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 número43Fabiola Escárcega, y Raquel Gutiérrez [coords.], Movimiento indígena en América Latina: resistencia y proyecto alternativo, México, Gobierno del Distrito Federal, Casa Juan Pablos, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2005, 505 pp.Marcos Roitman Rosenmann, Las razones de la democracia en América Latina, pról. de Pablo González Casanova, Siglo XXI, 2005, 264 pp. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.43 Ciudad de México jul./dic. 2006

 

Reseñas

Enrique Camacho Navarro [coord.], El rebelde contemporáneo en el Circuncaribe. Imágenes y representaciones, México, CCyDEL-UNAM/Edere, 2006, 233 pp.

Guadalupe Rodríguez de Ita* 

* Instituto Mora, México

Camacho Navarro, Enrique. El rebelde contemporáneo en el Circuncaribe. Imágenes y representaciones. México: CCyDEL-UNAM, Edere, 2006. 233p.


Sin lugar a dudas el libro El rebelde contemporáneo en el Circuncaribe. Imágenes y representaciones, coordinado por Enrique Camacho Navarro, examina un tema importante de la historia contemporánea de América Latina, específicamente de la región circuncaribeña, como lo es la figura del rebelde y el derecho a la rebeldía que las sociedades tienen para enfrentar, derrotar y derrocar a los tiranos que se creen por encima de la ley y actúan en consecuencia. El rebelde, como sujeto histórico, siempre tiene una causa, una causa por demás trascendental: lograr la justicia y la igualdad en sociedades dominadas por dictadores. El rebelde, por tanto, se constituye en motor de cambio político-social, que contribuye al establecimiento de gobiernos democráticos y reformas sociales.

Cuando el rebelde va más lejos y busca transformar profundamente a la sociedad en todas sus esferas, se torna en revolucionario. Como bien lo señala Carlos Figueroa Ibarra, autor de uno de los capítulos del libro: “El revolucionario tiene que ser rebelde, de lo contrario, no podría ser lo primero. […] Si bien es cierto que no todo rebelde es un revolucionario, todo revolucionario tiene que ser rebelde para aspirar a una transformación esencial y progresiva de la sociedad que le tocó vivir” (p. 125). En la misma línea argumentativa, en lo que parece un diálogo premeditado entre dos de los participantes de la obra, Ignacio Sosa Álvarez puntualiza atinadamente: “[…] por rebelión se entiende la acción política orientada a establecer un gobierno legítimo, democrático, representativo; mientras que por revolución se entiende un fenómeno más amplio que implica un cambio radical en lo político, lo económico y lo social” (p. 46).

En América Latina, y en especial en el Circuncaribe, qué duda cabe para los habitantes y para los estudiosos de esta área, la rebeldía y la revolución forman parte fundamental del proceso de transición de sus sociedades, de un mundo tradicional a uno moderno, vivido en el siglo XX, y sobre todo en la segunda mitad de él. Por ello, el análisis del rebelde y del revolucionario es primordial para entender y explicar la situación actual de dichas sociedades. No obstante la relevancia del tema son pocos los estudios que se han realizado al respecto, pues en general los especialistas de la región, tanto de fuera como de dentro de ella, por distintas razones, han tratado de soslayar el papel desempeñado por el rebelde como motor de cambio político-social. De allí, la importancia del libro que aquí se reseña. Libro organizado en tres grandes apartados: “Actos rebeldes: concepción, imagen e interpretación”, “Rebeldes en el marco de la Guerra Fría (Guatemala, Nicaragua y Cuba)”, y “”De rebeldes olvidados, recordados e interpretados”, donde prácticamente todos los capítulos que integran cada uno de esos apartados están fundamentados en materiales documentales, testimoniales, icónicos, hemerográficos, bibliográficos, electrónicos, etc., lo que le da seriedad y solidez a los aportes individuales y, desde luego, al colectivo.

Los dos capítulos iniciales, comprendidos en el apartado “Actos rebeldes: concepción, imagen e interpretación”, ofrecen ricas reflexiones y propuestas teórico-metodológicas sobre los dos aspectos centrales del título de la obra: el rebelde y las imágenes. El primero, titulado “De la rebeldía a la revolución y a la resistencia: héroes, bandidos-sociales y revolucionarios en la historia contemporánea de América Latina”, es realmente de capital relevancia. En él, Ignacio Sosa analiza con gran agudeza las complejidades del conflicto teórico generado a partir de la distinta valoración que los especialistas hacen, en las sociedades tradicional y moderna, así como en la transición de una a otra, del papel rebelde y de la rebeldía. Según el autor, en las sociedades en las que se ha consolidado la modernidad democrática la figura del rebelde entra en crisis: en ocasiones se le trata de soslayar o de plano de negar; se le ve, si acaso, como un recuerdo del pasado, pasado que en la concepción de esas sociedades no está conectado con el presente; en cualquier caso, el rebelde es tachado de bandido. En cambio, en las sociedades en transición a la democracia, como es el caso de las latinoamericanas, el rebelde mantiene un papel trascendental, es considerado el revolucionario, el héroe que lucha por un orden social en el que prevalezca la justicia y la igualdad, así como la independencia nacional; en todo caso el rebelde permite “[…] entender que el orden imperante tiene una explicación histórica y que, en consecuencia, puede modificarse por la acción de los hombres” (p. 39). Por todo lo anterior, este especialista invita a reinterpretar la figura del rebelde y sus significados en América Latina a partir de la teoría moderna de la democracia y de la práctica del Estado de derecho. De allí que quede más que justificado por qué a Ignacio Sosa se le considera en la introducción del libro “maestro, impulsor y verdadero artífice” (p. 12) de la línea de investigación desarrollada en el mismo.

Por su parte, el segundo capítulo ofrece sugerentes reflexiones teórico-metodológicas sobre el uso de las imágenes como fuente en la historia, particularmente en la social. Tomás Pérez Vejo, su autor, propone colocar en el mismo lugar de importancia al texto escrito y a la imagen al realizar una investigación sobre una sociedad cualquiera; es decir, exhorta a revisar y superar la idea positivista de que los documentos son “la fuente” por excelencia, donde se encuentra encerrada “la verdad”; y sugiere aceptar los diferentes tipos de imágenes, ya sean pinturas, grabados, fotografías, mobiliario, edificios, etc., como vestigios que aportan significados con los que se puede contribuir a explicar los procesos históricos. Las imágenes visuales, aclara el especialista, proporcionan información sobre el mundo social, como realidad tangible, pero también sobre lo que en la actualidad se ha denominado el imaginario social, es decir, sobre “las representaciones que una sociedad hace de sí misma y de su estructura social” (pp. 77-78). Para él, concordando con otros especialistas, “toda imagen cuenta una historia” (p. 71) no sólo de una sociedad determinada, sino de cómo los individuos la vivieron, por ello insiste en la necesidad de utilizar fuentes icónicas en la investigación social.

A partir de estos dos capítulos, sin que necesariamente se atiendan las atractivas reflexiones y propuestas de Sosa y Pérez Vejo, en los siguientes se estudian varios casos particulares, cada uno desde una óptica distinta, ya sea la filosofía política, la historia social o la política, los estudios culturales, etc. Así, abordan lo mismo sujetos históricos individuales que colectivos, los tratan de rebeldes, revolucionarios y héroes, pero también de insurrectos, insurgentes y guerrilleros, de subversivos y terroristas, de santos y mártires e, incluso, en un caso se plantea la posibilidad de un “rebelde contrarrevolucionario” (p. 234), en tanto que en otro se llega a hablar de “narcoguerrilleros”. De esta manera, se ofrecen estudios de personajes ampliamente conocidos, como el comandante Fidel Castro y el subcomandante Marcos; pero también de otros de los que se sabe poco o nada, como los nicaragüenses Carlos Fonseca Amador, Ernesto Cardenal y Gioconda Belli, el guatemalteco Carlos Paz Tejada, el cubano Reinaldo Arenas o los mexicanos Arturo Gámiz y Pablo Gómez Ramírez. De igual modo se examinan organizaciones como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Frente Sandinista de Liberación Nacional, el Grupo Popular Guerrillero y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Como la mayoría de los trabajos colectivos, esta obra es polifónica. Por ello, como suele ocurrir en tales casos, puede ser vista con reservas, pero al mismo tiempo con entusiasmo, al presentar diversas voces, distintas miradas, múltiples interpretaciones que enriquecen el conocimiento de un tema específico. Sea como sea, es ampliamente recomendable su lectura y discusión, pues además de coadyuvar a entender el acontecer reciente de la región, invita a continuar investigando acerca de estos sujetos históricos sobre los que el libro abre brecha.

Se considera importante, por ejemplo, abordar otros casos tanto de países circuncaribeños tratados en la obra, como de las otras naciones que quedaron fuera (El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Haití y República Dominicana). Se estima de igual trascendencia analizar a dos sujetos históricos que no fueron incluidos en el libro y que son imprescindibles para entender el devenir de cualquier sociedad: las mujeres y los indígenas. Se aprecia conveniente examinar las imágenes y las representaciones de figuras señeras como: los maestros mexicanos Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, los militares guatemaltecos Turcios Lima y Yon Sosa, el escritor salvadoreño Roque Dalton o el comunista venezolano Douglas Bravo; los Camilos, el cubano Cienfuegos y el colombiano Torres; y qué decir de mujeres rebeldes: como Melba Hernández y Haydé Santamaría, las cubanas, o las comandantas Ana María y Ramona, salvadoreña la una, mexicana la otra.

No es posible cerrar estas líneas sin subrayar la trascendencia de que los especialistas realicen análisis iconológicos, o por lo menos iconográficos, de un personaje verdaderamente sobresaliente: el rebelde, el revolucionario, el héroe por excelencia, el hombre nuevo argentino-cubano-latinoamericano-universal, cuyo nombre ni siquiera se tiene que anotar, pues su imagen ha acompañado desde y hasta siempre a varias generaciones, especialmente en la fotografía de Korda que ha dado la vuelta al mundo en ochenta y tantas modalidades, por ya casi medio siglo.

En fin, mientras llega una nueva entrega del grupo de especialistas y estudiosos coordinados por Enrique Camacho y/o de otros que tomen en consideración alguna de estas sugerencias, es recomendable acercarse a esta obra para conocer a rebeldes circuncaribeños que se jugaron la vida y en ocasiones la perdieron por lograr la justicia y la igualdad de sus respectivas sociedades.

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