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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versão On-line ISSN 2448-6914versão impressa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.43 Ciudad de México Jul./Dez. 2006

 

Reseñas

Marcos Roitman Rosenmann, Las razones de la democracia en América Latina, pról. de Pablo González Casanova, Siglo XXI, 2005, 264 pp.

Javier Galindo Ulloa* 

* CCH-Vallejo, Universidad Nacional Autónoma de México, México

Roitman Rosenmann, Marcos. Las razones de la democracia en América Latina. González Casanova, Pablo. Siglo XXI, 2005. 264p.


A los dieciocho años de edad el sociólogo chileno Marcos Roitman Rosenmann fue detenido y torturado durante el golpe de Estado en Chile por el ejército de Pinochet; luego se fue a vivir a España con un padrastro suyo, republicano español, donde empezó a tomar conciencia de la falta de libertad de expresión y de democracia en América Latina a partir de la instauración de las dictaduras militares en los países del Cono Sur, durante la década de 1970. En una reciente conversación que sostuvimos con Roitman en México, nos cuenta: “El que me hayan detenido en mi país me llevó a pensar el por qué me negaban la libertad donde había sido educado con criterios republicanos, siendo militante del Partido Socialista chileno, torturado física y mentalmente, pasando por el Estadio de Chile y el Nacional”. Todo ello fue motivo para escribir su reciente libro, Las razones de la democracia en América Latina, que reflexiona sobre las cualidades y virtudes de la democracia en el mundo contemporáneo.

El ensayo de Roitman expone las distintas etapas de las dictaduras militares en Chile, Argentina, Perú, Bolivia y Guatemala, que intentaron borrar del mapa ideológico el sentido real de democracia y la lucha de cada pueblo latinoamericano que practica realmente una vida democrática a través de la educación, la participación solidaria entre diversas comunidades y la exigencia a sus demandas sociales y políticas.

Roitman empezó a escribir Las razones de la democracia… cuando América Latina sufrió

un proceso de involución política y moral, caracterizado por dos factores fundamentalmente ‒explica el autor‒: uno, de carácter posterior a la crisis de amplio espectro en Chile de la década de 1970, marcado por una experiencia personal y política, durante la crisis de la Unidad Popular; y dos, de carácter teórico, sobre el rechazo a pensar que la izquierda latinoamericana carece de democracia. El libro se ha fraguado desde hace más de treinta años; es una maduración en lo personal y teórico, motivado por una preocupación del por qué los procesos altamente ricos en lo cultural y social, en su capacidad de otorgar derechos a una ciudadanía, de participación, de mediación, de conocimiento[…], terminan básicamente en la muerte, la tortura y la desaparición. Esto me hace pensar el por qué hay personas que son capaces de romper una tradición democrática. Por otro lado, hay quienes quitan el peso de encima de sus principios, señalando y sintiéndose culpables de haber realizado esas transformaciones democráticas y acusándose a sí mismos aun como víctimas, pero responsables de que hayan venido los militares a torturar. Fueron dos hechos esquizofrénicos que nunca entendí. Tuve que estudiar mucho sobre algo que me explicara las razones de la democracia en América Latina, no para justificar a los gobiernos que habían sido suficientemente democráticos, sino para explicar lo que yo entendía como una renuncia a los valores democráticos de quienes estaban definiendo por democrático aquello que para mí simplemente era un espacio de libertad individual. Entendí que había una ruptura de proyecto cultural de una generación, de una educación y una cultura democrática. Todo se rompió gracias a la muerte, a la maldad y a la inquina. Como militante político, intento recuperar los derechos democráticos que en América Latina están en manos de aquellos que siguen pensando que la democracia es más que un simple reconocimiento de derechos y valores. La democracia es una práctica política, que se expresa fundamentalmente en valores éticos, que significa un ejercicio cotidiano de la realización de la dignidad humana.

Roitman también critica a los intelectuales y especialistas que se convencen de la estrategia ideológica de cada gobierno que transmite los supuestos valores democráticos a través de los medios de información. Escribe el sociólogo chileno en Las razones de la democracia…:

La lucha contra las estructuras mentales del conformismo social forma parte de las razones de la democracia. Quienes se han plagado a dichas estructuras son los mismos que buscan al poder político. Hablan una jerga que se reconoce por su devoción hacia la ingeniería social. Hablan de matemáticas sociales: medias, modas y medianas, estadísticas diferenciales, muestreos de opinión, encuestas personalizadas, técnicas cualitativas y tienen pasión por el lenguaje derivado de la teoría de la acción comunicativa “sistema-entorno”. Sin capacidad reflexiva y sin conciencia, terminan siendo los robots alegres que enunciara Wrigt Mills.

En cuanto a su estilo de escritura y al tipo de lector al que va dirigido Las razones de la democracia…, expresa Roitman:

Soy muy pasional cuando escribo. Lo hago con honestidad, contra mí mismo y por la necesidad de responderme por qué existo. La existencia de uno tiene la capacidad social de sentirse útil hacia los demás a través del lenguaje. Nosotros estamos en el lenguaje y con él tenemos la única manera de comunicar sentimientos y expresiones de vida. El lenguaje es la vida. Por lo tanto, yo no escribo para intelectuales. Sería mezquino intentar escribir para los que ya están convencidos. Escribo para estudiantes y ciudadanos, para aquel ciudadano que se siente comprometido con su país, con la cauda de la lucha de la democracia en América Latina. Es en la búsqueda de la ética y la conciencia porque yo escribo. Con una edición de dos mil ejemplares, en una sociedad de pocos lectores, uno escribe pensando en que lo van a leer en esa dimensión. No escribo para convencidos ni para intelectuales que busquen debatir conmigo. Espero que la discusión que provoque mi libro sea para que el lector no piense como yo sino que piense por sí mismo. Yo abro el debate sobre la democracia y una crítica a las teorías formalistas que sólo restan el protagonismo de los sujetos que construyen el día a día de la lucha por la dignidad y las transformaciones en nuestro continente. Aquellos sujetos son los que trabajan por abrir espacios de las reformas sindicales, de la igualdad y la diferencia de género; por las transformaciones de la democracia multiétnica, la lucha contra el analfabetismo, por la salud, la educación, el campesinado y la naturaleza. Lo democrático en definitiva es socializar el pensamiento, finaliza.

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