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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.3 no.3 Tijuana ene./jun. 2006

 

Nota crítica

 

La política migratoria japonesa y su impacto en América Latina

 

Adolfo A. Laborde Carranco

 

* Universidad de Quintana Roo.

 

El presente trabajo tiene como objetivo analizar la política migratoria de Japón hacia América Latina, con especial énfasis en la migración japonesa hacia Latinoamérica desde finales del siglo XIX hasta la tercera parte del XX. cabe mencionar que existen muy pocos trabajos que analicen la política migratoria japonesa y su impacto en Latinoamérica, y que la mayoría de ellos han sido escritos por autores japoneses y anglosajones, pero no así por latinoamericanos. Es por tal motivo que en la presente nota hemos querido darle una perspectiva netamente latinoamericana a la política migratoria japonesa. Para lograrlo, es necesario revisar algunas investigaciones sobre el tema.

 

La política migratoria de Japón hacia América Latina

Eizaburo Okuizumi (2004), uno de los principales estudiosos de la migración japonesa hacia las islas del Pacífico y Norteamérica, afirma que para comprender las causas de la migración japonesa se requiere entender la situación interna de Japón en la época en que ésta se inició, es decir, en el período Meiji (1868-1912). En ese entonces Japón se encontraba en un proceso de modernización que trajo consigo muchos cambios. Entre ellos estuvo la reforma agraria y la modificación de las relaciones socioeconómicas de los nuevos dueños de la tierra y los campesinos (Toyama, 1951:21-44). En esa época muchos terratenientes no pudieron sostener sus propiedades debido al aumento de impuestos por la tenencia de la tierra, y muchas de esas propiedades pasaron de dueño a jornalero en un lapso muy breve. Asimismo, por los cambios tecnológicos que generó la modernización la mayoría de los pequeños propietarios cayeron en desventaja competitiva y finalmente en bancarrota. Estos acontecimientos trajeron consigo una aguda radicalización al interior de la sociedad japonesa. De esta forma, al no poder emplearse en sus comunidades de origen, los nuevos jornaleros comenzaron a emigrar a ciudades como Tokio y Osaka. Este movimiento migratorio obligó a que el gobierno japonés optara por enviar al exterior sus excedentes de población. De esta manera, la migración se inició como una estrategia para solucionar el problema del desempleo y las fricciones sociales derivadas del crecimiento desmedido de las ciudades. El primer movimiento migratorio se realizó en la tercera parte del siglo XIX, en específico hacia Hawai, pero luego, a finales del mismo siglo, la migración se extendió a Estados Unidos y Canadá. La política migratoria de Japón, bien planeada y de largo plazo, tomaba en cuenta todos los elementos para lograr el éxito (obediencia, voluntad, organización, planeación, orden y proyección), y ello alertó a los diferentes países, que trataron de poner restricciones a los migrantes japoneses. Okuizumi (2004) sostiene que la migración japonesa originó en Estados Unidos y Canadá una especie de histeria que se expresó en reacciones nativistas contra los recién llegados. De esta forma y respondiendo a las demandas de los ciudadanos, los gobiernos de estos países impusieron cuotas y regulaciones a la migración asiática. Esto originó que en 1907 Estados Unidos instituyera el acta denominada Gentleman Agreement y que en 1908 Canadá estableciera una norma restrictiva que sólo admitía la entrada de 159 migrantes japoneses al año. Incluso, la política de inmigración australiana únicamente aceptaba la entrada de gente blanca (Okuizumi, 2004). Ésta fue la razón de que la América Latina comenzara a figurar como una región de interés para el gobierno de Japón, que puso un mayor énfasis en la migración a México, Brasil y Perú. No obstante, un gran número de migrantes se dirigió al continente asiático, en especial a Formosa, Sakhalin, Corea y el sur de Manchuria. Como resultado de estos sucesos, a principios del siglo XX los gobiernos de Estados Unidos y Japón comenzaron a negociar de forma secreta acuerdos para regular la migración japonesa a este país. En las negociaciones el gobierno norteamericano pidió al de Japón que desalentara también la migración japonesa a México por temor a una posible migración transregional, es decir, los estadunidenses previnieron que México fuera utilizado como trampolín por los orientales para llegar a su territorio (Okuizumi, 2004:752-754). Y efectivamente, ésa era una práctica frecuente entre los migrantes japoneses que buscaban llegar a suelo estadunidense. Es por ello que la migración japonesa, al ser limitado su acceso a México, cambió su ruta hacia países de América del Sur. De no haber existido esta negociación, es muy probable que el país con mayor número de descendientes japoneses en América Latina hubiera sido México, no Brasil.

Por su parte, Daniel M. Masterson y Sayaka Funada-Classen (2004) rastrean las razones por las cuales Japón envió a sus ciudadanos al exterior; asimismo, interpretan los objetivos políticos y económicos de esta aventura. Desde sus inicios, la migración japonesa, además de solucionar el problema de la sobrepoblación, respondió al cometido de expandir, en la medida de lo posible, la influencia política y económica de Japón en el mundo. Esta tesis se sustenta en el activismo internacional de Takeaki Enomoto, en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, a finales del siglo XIX (Sekiguchi, 2004:161-170). Enomoto fue uno de los pioneros al promover la migración japonesa. A principios de 1890 envió agentes diplomáticos a México, Filipinas, Malasia y Fiji para que evaluaran la posibilidad del establecimiento permanente de japoneses en estas naciones (Masterson-Funada, 2004). De la misma manera, en la década de los treinta, Segimura, ex director del Buró de Comercio del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, patrocinó y extendió las relaciones comerciales entre Brasil y Japón. Segimura pensaba que abrir nuevas rutas comerciales mediante un embarque regular entre ambos países ayudaría a cumplir ese objetivo (Masterson-Funada, 2004). Cabe señalar que para tener éxito en la colonización japonesa en Brasil el gobierno japonés elaboró un eficiente aparato administrativo. La agencia que manejó y patrocinó la migración a este país fue la Federación de Migración de las Sociedades Cooperativas, la cual se estableció bajo la ley japonesa aprobada por la Dieta en marzo de 1927. Para mediados de los años treinta estas sociedades estaban establecidas en 44 de las 47 prefecturas de Japón. De igual forma, para consolidar los proyectos de colonización, el gobierno japonés extendió aproximadamente 800 mil yenes en préstamos durante los primeros años en que operó la federación (Masterson-Funada, 2004). Tras el éxito de la colonización en Brasil, el interés en promover la migración de sus ciudadanos hizo que el gobierno japonés creara en 1945 la Federación de las Asociaciones en el Exterior (Kaigai Kyokai Kabushiki). Igualmente, un año más tarde fue fundada la Asociación para la Promoción de la Migración en el Exterior (Kaigi Ijiyushinko Kabushiki Gaisha), que tenía como objetivo facilitar la colonización de los migrantes japoneses en el exterior, comprar tierras, construir caminos y prestar dinero a las colonias exitosas. Ambas organizaciones tenían bases de operación en América Latina y no es hasta 1963 cuando ambos organismos fueron fusionados para crear los Servicios de Migración en el Exterior (Kangai Ijyu Jigyodan, KIJ), que se responsabilizó de los inmigrantes japoneses en el exterior, especialmente de los residentes en Latinoamérica (Masterson-Funada, 2004). Siguiendo esta tendencia, en 1974 esta organización se convierte en lo que actualmente conocemos como la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Japanese International Cooperation Agency, JICA). Es por ello que se puede afirmar que desde principios del siglo XX, y mediante una diplomacia activa, el gobierno de Japón creó instituciones capaces de coadyuvar en la consolidación del interés del país; por ejemplo, aliviando su exceso de población al promover la migración hacia América Latina.

Hiroshi Matsushita (1993, citado en Stallings-Székely, 1993), por su parte, da cuenta de la política migratoria japonesa a partir del desarrollo histórico que experimentó Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Durante esta etapa, que va de 1945 a 1960, el país prosiguió con su estrategia de promover la migración a Latinoamérica. ¿A qué países? Lógicamente, a aquellos en los que se iban acrecentando paulatinamente los intereses (geo)económicos de Japón. Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Perú fueron los ejemplos más claros de esta estrategia (Stallings-Székely, 1993:93-108). La segunda etapa del ímpetu japonés tras la guerra comienza alrededor de 1960. En el inicio de este período se modificaron los tratados de seguridad con Estados Unidos y se generó una rápida expansión económica, la cual colocó a Japón en condiciones menos desfavorables que las que prevalecieron en los primeros años de la posguerra. El objetivo en esta época fue fomentar las exportaciones japonesas mediante la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD). Un hecho que ilustra esta política fue la creación en 1973 de la JICA y la apertura de sus oficinas en las principales capitales de América Latina. El gobierno japonés buscaba con ello nuevas opciones en materia energética y de inversiones. El acercamiento con América Latina en esta etapa es indiscutible. Matsushita señala que en las relaciones diplomáticas de Japón con los países latinoamericanos siempre hubo un elemento importante que a veces no es considerado como debe ser: la migración japonesa. A pesar de que el fenómeno migratorio fue un factor importante que delineó la política exterior japonesa en América Latina por muchos años (1897-1975), comienza a perder fuerza con el desarrollo de la economía japonesa en los setenta, cuando la relación evolucionó hacia un enfoque mucho más mercantilista. Asimismo, Matsushita considera que la ayuda japonesa vía la AOD de alguna manera se utilizó en los años sesenta y principios de los setenta para fomentar la migración, especialmente hacia los países con antecedentes migratorios o bien hacia los que la estaban recibiendo. Sobre este punto, el Libro Diplomático Azul de Japón, de septiembre de 1957, destaca que los objetivos inmediatos de la política exterior japonesa durante los cincuenta y principios de los sesenta fueron promover relaciones amistosas con las naciones de Asia, una diplomacia económica y el reajuste de las relaciones con Estados Unidos (MOFA, 1957:6). Estos principios no significaban que América Latina estuviera fuera de los objetivos de la política exterior japonesa; existen elementos que nos muestran la importancia que la región tenía para el gobierno japonés. Un ejemplo de esto fue la apertura en los años cincuenta de representaciones diplomáticas en Perú, Chile, República Dominicana, Cuba, Colombia y Venezuela (MOFA, 1957:8). De la misma forma, el reporte hace referencia a la expansión de la diplomacia japonesa por medio de la cooperación económica y el fomento de los lazos de amistad con otras regiones del mundo, entre las cuales se destaca América Latina (MOFA, 1957:11). En cuanto al factor migratorio, elemento importante en este estudio, el reporte del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón menciona que:

Está por demás afirmar que la migración de nuestra gente ayuda a solucionar el problema de nuestra población. En este sentido, es muy importante para nuestra política de amistad y cooperación internacional enviar al exterior, sin escatimar el número de migrantes, a quienes puedan contribuir con el desarrollo económico de otros países, sin importar que su profesión sea la de campesino, pescador, ingeniero o empresario... de esta manera, después de la guerra, ha sido necesario seleccionar a los migrantes que los países receptores requieren. Para este propósito, es necesario llevar a cabo conversaciones preliminares, así como estudios socioeconómicos y de terreno, con los gobiernos de los países que acojan a nuestros migrantes. Como resultado de este esfuerzo, en el año fiscal de 1954 hemos enviado 12 700 personas a 10 países; dentro de éstos, sólo 54 han sido destinados a Brasil. Pensamos enviar un número mayor de migrantes en este año. Con el objetivo de incrementar el número de inmigrantes, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón está aprovechando todas las oportunidades para apelar por esta causa en reuniones con los organismos internacionales, así como en las negociaciones que se llevarán a cabo con algunos países (MOFA, 1957:13).

De esta forma, y tomando como base los argumentos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón y de los autores consultados, consideramos que las prioridades de la política exterior japonesa en América Latina después de la Segunda Guerra Mundial fueron las siguientes:

a) Migratorias: impulsar y promover la migración y restablecer la confianza con las naciones latinoamericanas, y

b) Económicas: promover la cooperación económica mediante el comercio con los países de la región.

Sobre estos dos puntos, es muy factible que la ayuda se haya canalizado principalmente a las naciones que habían recibido o que estaban recibiendo migración. Matsushita (1994), empleando un modelo analítico de Japón como país receptor, forjador e impetuoso, señala que durante la etapa denominada "de recepción" (1945-1960) el interés más importante que tenía esa nación con América Latina era el factor migratorio, aparte de que pretendía recuperar la confianza en el ámbito internacional. En ese entonces, una de las principales preocupaciones y prioridades del gobierno japonés fue cómo hacer frente al exceso de población que originó la repatriación de los japoneses (cinco millones) que vivían en los territorios ocupados antes de la guerra. Éste fue uno de los mayores problemas nacionales después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Con la pérdida de los territorios de Manchuria y la restricción de Estados Unidos a la migración asiática, la única opción para aligerar el problema fue enviar nacionales japoneses a América Latina (Matsushita, 1994:80).

De la misma manera, Matsushita hace referencia a las declaraciones en 1958 del director de la Sección de Migración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, Fujio Uchida, quien destaca los esfuerzos del gobierno japonés para incrementar la migración a América Latina bajo el argumento del beneplácito de los países latinoamericanos. Igualmente, señala que la migración debía ser la medida para resolver los problemas demográficos que enfrentaba Japón en aquel momento (Matsushita, 1994:80-81). Por su parte, Iyo Kumimoto refuerza estas ideas afirmando que después de la Segunda Guerra Mundial, como resultado de la repatriación de los japoneses que vivían en las antiguas colonias, la población de Japón pasó de 72 a 82 millones de habitantes. El desempleo se incrementó y la pobreza fue severa durante la década de los cincuenta, particularmente en las zonas rurales (Kumimoto, 1994:112, citado en Stallings y Székely, 1994). De esta manera, consideramos que la migración fue pensada como una solución a la problemática del excedente poblacional.

En síntesis, podemos concluir que el interés nacional japonés de principios y mediados del siglo XX fue apoyar la migración con el objetivo de crear e impulsar relaciones comerciales más dinámicas con América Latina. De esta manera, el interés nacional siempre estuvo relacionado con la migración y con el comercio como una forma de defender la seguridad nacional, a la vez que con la promoción de las exportaciones, la expansión de los mercados y el suministro de materias primas para el desarrollo económico nacional. Estas conclusiones son reforzadas por el hecho evidente de que los flujos migratorios hacia los países latinoamericanos fueron considerados por Japón como estratégicos. Según datos del Ministerio de Relaciones Exteriores del Japón de 1899 a 1979, los países que más migrantes recibieron fueron Brasil (241 835), Perú (33 075), México (14 496), Argentina (7 892), Paraguay (7 560) y Bolivia (2 064). Entre las comunidades de japoneses establecidas en los países mencionados están La Colmena, Chávez e Ita, en Paraguay; Sao Paulo, Brasil; Buenos Aires, Argentina; Lima, Perú; la ciudad de México, y Cochabamba, Bolivia. En esas y otras comunidades hay fuertes inversiones en infraestructura, educación y cooperación técnica del gobierno japonés. Finalmente, cabe mencionar que la política migratoria japonesa hacia América Latina siempre estuvo concatenada con el interés nacional de Japón. La relación que guarda Japón con América Latina, sin lugar a dudas, está aderezada con la importancia que guardó la migración. Si a ésta no se le toma en cuenta, resultará difícil entender la compleja relación que mantiene este país con algunas naciones latinoamericanas. El caso de Alberto Fujimori en Perú o el retorno al Japón de los descendientes de primera o segunda generación (nissei o sansei) de los emigrantes japoneses establecidos en Brasil, Perú, México, Argentina, Paraguay y Bolivia son claros ejemplos de ello.

 

Bibliografía

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Información sobre el autor:

ADOLFO A. LABORDE es candidato a doctor en ciencias políticas por la Universidad de Kobe, en Japón. Posee una maestría en relaciones económicas internacionales y una licenciatura en relaciones internacionales. Actualmente es profesor-investigador del Departamento de Estudios Políticos Internacionales de la Universidad de Quintana Roo, en Chetumal. Ha sido profesor en instituciones como el Morton College, en Chicago, y la Universidad de Kobe. Fue funcionario de campo de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, director ejecutivo de la Federación de Hidalguenses en Chicago y asesor en asuntos migratorios y prensa en el Pilsen Little Village Community Center, Inc., también en Chicago. Dirección electrónica: alaborde@balam2.cuc.uqroo.mx.

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