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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

On-line version ISSN 2448-6914Print version ISSN 1665-8574

Latinoamérica  n.51 Ciudad de México Jul./Dec. 2010

 

Reseñas

 

Serge Gruzinski, Quelle heure est–il là–bas: Amérique et islam à l'orée des Temps modernes, Paris, Éditions du Seuil, 2008, 227 pp.

 

Hernán G. H. Taboada

 

CIALC–UNAM

 

Ha sido la mundialización que nos envuelve a todos la inspiradora de esta nueva obra de Gruzinski: el prólogo, fechado en Belem do Pará a la vez que en París, explica cómo el título remonta a una película taiwanesa portadora de una reflexión sobre el entrelazamiento de condiciones locales y mundiales en los más distintos escenarios, simbolizado por el reloj de la protagonista, que marca a la vez la hora de Taiwán y la de París.

Este autor plenamente consciente del momento que dicta su escritura es conocido por sus trabajos sobre el imaginario colonial mexicano, que hicieron época, pero además ya ha reflexionado sobre el fenómeno que, como buen francés, llama mundialización, entendida como el desmantelamiento de los mundos antes compartimentados física y mentalmente, y que no ha comenzado en nuestra época sino que ha sido progresiva desde el siglo XVI. El término establece un útil distingo con la categoría más sociológico–económica de globalización, tan nombrada en las fuentes anglosajonas. En castellano tenemos la misma posibilidad de distinguir, pero rara vez la utilizamos. Muchas confusiones y debate inútil se evitarían de hacerlo.

El libro se ocupa de algunos aspectos de la protomundialización en el alba de nuestro hoy reconocible, los "tiempos modernos" que también aparecen en el título y que reveladoramente son tratados como "modernidades"1 en plural. Tiempos cuya definición hizo posible el epígrafe de uno de los capítulos: cuando en una región es mediodía, en otra es medianoche. Así escribió uno de los autores que Gruzinski analiza, Henrico Martínez, quien con esta cita emparentada al reloj taiwanés y parisino mostraba tener un conocimiento básico, que hoy es moneda común, de las variaciones en el huso horario.

El encadenamiento de hechos que produjo esta comprobación "moderna" no se debió solamente a la expansión transmarina europea, que entre otras cosas llevó al asentamiento de los españoles en México, sino también a la otra gran expansión protomoderna, la del Islam otomano. Una experiencia que ya entonces fue traducida en la reflexión de varios textos que Gruzinski recupera para mostrar la conciencia que ya entonces se tenía de los cambios, aunque su tratamiento privilegia sendas miradas desde Estambul, la capital otomana, y México, la novohispana. Ciudades cuya magnitud, riquezas y cosmopolitismo el libro ejemplifica2 con el apoyo de otros testimonios coetáneos para subrayar su carácter de miradores privilegiados.

El primer documento es el Tarij–i Hind–i Garbi, una crónica otomana anónima sobre el Nuevo Mundo, escrita en turco hacia 1580, y que brinda abundante información sobre la llegada europea a América y su conquista. En 1990 Thomas Goodrich ofreció una traducción al inglés, en la que se basa Gruzinski, precioso vehículo que nos permite acceder al recuento islámico de una aventura bastante conocida en la tradición europea, con datos relativamente exactos y ordenados sobre la aventura de Cristóbal Colón, la conquista de México y Perú, el viaje de Magallanes, el arribo a las Filipinas, junto con alguna noticia sobre los amerindios, incluyendo el mito nahua de los cuatro soles, que recibe una interpretación "islámica". Este curioso documento turco recibió alguna noticia en la academia, pero su existencia no ha trascendido ni siquiera después de la traducción de Goodrich, quizá porque fue publicada en Alemania y el trayecto de ahí a las bibliotecas del mundo siempre es más arduo que para las publicaciones anglosajonas. El mexicanista francés, que nos dice conocer poco de ese mundo turco, contó para explorarlo con el apoyo de reputados expertos.

El segundo documento es el Repertorio de todos los tiempos, del citado Henrico Martínez, publicado en México en 1606 y que se puede clasificar como la enciclopedia histórico–geográfica de un precoz mundializado. Tal fue en efecto Henrico Martínez, un alemán (Heinrich Martin) de agitada biografía antes de asentarse en México y convertirse en figura prominente de su historia cultural. El personaje y la obra ya antes habían llamado la atención de los estudiosos, y su texto es relativamente accesible. También sabe más Gruzinski sobre su contexto, y puede circular con soltura entre las noticias que el Repertorio transmite sobre el ancho mundo: los enemigos, los turcos que miran del otro lado del espejo, la historia europea y también la geografía e historia americana, la que lo rodea y también la precolombina. A diferencia de Europa, un mundo católico asediado por moros y herejes, en la mirada novohispana de Martínez, las Indias son un espacio pacificado, estable y en expansión.

Dos obras completamente distintas en contenido, extensión y ciencia, pero trasunto de un mismo universo y análogos públicos. Si bien las revelaciones sobre los nuevos espacios geográficos conocidos fueron el motivo principal de su redacción, hoy nos interesan en ellos los rastros del público atrás situado. Expuestas por Gruzinski, en contrapunto, las noticias del lado cristiano y del islámico dejan entrever lectores muy curiosos por los horizontes ampliados, algo que es probado también por la abundancia de copias de la obra otomana y la llegada a las imprentas de la mexicana. Curiosidad que, sin embargo, se conforma con noticias parciales porque está principalmente anclada en el conocimiento o fantasía de las riquezas abundantes que se habían revelado, factor de codicia y ambiciones sin freno, que dieron origen a planes como el de invadir China, sometido a Felipe II, o el de conquista de América aconsejada por la otra parte al sultán otomano.

Semejantes consejos nacían de un pasado de lucha religiosa que palpitaba detrás de público y autores. En un caso es el conocido episodio islámico de la historia de España con su legado de textos hostiles en los reinos cristianos y que Nueva España va a heredar. Gruzinski3 ejemplifica retomando la serie de asimilaciones, ya muy citadas y comentadas en la literatura, que los conquistadores y cronistas establecieron entre las sociedades amerindias y las del Islam, o el tema que también frecuentaron de la continuación de la lucha religiosa peninsular en el Nuevo Mundo, las menciones de árabes y turcos en la poesía, teatro y escritos religiosos de las colonias españolas. Una diferencia con las colonias inglesas, en las cuales se percibe mayormente la novedad de las nuevas tierras transatlánticas.

Junto con las expresiones bélicas, Gruzinski enumera el también presente paternalismo, que del lado europeo produjo bien conocidas recomendaciones de evangelizar a los nuevos salvajes y esfuerzos por explicarlos desde las categorías tradicionales, levantando inventarios de plantas y animales o recogiendo los testimonios de su pasado. Es un desvelo mucho menos documentado del lado islámico, y el libro llega a preguntarse si no hay un monopolio europeo de la mirada.4 La cuestión sigue en pie y así deja asentado Gruzinski, quien descree de la visión tan corriente acerca de un Islam cerrado al exterior y al comprobar las influencias artísticas europeas sobre el arte mongol, apuesta a que mayor investigación en las fuentes indias, persas y turcas pueda ampliar el panorama que tenemos sobre la curiosidad por lo ajeno que también afectó al Islam de la época de la expansión.

Los trabajos etnográficos atestiguan la nueva conciencia en un mundo extenso y habitado pero también, algo que no permite ver la perspectiva de túnel habitual, abundó en esos tiempos la preocupación cosmográfica y astrológica, que exhiben Martínez y el autor turco. Ambos provienen de medios donde la ciencia de los astros tenía un lugar principal y compartían una base, lenguaje y objetivo común: autoridades griegas, la creencia en las esferas, la teoría de los cuatro elementos, la búsqueda de señales y testimonios sobre la llegada de los últimos tiempos. Con el agregado que algunos elementos de este saber se vieron refutados o cuestionados por los nuevos descubrimientos: los supuestos de Tolomeo en Europa y al–Masudi, cuyos errores denuncia el autor otomano. Las divisiones tradicionales del mundo no son las mismas para el estambuliota y el novohispano, pero ambos arrojan dudas sobre la pertinencia de los siete climas y las tres partes del mundo. Asunto más delicado es el de la autoridad religiosa, que en su doble faz cristiana e islámica no puede ser negada, por lo que los dos autores insisten en edificar sobre ella su cosmografía. De todos modos, de forma inconsciente empieza una labor de descentramiento de la cosmografía hasta entonces anclada en el horizonte de sus respectivas sociedades.

El final de la revisión de ambas fuentes es una reflexión sobre los posibles paralelismos entre aquella mundialización y la que dio origen al libro, la nuestra. Gruzinski los rastrea5 en el ambiente apocalíptico y ocultista que nos rodea, análogo al de los autores que lo ocuparon. Fiel a su vertiente, recurre al cine para ejemplificar: nuestra época es la de El Código Da Vinci, como antes fue la de tanta literatura apocalíptica. También vivimos una época de omnipresente temor al Islam y expuesta al espectro de "l'empire américain" (dos elementos presentes en el título y señalados desde las primeras páginas). No en todo llevamos nosotros ventaja: debemos soportar el peso de las categorías erigidas en el siglo XIX, de las cuales estaban libres aquellos lejanos autores, cautivos solamente de sus prejuicios religiosos. Por eso hay un llamado final de Gruzinski a continuar la exploración de los mundos ajenos, a pertenecer a varios lugares y tiempos sin tratar de reducirlos ni uniformarlos. La referencia fílmica es aquí a Babel, de Alejandro González Iñárritu.

Como se ve, las páginas de Gruzinski aspiran a ubicarse en intereses muy actuales, como actuales fueron las preocupaciones de aquellos autores. No veo muy pertinente la comparación que da origen a los capítulos, más bien me parece una excusa para transmitirnos una instantánea del estado del mundo de la expansión polifocal del siglo xvi y de su actor europeo, desde un ángulo rara vez atendido. El libro es ágil, su aparato crítico es erudito, amplio pero no agobiante como podría haber sido en manos de un experto como él y en época de inflación bibliográfica. Lamento la falta de ilustraciones que habrían sido muy útiles sobre todo en el caso del otomano, cuya obra, a través de manuscritos en turco, persa y árabe, dio vuelo a la imaginación pictórica islámica sobre la flora y fauna americanas. Con ello ofreció un útil paralelismo a la ya muy difundida imaginería europea. No podemos achacar la ausencia al autor, que en otros libros anteriores ha mostrado agudeza para el estudio de la representación visual, más bien lo atribuyo a que en el libro de Goodrich la parte iconográfica es pobre. Sin embargo algunas ilustraciones del Tarij han sido magníficamente reproducidas en un número conmemorativo de Aramco World de 1992.

Otra ausencia que noto y no sólo por cuestión personal, es que justamente cuando Gruzinski empezaba a preparar su libro (si nos atenemos a la fecha que cierra la introducción) salía a luz mi trabajo La sombra del Islam en la conquista de América6 donde también se hace uso del Tarij–i Hind–i Garbi y se pasa revista a otras fuentes de la época. Creo, modestamente, que su uso habría beneficiado al tratamiento del libro que aquí comento.

 

NOTAS

1 Serge Gruzinski, Quelle heure est–il là–bas: Amérique et islam à l'orée des Temps modernes, París, Éditions du Seuil, 2008, pp. 54 y ss.         [ Links ]

2 Ibid.: cap. 1.

3 Ibid., cap. 8.

4 Md., pp. 56 y ss.

5 Ibid., cap. 9.

6 México, FCE, 2004.

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