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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.48 Ciudad de México ene. 2009

 

Identidad y cultura

 

Pensamiento latinoamericano y sociologías del sistema mundial

 

José Guadalupe Gandarilla Salgado*

 

* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM (joseg@servidor.unam.mx).

 

Recibido: 2 de septiembre, 2008.
Aceptado: 30 de septiembre, 2008.

 

Resumen

Se presenta en este trabajo una revisión sintética pero no por ello menos exhaustiva de un conjunto de autores y corrientes de pensamiento que, entre finales de los años sesenta y principios de los setenta, emprenden el análisis del sistema capitalista desde perspectivas que de uno u otro modo lo encaran en cuanto totalidad de alcances mundiales y temporalidad de larga duración. Dichas interpretaciones a través de este proceder cuestionan las versiones hegemónicas y convencionales que sobre el tema habían predominado. Se sugieren, por último, las potencialidades que el pensamiento latinoamericano exhibe en estos debates.

Palabras clave: Pensamiento latinoamericano, Programas de investigación modernidad/colonialidad, Sistema mundial, Colonialidad, Capitalismo.

 

Abstract

It is presented in this work, a synthetic but not hence less exhaustive revision of a group of authors and thought currents that, during the the late sixties and principles of the seventies, undertake the analysis of the capitalist system from perspectives that face it in one or another way as a whole reaching the world and of lasting temporality. Those interpretations, through this method, question the hegemonic and conventional versions that about this topic had prevailed. Lastly are suggested the potentialities that the Latin American thought exhibits in these debates.

Key words: Latin American thought, Programs of investigation Modernity/Colonialidad, World System, Colonialidad, Capitalism.

 

Frente a los intelectuales se levantó siempre
la realidad terrible y aniquiladora de lo colonial

Héctor A. Murena

LA DISCUSIÓN SOBRE EL SISTEMA DE LOS QUINIENTOS AÑOS

Lo primero que podemos hacer en cuanto a la enunciación de este trabajo sería descomponer nuestro título en sus dos partes. En tal sentido, resalta en su pretensión el hacer referencia, en primer lugar, al conjunto conformado por aquello que se puede denominar el pensamiento de "Nuestra América", entendiendo por ello a la ya añeja tradición conformada por aquellos personajes que encarnan el movimiento emancipatorio socio–político y cultural, que en los diversos momentos de actualización del proyecto de modernidad occidental en la región han luchado por reivindicar en los términos de la libertad, la igualdad, la justicia, y la equidad, la posibilidad de que la viabilidad de la región se sostenga en el respeto del otro y no en su avasallamiento. Se esta pensando en personajes como José Martí o José Carlos Mariátegui, o en tiempos más actuales en Sergio Bagú, Ruy Mauro Marini, René Zavaleta, ya fallecidos, o en Pablo González Casanova, Aníbal Quijano, Enrique Dussel, Bolívar Echeverría, etc. Un conjunto, pues, muy amplio que, sin embargo, guarda, en sus líneas generales, ciertos elementos de coincidencia. Dejaremos, sin embargo, hasta aquí la mención y la retomaremos al final.

Por otro lado, en la segunda parte de nuestro título destaca el uso del plural al plantear la cuestión de la existencia no de una sociología del sistema mundial, sino de corrientes de pensamiento que pueden englobarse en tal categoría. Por ello se habla, en este caso, de sociologías del sistema mundial. Se incluyen en ella, planteamientos que se han tratado de pronunciar acerca del análisis de una entidad mayor, en los términos espaciales como temporales, conformada por el sistema en su conjunto.

Así como en el periodo conformado por los años de 1940–1950 puede hablarse ya de la consolidación y empuje de la nueva historia económica y social, en los años que arrancan de finales de los años sesenta hasta finales de los setenta podemos ubicar el nacimiento de una corriente de pensamiento cuyo interés se centrará en el análisis de la entidad conformada por el sistema mundial capitalista en su conjunto, lo cual significa un doble desbordamiento en las escalas que conforman a nuestra unidad de análisis: en términos espaciales, en la forma de lógicas que rebasan las fronteras territoriales de los estados (los continentes históricos siendo más amplios que los continentes geográficos) y en términos temporales, en el sentido de una doble superación de la linealidad, a) los siglos históricos son diferentes a los siglos cronológicos, y b) el tiempo histórico como conjunción de una triple temporalidad (la de los acontecimientos, las coyunturas y la larga duración).

La historia que verá la luz en los años de 1929 a 1939, lo hace como indica Pierre Chaunu,1 flanqueada de un lado por la atmósfera de una crisis de enormes dimensiones y de repercusiones insospechadas y, por el otro, por la luminosidad de un periodo, el de 1928–1937, que vale, para la historia del pensamiento, sigue diciendo Chaunu, "casi tanto como la transmutación científica (1898–1905) de principios del siglo XX"2 (de la teoría de los quanta a la primera formulación de la relatividad restringida). Los años de crisis económica no ensombrecen grandes avances que están ocurriendo en múltiples campos del saber (difusión de la relatividad general, radioactividad, astronomía, antibióticos, cibernética, psicoanálisis). Lo que ocurre en el terreno de la historiografía no es sino una expresión de la correspondencia entre una rama de la historia (la económica) y la ciencia humana de ese convulso presente.

La "nueva" historia económica y social, la de mediados del siglo XX, no es sino el resultado de una doble influencia. Se trata de un movimiento intelectual que acude a la cita a que le convocan dos formulaciones de gran consistencia intelectiva.

En primer lugar, la primera generación de historiadores cuantitativistas, una estirpe, como dice Chaunu, "aún demasiado marcada por la angustia de la crisis",3 que justamente será la que edifique la novedosa historia económica entre 1929–1932, nada menos que en el momento en que se logra superar la historia científica de los precios (que es todavía contemporánea con ese otro valuarte en el terreno de la economía cíclica: Nikolái Dimitrievich Kondrátiev),4 y que de la mano de François Simiand, a través del perfeccionamiento de la teoría de los movimientos coyunturales, de una duración que se concentra en los periodos del medio siglo, de las seis décadas (que en otro terreno, ya mencionado, va a conformar la temática de las llamadas "ondas largas"). Se trata ya, en este desplazamiento, de un recitativo del tiempo medio, que se ubica por encima del relato, y que se encamina hacia la construcción de una historia que muestra predilección por el movimiento, es una historia de la variación, de la estructura fluctuante, de los procesos y la dinámica de largo plazo de la economía. Ya con Ernest Labrousse esta historia se interesa por el "cambio de la variación",5 no es ya coyuntural, sino, quizá, estructural.

La segunda gran influencia de que se nutre la nueva historia económica y social le dejará, sin duda, un sello que la marca hasta el presente. Se trata, desde luego, de la corriente que emerge del agotamiento y crítica de la historia de cuño positivista, que ubica su caminar por la senda que le marca la geohistoria, y que encuentra en Fernand Braudel a su más sólido exponente. Estamos hablando del arranque de la segunda generación de los Annales, y su vocación por la totalidad, historia social como historia total, que se concentra en el tiempo largo, inmóvil, que aparece como una concesión del tiempo al espacio, es un pensamiento global en la historia que se interesa en el amplio espesor, en las coacciones —geológicas, biológicas, sociales, mentales, etc.— impuestas por el tiempo largo, por la larga y larguísima duración. La historia económica y social que surge, pues, de estas corrientes de los años treinta y cuarenta combinará el interés en la historia coyuntural de Simiand–Labrousse y el análisis braudeliano de la multitemporalidad de los diversos espacios–tiempos, y el peso diferenciado de los órdenes sociales implicados.

El periodo que se abre a finales de los años sesenta y que se prolonga hasta fines de los setenta es igual de floreciente y ve emerger la conformación de grupos de trabajo cuya mayor preocupación será establecer una relación de conocimiento con totalidades tan amplias como sea posible y que involucran amplitudes temporales de varias centurias. En este conjunto podemos ubicar no sólo a lo que madurará como la corriente, hegemónica, de los analistas del sistema–mundo, con Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi, como sus mayores exponentes. El comienzo intelectual de estos autores los ubica en estrecha relación con la corriente que, en su momento, se dio en llamar tercermundista, y que incluía, entre otros, además de los anteriores, a SamirAminy aAndré Gunder Frank. Sin embargo, en estrecha relación con este "programa de investigación", si acudimos a la clásica expresión de Imre Lakatos, se están desarrollando, también, otro conjunto de interpretaciones que se involucran en el desbordamiento de las escalas que conforman a la unidad de análisis. Este movimiento intelectual no es privativo de la sociología, en donde creará todo el andamiaje institucional que acompaña a la sociología del sistema mundial, está presente en la antropología global (Jonhatan Friedman) y en la geopolítica (Peter J. Taylor, Robert Fossaert).

Acompaña a este surgimiento del interés por el análisis del sistema capitalista mundial, en su conjunto, la segunda generación de estudios de sociología histórica y que cuenta, entre sus exponentes, a gente como Stein Rokkan en su interés por encontrar el modo de efectuar "macro–comparaciones transnacionales", trans–culturales o trans–societales que, sin embargo, no significan sino el paso de la "gran teoría" a tipologías de macrosituaciones en donde se ubica el estudio experimental y empírico de las variaciones del comportamiento individual o colectivo. Ese mismo conjunto incluye a Charles Tilly, y su interés por estudiar, como el título de uno de sus libros, las "grandes estructuras, los procesos amplios y las comparaciones enormes",6 no es muy diferente el marco de análisis histórico–comparativo que enarbolan Theda Skocpol, Michael Mann, o Randal Collins. En estrecha relación con estas corrientes se ubica la crítica que se ha adjudicado a los analistas del sistema–mundo desde aquellos que insisten en re–discutir la periodización clásica de la historia mundial (Marshall Hodgson) o las interrelaciones de las civilizaciones (William H. McNeil). Este sendero del debate tiene mucha relación con las corrientes del debate que el sociólogo español José María Tortosa,7 ubica como aquellas que, desde un afincamiento temporal, tienen al sistema mundial como su objeto de estudio, las corrientes macrohistóricas (cuyos autores pioneros se remontan a Oswald Spengler, Arnold J. Toynbee, o hasta Ibn Jaldun). La otra corriente señalada por el sociólogo español es la de los trabajos prospectivos y futuristas.

Sin embargo, aunque el fuego cruzado de las críticas entre estos dos bandos es el campo fértil en el que se cultiva parte de lo más granado del pensamiento social de las últimas décadas del siglo pasado y de lo que va de éste, ambos coinciden en un ángulo de lectura crítica de la "corriente principal" acerca del desarrollo capitalista en su vertiente industrialista y de cuño eurocentrista. En dicho campo, el de la main stresm, están ubicados aquellos análisis que explican el desarrollo privilegiado de Occidente por sus condiciones de "exclusividad". Si bien es cierto que son muy profundas y decimonónicas sus raíces (weberianas o hegelianas) este enfoque encuentra, en dicho periodo, como sus más importantes cultivadores a autores como John Nef, David S. Landes, Eric L. Jones. Si es vigoroso dicho programa, no lo es menos el que en sentido crítico se le opone a dicho sesgo eurocentrista, y a la propia periodización occidentalocéntrica. En ese bando podemos ubicar, desde los trabajos pioneros de Eric Wolf o James Blaut hasta los más recientes de John M. Hobson (nieto, sí, del estudioso clásico del imperialismo), Martin Bernal, Jack Goody, Robert D. Marks, o las insistencias de Steve J. Stern por reivindicar una propuesta de periodización que, para el caso de América Latina, tenga como eje a la "contracorriente histórica",8 que impulsa, en lógicas cíclicas nada deterministas, los procesos de resistencia y colonización del aparato estatal "desde los de abajo".

Estos últimos, tampoco son condescendientes con algunas de las visiones de los sociólogos del sistema mundial, y se relacionan con el otro paradigma fuerte, que podemos ubicar en puntos más cercanos a la teoría clásica del imperialismo y que, con la inclusión de las relaciones de poder (como es el caso de David Slater, o en versiones más ortodoxas, el del pionero trabajo de James Petras y Howard Brill,9 o el todavía más reciente de William I. Robinson)10 critica a las interpretaciones globales. En sus versiones más significativas (David Harvey, Itsván Meszaros, Samir Amin) esta corriente propone una periodización del hecho capitalista–imperialista, que lo ubica, históricamente, en los momentos de expansión/devastación identificando tres periodos clásicos, cuyo fin, culminación, o cierre de los momentos de ampliación geográfica/colonizadora de los poderes imperiales no anula la condición constitutiva de colonialidad de dicho patrón de poder, que se finca en la propia lógica de la acumulación capitalista, cuyo más reciente despliegue ha sido denominado por algunos como imperialismo tardío (Mike Davis, P. J. Marshall).

Una vertiente más, a incluir en el análisis, es aquella que coloca su crítica a las corrientes del sistema–mundo, ya sea en el debate clásico acerca de la relación dialéctica o la interdefinición entre los campos de producción/mercado, o modo de producción/economía–mundo (como es el caso de Robert Brenner o Robert M. DuPlessis), cuyas respuestas críticas han sido formuladas, en un ángulo más ligado al modelo Immanuel Wallerstein–Karl Polanyi, por autoras y autores como Ellen Meikssins Word,11 Dale Tomich, o incluso nuestro trabajo sobre "América Latina en la conformación de la economía–mundo capitalista".12

Para ubicar al pensamiento latinoamericano, en el sentido de sus contribuciones a dichos debates, ya algunos (y no se trata de un cualquiera, sino nada menos que del antropólogo colombiano Arturo Escobar),13 se han interesado por colocarse, en la vía abierta, por Lakatos aunque no en estricta correspondencia con él, y se comienza a proponer la existencia de un Programa de Investigación sobre Modernidad/Colonialidad latinoamericano, que incluiría, entre otros, a algunos de los que nombramos al inicio y a Walter Mignolo, el propio Escobar, Edgardo Lander y Santiago Castro–Gómez. Otros autores, más audaces quizá, comienzan a plantear la existencia de una ruptura (no en estricta analogía, pero sí guardando un gran parentesco con el término elegido, en su momento, para caracterizar el tipo de distanciamiento propiciado en filosofía por los "juegos del lenguaje"), de un quiebre en la forma de un "giro decolonial" (Castro–Gómez–Grosfoguel, 2007), que abriría una gran posibilidad de superación de la episteme, hasta ahora dominante, en el estudio del capitalismo. Los contenidos del debate son muy amplios y rebasan el objeto de estas líneas que pretenden, a lo sumo, ubicar algunas problemáticas que orientan una línea de investigación que se encuentra apenas en germen y que en las líneas que siguen se desarrolla en una de sus vertientes.

 

LA CIENCIA SOCIAL LATINOAMERICANA Y SU DISCUSIÓN ACERCA DEL CAPITALISMO

Las mutaciones y debates que está sufriendo la ciencia social latinoamericana (durante las décadas del sesenta y setenta), no hacen sino manifestar, en el plano teórico, las profundas convulsiones que vive la región en su conjunto luego de la Revolución cubana y la puesta al día de la apertura de futuro en cuanto a transformación social y recambio político. En el ámbito de la construcción de teoría, la crisis se sitúa en el campo de la autodenominada "sociología científica" y modernizante (que siempre se movió en el terreno y la lógica de la teoría del desarrollo, vista ésta desde la oposición entre tradición y modernización, cuya mayor difusión se alcanzó en el periodo inmediato posterior a la segunda posguerra; el representante más destacado de esta visión fue, sin duda, Gino Germani). La otra escuela que fue impactada por las transformaciones que se están experimentando, es la de la concepción del desarrollo latinoamericano asociada a la CEPAL, la cual resiente un desplazamiento de su programa de investigación desde sus posiciones nacionalistas y populares originales hacia un cierto tipo de "reformismo modernizante",14 que no hace sino manifestar ciertas coincidencias con algunos planteamientos que desde la Alianza para el Progreso (ALPRO) plasman las proyecciones hemisféricas de la Pax Americana durante las maniobras contrarrevolucionarias de la administración Kennedy, en medio de una disputa profunda que tiende a confrontar al imperialismo norteamericano a través de los proyectos de liberación nacional.15

Los progresos en el plano del pensamiento social latinoamericano no sólo acompañan el agudizamiento del conflicto social que está ocurriendo en la mayoría de nuestros países, sino que dotan a las fuerzas sociales, impugnadoras del orden dominante, de una suerte de promesa social de intervención humana racional en la construcción de su propia historia, con fundamento en conocimientos científicamente adquiridos. No es sólo en el plano teórico donde se comienzan a confrontar los problemas del desarrollo y el subdesarrollo; las vías y los mecanismos más adecuados para el cambio social; la profundidad y los límites que éste habría de tener (ya no visto desde el esquema tradicional que anteponía el atraso de nuestras sociedades a la aplicación de una serie de teorías y conceptos incubados para otras realidades sociales). Son también los profundos cuestionamientos de los intereses del orden dominante, los que harán surgir esquemas teórico–conceptuales, conceptos y categorías críticas, que darán lugar a las formulaciones alternativas. Sin embargo, la superación definitiva del dualismo no surgirá de los esquemas más desarrollistas,16 puesto que en éstos los límites se localizan en su propia predisposición teórica, ya que analizan los problemas del crecimiento y la acumulación de capital, exclusivamente como efecto de la mala distribución de la riqueza y el deterioro de los términos del intercambio; y aunque los esfuerzos cepalinos se plantean como un programa para la acción estatal, siguen siendo tributarios del esquema teórico neoclásico, y dan por resultado un "híbrido de naturaleza dual (estructuralismo y neoclasicismo)".17

La ruptura definitiva del marco interpretativo modernización–tradición vendrá de la mano de la reflexión sobre los problemas del desarrollo–subdesarrollo, pero cuando ésta comienza a ampliar y a profundizar sus perspectivas (dotándolas, incluso, de una necesaria dimensión histórica). El esquema teórico del dualismo social postula "una teoría para una parte de lo que ha sido un sistema mundial económico y social durante medio milenio...[y construye]... otro patrón y otra teoría para la otra parte de este mundo".18 Las consecuencias de este enfoque no se detienen en el plano teórico sino cobran forma como sugerencias políticas; puesto que se termina sugiriendo que una parte del sistema (Europa Occidental y América del Norte), "difunde y ayuda a desarrollar la otra parte"19 (Asia, África y América del Sur), y "que el despliegue por parte de los países subdesarrollados y sus metrópolis nacionales está obstaculizado por el freno que representan entre ellos, sus lentas y atrasadas regiones interiores".20 Por el contrario, el esquema sugerido por André Gunder Frank,21 propone ya desde 1966 estudiar el subdesarrollo latinoamericano como "el resultado de su participación secular en el proceso del desarrollo capitalista mundial",22 con lo cual se tratan de superar las aporías detectadas en la sociología convencional del desarrollo: "El sistema social que es hoy la determinante del subdesarrollo no es, de ninguna manera, ni la familia, ni la tribu, ni la comunidad, ni una parte de la sociedad dual, ni incluso [...] ningún país o países subdesarrollados tomados por sí mismos"23 sino la unidad conformada por el sistema capitalista en su conjunto.

La ampliación del enfoque de los problemas del desarrollo–subdesarrollo derivará, además, en incluir en el análisis a un actor que está adquiriendo una presencia cada vez más importante: el imperialismo norteamericano, cuyos instrumentos de actuación no son exclusivamente económicos, sino también políticos, diplomático–militares, e incluso culturales. De tal modo que esta redefinición de los temas del desarrollo y el subdesarrollo, o si se prefiere, del desarrollo del subdesarrollo, se comienzan a nutrir de la tradición vinculada al estudio de las teorías del imperialismo que, desde los teóricos de la segunda internacional (Bujarin, Lenin, Hilferding, Luxemburgo, etc.), pero en especial en voz de algunos de sus mayores representantes en Estados Unidos (Baran, Sweezy, Magdoff), emprendieron críticas severas a los esquemas convencionales del comercio internacional, y a las teorías neoclásicas.24

Las imputaciones en este terreno no se reducen a los esquemas modernizantes que explican las sociedades atrasadas desde un enfoque muy influido por la antropología cultural (que opone lo tradicional a lo moderno); por ello, no es casualidad que la crítica más severa a los enfoques dualistas difusionistas vayan de la mano de los planteamientos de Gunder Frank, quien no hace sino desarrollar, en todas sus consecuencias, la ruptura —con dichos enfoques antropológicos— ya presente en los trabajos pioneros de Robert Redfield.25 Las críticas tampoco se restringen a los desarrollismos estructuralistas, que si bien explican los problemas de nuestras sociedades como problemas estructurales, y en tal medida caracterizan como posible alcanzar el desarrollo a condición de llevar a cabo importantes reformas estructurales (agraria, tributaria, administrativa, renegociación de los términos del intercambio, políticas adecuadas de sustitución de importaciones); sin embargo, adolecen del mantenimiento de la perspectiva modernizadora que hace aparecer el dualismo estructural en una perspectiva política en la que es posible llevar a cabo una transición de lo tradicional a lo moderno en formas más ordenadas, menos traumáticas, siempre y cuando se influya en la dinámica interna de nuestras sociedades. Ambos enfoques, como lo planteó también Gunder Frank, no hacían sino expresar con elocuencia que los "dualistas [...] resultan unos esquizofrénicos intelectuales y políticos".26 Los nuevos enfoques también pretenden llevar a cabo una severa crítica a las posturas del llamado "marxismo tradicional" vinculado a la Tercera Internacional, que llegó asimismo a sostener su propio dualismo, esta vez afirmando que en nuestras sociedades se registraba la convivencia del modo de producción feudal y el capitalismo. Políticamente dichas propuestas eran sintetizadas por los partidos comunistas, bajo la directriz del PCUS, en su insistencia en las alianzas obrero campesina y populares con la "burguesía nacional".27 Esta política venía siendo instrumentada desde la década del treinta del siglo pasado, cuando la Tercera Internacional adoptó la línea del "Frente popular".28

El siguiente periodo de evolución de nuestras ciencias sociales registra la aparición vigorosa del concepto o la categoría de dependencia, y estará signada por las venturas y desventuras de la ampliación de estos esfuerzos hacia su pretensión de encumbrarlos con estatuto teórico, o aun de ver dichos enfoques como un verdadero corte paradigmático. El énfasis en la dependencia surge, según uno de sus primeros promotores, a partir de una descripción más completa de la estructura de los países latinoamericanos y pretendía una superación del concepto de subdesarrollo ya que éste "se había mostrado más bien estático en cuanto a que es un término de comparación con otra situación a la que se considera desarrollada". A diferencia de las concepciones criticadas, el elemento explicativo de la noción de dependencia está constituido por la "subordinación de las estructuras económicas (y no sólo de ellas, puesto que hay otras que la refuerzan y la hacen posible: política, cultura) al centro hegemónico".29 En voz de Fernando H. Cardoso, la explicación de la problemática de los países dependientes tiene como base la comprensión del modo de combinación entre las dimensiones que tipifican "las relaciones entre grupos y clases internas y las relaciones de dominación–subordinación entre países en el contexto de las relaciones que caracterizan al sistema capitalista internacional".30 El énfasis en este segundo elemento ("relaciones entre países") prevalecerá sobre la problemática de clases sociales y de la relación social determinada de explotación (acerca de la cual González Casanova se propone analizar ya desde su libro Sociología de la explotación,31 "la explotación de clases y regiones internacionales e internas",32 sin embargo, como él mismo reconoce su propuesta "apareció todavía a un nivel de excesiva abstracción [...] con un enfoque sistemático que prevaleció sobre el histórico".33 Una debilidad adicional del enfoque, y en cierto sentido su reformulación en una teoría del desarrollo desigual de la acumulación en escala mundial, es la señalada por Samir Amin cuando apunta que:

[...] la distinción fuerzas internas/fuerzas externas es [...] artificial y reduccionista: todas las fuerzas sociales son internas desde el momento en que la unidad de análisis es el sistema mundial y no solamente sus componentes locales [...]. Una rápida definición de la asimetría que caracteriza la relación centro–periferia podría ser la siguiente: en los centros, el proceso de acumulación de capital está guiado principalmente por la dinámica de las relaciones sociales internas, reforzada por unas relaciones exteriores puestas a su servicio; en las periferias, el proceso de acumulación del capital se deriva principalmente de la evolución de los centros, inserta sobre ésta y en cierto modo 'dependiente'".34

Desde las más tempranas críticas (Weffort) se señaló que aunque "se intentaba ligar lo externo y lo interno",35 sin embargo, la noción de dependencia, en cualquiera de sus acepciones, oscila irremediablemente "entre un enfoque nacional y un enfoque de clase".36 Otros autores irán más lejos al señalar las limitaciones de un enfoque en que predomina la categoría dependencia por encima de la categoría explotación, la nación por arriba de la clase (Cueva). Y es que en efecto, los aportes de la "teoría de la dependencia", o del dependentismo, siguen manteniéndose circunscritos, si no en sus exponentes más importantes (Marini) sí en los que alcanzan la mayor difusión (Cardoso), dentro del esquema del desarrollo, del que son "tanto una negación como una prolongación",37 a decir de uno de sus acérrimos críticos. La cuestión de la dependencia (en su vertiente desarrollista) tiende a ser vista en el marco de los problemas para alcanzar el desarrollo (de hecho Cardoso y Faletto en el Postscriptum de 1978 a su libro Dependencia y desarrollo en América Latina, afirman sin ambages que "a pesar de los condicionamientos impuestos por la situación de dependencia, los países más desarrollados de la región procuran definir objetivos de política externa que, si no son expresión acabada de una política independiente [...] indican que algunos estados nacionales intentan ejercer su soberanía y obtener provecho de las contradicciones del orden internacional".38 Habiendo sido una de las prominentes figuras de la escuela de la dependencia, el que fuera presidente de Brasil, F. H. Cardoso, expresó de manera ecuánime (una vez que ya había abrazado de manera militante la causa del neoliberalismo) lo que ya desde su Postscriptum aparecía en germen:

Considerábamos que la manera en que estábamos integrados en el sistema capitalista mundial era la causa de nuestras dificultades a la hora de alcanzar el desarrollo [...]. Hoy día [...] [los sociólogos latinoamericanos —yo entre ellos—, afirma Cardoso][...] identifican la integración y la participación en el sistema internacional con la solución de sus problemas en lugar de con la causa de sus dificultades.39

Las limitaciones propias de este enfoque derivan del modo en que acometen la pregunta; no se trata de alcanzar el desarrollo "a secas", de si puede o no haber desarrollo, sino de averiguar las características del desarrollo del modo de producción capitalista en la región; de indagar las especificidades (si es que las había) en la articulación con o en la conformación del capitalismo mundial a lo largo de su historia, y de las consecuencias que tiene para la región latinoamericana. El no profundizar en estas cuestiones impide a los autores encuadrados en este marco conceptual (dependentismo desarrollista) analizar como cuestión central los problemas de dominación–explotación–apropiación que acompañan el despliegue del capitalismo como sistema mundial.

Tales limitaciones, de la que fue la escuela dominante en la región durante la década del setenta, proceden de colocar la insistencia en el tema del imperialismo no como un problema de clase con expresiones de explotación, acumulación y apropiación del excedente (que se jugaba en el marco de conformación de lo que los marxistas de la Segunda Internacional comienzan a nombrar la "economía mundial"), sino como problemas que resultan de la dominación externa de nuestros países, en donde la "visibilidad privilegiada" de dicho dominio se localiza "en el intercambio y en el control de las decisiones políticas".40 Consecuencia de ello es que, en sus versiones más desarrollistas, el dependentismo consagra como el gran protagonista de la historia a las burguesías u oligarquías o a las capas medias; los sectores populares aparecen como una masa amorfa y manipulable, sea por caudillos o por movimientos populistas.41 En una formulación que ya no expresa al pensamiento social latinoamericano en su etapa formativa, sino en su estado de consistencia, René Zavaleta elevó su crítica a estos enfoques afirmando que "en cuanto a la estructura de la dependencia, es claro que su exageración convertiría a la historia en un círculo cerrado en el que lo dependiente no debería producir sino dependencia: no existirían las historias nacionales".42

Los esfuerzos más serios de profundización teórica en este terreno y que pretendieron avanzar en los problemas de la "exterioridad–interioridad de la dependencia",43 con el fin de no agotarlos en lo nacional, sino avanzar en la inclusión de una perspectiva de clase, terminaron siendo, sin embargo, encasillados también en el debate verdaderamente esquematizado entre endogenismo y exogenismo en el desarrollo del capitalismo latinoamericano (en este caso el escenario de confrontación estuvo dominado por el debate entre la escuela marxista de la dependencia en voz de Marini, y los planteamientos críticos de Cueva).

Ruy Mauro Marini pretendía despojar al enfoque de las características funcional–desarrollistas que lo habían acompañado desde su gestación, analizando las relaciones capitalistas "en la perspectiva del sistema en su conjunto, tanto a nivel nacional como, y principalmente, a nivel internacional",44 la visibilidad privilegiada se dirigía en este caso a "las funciones que cumple América Latina en la economía capitalista mundial",45 y consigue operar un cuádruple desplazamiento categorial: del "sector externo" al "mercado mundial", de la "circulación" a la "producción", de los "términos del intercambio" a la "superexplotación del trabajo" y, finalmente, de la "economía nacional" al "sistema en su conjunto". Por muy válidas que hubieran sido las imputaciones de Agustín Cueva al autor de Dialéctica de la dependencia, las mismas se limitan a insistir en el tema de la "articulación de modos de producción" y a identificar la "respuesta endógena a los requerimientos procedentes del exterior", o bien, los casos en que la "acumulación originaria se realiza con la directa intervención de fuerzas exógenas".46

Desafortunadamente, fueron los menos aquellos esfuerzos de conceptualización que pudieron haber otorgado, o pudieron haber contribuido, como diría Zavaleta, a una mayor "acumulación teórica", a través de profundizar en lo más valioso de este debate:

la afirmación de una perspectiva totalizadora del conocimiento científico–social; la historización de la perspectiva; la búsqueda de la especificidad histórica y la explicación de los límites de las categorías usadas desde una postura eurocentrista".47

Estos propósitos fueron ensombrecidos a lo largo del periodo que se abre en toda la región desde los años ochenta. Sin embargo, sus resonancias se trasladan hacia fuera y muestran la influencia que adquiere la polémica al anterior de la ciencia social latinoamericana en la conformación del debate más granado de la sociología histórica y las teorizaciones del sistema–mundo.

En el marco de la definitiva dominación hemisférica de Estados Unidos sobre la región, prácticamente desde el segundo cuarto del siglo XIX, el "pensamiento nuestroamericano" se impulsa a través de un primer distanciamiento respecto a los enfoques iluministas que siguen moviéndose en el canon analítico de la oposición civilización–barbarie (es el caso de José Martí o José Carlos Mariátegui), en un segundo momento, el distanciamiento será con el paradigma de la modernización y la oposición desarrollo–atraso (es el caso de las teorizaciones críticas sobre la dependencia), sólo más recientemente el pensamiento social latinoamericano comienza a desplegar un nuevo florecimiento, un tercer gran florecimiento, si queremos ser más precisos, a través de un distanciamiento respecto a la narrativa posmoderna: es el caso del programa de investigación de modernidad–colonialidad latinoamericano, cuya importancia reclama una consideración más puntual que justifica un nuevo ensayo.

 

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NOTAS

1  Pierre Chaunu, "La economía–superación y prospectiva", en Jacques Le Goff, Hacer la historia, vol. II, Nuevos enfoques, Barcelona, Laia, 1985, pp. 59–80.

2  Ibid., p. 62.

3  Ibid., p. 69.

4  En la terminología sobre ciclos económicos se distinguen las llamadas ondas o ciclos largos Kondrátiev, en memoria del célebre economista ruso, que constan de una fase A de expansión y una fase B de contracción, la duración de sucesión del ciclo se estima entre 50 y 60 años.

5  Ibid., p. 67.

6 Charles Tilly, Grandes estructuras, procesos amplios, comparaciones enormes, Madrid, Alianza, 1991.

7 José María Tortosa, Sociología del sistema mundial, Madrid, Tecnos, 1992.

8 Steve J. Stern, "La contracorriente histórica: los indígenas como colonizadores del Estado. Siglos XVI a XX", en Leticia Reina [coord.], Los retos de la etnicidad en los estados–nación del siglo XXI, México, CIESAS–Miguel Ángel Porrúa, 2001.

9 James Petras y Howard Brill, "The tyrany of globalism", en Petras et al., Latin America: Bankers, generals and the struggle for social justice, Nueva Yersey, Rowman and Littlefield, 1986.

10 William I. Robinson, Una teoría sobre el capitalismo global, Bogotá, Ediciones Desde Abajo, 2005, 248 pp.

11 Ellen Meiksins Word, A origen do capitalismo, Río de Janeiro, Jorge Zahar, 2001.

12 José Guadalupe Gandarilla Salgado, América Latina en la conformación de la economía–mundo capitalista, México, CEIICH–UNAM, 2005.

13 Arturo Escobar, Más allá del tercer mundo. Globalización y diferencia, Bogotá, icanh Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2005.

14  Pablo González Casanova, "Corrientes críticas de la sociología latinoamericana", Nexos, núm. 5, mayo, 1978, pp. 14–17.

15 El proyecto de la ALPRO no agotaba la geopolítica norteamericana para la región, la propia administración Kennedy se pronuncia por canalizar los descontentos populares a través de lo que los técnicos norteamericanos llamaban la "guerra interna" o "guerra política", luego de lo cual cada vez cobró más importancia el estudio de la "psicología de la inconformidad" y se comenzó a acentuar la necesidad de asegurar el status quo. Ésta es la misma intención que se prefigurará años más tarde en los énfasis puestos por la Comisión Trilateral en los problemas de la ingobernabilidad como los más ingentes de la región. En cada uno de estos estudios se sentía la presión de la lucha y el espíritu de movilización y protesta de la Revolución cubana, los movimientos de liberación nacional y la revolución mundial del sesenta y ocho (Pablo González Casanova, "La nueva sociología y la crisis de América Latina", en Murga Frasinetti y Guillermo Bolis [selec. y notas], América Latina: dependencia y subdesarrollo, Costa Rica, educa, 1973, pp. 595–613).

16 Como sostendrá uno de sus más enconados críticos "las distintas corrientes llamadas desarrollistas [...] suponían que los problemas económicos y sociales que aquejaban a la formación social latinoamericana se debían a una insufciencia de su desarrollo capitalista, y que la aceleración de éste bastaría para hacerlos desaparecer", en Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, México, Era, 1973, p. 57.

17 Enzo del Búfalo, "La teoría económica en América Latina: 30 años de búsqueda", Nueva Sociedad, núms. 180–181, julio–octubre, 2002.

18 André Gunder Frank, "El desarrollo del subdesarrollo", en Sociología del desarrollo y subdesarrollo de la sociología. El desarrollo del subdesarrollo, Barcelona, Anagrama, 1971, p. 96.

19 Loc. cit.

20 Loc. cit.

21 Quien habiendo nacido en Berlín en 1929, y habiéndose formado en Economía en la escuela de Chicago —en momentos en que son muy influyentes tanto Friedman como Haberler—, sin embargo, desarrollará el grueso de su pionera propuesta crítica en América Latina, región en la que desarrolla su actividad desde 1962 y hasta que se lo permite el golpe militar de Chile en 1973.

22 André Gunder Frank, "Sociología del desarrollo y subdesarrollo de la sociología: un examen del traje del emperador", en Sociología del desarrollo y subdesarrollo de la sociología. El desarrollo del subdesarrollo, Barcelona, Anagrama, 1971, p. 106 (ed. original en inglés de 1969).

23 Gunder Frank, "El desarrollo.", p. 28.

24 No es por azar que la edición original en inglés del más influyente ensayo de Gunder Frank, "El desarrollo del subdesarrollo", ocurra precisamente en Estados Unidos en la Monthly Review, el órgano de difusión de dicha escuela.

25 Gunder Frank, "El desarrollo..", p. 28.

26 Ibid., p. 97.

27 Sonntag, Heinz R., Duda/certeza/crisis: la evolución de las ciencias sociales de América Latina, Caracas, Nueva Sociedad, 1989, pp. 17–73.

28 Una de las críticas más fundamentadas a la línea política de los partidos comunistas fue la que desde inicios de los sesenta les dirigió José Revueltas en su aún no superado Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, 3a ed., México, Era, 1982).

29  Enzo Faletto, "La dependencia y lo nacional–popular", Nueva Sociedad, núm. 40, enero–febrero, 1979.

30 Fernando H., Cardoso y Francisco C. Weffort, "Ciencia y conciencia social", en Frasinetti y Bolis, op. cit., p. 54. De hecho en un texto anterior escrito con Enzo Faletto, el propio Cardoso manifiesta de manera más clara la predominancia de lo externo, y lo interno lo reduce a alianzas políticas: "[...] al considerar la 'situación de dependencia' en el análisis del desarrollo latinoamericano lo que se pretende poner de manifiesto es que el modo de integración de las economías nacionales al mercado internacional supone formas definidas y distintas de interrelación de los grupos sociales de cada país, entre sí y con los grupos externos". (Cardoso y Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, 14a ed., México, Siglo XXI, 1979, p. 28).

31 Pablo González Casanova, Sociología de la explotación, México, Siglo XXI, 1969.

32  Pablo González Casanova, "Corrientes críticas de la sociología latinoamericana", Nexos, núm. 5, mayo, 1978, p. 15.

33 Loc. cit.

34 Samir Amin, El eurocentrismo. Crítica de una ideología, México, Siglo XXI, 1989, p. 26.

35 Faletto, op. cit.

36 Weffort, op. cit.

37 Agustín Cueva, "El pensamiento social latinoamericano (notas sobre el desarrollo de nuestras ciencias sociales en el último periodo)", Latinoamérica. Anuario de Estudios Latinoamericanos, núm. 14, México, CCYDEL–UNAM, 1981, p. 112.

38  Cardoso y Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, 14a ed., México, Siglo XXI, 1979, p. 190.

39 Cardoso, Fernando H. "La prosperidad compartida", El País, Madrid, 10 de diciembre, 1994, p. 12.

40 Parece tener razón Cueva al afirmar que estos enfoques de la dependencia estuvieron muy influidos por los temas del capítulo 5 del libro de Paul Baran La economía política del crecimiento, que se centran en "Las raíces del atraso", dejando en segundo plano las problemáticas referidas al tema del excedente económico y que brindaban buenas posibilidades heurísticas si se relacionaban con la dimensión mundial del capitalismo y con la estrecha relación entre las categorías de clase y nación. Cueva, op. cit., pp. 109–125.

41 Agustín Cueva, Teoría social y procesos políticos en América Latina, México, Edicol, 1979.

42 René Zavaleta Mercado, Lo nacional–popular en Bolivia, México Siglo XXI, 1985, p. 13.

43 Aníbal Quijano, "Sociedad y sociología en América Latina", Revista de Ciencias Sociales, vol. 23, núms. 1–2, Río Piedras, marzo–junio, 1981.

44 Marini, op. cit., p. 14.

45 Ibid., p. 22.

46 Agustín Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina, 15a ed., México, Siglo XXI, 1994.

47 Quijano, op. cit., p. 235.

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