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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.4 no.2 Tijuana jul./dic. 2007

 

Artículos

 

Mujeres expatriadas en México: trabajo, hogar y vida cotidiana

 

Anna Ortiz Guitart* y Cristóbal Mendoza**

 

* Universidad Autónoma de Barcelona Cristóbal Mendoza.

** Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa.

 

Fecha de recepción: 26 de abril de 2007
Fecha de aceptación: 6 de agosto de 2007

 

Resumen

En este artículo se presentan los resultados de una investigación llevada a cabo con un grupo de mujeres expatriadas españolas residentes en la Ciudad de México. Desde una perspectiva de género, se analizan las experiencias laborales, así como las prácticas cotidianas y espaciales, de un grupo de mujeres de alta calificación que "acompañan" a sus esposos (o parejas) en el proceso migratorio. Particularmente, se examina cómo se articulan las relaciones de género y las estrategias de negociación dentro de las familias con relación a la nueva posición en el trabajo y en el hogar de estas mujeres.

Palabras clave: migración calificada, mujeres expatriadas, vida cotidiana, Ciudad de México, España.

 

Abstract

The article presents the results of a study conducted on female Spanish expatriates in Mexico City. From a gender perspective, the article analyzes the labor experiences, as well as the everyday activities and geographical perceptions, of a group of highly–skilled professional women who "accompany" their husbands (or partners) in the migratory process. Specifically, it examines the way gender relations are linked to family–based processes of negotiation that are related to women's new position in both the workplace and the home.

Keywords: skilled migration, expatriate women, daily–life, Mexico City, Spain.

 

La literatura sobre la migración de las mujeres ha aumentado de forma significativa desde los años ochenta. Lejos quedan aquellos autores que lamentaban que la literatura acerca de las migraciones se había centrado solamente en las mujeres como acompañantes y no como agentes activos del proceso migratorio. Véase, por ejemplo, el número especial de invierno de 1984 de la International Migration Review. En la presentación de este número, Morokvasic (1984) revisa las diferentes modalidades de la migración femenina y, a la vez que subraya la incorporación de las inmigrantes a la fuerza laboral de los países de destino, apunta que los factores no económicos son tan relevantes como los laborales a la hora de entender las causas de la migración de las mujeres. En un contexto de renovación temática, surgen varios estudios que ponen de relevancia las modalidades migratorias, los diferentes motivos de migración de hombres y mujeres, la incorporación laboral de las mujeres en el destino o los cambios en las relaciones de género, fruto de los procesos migratorios (Chant y Radcliffe, 1992; Momsen, 1992; Anthias y Lazaridis, 2000; Anthias, 2000; Sharpe, 2002; Pessar y Mahler, 2003; Donato et al., 2006).

Desde la perspectiva demográfica, se ha subrayado la incorporación de las mujeres en los flujos migratorios internacionales (Donato, 1992; Strum y Tarantolo, 2003), de tal forma que ha llegado a hablarse de una feminización de las migraciones. Dicha feminización, en efecto, se da en contextos geográficos concretos, como, por ejemplo, la migración filipina, dominada ampliamente por las mujeres (Ribas, 1999), o la migración dominicana (Ariza, 2000). Desde el punto de vista de los países receptores de migración, se ha observado también que los flujos migratorios de finales de los años noventa están compuestos por igual de hombres y mujeres (Decimo, 2005). Sin embargo, sería quizá arriesgado apuntar la generalización del patrón o afirmar que la feminización de los flujos es un hecho consumado e irreversible. De hecho, y a pesar de que más de la mitad de los inmigrantes llegados a Estados Unidos en el período 1997–1998 fueron mujeres (Decimo, 2005), los flujos migratorios con origen en México siguen estando formados mayoritariamente por hombres, a pesar de que muchos autores han insistido en la relevancia de la incorporación de las mujeres en esos flujos (Cornelius, 1992; Marcelli y Cornelius, 2001; Lozano, 2002). De hecho, el porcentaje de mujeres en la migración México–Estados Unidos se ha mantenido estable en los noventa (Durand, Massey y Zenteno, 2001) y apenas representa el 30 por ciento del total de esa década (Mendoza, 2005). Como ha manifestado Chant (1992:197), "[...] incluso en aquellas situaciones en las que las mujeres son muy móviles, los hombres parecen ser más móviles todavía. En otras palabras, [...] los hombres casi nunca son 'abandonados' por mujeres que migran, generalmente ocurre lo contrario".

No obstante, la literatura también subraya que las mujeres se incorporan, de forma creciente, a la migración internacional como trabajadoras, como agentes activos de la migración y no forzosamente en esquemas de reagrupación familiar. En este sentido, numerosos estudios se centran en la incorporación laboral de las mujeres migrantes en los países de destino y apuntan a una alta concentración en sectores de actividad o industrias que tradicionalmente se asocian con las mujeres, como la industria textil (Ortiz, 1996), o en trabajos de limpieza o servicio doméstico (Momsen, 1999; Hondagneu–Sotelo, 2001). La incorporación de estas trabajadoras extranjeras en estos nichos laborales se ha visto favorecida en determinados contextos geográficos (como en el sur de Europa) por la entrada masiva de mujeres no inmigrantes en el mercado de trabajo y, en consecuencia, por la expansión del sector doméstico (véanse, por ejemplo, para el caso de Italia, Chell, 2000; para Grecia, Cavounidis, 2006; o Anthias y Lazaridis, 2000, para el conjunto del sur de Europa), así como por unas políticas migratorias que han primado el acceso de los inmigrantes a un tipo de trabajo de baja calificación y, en general, poco valorado por la población autóctona, como son, por ejemplo, los servicios personales o el trabajo doméstico (ver Hondagneu–Sotelo, 2001; Oertzen, 2003; Piper, 2006).

En este contexto, los estudios de migración han incorporado la perspectiva de género, no definida como una variable, sino como "una serie de procesos sociales que organizan las pautas migratorias" (Hondagneu–Sotelo, 1994:3). Del mismo modo, Chant y Radcliffe (1992) subrayan que la migración femenina sólo puede ser comprendida si se toman en cuenta, además de los aspectos relativos al mercado laboral, las jerarquías de poder y las expectativas socioculturales asociadas a cada género. Así mismo, son varias las investigaciones que subrayan los procesos de empoderamiento de las mujeres en los países receptores de migración (véase, por ejemplo, para Estados Unidos, Pedraza, 1991; Hondagneu–Sotelo, 1994; Foner, 1997; Pessar, 1995), el acceso al mercado laboral de las mujeres que no emigran en las comunidades de origen donde han migrado los hombres (por ejemplo, Arizpe y Aranda, 1986; Chant y Radcliffe, 1992) y los cambios en las relaciones de género como consecuencia de la migración internacional, así como los eventuales conflictos resultado de este proceso (por ejemplo, Prieto, 1992; Hondagneu–Sotelo, 1994; Foner, 2001; Donato et al., 2006).

Por otro lado, las teorías feministas y poscoloniales, y en general las nuevas geografías culturales, han introducido a lo largo de las últimas décadas nuevas perspectivas para abordar el estudio de las migraciones. La importancia dada al "lugar" y a la diversidad de identidades (según edad, clase, etnia o condición sexual) ha permitido, por un lado, visibilizar una multiplicidad de experiencias migratorias y prácticas sociales y espaciales de los migrantes, y atender, por otro, la complejidad de razones, motivos y sentimientos asociados a la decisión de migrar (Halfacree, 2004), así como concebir a los migrantes como sujetos con identidad de género (Silvey y Lawson, 1999).

En los últimos años, el enfoque transnacional para el estudio de la migración internacional ha tenido en cuenta la perspectiva de género. En este sentido destaca el trabajo de Ong (1999), que concluye que las relaciones de género establecidas en los diferentes lugares son fundamentales para entender las pautas de comportamiento de una "élite" de hombres de negocios asiática, transnacional y altamente móvil. Desde una perspectiva más teórica, Mahler y Pessar (2001) plantean el estudio del papel del Estado y de los imaginarios sociales para entender la relevancia del género en la articulación y construcción de procesos transnacionales, lo que las autoras denominan "gendered geographies of power" (véase también Pessar y Mahler, 2003).

Aunque no de forma implícita, la literatura ha visto la migración de las mujeres como un proceso que comporta consecuencias positivas para las inmigrantes (por ejemplo, mayores cotas de autonomía personal y decisión) y, en general, ha olvidado que la mayoría de las mujeres todavía accede a la residencia legal en los países más desarrollados a través de esquemas de reunificación familiar (Boyd y Pikkov, 2005). En este contexto, la literatura sobre migraciones de los últimos 30 años, en cierta medida, ha encorsetado a estas mujeres en rígidos esquemas de interpretación, en parte quizá porque se ha centrado exclusivamente en las inmigrantes de baja calificación. De hecho, el papel de las mujeres en el contexto de la migración calificada ha sido sistemáticamente ignorado en la literatura, porque se ha asumido que este tipo de desplazamiento es exclusivamente masculino y que el papel de las mujeres se reduce al de acompañante.

Recientemente, sin embargo, algunos estudios han analizado también la migración calificada desde una perspectiva de género (Iredale, 2005; Kofman y Parvarti, 2005; Nagel, 2005; Raghuram, 2005; Yeoh y Khoo, 1998; Yeoh, Huang y Willis, 2000). No obstante, la literatura ha observado que, en muchos casos, cuando la pareja emigra, la mujer abandona el mercado laboral, renuncia a su carrera profesional y se "reorienta" hacia el cuidado de los miembros de la familia (véase, por ejemplo, Yeoh y Willis, 2005a, para un estudio de caso de las mujeres de Singapur en China). Los motivos de esta renuncia se encuentran, en parte, en las barreras de género que las inmigrantes experimentan cuando acceden al mercado laboral en el país de destino; barreras, en parte, sustentadas por las legislaciones migratorias o/y laborales de algunos países que restringen, de forma notable, la incorporación laboral de las esposas (véase Purkayastha, 2005, para una investigación sobre mujeres indias en Estados Unidos). De esta forma, algunas mujeres con un alto nivel de calificación y formación sufren un claro proceso de descalificación laboral, al verse obligadas a aceptar trabajos por debajo de su grado de calificación, mal pagados o/y a tiempo parcial (véase el estudio de Man, 2004, sobre trabajadoras chinas en Canadá).

A pesar de que en los últimos años se ha incrementado el número de mujeres en trabajos de responsabilidad y gestión, todavía hoy el número de expatriadas continúa siendo bajo dado que son los hombres los que con más facilidad acceden a puestos en el extranjero. Este hecho puede atribuirse a diversos factores: i) las trabajadoras todavía no han ascendido suficientemente a puestos de gran responsabilidad en las empresas, debido a que determinados cargos todavía están reservados a hombres o a que la entrada de mujeres en determinados puestos de dirección y gestión es reciente; ii) la percepción, por parte de la dirección, de que los puestos en el extranjero son "demasiado arriesgados" en términos físicos para poder ser asumidos por mujeres (McDowell y Court, 1994), y iii) las mujeres no desean ser expatriadas: en primer lugar, por el temor a una promoción y a sus consecuencias (más responsabilidad y compromiso relacionados, por ejemplo, con una mayor dedicación en términos de horas de trabajo en la empresa) o, en segundo lugar, por sus responsabilidades domésticas y una posible desaprobación familiar. De esta manera, las parejas que acompañan a los expatriados son casi siempre mujeres. Para Willis y Yeoh (2002:557), las distintas "rutas" asociadas a la expatriación observan patrones comunes y "reflejan la naturaleza patriarcal del 'transnacionalismo desde abajo'". Los expatriados están formados por hombres que trabajan y mujeres "acompañantes". Éstas pueden jugar distintos papeles en el mundo laboral y en el seno de los hogares, como, por ejemplo, trabajar a tiempo parcial en la esfera productiva y en la casa u optar por ser amas de casa de tiempo completo. En este contexto, en el artículo se analizan las experiencias laborales y las prácticas cotidianas y espaciales de un grupo de mujeres españolas de alta calificación residentes en la Ciudad de México que "acompañan" a sus esposos o parejas en el proceso migratorio. Particularmente, se examina cómo se articulan las relaciones de género y las estrategias de negociación en las familias con relación a la nueva posición en el trabajo y en el hogar de estas mujeres. Después de esta breve introducción donde se han presentado algunas de las principales reflexiones en torno a la migración desde una perspectiva de género, el artículo continúa, en segundo lugar, con una descripción de las técnicas cualitativas utilizadas y una presentación del perfil de las mujeres entrevistadas. Posteriormente, se presentan los principales resultados del trabajo empírico. Esta parte se subdivide en cuatro bloques temáticos referentes al proceso de toma de decisiones relacionado con la migración, así como a aspectos laborales, sociales y espaciales que tienen que ver con las experiencias de las mujeres expatriadas. Finalmente, se concluye con unas reflexiones finales.

 

Metodología

Esta investigación se basa en 25 entrevistas en profundidad con mujeres españolas expatriadas residentes en la Ciudad de México. El trabajo de campo se realizó entre los meses de marzo y junio de 2006. El perfil de las entrevistadas corresponde a mujeres de entre 30 y 57 años de edad (edad media: 40 años), casadas y madres (solamente cinco de las 25 entrevistadas no tenían hijos). Excepto siete, el resto no realizaba ningún trabajo remunerado en México. Sin excepción, no obstante, la causa de su migración había sido el trabajo del esposo. Los contactos con estas mujeres se establecieron con la técnica de la bola de nieve y todas las entrevistas fueron grabadas y transcritas en su totalidad.

Las entrevistas se estructuraron a partir de un guión articulado en torno a tres ejes temáticos: laboral, social y espacial. Este guión permitió profundizar en cuestiones tan diversas como las experiencias laborales (en España y en otros países), la valoración del trabajo del hombre y la mujer dentro de la unidad familiar, las motivaciones para cambiar de país de residencia, las estrategias seguidas por la pareja para compatibilizar el trabajo y las responsabilidades domésticas en el país de origen y los cambios acaecidos en el país de destino, las actividades y experiencias cotidianas en la ciudad, la vinculación con el país de origen y los planes familiares de futuro.

Aunque la determinación de vivir en un país extranjero fue una decisión tomada conjuntamente por la pareja, esta migración dependió únicamente del trabajo del esposo, quien, sin excepción, ocupaba cargos de dirección o gerencia o era técnico calificado de empresas transnacionales. Los maridos (o parejas) de estas mujeres pertenecen al grupo de profesionales que deciden trabajar fuera de su país atraídos por la promoción laboral, que va acompañada de una mayor responsabilidad, poder de decisión y autonomía, mejores condiciones económicas y facilidades para su instalación (y la de sus familias) en el país de destino (por ejemplo, alojamiento y vehículo particular a cuenta de la empresa). El alto perfil educativo y profesional de los maridos o parejas es compartido por buena parte de sus esposas, ya que 20 de ellas disponían de un título de educación superior y el resto, cinco, contaba con un título de formación profesional o de educación secundaria. La profesión que realizaban en España era acorde con su formación y, de esta manera, ocupaban cargos medios y altos en empresas públicas y privadas.

Por lo que se refiere al tiempo de residencia en México, éste varía desde los pocos meses hasta los seis años, tiempo máximo en el cual las empresas deciden reinsertar al personal expatriado nuevamente en el país de origen o reubicarlo en otro país, donde el perfil del expatriado sea necesario para reorganizar un departamento en la misma empresa, formar un equipo o abrir nuevos mercados. Debe apuntarse, también, que los lugares de residencia se limitan al suroeste y al oeste de la Ciudad de México, es decir, áreas residenciales de ingresos altos (por ejemplo, Polanco o Santa Fe–Interlomas). Finalmente, el lugar de nacimiento de las mujeres entrevistadas es diverso, aunque la mayoría residía en Madrid o Barcelona antes de su migración al país latinoamericano (véase el cuadro 1, que recoge información detallada sobre cada una de las mujeres entrevistadas).

 

La migración a México: una decisión consensuada y voluntaria

En una investigación anterior realizada por los autores (véase Mendoza y Ortiz, 2006, y Ortiz y Mendoza, 2007), se observó que la promoción laboral, asociada a un aumento salarial, era la razón principal que mencionaban los expatriados para explicar las causas que habían determinado su migración a México. Además, junto a estos incentivos, también se mencionaban las facilidades suministradas por la misma empresa para la inserción laboral y social del expatriado y su familia en el país latinoamericano (vivienda, vehículo, gasto escolar y viajes anuales a España). Esta migración, no obstante, se planteaba como temporal y beneficiosa para la carrera profesional futura del marido en el país de origen.

Más importante para los objetivos de este artículo, gran parte de los expatriados de alta calificación estaban casados (o vivían en pareja) y llegaban acompañados de sus esposas (e hijos/as menores de edad). Por este motivo y con el fin de entender mejor las características de la migración calificada en México, al finalizar la investigación reparamos en la necesidad de tener en cuenta a las esposas de estos expatriados, que en general renunciaban a su vida profesional en beneficio del marido. En este sentido, la literatura sobre migraciones y género, cada vez más extensa, lejos de considerar a estas mujeres como meras "acompañantes" o agentes pasivos de la migración, las visibiliza y les otorga un papel activo en todo el proceso migratorio, así como en las decisiones y estrategias tomadas en los dominios del hogar, el trabajo y la comunidad (Yeoh y Khoo, 1998; Kofman y Parvarti, 2005; Nagel, 2005).

La primera conclusión que resulta del análisis de las entrevistas es la complejidad de la relación entre las trayectorias laborales de los esposos y los arreglos familiares. De hecho, para prácticamente la mitad de las entrevistadas México no constituye la primera experiencia migratoria "familiar", sino que es una más de las realizadas como parte de una estrategia deliberada de promoción laboral del esposo dentro de la compañía transnacional. Resulta también destacable que muchas mujeres prefieran la opción de migrar a otros arreglos familiares, como la separación temporal de la familia o la movilidad continuada del marido por motivos de trabajo (por ejemplo, los casos en que la mujer permanece en España y el hombre se desplaza temporal y periódicamente al extranjero). Esta opción, según varias entrevistadas, resultó "desgastante" para la relación de pareja, y tuvieron que reconducir dicha situación a través de una migración familiar hacia México.

En este contexto, no sorprende que la decisión de trasladarse a vivir (temporalmente) a México se consensúe en el seno de la familia y no se tome de forma unilateral por el marido. Más aún, ni en el caso de las dos parejas donde las esposas eran amas de casa la decisión fue tomada únicamente por el marido.

Después de valorar los aspectos positivos y negativos de una posible migración, buena parte de estas mujeres aceptaron el cambio con ilusión y vieron en la movilidad una "oportunidad", no sólo para conocer otro país y otra cultura, sino sobre todo para "descansar" de una vida laboral intensa y, en algunos casos, "estresante"; "romper la rutina" y, para las mujeres con hijos/as pequeños, una buena ocasión para dedicarse al cuidado de éstos/as. Así lo expresan estas dos mujeres: Alejandra, diplomada en empresariales, madre de dos hijos y embarazada de un tercero, y Clara, licenciada en administración y dirección de empresas, madre de un hijo y embarazada del segundo:

[Trabajaba en España] sí, pero estaba harta. Cuando tuve el bebé, ¡ya ni te cuento! Así que cuando mi marido me dijo de venir aquí fue como un alivio. Venir aquí fue una decisión de los dos. Los dos queríamos venir a México. No lo hice por hacerle un favor a él. Los dos lo tuvimos claro. Antes de que llegaran todas las condiciones del contrato y de sueldo, ya sabíamos que queríamos venir (Alejandra, 31 años).

–––

Los dos participamos en la decisión de venir. Y de momento estoy muy contenta. Además, estoy embarazada y no me siento agobiada por lo que voy a hacer todo este tiempo. Voy a dedicarme a mi hijo de dos años y a mi bebé que va a nacer dentro de poco. Todavía me falta mi grupo de amigos y sentirme más integrada; pero voy bien encaminada (Clara, 30 años).

Estas mujeres, por tanto, apuntan que la decisión de migrar a México no fue forzada. En este sentido, Cooke (2003) observa que el "efecto de arrastrar a la esposa", siguiendo la migración del marido, puede ocurrir incluso en situaciones donde el nivel socioeconómico de la esposa sea superior al del marido. Para ilustrar mejor este aspecto, resaltamos las opiniones de dos mujeres que tenían cargos de responsabilidad en el Ayuntamiento de Barcelona y en la empresa de telecomunicaciones donde trabajaban, respectivamente:

Yo, en Barcelona, ganaba más que él, bastante más. Lo que pasa es que él llegó a ser director comercial y le ofrecieron un puesto más alto, y para él salir de Barcelona le suponía una promoción, un reto (...). Yo estaba muy bien considerada, cobraba muchísimo, tenía mi equipo, tenía mi horario... estaba en el mejor momento profesional, y entonces fue cuando Juan me dijo "vámonos" (...). Yo, por amor, lo he dado todo (...). A veces pienso que he dado demasiado (Pilar, 48 años).

–––

Yo era la que cobraba más en España. Todos, en la empresa, se pensaban que era una broma porque decían "llevas 14 años trabajando para nosotros y ahora, ¿te vas? Es de locos. Has trabajado mucho para conseguirlo" (...). Yo tenía ganas de vivir en otro lugar. Él estudió administración de empresas y era su primer trabajo; llevaba sólo ocho meses trabajando cuando le propusieron. Para él era una oportunidad. Él es inteligente. En España nunca hubiese subido tanto porque necesitas contactos. Él ha tenido la oportunidad de demostrar lo que vale. Él es joven, tiene 33 años. No fue una decisión por dinero, porque ganábamos bien; fue una decisión de vida y de carrera de él. Tampoco me obligó; yo decidí (Raquel, 35 años).

De esta forma, según Cooke (2003), las migraciones familiares no se explican exclusivamente en términos salariales o de promoción laboral de ambos cónyuges, ya que las decisiones para migrar no responden a principios igualitarios ni completamente simétricos, ni tienen el mismo peso relativo los salarios de ambos miembros de la pareja. Para este autor, la perspectiva de género es imprescindible para entender cómo los papeles y las identidades de género pueden ayudar a explicar las decisiones que se toman en la familia cuando migran. La perspectiva de género no niega la dimensión económica del fenómeno, sino que más bien enfatiza otros aspectos, como la dominación masculina dentro de la unidad familiar para decidir la migración, la segmentación laboral basada en el género y el hecho de que las mujeres hayan sido socializadas tradicionalmente para priorizar, por encima de todo, a la familia. La posición que las mujeres casadas tienen en la migración laboral refleja, de esta forma, la marginalización patriarcal de las mujeres en el mercado de trabajo (Halfacree, 1995).

 

Salidas y entradas del mercado laboral

La salida del mundo laboral y, consecuentemente, la posterior entrada a éste (con todas las dificultades que ésta pueda suponer) representan una de las mayores preocupaciones para estas mujeres, que en su mayoría cuentan con títulos superiores de educación y en España ocupaban puestos de media o alta calificación (eran maestras, enfermeras, administrativas, profesionales y técnicas de instituciones públicas o empresas privadas).

Algunas mujeres se encuentran en situaciones complejas (siete de las 25 entrevistadas), que van más allá de una simple renuncia al mercado laboral. Nos encontramos, por ejemplo, con empresarias que mantienen vínculos laborales con el país de origen; mujeres que, aun queriendo trabajar y por diversas razones, no encuentran el empleo deseado; otras que trabajan de forma "ilegal" en México en ocupaciones relacionadas con su perfil profesional, y finalmente, otras que han decidido montar su propia empresa.

En el primer grupo se encuentran dos mujeres empresarias que cuentan con verdaderas vidas transnacionales, ya que continúan trabajando en España y tienen establecida una pauta de movilidad periódica entre los dos países. En este sentido, Alicia, de 43 años, viaja una semana al mes a Madrid para atender personalmente a sus clientes y gestionar su empresa (una consulta sanitaria), que es administrada por sus empleados durante su ausencia. Al mismo tiempo, Alicia aprovecha para dedicarse a sus hijas, que decidieron quedarse en España para seguir cursando sus respectivas carreras universitarias. Esta mujer explica, con estas palabras, el motivo que la llevó a optar por esta estrategia laboral:

Tengo una consulta propia desde el año 95, y ahora, por una "aventura mexicana" de un par de años, no quería perderla, porque lanzar una empresa no es fácil. Me costó mucho trabajo llegar al nivel de tranquilidad que tengo ahora (...). Si fuese un período más largo podría plantearme dejarlo, pero ni me lo planteé: a mí me gusta mucho mi trabajo, y tampoco me planteé el volver para allá con 43 años y tener que ponerme a mandar currículums, porque no estoy acostumbrada, ya no me apetece (Alicia, 43 años).

En el segundo grupo encontramos a mujeres que inicialmente se plantearon incorporarse al mercado laboral mexicano alentadas por las facilidades ofrecidas por las empresas de sus maridos o por el interés de obtener una experiencia laboral en este país. Sin embargo, en el momento de realizar la investigación ninguna de ellas trabajaba de forma remunerada, ya que los empleos encontrados no habían satisfecho sus expectativas. En algunos casos desestimaron la oferta porque los contratos de trabajo estaban regidos, a diferencia del de sus maridos, por normas mexicanas y, por esta razón, contemplaban menos días de vacaciones y los salarios eran más bajos; o porque los trabajos encontrados eran de tiempo completo y no parcial, como hubiesen preferido para compatibilizarlo con el cuidado de sus hijos/as. Las preocupaciones, dudas y temores por sus trayectorias laborales se manifiestan en la siguiente narración:

Aquí me veo incapaz de trabajar; me siento sola y lejos. No me animo a buscar un trabajo fijo porque no podría dedicarme tan bien a la familia. Por otro lado, estoy como mirando a España y me da miedo tomar la decisión y llevar a mi familia y que luego no encuentre trabajo. Otra decisión sería olvidarme de todo, quitarme esa preocupación que me da el no trabajar... (Marta, 42 años).

En este panorama complejo de la (falta de) inserción laboral en México, algunas mujeres realizan actividades remuneradas de forma "ilegal", dado que su permiso de residencia en México no les permite ejercer ninguna actividad económica. Ignorando quizá que los acompañantes de trabajadores inmigrantes sólo tienen derecho a la residencia, pero no al trabajo, en la mayoría de los países del mundo, algunas mujeres mencionan que el hecho de que su permiso migratorio indique de forma clara su condición de "dependiente económicamente del marido" resulta "impactante" e incluso "de mal gusto".

En este contexto, sobresalen tres mujeres que trabajan sin contrato durante algunas horas a la semana y lo hacen, básicamente, por gusto y vocación, ya que la retribución recibida es mínima. Aunque si bien es cierto que se trata de ocupaciones relacionadas con su formación o profesión (una musicóloga imparte clases particulares de piano a los hijos/as de sus amigos, una pedagoga da clases particulares de español a una chica coreana y una maestra especializada en educación musical ofrece clases de música en la escuela de su hijo), también lo es que, al igual que los resultados de la investigación de Perista (2000) para el caso de esposas expatriadas de países de la Unión Europea a Portugal, realizan un trabajo mucho menos calificado que el realizado en España.

Además de estos casos, dos mujeres han decidido montar su propia empresa: Judith, bailarina, ha abierto una escuela de baile en una de las colonias más exclusivas de la ciudad y Raquel, economista, ha montado una consultoría.

Para otras mujeres, la salida del mercado laboral es una opción temporal y es vivida sin ninguna preocupación por su reincorporación futura al trabajo. Se trata de funcionarias de la administración pública española que, por su categoría profesional, disponen de la posibilidad de pedir excedencias voluntarias y ausentarse durante un tiempo determinado del trabajo, manteniendo el empleo sin ninguna retribución. Es el caso de seis mujeres; entre ellas Iciar, asistente social, e Inma, maestra, funcionarias de la Comunidad de Madrid y Cataluña, respectivamente, que disponen de una excedencia laboral de varios años y, por lo tanto, de una seguridad laboral a su regreso. Este factor, según sus opiniones, resultó decisivo para trasladarse a México con sus maridos.

Pero buena parte de las mujeres dejó su empleo (15 mujeres de 25) sin ninguna garantía de reincorporación al regreso. Las mujeres más jóvenes son las que experimentan la pérdida del trabajo remunerado con mayor frustración, ya que, a pesar de ocupar su tiempo en actividades de formación (como, por ejemplo, cursos de posgrado en universidades privadas mexicanas o cursos de idiomas), consideran que el mercado laboral español, altamente competitivo, les puede "sancionar" por su salida voluntaria. Porque si bien es cierto que la decisión de vivir en otro país es una decisión tomada conjuntamente por la pareja y que el ingreso familiar aumenta, en términos profesionales lo que resulta beneficioso para uno (el marido) puede ser un período de estancamiento para el otro (la esposa). No obstante, no podemos hablar del "sacrificio" (según la terminología utilizada por Bonney y Love, 1991) que hacen estas esposas, ya que durante su estancia en México desarrollan una serie de estrategias, recursos y habilidades que les permiten vivir su experiencia migratoria como una etapa dedicada al fortalecimiento de aspectos "inmateriales" tales como el crecimiento personal o el cuidado de los hijos/as. Sin embargo, el temor a la posible dificultad de encontrar trabajo al regreso existe (asociado a menudo con el avance de la edad y la pérdida de competitividad). Luisa, por ejemplo, lo expresa con estas palabras:

Cuando regrese allá [a España] quizás me cueste encontrar trabajo porque cada vez seré mayor, y esto es un inconveniente a la hora de buscar trabajo, y más para las mujeres. Por mucha experiencia y muchos idiomas que tengas, prefieren gente joven preparada (Luisa, 34 años).

Estas mujeres se lamentan, además, de la pérdida de independencia económica, que es, sin lugar a dudas, una de sus mayores inquietudes en México. Mientras que para algunas, como es el caso de Esperanza, depender económicamente del marido representa una verdadera frustración personal y desencadena un sentimiento de culpabilidad, para otras, como Silvia, la nueva situación conlleva un replanteamiento vital y optan por reconsiderarla como una oportunidad de crecimiento personal (o "autodescubrimiento", como señalan Thang, MacLachlan y Goda –2002– en su estudio sobre trabajadoras japonesas en Singapur) y un período excepcional para dedicarse a la educación y cuidado de los hijos/as. Las siguientes narraciones muestran estas dos formas de asumir la falta de independencia económica:

Yo esto de no recibir un sueldo a final de mes lo llevo muy mal. Es que llega el cumpleaños de mi marido y digo 'le voy a hacer un regalo'... pero, ¡es que lo estoy sacando de su cuenta! A mí me gusta tener mi independencia, y esto, pues no me gusta nada (...). A mí mi trabajo me gustaba, no era un trabajo rutinario, yo disfrutaba muchísimo (...). Te da una satisfacción y un orgullo que aquí no tienes (Esperanza, 37 años).

–––

[Dejar de trabajar] me costó porque yo siempre había tenido mis propios ingresos, mi dinero, y de golpe cuesta acostumbrarse a gastar el dinero que gana mi marido... Él me dice que el dinero es de los dos, que uno hace una cosa y el otro, otra (...). La verdad es que pensé que [dejar de trabajar] me supondría un dolor de cabeza, pero ahora me alegro porque he estado toda la vida trabajando... desde que hice segundo de carrera me puse a trabajar y muchas cosas no las hice porque estaba trabajando, estudiando... y ahora me permito hacer lo que antes no había podido hacer... Y tener un hijo... a mí me gusta dedicarme a él; creo que vale la pena estar con él (Silvia, 44 años).

En España, el trabajo a tiempo parcial, la reducción de la jornada laboral por hijos/as pequeños y las ayudas familiares permitían a estas mujeres compatibilizar mejor la doble jornada laboral. En México, la dificultad de encontrar un trabajo a tiempo parcial y la falta de una red familiar obligan a estas mujeres a dedicarse exclusivamente al cuidado de sus hijos/as (véase Yeoh y Khoo –1998– para el caso de un grupo de expatriadas británicas en Singapur que llega a conclusiones similares). Las mujeres expatriadas de alta calificación (en su condición de esposas) se encuentran en desventaja con respecto a sus maridos, ya que para ellas es mucho más difícil "reconstruir" sus vidas en un país extranjero (Purkayastha, 2005). En más de una ocasión, las mujeres expresan una sensación de frustración y desconcierto por esta "vuelta al hogar", en muchos casos, no deseada. Iciar y Blanca la formulan con palabras tan contundentes como "terrible", "trauma", "catástrofe" y "crisis":

Terrible. Para mí, quedarme en casa fue traumático, y además no tener nada que hacer en casa... (Iciar, 48 años).

–––

A mí, no trabajar en México me parece una catástrofe. Tengo una crisis total. En mi caso es una crisis (...). Si en España nos quejamos, México es la rigidez absoluta. El problema es que la media jornada no la conoce ninguna empresa. En las empresas en las que he tenido contacto las jornadas laborales son larguísimas; es salir a las 10 de la noche. Y aquí no tengo a nadie para que me eche una mano; no tengo una abuela, un tío, la familia... todo depende de mí. Si encuentro un trabajo de 8 [de la mañana] a 10 [de la noche], ¿quién está con los niños? (Blanca, 30 años).

 

El trabajo reproductivo y los tiempos de cuidados

Reconocer pública y socialmente el trabajo reproductivo, el realizado en la esfera privada, y otorgarle la misma valoración social que la que goza el trabajo productivo, el desarrollado en la esfera pública, ha sido uno de los objetivos principales de la perspectiva feminista en el estudio de los tiempos y los trabajos. Las actividades reproductivas, centradas en el hogar, basadas en lazos afectivos y emocionales, relacionadas directamente con las necesidades subjetivas (siempre olvidadas) de las personas, "son precisamente las que están directamente comprometidas con el sostenimiento de la vida humana" (Carrasco, 2003:32), y son las que, por el contrario, están más infravaloradas y olvidadas. De ahí la importancia de reconocer públicamente dicho trabajo y visibilizarlo.

Aunque las mujeres entrevistadas se sentían satisfechas con su trabajo en el país de origen, buena parte de ellas, especialmente las mujeres con hijos/as pequeños o en edad escolar, comentaron también que estaban disfrutando de la oportunidad que les brindaba México para dedicarse exclusivamente al trabajo reproductivo y "escapar", así, de la compleja tarea de compatibilizar trabajo y familia, debido, en gran medida, a la nula o escasa implicación del marido en las tareas reproductivas. Mientras que alguna mujer joven y sin hijos afirmó que la distribución del trabajo doméstico en España era equitativa entre la pareja, una buena parte de las mujeres aseguró seguir pautas más tradicionales en la repartición de roles y ser ellas mismas las verdaderas responsables del trabajo reproductivo (tanto en el volumen de horas dedicadas a los hijos/as y al hogar, como en el nivel de compromiso y responsabilidad). Si ya en España este trabajo recaía, en gran medida, sobre estas mujeres profesionales, en México todavía más, ya que, al no trabajar fuera del hogar, la dedicación a los hijos/as se convierte en la actividad principal de su vida cotidiana.

Cabe destacar, sin embargo, que todas las mujeres entrevistadas disponen de una asistente doméstica (interna o externa), lo cual comporta una disminución sustancial del trabajo en el hogar –se responsabilizan de su limpieza y mantenimiento– y una ayuda en la supervisión de los más pequeños. Estas "chicas de planta" hacen, según Teresa (32 años), "lo que en España haría la familia" en lo que se refiere a la ayuda en la atención del cuidado de los hijos/as. Los maridos, por su parte, son "excusados" de cualquier tarea doméstica o reproductiva debido a sus largas jornadas laborales (en muchas ocasiones de más de 10 horas diarias), y viven parcial o totalmente despreocupados de las mismas.

Una de las mujeres entrevistadas, Marina, de 43 años, comenta: "al irse muy temprano y regresar muy tarde, no ve a la niña entre semana". Esta misma sensación la tiene la mayoría de las madres entrevistadas. No existe (ni existía), por tanto, una responsabilidad conjunta o compartida de las tareas reproductivas. El dar y el recibir entre los cónyuges resulta un asunto delicado de equilibrar (Björnberg y Kollind, 2003), y más si lo que se intercambia es tan difícil de medir (o intercambiar) como el tiempo –que la mujer entrega– y el dinero –que el marido proporciona–. Las narraciones siguientes expresan, con contundencia, la percepción que tienen las mujeres de la actitud de sus maridos en casa:

Le tienes que dar un croquis de la casa para saber dónde está todo. No tiene ni idea. Yo creo que no sabe ni dónde están las cucharas, nada (Araceli, 37 años).

–––

Me mosqueo [enfado] con mi marido porque le digo "cuelga la ropa" y lo cuelga todo al revés. Le digo: "con 50 años que vas a hacer y que todavía no sepas colgar la ropa..." Aquí estamos vagos los dos, pero él ya ni atina en meter la ropa al cesto de ropa sucia (Iciar, 48 años).

–––

Esta ayuda [la de la asistente doméstica] hace que los maridos no hagan nada... el mío nada, ni se preocupa, sólo pedir, pedir, pedir... Cuando regresemos [a España] habrá que reeducarles (Susana, 46 años).

Para Susana, el regreso a España irá acompañado, como señala, de una "reeducación" que llevará implícita una relación más igualitaria de la pareja y, por tanto, una distribución más equitativa del trabajo doméstico, con mejores arreglos y acuerdos entre la pareja.

 

Actividades y espacios cotidianos

Las actividades cotidianas de las mujeres expatriadas son muy variadas (ver el cuadro 1), aunque podríamos englobarlas en tres grupos: individuales, familiares y para la comunidad. En primer lugar, y relacionado con las actividades individuales, encontramos una gran diversidad de cursos de aprendizaje, desde los reglados (cursos de posgrado en universidades mexicanas o españolas a distancia) hasta los no reglados (por ejemplo, cursos de idiomas, pintura, canto, cocina o costura). Concretamente, estos últimos son valorados muy positivamente, ya que les hacen sentir activas, les permiten socializar con otras mujeres y son actividades (y, en muchos casos, también habilidades) que, aunque siempre se había deseado llevar a cabo, nunca se habían realizado por falta de tiempo.

En este primer grupo de actividades podemos incluir también los distintos deportes practicados y las reuniones sociales que organizan las mujeres expatriadas para encontrarse (ellas o con sus parejas) y conversar durante un almuerzo o una cena. Un ejemplo de estos encuentros es el conocido como el "café de las españolas", nombre dado a la reunión organizada por un grupo de expatriadas donde, periódicamente y de forma alternada, ofrecen su casa como lugar de reunión. Estas reuniones, en las que pueden llegar a juntarse alrededor de 30 mujeres, se convierten en verdaderos espacios de relación y socialización donde platicar y compartir experiencias y vivencias en México, a la vez que ayudan a la inserción social de las recién llegadas. Según algunas de las mujeres entrevistadas, sus maridos las denominan con humor las "inmortales", ya que, para ellos, "es imposible pasar a mejor vida" (Marcela, 37 años). Se refieren básicamente a las múltiples actividades y estrategias (entre ellas, el "café de las españolas") que las mujeres han desarrollado para "llenar" el tiempo (que en su país ocupaban con el trabajo remunerado) y obtener, así, el máximo rendimiento de la experiencia mexicana. Las siguientes narraciones muestran el dinamismo de estas mujeres y hasta qué punto se sienten satisfechas de las nuevas actividades que realizan:

Yo aquí vivo muy bien. Intento aprender todo lo posible de la experiencia. En Barcelona (...) vivía obsesionada por el tiempo. Aquí el tiempo tiene un sentido diferente (...). Intento disfrutar de todo el tiempo que tengo. Voy cada día al gimnasio, me he apuntado a clases de tenis que nunca había hecho, hago clases de "repujado" [técnica artesanal mexicana] en casa de una señora, hago inglés... cosas que nunca he tenido tiempo de hacer. Cosas que nunca pensé que haría (Mar, 42 años).

–––

Yo llegué con la mentalidad de decir 'tengo la agenda blanca, ¿qué es lo que siempre he deseado hacer en mi vida y nunca he podido hacer?' Dije: 'Ahora me voy a desarrollar de verdad'. Me matriculé de psicología porque para mí era una maravilla poder hacerlo. Y luego me apasiona la fotografía, pues estoy haciendo un curso de fotografía (...). Te lo planteas así, disfrutar de lo que estás viviendo ahora (Alejandra, 31 años).

En segundo lugar, y relacionado con las actividades familiares, las mujeres son las encargadas del trabajo reproductivo y de todas las actividades complementarias. Por ejemplo, son ellas (junto, algunas veces, con sus choferes) las que llevan a sus hijos/as a la escuela, así como a las distintas actividades extraescolares que realizan cuando salen de ésta. Algunas ejercen ellas mismas, como dice Marta (39 años), "de chofer: de lunes a jueves, de 4 a 6 de la tarde".

A la vez, las madres han jugado un papel imprescindible en la adaptación e integración (no siempre fácil) de los hijos/as a los nuevos entornos escolares y son las que, con mayor interés, se han involucrado en su educación, al participar activamente en las asociaciones de padres y madres de los colegios a los que asisten (todos ellos privados, internacionales, bilingües –español/inglés– y considerados entre los más prestigiosos de la ciudad). Este tipo de acciones, junto con otras de tipo voluntario en asociaciones asistenciales en las cuales están involucradas un par de mujeres, son algunos ejemplos de actividades apuntadas como de tipo comunitario.

La vida cotidiana se desarrolla en áreas muy determinadas de la ciudad que corresponden, a la vez, con entornos próximos a sus lugares de residencia, ubicados en las colonias más exclusivas de la ciudad (por ejemplo, Polanco, Santa Fe–Interlomas, Bosques de las Lomas). Mientras que la ciudad en su conjunto se percibe con cierta sensación de peligro, temor y desconcierto, debidos, en parte, al gran desconocimiento que de ella se tiene, a sus dimensiones, características sociales y morfológicas, y sobre todo, a los discursos construidos en torno a la inseguridad, la colonia de residencia y el hogar se perciben, por el contrario, como lugares seguros, cómodos y agradables. La elección de estas colonias viene determinada, en primer lugar, por la proximidad al lugar de trabajo del marido y el colegio de los hijos/as; sin olvidar, además, que son las mismas empresas transnacionales las que ayudan a buscar vivienda y colegio justamente en estas mismas áreas. Las parejas con hijos/as escogen residir en lujosos condominios cerrados, ya que proporcionan una reconfortante sensación de seguridad (en una ciudad percibida como inquietante, insegura e incómoda) y ofrecen un gran abanico de servicios y áreas comunitarias para adultos y niños/as. La escasez y la poca calidad de los espacios públicos en la ciudad y, concretamente, el tipo de urbanismo de estos barrios lujosos, formados por condominios cerrados y centros comerciales donde la movilidad se concibe únicamente en transporte privado, sin aceras para los peatones ni plazas para el encuentro o la socialización, explican que las mujeres entrevistadas, especialmente aquellas con hijos/as pequeños, valoren muy positivamente las áreas comunitarias al aire libre de los condominios para el disfrute del tiempo libre de sus hijos/as.

En las siguientes narraciones Blanca y Marta elogian sus lugares de residencia (condominios cerrados en Interlomas) y son conscientes de vivir en enclaves muy específicos de la ciudad; de vivir, dicen, como en una "burbujita" o en una "jaulita de cristal". Una de ellas, Blanca, además, compara Casablanca (ciudad en la que residió durante dos años también como expatriada) con la Ciudad de México para quejarse de la falta de espacios públicos de calidad donde pasear y jugar:

Es como una burbujita: casitas preciosas, muy tranquilo, muy verde... es un paraíso (Marta, 39 años).

–––

Yo aquí me siento como en una jaulita de cristal (...). Yo por eso escogí X (nombre de los condominios situados en Interlomas), porque tiene piscina cubierta, piscina descubierta, tenis (que mi esposo y yo jugamos), gimnasio, zonas comunes, columpios... Por la tarde bajo con los niños al columpio. ¡Y no se te ocurra pasear por aquí!, porque las aceras están vacías. En Marruecos, siendo un país mucho más hostil –donde llamas más la atención–, yo paseaba con los niños; vivíamos cerca de un paseo marítimo, y yo me iba a pasear con ellos (Blanca, 30 años).

En estas áreas residenciales se observa una doble dinámica de inclusión/ exclusión de las familias de altos ingresos, muy frecuente en ciudades latinoamericanas, con una fuerte segmentación social y urbana ("vivimos en un gueto", dice Marcela, de 37 años). En este sentido, de acuerdo con Yeoh y Willis (2005b:270), las élites transnacionales pertenecen mucho más al "espacio de los lugares" que al "espacio de los flujos", ya que esta clase social (capitalista transnacional), a pesar de su alta movilidad, genera "nuevas prácticas, relaciones, redes y sensibilidades sociales y culturales transnacionales" en un espacio y un tiempo determinados. Estas personas de alta calificación, y concretamente las mujeres expatriadas entrevistadas, no son indiferentes al lugar donde viven sino que, al contrario, son plenamente conscientes de sus características, y es por esta razón que desarrollan una serie de estrategias para vivir en la ciudad. La gran desigualdad social y la fuerte fragmentación urbana en esta ciudad provocan que sus "zonas de contacto" con la población local –concepto utilizado por estas dos geógrafas para entender la construcción de espacios de intersección entre sujetos separados previamente por espacios geográficos– sean muy limitados, pues su círculo social y de amistades raramente va más allá de los condominios donde viven y de las escuelas internacionales donde llevan a sus hijos/as. De ahí que en estos espacios se relacionen mayoritariamente con mujeres (o familias) de su misma nacionalidad.

 

Reflexiones finales

Esta investigación ha pretendido "dar voz" y "escuchar" a un grupo de mujeres expatriadas españolas en México y visibilizar así experiencias migratorias que fácilmente podrían pasar desapercibidas, por ser las esposas o parejas de los "verdaderos" protagonistas, desde el punto de vista estadístico, de la migración: los hombres expatriados de empresas transnacionales. Estas experiencias migratorias no están exentas de conflictos y contradicciones, y a veces van acompañadas de un sentimiento de pérdida (trabajo, familia, amigos/as, entorno cotidiano, ciudad, etcétera), pero también, casi siempre, de una sensación de ganancia y de enriquecimiento personal. El hecho de encontrarnos frente a una migración más vinculada a la diversidad de opciones (a diferencia de la falta de opciones relacionada con la migración laboral de baja calificación), el que la decisión final de migrar se tomase conjuntamente por los dos miembros de la pareja y, sobre todo, las muestras de dinamismo, capacidad de superación y actitud frente a los cambios de estas mujeres pueden explicar la configuración de este sentimiento de reto y enriquecimiento personal. El estudio de la migración calificada desde una perspectiva de género nos permite visibilizar a las mujeres como sujetos activos capaces de reformular estrategias para encarar cambios sustanciales como mujeres, trabajadoras, esposas y madres en el país de destino.

La perspectiva de género considerada en esta investigación ha permitido observar hasta qué punto la migración no responde exclusivamente a explicaciones basadas en variaciones de salarios o consideraciones de orden laboral, sino que más bien es una decisión consensuada en el hogar con otros componentes de tipo más personal. En este proceso de negociación, sin embargo, los miembros del hogar se sitúan en posiciones diferenciadas y en general las mujeres acaban valorando más el trabajo y la promoción laboral del marido (o la pareja) que su propio trabajo o trayectoria profesional. No obstante, las mujeres expatriadas de alta calificación, lejos de ser meras "acompañantes" o sujetos pasivos en el proyecto migratorio, son agentes activos que negocian aspectos relativos a la movilidad familiar y participan activamente en las dinámicas familiares, así como en las estrategias seguidas en la "reconstrucción" de una nueva cotidianidad. Para buena parte de las mujeres expatriadas, la migración a México ha supuesto un abandono del trabajo remunerado en España y, paralelamente, una mayor dedicación al cuidado de los hijos/as. Sin embargo, no por ello han sido relegadas a la esfera privada, sino que su presencia en la esfera pública está garantizada por las diversas estrategias y actividades desarrolladas en sus vidas cotidianas.

 

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