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Migraciones internacionales

versión On-line ISSN 2594-0279versión impresa ISSN 1665-8906

Migr. Inter vol.1 no.2 Tijuana ene./jun. 2002

 

Reseñas bibliográficas

 

Conflictos migratorios, alteridad y etnoviolencia

 

Guillermo Alonso Meneses

 

La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, Giovanni Sartori, Madrid, Taurus, 2001.

El Ejido. Discriminación, exclusión social y racismo, Ubaldo Martínez Veiga, Madrid, La Catarata, 2001.

 

El Colegio de la Frontera Norte.

 

El candidato de la ultraderecha de los Países Bajos, Pim Fortuyn, ex intelectual marxista, ex catedrático de sociología en la Universidad Erasmus de Rotterdam y homosexual declarado de 54 años, quien fuera asesinado el 6 de mayo de 2002 (un día después de la derrota electoral del fascista Le Pen, en Francia), proponía frenar en seco la inmigración, criticaba duramente al mundo islámico, al que acusaba de atrasado, y esgrimía en sus campañas electorales un lema bien sintomático de las ideas que flotan en significativos sectores de la sociedad de la Unión Europea: "Holanda está llena". Ergo no hay sitio para más inmigrantes en las sociedades capitalistas occidentales.

La biografía de Pim Fortuyn no tenía nada que ver con la del "asesino de guerra" en Argelia: Le Pen, sin embargo, coincidían en muchos puntos de sus programas políticos, casi todos democráticamente insostenibles. Pero ellos dos no son los únicos representantes de un discurso ideológico-político de rechazo y exclusión del extranjero, conceptualizado como "nacional-integrista" por José Vidal-Beneyto. A la par de Fortuyn y Le Pen están Haider en Austria; Edmund Stoiber y Schill en Alemania; en Gran Bretaña, Nick Griffin; en Italia, Umberto Bossi, Gianfranco Fini y Silvio Berlusconi; en Portugal, Paulo Portas; en Dinamarca, Pia Kjaersgaard y el Danske Folkeparti; en Bélgica, Dewinter y el Vlaams Blok; Carl Hägen en Noruega, e incluso, en Estados Unidos, Pat Buchanan. Todos ellos no sólo encarnan el ascenso de la ultraderecha y del integrismo nacionalista por la vía de las urnas (el partido de Pim Fortuyn fue posteriormente la segunda formación más votada), también representan la parte visible de ese iceberg que tiene debajo un discurso antiinmigrante y xenófobo que no tiene el más mínimo problema en vocear prejuicios contra los inmigrantes. Indudablemente, esta etapa donde los actores sociales no disimulan el racismo y el nacionalismo excluyente de sus ideologías políticas, es preocupante. Pero no menos preocupante resulta el desconcierto de la izquierda o actores sociales progresistas, frente al acoso que sufre el inmigrante, el otro diferente, el extranjero.

Ahora bien, ¿estas posturas políticas tienen un reflejo o respaldo teórico en las ciencias sociales? La respuesta es sí. Sabido es que Samuel Huntington, el autor de El choque de las civilizaciones (1997), señaló a los inmigrantes mexicanos como el principal "enemigo" de Estados Unidos en el siglo XXI. Y Giovanni Sartori no se queda a la saga, con el planteamiento de que los migrantes extranjeros, de seguir así las cosas, pueden dinamitar las bases del pluralismo y el liberalismo de los estados democráticos, capitalistas y occidentales. La sociedad abierta de Popper, democrática y pluralista debe cerrarse, según Sartori, para seguir siéndolo. O, lo que es lo mismo, la capacidad de acogida de migrantes es limitada porque, de lo contrario, éstos pueden colapsar al sistema democrático. Paradójicamente, la sociedad abierta y plural tiene un enemigo en casa: el multiculturalismo. Corriente caracterizada por su defensa de las culturas extrañas -y problemáticas- de los inmigrantes, entre otras cosas (Charles Taylor et alii).

El ensayo de Sartori, breve y claro aunque también impreciso y apresurado en la argumentación, demuestra que las democracias occidentales están moviéndose hacia posiciones que pueden resultar antidemocráticas y violatorias de los derechos humanos. Cuando plantea que la superpoblación y la pobreza generan inmigración, y que la inmigración, junto con el multiculturalismo, balcanizan la ciudad pluralista, ofrece como única solución "separar la paja del trigo": seleccionar estrictamente al inmigrante necesario. De esta forma se fortalece el pluralismo (que se reconoce en el interculturalismo) y se combate al multiculturalismo. Porque las culturas externas y ajenas de los inmigrantes perjudicarían más de lo que benefician, si impusieran de facto nuevas reglas o incluso costumbres, y ello constituye un perjuicio para la sociedad abierta y la comunidad pluralista. A mi modo de ver, el problema está en que los criterios de selección de inmigrantes también son criterios de discriminación, y esto abre la puerta no sólo al racismo, sino a sus variantes sustituías que otros autores denominan "racismo cultural" (Fanón) o "fundamentalísimo cultural" (Stolcke).

El libro del antropólogo Ubaldo Martínez Veiga trae a colación precisamente este problema y para ello explica, desde una perspectiva economicista, el trato que están sufriendo los inmigrantes en la que tal vez es la región agrícola europea con más intensa producción y generación de riqueza: El Ejido (Almería, sureste de España o suroeste de la Unión Europea), que también tiene altas tasas de suicidio y una densidad de prostíbulos inusual en España. Evidentemente, la rentabilísima producción agrícola de El Ejido se explica en parte por los invernaderos y la mano de obra inmigrante (temporal, indocumentada y desamparada), que son dos de los factores con los que se construyó esta realidad mediterránea. Realidad que fue conceptuada por el autor, para efectos analíticos, como "distrito agroindustrial". A lo largo de la obra, esa realidad es descrita y analizada con un estilo parco y seco por momentos (otros dirían objetivo) aunque fluido y siempre intentando ceñir la información al leitmotiv de la discriminación, la exclusión social y el racismo.

Sin embargo, sorprende que un autor que lee a Marx en alemán (cita Das Kapital Dietz), explique el concepto de "comunitas" (de un clásico de la antropología como Víctor Turner), citando al antropólogo de Sri Lanka, S. Tambiah, de quien también toma prestado diferentes conceptos y perspectivas, acaso porque un materialista cultural como Ubaldo Martínez, veterano representante hispano del pensamiento de Marvin Harris (el archiconocido antropólogo estadunidense fallecido el año pasado), no lee a simbolistas como Turner. Sea como fuere, el análisis del entramado socioeconómico local que hace Martínez Veiga, con un constante aire materialista cultural (e histórico) sugerente en más de un capítulo, puede operar como una metonimia del nudo existente, tan característico del mundo actual, entre la globalización económica y los flujos globales de migración.

Una de las aportaciones originales y rescatables que hace Ubaldo Martínez es la "comparación" entre California y El Ejido, a pesar de que, por el "tamaño" de ambas, es a todas luces desmesurada. No obstante, la California andaluza responde a unos paralelismos de gran interés heurístico, tanto en lo económico como en lo sociocultural; tanto en lo analítico como en lo interpretativo. Por ejemplo, el 24 de octubre de 1929, en la localidad de Exeter, en California, un jornalero filipino no soportó más las humillaciones y acuchilló a un blanco. La respuesta fue el apaleamiento de los filipinos, la destrucción de sus pertenencias y su inmediata expulsión de la zona. Algo similar ocurrió en El Ejido a principios de 2000. El 22 de enero fueron asesinados dos agricultores de esa localidad por un marroquí; días después, el 5 de febrero, una muchacha joven era asesinada en un atraco perpetrado por otro inmigrante marroquí (luego se supo que era un enfermo mental). Se dijo en su día que la joven se iba a casar esa misma noche (una cuestión que no sé si se verificó finalmente). Este incidente provocó la "caza del moro" (marroquí) y durante días hubo múltiples manifestaciones de violencia xenófoba y racista. Tres muertos en menos de un mes hicieron explotar una caldera sobrealimentada de agricultura capitalista salvaje, de explotación laboral de migrantes marroquíes y de la consiguiente marginación sociocultural.

Los dos libros que aquí reseño conjuntamente son sendas aproximaciones complementarias a la problemática de la inmigración en occidente. Por un lado, Sartori hace hincapié en los efectos que la inmigración descontrolada ocasiona en la política y en las sociedades democráticas. Por otro lado, Martínez Veiga hace hincapié en los efectos que la inmigración descontrolada produce en la economía y en la sociedad. Así, si los efectos económicos del migrante indocumentado son muy atractivos para una economía capitalista, no es menos cierto que éstos son inversamente proporcionales a la degradación sociocultural de la vida y a la paralela erosión de los valores políticos y morales.

Una primera lectura muestra que Sartori no aborda las raíces del problema, que Martínez Veiga sí aborda; a saber, cómo el capitalismo occidental (todos aquellos actores económicos que se han aprovechado desde hace más de dos siglos de la mano de obra inmigrante-ilegal) ha actuado irresponsablemente con la sociedad a la que pertenecen. Precisamente por estribar en ellos la responsabilidad moral y jurídica de esa explotación. Una explotación que, además de engendrar injusticia socioeconómica y degradar los valores democráticos más básicos, parece ser aceptada por amplios sectores sociales como una circunstancia inevitable de los tiempos actuales. El malestar y la conflictividad constante que (re)producen las sociedades occidentales, redimensionadas en algunos aspectos por la irrupción del inmigrante, propician el estallido de conflictos y su explotación política por parte de formaciones que tienen en el ataque directo al inmigrante uno de sus ganchos electorales.

Tanto Sartori como Martínez Veiga ofrecen líneas de análisis fundamentales. Pero, a mi modo de ver, Sartori no entiende que el pluralismo de las democracias occidentales, con todo y ser un logro civilizatorio fundamental, queda debilitado por su "indiferencia" ante la degradación de la vida de los trabajadores y de los millones de pobres del planeta. Asimismo, Martínez Veiga tampoco entiende que, si bien las bases económicas de la vida o las relaciones de producción son coyunturalmente fundamentales, éstas no siempre pueden explicar por sí solas, y menos mecánicamente, el racismo y la exclusión social. Puesto que existe toda una ideología, todo un arsenal de artefactos simbólicos (valores, creencias, hábitos, etc.) cuya coyuntura original está fuera y lejos de El Ejido, aunque operen localmente; o sea, existen e intervienen factores superestructurales que no necesariamente han sido generados por la infraestructura local.

Todo lo acaecido en los últimos 25 años en el mundo apunta a que los desequilibrios poblacionales y económicos propiciarán importantes e inevitables movimientos migratorios, con el consiguiente impacto en la etnicidad, la paz social, la economía o la política. Estos dos libros ahondan en el debate que intenta darle forma y soluciones a estas circunstancias, al ofrecer una perspectiva arriesgada y etnocéntrica (Sartori) y un análisis de un caso preocupante (Martínez Veiga). En cualquier caso, sendos libros auguran una evidencia incontrovertible: que el fenómeno migratorio va a ser uno de los grandes problemas mundiales a lo largo del siglo XXI y, lo que es más interesante, que en torno a él se van a desarrollar debates ideológicos y académicos decisivos para construir las bases de las venideras relaciones humanas e internacionales. Por último, el lector curioso puede complementar estas dos lecturas con una tercera del antropólogo Mikel Azurmendi titulada Estampas del Ejido (Madrid, Taurus, 2001). Este libro viene a ser la interpretación de los sucesos de El Ejido desde una perspectiva muy próxima a la de Sartori. Este autor, en un debate habido hace unos meses en los medios de comunicación españoles, planteó que la inmigración indocumentada es el cáncer de las sociedades democráticas. Y éste es, qué duda cabe, el sentido del debate sobre la migración indocumentada en Occidente.

 

Información sobre el autor

GUILLERMO ALONSO MENESES es profesor investigador en El Colegio de la Frontera Norte. Es doctor en antropología social por la Universidad de Barcelona. Su principal línea de investigación es el análisis sociocultural del fenómeno migratorio, desde el cruce indocumentado de la frontera hasta la vida del inmigrante indocumentado, pasando por los factores que empujan o estimulan a emigrar. Uno de sus últimos trabajos es "Riesgos y vulnerabilidad en la migración clandestina", en Ciudades 52, octubre-diciembre, 2001. Dirección electrónica: gui@colef.mx.

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