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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.4 no.1 Tijuana ene./jun. 2007

 

Artículos

 

Inmigración y discriminación en la frontera argentino–paraguaya

 

Débora Betrisey Nadali

 

Universidad Complutense de Madrid. Dirección electrónica: dbetrisey@cps.ucm.es

 

Fecha de recepción: 28 de mayo de 2006
Fecha de aceptación: 21 de marzo de 2007

 

Resumen

En el marco de la sociedad argentina, durante las últimas décadas se establecen claros procesos de estigmatización que dan lugar a la producción de "otros" alrededor de la condición de "inmigrante limítrofe" (paraguayos, chilenos, bolivianos), en disponibilidad permanente para la manipulación. En este trabajo la autora se propone profundizar en la lógica de ciertos supuestos y marcos interpretativos, provenientes de la sociología y la antropología, para analizar estos procesos de estigmatización. Estas perspectivas teórico–metodológicas permiten dar cabida a la experiencia personal de los inmigrantes, además de focalizar la atención en el "lenguaje de la réplica" con el cual estos sectores deshacen y rehacen sus identidades estigmatizadas. Estas reflexiones son el producto de un material etnográfico recogido entre 1999 y el 2000 en la ciudad argentina de Posadas (Misiones, Argentina), colindante con la ciudad paraguaya de Encarnación (departamento de Itapúa, Paraguay).

Palabras clave: inmigración limítrofe, exclusión social, diferencias culturales, estigmatización, resistencia.

 

Abstract

Within the framework of Argentinean society, in recent decades, obvious processes of stigmatization have been established that give rise to the production of "others" on the basis of their condition of "border immigrants" (such as Paraguayans, Chileans and Bolivians), who are always prey manipulation. In this essay, I propose to delve into the logic of certain premises and interpretative frameworks drawn from sociology and anthropology, in order to analyze these processes of stigmatization. These theoretical–methodological perspectives enable one to record the personal experience of immigrants, and focus on the "language of resistance" through which these groups dismantle and re–create their stigmatized identities. These reflections are the result of ethnographic material collected between 1999 and 2000 in the city of Posadas (Misiones, Argentina) adjoining the city of Encarnación (District of Itapúa, Paraguay).

Keywords: border immigration, social exclusion, cultural difference, stigmatization, resistance.

 

A fines del siglo XIX, en pleno proceso de construcción y consolidación de la nación argentina, la inmigración europea de ultramar adquirió un papel predominante. Quienes se habían autoproclamado los "organizadores" del Estado burocrático consideraban que dicha presencia representaba el desarrollo y la modernidad que el país "desierto" y "vacío de progreso" necesitaba. Durante la estancia de estos inmigrantes las controversias se hicieron presentes. El apego de los extranjeros a sus costumbres y a su lugar de origen generó en los gobernantes el miedo a hacer de Argentina una masa amorfa de lenguas y religiones diversas. De este modo se estableció la "argentinización" de estos sectores por encima de sus lealtades, a través de diversos canales e instituciones (escuela, ejército) y de políticas estatalistas de nacionalización.

Más allá de las contradicciones y apremios del proceso inmigratorio europeo, es innegable su contribución en el relato histórico que cimentó la identidad nacional: "La Argentina es un país de inmigración". En las últimas décadas, en la misma medida en que esta visión se consolida, parte de la inmigración proveniente de los países limítrofes (Paraguay, Brasil, Chile, Bolivia) es fuertemente rechazada. Específicamente, durante el desarrollo del gobierno menemista (1989–1999)1 los grupos hegemónicos y varios sectores de la sociedad han sustentado la puesta en escena de estos inmigrantes en términos de "gran cantidad", "peligrosidad", "problema", "invasión", "diferencias culturales", "raza inferior". Los "males del país" cobraban forma a través de la figura de estos "inmigrantes". Reducir su presencia resultaba necesario para "preservar lo nuestro"; es decir, para proteger toda una serie de derechos sociales y políticos que tiene todo ciudadano nacido en el país y que de cierta manera presupone una identidad nacional. En este sentido, una buena parte del debate cotidiano y de las prácticas políticas (leyes, decretos, reglamentos) se organizó en torno a la inmigración limítrofe como un "problema" político y social en el que se remarcaba, fundamentalmente, la definición de quiénes tienen derecho y quiénes no a reivindicar las "ventajas" asociadas a la condición de ciudadano. Y para tal profilaxis social nada mejor que la reafirmación de las fronteras nacionales.2

No son pocos los ejemplos que se podrían citar sobre la desprotección e irregularidad vivida por estos inmigrantes, en las últimas décadas, tanto en las zonas fronterizas como en zonas alejadas de ellas: la vigilancia y el control intensivo de pobladores de las localidades limítrofes, que hacen de la circulación cotidiana por los puentes internacionales un modo de vida con la venta de diversos productos a bajo precio a los pobladores argentinos ("paseras" paraguayas, "bicicleteros" y "compristas" brasileños); la expulsión en la frontera argentino–boliviana de inmigrantes bolivianos por considerarlos "culpables" de la epidemia de cólera que se desató a principios de los años noventa, a causa de sus supuestas "costumbres" (Benencia y Karasik, 1996); los episodios de violencia física hacia bolivianos campesinos (quinteros) asentados en la periferia del área metropolitana de Buenos Aires (Caggiano, 2005), etcétera. En la mayoría de estos casos, se establecen claros procesos de estigmatización que dan lugar a la producción de "otros" alrededor de la condición de "inmigrante limítrofe" en disponibilidad permanente para la manipulación. Estos hechos nos conducen a considerar los movimientos migratorios bajo aspectos desechados por algunas corrientes teóricas, tales como la "producción social de la diversidad" en el marco de las relaciones de desigualdad de poder que separan a los grupos entre sí.

En este sentido, a lo largo de este trabajo propongo profundizar en la lógica de ciertos supuestos y marcos interpretativos, provenientes de la sociología y la antropología, para analizar estos procesos de estigmatización que conducen a ampliar las diferencias de estos inmigrantes llevándolas al extremo del antagonismo. Cabe mencionar que no se trata de exponer un conjunto de propuestas conceptuales en su formulación exclusivamente teórica sino, primordialmente, en su aplicación a través del material etnográfico recogido entre 1999 y el 2000 en la ciudad argentina de Posadas (Misiones), colindante con la ciudad paraguaya de Encarnación (Departamento de Itapúa), al que haré referencia a lo largo del texto.

Conocer las perspectivas de los propios actores que viven en las fronteras constituye una de las posibilidades fructíferas para las ciencias sociales contemporáneas en el intento de explicar los procesos de estigmatización. Son múltiples los espacios de negociación que sobre el sentido de las fronteras (entre nacionalidades, entre clases, entre indios y criollos, etcétera) se dirimen entre los distintos actores sociales que habitan en ellas. Las personas producen formas de interpretación y de significados sobre las realidades locales según las diversas posiciones sociales que ocupan en el escenario fronterizo y los diversos intereses que representan.

En nuestro trabajo de campo los agentes sociales que nos interesaron son representantes del campo político (diputados y concejales provinciales de los partidos mayoritarios de Argentina: el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical) y funcionarios de organismos estatales y regionales que operan en la ciudad de Posadas (Dirección Nacional de Migraciones y Dirección de Aduanas).3 A su vez, hemos dado cabida al relato de pobladores locales insertos en diversos sectores económicos (servicios, construcción, empresarios, etcétera) y a la experiencia personal de aquellos inmigrantes paraguayos con escasos recursos que se trasladan cotidianamente a Posadas para vender una serie de productos (conocidos con el nombre de "paseras" en el caso de las mujeres o vendedores ambulantes) o para trabajar en el sector de la construcción y el servicio doméstico. Estos pobladores han sido los principales perjudicados por el endurecimiento de las fronteras mediante las "barreras para la circulación de las personas" que caracterizó al proceso de integración del Mercosur. Esas barreras estuvieron basadas en una mayor coordinación de los dispositivos de seguridad y de las leyes de discriminación, y su rigidez se manifestó a través de expulsiones, controles intensivos, maltrato, etcétera.

 

La construcción social del "inmigrante limítrofe" como diferente

Los "distintos", las pluralidades y la exclusión social tienen su propio espacio en los países latinoamericanos. En la Argentina, por ejemplo, es característica constante la segregación y exclusión de los indígenas y de los migrantes provenientes del norte del país y de países limítrofes. En el caso de los llamados "inmigrantes limítrofes" (paraguayos, bolivianos, chilenos, etcétera), el color de la piel, la cultura, la pobreza, son fuentes destacables de discriminación y segregación. A principios de los años noventa, coincidiendo con una profunda crisis socioeconómica, comenzaba a explicitarse como causa de las tensiones sociales existentes en el país la presencia de inmigrantes limítrofes de "raza inferior" y de "cultura ajena". Un ejemplo de esto pudo leerse en el diario La Nación (de carácter conservador) en un artículo escrito por Amílcar Argüelles, brigadier retirado, miembro de la Academia Nacional de Ciencias y ex ministro del gobierno militar:

...Un descenso del nivel de capacidad cerebral de nuestros pobladores (argentinos) por migraciones subdotadas (sudamericanas) condenaría al país a un desarrollo parcial y detenido. Ya no es posible soslayar que la subcultura aluvional de bajo nivel intelectual de nuestro país nos impide lo que debe ser una existencia civilizadora y está en pugna con los valores fundamentales sobre los que se basa un proyecto nacional. Esta invasión puede además derivar en riesgos para nuestra integridad nacional (La Nación, 21 de abril de 1991).

Impregnada de estructuras conceptuales de la ideología racista, esta retórica fue una constante durante la última dictadura militar, que justificaba las restricciones y numerosas expulsiones de inmigrantes provenientes de los países limítrofes mientras fomentaba el acceso de inmigrantes europeos. La descalificación de los inmigrantes latinoamericanos en el Estado argentino se racionaliza atribuyendo "defectos" morales, intelectuales o sociales causados por su "dotación racial". La "raza", construida en torno a rasgos genotípicos o fenotípicos, vuelve a ser utilizada como la causa necesaria y suficiente para catalogar la inferioridad e inadecuación de los "otros" junto al "nosotros". Por otro lado, en el marco de una estrategia política, y en sus esfuerzos por protegerse de acusaciones que los cataloguen como racistas, el discurso de ciertos políticos sobre la presencia de "inmigración fronteriza" se ve salpicado de expresiones discriminatorias que ponen de manifiesto, además de su oposición por motivos económicos, su conceptualización como "inconcebibles", ajenos al Estado argentino, carentes de la identidad nacional y, por ende, de los derechos sociales y políticos del ciudadano común. Generalmente se exalta la supuesta "diferencia" (biocultural) esencial e irreducible de las comunidades inmigrantes, cuya presencia es condenada por amenazar la identidad nacional del país anfitrión.4

Una de las tendencias en las ciencias sociales es discutir estos fenómenos en términos de la preeminencia de prejuicios de orden psicológico, es decir, de un sentimiento originado en la inseguridad y la baja autoestima de los sujetos que se proyecta hacia ciertos colectivos que se consideran diferentes. En otros términos, se trata de una actitud psicocultural que tiende a proyectar el fantasma de los "extraños" al imaginario colectivo y derivar allí las tendencias negativas. Se asume, además, que las diferentes culturas son por naturaleza hostiles y recíprocamente destructivas por el "etnocentrismo" consustancial a la "naturaleza humana". De este modo, algunas personas serían incapaces de enfrentarse a la "diferencia" y dicha incapacidad se encuentra inscrita en un inconsciente que sólo el analista especializado develaría (Riquelme, 1993).

En contraposición a estos planteamientos, consideramos que no es la "diversidad cultural" por sí misma, reflejada en nuestro caso en la presencia de "inmigrantes limítrofes", la que confiere acciones racistas o discriminatorias, sino las representaciones y prácticas sociopolíticas desarrolladas por agentes socialmente significativos en unos contextos determinados y en unas relaciones determinadas de poder. En este sentido, nos colocamos en el itinerario seguido por una serie de autores (Taguieff, 1987; Stolker, 1994; Santamaría, 2002; Van Dijk, 2003) que nos muestran cómo el poder político y sus instituciones, los medios de comunicación y sus diferentes mensajes, los "expertos" y sus informes son generadores de estereotipos sobre los "inmigrantes" que luego, por la posición social y política que ocupan, permean y trascienden el espacio social más amplio. Al utilizar los medios de comunicación masivos: radio, televisión, prensa, las categorías por ellos producidas tienen la oportunidad de dialogar con los diferentes actores sociales para contribuir en los procesos de formación de prejuicios y ocultar los refinados mecanismos de exclusión. Estas versiones, que suelen ser incorporadas y retransmitidas, se sustentan en un horizonte de supuestos subjetivos ya instalados en la sociedad y dispuestos a otorgarles credibilidad. De esta forma se vuelven eficaces, porque operan en una significación disponible en la conciencia social en la que se refuerza, confirma y, a su vez, orienta la producción de conductas.

En nuestro trabajo de investigación no hemos comprobado el grado de influencia de los discursos de los sectores sociales mencionados (políticos, económicos, medios de comunicación, etcétera) en el conjunto social extendido, pero sin duda el análisis de estos discursos nos permitió visualizar un terreno fértil para entender hacia dónde se dirigían los modos de interpelación e identificación de los grupos de "inmigrantes limítrofes" en los años noventa y cómo está encarnando en las acciones de los actores concretos.

Según Pierre Bourdieu, el análisis de las relaciones y diferencias entre sectores sociales puede ser abordado desde el "trabajo de representación" (Bourdieu y Wacquant, 1995), que continuamente implica la vida en sociedad y que opera como principio de selección o de exclusión encarnado y vivido en la práctica cotidiana. Los agentes sociales se relacionan, interactúan y diferencian a partir de la posición objetiva que ocupan en la estructura social, pero también se reconocen en las propiedades significantes construidas histórica y socialmente. De este modo, las diferencias objetivas, las distinciones y nominaciones van progresivamente construyendo las posiciones, prácticas e identidades de unos grupos en relación con los otros. En ese interjuego simbólico se van conformando las identidades sociales y estableciendo las distinciones que sobredeterminan la posición objetiva en el campo social.5

En una sociedad desigual, quienes ocupan posiciones jerarquizantes intentan imponer a los agentes sociales su propia visión del mundo y de la sociedad, exhibida como única y verdadera. En esa lucha simbólica por la producción del sentido o la nominación legítima, los agentes comprometen todo su poder para la creación, mantenimiento o transformación de las taxonomías instituidas inscritas en la objetividad y en las conciencias. Un ejemplo primordial es el punto de vista de quienes directa o indirectamente dominan el Estado y contribuyen en la producción y reproducción de los instrumentos de la realidad social. Estos sectores ejercen, en tanto partícipes de una estructura socialmente legitimada, una acción formadora de disposiciones duraderas (habitus), mediante las imposiciones y las disciplinas a las que someten al conjunto de los agentes. Además, imponen en la realidad y las mentes los principios de clasificación fundamentales mediante divisiones en categorías sociales (Bourdieu, 2005).

Una de las categorías simbólicas fundamentales de la organización político–estatal se basa en la contraposición entre nacionales (sujetos dotados de una supuesta identidad colectiva construida con base en ciertas áreas geográficas y divisiones geopolíticas) y extranjeros (personas que no pertenecen al Estado en el cual nos encontramos; por ende, aquél que no tiene la misma nacionalidad ni los mismos derechos que el ciudadano común). La aparición de esta dicotomía en el propio momento de constitución de los Estados nacionales es lo que permite a Samir Naïr (2006) señalar que la soberanía es el mecanismo de inclusión/exclusión que entendemos justificado. De este modo, es el Estado el que posee la llave de la diferencia e instituye la noción misma de extranjero como una minoría, y esto es una modalidad de exclusión.

Si bien todos los sectores intervienen en la construcción de sí mismos y de los demás, posicionando y posicionándose unos en relación con los otros en el espacio social, las posibilidades de participación son diferentes y desiguales en función de la posición que ocupan y del poder del que disponen. Por ello, las posiciones superiores en la estructura social logran imponer en mayor medida su particular visión del mundo y la construcción de identidades "anormales" estigmatizadas en sociedades que necesitan legitimar una participación limitada para defender un sistema socioeconómico y cultural excluyente.6

En este sentido, la aplicación del estigma social sobre estos grupos debemos considerarla como una herramienta utilizada por un grupo sobre otro.7 Quienes aplican un estigma establecen una simplificación en la presentación de la alteridad, que una vez localizada en el sector de los otros concentra la variedad en unos pocos rasgos y le atribuye a los diacríticos un valor de carácter moral o ideológico.

Son conocidos los aportes de Goffman (1989:11) en el intento de construir una teoría sociológica del estigma, retomando dicho término de la psicología social, utilizado en un principio por los griegos "para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien lo presentaba". Según este autor, una persona se encuentra estigmatizada en la medida en que existe cierta oquedad entre lo que debería ser su identidad social virtual y lo que una persona realmente es: su identidad social real. A modo de ejemplo, determina:

Mientras el extraño está presente ante nosotros puede demostrar ser dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás (dentro de la categoría de personas a las que él tiene acceso) y lo convierte en alguien menos apetecible —en casos extremos, en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil—. De este modo, dejamos de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado. Un atributo de esa naturaleza es un estigma, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibe también el nombre de defecto, falla o desventaja. Esto constituye una discrepancia especial entre la identidad social virtual y la real (Goffman, 1989:12).

Su análisis se centrará en la interacción entre las personas "estigmatizadas" y las "normales" marcada por algún tipo de estigma. Ahora bien, se puede cuestionar la idea de que los "normales" y los "estigmatizados" son meros roles que se deben interpretar en determinadas circunstancias, en la medida en que optemos por considerar que dichas categorías están inscritas en estructuras históricas altamente diferenciadas y son transmitidas a través de los aprendizajes vinculados a la experiencia que los agentes efectúan de las estructuras de dichos espacios. En términos generales, los "normales" constituyen el referente hegemónico a partir del cual se construyen las jerarquizaciones que luego se materializan de diversas formas. Por ello, es posible reconocer sectores sociales prestigiosos/normales y otros denostados/estigmatizados, estos últimos distinguidos en virtud de ciertos atributos simbólicos descalificantes.

No obstante, los sectores sociales hegemónicos, no siempre y de manera unívoca y lineal, logran imponer su visión que lleva al ostracismo a ciertos grupos. En los intersticios del campo social los sectores subalternos intentan disputar posiciones y lograr cierta participación, redefiniendo o resignificando los factores estructurales a través de la práctica social. Por ejemplo, los negros en Estados Unidos, los pueblos que estuvieron bajo la dominación colonial, los obreros industriales de la Inglaterra de principios de siglo, los pueblos indígenas, etcétera.8 Empero, es indiscutible el papel central de los ortodoxos9 (Bourdieu, 1990) en el campo de la fuerza social en la generación, mantenimiento y reproducción de un sistema de vida y en el logro de la aceptación de su visión del mundo por el grupo subordinado.

El sociólogo e historiador Norbert Elias (1998:131–132) plantea que ciertas relaciones entre "establecidos" y "marginados" con alguna connotación racial han sido visualizadas como

si se tratara de únicamente problemas de aquí y ahora [...] se sostiene con frecuencia que la gente identifica a otras personas como miembros de un grupo distinto al propio por el color diferente de la piel. Pero lo que hay que preguntar, en realidad, es cómo sucedió que la gente en nuestro mundo se acostumbró a percibir a los hombres de otro color de piel como miembros de otro grupo [...] Se trata de un resultado del largo proceso de entrelazamiento en cuyo curso grupos con características físicas diferentes se volvieron interdependientes en calidad de dueños y esclavos ocupando posiciones con grandes diferenciales de poder [...] Aquí se ve una vez más la necesidad de considerar a grupos y sus relaciones como procesos en la secuencia temporal, si se quiere entender qué significa el hecho de que los hombres delimitan un grupo al que denominan "nosotros" de otros a los cuales se refieren con la palabra "ellos".

Reflexionar sobre estas categorías obliga a cuestionar los esencialismos y analizar las condiciones que en cada momento histórico permiten que sean operativas. Es preciso, por lo tanto, preguntarse por qué surgieron determinadas representaciones mentales, para qué sirven y a quién sirven, quiénes fueron sus agentes promotores, cómo y por qué se produjo su reconocimiento y difusión, qué transformaciones sufrieron y cuáles son sus principales funciones sociales y políticas (Varela y Álvarez–Uría, 1997).

Por lo tanto, las prácticas y categorías degradantes hacia los inmigrantes limítrofes que han sido operativas en Argentina durante la década de los noventa han de ser consideradas como un trabajo histórico en el que han participado instituciones (Iglesia, Estado, Escuela) y agentes sociales particulares. En este caso, una de las instituciones que ha tenido un peso fundamental en la conformación de estas estructuras mentales y culturales ha sido el Estado–nación argentino, que desde su conformación ha constituido la "cuestión de los pobladores provenientes de países limítrofes" mediante prácticas y discursos esencialistas que recortan e identifican "otredades" en el interior de una comunidad nacional, privilegiando al ciudadano. En la distribución de jerarquías quedaron excluidos los estratos más bajos, los indios, los gauchos y los pobladores de los otros países latinoamericanos: el "roto" chileno, el "cholo" peruano, que representaban un tipo de hombre fuertemente condicionado por el sistema productivo imperante, por un modo de vida ligado a la herencia y el sistema colonial, y por ende, poco funcional para un país que necesitaba parecerse a la Europa del norte. Se funda así una gama de argumentos de los sectores del poder político que harán legítima y plausible su condición de clase: "Haced pasar al roto, el gaucho, al cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las transformaciones del mejor sistema de instrucción: en cien años no haréis de él un obrero inglés" (Alberdi, 1852:169).

 

La condición de "inmigrante" como estigma

Reducir los procesos de discriminación y estigmatización al papel del Estado o a las prácticas discursivas de algunos grupos hegemónicos limita la comprensión de la problemática planteada. Si bien dichos procesos pueden ser impulsados funcionalmente por determinados grupos hegemónicos, debe tenerse en cuenta que los mecanismos estigmatizantes no caen en el vacío, ya que pueden generar reacciones diversas entre los imputados; frente a ellos, los niveles de reconocimiento, admisión o rechazo de la identidad negativa10 y posterior reivindicación sectorial suelen ser dispares.

En el caso de las clasificaciones peyorativas hechas por algunos sectores de la sociedad argentina con respecto a los "inmigrantes limítrofes", tienden a transformarse en categorías en la medida en que tales inmigrantes asumen las representaciones que tienen los miembros de dicha sociedad; es decir, cuando el "paraguayo", "boliviano" o "chileno" empiezan a vivir el estigma de ser un inmigrante indeseable, o en otras palabras, cuando asumen la condición de inmigrante como estigma.

El descrédito impone en ciertos casos la manipulación de la identidad en situaciones de ambigüedad. Las elecciones de identidades étnicas o nacionales pueden estar determinadas por criterios de ganancia o de pérdida en términos prácticos o simbólicos, según determinada situación relacional. Como expresa Cardoso de Oliveira (1992:24), fenómenos como las fluctuaciones de la identidad, así como también los mecanismos de identificación, ganarán objetividad en la medida en que identidad e identificación sean despojados de sus atributos circunstanciales y descubiertos en sus propiedades constitutivas.

En este sentido, resulta fundamental entender la identidad como un proceso bidimensional, conformado por un nivel individual o personal, a través del cual los sujetos incorporan su membresía y la posibilidad de manipulación de esa membresía dentro o fuera de diversas situaciones relacionales, y un nivel social o colectivo, que permite mediante el aprendizaje (proceso de socialización) mostrarse de manera singular ante el "otro" que se opone (Berger y Luckmann, 1995).11 Como hecho social, la identidad se pone en juego en comunidades de sujetos (conformación de un "nosotros") que se constituyen en un compromiso con un entramado de significados comunes conformado a lo largo del tiempo y sometido a variación. De este modo, el ser miembro de una comunidad cultural es la base para que surja la posibilidad de la identificación12 y de que el individuo consiga su propia afirmación.

La producción de identidades de respuestas, que de cierta forma responden a situaciones de incongruencias entre los contenidos del proceso de socialización que les hace cuestionar el concepto de humanidad en el que se formó la identidad inicial, puede ser variada de acuerdo con las circunstancias concretas de interacción. Las soluciones a las incongruencias pueden desarrollarse en un nivel individual, que opera en la trayectoria de confirmación como sujeto único, o en un nivel social o colectivo, que opera en la trayectoria de conformación como sujeto social. Cabe mencionar que estas apreciaciones están inspiradas en el trabajo que desarrolló Goffman (1994) en su libro La presentación de la persona en la vida cotidiana. Esta obra se caracteriza por analizar uno de los pilares conceptuales del interaccionismo simbólico: el self. Para Goffman (1994), el self es un efecto dramático que surge difusamente en la escena representada. Este enfoque dramatúrgico será una constante en el análisis de la vida social cotidiana. Presuponía que los individuos en su interacción cotidiana deseaban presentar una concepción del self aceptada por los demás, a pesar de ser consciente de que su representación podía ser perturbada por la audiencia. Ante la necesidad de controlar cualquier imprevisto, aparece lo que este autor denomina "el arte de manejar las impresiones". Dicho arte implica un conjunto de técnicas y métodos que utilizan los actores para solventar cualquier problema que surja en escena.

En términos generales, la denominada "manipulación de las identidades" (analizada en la última parte del libro) está orientada a hacer frente a una serie de acciones imprevisibles, como por ejemplo los gestos espontáneos, las intrusiones inoportunas, los pasos en falso y también las acciones premeditadas (como hacer una escena). De este modo, para solventar cualquier inconveniente, aparecen acciones tales como la lealtad, la disciplina o la circunspección dramáticas.

Para nosotros, la idea de manipulación de las impresiones, maravillosamente desarrollada por Goffman (1994) y basada en las estrategias ventajosas de presentación de sí mismo que realizan los agentes, resulta importante en la medida en que es concebida como "un sentido de la colocación que rige la propia experiencia del lugar ocupado, definido absoluta y sobre todo relacionalmente como puesto, y los comportamientos que ha de seguir para mantenerlo (conservar el puesto) y mantenerse en él (quedarse en su lugar), etcétera" (Bourdieu, 1999:242).

 

Inmigrantes paraguayos en la ciudad fronteriza de Posadas: vida cotidiana y estigma

Con relación a nuestro material etnográfico en la ciudad fronteriza de Posadas (Misiones, Argentina), quedó demostrado que, en términos de la élite política y los funcionarios de Posadas, la presencia de los "paraguayos" atenta contra los "intereses nacionales".

...Hay que combatirlos!!! Porque vienen y mirá: los hospitales están llenos de extranjeros... Las mujeres paraguayas traen a sus hijos y te dicen que tienen que atenderlos porque es argentino... ¡¡¡Claro!!!... Porque lo anotan como argentino, porque algún padre será argentino y tienen las dos nacionalidades y así vienen... Es un problema de nacionalidad, si se quiere decir: atenta contra nuestra nacionalidad, porque se nos llena de extranjeros y qué hacemos... (jefe de la Dirección Nacional de Migraciones, Delegación Posadas, agosto de 1999).

Los rasgos nacionalistas que permean la disputa incorporan una traducción local. El sentido localista en esta zona fronteriza opera depurando los componentes nacionalistas: los incorpora, pero los resignifica. Esta resignificación está determinada por la negociación que se establece con los "vecinos" de la frontera y por la "posición" dentro de la Nación. En sentido dialético, la "posición" dentro de la Nación permite percibir y asumir a los vecinos. De este modo, ha habido procesos que establecieron espacios de apertura e intercambio flexibilizando los componentes nacionales y locales, y procesos donde se ha obstaculizado la integración con la recuperación de los componentes más duros de la nacionalidad (Jaquet, 1998).

La condición periférica de la provincia, con relación a otras áreas centrales del país, fortaleció en sus comienzos el carácter abstracto de la pertenencia nacional, no sólo por el fuerte contraste con la "cultura metropolitana" (Buenos Aires), sino por la vigencia limitada de los derechos asociados a la ciudadanía. Para las clases populares, la Nación sólo comenzó a asumir un carácter más concreto cuando se extendieron los derechos laborales y sociales que han dado contenido al "ser argentino". Es precisamente durante el proceso de provincialización13 cuando se cuestiona la relación histórica con Buenos Aires y las nociones de ciudadanía. Las metáforas que reiteradamente aparecen en los discursos políticos analizados muestran el carácter de lucha que signó la búsqueda de un espacio distinto para Misiones y sus pobladores en el "cuerpo" nacional. Históricamente, las clases dirigentes y otros sectores de la sociedad local han desarrollado todo un proceso de legitimación para integrar la Nación.14

En la actualidad, en el marco de un sentimiento de precariedad social, Buenos Aires continúa siendo visualizada por estos políticos como centro que ignora la relevancia estratégica actual de la provincia y su capital para el desarrollo del proceso de integración (Mercosur). Sin embargo, cuando miran a los vecinos más próximos y buscan reconocerse, aparecen algunas sombras nacionalistas y localistas: Brasil es temido por su desarrollo industrial, su potencialidad y avance arrasador. Es una especie de monstruo comercial al cual no podemos perder de vista porque "nos comen vivos".

...Si acá nosotros no entendemos que el Mercosur está, ya es y no va a dar marcha atrás, tenemos que ponernos las pilas nosotros, porque ellos fundamentalmente [Brasil] nos comen vivos... Viste que nosotros tenemos la idea de que a ellos sólo le gusta la "pachanga" [fiesta]; bueno, eso es mentira... Nosotros no somos nada al lado de ellos... El intendente de ellos [el prefeito en portugués]... en el encuentro que se hizo en el estado de Paraná... Ese tipo sí la tiene clara... todo se comercializó en este evento. Se metió casi mil personas que gastaron en hotel, comida. Lo tienen todo estudiado... ahora por el tema del Mercosur le consultan a ellos... (concejal por el Partido Justicialista. Presidente de la Comisión Municipal del Mercosur, noviembre de 1999).

Por otra parte, Paraguay es rechazado por ser un país sin reglas, inseguro debido a los actos delictivos, y por las asimetrías comerciales y el contrabando, y por la "usurpación" e "invasión" de sus pobladores en "nuestro espacio", que alienta el proceso de estigmatización.15

Los discursos de los políticos locales (justicialistas y radicales) sobre la presencia de migrantes limítrofes en la provincia constituyen un campo ideológico con fuertes contradicciones. En ellos no se hace referencia a supuestas diferencias raciales, étnicas o culturales; por el contrario, se manifiesta la existencia de buenas relaciones con los "vecinos" paraguayos y brasileños: "...acá el 80% tienen primos, hermanos o algún pariente del otro lado", dice un diputado del Partido Justicialista (noviembre de 1999), siempre que se mantenga la prioridad de los pobladores posadeños en el acceso a los recursos. Siguiendo esta lógica discursiva, lo normal es que cada población resida y trabaje en los límites de su país. La presencia de migrantes limítrofes introduce una anomalía en ese orden, ya que son considerados como consumidores de recursos de la sociedad misionera en vez de productores de riqueza.

En el marco sociopolítico vigente y ante el pleno proceso de integración, no plantean un cierre hermético de las fronteras, pero sí una regulación en función de las condiciones de los pobladores misioneros, que se han visto agravadas en los últimos años por las sucesivas crisis económicas que ha vivido el país. En esta circunstancia, considerarían comprensible cualquier rechazo que se manifieste hacia ciertos pobladores paraguayos. No hay solidaridad posible si no es en el marco de la soberanía nacional.

El conflicto no se limita sólo a la competencia por los puestos de trabajo en la provincia, sino también por las prestaciones sociales del hospital público:

No podemos caer en el paradigma de la solidaridad y permitir tampoco ciertas cosas. ¿No? Por ejemplo, el Hospital Madariaga, desde hace años, es lugar para las parturientas paraguayas; años de eso... Pero qué pasa: esa situación hace que en Paraguay tampoco se preocupen por tener mejor cobertura de salud, porque, total, dicen: "¿Para qué?, si se van a atender a otro lado"... Todos necesitan atención, pero cuesta dinero. Es necesario que el gobierno de acá tome medidas y desde Relaciones Exteriores [Ministerio] se vean esas cosas y hablen con las autoridades paraguayas, solucionen sus problemas y no vengan acá. Nosotros no podemos cargar con las miserias ajenas... (diputado del Partido Radical–Alianza, octubre de 1999).

En este sentido, ocupa un lugar primordial la referencia a la pertenencia asignatoria de derechos y obligaciones para detentar ciertos recursos en la ciudad de Posadas. Los sectores de la clase política local, en su misión de portavoces autorizados, han definido la disputa por dichos recursos en términos de paraguayos (extranjeros) versus posadeños–misioneros. La situación de frontera política y social de la provincia, las características del sistema de dominación y la crisis económica han alimentado la hostilidad antiparaguaya proponiendo un antagonista externo a la sociedad posadeña.16

De este modo, el descrédito impuso a muchos de los inmigrantes paraguayos de escasos recursos que transitaban por la ciudad fronteriza de Posadas (Misiones, Argentina) la necesidad de establecer una doble diferenciación: por un lado, de los que comparten objetivamente su condición social signada por la pobreza, y por otro, de los que detentan su misma nacionalidad (paraguaya), y se ha instituido así lo que denominamos un" juego de efecto entre el distanciamiento y la proximidad".

Vivir en barrios marginales estigmatizados degrada a quienes los habitan, sean, como en este caso, argentinos o paraguayos. Ante la constante desvalorización por los atributos imputados a quienes permanecen en sitios "indeseables", se enfatiza una distancia relacional que denota la expresa intención de marcar las diferencias con el prójimo social que comparte las mismas condiciones objetivas, a fin de escapar de la imagen social negativa que le atribuyen por vivir en barrios marginales o trabajar en sitios determinados.

Los inmigrantes paraguayos son distinguidos no sólo por sus condiciones materiales de vida (lugar de residencia, posesión de diversos capitales), que expresan las diferencias inscritas en el plano objetivo, sino también por su lugar de nacimiento, que se convierte, en la actualidad, en un rasgo fundamental para determinar la ocupación legítima de diversos espacios en la sociedad posadeña (espacios públicos, lugares de trabajo, etcétera). De este modo, frente a un sector de la sociedad posadeña que establece innumerables prácticas de desigualdad, surge la imperiosa necesidad en muchos de ellos de establecer un vínculo de proximidad con la "gran familia nacional" que permita invertir esa desagradable sensación que provoca el sentirse "invasores". Para ello, mencionan una permanencia prolongada en la ciudad, el contacto continuo con sus ocupantes legítimos (es decir, con el capital social conformado por parientes políticos y/o amistades locales) y circunstancias que impliquen ser reconocidos como parte integrante de la economía posadeña.

Esto se pudo detectar en el relato de una "pasera" paraguaya, cuando narraba la disputa con el agente municipal que intentó desplazarla del lugar donde realiza diariamente sus ventas, una esquina de la ciudad: "Ellos dicen [los agentes municipales]: 'Los paraguayos se tienen que ir a su país', y yo tengo todos mis parientes acá, mi hermana; tengo mi tía acá, que es argentina, casada con un tío mío que es paraguayo".

También en el relato de la esposa de un trabajador de la construcción paraguayo, que ante los problemas que causa la "falta de papeles" en la búsqueda de trabajo mencionó:

Nací en Paraguay, y cuando apenas nací pasamos. Tengo hermanos que nacieron en Argentina; después volvimos. Cuando me fui [a Paraguay] era más argentina que paraguaya... por eso no entiendo eso de los papeles de la residencia que te piden ahora... Yo crecí con papá y mamá viajando... viajando... porque para mí parece como una parte de mi vida, que cuando yo tenía dos o tres años ya me movía; crecí así porque mi padre era un tarefero [peón rural]... fuimos por Oberá, Monte Carlo, Santo Pipó, Oro Verde; era un constate viaje... y no había problemas con los papeles...

En estos casos existe una apropiación de la identidad de quien estigmatiza, una especie de inmersión que conduce a "hacerse o sentirse argentino" sin un distanciamiento ni un desgarro de la propia identidad nacional. El sujeto está abocado a adoptar acerca de sí mismo el punto de vista de los demás, es decir, adoptar el punto de vista de los otros para descubrir y evaluar de antemano cómo lo van a considerar. Es un proceso, como manifestaría Goffman (1994) en su análisis de la manipulación de las impresiones, en el que existe una transacción permanente, aceptando renuncias a cambio de manifestaciones de reconocimiento, consideración o admiración, según requieran las circunstancias.

Paralelamente, existen momentos en los que se resalta una tendencia por querer impugnar los estereotipos circulantes descalificando al adversario, que increpa en términos tales como "bobo" (tonto): "Que los paraguayos no podemos trabajar acá; dicen que tenemos que ir a trabajar a nuestro país. Eso no tiene que ser así [reflexiona]: todos queremos comer, ¿verdad? A ellos no le interesa. Ustedes tienen su país, ¿por qué viene a trabajar acá?, eso dice... Que bobo [tonto] que es [refiriéndose al último empleado con el que se enfrentó]..." (pasera paraguaya).

Esta especie de rebelión en el plano simbólico se desarrolla en "condiciones momentáneas o localmente separadas de la acción visible de los efectos directos de la relación de dominación" (Grignon y Passeron, 1992:108). Es decir, en condiciones ajenas a la confrontación directa, como por ejemplo la charla relajada de una entrevista, en donde tienen lugar prácticas menos marcadas por los efectos de la dominación simbólica. Este hecho no significa que representen un peligro político e ideológico para las clases dominantes; como tampoco se relaciona con el supuesto margen de autonomía simbólica de las clases populares que algunos parecen reconocer en cualquier acto de la vida cotidiana, puesto que las pasiones que surgen de estos sectores en términos de réplica pueden ser suspendidas fácilmente al reconocer ciertos límites que conducen a la sumisión, a una serie de "llamadas al orden" que resultan paralizadoras. Esto se observa en el relato de Carlos, un empleado de la construcción que trabaja en Posadas bajo condiciones precarias:

Una vez me tocó un patrón que era bravísimo... Dormíamos en la obra y nos daban de comer, también, mate cocido [infusión parecida al té realizada con yerba mate] y galleta, algún guiso y eso... El patrón ese para mí que no quería a los paraguayos y nos cagaba a pedo todo el día [reñía]... Todo lo que hacíamos estaba mal, decía: "Paragua de mierda, ¿no sabes hacer las cosas bien?" Y a mí me daban ganas de mandarlo a la mierda, pero no podía... Me la aguanté; si no, me echaba... Después te acostumbras, y algunos patrones son buenos y no tienen nada contra el paraguayo; al contrario, parece que lo buscan más. Pero acá se dice mucho eso de 'Paragua de mierda'... Hasta tus amigos también te dicen; pero ahí no lo hacen a propósito, no te quieren insultar; sólo te dicen Paragua...

En este sentido, las sucesivas prácticas que hemos podido registrar, tales como "levantar el canasto y desaparecer", "mostrar los papeles", "sentir vergüenza", "desacreditar al adversario", "dejar de hablar en su idioma materno, el guaraní", lejos de ser acciones de "resistencia" para hacer frente a la sociedad posadeña, no son más que soluciones prácticas ante necesidades urgentes para poder mantenerse en el sitio (físico y social) ocupado, acompañadas, en algunos casos, de afirmaciones imperativas de resignación: "qué le vamos hacer", "no nos queda más remedio", etcétera. Estas prácticas siguen funcionando bajo la acción directa de la relación de dominación, en la que la manipulación de la propia identidad es "un sentido de la colocación" (Bourdieu, 1999:242).

A través del efecto de la resignación o de aguante que produce la categorización estigmatizante, ciertos pobladores paraguayos pueden verse conducidos a aplicarse y aceptar las categorías de percepción dominantes y a vivir la deshonra que significa haber nacido en un país limítrofe, oscilando entre el temor de ser "visibilizado" oficialmente y el deseo de ser aceptados positivamente por la sociedad fronteriza, cuyas fuerzas económico–políticas tienden a la restricción de las autonomías de los inmigrantes paraguayos en función de las condiciones de extrema pobreza en las que desarrollan sus vidas.

Tal vez en este sentido, y sin negar la capacidad de resistir de los sectores que ocupan una posición subordinada en el espacio social, deberíamos inclinarnos a considerar, de acuerdo con nuestra experiencia analítica, la existencia de una cierta sumisión entre ellos, y por ende, una subversión o resistencia menor que la que comúnmente se les suele atribuir desde algunas perspectivas teóricas.

El análisis llevado a cabo por Grignon y Passeron (1992) nos demuestra que resulta acertado destacar que las actitudes de los grupos subordinados no se reducen casi nunca a la aceptación pasiva; pero la supuesta inversión del punto de vista dominante es un proceso que se enfrenta demasiado cerca a la acción de dominación simbólica como para dar cuenta de cómo los grupos subordinados escapan a la imposición del punto de vista legítimo. Por lo tanto, resulta erróneo buscar a cualquier precio, en las formas de expresión reactivas engendradas por la negación del dominante, el paradigma de las capacidades populares para la autonomía simbólica. Lejos de reducir todos los efectos de la dominación simbólica a la aceptación pasiva, es decir, a la interiorización en estos grupos subordinados de su propia ilegalidad y marginalidad, tratamos de separarnos a lo largo de nuestro trabajo de la mirada "populista", que, actualmente, celebra las virtudes y la inventiva de los sectores que ocupan una posición subordinada en el espacio social y presenta como una estrategia heroica de la resistencia lo que, en muchos casos, no es más que una "estrategia de aguante" (Menéndez, 2002) frente a un orden de dominación total y brutal que ni siquiera se pone en cuestión.17

 

Conclusiones

Tal como ha sido desarrollado a lo largo de este trabajo, para analizar los procesos de estigmatización fue necesario utilizar propuestas teóricas de autores como Bourdieu (1990, 1999, 1995, 2005), Elias (1998), Goffman (1989), Berger y Luckmann (1995), Grignon y Passeron (1992), etcétera. Lo interesante de dichos autores, para nuestra labor, radica en su advertencia acerca de que las identidades culturales y sociales estigmatizadas son, en parte, construidas por determinados agentes sociales en situaciones específicas (sociohistóricas) de relaciones de poder. Además, plantean la recuperación de la experiencia de los agentes en situaciones específicas de desigualdad económica y de diferencias culturales, como es el caso de un amplio sector de "inmigrantes limítrofes" en diversos espacios del territorio argentino.

En este sentido, pudimos entender por qué, aunque los "inmigrantes limítrofes" llevasen años instalados en Argentina, se convirtieron, a causa de su diferencia nacional, en el objeto privilegiado en el que opera la representación fantasmagórica de los problemas del país durante los años noventa. Tal representación es el fruto de un sistema político que se servía del objeto vacío construido por el imaginario para ocultar la crisis social que lo aqueja y su incapacidad para resolverla. Las ideologías de la exclusión promulgada funcionaban como una fuente de justificaciones para la impugnación de la igualdad de derechos y oportunidades que sufren constantemente los inmigrantes. Más allá de su útil función como "chivos expiatorios", a éstos se les conceptualiza como una amenaza política a la identidad nacional. Con ello se hace evidente un racismo que no surge de la nada y que se encuentra anclado en las estructuras materiales (incluidas las estructuras psíquicas y las sociopolíticas) de larga duración que forman cuerpo con lo que se llama "identidad nacional". Aunque este racismo tiene fluctuaciones e inversiones de tendencias (como hemos analizado en la zona fronteriza argentino–paraguaya), nunca desaparece del escenario. Cambia de portadores y de objetos.

Finalmente, en tales circunstancias se tornó evidente que existen disposiciones para resistir, y una de las tareas fue examinar en qué circunstancias estas disposiciones son socialmente constituidas y efectivamente desencadenadas en relaciones de hegemonía/subalternidad, que van desde la reproducción de las ideologías discriminadoras hasta su enfrentamiento. De este modo, en el marco de diferentes microcosmos sociales (calle, lugar de trabajo, esquinas, zonas fronterizas), se rescató el conjunto de prácticas y disposiciones desarrolladas por los inmigrantes en su relación cotidiana con otros grupos sociales y nacionales, con los cuales entran en conflicto o negocian sus identidades buscando un posicionamiento en la sociedad local.

 

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Notas

1 Se denominó así al doble período presidencial llevado a cabo por Carlos Saúl Menem desde 1989 hasta 1999.

2 Los registros oficiales (censos) muestran que la población proveniente de países limítrofes ha oscilado, desde 1869 (primer registro censal) hasta 2001, entre el dos o el tres por ciento del total de la población argentina (Benencia, 2005). A partir de la década de los treinta la inmigra ción de población de países limítrofes hacia la Argentina constituyó una respuesta frente a la escasez de mano de obra en el sector primario de las economías fronterizas (recolección de vid en Mendoza, yerba mate y tabaco en Misiones, industria azucarera en Salta y Jujuy). Los traba jadores de Bolivia, Chile y Paraguay, y en menor medida de Uruguay y Brasil, fueron atraídos por las ocupaciones tempora rias existen tes en las distintas provincias argentinas fronterizas. Los procesos generales de descomposición/transformación (caídas de los precios, mecanización de la agricultura) de estas estructuras económicas agrícolas a lo largo de la historia argentina fueron condicionando la redistribución de gran parte de la población inmigrante. Concretamente, pobladores paraguayos y bolivianos se instalaron en el área metropolitana de Buenos Aires y se insertaron en la construcción, la industria manufacturera y los servicios, generalmente bajo precarias condiciones laborales (Marshall y Orlansky, 1980).

3 La relevancia que tienen estos agentes para nuestro estudio deriva de la influencia que ejercen en la producción de categorías estigmatizantes sobre los trabajadores paraguayos que luego, por la posición social y política que ocupan, trascienden al espacio social fronterizo.

4 Así lo expresaba el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, perteneciente al partido oficial (Justicialista), en un mitin político desarrollado en 1998: "Tenemos que entrar en la globalización con nuestra propia identidad; los argentinos deben defender principalmente los intereses de los argentinos, porque todos los países que entran al mundo globalizado están defendiendo muy claramente su identidad... Somos muchos los argentinos y llegó el momento de decir que el trabajo de los argentinos es para los argentinos, salvo que los extranjeros estén radicados legalmente; pero la inmensa mayoría no lo están, y ésos no le pueden venir a sacar trabajo a los argentinos".

5 El mundo social puede ser representado como un espacio construido con base en principios de diferenciación y distribución conformados por un conjunto de propiedades actuantes. Dichas propiedades son las diferentes especies de capital (económico, cultural, social y simbólico) que se constituyen en poderes que definen las probabilidades de obtener o no beneficios en el campo social. El capital simbólico, entendido como prestigio o reputación, es la forma percibida y reconocida de las otras formas de capital. Por ello el volumen y la composición del capital se traducen, en el plano simbólico, en un conjunto de representaciones que califican a los sujetos y les adjudican propiedades que refuerzan las diferencias objetivas ya existentes (Bourdieu, 1990; Gutiérrez, 1995).

6 El protagonismo real de las políticas neoliberales que se implementaron durante la década de los noventa en Argentina se tradujo en el carácter excluyente que aquejó a vastos sectores de población en los ámbitos más diversos: políticos, económicos, sociales, culturales, etcétera. De este modo, gran parte de la sociedad argentina se vio marcada por una desigualdad social creciente y una fuerte polarización social (Tenti Fanfani, 1993; Villarreal, 1996). Las claras consecuencias que va a exhibir este proceso, aumentando las diferencias y las desigualdades, dará lugar a la grave crisis económico–social de 2001 y 2002.

7 La idea de estigma como herramienta es destacada por Goffman (1989:161), concretamente al referirse a la estigmatización como un medio para remover a las minorías (raciales, religiosas, étnicas) de los caminos de la competencia.

8 En este caso, hemos utilizado ejemplos en los que, ante diversas situaciones históricas de resistencia, opera el desarrollo de identificaciones colectivas que se gestan en el marco de las trayectorias conformadas como sujetos sociales. Esto difiere de los procesos de identificación individual, operantes en la trayectoria de los agentes sociales como sujetos únicos, a los que haremos referencia en este trabajo.

9 Los ortodoxos son para Bourdieu (1990) aquellos que profesan la visión legítima del mundo (ortodoxia).

10 "La identidad negativa es la suma de todas aquellas identificaciones y fragmentos de identidad que el individuo tiene que reprimir por resultar indeseables o irreconciliables; por esa identidad los individuos atípicos y las minorías marcadas son forzadas a sentirse diferentes. En el caso de crisis agravadas, un individuo (o incluso un grupo) puede perder la esperanza de poseer la habilidad de convertir esos elementos negativos en una unidad positiva" (Erikson, 1970:733).

11 "La identidad social surge como la actualización del proceso de identificación, e involucra la noción de grupo, particularmente la de grupo social. Sin embargo, la identidad social no se separa de la identidad personal, pues ésta, de algún modo, es el reflejo de aquella" (Cardoso de Oliveira, 1992:22).

12 Cardoso de Oliveira (1992) es uno de los primeros en retomar los planteamientos que desde la psicología hace Erikson (1968), entre identidad e identificación, para el análisis de la identidad social en su expresión étnica, ya que considera fundamental la expresión de los mecanismos de identificación por reflejar la identidad en proceso, tal como la asumen los individuos y los grupos en diversas situaciones concretas.

13 Uno de los primeros pasos para lograr dicha legitimación fue el proceso de provincialización llevado a cabo en la década de los cincuenta por diversos sectores sociales que querían lograr que Misiones dejase de ser un Territorio Nacional para lograr el estatus superior de Provincia. El cambio de entidad política se dio, concretamente, en 1953, durante el gobierno de Perón (1946–1955).

14 El patrón político local se ha caracterizado, sin distinciones partidarias, por su carácter fuertemente vertical y faccional que ha puesto límites a la extensión de la ciudadanía y a la democratización política.

15 En este sentido, la apelación a lo "nacional" constituye un espacio político–ideológico donde se enfrentan fuertes contradicciones: bajo ciertas condiciones (como, por ejemplo, cuando se disputan recursos entre pobladores "posadeños" y "paraguayos"), priorizan los aspectos más reaccionarios del discurso de la nacionalidad (expulsión, control excesivo, etcétera), pero bajo la desigual y subordinada articulación regional en el proceso de integración (Mercosur), el incremento del desempleo, la informalización del mercado laboral, la fragmentación de la estructura social, etcétera, representa una demanda de participación real al amparo de una membresía política común que le fue vedada durante años.

16 La definición de "paraguayos" conlleva una operación de homogeneización, en la que no se puede percibir la diversidad de color de piel y de pertenencia étnica y de clase que existe entre los habitantes del Paraguay que migran. Es decir, desde un amplio sector de la sociedad local se construye y reproduce un estereotipo que incluye a todos los paraguayos definidos por su nacionalidad. Por otra parte, lo "posadeño" resulta un componente semántico complejo. La incorporación al colectivo posadeño se basa en un criterio de filiación particular: no se exige ser hijo de posadeño, puesto que así se excluiría a un gran número de población actual (pobladores del interior, de otras provincias). Ahora bien, el modelo local de asignación de la nacionalidad a sus habitantes entra en contradicción con el modelo oficial (ius solis), relacionado con el proyecto de sustitución de la población aborigen y criolla por europeos "civilizados" desde fines del siglo XIX. En Posadas reside un número importante de población paraguaya o descendiente de paraguayos, pero los argentinos hijos de paraguayos siguen siendo definidos como paraguayos. En efecto, se aplica a la definición de la nacionalidad el criterio de filiación con relación a los ancestros.

17 Esto no implica negar la existencia de formas colectivas de cohesión y oposición que tratan de reflexionar sobre este tema más allá del punto de vista dominante y redefinir los factores estructurales mediante la práctica social. La magnitud y complejidad de este fenómeno requiere en primera instancia un tratamiento etnográfico que excede los límites de este trabajo.

 

Información sobre autor(a)

DÉBORA BETRISEY NADALI es profesora de la Universidad Complutense de Madrid. Sus temas de investigación son procesos migratorios, exclusión social y estigmatización. Ha publicado Mujeres migrantes. Un estudio de caso sobre las migraciones internas en la provincia de Misiones, Posadas (Posadas —Argentina—, Universidad Nacional de Misiones, 2005). Entre sus artículos se encuentran: "Migraciones rurales femeninas en Argentina" (Revista Ager, 5, España, 2006), "Trabajo, exclusión social y enfermedad" (Sociología del Trabajo, 57, España, 2006), "Identidades, nacionalidad y frontera en el Mercosur" (Revista Sociológica, 57, México, 2005). En la actualidad desarrolla la investigación titulada "Comunidades asiáticas y economía. Empresariado étnico y transnacionalismo", llevada a cabo por el equipo de investigación Red de Investigación sobre Comunidades Asiáticas en España (RICAE–Fundación–CIDOB).

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