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Migraciones internacionales

On-line version ISSN 2594-0279Print version ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.1 n.3 Tijuana Jul./Dec. 2002

 

Reseña bibliográfica

 

Identités frontalières. Immigrés mexicans aux États-Unis

 

Alejandro Monsiváis Carrillo

 

Olga Odgers. París, L'Harmattan, 2001

 

University of California, San Diego.

 

Identités frontalières (Identidades fronterizas) aborda la relevancia que tienen las identidades de los mexicanos en la producción y reproducción de la diferencia en el espacio público de la frontera México-Estados Unidos. Este texto, adoptando una perspectiva histórico-antropológica, da cuenta de los procesos de formación de las identidades de los migrantes mexicanos en tres ciudades del condado de san Diego, en el sur de california: chula Vista, Imperial Beach y National City. Mediante el análisis de los procesos de integración cultural y representación política de los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos, Identités frontalières obliga a pensar en la necesidad de construir legislaciones, políticas públicas y formas de acción social de carácter transfronterizo, con el fin de combatir las desigualdades que afectan a los distintos grupos culturales en esta región.

La conducción del análisis, el recuento de los hallazgos empíricos y las discusiones conceptuales de este trabajo están tejidos alrededor del eje identidad/diferencia en la frontera de México con Estados Unidos. El binomio identidad/ diferencia se refiere a la construcción de relaciones intergrupales estructuradas por criterios de distinción social. La identidad, como principio de adscripción, adquiere consistencia a partir de la diferenciación con respecto a un otro. La investigación de las identidades requiere, desde esta perspectiva, observar simultáneamente las tensiones e interacciones que construyen antagonismos entre las distintas posiciones identitarias.

Identités frontalières relata un proceso de investigación complejo. El planteamiento metodológico integra fuentes como la historia regional, diversas bases de datos cuantitativos, entrevistas a profundidad y observación etnográfica. Este abordaje da como resultado un texto rico en información, que combina oportunamente distintos niveles analíticos.

La primera parte del libro, compuesta por tres capítulos, a la par que va desarrollando las herramientas conceptuales, va dando cuenta del contexto sociohistórico del estudio. La primera tarea que se encara es hacer un recuento histórico de la construcción de la diferencia en los imaginarios y en las sociedades estadunidense y mexicana. En segundo lugar, se discute la noción de frontera y las maneras en que se ha estudiado la frontera México-Estados Unidos. Partiendo desde una noción topológica de la frontera, la autora opta por una conceptualización de mayor densidad sociológica. su propuesta es entender la frontera no sólo como una línea que une y separa al mismo tiempo, sino como una región entera, integrada por distintos procesos que se entrecruzan. Por otra parte, en el tercer capítulo, Odgers contrasta las descripciones legales de la población hispana en la frontera con las identidades que se forman como resultado de los flujos migratorios en esta región. aquí se describe una formación identitaria particular, la identidad fronteriza, cuya expresión conspicua es el localismo transnacional. El localismo transnacional emerge como una forma de arraigo basada en la conciencia de que el lugar que se habita es un lugar de flujos incesantes, de entrada y salida de mercancías, personas y capitales.

La segunda parte del libro, integrada a su vez por tres capítulos, indaga en los procesos de subjetivación de los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos. Esta sección analiza en detalle los "vectores de restructuración de las identificaciones" que coordinan la integración de los individuos a la sociedad norteamericana. El primero de estos vectores es el que se establece a partir de la red migratoria y el entorno inmediato de residencia al llegar "al otro lado". La red migratoria proporciona un soporte, desterritorializado, de relaciones sociales; al mismo tiempo, el entorno inmediato ofrece un ámbito cotidiano, local, de referencia. El segundo vector de identificación lo proporcionan las distintas formas de afiliación religiosa. Las iglesias desempeñan un rol fundamental en la integración comunitaria, actuando como referentes de pertenencia, promoviendo la recreación de la identidad y los valores tradicionales mexicanos —en este rubro, se menciona especialmente a la iglesia católica— y como soportes organizacionales para la acción colectiva —que llega a tener un alcance transfronterizo—.

El tercer vector es la etnicidad. Como indica Odgers, los mexicanos que llegan a California no descubren que son hispanos hasta que están "del otro lado". Ser mexicanos en los Estados Unidos implica dejar de pertenecer al grupo nacional hegemónico (la raza mestiza) para convertirse en otro de los grupos étnicos y culturales que habitan la Unión americana —el censo norteamericano reconoce cinco grupos: blancos, negros, asiáticos, hispanos y americanos nativos. Los "ahora" hispanos deben aprender a manejarse con esta etiqueta para ser capaces de sortear las acciones de discriminación y racismo que se dirigen tanto hacia los individuos como hacia la "comunidad hispánica" en general.

La última parte del libro, que se compone también de tres capítulos, está encaminada a investigar las implicaciones políticas de las identidades y las formas de subjetivación de la población mexicana en los Estados Unidos. De entrada, queda de manifiesto que el acceso a la esfera de lo político por parte de la población hispana en general, y de los mexicanos fronterizos en particular, es precario. a pesar de que constituyen una población numerosa, existen situaciones diferenciadas al interior de estos grupos que hacen que su peso como fuerza política disminuya.

Odgers encuentra que la participación electoral es considerada como la principal, o bien, la única vía de participación política de este grupo. Esta forma de participación se mediatiza a través de la pertenencia étnica. Lo cual, por otra parte, no parece verse acompañado por una reflexión acerca de las relaciones de los hispanos con otros grupos minoritarios. De acuerdo con esta autora, si bien los hispanos han conseguido construir un sentido de pertenencia político-electoral, a pesar de la heterogeneidad del grupo y sus eventuales confrontaciones, no han logrado construir una forma de agencia más allá de la reacción puntual a las acciones tomadas con un sentido étnico, en un campo donde todas las otras minorías son percibidas como potenciales competidores.

Un segundo tópico de análisis, en esta tercera parte del libro, lo constituyen los tipos de acción social que tienen lugar en los movimientos colectivos en ambos lados de la frontera. El panorama de la acción social fronteriza, según se indica, es el de una cierta pasividad, o actividad defensiva, en la esfera de lo político, combinada con la participación de los individuos en movimientos de escala micro, a través de múltiples asociaciones y organizaciones locales, binacionales o transfronterizas. Para los mexicanos residentes en Estados Unidos, las organizaciones de la sociedad civil representan la alternativa más viable cuando desean manifestar sus demandas o hacer valer sus derechos. Odgers describe las actividades de organizaciones como La Casa del Migrante, la Casa de los Pobres, MANA-Mujer Latina, Adelante Mujeres Unidas, Movimiento Estudiantil Chicano-Aztlán, Testigos de Jehová, entre otras, incluyendo las acciones a pequeña escala, innovadoras y tenaces, que buscan llevar pan a las personas de escasos recursos de Tijuana o vender en San Diego las artesanías de las indígenas oaxaqueñas.

El punto crucial que se señala es, sin embargo, que en la región fronteriza no se percibe la existencia o la gestación de un movimiento social de mayor amplitud. Si, por un lado, el desbalance entre la falta de participación política de los hispanos fronterizos y su elevado nivel de participación en distintas formas de acción colectiva, de escala micro, se puede entender como resultado de los diferentes estatus jurídicos y legales de los individuos, por el otro, la diversidad de identidades movilizadas, en sus distintas formas asociativas y organizacionales, explica las dificultades de unificar un movimiento que vaya más allá de acciones puramente defensivas. De acuerdo con la autora, un auténtico movimiento social en la región debe constituirse con actores transfronterizos que sean capaces de crear un lazo identitario unificador para buscar soluciones a las múltiples problemáticas de la región.

En el último capítulo, Odgers contrasta cuatro distintas concepciones del multiculturalismo con la realidad observable en la frontera de San Diego con Tijuana. Más allá de constatar la dimensión de realidad de la multiculturalidad fronteriza, esta autora expresa que el desafío consiste en reflexionar en las dimensiones éticas —o sea, qué modelo de convivencia se debe adoptar— e institucionales —esto es, qué políticas se deben aplicar— que acompañan a los distintos modelos de gestión multicultural.

El trabajo culmina reflexionando acerca de algunos de los desafíos para la gestión de la diferencia en la región fronteriza. Uno de estos desafíos consiste en cuestionar los criterios que producen y reproducen las diferencias culturales. Este punto está vinculado con el reconocimiento de los grupos minoritarios con base en categorías abiertas y fluidas. Identités frontalières muestra que los procesos de socialización, movilización colectiva y acceso a lo político de los inmigrantes mexicanos son de carácter heterogéneo, de tal manera que sus formas de identidad, su relación con la frontera y el vínculo que establecen con los dos países no pueden ser capturadas por tipologías rígidas. Por otra parte, no se trata sólo de buscar el reconocimiento de las particularidades de estas identidades, sino de generar nuevas formas de gestión de la diferencia en la región fronteriza, de manera que se incremente el poder político de las minorías y sea posible combatir las relaciones  de inequidad que privan en esta región.

Las discusiones y los hallazgos contenidos en este trabajo son, en suma, contribuciones significativas para uno de los  campos de mayor relevancia en la actualidad: los desafíos político-culturales que  las migraciones transnacionales le imponen a los Estados contemporáneos.

 

Información sobre el autor

Alejandro Monsiváis Carrillo es candidato a doctor en ciencias sociales por El Colegio de la Frontera Norte. Actualmente es investigador visitante en el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California, San Diego. Sus áreas de interés son los estudios sobre cultura política y la constitución de la ciudadanía. Recientemente publicó "Ciudadanía y juventud: elementos para una articulación conceptual" en Perfiles Latinoamericanos (núm. 20, FLACSO, 2002). Dirección electrónica: calejand@weber.ucsd.edu.

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