenses les dijeron a los afrocubanos que ellos no son "negros" porque no comparten la misma historia y cultura.

Para los afroestadunidenses, la identidad negra está ligada a una historia específica de opresión racial en Estados Unidos, como también a una cultura compartida (idioma, estilo de hablar, música, comida, etcétera). Los afrocubanos encontraron estos incidentes desconcertantes, pero en general tuvieron mucho menos interacción con los afroestadunidenses que con otros grupos. Asumimos que tales relaciones limitadas se deben al número tan bajo de afroestadunidenses en estas ciudades (particularmente en Albuquerque), y es también un reflejo de la segregación laboral y la barrera lingüística. Simplemente, en estas ciudades hay menos afroestadunidenses y la segregación ocupacional normalmente pone a los afrocubanos a trabajar junto a los inmigrantes mexicanos y mexicoestadunidenses. Y cuando trabajan con los afroestadunidenses, los problemas de idioma restringen la interacción que pueda ocurrir con estos dos grupos.

Los afrocubanos tuvieron mucha más experiencia social con los inmigrantes mexicanos y con los mexicoestadunidenses que con los afroestadunidenses. Agustín, quien vive en Austin, da otro ejemplo de la concepción que los mexicanos tienen acerca de los afrocubanos basados en su color. Sin embargo, en esta situación, el idioma parece mediar el proceso de construcción de fronteras entre los grupos.

La gente siempre se sorprende cuando me escuchan hablar en español, especialmente los mexicanos. Nunca se les pasa por la mente que yo puedo hablar su idioma. Una vez estaba en un club texano–mexicano en Austin esperando a la muchacha con quien estaba saliendo. Cuando fui al baño, algunos mexicanos estaban allí adentro hablando de mí. Dijeron: "¿Qué está haciendo ese mayate8 aquí? Ellos tienen sus propios clubs". No dije nada, pero la próxima vez que fui al baño, estaban allí de nuevo. Estaban diciendo: "Sí, vamos a darle una patada por el culo al mayate. Él no debe de estar aquí". Me parecía que las cosas se estaban poniendo un poco difíciles. Les dije: "Oigan, muchachos, soy raza". Estaban sorprendidos, pero dijeron: "Oh, pensamos que eras afroamericano". Les dije: "No, soy cubano, latino igual que ustedes". Parece que se tranquilizaron después de eso, y todos regresamos a nuestras mesas. No les escuché decir nada más, ni tuve más problemas con ellos en toda la noche.

Este relato provee un ejemplo interesante en el proceso de negociación de fronteras entre los afrocubanos y los mexicanos. Aquí, para los mexicanos el idioma sí altera la frontera y el criterio para la inclusión. A pesar de que el primer marcador de la frontera estaba basado en el color, la frontera se abre con la introducción del idioma. Aunque en este ejemplo Agustín puede no ser aceptado como un miembro de la comunidad mexicana, él obtiene cierto grado de estatus como un "otro" más palpable. Para los mexicanos, Agustín no es afroamericano, no es hispano exactamente, pero el idioma español le da un pasaje temporal a la comunidad mexicana.

Aunque el idioma español puede ser usado a veces como un puente entre los afrocubanos y los mexicanos, otras veces también sirve como una barrera. Por ejemplo, Carlos enfatiza que, incluso después de estar viviendo en el suroeste por varios años, siente que su cultura, y en particular su español, lo distingue de la gran población hispana de origen mexicano. En sus palabras: "Sé que la gente nos confunde porque hablamos el mismo idioma, pero no somos iguales. Tenemos diferentes ideas y no siempre nos entendemos". Carlos explicó, además, que las diferencias entre el español cubano y el mexicano causan ocasionalmente grandes malentendidos entre estos dos grupos. Algunas expresiones usadas por los cubanos son consideradas rudas por los mexicanos. Por ejemplo, cuando los mexicanos del suroeste de Estados Unidos quieren que otra persona repita algo que ha dicho dicen "mande". La traducción literal de "mande" es "ordéname". Los hispanoparlantes cubanos usualmente usan "¿qué?" Según los relatos de nuestros entrevistados, algunos mexicanos encuentran esta y otras expresiones como un comportamiento inapropiado. Algunas veces, los afrocubanos también provocan reacciones graciosas de parte de los mexicanos debido a sus palabras cubanas, su entonación, su pronunciación y su lenguaje corporal. Por otra parte, algunos cubanos también se burlan del español mexicano. Sin embargo, en las interacciones con los mexicanos los cubanos encuentran que es necesario incorporar palabras del español mexicano a su vocabulario. Los entrevistados expresaron frustración de que a los mexicanos se les dificulte entender su español. Entonces, un idioma "común" también sirve como un marcador de fronteras.

Además de las diferencias lingüísticas, la falta de conocimiento y las concepciones erróneas de la vida en Cuba de parte de los inmigrantes mexicanos (y de la vida en México de parte de los cubanos) fueron un obstáculo para suavizar las relaciones entre estos grupos. Los cubanos expresaron que los mexicanos en general, o no saben nada sobre Cuba, o tienen percepciones negativas del país, generadas en su mayoría por los medios de comunicación. Nuestros entrevistados se sintieron frustrados y enojados por estas experiencias. Como un entrevistado expresó: "Ellos no saben nada de Cuba, pero yo debo de saber todo de México". Al mismo tiempo, los comentarios de nuestros entrevistados mostraron una falta de conocimiento de la historia de opresión contra la población de origen mexicano en el suroeste de Estados Unidos.

En general, a nuestros entrevistados no les gusta ser agrupados con los mexicanos o con los mexicoestadunidenses como parte del grupo étnico racial "hispano". Muchos expresaron confusión con el título de "hispano" y dijeron que no se sienten "hispanos", aunque ven similitudes entre sus experiencias y las experiencias de otros agrupados bajo ese mismo identificador. Orlando, un electricista que vivió cuatro años en Austin y ahora reside en Albuquerque, comentó:

Aquí, negro significa afroamericano, e hispano, supuestamente significa todo el mundo. ¡Hazme el favor! Hispano realmente quiere decir mexicano y cubano blanco. En eso piensa la gente. Cuando le digo a la gente que soy de Cuba, me dicen: "Oh, yo no sabía que allí había gente negra".

Los comentarios de Orlando no sólo demuestran su descontento con "hispano" como una etiqueta panétnica inclusiva, sino también destaca la invisibilidad relativa de los afrocubanos. Entonces, "hispano" incluye a aquellos que son mestizos o cafés y tal vez a algunos individuos que pueden ser vistos racialmente como "blancos". Pero la negritud parece excluir a los afrocubanos de la clasificación de "hispano".

En las opiniones de nuestros entrevistados, estas diferencias en el color, como también las diferencias lingüísticas y culturales, llevan a muchos de los residentes de estas comunidades a identificar a los afrocubanos como negros y no como hispanos. Ha sido claro para los entrevistados que la negritud los coloca fuera de la categoría de "hispano". Aunque esta clasificación externa ejerció una influencia fundamental en su proceso de autoidentificación, su percepción del lugar de los hispanos en la jerarquía racial fue también un factor para que los afrocubanos rechazaran la etiqueta de "hispano". En la siguiente sección exploramos el rol de la posición social de los grupos étnico–raciales en las negociaciones con las identidades de nuestros participantes.

 

Los nuevos llegados: la ubicación de los grupos en la jerarquía social

Las fronteras están estrechamente relacionadas con las jerarquías sociales definidas en términos del acceso de los grupos a los recursos (Cornell y Hartmann, 1997). En el caso de nuestros entrevistados, el estatus de "refugiado" dado por el gobierno juega un papel importante para diferenciar a los cubanos de otros grupos inmigrantes.9 Los cubanos que llegan a Estados Unidos son elegibles para obtener el estatus de residentes legales y con ello tener derecho a "aplicar" para la ciudadanía estadunidense. En contraste, muchos inmigrantes mexicanos vienen a Estados Unidos sin documentos legales para ingresar buscando movilidad económica y el gobierno no les provee ningún apoyo después de su llegada. Entonces, la frontera entre inmigrantes cubanos e inmigrantes mexicanos ha sido formalizada mediante un trato distinto del gobierno estadunidense. Esta frontera formal juega un papel importante en el posicionamiento respecto a cómo otros ven a los cubanos y cómo los cubanos se ven a sí mismos. Martica, quien trabaja limpiando cuartos de hotel en Austin, elucubra acerca de la forma en que su estatus legal y la posesión de un permiso de trabajo la separan de sus compañeras mexicanas, muchas de ellas indocumentadas.

Las mexicanas siempre están comentando el hecho de que yo tengo papeles y no les parece justo. Un tiempo atrás me hicieron supervisora de limpieza y ellas [las mexicanas] se molestaron y dijeron que sólo era porque tengo papeles... Tengo una mejor vida, es cierto, porque no tengo que preocuparme todo el tiempo como ellas. Puedo encontrar otro trabajo. No tengo que tolerar la falta de respeto.

El estatus legal de los cubanos les da un acceso más fácil a empleos formales y los ubica en una posición más afortunada con relación a los inmigrantes indocumentados. Los beneficios del estatus legal asignado a los cubanos crean algunas veces resentimientos en los mexicanos inmigrantes. Según la interpretación de Martica, sus compañeras pensaban que había sido promovida a supervisora sólo por su estatus de residente legal y no por méritos propios. Tanto sus compañeras de trabajo como Martica misma reconocieron que para ella es más fácil entrar y salir de los empleos. En los mercados de trabajo de estas ciudades del suroeste los cubanos recién llegados, aun cuando entran por los escalones de las ocupacion es bajas, se ven como aventajados al compararse con los inmigrantes indocumentados mexicanos con los que trabajan.

La narrativa de Martica demuestra el trato diferencial que reciben los cubanos del gobierno de Estados Unidos y cómo este trato se convierte en una fuente de tensión entre cubanos y mexicanos. Muchos de los entrevistados mencionaron el resentimiento que advierten en los inmigrantes mexicanos indocumentados, como también las concepciones erróneas que muchos mexicoestadunidenses e inmigrantes mexicanos tienen acerca de los beneficios que reciben los inmigrantes cubanos. De acuerdo con Agustín:

Ellos piensan que el gobierno [de Estados Unidos] nos ha dado todo, que no tenemos que trabajar para poder progresar. Si a un cubano le va bien, van [los mexicanos] a decir: "Ah, claro, el gobierno te da privilegios; por eso puedes avanzar". Yo sé que la situación de los cubanos es diferente; pero eso no quiere decir que no tenemos que batallar para avanzar igual que todos los demás. Al mismo tiempo, creo que nos tienen envidia, especialmente los mexicoamericanos.

Sea cierto o no, muchos de los entrevistados perciben el resentimiento de los mexicoestadunidenses por la llegada de los cubanos a estas áreas de recibimiento no tradicionales. Puede ser que los inmigrantes cubanos son vistos como una competencia potencial por un grupo (mexicoamericano) que ha luchado históricamente ante la discriminación en estas ciudades del suroeste. En resumen, estos nuevos inmigrantes no comparten este legado de opresión y resistencia en la región. Y los mexicoestadunidenses continúan enfrentando el prejuicio en las prácticas de contratación, como también la segregación residencial y escolar. Según nuestros entrevistados, la percepción de estos recién llegados como una amenaza económica fue uno de los problemas principales.

Muchos de los cubanos hablaron de las tensiones con los mexicoestadunidenses en el lugar de trabajo. Y por causa de estos conflictos, un gran número de entrevistados expresaron su preferencia por trabajar con jefes blancos y no con supervisores mexicoestadunidenses. Felipe, quien vive en Austin, explicó: "Los blancos ven a los otros grupos como menos. Ellos son los jefes. No piensan que pueden perder su lugar. No se sienten amenazados. Los otros [otros grupos raciales/étnicos] se sienten inferiores a los blancos. Les da envidia cuando progresamos, especialmente a los chicanos".

Varios de nuestros entrevistados informaron que los inmigrantes mexicanos y los mexicoestadunidenses expresaron resentimiento por el estatus de "refugiados" de los cubanos. Felipe comenta que los blancos (y los afroestadunidenses) son menos propensos a sentirse amenazados o celosos de estos nuevos llegados. Esto se puede deber en parte a la segregación del mercado laboral, porque los blancos y los afroestadunidenses tienen menos relaciones de trabajo con los afrocubanos. Consecuentemente, estos grupos enfrentan menos competencia directa en promoción y contratación frente a los afrocubanos.

Además de la relación de no competencia en el empleo que los blancos experimentan frente a los afrocubanos, los blancos tampoco temen que potencialmente puedan "perder su lugar" si son agrupados con los afrocubanos. Esto es: aunque los afrocubanos son considerados "negros" por muchos de los hispanos e "hispanos" por los afroestadunidenses, nunca son identificados como "blancos". Los blancos, distintos a los afroestadunidenses e hispanos, no están en la posición de tener que diferenciarse de los afrocubanos. Entonces, los espacios económicos o raciales de los blancos no han sido nunca amenazados por estos inmigrantes de Cuba.

Estas relaciones relativamente menos difíciles con los blancos son también el resultado de la forma en que los blancos perciben a los cubanos como categóricamente diferentes de los otros grupos étnico–raciales en el área. Nuestros entrevistados explicaron que para los blancos su identidad como inmigrantes cubanos parece eclipsar su identidad como hispanos o negros. Entonces, han escapado de los estereotipos negativos que los empleadores puedan tener de los afroestadunidenses y de los mexicanos, aunque al mismo tiempo se benefician del estereotipo de los inmigrantes como gente que trabaja fuerte. Felipe, quien dijo que prefiere a los jefes blancos, comenta además: "La mayoría de mis jefes blancos han sido más amables que los chicanos. Cuando se enteran [los blancos] que soy cubano, dicen: 'Oh, pensé que eras afroamericano'. No sé cómo explicártelo. Ellos cambian su manera de actuar".

Muchos de los entrevistados contaron experiencias similares. Aunque debido a su fenotipo son percibidos como afroestadunidenses, luego queda claro que no lo son por su uso tan limitado del inglés. Es en estas interacciones donde el origen cubano cobra importancia sobre otros aspectos de la identidad. Muchos de los entrevistados son felicitados por dejar Cuba para "encontrar la libertad". A otros les preguntan cómo le hicieron para "escapar" de Cuba. En estos casos, los entrevistados se benefician de las ideas comunes acerca de la vida bajo el régimen de Castro. Y como consecuencia, los entrevistados le atribuyen características positivas al hecho de que los blancos los distingan de los afroestadunidenses. Esto es: debido a que los blancos no imponen a los afrocubanos los estereotipos que normalmente aplican a los afroestadunidenses, como la creencia de que éstos usan el welfare10 y son menos trabajadores, los afrocubanos son vistos como personas que dejaron Cuba y el comunismo para trabajar por una mejor vida. Los afrocubanos notaron un cambio en el trato que recibían después de revelar su identidad cubana. Aunque no podemos ratificar la certeza de su percepción acerca del comportamiento de los blancos, los entrevistados creían que el hecho de ser cubanos los hacía más aceptables ante los blancos estadunidenses.11

También, porque los cubanos se ven fenotípicamente diferentes de la mayoría de los mexicanos, nuestros entrevistados saben que los blancos los ven como separados de la población mexicana inmigrante. Una idea errónea que los residentes de cualquier grupo étnico racial en Estados Unidos comparten acerca de los inmigrantes mexicanos es que éstos van ilegalmente a usar los recursos y a vivir del welfare. Irónicamente, mientras los cubanos son elegibles para un estatus legal y algunos beneficios, la mayoría de los inmigrantes mexicanos no lo son. Como muchos empleadores blancos no están conscientes de esto, los estereotipos acerca de los mexicanos como ilegales y como una carga para la economía siempre están presentes entre ellos y mucha gente en el suroeste (ver Vila, 2000). Los cubanos demostraron la forma en que los blancos los ven a ellos como distintos a los inmigrantes mexicanos y a los mexicoestadunidenses. Los afrocubanos han sido hábiles para beneficiarse de la percepción de los nuevos inmigrantes como trabajadores fuertes y para no ser vistos como ilegales que agotan los recursos de Estados Unidos.

Los entrevistados entendieron rápidamente la jerarquía racial en el suroeste. Por ejemplo: las personas de origen mexicano, especialmente aquellas que han nacido fuera de Estados Unidos, son vistas como pertenecientes a un estatus social bajo. Esto debido a su concentración en el área de los trabajos manuales y de servicios de baja jerarquía. Aunque muchos de los recién llegados de Cuba también han trabajado en estos sectores, los cubanos parecen ver su propia habilidad para dejar una situación laboral no deseada como diferenciador entre ellos y los inmigrantes mexicanos con quienes trabajan. Los inmigrantes mexicanos son considerados por nuestros entrevistados como los ocupantes del nivel más bajo en la escala social, una posición en desventaja con relación a todos los grupos, incluyendo a los afroestadunidenses. Este entendimiento del bajo estatus de las personas de origen mexicano también genera que los afrocubanos eviten identificarse con la etiqueta de "hispano" por lo que pueda conllevar de "mexicano". Aunque los afrocubanos usan a veces el rótulo "hispano", hacen un esfuerzo específico para distinguirse de la población local de origen mexicano.12

 

Discusión y conclusiones

Nuestra investigación sobre los procesos de recepción e identificación de los migrantes afrocubanos en el suroeste revela que factores como la aceptación (o rechazo) de varios grupos y la jerarquía relativa de éstos afectan la integración de este colectivo a una sociedad racialmente estratificada. El estudio ilustra las asunciones raciales asociadas con la etiqueta de "hispano", así como también los significados étnicos y raciales ligados con la categoría de "negro" en el suroeste. Además de que el color de la piel excluye a nuestros entrevistados de la denominación panétnica de "hispano", el idioma (español) y el origen nacional (identidad cubana) los separan también, en la perspectiva de los afroestadunidenses, de la categoría de "negros". No obstante que en la percepción oficial del gobierno de Estados Unidos lo "hispano" es una designación panétnica que puede incluir a personas de cualquier raza, el entendimiento común de "hispano" en nuestras áreas es que designa a las personas que tienen piel de color café. Para los inmigrantes mexicanos, la visión de la "hispanidad" y la "negritud" como identidades mutuamente exclusivas ha sido reforzada por la versión "oficial" de la historia mexicana que devalúa la presencia africana en México (B. Vaughn, 2005). Las representaciones en los medios también han contribuido a la invisibilidad de los afrolatinos, porque es raro ver personajes negros en la televisión o en las películas de habla hispana. La presencia de personas de ascendencia africana que hablan español en los medios ha sido limitada a figuras famosas, como Celia Cruz o Jon Secada, "representándose a ellos mismos". La representación de "una latinidad genérica", como se ve en los medios de habla hispana, continúa siendo no negra (Dávila, 2001:121). Entonces, ni los nuevos inmigrantes de México ni los mexicoestadunidenses (nacidos en Estados Unidos) socializados en el suroeste se ven personalmente familiarizados con la noción de hispanoparlantes negros. Esta falta de conocimiento de una presencia de origen africano en México y en otros países de Latinoamérica contribuye aparentemente a la exclusión de los afrocubanos de la categoría de "hispano".

Como nuevos inmigrantes que hablan poco inglés, los afrocubanos son vistos como un grupo separado que es categóricamente diferente de todos los demás en estas áreas. Esto fue particularmente patente en las interacciones con los blancos, quienes los marcan como excepcionales por su calidad de cubanos inmigrantes. Ellos son negros, pero no afroestadunidenses; e inmigrantes, pero no mexicanos. Las experiencias de los afrocubanos de segunda generación en esta área podrían ser diferentes, cuando los hijos de estos inmigrantes sean socializados en la construcción de raza y etnicidad y sus jerarquías correspondientes en Estados Unidos.

Los estudios han demostrado que los inmigrantes latinos generalmente prefieren etiquetas de origen nacional (Oboler, 1995; Jones–Correa y Leal, 1996) y que frecuentemente luchan para mantener éstas al enfrentarse a la clasificación externa de "hispano" o "latino" (Oboler, 1995). Los migrantes recientes pueden mostrar cierta ambivalencia hacia el término estadunidense de "hispano" (hispanic) o "latino". Y para la gente que llega a Estados Unidos como adulto lo más probable es que su identificación principal siempre esté relacionada con su país de origen. Futuros trabajos deben tomar en cuenta la creciente diversidad de las poblaciones de origen africano y/o latino en Estados Unidos y lo que esto pudiera implicar tanto para los sistemas gubernamentales de categorización como para el desarrollo de las identidades de los grupos.

Como podría esperarse, nuestros entrevistados se consideran, antes que nada, cubanos. Sin embargo, en el caso de los afrocubanos en el suroeste, el rechazo de una identidad "hispana" por los entrevistados tiene un significado adicional, que va más allá del simple origen nacional versus preferencias de rotulación panétnica cuando el color impide que sean aceptados como "hispanos". La mayoría de la población en estas comunidades del suroeste de Estados Unidos tuvo dificultades para ubicar a los afrocubanos en términos raciales, dado que éstos parecían ocupar dos categorías raciales distintas. Como se ha mostrado, según los entrevistados, la población hispana no los clasifica como "hispanos" porque son fenotípicamente negros, mientras que los afroestadunidenses los excluyen del grupo negro estadunidense. Al mismo tiempo, el hecho de que su origen cubano haya sido usado por los jefes blancos para diferenciarlos de los negros "americanos" muestra de cierto modo la fluidez de las supuestas categorías raciales en Estados Unidos.

Entonces, en el suroeste, los afrocubanos no se están enfrentando a los mismos procesos de racialización que los inmigrantes latinos que no son negros, quienes se encuentran absorbidos en una clasificación panétnica de hispano/latino que es homogénea y de color café. Las voces de nuestros entrevistados muestran la forma en que los nuevos migrantes desafían la categorización racial de las comunidades adonde llegan al articular lo que realmente significa pertenecer a un grupo u otro y cómo se pueden negociar las fronteras entre diferentes etiquetas raciales. Nos queda por saber si en el futuro los afrocubanos lograrán mantener identidades como "negros étnicos" en el sistema racial reduccionista de Estados Unidos.

 

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Notas

1 Hemos decidido usar "hispano" para describir a las comunidades hispanoparlantes (en su mayoría de origen mexicano) en estas áreas, porque el término "latino" no se usa frecuentemente en nuestros lugares de estudio.

2 De acuerdo con el U.S. Census Bureau, "español/hispano/latino" es "una clasificación autodesignada para las personas que tienen su origen en España, los países hispanohablantes de América del Sur y Central, el Caribe, o las personas que generalmente se identifican a ellos mismos como españoles, españoles americanos, etcétera. El origen puede ser visto como descendencia, nacionalidad o país de nacimiento de los padres de la persona o sus ancestros previos a su llegada a los Estados Unidos. Las personas 'español/hispano/latino' pueden ser de cualquier raza" (htp://www.census.gov/dmd/www/glossary/glossary_s.html).

3 Ver Mirabal (2003) para una discusión de cómo el "modelo exiliado" de la inmigración cubana ignora a los afrocubanos, quienes han estado presentes (aunque en números más pequeños) en Estados Unidos antes de la revolución de 1959, como también en las olas siguientes (después de 1980), que están compuestas en general de inmigrantes negros o mixtos racialmente.

4 Fuente: U.S. Census Summary File 1. Los números fueron recopilados para latinos/hispanos (de cualquier raza), blancos no–hispanos, afroestadunidenses, asiático–estadunidenses y nativoamericanos.

5 El uso de estas entrevistas informales nos permitió conseguir información sobre las experiencias de gente que por su trabajo u otros compromisos no podían participar en un evento de dos horas. También nos encontramos con personas que no querían ser grabados pero que sí estaban dispuestas a participar en una entrevista menos formal.

6 Es importante anotar que ambos lugares de estudio también han recibido otros dos tipos de inmigrantes refugiados: políticos y ganadores de la lotería de inmigración (ver Burke, 2001, para una discusión de estas categorías). Entrevistamos a un ganador de lotería y a un refugiado político durante el curso de este proyecto.

7 Nuestros entrevistados usaban la palabra "chicano" (o "mexicoamericano") para describir a una persona de ascendencia mexicana nacida en Estados Unidos pero sin dominio del idioma español.

8 Esta palabra es un término racialmente peyorativo que usan los mexicoestadunidenses en algunas partes de Nuevo México y Texas para designar a una persona de la raza negra, debido a la comparación con el tornasol color oscuro del coleóptero que lleva ese nombre. En el interior de México el término "mayate" tiene una connotación homosexual.

9 Aunque los cubanos son admitidos como "Cuban–Haitian Entrants", son elegibles para los mismos beneficios de "refugiados" que reciben los inmigrantes de países como Vietnam (Burke, 2001).

10 Apoyo económico del Estado para gente de bajos recursos.

11 Waters (1999) también anota cómo los migrantes negros caribeños de habla inglesa creían que los blancos tenían una opinión más positiva de ellos que de los afroestadunidenses.

12 Ver Marrow (2003) para una discusión de cómo los inmigrantes brasileños también ven a los latinos, particularmente a los inmigrantes indocumentados, como más bajos que los afroestadunidenses en la jerarquía racial.

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