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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.3 no.3 Tijuana ene./jun. 2006

 

Artículos

 

Movilidad, desarrollo y subdesarrollo. Emigración y permanencia en una comunidad del Alto Atlas marroquí

 

Joan Lacomba y María Jesús Berlanga

 

* Universidad de Valencia.

 

Fecha de recepción: 20 de julio de 2005.
Fecha de aceptación: 7 de diciembre de 2005.

 

Artículos

En este artículo tratamos de desvelar las dinámicas contradictorias que se generan entre el desarrollo y los procesos migratorios a partir del caso de una comunidad rural en Marruecos (la del grupo de los Ait Haddidou en el Alto Atlas Oriental). Nuestro principal objetivo es mostrar cómo en el grupo de población que nos ocupa tanto la movilidad como la inmovilidad han constituido estrategias de supervivencia en un medio que acumula numerosas problemáticas. En este contexto de subdesarrollo en transformación, la emigración internacional tiende a adquirir una mayor fuerza en el imaginario de los habitantes, aunque la materialización de la misma sea aún escasa. sin embargo, todos los procesos en curso (creciente comunicación con el exterior, intervención de ongs, llegada de turistas...) apuntan a un incremento de la emigración en los próximos años, en la medida en que se tejen nuevas redes y se identifica cada vez más el desarrollo con una rápida modernización sin sopesar sus costos.

Palabras clave: migración internacional, movilidad, desarrollo, Marruecos, España.

 

Abstract

This essay deals with the contradictory dynamics that are generated between the development and the migratory process in a Moroccan rural community (the Ait Haddidou group in the oriental High Atlas). Our main goal is to demonstrate how in this group both mobility and immobility had become surviving strategies in a way that accumulates numerous problematic. In this underdevelopment transformation context, the international migration becomes a major force in the peoples imaginary, though its materialization is yet scarce. Nevertheless, all the process (increasing communication with the exterior, ong's intervention, tourists arrivals) points to a migration increase in the next years, while there has been weaved new nets and development appears with modernization whitout considering its high costs.

Keywords: international migration, mobility, development, Morocco, Spain.

 

Introducción

Desde las sociedades occidentales y, en general, receptoras de migrantes, es habitual preguntarse por qué la gente emigra, o más bien, por qué emigra a España y no a otro país, quizás con la esperanza de encontrar una respuesta que reduzca la angustia que produce el incremento de la población inmigrante. La pregunta (en sí mediatizada por la percepción negativa del fenómeno migratorio) suele ser respondida en términos que no ayudan a entender la complejidad de los movimientos migratorios. En este sentido, Gunnar Malmberg afirma que desde una perspectiva eurocéntrica las causas de la migración internacional pueden parecer fáciles de identificar, como ocurre con los diferenciales de renta entre el sur y el norte. Sin embargo,

si se mira más hacia la perspectiva africana, asiática o latinoamericana, probablemente solamente una pequeña parte de la población en estos continentes contemplaría la migración hacia el norte como una solución concebible, posible y preferible a sus problemas diarios. A la mayoría de los emigrantes potenciales no se les permite pasar las fronteras internacionales hacia los países del Norte. Pero incluso si la inmigración fuese libre, una mayoría abrumadora permanecería probablemente cerca de su hogar. La mayor parte de la población no tendría los medios para ir. Muchos están firmemente arraigados en las aldeas, las ciudades o los vecindarios en donde viven. Otros verían una vida en el Norte como inferior a la que ellos tienen. Bastantes no piensan en la migración como opción y algunos preferirían otros destinos a los países del Norte (Malmberg, 1997:21).

Es muy probable que muchos de los habitantes del Sur prefieran permanecer en sus lugares de origen -de hecho, sólo es una minoría la que emigra, y no hay que olvidar que esa minoría, como indica Christophe Daum (1993), permite que otros muchos miembros de la comunidad puedan quedarse allí-, pero la degradación de las condiciones de existencia, y sobre todo los efectos de la modernización sin medios sobre esas sociedades, hacen cada vez más difícil proyectar una vida apartada de la movilidad. Sin entrar a cuestionar la discutible voluntariedad de los movimientos migratorios en un contexto que empuja con fuerza creciente a los sujetos a adaptar sus vidas a las nuevas corrientes económicas y laborales,1 lo que nos interesa en este artículo es mostrar el trasfondo de las migraciones desde su origen, atendiendo los factores de salida, pero también de forma especial las resistencias y los factores de permanencia en los lugares de origen. Precisamente, en su obra International Migration, Immobility and Development, Thomas Hammar (1997) ha destacado cómo la mayor parte de las investigaciones en el campo de las migraciones se han centrado en estudiar el desplazamiento, bien sea desde la perspectiva del país de recepción o desde la del de partida. Sin embargo, son muy escasos los estudios que prestan atención a la inmovilidad de las personas o al análisis de las causas de la permanencia de la mayoría de las poblaciones en sus lugares de origen.

Siguiendo la línea planteada por Hammar, nuestro objetivo principal es analizar los efectos de la movilidad y la permanencia en la relación dialéctica entre desarrollo y subdesarrollo a partir del caso de una comunidad rural de Marruecos (los ait haddidou, que habitan en el Alto Atlas Oriental), así como el impacto de los cambios actuales en una probable activación del flujo migratorio en el seno de la misma.2 Lo que trataremos de hacer en las siguientes páginas es, por un lado, mostrar los vínculos entre la movilidad geográfica de las personas y los problemas de desarrollo en su sociedad y, por otro, entender cómo el hecho de marcharse o quedarse en la comunidad de origen puede estar condicionado por las dinámicas de desarrollo en curso.

Para ello introducimos una primera reflexión sobre la forma en que se ha abordado en la literatura migratoria la cuestión de los vínculos entre las migraciones y el desarrollo -como un debate no resuelto3 que hace manifiesta la necesidad de tomar distancia, sobre todo, de los enfoques clásicos de carácter economicista basados en la oferta y la demanda, así como de las teorías de la elección racional-,4 para a continuación extendernos en la evolución del contexto migratorio y de desarrollo en Marruecos. El resto del artículo se dedica a analizar con detalle el caso de la comunidad seleccionada, prestando especial atención a los numerosos cambios que pueden acabar incidiendo en la migración de sus miembros, como la apertura de nuevas vías de comunicación, el contacto con el turismo o las mismas acciones de las organizaciones de desarrollo.

 

La emigración y los problemas del desarrollo

La aparente contradicción entre unas y otras formas de apreciar los vínculos entre las migraciones y el desarrollo en la literatura especializada -algo que ya destacamos en el libro Migraciones y desarrollo en Marruecos (2004) y en lo que no nos detendremos aquí-,5 en el sentido de que la migración bien puede ser entendida como un factor o como un obstáculo para el desarrollo, podría limitarse si focalizáramos los análisis en medios concretos. Nuestra tesis al respecto es que las relaciones entre la migración y el desarrollo pueden ser objeto de apreciaciones diferenciadas en función de los contextos y las escalas de los análisis, sin que sea posible despreciar totalmente las valoraciones en uno o en otro sentido. En realidad, las relaciones entre las migraciones y el desarrollo son mucho más complejas de lo que pudiese parecer a simple vista, hasta el punto de que bien pueden retroalimentarse mutuamente o mantener dinámicas divergentes en espacios y momentos determinados, pero siempre en una misma esfera de relaciones que los vincula. Es por ello que resultan inútiles los planteamientos reduccionistas de algunas políticas y estrategias que tratan de incidir sobre una de las partes del binomio para operar un cambio en la otra -mayor desarrollo para una menor migración o menor migración para un mayor desarrollo-, olvidando, tal como ha escrito Kenneth Hermele, que el desarrollo es necesario para detener la emigración, pero éste no evita por sí mismo los movimientos migratorios (1997:136-145).

En Marruecos, sin ser un fenómeno nuevo (una reconstrucción histórica del flujo migratorio nos retrotraería, sobre todo, a los años cincuenta e incluso a la Primera Guerra Mundial), la emigración poblacional ha adquirido dimensiones considerables en las dos últimas décadas. En la actualidad se estima que tres millones de marroquíes están repartidos por todo el mundo, en especial en Europa (80% del total), y de forma muy particular en Francia, pero también en el norte de África, Oriente Medio y América del Norte. La Fundación Hassan II para los Residentes Marroquíes en el Extranjero cuantificaba en 2002 en 2 582 097 el número de emigrantes marroquíes en el extranjero; de ellos, 2 185 821 en Europa, 231 962 en el mundo árabe, 155 432 en América, 5 355 en África y 3 527 en Asia y Oceanía (véase www.alwatan.ma). En la actualidad las estimaciones superan los tres millones de emigrantes, lo que supone prácticamente que uno de cada diez marroquíes se encuentra en el exterior de su país.

En el caso de España, los inmigrantes procedentes de Marruecos superan ya los 500 mil, instalados en su mayor parte en las comunidades autónomas de Cataluña, Andalucía y Madrid. Según los datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, a finales de marzo de 2005 se contabilizaban en España un total de 396 668 inmigrantes marroquíes en situación regular (www.mtas.es). Si a ellos añadiésemos los que escapan a las estadísticas oficiales, es muy probable que la cifra global supere el medio millón de marroquíes. De hecho, y según datos de empadronamiento, el Instituto Nacional de Estadística cifró a comienzos de 2005 en 505 400 el número de los mismos (www.ine.es). Este importante volumen de población desplazada genera significativos impactos, tanto en origen como en destino, en términos económicos, laborales, demográficos, socioculturales y políticos.6

En Marruecos -como en la mayor parte de las sociedades en desarrollo que expulsan a un buen número de sus miembros- la emigración es fruto de los numerosos desequilibrios existentes y productora de otros nuevos desequilibrios.7 En el interior del país, la fuerte emigración del campo a las ciudades entraña numerosos problemas: precariza la vivienda y potencia el desarraigo cultural y social, el paro y la pobreza. A menudo, en los lugares de recepción de los emigrantes, las infraestructuras son insuficientes para absorber el crecimiento de la población, de manera que se estima que 8 por ciento de la población de las ciudades vive en barrios de chabolas. Más en concreto, Markus Stoffel ha calculado que la acogida de un recién llegado a la ciudad tiene un costo de dos mil euros para la comunidad, por lo que considera que sería más juicioso invertir antes para frenar el éxodo desde su origen (Stoffel etal, 2002:10).

Del otro lado, la emigración tiene como principal resultado la mejora de las economías familiares, pues las remesas que origina permiten cubrir las necesidades esenciales, utilizándose sobre todo para la compra de productos de primera necesidad (harina, aceite, azúcar, gas...), como parte de una verdadera estrategia de supervivencia por la que las familias sitúan a uno o varios de sus miembros fuera para mejorar sus condiciones de permanencia en origen. No obstante, frecuentemente son las familias mejor situadas las que más se benefician de esa situación. Por ejemplo, tal como se señala en el libro Mutations sociales dans le Haut-Atlas, en la tribu de los ghoujdama son las familias más pudientes las que mejor aprovechan el proceso:

Los emigrantes salidos de estas familias son los mejor remunerados, pues están generalmente escolarizados; además, el aporte del emigrante, junto con la posición de la familia, permite a ésta, de un lado, adquirir otros bienes (tierras y árboles frutales), y de otro lado, controlar las actividades económicas locales más rentables, a saber, el comercio y el transporte: todos los vehículos utilizados para el transporte tanto de personas como de mercancías pertenecen a estas familias. Así, las familias de notables, por medio del monopolio de la distribución de productos de consumo, se benefician más que otras de la emigración (Amahan, 1998:171).

Además, "los emigrados salidos de familias pobres y que han tenido éxito en la emigración se integran en las familias de notables por medio del casamiento" (Amahan, 1998:171). Todo ello hace que, como explica el marroquí Abdallah Laouina, en la medida en que los emigrantes mejoran su situación social en la comunidad de origen, pasan a constituir una nueva élite o bien se alían con las élites tradicionales para acabar consolidando las desigualdades que seguramente animarán a otros a seguir el mismo camino (2002:352).

Dichos efectos no son nuevos, como tampoco lo es la emigración y la movilidad de la población. Sin embargo, pese a ser un fenómeno antiguo, la emigración de los marroquíes también ha experimentado importantes cambios en los últimos años,8 lo que nos lleva a distinguir entre, al menos, tres tipos de desplazamientos: temporales, permanentes y definitivos. Así, y si bien en el pasado la emigración temporal se había planteado sobre todo como una necesidad laboral, en la actualidad la emigración (aunque finalmente no llegue a producirse) es vista como una alternativa de vida y toma la forma de migración definitiva,9 tanto en los desplazamientos internos como hacia el exterior del país. De hecho, en Marruecos los movimientos migratorios temporales internos han existido siempre (sobre todo en la época de la cosecha, cuando los hombres partían para trabajar en otras regiones con demanda de mano de obra agrícola). Incluso, se han dado otras formas de emigración, como la de carácter permanente, de la que Alí Amahan explica que no supone la desconexión sino la pervivencia de los lazos con la comunidad, especialmente a través del sostén de la propia familia. Esta emigración, caracterizada por el envío de dinero y bienes por parte del miembro emigrado al resto de la familia, se inició con el Protectorado, y supuso la movilización de hombres tanto para fines militares como para la realización de grandes obras públicas o para servir de mano de obra en las empresas coloniales. A partir de ese momento un gran número de hombres de las comunidades rurales van a dejar de ser campesinos para convertirse en obreros que van a estar dispuestos a dejar sus lugares de origen a cambio de un trabajo como asalariados (Amahan, 1998:163-167). En cambio, la migración definitiva es un fenómeno más reciente que va en aumento, y que supone en muchos casos el debilitamiento e incluso la ruptura de los lazos con la comunidad de origen, en especial cuando la familia del emigrante se desplaza a otra zona de mayor urbanización o nivel de desarrollo, o cuando las relaciones con la familia se reducen a su forma nuclear.

De acuerdo con la estimación del Ministerio de Agricultura de Marruecos, actualmente el éxodo rural hacia las ciudades afecta cada año a 1.2 por ciento de la población rural y 56 por ciento de la población marroquí ya es urbana. Como apuntan algunos estudios, este incremento de la migración definitiva en estos últimos años se relaciona con la relativa mejora de las condiciones de vida de la población rural (asfaltado de ciertas carreteras, programas de electrificación de la montaña marroquí, mejora de la recepción de las imágenes televisivas, expansión del teléfono móvil...). Este avance en infraestructuras ha facilitado la conexión de las comunidades rurales con el mundo moderno y se ha traducido globalmente en un creciente desinterés por la montaña y en el despoblamiento progresivo de las zonas más alejadas (Stoffel etal., 2002:9-10).

Otros factores que han influido en el incremento de las migraciones más recientes tienen que ver también con las transformaciones del medio rural. Así ha ocurrido, por ejemplo, con el aumento de los niveles de escolarización en las comunidades rurales, lo que habría funcionado como un factor potenciador de la emigración. A este respecto, el antropólogo Alí Amahan señala, basado en el caso del grupo de los ghoujdama del Alto Atlas, lo que ha supuesto para muchas comunidades rurales la escolarización:

La emigración y la introducción de la institución escolar son los dos fenómenos sociales más importantes que ha conocido la tribu en los cincuenta últimos años. Estos factores de cambio operan dentro de la tribu, en el plano de las relaciones entre las comunidades locales y el conjunto del país como el resto del mundo, como en el plano económico, con la introducción de nuevos productos de consumo. El aporte de la emigración sirve a numerosas familias apenas para satisfacer las necesidades engendradas en parte por este fenómeno. La institución escolar pasa a jugar plenamente su rol formando a futuros emigrantes. El aprendizaje del árabe dialectal, de la escritura, de la lectura representa un logro importante para el futuro emigrante (Amahan, 1998:272).

La emigración está igualmente relacionada con las desigualdades crecientes que en los últimos años están apareciendo en el medio rural y con el incremento del individualismo en sociedades que hasta hace poco se basaban en un fuerte sentimiento de comunidad (que en algunos grupos todavía persiste, así como algunas de las instituciones propias, aunque su debilitamiento progresivo cada vez es más rápido). Laouina recalca que esta situación se ha extendido a la región del Atlas, cuya población, dice, se ha convertido en una sociedad compuesta y con fuertes desigualdades. Para Laouina esta sociedad es heterogénea y en ella coexisten estructuras tradicionales y modernas (cambios de hábitos cotidianos y escolares, medios de transporte modernos...). Así, escribe que

la organización tribal persiste, sobre todo en el Alto Atlas Central y Oriental; las manifestaciones culturales locales están vivas, animadas por el turismo. Pero nuevos elementos hacen aparición, con relación a la desigualdad de las rentas, la multiplicación de los hogares sin tierras (alrededor de un tercio de ellos) y la concentración de nuevos medios en manos de una minoría de agricultores. Las formas de entreayuda en el trabajo tienden a desaparecer y el espíritu colectivo también, mientras se desarrolla el sistema de salarización. El hábitat evoluciona con el desbordamiento de algunos douares, pero sobre todo con la constitución de un hábitat de tipo urbano a lo largo de algunos valles (Laouina, 2002:351).

Es éste en realidad el inicio del proceso migratorio, cuando las poblaciones de las zonas de la montaña más aisladas se mudan a las aldeas cercanas al zoco semanal con el fin de mejorar sus condiciones de vida y gozar de algunos servicios. Posteriormente se desplazan hacia los centros administrativos más próximos (como veremos más adelante en el caso de nuestro estudio), para dar después el salto hacia la ciudad, y si es posible, puede que una vez allí traten de llegar hasta Europa. El resultado es que la emigración desde las montañas ha alcanzado grandes proporciones. De acuerdo con los datos proporcionados por Laouina, por ejemplo, en el Atlas Central la emigración temporal alcanza al 11 por ciento de la población entre los ait sedrate, o al 13 por ciento de los ait attab si se trata de la emigración al extranjero, mientras que en el macizo del Mgoun más de una cuarta parte de los habitantes se ha visto afectada por la emigración, lo que se acompaña de la desintegración de las instituciones sociales tradicionales, la penetración de la economía de mercado y la difusión de innovaciones y hábitos urbanos (Laouina, 2002:359).

La cuestión principal es que, en conexión con los hechos expuestos, y a medida que las diferencias entre las realidades socioeconómicas de unas y otras regiones del país se incrementan -y sobre todo entre la realidad nacional y la internacional-, la emigración adquiere un mayor valor. A su vez, la creciente conexión de la economía nacional con la economía internacional en el proceso de globalización también tiene efectos cada vez más directos en la ampliación de los flujos.10

 

Inmovilidad y subdesarrollo en una comunidad del Alto Atlas

El grupo de población que nos ocupa está compuesto por alrededor de 20 mil personas, distribuidas en una franja de territorio de 50 kilómetros a lo largo del río Assif Melloul. Los habitantes, pertenecientes al grupo étnico bereber de los ait haddidou, se hallan distribuidos en 20 núcleos (dos grandes poblaciones, como son Agoudal e Imilchil, y diversos pueblos y aldeas de tamaño variable), más algunas pequeñas agrupaciones y casas dispersas. El valle del Assif Melloul se encuentra enclavado en las montañas del Alto Atlas Oriental, a una altura superior a los dos mil metros. Su aislamiento ha sido y sigue siendo considerable, rodeado de montañas que permanecen cubiertas de nieve una buena parte del año y con escasas vías de comunicación con el exterior. Sólo una carretera totalmente asfaltada pone en contacto al valle con la ciudad de Rich, situada a 130 kilómetros de distancia hacia el este, mientras que dos pistas en proceso de mejora conectan con la población de Tinghir al sur (80 kilómetros) y con las de El Ksiba y Beni Mellal al oeste (160 kilómetros), los núcleos de población más importantes de la región. Por esas tres vías circulan camionetas y camiones de transporte colectivo con notables dificultades y horarios indeterminados.

Durante muchos años el contacto con el exterior también se ha visto notablemente limitado por la precariedad de los sistemas de comunicación. Incluso, la telefonía móvil no es operativa en la zona, y los escasos teléfonos públicos (sólo algunos teléfonos privados se hallan instalados en los negocios turísticos) funcionan de forma intermitente, dependiendo de las posibilidades de que las placas solares que alimentan las correspondientes baterías recojan los suficientes rayos solares en unos cielos habitualmente cubiertos. Igualmente, la electricidad tampoco se encuentra conectada a las redes nacionales, por lo que es proporcionada por grupos electrógenos y su suministro está limitado a cuatro horas diarias (en aquellas poblaciones que disponen de ellos), cuando ni las averías ni la escasez de gasóleo lo impiden. Ello ha dificultado la recepción de la televisión en buena parte de los hogares, aunque cada vez hay un mayor número de aparatos, especialmente en los locales públicos, a los que no tienen acceso las mujeres. En cambio, los jóvenes pasan cada vez un mayor número de horas de su tiempo libre en los cafés, atentos a las pantallas en que pueden visualizar los canales nacionales y extranjeros (no es necesario insistir en que estos últimos son los que tienen un mayor éxito).

El territorio en el que viven los ait haddidou se encuentra sometido a severos límites ecológicos. La sobreexplotación y la progresiva desertización de la montaña hacen que ésta ya no pueda proporcionar los recursos suficientes para atender las necesidades de la población (por ejemplo, la desaparición de la vegetación ha hecho que se reduzca el tamaño de los rebaños, mientras que la escasez de tierras cultivables impide la existencia de explotaciones agrícolas orientadas a la producción comercializable, incluso en un régimen cooperativo).

Acerca de la economía de la región, profundamente deprimida, sólo puede decirse que es de subsistencia. Salvo el centro administrativo del valle (Imilchil), donde la actividad comercial cuenta con un cierto dinamismo y se puede observar la construcción de nuevas casas y la apertura de pequeños negocios, el resto del territorio permanece en un estado de notable estancamiento. De momento, sólo el turismo aparece como una de las escasas alternativas que proporcionan algunos ingresos y empleos, pero contiene -como más tarde veremos- el riesgo de acabar incrementando la emigración de los jóvenes, siguiendo el ejemplo y hasta el camino de retorno de los propios turistas.

Este estado de cosas tiene que ver en buena medida con la propia actitud del Estado, quien ha favorecido durante décadas el aislamiento de la región, desentendiéndose de ella como castigo por su oposición al poder central.11

En cuanto a la movilidad de la población, y al igual que ocurre en el conjunto del Marruecos rural, la emigración de los hombres ait haddidou no es un fenómeno nuevo; de hecho, cobró un especial impulso desde la década de los setenta con el desplazamiento hacia otras regiones del país, como resultado de un deterioro de las condiciones de subsistencia de la tribu. Algunos autores, como Michael Peyron (1992), opinan que los ait haddidou se han adaptado de un modo satisfactorio desde hace mucho tiempo a los cambios que entraña la emigración, aunque las autoridades traten de frenar el éxodo rural hacia las ciudades. Tal como indican los escasos estudios de la zona que atienden a la emigración,

el fenómeno migratorio caracteriza a esta región, que no dispone de riquezas capaces de mantener una población cada vez más joven. La región ha conocido siempre movimientos de población, movimientos estacionales de mano de obra a la búsqueda de recursos no generados por la unidad de producción, pero también movimientos migratorios más prolongados, incluso definitivos con cambio de residencia, pero donde raramente ha sido vendida la tierra. Aquí también se guardan siempre lazos estrechos con el douar de origen (mamva, 2000:125-126).

En el valle del Assif Melloul han sido y son frecuentes las migraciones temporales a las ciudades, donde los hombres trabajan como mano de obra en el sector de la construcción o en las carreteras. Principalmente, se marchan a ciudades relativamente cercanas, como Errachidia o Khenifra, donde ya existen redes iniciadas por otros miembros de la comunidad.12 Esta emigración suele tener una media de duración de entre tres y seis meses, efectuándose sobre todo durante el invierno, ya que el verano está marcado por una intensa actividad agrícola (labranza, cosecha y trashumancia), en la que la presencia de hombres es imprescindible. Otros emigran hacia la región de Tadla (Beni Mellal) para enrolarse como temporeros agrícolas. El Ministerio de Agricultura marroquí estima que esta emigración temporal sería mayor si algunos douares no estuvieran tan aislados y si la población rural tuviera un mejor dominio del idioma árabe (MAMVA, 2000:125-126).

El Ministerio de Agricultura marroquí ofrece cifras aproximadas de las dimensiones de este tipo de migraciones en el valle: en la comuna rural de Amouguer habrían emigrado alrededor de un centenar de personas (diez por cada douar ) hacia otros lugares de Marruecos; en Outarbate hubo 170 migrantes (una persona por hogar); en Imilchil, 250, y 95 en Agoudim. La duración de la emigración oscilaría entre los tres y los seis meses en Amouguer y alrededor de los seis meses en el resto de las comunas (MAMVA, 2000:125).

Lo novedoso de la situación en nuestros días es que una parte de esta emigración temporal se ha convertido en definitiva y que hay un incremento en la pretensión de emigrar al extranjero. De todos modos, a diferencia de lo que ocurre en otras muchas zonas de Marruecos, el subdesarrollo de la región no ha generado un flujo de migración internacional debido a su excesivo aislamiento. Ello ha evitado las múltiples dependencias que tienen otras regiones de Marruecos, pero a un alto precio. Aquí no ha habido llegada de remesas (en la oficina de correos de Imilchil apenas tres familias reciben envíos desde el exterior, de forma más bien irregular), por lo que a la región no ha llegado la dinamización de la economía local, ni la construcción o mejora de los equipamientos colectivos que las remesas han acarreado a otros lugares. En el valle la emigración no ha tenido los efectos descritos por algunos estudios para otras zonas de Marruecos (Ait Hamza, Lazaar, Steiman). Allí la baja migración internacional ha tenido efectos contradictorios: ha frenado los cambios, pero se han evitado las consecuencias negativas de la emigración, y ha hecho que la población permanezca en el subdesarrollo en lugar de producir una movilidad impulsada por el desarrollo.

En realidad, la migración al extranjero en el valle del Assif Melloul es muy escasa por el momento: alrededor de una decena de casos, lo que supone una proporción ínfima sobre una población de unos 20 mil habitantes, en especial si es comparada con la incidencia de la emigración en otras zonas de Marruecos.13 Estos diez casos de emigrantes ait haddidou al extranjero tienen en común su destino europeo, aunque la migración se haya producido en momentos y circunstancias distintas. Al menos cuatro de ellos (dos de Imilchil y dos de Agoudal) originalmente migraron a Francia, en los años setenta, y retornaron tras haber llegado a la edad de jubilación o haber considerado finalizada su experiencia migratoria. En cuanto a los seis casos restantes (todos ellos de la zona de Imilchil, a excepción de un joven originario de Amouguer), se trata de una emigración mucho más reciente, en dirección a España, a excepción de una joven casada con un europeo e instalada en Bélgica. De los cinco emigrantes asentados en España, cuatro se localizaban en la provincia de Barcelona: el hijo de un mecánico de Imilchil, el joven de Amouguer (casado con una española) y dos hombres de mediana edad de una misma familia de la aldea de Boutaghbalou, anexa a Imilchil, mientras que un oriundo de Imilchil, cuya familia en la actualidad vive en Khenifra, se halla en la provincia de Madrid.

Podría decirse, entonces, que ha existido un primer período de emigración clásica (la emigración laboral de los setenta hacia Francia) y un segundo período de nueva emigración (la de los jóvenes que a comienzos de los noventa se aventuran en España), y que entre ambos ha habido una etapa de inmovilidad, como resultado, sobre todo, de la debilidad del flujo. De hecho, por ejemplo, no son pocos los jóvenes que salen al exterior para realizar estudios o para trabajar como guías turísticos en otras zonas de montaña e incluso en las ciudades. El retorno de la mayor parte de ellos, en consecuencia, sólo se explica por la ausencia de redes étnicas o familiares que les permitan subsistir en el exterior de la comunidad, tal como ellos mismos manifiestan.14 Sin embargo, los jóvenes que se relacionan con el turismo tienen cada vez más posibilidades de establecer contactos con personas procedentes de los potenciales países de recepción de migrantes. En este sentido, la información facilitada por los visitantes, pero sobre todo los medios y el bienestar de que hacen gala, alimentan el imaginario de los jóvenes sobre sus posibilidades de éxito fuera de Marruecos.

Pese a que las localidades con que se encuentra conectado el valle cuentan con una importante cifra de emigrantes internacionales (tanto Tinghir y el valle del Todgha, como Rich y el valle del Ziz o la planicie de Beni Mellal, se caracterizan por una fuerte emigración al extranjero), ello no parece haber incidido en una mayor emigración. De todos modos sí es posible advertir un cierto fenómeno de reemplazo, en tanto que a lo largo de los últimos años muchos pobladores del valle han trasladado su residencia a las localidades citadas, mientras que los habitantes de éstas marchaban a Europa. Igualmente se han producido dinámicas de movilidad local en dirección al centro administrativo de Imilchil. Por ejemplo, obreros de otras localidades del valle que se desplazan para trabajar en la construcción de viviendas e incluso personas de pueblos como Aghbala o Ait Hani, que se encuentran fuera de la región, que acuden para trabajar en los locales turísticos en tareas de limpieza o vigilancia.

Lo más destacable es que la mayor parte de las familias del valle -y en especial de Imilchil- cuentan con algún miembro que ha emigrado a otras poblaciones de Marruecos, en especial a las más próximas. Algunos de esos migrantes internos se han convertido posteriormente (ellos mismos o sus hijos) en migrantes internacionales. Sin embargo, al no haberse cortado los lazos familiares entre la población del valle y la población originaria residente en otros lugares del país, los habitantes consideran a los que se encuentran en el extranjero como sus propios emigrantes y la experiencia de éstos tiene un notable impacto en los que han permanecido allí. De tal manera, las visitas vacacionales de los que se encuentran en la ciudad o fuera del país, pero que ya no tienen su residencia en la zona, también tienen un notable efecto de demostración en los que siguen viviendo en el valle.

A este respecto, la antropóloga francesa Michéle Kasriel ha mostrado cómo las transformaciones producidas por la emigración tradicional pueden llegar a afectar a las relaciones entre las dos principales fracciones de los ait haddidou que viven en el valle, por lo que es previsible que las nuevas migraciones generen aun mayores desequilibrios. Así,

los ait yazza, considerados como más pobres y menos numerosos, se han convertido en mayoritarios, mientras que los ait brahim, que se consideraban como la rama noble de la tribu, han perdido su importancia numérica. Esta inversión se explica por la apertura que se ha producido entre los ait yazza en el curso de estos diez últimos años. Más cercanos a las vías de comunicación conectadas con las regiones con economía de mercado (llanura de Tadla, Medio Atlas), se han abierto hacia el exterior, es decir, hacia el norte, en dirección hacia la tribu vecina: los ait sokhman, más ricos y con mayores lazos comerciales con el sector moderno de la agricultura. Yendo a trabajar a sus tierras o a sus explotaciones forestales, los ait haddidou se han convertido en asalariados; confrontados a otro modo de vida, empiezan a contraer matrimonios exógamos, sin que por ello la organización familiar parezca haberse transformado (Kasriel, 1989:46).

Kasriel apunta que la fracción ait yazza parece estar más abierta a los cambios, en tanto que no tiene privilegios que conservar. De ello resulta una emigración más elevada, que se limita de todos modos a las regiones fronterizas de su territorio. Por ello, cuando en 1970 la situación económica en el Assif Melloul se degrada y los ait haddidou se ven obligados a abandonar el valle para encontrar trabajo y otras fuentes de ingresos, son los hombres ait yazza los que se orientan más fácilmente hacia el exterior. Trabajan como temporeros en la agricultura y en los bosques o como mano de obra en las construcciones de sus vecinos más ricos, los ait sokhman de Aghbala y El Ksiba,15 pero sin alejarse demasiado de sus lugares de origen. Además, no abandonan su perímetro lingüístico propio del Medio Atlas. Por el contrario, los ait brahim, pese a representar inicialmente la fracción más rica de la tribu (poseían los rebaños más grandes), se han empobrecido progresivamente al verse afectados por las sequías y la consecuente reducción del número de cabezas de su ganado, sin que hayan buscado fuentes económicas alternativas. Por su parte, los ait yazza han tratado de combinar la agricultura con las rentas de la emigración y han introducido nuevos cultivos en el valle, como las patatas.

Pero esta reinversión de las relaciones en el plano económico aún no se ha traducido en una reinversión en el plano simbólico, pues los ait brahim continúan ostentando la categoría de nobles dentro de la tribu. Más aferrados a sus tradiciones y refractarios a los cambios (las mujeres ait brahim siguen portando sus vestimentas distintivas, mientras que las ait yazza han aceptado el uso de vestidos y telas importados de otras regiones, así como productos textiles sintéticos), los ait brahim han conservado en mayor medida su cultura, pero pagando el precio de su relegación económica. Asimismo, un cierto sentimiento de superioridad de los ait brahim, por su antigua dedicación como pastores o guerreros, ha impedido que aceptaran trabajar como mano de obra en la agricultura, prefiriendo enrolarse en número significativo como soldados en el ejército. De esta forma, en tanto que los ait brahim ven los cambios con incertidumbre, los ait yazza (que tienen menos que perder) los han integrado y tratan de desarrollar la economía de mercado a través de la emigración regional o la potenciación del turismo (Kasriel, 1989).

 

Movilidad y desarrollo en una sociedad en transformación

La situación de relativa inmovilidad descrita en el apartado anterior ha comenzado a cambiar considerablemente en los últimos años y la migración internacional se ha convertido, al menos en el plano de las expectativas, en un factor que se debe tener en cuenta en las múltiples transformaciones en curso.

La próxima finalización de la carretera que unirá a Tinghir con El Ksiba y Beni Mellal, atravesando el Alto Atlas Oriental, comportará previsibles cambios en el valle. Con la mejora de algunos de los tramos actuales de pista, la localidad de Imilchil ya ha visto aumentar notablemente el paso de transportes colectivos y, sobre todo, de vehículos privados. En Imilchil y otras pequeñas localidades situadas junto a la pista, los negocios más boyantes son precisamente los talleres mecánicos y los cafés y pequeños alojamientos que sirven de lugar de parada a los que circulan por esta vía. El cartel colocado a la salida de Imilchil, que indica la distancia existente hasta la ciudad de Casablanca (350 kilómetros), puede resultar premonitorio del camino que muchos jóvenes tratarán de tomar si no disponen de incentivos para permanecer en su lugar de origen. En la actualidad, las expectativas de la gran mayoría de los jóvenes pasan precisamente por salir del país, incluso sin desplazarse antes a otros lugares de Marruecos.

La conexión no sólo geográfica sino también económica con el resto del país se presenta como el principal motor de los cambios. Aunque la salarización y la monetarización de la economía no sean nuevas en la zona -de hecho, la emigración de comienzos de los años setenta hacia otras regiones de Marruecos ya se produjo como resultado de la conexión de la economía tradicional con la de mercado-, la escala adquirida por la gradual conversión de una economía de autosubsistencia en una economía capitalista sin medios ha supuesto la pauperización de muchas familias y la búsqueda de nuevas vías para el acceso al dinero; por ejemplo, mediante la creación de pequeños negocios (tiendas, talleres, cafés, teleboutiques o albergues), pero también a través del trabajo en el exterior. En este proceso los productos locales son sustituidos en grado creciente por otros importados de las ciudades a elevados precios, al igual que ocurre con la sustitución de alimentos producidos localmente por otros adquiridos en los mercados del área. El resultado es que muchas de las tierras dedicadas anteriormente al cultivo de productos para la alimentación familiar ahora se emplean para la plantación de forraje destinado a animales que puedan ser vendidos y obtener así una pequeña renta, o bien para producciones agrícolas con un mayor valor en los mercados locales.

Al mismo tiempo, un fuerte proceso de aculturación y erosión de la identidad ha reducido notablemente los antiguos vínculos entre los miembros del grupo y de éstos con la cultura local y el territorio.16 El individualismo ha penetrado con fuerza, debilitando el sentimiento de comunidad, y los jóvenes cada vez se sienten más distantes de una cultura que identifican con el atraso y de un territorio que se ha degradado progresivamente. La desvalorización del propio patrimonio (simbólico y material) no es ajena a la idealización de todo aquello procedente del exterior, en especial de lo identificado con la esfera del progreso y la modernidad occidental. En cuanto a las modificaciones en el consumo y en la manera de trabajar, éstos se han acompañado de una ligera mejoría de los niveles de vida, a cambio de la desaparición de las instituciones y de las formas sociales y familiares tradicionales,17 aunque el debilitamiento de las tradiciones y de los mecanismos de organización y solidaridad comunitarios ha sido menor que en otras zonas afectadas por la emigración (Lazaar, 1990:138).

En ausencia de la migración internacional, la emigración de los hombres haddidou hacia el Atlas Medio para trabajar como asalariados también ha supuesto transformaciones en el seno familiar: las familias extensas se convierten en familias conyugales y los hijos asalariados y casados pasan a vivir en sus propias casas con su familia nuclear. Además, los hombres se convierten en los únicos financiadores del hogar, mientras que las mujeres no tienen más remedio que depender ahora de sus maridos.18 Los campos que hasta ahora ellas trabajaban son arrendados o confiados a algún pariente, con lo que pierden su principal recurso, su fuerza de trabajo, y quedan aisladas por su nuevo modo de vida. Lo mismo ocurre con los rebaños que pastoreaban y con la leña que recogían, que ahora tienen que comprar. De este modo, las mujeres abandonan sus ocupaciones en el exterior del hogar, pero pasan a desempeñar un mayor número de tareas domésticas.19 En palabras de Kasriel, ya no serán más que "simples ejecutantes de la reproducción social en la esfera de la familia" (Kasriel, 1989:72).

Todos estos cambios rompen con el tradicional equilibrio entre hombres y mujeres haddidou en la distribución del trabajo, un sistema en el que ellas se encargaban de la manutención de la familia, mientras que ellos asumían funciones guerreras, con las consiguientes modificaciones en la simbología del grupo. Tradicionalmente se valoraba el honor guerrero en el varón, pero con la emigración aparece una nueva racionalidad económica que permite establecer una valoración basada en la acumulación de bienes y de dinero, de tal forma que el principal atractivo del hombre para las mujeres ya no será su coraje ni sus capacidades guerreras, sino su salario (Kasriel, 1989:71).

Finalmente, otra importante fuente de cambios tiene que ver con el papel que recientemente vienen jugando las organizaciones no gubernamentales (ONG). El abandono de la región por el Estado ha favorecido la llegada y la creación de ONG en el valle. En los últimos años los únicos proyectos de desarrollo en la zona han sido los implementados por unas pocas ONG nacionales y extranjeras. Éstas han trabajado en proyectos centrados, más que nada, en la mejora de las infraestructuras (electricidad, agua potable... ) y en potenciar la escolarización (internados, jardines de infancia...). Pese a los limitados recursos empleados en tales acciones, éstas han tenido efectos palpables en la mejora de las condiciones de vida de la población, aunque los niveles generales de desarrollo siguen siendo notablemente bajos. Esta activación desde el exterior de un incipiente proceso de desarrollo ha permitido ampliar las perspectivas de mejora de los habitantes, quienes han asumido la emigración como una estrategia de rápido ascenso social.

Las ONG que trabajan en el valle tienen como uno de sus objetivos principales propiciar el desenclavamiento de las localidades, pero carecen de una reflexión y una estrategia vinculadas al fenómeno de la emigración. Esta lucha contra el aislamiento ha tenido como efecto la creciente conexión del valle con el exterior y, por tanto, la apertura de nuevas vías de contacto con un claro potencial para la emigración. Introducir las bases para un desarrollo que en realidad no es sustentable (la dimensión de los numerosos déficit y la desestructuración en aumento hacen de la sustentabilidad más un discurso que un logro) puede acrecentar los cambios pero no resolverá los problemas estructurales. En este sentido, las acciones en curso hacen emerger pequeñas islas de un tímido desarrollo en medio de un extenso subdesarrollo. La paradoja es que este desarrollo de baja intensidad no permite evitar la emigración, pero tampoco la empuja a una escala significativa para convertirla en un vector que alimente el mismo desarrollo.

 

Conclusiones

Analizar las migraciones exclusivamente como el desplazamiento entre un punto de origen y uno de destino es como no querer ver lo complejo de la movilidad de las personas. Como ocurre en el caso que hemos presentado, los desplazamientos actuales toman múltiples direcciones y obedecen a lógicas diversas. En realidad, esos desplazamientos tienden a integrarse en un sistema que hace que la movilidad sea funcional para el desarrollo, a pesar de sus elevados costos. En pequeñas comunidades, como la descrita, ha sido posible permanecer durante mayor tiempo al margen de la migración internacional, en tanto que también han estado desconectadas de los procesos de desarrollo nacionales, pero actualmente pueden verse arrastradas por la magnitud de los cambios sin disponer de mecanismos que canalicen sus efectos.

Hasta hace poco la población prefería permanecer en su región de origen y la emigración temporal a las ciudades era vista como un recurso inevitable, mientras que la emigración al extranjero era casi impensable. Sin embargo, la emigración se ha convertido en un deseo, no sólo relacionado con la falta de alternativas laborales, sino especialmente vinculado a la adquisición de un nuevo estatus, el que proporciona la categoría de ser emigrante en el extranjero. La llegada de funcionarios, turistas y canales de televisión del exterior ha tenido un gran efecto en este sentido, especialmente entre los jóvenes, que viven en una profunda frustración y ven en los turistas occidentales la manifestación de una clara superioridad material y tecnológica a la que aspiran legítimamente.20

La relativa inmovilidad de la población de otro tiempo podía ser, de hecho, una estrategia para economizar y aprovechar mejor los escasos recursos de la propia comunidad, evitando los riesgos de una emigración incierta. Sin embargo, la inmovilidad como estrategia ha dejado paso a la expectativa de la emigración a larga distancia como forma de cambio social. Es de esperar que, a medida que se avance en el desarrollo de determinadas regiones y comunidades hasta ahora aisladas, la población acoja la emigración como una estrategia para hacer frente a las nuevas necesidades. Así, el recurso a la emigración puede actuar tanto como una forma de acelerar los incipientes cambios, como una manera inevitable de sumarse a las transformaciones en curso sin quedar excluidos de sus hipotéticos beneficios.

Paradójicamente, los dos principales motores de desarrollo de la región en la actualidad, los proyectos de las ONG nacionales e internacionales y la actividad turística, también constituyen la fuente más directa de contactos para emigrar. Los extranjeros llegados como cooperantes o como visitantes muchas veces no sólo funcionan como ejemplo que deben seguir los jóvenes en sus comportamientos y aspiraciones, sino que ofrecen una valiosa información y proporcionan recursos de cara a la materialización del proyecto migratorio.

La experiencia nos muestra que los proyectos de desarrollo implementados por la cooperación nacional e internacional producen ciertas mejoras en las condiciones de vida de la población local, pero ello no es suficiente para impedir que la emigración siga produciéndose. En términos económicos, las ventajas que brinda la emigración a la población son muy superiores a los beneficios generados por la cooperación para el desarrollo.21 Una de las principales razones es que las rentas de la emigración tienen efectos directos en las economías familiares (suponen una transferencia de bienes y dinero fundamentales para una economía cada vez más monetarizada), mientras que las acciones de desarrollo contribuyen al bienestar colectivo a mediano y largo plazos (los servicios o la educación no son vistos por la población como un beneficio de un modo inmediato).22

Terminaremos el artículo con tres hipótesis sobre el futuro de las migraciones aplicadas a la zona de estudio, pero que podrían englobar a muchos otros lugares de similares características. A corto plazo, el efecto de un desarrollo contradictorio y desestructurante (las nuevas desigualdades creadas generan un importante grado de frustración) tendrá como resultado el incremento de la emigración, si se dan las condiciones y oportunidades necesarias, o al menos del deseo de emigrar. A mediano plazo, un desarrollo débil pero sostenido e integrador puede reducir los deseos de emigrar, aunque el flujo no se interrumpa una vez iniciado y continúe produciéndose debido a las nuevas dependencias creadas por la migración. De tal manera, el resultado puede ser que la emigración se "ralentice" al articularse adecuadamente con una activación del desarrollo económico local. Sólo a largo plazo, y con la combinación de desarrollo sustentable (las ONG han adquirido ese reto en sus acciones), profundización en su dimensión humana y participativa y una imprescindible asunción de responsabilidades por el Estado, es posible que la emigración deje de estar presente como único cálculo estratégico entre la población como manera de garantizar su bienestar, pero sin que desaparezca necesariamente.

 

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Notas

1 Véase sobre esta cuestión nuestro artículo "Emigraciones en la era de la globalización. Temas de debate y nuevas perspectivas" (2002).

2 Los datos e informaciones que se presentan en este artículo son fruto del trabajo sobre el terreno durante las visitas de los autores a la zona de estudio. En concreto, se realizaron tres estancias entre 2002 y 2003, la más extensa de ellas de una duración de tres meses. En el transcurso de ésta se desarrolló el grueso del trabajo de campo de una forma intensiva, y después se procedió a una observación sistemática de las dinámicas migratorias y de desarrollo en el seno de la comunidad, así como a la realización de múltiples entrevistas con los principales actores locales.

3 Esta dificultad a la hora de encontrar un acuerdo común ha sido destacada, entre otros, por Reginald Appleyard en el artículo "International Migration and Development: An Unresolved Relationship" (1992).

4 Sobre los enfoques clásicos en el análisis de las migraciones, uno de los trabajos españoles más completos sigue siendo el artículo de Joaquín Arango "Enfoques conceptuales y teóricos para explicar la migración" (2000).

5 Son cuestiones que por el momento han tenido escaso reflejo en la investigación española sobre las migraciones, quizás por la falta de una formulación teórica consensuada al respecto y porque continúan pesando en exceso enfoques metodológicos acordes para estudiar la inmigración pero no la emigración. Una excepción es el libro, coordinado por Ángeles Esc rivá y Natalia Ribas, Migración y desarrollo (2004), en cuyo capítulo introductorio las autoras presentan y analizan tanto las posibles formas de abordar las relaciones entre migraciones y desarrollo como los déficit en este sentido. Asimismo, hay que hacer referencia al libro editado por José Antonio Alonso (2004), y en especial el capítulo introductorio del mismo Alonso, en el que aborda las relaciones entre la emigración y el desarrollo desde el punto de vista de la economía.

6 Véase la descripción detallada de los mismos en el libro Migraciones y desarrollo en Marruecos (2004), de Jean Lacomba.

7 El caso de Marruecos guarda un enorme paralelismo con el de México (el escritor norteamericano Paul Bowles habla en algunas de sus obras de las similitudes en los paisajes físicos y humanos de ambos países). Los estudios de Rodolfo García Zamora, Miguel Moctezuma o Manuel Orozco -que pueden ser consultados en la página web de la red internacional de investigadores sobre migraciones y desarrollo: www.migraciony desarrollo.org- han puesto de relieve el impacto económico de la migración, el uso y las inversiones de las remesas, el papel de las asociaciones de migrantes, etcétera) en el desarrollo de las comunidades locales de México.

8 En ocasiones la emigración actual podría ser calificada en muchos casos hasta de compulsiva, por no ir acompañada de un cálculo de costes y beneficios.

9 No obstante, también ha existido un tipo tradicional de emigración definitiva que tenía que ver con períodos de especial dificultad relacionados con hambrunas o sequías, así como con la partida de los hermanos menores como estrategia para evitar el reparto de la herencia y la fragmentación del patrimonio familiar. Sin embargo, las motivaciones de la emigración definitiva actual son muy distintas.

10 Por ejemplo, la creciente liberalización del comercio de productos textiles procedentes de China empieza a tener efectos en el empleo de las empresas marroquíes, que no pueden competir con sus precios, a pesar de sus ya bajos costos laborales. En la región de Juribga, que es al mismo tiempo una zona de fuerte emigración, algunas empresas del ramo textil (la principal fuente de riqueza allí, junto con las remesas de los emigrantes) han reducido su plantilla en 2005, lo que hace prever, ante la falta de otras alternativas, que muchos de los desempleados acaben optando por la emigración.

11 Las poblaciones bereberes de Marruecos se han caracterizado habitualmente por su rebeldía respecto al Estado, que se apoya en el sustrato árabe.

12 El tema de las redes y su influjo en la estructuración y orientación de las migraciones adquiere en nuestro caso una especial importancia, aun cuando muchas veces la ausencia o la debilidad de las mismas redes es la que explica la baja incidencia de la emigración. Sobre los numerosos estudios en el campo de las redes, véanse los trabajos de Portes (1997), Massey (1998) y Gurak y Caces (1992).

13 Como indicador, y en claro contraste con otras regiones de Marruecos, el número de coches de emigrantes que circulan por el valle con matrículas extranjeras es muy escaso.

14 En las entrevistas mantenidas con algunos de ellos manifestaban la necesidad de disponer de medios económicos para permanecer en el exterior de la comunidad, incluso para trabajar, pues la mayor parte carecía de apoyos familiares en las grandes ciudades y centros del turismo.

15 Pese a disfrutar de una mejor situación económica, las poblaciones de El Ksiba y Aghbala (mucho más cercanas a Beni Mellal, granero actual de la emigración de los marroquíes hacia España e Italia) aparecen como importantes focos de emigración hacia el extranjero, en especial en dirección a España, tal como se refleja en el Atlas de la inmigración marroquí en España (López y Berriane, 2004).

16 La cuestión de las transformaciones de la identidad del grupo en el marco del proceso de desarrollo, y como efecto particular del impacto del turismo, es el objeto de la tesis doctoral de María Jesús Berlanga. Un primer avance de la investigación en curso se halla publicado, bajo el título de "Identidad y desarrollo en los bereberes de Marruecos. Transformaciones y contradicciones entre los Ait Haddidou", en la revista Quaderns de Ciencies Socials, núm. 2, 2005.

17 Instituciones como la twiza, o trabajo colectivo para el beneficio de la comunidad, han desaparecido prácticamente.

18 Por descontado, las mujeres quedan excluidas de la posibilidad de emigrar, pues en ellas reside la responsabilidad de mantener el grupo y hacer pervivir su identidad. Pero ello no impide que también las mujeres jóvenes expresen cada vez de forma más abierta sus deseos de acceder a un tipo de vida diferente en otro lugar.

19 Los únicos trabajos remunerados que las mujeres pueden hacer son la fabricación de pan para los cafés y la confección de mantas o tahendirt, que serán vendidas en el zoco por el marido o la madre. Pero ninguno de estos trabajos es suficiente para mantener a una familia (Kasriel, 1989:71).

20 No es de extrañar que los jóvenes que trabajan con los turistas sean, a pesar de disponer de mayores medios económicos que otros jóvenes sin empleo, los que expresan con mayor frecuencia su perspectiva de emigrar.

21 Esta cuestión es especialmente visible en términos macroeconómicos, pues sólo en 2001 Marruecos recibió un total de 3 686 millones de euros como remesas de los emigrantes, mientras que el conjunto de la ayuda al desarrollo recibida se elevó a 516 millones de dólares. Además, en términos microeconómicos, el dinero enviado por los emigrantes alimenta directamente a las economías familiares y les permite frenar la pobreza. Véase, por ejemplo, el trabajo de Jamal Bourchachen (2000).

22 Se trata de valoraciones recogidas en las entrevistas y conversaciones con miembros de la comunidad estudiada. Véase también, a este respecto, las conclusiones del estudio de S0rensen, Van Hear y Engberg que lleva por título "The Migration-Development Nexus. Evidence and Policy Options. State of the Art Overview" (2002), en donde se apunta la misma idea.

 

Información sobre los autores:

JOAN LACOMBA es profesor titular del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Valencia, en España. Es doctor en sociología y se ha especializado en estudios sobre inmigración, el Islam y el Magreb. Actualmente investiga los vínculos entre las migraciones y el desarrollo. Ha publicado Emergencia del islamismo en el Magreb. Las raíces sociopolíticas de los movimientos islamistas (La Catarata, 2000), El Islam inmigrado. Transformaciones y adaptaciones de las prácticas culturales y religiosas (Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, 2001) y Migraciones y desarrollo en Marruecos (La Catarata, 2004). Dirección electrónica: joan.lacomba@uv.es.

MARÍA JESÚS BERLANGA es investigadora doctoral del Departamento de Sociología de la Universidad de Valencia, en España. Es licenciada en antropología y realiza su tesis doctoral sobre "Género, turismo y desarrollo en el Marruecos rural". Ha publicado la monografía Identidady desarrollo en los bereberes de Marruecos. Transformaciones y contradicciones entre los Ait Haddidou (Universidad de Valencia, 2005). Dirección electrónica: m.jesus.berlanga@uv.es.

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