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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.40 Ciudad de México ene./jun. 2005

 

Reseñas

Silvia Bleichmar, Dolor país, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2002, 91 pp.

Mariana López de la Vega* 

* FFyL-UNAM, México

Bleichmar, Silvia. Dolor, país. Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2002. 91p.


Es conocido que el sistema económico mundial, con el auspicio de diferentes corporaciones y consultorías internacionales, ha establecido parámetros para la medición de la situación económica de los países. El sistema ha creado un lenguaje de indicadores, lleno de códigos, que permite saber casi solamente a los inversionistas y a los dueños del capital el “riesgo” que corren al invertir y otorgar créditos a diferentes estados. Uno de esos indicadores es el llamado “riesgo país”, el cual sirve para medir la capacidad de un Estado para responder a sus compromisos de pago de deudas.

Las consecuencias que el sistema económico ha traído, rodeado de sus grandes desigualdades y su explotación desmesurada, no se refleja sólo en los indicadores económicos e índices de pobreza. Silvia Bleichmar, psicoanalista y docente de universidades de Argentina, Brasil y Francia, miembro del Movimiento “Argentina Resiste”, contrapone este índice con el que ha llamado “dolor país”, al tomar como referencia las reacciones populares que se suscitaron después de los grandes cacerolazos sucedidos en Argentina en 2001.

El libro se compone de una serie de diez artículos, de lectura sencilla y ágil, algunos publicados en el diario Clarín. Los textos hacen referencia a la acción y al sentir de la mayor parte de la población de Argentina después de la profunda crisis de ese año. A esa Argentina, que el Fondo Monetario Internacional quiso construir y hacer aparecer como modelo para los países en desarrollo, la desnuda y la presenta sin velos, tal como quedó después de la grave crisis económica, política, social y cultural que la asoló. Pero, los artículos no sólo hacen referencia a las graves consecuencias que la crisis dejó en la población, sino también vislumbra y propone nuevos medios para que ésta recupere y reconstruya su país.

El crecimiento del “dolor país” es temible en sus resultados, pero tiene también propuestas apabullantes. Nos recuerda la “banalidad del mal”, concepto que sostuvo por primera vez la filósofa Hanna Arendt a raíz del juicio realizado al nazi Adolf Eichmann. Este concepto expone la pérdida de noción del semejante, la indiferencia al dolor, a la crueldad y al poder de destrucción humana.

La autora plantea: “el dolor país se mide también por una ecuación: la relación entre la cuota diaria de sufrimiento que se le demanda a sus habitantes y la insensibilidad profunda de quienes son responsables de buscar una salida menos cruenta”. La forma en que propone medir el “dolor país”, trasciende los parámetros convencionales.

Bleichmar realiza una acusación a la clase política en el poder. Nos muestra rostros de desesperanza, pero también bríos de un nuevo horizonte. Es decir, formula una crítica al sistema económico y, abarcando terrenos de la psicología, muestra e incluye las formas de respuesta que la población tiene ante situaciones extremas, las cuales conllevan procesos de crisis de identidad y a la vez de búsqueda de nuevas expectativas.

En el capítulo “Los recursos de la historia” hace un recuento en tiempos paralelos de la historia de Argentina, donde la pobreza no aparece de forma repentina, sino es producto de un largo proceso de explotación y de gestiones reprobables de la clase política gobernante. Insiste en que “más allá de la corrupción de muchos y la inoperancia de algunos, es evidente que pocas veces se ha visto en la historia de la humanidad mayor coherencia del conjunto por parte de los gobernantes ‒legítimos o ilegítimos‒ para desarticular los sueños de todos y el futuro de la mayoría”.

“La derrota del pensamiento” tiene como diagnóstico el fracaso de la utopía pero, al mismo tiempo, nos da como espada la esperanza. Parece que la autora nos cuestiona sobre el horizonte que nos hace caminar y realiza un llamado a continuar una lucha que tome, como uno de sus cimientos, la profunda tradición cultural existente en su país.

Nos muestra la parte del “dolor país” que define como “ese sufrimiento al que somos condenados cotidianamente”. Así, las reflexiones planteadas a lo largo del texto, trascienden el término de la lectura y nos cuestiona sobre varios tópicos, entre ellos: ¿cómo funciona la subjetividad?, ¿qué respuestas se gestan en el desarrollo de la resistencia?, ¿cómo alimentar la esperanza y la utopía?, ¿cuáles son los requisitos para una re-humanización?, ¿cómo se puede sostener el hombre, en el marco de una ética que trascienda la historia inmediata? La construcción de un lenguaje, de una simbología para y desde la resistencia es una apelación constante a lo largo del texto.

El libro permite reconocer rostros e imaginar las miradas cómplices de solidaridad, las cuales nutren de nuevo la esperanza y la voluntad de crear. Entreteje una parte del imaginario colectivo y de la tradición cultural argentina con libros, canciones y comida, que adquieren importancia en los modos de significación de la resistencia. A pesar de ella y del despliegue de consignas, nacidas de una vida robada de esperanza, la autora realiza una crítica muy acertada, pues plantea que la resistencia muchas veces no se materializa en un proyecto político claro, que marque el futuro de las acciones por venir.

Bleichmar mezcla y evoca la historia de la Patria, de las letras que han narrado parte del siempre existente “dolor país”, apoyándose en la memoria de la misma Argentina, recordando las palabras e ilusiones de María Seoane con respecto al derecho de recuperar los sueños.

En “Losers and Winners, entre la excusa y la justificación” presenta significados y significantes formas de subsistencia para preservar el yo, algunas de las cuales se vuelven imágenes de los losers, que produce el sistema en países virtuales. De pronto nos regresa a la Argentina real, a la que está en crisis y en búsqueda de soluciones. Reclama al sistema económico y a la desesperanza melancólica. Se pregunta por la identidad extraviada y reconocida por la misma Argentina. Empieza cuestionando a Europa y a Estados Unidos, para acabar preguntándose a sí misma: a Argentina; aunque podría contestarse con la historia de Nuestra América. Hace un llamado a la labor de los intelectuales y académicos para ejercer una participación que vaya más allá de la descripción y análisis de los hechos; a una militancia. Parece que lanza una cuerda, que pide a gritos la reconstrucción de la esperanza, de la recomposición, en espera de un eco.

Dolor país se convierte en un llamado para todas las trincheras, para todas las edades, para todos los países explotados: desde el joven al jubilado, del piquetero al exiliado, de Argentina para el mundo. Dolor país es así, reflejo del presente en búsqueda de futuro.

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