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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versão On-line ISSN 2448-6914versão impressa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.51 Ciudad de México Jul./Dez. 2010

 

Mirador latinoamericano

 

La Revolución argentina y los inicios de la radicalización: juventud universitaria y catolicismo posconciliar en Mendoza (1966–1973)

 

The argentinean Revolution and the beginning of radicalization: college youth and post–council catholicism in Mendoza (1966–1973)

 

Yamile Álvarez*

 

* Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina (yamileal63@gmail.com)

 

Recibido: 11 de abril, 2010
Aceptado: 16 de junio, 2010

 

Resumen

Este trabajo tiene como finalidad reconstruir el origen y desarrollo del proceso de radicalización política e ideológica en Mendoza durante fa autodenominada Revolución argentina, especialmente en los ámbitos universitario y religioso. Para ello se procedió al análisis de la información aportada por los periódicos locales de la época, Los Andes y Mendoza, y al testimonio oral de algunos de los protagonistas de estos acontecimientos, a fin de ampliar y confrontar los datos que nos brinda el documento escrito.

Palabras clave: Historia argentina, Historia regional, Radicalización, Sacerdotes del Tercer Mundo.

 

Abstract

The goal of this paper is to reconstruct the origin and development of the process of political and ideological radicalization in Mendoza during the so–called Argentinean Revolution, especially in the academic and religious areas.To do that we proceeded with the analysis of information provided by local newspapers at the time, Los Andes and Mendoza and to oral testimony of some of those involved in those events in order to extend and compare the data provided by the written documents.

Key words: Argentinean History, Regional History, Radicalization, Third World priests.

 

INTRODUCCIÓN

El triunfo de la llamada Revolución libertadora marcó el comienzo de un periodo de gran inestabilidad política, caracterizado por la proscripción del peronismo,1 que por entonces era el movimiento político mayoritario. Se instaló en el país la antinomia peronismo–antiperonismo, lo cual dividió y enfrentó a la sociedad argentina durante 18 años.

Encuadrada en el marco de estas circunstancias históricas, el 28 de junio de 1966 se produjo la autodenominada Revolución argentina que implementó un modelo político y económico de exclusión, la supresión de las libertades públicas, el cierre de los canales de expresión política y la represión violenta de cualquier tipo de oposición. Todo este conjunto de medidas de carácter represivo generó un ambiente favorable para el desarrollo y la rápida expansión de las ideas y el accionar radicalizado, presentes en pequeños grupúsculos, inspirados en las ideas emanadas de la Revolución cubana. Este vasto y dinámico proceso de radicalización2 se manifestó en todos los ámbitos de la sociedad argentina, es decir en lo político, sindical, estudiantil e incluso religioso.

En Mendoza, al igual que en el resto del país, uno de los lugares de mayor efervescencia juvenil y, por ende, terreno fértil para la radicalización fueron las universidades tanto públicas como privadas. Dentro del peronismo, la incipiente "Juventud Peronista" también fue muy receptiva a esta tendencia. Además debemos mencionar al catolicismo posconciliar, que tuvo bastante desarrollo en esta provincia, a pesar de que los grupos conservadores eran muy fuertes y, finalmente, algunos sectores de trabajadores no siempre dispuestos a obedecer ciegamente a la burocracia sindical.

El objetivo de este texto es reconstruir el origen y desarrollo de este incipiente proceso en Mendoza, en especial en los ámbitos universitario y religioso. Para ello y debido a la escasez de bibliografía sobre el tema, se procedió al análisis de la información aportada por los periódicos locales de la época, Los Andes y Mendoza, y al testimonio oral de algunos de los protagonistas de estos acontecimientos a fin de ampliar y confrontar los datos que nos brinda el documento escrito.

 

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE ARGENTINA Y MENDOZA ENTRE 1966—1973

El 28 de junio de 1966 se produjo un nuevo golpe de Estado autodenominado "Revolución argentina", que desalojó del gobierno al presidente constitucional Dr. Arturo Illia. Este nuevo periodo de facto duró siete años, en el transcurso de los cuales se sucedieron tres presidentes militares. El primero de ellos fue el general Juan Carlos Onganía, quien gobernó desde el 28 de junio de 1966 hasta el 8 de junio de 1970. Acorde con su carácter de "gobierno de facto", las medidas que se adoptaron fueron: destitución del presidente, vicepresidente, gobernadores y vicegobernadores; disolución del Congreso Nacional y las Legislaturas provinciales; separación de sus cargos de los miembros de la Corte Suprema de Justicia y del procurador general y disolución de los partidos políticos en los niveles nacional, provincial y municipal.

El nuevo gobierno implantó un modelo político y económico de exclusión, la supresión de las libertades públicas, el cierre de las vías de expresión política y la represión violenta de cualquier tipo de oposición, todo lo cual generó una creciente impopularidad y favoreció la expansión de un vasto y dinámico proceso de radicalización que se manifestó en los ámbitos político, sindical, estudiantil y religioso.

Uno de los principales motivos de preocupación del gobierno fueron las universidades. El 29 de julio se suprimió la autonomía de las universidades públicas que pasaron a depender del Ministerio del Interior. La razón de esta medida es que había que poner fin a la infiltración marxista y a la agitación estudiantil. La salvaje irrupción de las fuerzas represivas en las casas de altos estudios (Noche de los bastones largos) y las purgas de académicos progresistas provocaron la movilización permanente y la protesta masiva de los jóvenes. En este marco de creciente tensión, Santiago Pampillón en Córdoba; Juan José Cabral en Corrientes; Adolfo Bello y Luis Blanco, en Rosario, perdieron sus vidas frente a la represión policial. Esta violencia agitó aún más al estudiantado, le proveyó mártires y provocaron la indignación de la clase media y trabajadora expresada por las grandes muchedumbres en los funerales y huelgas de protesta.

A partir de la lucha por la recuperación de los centros de estudiantes iniciada luego de 1966, comenzó a perfilarse la necesidad de un cambio del sistema y de la unidad con el resto de los sectores populares.

El año 1968 fue clave para el gobierno de Onganía, por cuanto se inició lentamente su derrumbe. Comenzó a manifestarse con fuerza el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y los grupos guerrilleros.

El mes de mayo de 1969 se caracterizó por una expresión desconocida del descontento general de la población ante la ineficiencia del gobierno. Se produjo en Córdoba una rebelión popular, conocida como "Cordobazo", donde se combinaron la presencia guerrillera, el activismo sindical y la rebelión estudiantil. Tuvo que intervenir el ejército para restablecer el orden y como consecuencia de esto, el presidente Onganía se vio obligado a reemplazar su equipo ministerial e implantar el Estado de sitio.

Después de un año, el 29 de mayo de 1970, fue secuestrado y posteriormente asesinado el ex presidente de facto Pedro E. Aramburu, por el grupo guerrillero Montoneros. Este hecho desencadenó la renuncia del general Onganía y su relevo por el general Roberto M. Levingston, cuya gestión sólo duró diez meses. El nuevo presidente, en lugar de buscar una salida inteligente al proceso, intentó profundizar una revolución que en la realidad no existía.

La violencia que venía azotando al país se acrecentó. Gran parte de los grupos guerrilleros, además de proclamarse socialistas, reclamaban un sustento peronista. Perón aceptaba este liderazgo moral y alentaba a los grupos subversivos.

Le sucedió el general Alejandro Agustín Lanusse el 26 de marzo de 1971 y le correspondió la tarea más difícil, la liquidación de la Revolución argentina y la convocatoria a elecciones libres. En cumplimiento de este compromiso se rehabilitó la actividad política y se fijó el 25 de marzo de 1973, como fecha de las elecciones, y el 25 de mayo para la entrega del mando, pero se estableció que los futuros candidatos debían residir en el país desde antes del 25 de agosto de 1972. Como Perón vivía en Madrid y no había decidido retornar a Buenos Aires, quedó automáticamente descartado.

Gran cantidad de partidos políticos participaron en la contienda electoral, pero los dos más importantes fueron el Justicialismo (peronismo), que junto con varios partidos menores conformó el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), y presentó la fórmula presidencial conformada por el Dr. Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima; y la Unión Cívica Radical (UCR) integrada por el Dr. Ricardo Balbín y Eduardo Gamond.

Los comicios se llevaron a cabo el 11 de marzo de 1973. Como era previsible triunfó la fórmula Cámpora–Solano Lima, con casi seis millones de votos, es decir, 49.59% de los sufragios; la UCR obtuvo 21.30%.

El 25 de mayo de 1973 asumieron el cargo las nuevas autoridades iniciándose un nuevo gobierno constitucional peronista.

En Mendoza durante este periodo el gobierno provincial fue ejercido por varios interventores federales: los generales Tomás Caballero, José Blanco, Ramón Díaz Bessone, el ingeniero Francisco Gabrielli y el doctor Félix Gibbs.

El acontecimiento más trascendente ocurrido durante este proceso, el 4 de abril de 1972, fue un estallido social conocido como "Mendozazo". Ese día la Confederación General del Trabajo local había convocado a una marcha de protesta sobre la Casa de Gobierno. Para participar en ella, los maestros se concentraron en la sede de su sindicato, el sute y ahí fueron conminados por las fuerzas policiales a desconcentrarse hasta cierto tiempo. Vencido el plazo otorgado, los maestros fueron violentamente reprimidos con gases lacrimógenos y carros hidrantes provocando su desalojo, pues los integrantes buscaron protección en el mismo sindicato o en las residencias particulares circundantes. Simultáneamente, columnas de trabajadores se dirigieron desde distintos puntos de la ciudad hacia la Casa de Gobierno. Una vez allí apedrearon el edificio del Poder Ejecutivo, lo cual trajo aparejada la represión policial a la que se sumó el ejército y la gendarmería.

Los manifestantes se dirigieron después hacia el centro de la ciudad, donde perpetraron numerosos saqueos y pillaje a los locales comerciales. La ciudad fue declarada "zona de emergencia" por el Poder Ejecutivo Nacional y, horas después, se estableció el Estado de sitio. Además de las graves consecuencias materiales y vidas humanas que se perdieron en este acontecimiento, fue el desencadenante de una crisis política institucional que culminó con la renuncia del gobernador Gabrielli.

Para poner fin a este proceso, el 11 de marzo de 1973 se llevaron a cabo las elecciones generales y, al igual que en el resto del país, tanto en el orden nacional como provincial se impuso el Frente Justicialista de Liberación. El gobernador electo Alberto Martínez Baca asumió sus funciones el 25 de mayo de 1973.

 

LOS ESTUDIANTES Y LA UNIVERSIDAD: SUS LUCHAS FRENTE A LA DICTADURA MILITAR

Como hemos expresado antes, con el advenimiento de la "Revolución argentina" las universidades, semilleros de los futuros dirigentes, fueron intervenidas y sus autonomías avasalladas. Sin embargo estas medidas no lograron poner fin a la efervescencia estudiantil.

En Mendoza, en el ámbito de la Universidad Nacional de Cuyo y de las universidades privadas locales, el estudiantado mantuvo una relativa calma hasta 1969, año en que comenzaron a tener eco los acontecimientos registrados en otras universidades nacionales y en el orden político en general. Justo en abril se organizaron y eligieron representantes para conformar los primeros Centros de Estudiantes en las facultades de Ciencias Políticas y Sociales, Ciencias Económicas e Ingeniería en Petróleo respectivamente.

Mayo de 1969 fue un mes paradigmático. Por un lado se produjeron los asesinatos de los estudiantes Juan José Cabral, en Corrientes, y de Adolfo Bello, en Rosario, nuevas víctimas de la represión policial; y por otro, se desencadenó el "Cordobazo". En el primero de los casos la reacción del estudiantado mendocino fue inmediata. El centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales lideró la protesta estudiantil, llevada a cabo el 20 de mayo, la que se materializó a través de una marcha de silencio por las calles céntricas de la ciudad de

Mendoza y de un paro de actividades, que repudiaba la represión policial y exigía la renuncia del rector de la Universidad Nacional del Nordeste. El saldo positivo de ese luctuoso hecho fue que, por primera vez, llegaron al diálogo estudiantes de la Universidad Nacional de Cuyo y de la Tecnológica, ambas de carácter público, con la Universidad Católica, del Aconcagua y de Mendoza de carácter privado, y que los centros de estudiantes de Ciencias Económicas, Ciencias Políticas e Ingeniería en Petróleo constituyeron una comisión intercentros. Ésta contaba con la adhesión de los representantes de las demás facultades, y decidió organizar un plan de lucha para lograr las reivindicaciones estudiantiles. Mientras tanto en el ambiente periodístico se especulaba con la conformación de un frente gremial– estudiantil debido al apoyo que los estudiantes mendocinos habían recibido de las dos CGT (Confederación General del Trabajo) y de las 62 organizaciones locales. El diario Los Andes recogía la siguiente conclusión de los sindicalistas:

Existe una posibilidad de fusión de los dos movimientos. Hace tiempo que se viene intentando el diálogo. Y es alentador –afirman– que en Mendoza, la provincia del bienestar donde nunca ocurre nada, y donde la apatía parece haber cercenado la capacidad de indignarse de los mendocinos, los estudiantes se hayan "indignado" por la muerte de dos jóvenes y lo hayan hecho público en una respetuosa caminata de dolor. Para nosotros, es todo un precedente.3

Dos días más tarde la comisión coordinadora intercentros organizó un paro y una nueva marcha, esta vez acompañada de cantos y estribillos, tales como "violencia no, diálogo sí", "Borda no entendió", "Libros sí, botas no", a la que se sumaron los estudiantes secundarios. Uno de los volantes que circulaba, y que había sido escrito por estudiantes de Filosofía y Letras, remarcaba la oposición del sector al régimen militar y alertaba acerca de que "la paz no es pasividad ni conformismo". Los estudiantes también elevaron una nota al arzobispo de Mendoza, monseñor Maresma, donde le pedían que condenara la represión y la violencia del gobierno y expresaban:

Ahora salimos a las calles porque es la única manera que tenemos de hacer sentir nuestra voz a todos los puntos del país y a todos los argentinos. Salimos a la calle para levantar un gran grito de protesta que haga revivir a un pueblo dormido por años de domesticación. Nosotros creemos que ahora se han puesto en juego y se han burlado no los intereses estudiantiles, sino la misma condición humana, los valores de que se nutren los pueblos libres. Porque un pueblo que permite que se mate a sus hijos sin decir basta es un pueblo que nos da asco y ya no queremos vivir ante esta vergüenza[...].4

Estas expresiones demuestran el alto grado de rechazo que a esta altura de los acontecimientos generaba el gobierno militar en el sector estudiantil, y que, por otro lado, recibía importantes muestras de simpatía por parte del resto de la población. Las manifestaciones continuaron el 24 y el 25 de mayo con la finalidad de sabotear los festejos patrios, pero en esta oportunidad los manifestantes fueron reprimidos violentamente y varios resultaron detenidos. El hecho fue condenado por distintos sectores de la comunidad mendocina, pero es importante destacar el mensaje que difundieron 18 sacerdotes mendocinos identificados con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. En él afirmaban que para explicar estos acontecimientos, los gobernantes recurrían a falsas interpretaciones tales como "digitación", "elementos extremistas", etc., y que era un error limitar este movimiento al ámbito estudiantil ya que era el pueblo, fundamentalmente el trabajador, el que se movilizaba oprimido por la injusticia y la marginación, en pos de un proceso de liberación. El texto finalizaba expresando:

[...] queremos sentirnos solidarios de ese pueblo y servidores de sus necesidades. Ello implica ineludiblemente nuestra firme adhesión al proceso de cambio radical y urgente y nuestro formal rechazo del sistema capitalista vigente y de su lógica consecuencia: el imperialismo económico y cultural. Para marchar en la búsqueda de un socialismo latinoamericano, que no implica subordinación a ninguna potencia ni a ningún partido, pero que incluye necesariamente la socialización de los medios de producción, del poder económico y político y de la cultura. Un sistema, en suma, que creando un nuevo tipo de relaciones humanas promueva el advenimiento del Hombre Nuevo.5

Los estudiantes detenidos recuperaron rápidamente la libertad, pero las actividades recién se reanudaron a principios de junio ya que el 29 de mayo, a raíz de los acontecimientos sucedidos en Córdoba, la Federación Universitaria Argentina declaró un paro nacional que fue acatado por los universitarios mendocinos. Debido a estos hechos y al discurso del entonces presidente, general Onganía, el diario Los Andes realizó una encuesta de opinión entre políticos y jóvenes universitarios locales. Estos últimos (cuatro en total, dos de Ciencias Políticas y dos de Filosofía) coincidieron en afirmar que la violencia suscitada en Córdoba era una consecuencia lógica de la violencia y opresión generadas desde el gobierno militar.

La protesta del estudiantado mendocino continuó, aunque más atenuada y la oportunidad elegida fue el tercer aniversario de la Revolución argentina. Con la finalidad de conmemorar ese acontecimiento, el 28 de junio se realizó en la Basílica de San Francisco una misa de acción de gracias a la que asistieron autoridades nacionales, provinciales y público en general. En el momento del ofertorio, unos 200 jóvenes que se identificaron como alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, leyeron a coro una oración especial que, entre otras cosas expresaba:

Te pedimos, Señor, que nos des a los argentinos lucidez para ver la verdad y que nos des fuerza, abnegación y coraje para defenderla y combatir por ella [...]. Te rogamos, que desarmes el brazo con que los poderosos atropellan a los que reclaman justicia [...]. Que ayudes a salir del egoísmo a los que prefieren no oír ni ver el sufrimiento de los oprimidos, por el estado de violencia ejercido por fuerzas despóticas y antipopulares. Que nuestros órganos de prensa sepan quitarse la mordaza con que los sofocan los intereses políticos y económicos y que sean la expresión de los deseos, necesidades y protestas de un pueblo avasallado en sus legítimas aspiraciones [...].6

Al concluir la misa, los estudiantes se retiraron en silencio, pero varios de ellos fueron detenidos y trasladados al Departamento Central de Policía. Posteriormente recuperaron su libertad.

Durante el resto del año no hubo otras expresiones de envergadura, pero la participación y el protagonismo del estudiantado se fueron fortaleciendo cada vez más.

En 1970 el eje de la discusión giró en torno a dos temas: la implantación del examen de ingreso y la participación de los estudiantes en el Consejo Superior con voz y voto, derecho que con la aplicación de la Ley 17.245 se había perdido.

En el primero de los casos, varios jóvenes políticos universitarios fueron consultados sobre el tema por el diario Los Andes y todos ellos coincidieron en su rechazo. Así por ejemplo José Genoud, estudiante de Derecho perteneciente a la UCR, sostenía: "El nuevo régimen tiende a formar una universidad que cuente con un número reducido y calificado de alumnos, cosa que para muchos puede resultar atractiva".7

Horacio Cerutti, de Filosofía y Letras, pensaba que el examen de ingreso tenía la intención de fichar a los individuos subversivos a los ojos del régimen y agregaba:

Así se llenan claustros universitarios de aristocratizados que no poseen poder de crítica y se convierten en simples receptores de conocimientos. No son producto del diálogo profesor–alumno y viceversa. Una sabiduría ciega, irreflexiva y sin capacidad de crítica es lo que nos da una Universidad limitacionista. [...] Es necesaria por otra parte, la unidad sin retaceos con el sector obrero. Los problemas no son cosas que puedan ser tratados por separado. Todo conforme un complejo nacional, en el que todos los sectores, sin exclusiones, tienen algo que ver.8

En cuanto al otro tema de discusión, la mayoría de los alumnos exigía poder participar en los consejos académicos de las facultades y en el superior con voz y voto. Para ello requerían el reconocimiento de la personería gremial de los centros de estudiantes y que sus opiniones fueran escuchadas. Una excepción la constituía el Movimiento Estudiantil Nacional (MEN), cuyo delegado Roberto Roitman expresaba:

Esa concesión es una variante que propone el participacionismo para desviar la lucha de los estudiantes de sus verdaderos objetivos que trascienden a la Universidad. Se pretende integrarlos de alguna manera a las reglas de juego que las autoridades establecen, pero no existe ninguna posibilidad de lograr mejoras de fondo. La participación del estudiantado está junto al pueblo, por la conquista de objetivos que interesan a toda la comunidad y van más allá de la Universidad.9

Además de expresar abiertamente sus opiniones, era muy común la realización de paros y tomas de facultades. Estas acciones de carácter combativo generaron, en los medios de comunicación y en las mismas autoridades universitarias, la sensación de que la actitud de los estudiantes cuyanos había cambiado respecto de los años anteriores, donde frente a los acontecimientos nacionales no había habido ningún tipo de reacción. Ante esta nueva situación, el rector de la Universidad de Cuyo, Dr. Julio Herrera, había expresado que los brotes de rebelión juvenil eran síntomas de un juego político nacional y que al alumnado le faltaba imaginación, ya que repetían slogans y estrategias de estudiantes extranjeros. Estas opiniones generaron airadas reacciones en el estudiantado, por lo que la Coordinadora Universitaria de Mendoza10 organizó un debate público con el rector en el Hogar y Club Universitario que se efectuó el 16 de mayo. El Dr. Herrera evadió las preguntas comprometidas, por lo que los alumnos se sintieron defraudados y efectuaron una manifestación por el centro de la ciudad repudiando a las autoridades universitarias y al gobierno nacional. También hay que destacar, como un elemento novedoso, la adhesión de los estudiantes a los reclamos obreros y en defensa y por la libertad de los presos políticos. En lo que restaba de este año las protestas y conflictos se dieron en Ciencias Económicas por motivos de neto corte académico.

A comienzos de 1971 los estudiantes universitarios retomaron los reclamos y tomas de facultades. En esta oportunidad el motivo fueron los exámenes de ingreso. Se luchaba contra el cupo limitado a la Universidad. El 26 de febrero los estudiantes se concentraron en los alrededores del colegio "Martín Zapata", donde se efectuó el examen de ingreso a Ciencias Económicas, y fueron violentamente reprimidos por la policía. Hubo cerca de 100 detenidos.

La violenta respuesta policial fue repudiada por diversos sectores, entre ellos la CGT, y otras 62 organizaciones y, por supuesto, todas las agrupaciones que representaban al movimiento estudiantil.11 Los detenidos fueron recuperando su libertad y la movilización continuó aunque más atemperada.

Mayo fue un mes clave durante todo este periodo. Ese año, con motivo de recordar los asesinatos de los estudiantes Blanco y Bello y del Cordobazo, el estudiantado realizó el 19 una asamblea en la que se expresaron contra el régimen de gobierno, por la liberación de los presos políticos, por una universidad abierta al pueblo, por la autonomía universitaria, el pleno ejercicio de la soberanía popular, contra la represión y la persecución. A la postre, como era habitual, la reunión culminó con una manifestación por las calles céntricas, en cuyo transcurso fueron atacados por grupos de derecha que los alumnos identificaron como ala (Central Cuyo de Investigaciones y Guardia Restauradora Nacionalista).

Es importante destacar la aparición de las siguientes agrupaciones: Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combatiente (TUPAC), Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI) y la Agrupación Universitaria Nacional.

Casi a fines de año se produjo un hecho inédito, la Línea Nacional Mendoza de la Federación Nacional de Estudiantes realizó un juicio público a la Universidad y al rector Julio Herrera. Los cargos que se le imputaron fueron: ser una institución formadora de intelectuales apolíticos sostenedores del status quo, de asociarse con los organismos financieros internacionales para consolidar la dependencia y el dominio neocolonial, de limitacionista, de impedir el acceso de los sectores populares a la enseñanza, de cientificista y tecnocrática y de asociación ilícita con la policía federal y provincial para reprimir. La Universidad fue encontrada culpable y se le condenó a: "soportar las luchas estudiantiles hasta que el pueblo tome el poder y a seguir profundizando nuestra práctica militante como representantes en la Universidad del Movimiento Popular Peronista para conseguir una patria libre, justa y soberana donde tendremos la universidad que queremos".12

En 1972, el último año del gobierno militar de la Revolución argentina, hubo una continua detención de estudiantes universitarios por parte de la policía federal, acusados de actividades subversivas.

La efervescencia se reanudó a principios de 1973 cuando se iniciaron, en las distintas facultades de la Universidad Nacional de Cuyo, los exámenes de ingreso. El principal foco de tensión fue la Facultad de Ciencias Médicas, donde los estudiantes retomaron la lucha en contra del limitado cupo. Así surgió una huelga por tiempo indeterminado y tomaron en varias oportunidades el edificio de la facultad. Luego de la asunción, el 25 de mayo, las autoridades constitucionales, sectores docentes y estudiantiles expresaron su opinión sobre la situación en que se hallaba la Universidad. Un grupo de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras publicó una declaración que sostenía:

En su reciente mensaje al Congreso el presidente de la Nación ha denunciado una profunda crisis de la Universidad y de la educación argentina. Este diagnóstico es particularmente exacto y justificado para la facultad de Filosofía y Letras de la UNC, a pesar de la aparente calma en la que transita o quizás gracias a ella [...]. En realidad la facultad ha sido y sigue siendo una base de colonización cultural disfrazada de un academicismo que oculta una ideología de la dependencia. [...] Hasta ahora los planes de estudios rígidos y anticuados, los métodos de enseñanza paternalistas y autoritarios, los temas abstractos y a espaldas de los verdaderos intereses sociales, apuntaban a formar a nuestros estudiantes en la mentalidad liberal, tradicionalista o falsamente nacionalista. Es necesario introducir los cambios necesarios para que toda la estructura de la facultad sirva para formar un profesional con conciencia solidaria y abierta a las necesidades de la cultura nacional.13

También diversos sectores estudiantiles como la Agrupación Universitaria Nacional, el Movimiento Estudiantil Revolucionario y la Línea Nacional dieron a conocer su posición sobre la situación universitaria y en líneas generales coincidieron en la necesidad de un cambio en todos los niveles, la derogación de la Ley 17245, la revisión de los concursos de cátedras desde 1966, la formación de investigadores, la reforma de planes de estudio y la eliminación de los exámenes de ingreso.

Finalmente, el 5 de junio el Poder Ejecutivo Nacional designó rector interventor de la Universidad Nacional de Cuyo al ingeniero Roberto Carretero, quien asumió su cargo tres días más tarde. Este nombramiento fue muy bien recibido en el ambiente universitario, tanto por alumnos como por profesores. Más tarde el nuevo rector designó a los decanos de las distintas facultades que la integraban.

 

EL CATOLICISMO POSCONCILIAR EN MENDOZA

Las reformas y principios del Concilio Vaticano II dividieron a los católicos en preconciliares y posconciliares (partidarios de los cambios). Esta corriente renovadora de la Iglesia favoreció el acercamiento de obreros y pobres en Argentina y de los distintos grupos de la juventud católica con el peronismo.

Poco antes del inicio del Concilio, encontramos en Mendoza un antecedente muy importante de vinculación entre un sacerdote católico, el padre José María Llorens, y jóvenes universitarios a través del compromiso social a favor de los desposeídos, hecho que sirvió de modelo en el resto del país.

En 1958 el padre Llorens se instaló en el basurero del barrio San Martín, situado al oeste de la ciudad de Mendoza, y enseñó a sus pobladores a organizarse mediante una cooperativa de viviendas, a fin de lograr condiciones de vida más dignas. En febrero de 1964 se inició en el barrio San Martín la experiencia de los "Campamentos Universitarios de Trabajo" (CUT). El objetivo de los CUT era posibilitar que los estudiantes universitarios convivieran con comunidades marginales o directamente excluidas, colaborando en las tareas cotidianas de esas comunidades. En esa ocasión participaron 50 universitarios de distintas provincias que durante 15 días vivieron junto con los habitantes del mismo barrio.

A partir de 1966 esta experiencia se nacionalizó y hasta su finalización en 1972 se realizaron sucesivamente en el norte de Santa Fe, Neuquén, Cutral Có, Cipolletti, General Roca, Salta, Santiago del Estero y Catamarca. En ellos participaron estudiantes de casi todas las universidades nacionales y algunas católicas. Los CUT fueron el centro de confluencia de gran cantidad de jóvenes mendocinos con sensibilidad social, de modo que se generó una especie de mística en torno a ellos y a la labor de Llorens, al punto que, según los dichos de la época, el barrio San Martín era el "Ganges" de los mendocinos, había que ir al barrio por lo menos una vez en la vida para purificarse. Hubo jóvenes que a partir de esta experiencia iniciaron su militancia en organizaciones políticas, especialmente en el peronismo, mientras que otros continuaron con el activismo social. Su importancia radicó en haber generado en ellos una enorme sensibilidad social y el deseo de colaborar para la construcción de una sociedad más justa, y su ejemplo se extendió por todo el país.

Poco antes de terminar el Concilio, el enfrentamiento entre católicos pre y posconciliares se manifestó en Mendoza debido a que el arzobispo monseñor Alfonso Buteler se mostró reticente a aplicar las disposiciones del mismo. Esto determinó que en agosto de 1965, 27 sacerdotes que representaban la mitad del clero mendocino, y llevaban sobre sí las grandes responsabilidades de la diócesis, renunciaran a sus cargos diocesanos y presentaran una nota al nuncio apostólico, monseñor Mozzoni, poniéndolo al tanto de lo que ocurría en la provincia. Solicitaban la puesta en marcha efectiva de los principios y normas del Concilio Vaticano II, y la elección de un obispo auxiliar que supiera interpretar las inquietudes y trabajos del clero provincial.

Finalmente, y después de muchas idas y venidas, Buteler renunció a su cargo al cumplir los 75 años de edad. La Santa Sede nombró como administrador apostólico a monseñor Maresma, quien trató de reconstruir las relaciones con el clero disperso. Al no existir el problema que lo había generado, el grupo de los 27 se disolvió. Es relevante destacar que este movimiento fue netamente eclesial. Otro dato trascendente es que en su mayoría estos sacerdotes mendocinos habían compartido sus estudios en el Seminario Mayor de la ciudad de Córdoba, durante la etapa previa y los comienzos del Concilio Vaticano II, por lo que los unían fuertes lazos de amistad. Todos ellos tuvieron acceso a las ideas renovadoras de la nueva teología procedente de Francia y Holanda, las que alimentaron la reforma conciliar.

Las heridas que este conflicto originó no desaparecieron en su totalidad, algunos de sus miembros abandonaron el sacerdocio y otros canalizaron sus inquietudes adhiriéndose a la postre al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Sobre esto el padre Vicente Reale nos comentó:

[...] los años 66, 67 y 68 fueron muy difíciles para nosotros porque siendo obispo monseñor Buteler, él no nos quería nombrar a los 27 rebeldes en ningún lugar importante de la diócesis, él dejó que cada uno fuera a donde quisiera ir, nos dio libertad de acción pero sin nombrarnos. Entonces hubo gente que se quedó acá como en el caso mío, o gente que se fue a Chile, o gente que se fue a Europa.

[...] vimos como que esto nos reflejaba, esto de los obispos del Tercer Mundo, y entonces empezamos a hablar en el orden nacional con otros compañeros de otras diócesis y se hizo lo que se llamó primero Coordinadora de Sacerdotes para el Tercer Mundo en la Argentina, es decir que no sólo los sacerdotes que estuvieron en los 27 formaron parte de esto del Tercer Mundo, pero sí la mayoría de ellos.14

Estos últimos se dedicaron al activismo social en los barrios y mantuvieron una relación muy estrecha con los jóvenes de la JUC (Juventud Universitaria Católica) y con el peronismo.

En Mendoza encontramos un grupo de sacerdotes, quizá el más importante desde el punto de vista intelectual y por el grupo de gente que dirigió. Ellos fueron Agustín Totera, Oscar Bracelis, Rolando Concatti y Carlos Pujol, quienes fueron destinados allí al crearse el Seminario Mayor en Lulunta, a principios de la década de los sesenta. Estos sacerdotes desarrollaron una labor muy intensa como asesores de los grupos juveniles universitarios y lograron sobre ellos una enorme influencia. Sobre esto Carlos Pujol nos dijo:

Cuando empiezan todos estos movimientos hay una parte que su centro es el seminario de Lulunta y otra que está en las parroquias. Si hablamos de compromiso, el de las parroquias es más territorial y el otro es más un compromiso de formación intelectual. La otra testimonial pura era la de Llorens, bien testimonial.15

En aquel entonces los movimientos juveniles católicos estaban muy difundidos en toda la provincia y eran muy numerosos. Entre ellos podemos mencionar la Acción Católica en sus ramas secundaria y universitaria (JUC) y el Movimiento Guía. Además existían los Colegios Mayores, apadrinados por la Iglesia, donde se recibían jóvenes provenientes de San Rafael, San Juan, San Luis, etc. Era una especie de pensionado, donde además de tener un lugar donde vivir, recibían asesoramiento espiritual. Los universitarios que integraban la JUC tomaban a la Universidad como un territorio e invitaban a sus compañeros al movimiento. En sus reuniones se conversaban los temas de actualidad, pero haciendo hincapié en lo evangélico y social. Realizaban lecturas de tipo teológico, en especial la nueva teología francesa, Teilhard de Chardin, Mounier, Congar, entre otros. Como parte de la formación se hacían campamentos universitarios que no eran de trabajo como los del padre Llorens, sino autoeducativos con largos temarios grupales de discusión, que incluían aspectos tanto teológicos como sociales de la realidad (pobreza, exclusión), y las peregrinaciones que duraban aproximadamente tres días, en las cuales se caminaba con destino a Agrelo, Medrano, Lavalle. Cada uno de los sacerdotes que participaba trataba un tema específico y la idea era crear un espíritu de compromiso muy fuerte. "Había que mover a la gente físicamente para que se moviera espiritualmente". Al respecto Carlos Vollmer recordaba:

[...] Salíamos del seminario, nos prestaban galpones o las bodegas para dormir, cada uno llevaba su mochilita con una bolsita para dormir y almorzábamos en un lugar, en otro, e íbamos hablando sobre la misión de Jesucristo, sobre la trascendencia, la misión salvífica en la vida, y tenía en aquel entonces la Acción Católica Universitaria como tema el compromiso temporal. La palabra compromiso temporal marca una época [...].16

En cuanto al Movimiento Guía era un grupo donde los mejores hombres tenían una práctica adicional de capacitación y formación muy fuerte en teología. Era dirigido por el sacerdote Carlos Pujol, en sus ramas masculina y femenina, y sus reuniones se realizaban los sábados por la tarde en las instalaciones del Colegio San Luis Gonzaga. La finalidad era formar dirigentes sociales, académicos, desde una teología contemporánea, comprometida, acompañando el movimiento eclesial del concilio.

Cuando en el año 1965 sobreviene el conflicto con monseñor Buteler, estos sacerdotes, junto con los restantes de la diócesis que conformaron el movimiento de los 27 renunciaron, toda esta gran organización de movimientos se desarmó.

Si bien es cierto que monseñor Buteler no los echó del seno de la Iglesia, sí cerró el Seminario de Lulunta y dejó a la mayoría de los 27 sin lugar para ejercer el sacerdocio. Por ello Oscar Bracelis, Agustín Totera y Rolando Concatti, a finales de 1966, se establecieron en París y fueron testigos privilegiados del Mayo francés.

Por su parte, Carlos Pujol decidió irse a Chile por algunos meses y cuando regresó continuó trabajando con los grupos de jóvenes universitarios, la misa universitaria fue el principal punto de encuentro. Posteriormente obtuvo una beca para continuar sus estudios en Lovaina y hacia ahí partió.

En el año 1969 los sacerdotes Rolando Concatti y Oscar Bracelis regresaron de Francia y desde luego seguían formando parte de la Iglesia, pero no se les había asignado un destino, por lo tanto vivían en una casa, en la calle Catamarca, en pleno centro mendocino y se mantenían con sus trabajos particulares. Más tarde se unió a ellos en el mismo domicilio Carlos Pujol, donde se reunían con los jóvenes de la JUC que los conocían con anterioridad, y con todos aquellos que tuvieran inquietudes sociales y políticas. Se armó así en la calle Catamarca un "pequeño templo político–religioso–ideológico". Este grupo generado alrededor de los Sacerdotes del Tercer Mundo era sumamente heterogéneo. Estaba integrado en gran parte por jóvenes universitarios, la mayoría de los cuales provenían de la juventud católica secundaria y universitaria, de la que estos sacerdotes habían sido asesores espirituales, pero también había jóvenes procedentes de sectores sindicales y de la izquierda.

Es importante aclarar que a finales de la década de los sesenta surgieron en Mendoza numerosas agrupaciones políticas juveniles, la mayoría de ellas peronistas, las cuales no tenían estructura, presupuesto, jefe visible, ni estatuto. Uno de sus integrantes, Arturo Lafalla, ex gobernador de Mendoza, nos expresaba:

[...] nosotros (los jóvenes) queríamos hacer algo, no queríamos cargos, queríamos trabajar, un lugar donde reunirnos. No había porque las estructuras del justicialismo, los dirigentes no eran receptores de esa inmensa cantidad de jóvenes que querían incorporarse, y entonces quienes nos daban bolilla eran los curas. Los políticos no encauzaron nuestra vocación y nuestra voluntad y entonces seguimos con los curas que se fueron metiendo de a poquito en política. Los grupos se autoconvocaron y entonces proliferaron como flores silvestres, sin organización. Se autodenominaban y después decían estoy vinculado con, pero esa vinculación con los nacionales era relativa.17

En lo político este grupo se adhirió al Peronismo de Base (PB) y conformaron lo que se denominó la Coordinadora Peronista.18 Sobre la razón de esta elección Carlos Vollmer nos expresó:

La vinculación nosotros la teníamos en Mendoza por la vía de la resistencia y desde lo nacional viene por el lado de la CGTA, que en su momento fue una cosa muy dominante [...]. Eso configura como una orgánica, se configura como orgánica PB, la Coordinadora. Teníamos un local en pleno centro. [...] hacíamos marchas, peleábamos contra Lanusse, Perón vuelve, y enfrentamientos contra la cúpula sindical, pelea para afuera y para adentro, estábamos en aquel entonces en contra de la burocracia, en contra de los que se afilian al aparato pejotista. Eramos combativos, tipos que nos aveníamos a la estructura fuertemente integrada al sistema de los muchachos sindicales y de las burocracias políticas [...]. Muy poquitos se adscribieron a los grupos de izquierda, en nosotros no prende, no prendió nunca [...].19

Respecto a este tema y a las actividades que estos grupos realizaban Arturo Lafalla manifestó lo siguiente:

[...] Yo creo que la razón por la que hubo mayor acercamiento, además de las cosas circunstanciales [...], porque las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) o el Peronismo de Base tenían en sus socios fundadores una mezcla de lo que éramos nosotros, de universitarios o curas que desde lo religioso llegaban a lo social, con peronistas que lo habían sido desde siempre [...]. Las FAP y el PB eran eso y los curas fueron los determinantes de que ello ocurriera [...]. La actividad era la difusión, la de promover, era una suerte de círculos concéntricos donde un grupito que era el organizador y eso generaba en los lugares de desempeño de uno, la facultad, el sindicato, los obreros o el lugar de trabajo era generar otros círculos o grupos donde la actividad era generar política. [...] La acción era de concientizar a otros, traer más gente, difundir nuestra rebelión contra el sistema que tenía una consigna, la vuelta de Perón, eso lo englobaba todo. Nosotros estábamos por el socialismo nacional [...]. Había una tarea de divulgación partiendo de que no tenías acceso a la prensa escrita, a la radio. La comunicación era boca a boca [...].20

Se consideraban combativos y en la última etapa del gobierno militar organizaron marchas, pelearon contra Lanusse, y se enfrentaron a la cúpula sindical y a los burócratas políticos. Su meta principal fue el regreso de Perón, el acto transformador y la reivindicación. El hecho de que Perón regresara era para ellos la consigna ideológica que centraba todas las dispersiones teóricas. Sin embargo, a pesar de proclamarse combativos, en general nuestros entrevistados coincidieron en su rechazo a la lucha armada y marcaron claramente sus diferencias con Montoneros. Sobre esto Carlos Vollmer expresó:

[...] No operamos como vanguardistas, por eso no nos pintan las células armadas[...]. Los montos nunca han sido personas de nuestra simpatía. Ellos eran constructores de aparatos, nosotros creíamos en una cosa más gramciana, [...] creíamos en esa inaudita concentración de hegemonía que va a transformar las relaciones sociales, y los muchachos eran más aparatistas, funcionaban más aprovechando un conflicto y generando una acción armada [...]. Nosotros ese método no. En el gran torrente original de la juventud estábamos todos, luego fue la eficacia en la producción de símbolos que se transformó montoneros. Era una aspiradora que asumía la identidad de todo el mundo.21

Arturo Lafalla también hizo referencia al tema:

Montoneros eran los nuevos ricos. Fueron los que por un par de hechos, generaron una espectabilidad pública mayor [...]. Los Montoneros surgen de los jóvenes solos. Las FAP eran más una conjunción del peronismo de la resistencia y jóvenes universitarios [...]. Los Montoneros eran sólo ellos.

[...] Nosotros creíamos que éramos aquellos que pretendían hacerse de verdad peronistas y no utilizar el peronismo.22

Para finalizar, recordemos que todas estas actividades se realizaron en la última etapa del gobierno de la Revolución argentina. Luego del triunfo del frejuli, tanto en el nivel nacional como en el provincial, varios de los integrantes de este grupo formaron parte, al ocupar las segundas líneas, como representantes de la juventud, del gobierno justicialista de Alberto Martínez Baca.

 

CONCLUSIÓN

Los embates de la dictadura contra la Universidad generaron en Mendoza, a partir de 1969, un movimiento de resistencia estudiantil que se produjo a través de manifestaciones callejeras, tomas de facultades, manifiestos, etc., donde los jóvenes se expresaron contra la violencia y la represión desatada hacia ellos, contra el limitacionismo y a favor de la vuelta a las prácticas democráticas. Todo ello dio lugar al inicio de la radicalización ideológica en algunos sectores de la población estudiantil. La evolución de los mismos es heterogénea, la mayoría de los dirigentes estudiantiles canalizaron sus inquietudes mediante partidos políticos y una minoría se dedicó al activismo social. Muy pocos se adhirieron a las formaciones armadas.

Mendoza fue precursora en lo referente a la labor de sacerdotes y jóvenes con los más pobres. A finales de los cincuenta el padre José M. Llorens se estableció en los basurales del barrio San Martín, donde enseñó a sus pobladores a organizarse, a través de una cooperativa de viviendas a fin de lograr condiciones de vida más digna. En 1964 inauguró allí mismo la experiencia de los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT), que luego se difundieron por el resto del país, y cuyo objetivo era que los universitarios convivieran con comunidades marginales o excluidas.

En cuanto al Concilio, éste tuvo un fuerte impacto y la aplicación de sus disposiciones generó, en 1965, un enfrentamiento entre el arzobispo Buteler, reacio a ello, y 27 sacerdotes diocesanos que exigían la inmediata puesta en marcha de las mismas. El conflicto, de índole netamente eclesial, finalmente se solucionó y el grupo de los 27 se disolvió. Pero sus integrantes quedaron muy marcados pues algunos renunciaron al sacerdocio, otros se fueron al exterior y unos pocos permanecieron en Mendoza. Más tarde, varios de ellos se adhirieron al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo dedicándose al activismo social en los barrios, y manteniendo una estrecha relación con los jóvenes de la Juventud Universitaria Católica y el peronismo.

El grupo más importante fue el de Mendoza al frente de sacerdotes como Rolando Concatti, Oscar Bracelis, Agustín Totera y Carlos Pujol. La casa que habitaban, en pleno centro de la capital mendocina, se convirtió en polo de confluencia de muchos jóvenes católicos de los que habían sido guías espirituales, así como también de aquellos jóvenes peronistas que no encontraban cabida dentro de las estructuras del partido y otros provenientes de sectores de la izquierda. Este grupo generado en torno a ellos se adhirió al Peronismo de Base y conformó la Coordinadora Peronista. Su objetivo político era luchar por la vuelta de Perón y la instauración del socialismo nacional. En pos de ello se enfrentaron al gobierno de Lanusse y a la burocracia política y sindical del propio peronismo. Si bien se consideraban combativos no se unieron a la lucha armada y marcaron sus diferencias con Montoneros. Algunos de ellos ocuparon las segundas líneas en el gobierno peronista de Alberto Martínez Baca.

Para concluir podemos afirmar que un número considerable de jóvenes católicos comprometidos socialmente, que a principios de la década del sesenta iniciaron su militancia social en diferentes organizaciones católicas de la mano de sacerdotes progresistas, evolucionaron hacia la militancia política en los setenta y constituyeron la dirigencia peronista de los noventa.

 

BIBLIOGRAFÍA

Álvarez, Yamile, De la proscripción al poder. Historia, evolución y luchas del peronismo en Mendoza, Mendoza, EDIUNC, 2007, 292 pp.         [ Links ]

Donatello, Luis Miguel, "Religión y política: las redes sociales del catolicismo post–conciliar y los Montoneros, 1966–1973", en Estudios Sociales, año XIII, primer semestre, núm. 24, Santa Fe, 2003, pp. 89–111.         [ Links ]

Llorens, José M., Opción fuera de la Ley, Mendoza, Taller Gráfico de Impresos ALFA, 1994, 246 pp.         [ Links ]

Mayol, Alejandro, Norberto Habegger y Arturo Armada, Los católicos posconciliares en la Argentina 1963–1969, Buenos Aires, Galerna, 1970, 407 pp.         [ Links ]

Morello, Gustavo, Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la guerrilla argentina, Córdoba, EDUCC, 2003, 378 pp.         [ Links ]

 

FUENTES ORALES

Sr. Rolando Concatti, Dr. Arturo Lafalla, Sr. Miguel Longo, Sra. Susana Muñoz, Sr. Carlos Pujol, Pbro. Vicente Reale, Sr. Hugo Santoni, Dr. Carlos Vollmer.

 

NOTAS

1 El partido peronista se originó en 1946 de la unión del partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, con el fin de propiciar la candidatura presidencial del entonces coronel Juan Domingo Perón. Luego del triunfo electoral de ese año, se convirtió en el partido mayoritario de Argentina y se enroló dentro de las corrientes populistas.

2 Para definir este concepto me remito a la distinción que realiza María Matilde Ollier entre radicalización política e ideológica. Para dicha autora radicalización ideológica es el hecho de adherirse a la idea de revolución violenta para la toma del Estado y desde allí conseguir una transformación radical de la sociedad; y radicalización política es el hecho de ser miembro de un partido que lucha por la toma del Estado para producir esa transformación radical. María Matilde Ollier, La creencia y la pasión, Buenos Aires, Ariel, 1998, p. 21.

3 Diario Los Andes, Mendoza, 21 de mayo, 1969, p. 5, col. 3–5. Este periódico local se sigue publicando y siempre ha tenido una postura oficialista.

4 Ibid., 23 de mayo, 1969, p. 4, col. 4.

5 Ibid., 28 de mayo, 1969, p. 5, col. 6 y p. 13, col. 5.

6 Ibid., 29 de junio, 1969, p. 13, col. 4.

7 Ibid., 1° de marzo, 1970, p. 7, col. 1.

8 Ibid., col. 4.

9 Ibid., 25 de abril, 1970, p. 9, col. 8.

10 La Coordinadora Universitaria reunía al Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas, al de Ciencias Políticas, de Ingeniería en Petróleo, de Ciencias Agrarias, al Movimiento Unificador de Medicina y al Frente Universitario Humanístico de Liberación de Filosofía.

11 Estas agrupaciones eran el MEN(Movimiento Estudiantil Nacional de Ciencias Económicas), LEN(Línea Estudiantil Nacional de Ciencias Políticas), AEN(Agrupación Estudiantil Nacional de Servicios Sociales), GEIP (Agrupación Estudiantil de Ingeniería en Petróleo) INF (Línea Nacional de Filosofía), CEL–FAUDI (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda de Ciencias Políticas), AEP (Agrupación de Estudiantes de Ciencias Políticas), FAT–FAUDI(Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda de la UTN), CIU–FAUDI (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda de Filosofía), MOR(Movimiento de Orientación Reformista), ARIT (Agrupación Reformista de Ingeniería Tecnológica), MORAP (Movimiento Reformista de Artes Plásticas), y FEM TUPAC (Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combatiente de Medicina).

12 Diario Los Andes, Mendoza, 15 de septiembre, 1971, p. 7, col. 7.

13 Diario Mendoza, Mendoza, 2 de junio, 1973, p. 6, cols. 4–7.

14 Entrevista al presbítero Vicente Reale, realizada en mayo de 2001.

15 Entrevista al Sr. Carlos Pujol, realizada en febrero de 2008.

16 Entrevista al Dr. Carlos Vollmer, realizada en marzo de 2008.

17 Entrevista al Dr. Arturo Lafalla, realizada en julio de 2007.

18 Surge en 1970 de la unión de diversos grupos que venían desarrollando una militancia en forma inorgánica en distintos frentes: de barrios, de estudiantes y de sindicatos. Se encuadró dentro del llamado peronismo revolucionario y sus dos pilares eran la lucha antiburocrática y la organización de las bases.

19 Entrevista al Dr. Carlos Vollmer, realizada en marzo de 2008.

20 Entrevista al Dr. Arturo Lafalla, realizada en julio de 2007.

21 Entrevista al Dr. Carlos Vollmer, realizada en marzo de 2008.

22 Entrevista al Dr. Arturo Lafalla, realizada en julio de 2007.

 

INFORMACIÓN SOBRE LA AUTORA

YAMILE ÁLVAREZ: Doctora en Historia, docente e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Es autora de De la proscripción al poder. Historia, evolución y luchas del peronismo en Mendoza (19551973), y directora de la obra colectiva De la Revolución argentina a la caída del gobierno constitucional en Mendoza (1966–1976). Ha escrito numerosos artículos para publicaciones científicas y capítulos de libro.

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