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Migraciones internacionales

On-line version ISSN 2594-0279Print version ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.2 n.4 Tijuana Jul./Dec. 2004

 

Reseña bibliográfica

 

Indigenous Mexican Migrants in the United States

 

Guillermo Alonso Meneses

 

Jonathan Fox y Gaspar Rivera-Salgado (eds.). La Jolla (California), Center for U.S.-Mexican Studies/Center for Comparative Immigration Studies University of California, San Diego, 2004

 

* El Colegio de la Frontera Norte

 

Hace 34 años, allá por 1971, el Instituto de Etnología de la Universidad de Berna convocaba, del 25 al 30 de enero, a un grupo de antropólogos de diferentes países americanos y europeos en la localidad de Bridgetown, Barbados, para participar en una ya histórica reunión en torno a los indígenas de América. La reunión se llevó a cabo bajo el título de "Simposio sobre la fricción interétnica en América del Sur" y a ella asistieron antropólogos tan caros a México como Guillermo Bonfil Batalla o Miguel Alberto Bartolomé. De esa reunión salió la Declaración de Barbados por la Liberación del Indígena, que tuvo importantes impactos. Casi siete lustros después podríamos preguntarnos, a la luz de aquella declaración, si la migración de indígenas mexicanos a los Estados Unidos es una forma de liberación. La respuesta, aunque difícil de saber, la tienen ellos. Y algunas de esas respuestas se podrían inferir de este libro, en cuyo origen hay también un encuentro, que se realizó en la Universidad de California en Santa Cruz (ucsc) con el título de "Indigenous Mexican Migrants in the US: Building Bridges between Researchers and Community Leaders".

No me consta que exista otra obra como ésta, por su ambición polifónica (que no políglota, lo cual no deja de ser desconcertante) o porque ofrece un panorama (más bien amplio) de la migración indígena de origen mexicano hacia los Estados Unidos. Sin embargo, aunque son todos los que están, no están todos los que son. A este respecto, la ausencia más notable es la de los migrantes náhuatl de distintas regiones (las Huastecas o la Sierra de Zongolica, entre otras) o estados de México (Morelos, Guerrero, Veracruz, Hidalgo o San Luis Potosí, por ejemplo). Y si insistimos en las ausencias, culturales para ser más exactos, la más sobresaliente es la de las lenguas indígenas (especialmente sus propios conceptos y categorías) en la inmensa mayoría de las investigaciones compiladas en este libro, a pesar de que hay investigadores que sí las conocen, como el mismo Felipe H. López.

El libro está estructurado en 20 capítulos organizados en torno a cinco partes. El primer capítulo, firmado por Jonathan Fox y Gaspar Rivera-Salgado con el título de "Building Civil Society among Indigenous Migrants", opera como una buena síntesis del libro y como una sumamente útil panorámica del fenómeno (tema, podrían decir otros), por algunas ideas pertinentes y perspicaces, o por la voluntad detallista, que queda evidenciada por el numeroso aparato de citas o por la misma bibliografía, no menos numerosa. Los capítulos 2 y 3 están dedicados básicamente a las reflexiones y testimonios de mujeres y varones indígenas, más los de un antropólogo andino, destacando el testimonio de don Rufino Domínguez Santos.

Desde hace 500 años, la experiencia histórica de los indígenas, nativos o aborígenes del continente americano —indio(a) parece cada vez más una noción contaminada con tintes racistas y políticamente incorrecta— ha sido una experiencia de discriminación, abuso, represión y matanzas. Primero durante la Colonia y después con las repúblicas, los pueblos indígenas han llevado las de perder frente a los más inimaginables actores e intereses. En este contexto, distintos tipos de desplazamiento y migración fueron y son una "salida" recurrente para "muchos" indígenas. Y esa "salida" ha dejado evidentes e importantes huellas, más profundas en las últimas décadas. Así, el libro no sólo le presta atención a distintas dimensiones del fenómeno (asociaciones y clubes vernáculos como la Tepeyac de Nueva York, inversiones con los dólares de migrantes, la transformación sociocultural de localidades de llegada como San Quintín, Clearwater, Fresno, etcétera), sino que privilegió a los migrantes oaxaqueños, en especial a los mixtecos y zapotecos, que son los más numerosos en Estados Unidos.

Pero aunque el caso más tratado es el de los oaxaqueños, ejemplo de ello son los mixtecos —¿ñuu savi?— en Baja California (capítulo 4, de Laura Velasco), migrantes oaxaqueños y mexicanos en general en Fresno (capítulo 5, de Martínez Saldaña), o mixtecos —¿ñuu savi?— en Oregón (capítulo 7, de Lynn Stephen) y zapotecos —¿diidzaj?— (capítulo 9, de López y Runsten), también encontramos referencias a yucatecos (mayas) y chiapanecos hablantes de tzotzil —¿batzil k'op?— y tzeltal —¿k'op?— (capítulo 12), estos últimos apenas tratados. También hay michoacanos —pu'répecha— (capítulo 13), triquis —¿driki?— (capítulo 14) o hidalguenses —¿ñahñú o hñahñú?— (capítulo 15). El capítulo 16 se centra en Nueva York, donde confluyen varias corrientes, especialmente de la Mixteca Sur, pero también de otros lugares de Oaxaca y Puebla, de Guerrero o incluso de Ciudad Nezahualcoyotl (sic). Pero pocos más. Porque, ciertamente, la migración procedente de Oaxaca es la que le da relevancia numérica a la migración indígena, especialmente en esa ya tópica Oaxa-california. No por casualidad, los mixtecos son el grupo étnico más numeroso en la región fronteriza México-Estados Unidos, por causa de la migración.

Pero antes de continuar reseñando la temática de otros capítulos, convendría señalar algunas debilidades de este libro: 1) la heterogeneidad en la calidad de las distintas aportaciones, tanto en forma como en contenido; 2) la desigualdad en la originalidad de los distintos planteamientos, que acentúa la discordancia entre los distintos acabados, y, de manera significativa, 3) el escaso, por no decir inexistente, trabajo en la propia lengua indígena (el castellano o español se muestra como la lengua de interlocución general). Estaríamos hablando de entrevistas y de etnografía sin etnovoces, etnodiálogos o etnocategorías en lengua nativa. La etnicidad indígena, su universo cultural, su memoria o experiencia histórica han sido "extraídos" o "conseguidos", por lo general, no en su propia lengua, sino en español, un argumento muy poderoso para etiquetar a estos migrantes como una variante de Hispanics en Estados Unidos, a pesar de su obvio hecho diferencial étnico.

Paradojas del destino, incluso libros que quieren rescatar la memoria, la realidad y la existencia de los indígenas pertenecientes a minorías étnicas de América manejan la propia lengua indígena como un obstáculo epistemológico. Prueba de ello es que el lector curioso se encontrará, como mucho, unas cuantas palabras indigenas o de origen indígena: guelaguetza, tequio, tlayuda, topil, coyote, Tepeyac, y no mucho más. Sólo en el capítulo 8 ("Alive and Well: Generating Alternatives to Biomedical Health Care by Mixtec Migrant Families in California") nos presentan un texto en tres lenguas: mixteco, español e inglés. No por casualidad; en ese capítulo Bonnie Bade hace un esfuerzo por construir un planteamiento lo más amplio (en el sentido de contextualizador) posible para realizar distintos análisis multidimensionales, consiguiendo, a mi modo de ver, el texto más original del libro. Incluso, su agradecimiento y dedicatoria ("... I dedicate this work to the Mixtec families in Mexico and California who have generously opened their lives and hearts to me...") no tiene parangón.

Mención aparte merece el trabajo de edición. Hay criterios que son cuestionables, descuidos que pueden comprenderse, aclaraciones que no estarían de más y omisiones que meten bastante ruido. Por ejemplo, se pudo haber respetado que la ciudad de aquellos libros editados en México continuara en español; su traducción al inglés es forzada, habida cuenta la gran cantidad de palabras en español o acentuadas que encontramos en todos los capítulos. No obstante que ese criterio se rompe en la página 464 cuando el libro de Besserer (1999b), con doble ciudad de publicación por la doble filiación institucional de la publicación, marca Culiacán (español)/Mexico City (inglés). A veces Málaga, el nombre de una localidad californiana, se acentúa (p. 136) y a veces no (p. 260). Paradójicamente, en uno de los mejores capítulos del libro (el noveno), de López y Runsten, encontramos citados autores y obras que no están en la bibliografía final, como Ojeda Ramírez (2000) en la página 255, De la Peña (1959) en la 259 o Munro (2002) en la 261.

Alguien debió aclarar por qué hay etnónimos a los que se respeta su grafía con tildes (por ejemplo "p'urépecha") y otros a los que no ("hñahñu", en vez de, por ejemplo, "hñahñú" o incluso "ñahñú"), sin mediar razón filológica que explique ese criterio arbitrario, ni por parte de los autores, ni por parte de los editores. Otras veces los editores permitieron una laxitud de método que enoja. Por ejemplo, Kearney y Besserer sólo tienen en su texto (p. 457) una sola cita bibliográfica en la que nos remiten a un pasaje textual (de Jonathan Fox) con su correspondiente página concreta. Pero debido a esa laxitud (¿editorial?) no se sabe a quién achacar la autoría de un pleonasmo de antología, al parecer citado: "gerontocracy of elder men" (p.458) , en lugar de gerontocracia masculina o de varones. Además de que no hubiera estado de más alguna contextualización teórica al concepto de "governance" (gobernanza), por mucho que sea un concepto de moda entre politólogos y planificadores, especialmente desde fines de los ochenta.

Por último, para cerrar este apartado de detalles, tampoco hubiera estado de más que alguien hubiera aclarado (una nota del editor) cuáles el estatus actual de organismos como el ins o el ini (ya transformados o desaparecidos). Y tómense estos señalamientos como una invitación a ser más pulcros en el trabajo de edición, aunque advierto que no desmerecen, para nada, el concepto original del libro. Son más los aciertos que se encontrará el lector.

Un acierto es incorporar capítulos como el de Velasco, que nos da la perspectiva del fenómeno en la región fronteriza del lado mexicano. De igual manera el de Kearney y Besserer, que muestra la huella de la experiencia migratoria en la política de los escenarios de salida. Otros son aquellos capítulos donde se hace el esfuerzo de aportar una perspectiva comparativa, ya que ganan en nitidez algunos perfiles o facetas del fenómeno migratorio. Por ejemplo, el 6 ("Collective Identity and Organizational Strategies of Indigenous and Mestizo Mexican Migrants"), de Gaspar Rivera y Luis Escala, y el 9 ("Mixtecs and Zapotecs Working in California: Rural and Urban Experiences"), de López y Runsten. E incluso el capítulo 13, de Anderson, donde se hace una comparación entre la comunidad de salida (Cherán, Michoacán) y la de arribo (Cobden, Illinois). Otros capítulos son meritorios por esclarecer aspectos metodológicos del Censo del 2000 de los Estados Unidos (como el 10, "Indigenous Mexican Migrants in the 2000 U. S. Census: Hispanics American Indians", de Huízar y Cerda) o por aportar perspectivas críticas a ciertas metodologías, U.S. Census incluido (como el 11, de Kissam y Jacobs, cuyos señalamientos son muy valiosos).

El lector atento encontrará claves contextualizadoras e interpretativas bastante acertadas, porque nos permiten pensar el fenómeno a la luz de un enfoque sensible a la experiencia de las mujeres y al empoderamiento femenino. La perspectiva de "género" (gender; ¿sexo?) la aborda, además del precitado capítulo 4 de Velasco, el capítulo 19, de María Cristina Velásquez ("Migrant Communities, Gender, and Political Power in Oaxaca"), o el mismo capítulo 20, de Centolia Maldonado y Patricia Artía ("Now We Are Awake: Women's Political Participation in the Oaxacan Indigenous Binational Front").

No hubiera estado mal que el libro se hubiera cerrado con el capítulo 18, el de Sergio Robles ("Migration and Return in the Sierra Juárez"), y así las últimas frases de esta obra hubieran sido toda una proclama: "Migrant, you who fled from misery and death only to arrive in a nightmare land of racism, pain unites us again in the trenches. Together we can defend our indigenous nationalism with dignity" (p. 481). ¿Ecos de la Declaración de Barbados por la Liberación del Indígena? ¿Influencias del ezln y el sub Marcos?

Sea como fuere, este libro es una referencia obligada para entender cabalmente la compleja migración mexicana hacia los Estados Unidos. Tras la mayoría de los trabajos hay perspectivas maduradas durante años o conceptos y categorías calibrados para ayudarnos a profundizar en la comprensión e interpretación del fenómeno migratorio, en general, y del protagonizado por indígenas de diferentes grupos étnicos, en particular. De la misma manera que se está estudiando desde la perspectiva de la experiencia de la mujer, de las nuevas regiones o estados expulsores y de la niñez, no debemos desatender la perspectiva étnica. Por último, tal como he intentado comunicar, la originalidad del libro radica en el hecho de que demuestra, con diferentes casos y con distintas dimensiones de la vida sociocultural arraigada en diversos "states" de los Estados Unidos, que la experiencia migratoria de estos indígenas mexicanos es una categoría fundamental y no anecdótica, y que el factor étnico debe incorporarse impostergablemente a las explicaciones del fenómeno migratorio México-Estados Unidos. Aunque sólo sea porque en su viaje de ida y vuelta estos grupos étnicos se están fortaleciendo económicamente, empoderándose políticamente y redimensionándose social y culturalmente, gracias a su particular experiencia migratoria, un panorama sociopolítico, económico y cultural impensable hoy por hoy entre la mayoría de los pueblos indígenas de México, pero que ya deja huellas esperanzadoras. Este libro da buena cuenta de ello, lo cual no es poco y tiene bastante mérito.

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