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LiminaR

versión On-line ISSN 2007-8900versión impresa ISSN 1665-8027

LiminaR vol.4 no.1 San Cristóbal de las Casas ene./jun. 2006

https://doi.org/10.29043/liminar.v4i1.203 

Reseñas

Zebadúa González, Emilio, 1999, Breve historia de Chiapas, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, México

Daniel Villafuerte Solís1 

1CESMECA-UNICACH. México.

Zebadúa González, Emilio. 1999. Breve historia de Chiapas. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, México:


La idea que subyace en el libro de Emilio Zebadúa es que Chiapas tiene una historia propia que lo distingue de otras regiones del país. Parte de esa historia es su peculiar aislamiento y fragmentación de sus asentamientos humanos, situación que marcó, desde la llegada de los españoles, rasgos particulares a la economía y a la política. Esta característica se mantiene hasta ahora, aunque curiosamente Chiapas ha entrado plenamente en la era de la globalización pero no precisamente por la presencia de inversión extranjera o por la modernización de su economía, sino porque se ha convertido en la entidad número 11 en captación de remesas -665.3 millones de dólares en 2005- de migrantes chiapanecos que trabajan en Estados Unidos.

Zebadúa muestra lo que ha cambiado y lo mucho que, a pesar del tiempo transcurrido, permanece inalterado. Los planteamientos que hace Emilio en el prólogo, que denomina una historia propia, son un desafío para reflexionar en torno a la situación del país y de Chiapas en particular. Llama la atención la tesis sobre el cambio irremediable de la política y la redefinición de la izquierda.

El autor puntualiza sobre cuestiones importantes que tienen referencias en el presente: 1) señala que la búsqueda de riquezas materiales no estuvo en conflicto con el esfuerzo de extender la fe religiosa. Este planteamiento es interesante porque nos lleva a la exploración de explicaciones sobre el papel de las religiones en los procesos civilizatorios. Hoy, en el contexto de globalización, tenemos una cantidad extraordinaria de religiones que se disputan grupos sociales y que han perdido la fe en el catolicismo. El proyecto de las iglesias es perfectamente compatible con los nuevos procesos globalizadores del capital; 2) durante el proceso de conquista tanto teólogos como juristas discutían sobre la justicia de la guerra. Hoy también, a nombre de la democracia, se habla de las guerras justas: Irak es el caso más reciente; 3) ligado a lo anterior, habla del imperialismo, y señala que su origen se remonta más allá de la conquista española. Actualmente el debate está en el concepto de Imperio, cuyos rasgos vienen del imperialismo que adquieren una nueva dimensión, de un poder central omniabarcativo que domina la vida misma de los seres humanos; 4) el estatus que tuvo Chiapas en el proceso de colonización -su carácter de periferia-, permitió, según el autor, que las comunidades gozaran durante un tiempo de una relativa independencia. Esta idea traída a la actualidad tiene valor analítico, porque siendo territorio de frontera, de periferia del país, está jugando un papel importante de bisagra entre México y Centroamérica. El poco interés que despertó Chiapas en 1525, en el viaje de Hernán Cortés en dirección a Honduras, hoy es otra realidad.

El autor afirma que la riqueza más abundante que encuentran los conquistadores en Chiapas fue su población. De esto se deriva que las catástrofes demográficas provocadas por las enfermedades y hambrunas, generaban crisis económicas porque la principal fuente de ingresos (ya sea en especie o en dinero) eran los tributos. El autor presenta datos interesantes del cambio demográfico: entre 1519-1520 se registraron 275 000 habitantes y casi doscientos años después (1725) sólo había 50 000 habitantes lo que habla no de una crisis sino de un desastre demográfico.

Otro señalamiento del autor es que Chiapas fue un componente pobre y marginal del imperio español, además de ser una provincia alejada del poder administrativo central. Esto nos lleva a pensar un poco en las claves que explicarían el subdesarrollo de Chiapas, su desfase histórico en relación con el centro y norte del país. También encontramos en el texto la idea de que la conquista y colonización en los primeros años no modificó los sistemas de producción que prevalecían antes de la conquista. Sólo hasta fines del siglo XVI adquirió importancia la cría de ganado, lo que da una idea del escaso desarrollo de las relaciones mercantiles y de la predominancia de los intercambios comunitarios.

El autor hace un señalamiento constante sobre el papel de dos instituciones de la época: la Encomienda y la Iglesia. Aunque esta última suavizó la explotación de los indios, terminó acumulando gran cantidad de riqueza y poder, al grado de convertirse en el mayor terrateniente. Una idea interesante, no desarrollada en el texto, se refiere a la relación que se establece entre el tributo, la precariedad de las economías domésticas, el excedente y el mercado. En otras palabras, la explotación por la vía del incremento del tributo llevó a la búsqueda de trabajo asalariado fuera de la comunidad, lo que indudablemente favorecía a la ampliación del mercado, tanto de fuerza de trabajo como de mercancías.

El dominio español sobre las colonias se debilitó durante la segunda mitad del siglo XVIII. España fue desplazada por Gran Bretaña y Francia, potencias emergentes que lograron ejercer dominio sobre las rutas marítimas y posteriormente el comercio mundial. En este contexto, Emilio Zebadúa señala el paralelismo que existió entre los sectores dedicados al comercio exterior y el liberalismo; también se indica la relación entre los hacendados y comerciantes anclados en los mercados internos con la ideología conservadora, es el caso de Chiapas y Guatemala. En lo que se refiere a Guatemala todavía se mantiene un conservadurismo muy fuerte en lo político, a pesar de ser una economía orientada al comercio exterior.

La crisis de hegemonía de España en el comercio internacional se tradujo en un desgaste de los vínculos de autoridad la metrópoli y las colonias. En México comenzó un proceso de fuertes contracciones entre la clase gobernante: unos a favor de la independencia y otros en contra. La élite Chiapaneca expresó su lealtad a la Corona y frente al movimiento de independencia mostró sus temores. De todas formas, Guatemala y Chiapas no fueron considerados territorios estratégicos en la guerra la independencia. Este señalamiento del autor es importante, porque nos recuerda que en los grandes acontecimientos Chiapas siempre ha permanecido al margen, incluso se puede establecer cierto paralelismo, guardando las proporciones, entre el papel que cumplieron las tropas del coronel Manuel Dambrini, quien por órdenes del gobernador de Guatemala, combatió a los insurgentes que ocuparon Oaxaca y el movimiento mapachista.

Los conflictos en España entre los grupos liberales y conservadores marcaron la tónica de los proyectos políticos y económicos en la Nueva España, donde Chiapas no estuvo al margen. En este contexto se ubica el problema de la anexión de Chiapas a México. Detrás de este fenómeno hay dos posiciones de fuerza, una de ellas consideraba que el atraso económico de Chiapas se debía al dominio que Guatemala ejercía sobre los negocios y la política regional. Para los que pensaron que la incorporación de Chiapas a México generaría mayor prosperidad se equivocaron, pues la vida económica, social y política de la entidad no cambió sustancialmente con su nueva adscripción.

Durante el siglo XIX, la dinámica de la entidad estuvo marcada por el conflicto: las visiones entre conservadores y liberales eran opuestas, aunque no eran totalmente divergentes. No queda claro si en verdad existían dos proyectos, incluso hay duda en hablar con propiedad de proyectos. Emilio Zebadúa nos habla de los grupos económicos de Los Altos y de El Valle Central: los primeros, identificados como terratenientes, y los segundos como agricultores y rancheros. Ambos se disputaban el control de la tierra y la fuerza de trabajo. Para el autor, los grandes terratenientes mantuvieron a Chiapas aislado del resto del país, en vez de buscar insertar la economía estatal en mercados más amplios. Aquí habría que preguntarse sobre la relación entre los terratenientes y el Estado, y sobre el papel del Estado en el proceso de desarrollo económico.

Hay otra cuestión inquietante, cuando se hace referencia a los capitalistas extranjeros, quienes teniendo una visión más liberal, por su orientación al mercado exterior, tampoco generaron una relación capitaltrabajo basada en relaciones típicamente salariales: el caso más claro y más conocido son las plantaciones cafetaleras que hasta bien entrado el siglo XX tenían tiendas de raya en sus propiedades.

Durante el siglo XIX la constante es la disputa del poder político entre liberales y conservadores, misma que afianzaría los intereses económicos. La acumulación de tierras y el control de la mano de obra que poco a poco se constituía en un bien escaso frente al proceso de desarrollo mercantil-capitalista. Esta lucha entre grupos de poder local siempre estuvo acompañada del acontecer nacional donde también se disputaban el poder político entre conservadores y liberales.

A lo largo de este siglo es clara la debilidad de las instituciones. Los gobiernos duraban poco tiempo en el cargo debido a las constantes revueltas de grupos que disputaban el poder. Era la conformación del Estado-nación, cuyo aparato coercitivo todavía era muy débil: la guerra entre Estados Unidos y México por el territorio de Texas ilustra muy bien la debilidad del gobierno, que se correspondía con una situación de debilidad de las finanzas públicas, situación que llevó a endurecer los impuestos ante la imposibilidad de conseguir financiamientos externos. Esto contrasta notablemente con la fortaleza financiera de la Iglesia quien había logrado acumular riquezas.

El autor habla del escaso desarrollo económico y de la desconexión entre las regiones de Chiapas al finalizar el siglo XIX. Refiere que la dinámica económica más importante durante el siglo XIX se dio durante el porfiriato, a instancias de una serie de políticas que incentivaron la inversión del capital extranjero en México y, de manera particular, en Chiapas: ferrocarriles, carreteras, teléfonos, telégrafos, plantaciones, explotación de la madera permitieron colocar a Chiapas en los flujos del comercio internacional de la época.

El pujante desarrollo del capitalismo mundial, la revolución industrial y la división internacional del trabajo propiciada por las nuevas potencias convirtieron a las ex colonias en productoras de materias primas y alimentos para el proceso de acumulación. En este contexto, Chiapas pasa a formar parte de la nueva dinámica económica mundial: algodón, azúcar, trigo, café, cacao, caucho, entre otros productos, florecieron rápidamente en las regiones Centro, Altos, Soconusco y Pichucalco.

La creación del mercado de tierras, mediante la intervención de las compañías deslindadoras, y del mercado laboral, mediante una serie de disposiciones, permitieron que las plantaciones y la actividad agrícola general de corte capitalista se beneficiara: en las últimas décadas del siglo XIX la propiedad privada de la tierra creció de forma extraordinaria y el precio de la tierra se incremento rápidamente.

Sin embargo, la dinámica económica propiciada por la inversión extranjera y, en general, el avance en las relaciones capitalistas, llevaron a un proceso de desarrollo desigual entre las regiones chiapanecas: Valle Central, la Costa del Pacífico y los departamentos de Pichucalco, Palenque y Chiapas fueron los más beneficiados. En el presente, la diferenciación regional es bastante clara. Este es un punto importante que lleva a la reflexión sobre la lentitud del proceso que ocurre en Chiapas. Durante el siglo XX tampoco se avanzó demasiado en el proceso de integración de sus regiones, lo que explica de alguna manera el poco dinamismo de la actividad económica. Por ejemplo las regiones Norte y Selva están más articuladas a Tabasco que al resto del estado: observamos la ausencia de un sistema de ejes carreteros que permita vincular las distintas dinámicas económicas.

Uno de los señalamientos interesantes es la afirmación de que los avances logrados en Chiapas no tuvieron un origen interno, sino que fueron resultado de la intervención externa, particularmente del capital extranjero. Este es un aspecto importante que nos lleva a la reflexión sobre el papel de los actores económicos regionales y locales en la conformación del mercado interno y, en general, el desarrollo de Chiapas. También es interesante la relación que se establece entre el proyecto económico porfirista y los resultados en el ámbito de la política. La relación entre la modernización de los procesos económicos y la modernización de la política entró en sincronía. Los viejos cacicazgos, si bien no fueron desplazados del todo, sí fueron minados: el traslado de la capital del estado de San Cristóbal a Tuxtla Gutiérrez fue una elemento que contribuyó a este proceso, además de otros como la creación del departamento de Motozintla, cuyo propósito deliberado fue disminuir el poder de la élite de Comitán y el Soconusco.

La caída del régimen porfirista generó una crisis profunda en el país y en Chiapas los grupos políticos comenzaron a disputarse el poder; de nuevo, los grupos conservadores vieron la posibilidad de acceder al poder e iniciaron el movimiento “antirreeleccionista”, mientras que en Tuxtla se organizó el batallón “Hijos de Tuxtla”, contrario al primero. Entre 1911 y 1913 los acontecimientos políticos en Chiapas, al igual que en el resto del país, se sucedían rápidamente: por todas partes se daban brotes de rebelión. Aunque Chiapas había permanecido al margen de la revolución, lo cierto es que la inestabilidad política del país repercutía en Chiapas. Durante el periodo 1914-1920 Chiapas entró en una etapa de frecuentes enfrentamientos; no tanto entre grupos internos sino entre los efectivos del ejército constitucionalista y los grupos rebeldes que consideraban un peligro la política agraria carrancista.

Las medidas del gobierno carrancista dieron origen al surgimiento de un movimiento armado de finqueros que declararon la guerra a las fuerzas constitucionalistas. Este movimiento, llamado por el autor “Revolución Mapache” en principio se concentró en el centro de Chiapas, pero después se extendió hacia Los Altos y la Sierra Madre. Este ciclo de rebeliones se cierra con la elección de Tiburcio Fernández Ruiz para gobernador de Chiapas en noviembre de 1920, lo que significó el triunfo de los grupos conservadores.

Zebadúa nos reseña el proceso en que la política comienza a expresarse de manera más organizada, aunque sigue manteniéndose el caudillismo, el faccionalismo. Uno de los señalamientos interesantes del autor es en el sentido de que el triunfo de la “revolución Mapache” no se tradujo en cambios en las relaciones sociales, y es que la población permaneció al margen de la lucha por el poder político. La naturaleza del movimiento Mapache, esencialmente conservadora, no podía llevar a cambios en las estructuras económicas y sociales.

El autor señala que la revolución Mapache no fue una revolución social pues su desenlace fue político y la propiedad de los medios de producción no cambió. Las formas de producción no variaron y las condiciones de vida de la población se mantuvieron en niveles de miseria. El principal problema, la tierra, no sufrió ninguna modificación. Dadas estas circunstancias la pregunta que yo haría es si en Chiapas se produjo una revolución, partiendo de la noción de que un proceso revolucionario debe llevar a un cambio de las estructuras sociales, políticas y económicas.

Al final del movimiento mapachista los finqueros y rancheros salieron más fortalecidos. El autor señala que éstos representaban la fuerza más cohesionada, política y militarmente. Esto les permitió, una vez en el poder, acumular más tierras, ya sea por la vía del despojo o por la adjudicación de terrenos nacionales. También refiere el proceso de transición entre un periodo de mucha turbulencia, de levantamientos armados, asesinatos de caudillos, a un periodo donde los métodos por alcanzar el poder comienzan a cambiar. A tono con este proceso, Chiapas requería de apoyos del gobierno federal, de sus instituciones y de una base social organizada. De esta manera se fueron formando organizaciones de masas, partidos y sindicatos que participaron más intensamente en el ámbito de la política. Aun así, el papel del Estado no provocó grandes cambios en las estructuras. A decir del autor, fue justamente el mercado el que más impactó en las relaciones sociales. Los polos más dinámicos de la economía se localizaban en el Soconusco y en los Valles Centrales.

Del gobierno de Cárdenas en adelante, se observa la presencia de instituciones sectoriales que le dieron sentido a la política gubernamental: el Instituto Nacional Indigenista; la Comisión Nacional del Café, que después se transformaría en el Instituto Mexicano del Café; las instituciones de crédito rural. En el ámbito gremial la Confederación de Trabajadores de México, la Confederación Nacional Campesina, y en Chiapas se formó la Confederación Obrera y Campesina, que más tarde se fusionaría con la CTM. El nacimiento mismo del Partido Nacional Revolucionario (PNR) influirá decisivamente en el acontecer político de la entidad.

El libro de Emilio Zebadúa es una invitación a la reflexión y a profundizar en aspectos poco tratados hasta ahora por los historiadores. Tenemos una gran cantidad de temas no desarrollados: en el ámbito de la economía los procesos de conformación de la estructura agraria, de la formación de las haciendas y ranchos ganaderos; las relaciones entre las economías de exportación y las economías campesinas; el problema de las clases sociales y la relación con el poder político; las elites y su relación con el poder político.

Un aspecto interesante es explicar el porqué Chiapas está como está: La historia debe dar una respuesta a esta pregunta, una historia que ha condicionado el presente y que debe llevar a imaginar un futuro diferente. Hoy vivimos en Chiapas: una sociedad atomizada, una clase política divorciada de la base social; además de ser una clase o proto clase política profundamente dividida y enfrentada, sin proyecto. Hoy el campo chiapaneco se encuentra en una crisis terminal: los niveles de producción y productividad son muy bajos, los niveles de ingreso de la población rural son extremadamente precarios y en muchas regiones se registran serios problemas de dependencia alimentaria; las organizaciones campesinas mantienen una ideología que no se corresponde con los nuevos tiempos y ese desfase provoca contracciones muy fuertes que se expresan en una fragmentación cada vez más clara.

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