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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.24 no.48 México jul./dic. 2022  Epub 01-Ago-2022

 

Artículos

La revista Cultura Soviética en el marco de la Guerra Fría cultural en México (1944-1954)

The Cultura Soviética magazine in the context of the Cultural Cold War in Mexico (1944-1954)

Ángel Chávez Mancilla* 
http://orcid.org/0000-0002-0263-1493

*Escuela Nacional de Antropología e Historia, México. angelch.mancilla@gmail.com


Resumen:

El artículo presenta una aproximación analítica a la revista Cultura Soviética, editada por el Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso entre 1944 y 1954. Se estudia el carácter ideológico del contenido y las secciones que la constituían, los intelectuales mexicanos de izquierda que participaron en ella, la relevancia gráfica de las portadas de la publicación, la base ideológica socialista con la que trató los dos temas centrales que aparecen en sus páginas: la lucha por la paz y la reivindicación de las culturas nacionales, así como sus vínculos con la Unión Soviética a través de la Sociedad de Relaciones Culturales con el Exterior (VOKS). Asimismo, se destaca a la revista como instrumento de la lucha ideológica en el marco de la Guerra Fría cultural en México.

Palabras clave: intelectuales; izquierda; historia intelectual; lucha por la paz; unión soviética

Abstract:

The article presents an analytical approach to the Cultura Soviética magazine, published by the Mexican-Russian Cultural Exchange Institute between 1944-1954. This paper analyzes the ideological aspect of the content and the sections that constituted it, the Mexican left intellectuals who participated in it, the graphic relevance of the covers of the publication, the socialist ideological basis with which it approached the two central themes shown on its pages: the fight for peace and the vindication of national cultures; as well as its relations with the Soviet Union through the Society for Foreign Cultural Relations (VOKS). Likewise, the magazine stands out as an instrument of the ideological struggle in the context of the Cultural Cold War in Mexico.

Keywords: intellectuals; left; intellectual history; fight for peace; soviet union

Introducción

El campo de la ideología fue uno de los principales escenarios de batalla durante la Guerra Fría; la disputa por las mentes de la población mundial implicó una ofensiva por parte del bloque socialista encabezado por la Unión Soviética y del mundo capitalista liderado por Estados Unidos. Los mecanismos e instrumentos, así como la política utilizada por el segundo son más conocidos, y han sido estudiados con el concepto de Guerra Fría cultural que tuvo una amplia difusión con el libro de Frances Stonor, La CIA y la Guerra Fría cultural,1 investigación donde se demuestra que la “batalla por la conquista de las mentes humanas” implicó una contienda en el campo de la cultura (apoyada en libros, revistas, conferencias, eventos académicos, promoción de intelectuales) con el objetivo de alentar la aproximación al campo capitalista y el rechazo al bloque socialista.

Los estudios de la Guerra Fría cultural en América Latina han estado mayoritariamente enfocados al rastreo de las operaciones de intervención del gobierno estadounidense en la región, las operaciones de los agentes de la CIA para cooptar intelectuales, generar publicaciones, eventos académicos y culturales, y han tenido como principal objeto de análisis la creación del Congreso por la Libertad de la Cultura y la revista Cuadernos.2 Esto ha implicado que se deje en segundo plano el estudio de las operaciones soviéticas en el contexto de la Guerra Fría cultural en América Latina,3 pese a que la Unión Soviética retomó con renovado énfasis la lucha ideológica recién terminada la Segunda Guerra Mundial, a partir de la idea de que en el “frente ideológico” también se debía presentar batalla a la “política exterior expansionista, inspirada y dirigida por los reaccionarios norteamericanos”.4 En México, esta labor se concretó con la creación del Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso (IICM-R) y su órgano de prensa, la revista Cultura Soviética, publicada de 1944 a 1954. Ambos desempeñaron funciones de propaganda política; no obstante, buscaron encubrir su función como dispositivos para la lucha ideológica, enarbolando la difusión de la cultura como finalidad de su labor, aspecto en el que se asemejan al Congreso por la Libertad de la Cultura y su quehacer editorial.

El indicio que justifica el estudio de Cultura Soviética como un instrumento para la disputa ideológica de la Guerra Fría en México es constatable por el vínculo existente entre el IICM-R y su revista con instituciones soviéticas como la Sociedad de Relaciones Culturales con el Exterior (VOKS). Atendiendo al mencionado contexto y al carácter de herramienta ideológica, Cultura Soviética es una fuente que permite estudiar la historia de los intelectuales de izquierda en México durante los inicios de la Guerra Fría, los derroteros de la política soviética en la posguerra, así como los principales temas y estrategias que la URSS utilizó para atender el “frente ideológico”. Estos temas se tratarán en el presente artículo por medio de una aproximación al conjunto de la revista, en la que se examinarán características tales como: las secciones que la constituían, el equipo de dirección, las plumas mexicanas participantes, el contenido temático, así como los vínculos que tejió con políticos, intelectuales y organizaciones sociales de México.

Además de la situación política y social en la URSS y su avance en el campo de la ciencia, las temáticas de constante aparición fueron la cultura nacional y la lucha por la paz en México y el mundo.5 Éstas serán analizadas en su dimensión teórica, para destacar el sesgo ideológico soviético que subyace a la lucha por la paz y la defensa de las culturas nacionales. También, se dará cuenta de la relevancia gráfica de la revista, considerando principalmente sus portadas, que fueron elaboradas por Alberto Beltrán y otros grabadores mexicanos.

Cultura soviética al servicio del frente ideológico

En medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando la alianza entre la Unión Soviética y Estados Unidos se mantenía vigente, en México, los comunistas y demás organizaciones de izquierda desplegaban campañas a favor de la primera y pedían al gobierno mexicano el apoyo a la URSS y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. El cometido se logró, y en junio de 1943 se restablecieron las relaciones, lo cual permitió que la delegación diplomática soviética instaurara la embajada. No obstante, al finalizar la guerra, se avivó la confrontación entre Moscú y Washington, y en México se hizo patente que “la moderación de Ávila Camacho implicaba un claro giro a la derecha en la dirección de las políticas del Estado”.6

En este contexto, a diferencia de otras publicaciones prosoviéticas editadas por agrupaciones políticas mexicanas, como los periódicos El Popular, La Voz de México o la revista Teoría del Partido Comunista Mexicano,7Cultura Soviética pertenecía a una institución no militante y era una revista especializada en la realidad soviética. A su vez, a diferencia de otras publicaciones especializadas en aspectos de la Unión Soviética como Tiempos Nuevos, Literatura Soviética, Unión Soviética y La Mujer Soviética, era una publicación mexicana que no dependía formalmente de funcionarios del gobierno soviético, como las otras revistas mencionadas. Por tanto, tenía entre sus cualidades: ser una revista especializada en temas referentes a la URSS; ser editada en México y por intelectuales mexicanos, con lo que aminoraba las acusaciones de ser propaganda elaborada en Moscú; estaba cubierta por el velo de la cultura, elemento que permitía disuadir, pero no eliminar, la acusación de ser un material con finalidad política. Sin embargo, mantenía una relación con organismos del gobierno soviético.

Cultura Soviética fue el órgano de prensa y difusión del IICM-R inaugurado el 23 de agosto de 1944, que tenía entre sus actividades la publicación de folletos y libros, la organización de conferencias y exhibición de películas que permitieran difundir la situación de los trabajadores en la Unión Soviética.8 El primer número se publicó tres meses después de la inauguración del Instituto, y, en su editorial, con el cuidado de no hacer referencia explícita a sus fines políticos, afirmaba que la difusión de la identidad cultural rusa era el objetivo del IICM-R y se enunciaba que su labor se circunscribía a “límites estrictamente culturales”, y que lo que se proponía hacer el Instituto era: “decir la verdad sobre la URSS”.9

La revista fue publicada mensualmente,10 de noviembre de 1944 a diciembre de 1954, y tuvo siempre por director a Luis Córdova, quien había sido miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Su contenido era mayoritariamente sobre cultura soviética contemporánea, y la gran parte de los materiales fueron producto de plumas soviéticas, hombres y mujeres de distintas poblaciones de la URSS, de difusores culturales y hacedores de ciencia, de obreros y campesinos stajanovistas,11 de literatos y críticos literarios, de economistas, filólogos, médicos y una larga lista de trabajadores de otras profesiones y oficios.

Los índices de los volúmenes nos dan una mirada panorámica de los contenidos temáticos de la revista,12 nos permiten conocer las múltiples secciones que la componían, que fueron las siguientes: agricultura, arquitectura, arte, artes gráficas, astronomía, ciencia, ciencia natural, cine, cultura física, demografía, derecho, economía, educación, filosofía, folklore, geografía, geología, historia, guerra, literatura, matemáticas, medicina, música, previsión e higiene, sociales, reconstrucción,13 teatro y tecnología. No todas las secciones tenían la misma constancia de aparición; las únicas constantes fueron las referentes a economía, ciencia, política y literatura. A las secciones mencionadas, tomadas del índice del volumen I, se sumaron posteriormente dos secciones constantes que acentuaban el tema cultural: “México en la URSS”14 y “Actividades del Instituto”; la primera estaba dedicada a las exposiciones de arte y cultura mexicana en la URSS; la segunda daba cuenta de los actos, conferencias, proyecciones y publicaciones sobre cultura soviética que se efectuaban en México.

Regularmente, la sección de literatura era la más extensa; en ésta, se incluyeron extractos de novelas, cuentos, crítica literaria, reseñas, estudios sobre historia de la literatura y textos acerca del realismo socialista. Los autores de estos materiales eran principalmente soviéticos. Junto con las notas sobre literatura, las de cine, teatro y música son las más abundantes,15 lo que demuestra que el arte y la cultura fueron centrales en la revista, aunque no por esto su ubicación era en las páginas iniciales o centrales, sino que se insertaban regularmente en la segunda mitad de cada número.

Las primeras páginas de la revista estaban dedicadas a la base material de la sociedad soviética, donde se informaba de los avances de las fuerzas productivas y la construcción de medios de producción, es decir, centrales eléctricas, gasoductos, presas, fábricas de acero, así como de los avances en la producción minera, los proyectos de economía planificada, la roturación de nuevos campos, etcétera. Esto implica que las secciones dedicadas a la agricultura, geografía, geología, economía y tecnología eran las que aparecían en las primeras páginas de la revista.

Esto no es una cuestión casual, sino que demuestra que la revista estaba creada acorde con la concepción del marxismo soviético que considera a la base material de la sociedad como determinante, en última instancia, de la superestructura (ideología). Como parte de la base material, también se incluyen múltiples testimonios de stajanovistas y los reconocimientos que a éstos se les hacía con una mención de su labor o con la publicación de una fotografía.16 En este sentido, la revista, además de difundir la versión soviética del marxismo, es también una concreción del mismo, pues daba importancia primordial a las condiciones materiales, y en las páginas siguientes se encontraban los aspectos de la vida intelectual y cultural de la sociedad.

Las secciones correspondientes a los avances científicos, de bienestar social, derecho, previsión e higiene aparecían luego de los elementos de la base material, e incluían novedades científicas, la descripción de avances en la medicina y reseñas de algunos investigadores que por mérito obtuvieron el Premio Stalin.17 Cuando en la URSS la política intervino en la ciencia ―como fue con el polémico caso Lysenko―, Cultura Soviética dio cuenta de la disputa político-ideológica y desplazó una serie de artículos a favor del mencionado científico.18

Pese a lo diverso de las secciones, todas tienen en común que cumplen con la labor de propaganda al presentar alegatos a favor del socialismo, principalmente, al mostrar una imagen favorable del régimen soviético y exponer el desarrollo cultural y el mejoramiento del nivel de vida, así como los avances en el campo de las ciencias, la situación de la mujer soviética como poseedora plena de la igualdad social y la emancipación.19 El tratamiento del arte y las obras literarias que se incluían también tenían el objetivo de argumentar a favor de la superioridad de la cultura soviética, y desmentir la idea de la inexistencia de la libertad cultural en la URSS, aspecto en el que posteriormente se apoyó el Congreso por la Libertad de la Cultura.20

Así, pues, los aspectos culturales, sociales y materiales de los que daba cuenta la revista tenían un carácter de propaganda y respondían tanto a los fines políticos de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, como a las necesidades políticas del momento. Por ejemplo, cuando la Unión Soviética impulsó los movimientos de lucha por la paz, la revista comenzó a darles difusión, a tal grado que dedicó números completos con materiales vinculados a dichas actividades. Asimismo, cuando en la URSS se inició el debate sobre la compatibilidad o incompatibilidad de las relaciones mercantiles con el socialismo, en Cultura Soviética apareció un texto de Stalin al respecto: “Problemas económicos del socialismo”.21 Incluso, en algunos editoriales se trató abiertamente el contexto de la política mundial, aunque siempre se buscó vincularlo con la cultura en la URSS para mantener un aura de neutralidad política.

La revista llegó hasta el número 119, en diciembre de 1954, lo cual implicó que se editó durante diez años y un mes. En su último año de existencia hubo algunos cambios. Por ejemplo, se dio más espacio a temas y plumas de la cultura mexicana, disminuyó alrededor de diez páginas, y en dos ocasiones fue publicada bimestralmente. Esto puede implicar que se cursaba por algunas problemáticas, no se sabe si financieras o de organización; para resolver este aspecto, se debe indagar más sobre la historia del IICM-R, además de atender al contexto político de la URSS; no obstante, es posible que los problemas políticos derivados de la muerte de Stalin y agudizados con el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) influyeron en la política y contenidos de la difusión cultural hacia el extranjero.22

La revista incluyó anuncios pagados, y algunas de las empresas que usaron este servicio fueron los Talleres Gráficos de la Nación, el Comité de la Industria Molinera, Almacenadora s.a., el Fondo de Cultura Económica, Filtros Industriales, Papelería Central, Pluma Parker “51”, Cina Europa, Banco de Ahorro Nacional y Cemento Tolteca.23 La distribución recayó principalmente en el Instituto, el cual en cada número de la revista, indicaba que la suscripción debía hacerse allí de forma presencial o por correspondencia; pero también se difundió por medio de los sindicatos de izquierda, los cuales dejaron registro con la inserción de los saludos que dirigían con motivo de los aniversarios de la Revolución de Octubre y de la fundación del IICM-R y la revista. Algunos de éstos fueron el Sindicato de Obreros Progresistas de la Fábrica de Hilos y Tejidos “El Ángel” (ctm), Sindicato de Trabajadores de Artes Gráficas, Sindicato de Trabajadores de Agricultura y Fomento, Cooperativa Talleres Gráficos de la Nación, Unión Democrática de Mujeres Mexicanas (filial Jalisco) y Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (Sección 3, delegación 6 de Guadalajara).24

A su vez, las organizaciones políticas de izquierda fueron lectoras y difusoras de Cultura Soviética, como el Partido Comunista, la Juventud Comunista de México y el Partido Popular de Vicente Lombardo Toledano. Estas organizaciones permitieron que la revista llegara hasta Centroamérica; por ejemplo, en Costa Rica las relaciones entre el partido comunista de ese país y los comunistas mexicanos fueron la base para acceder a la revista, pues éstos les enviaban los ejemplares.25

La dirección de la revista

La dirección de la revista, desde su inicio hasta su desaparición, estuvo en manos de Luis Córdova, quien, asimismo, fungió como secretario de publicaciones del IICM-R. El formador, Roberto Sayavedra G., también se mantuvo en el puesto en todo el periodo. El encargado de redacción fue Carlos Cardoso Mejía, aunque no siempre aparece este dato en la publicación. En el cargo de administrador participaron Claudio López Perea y Azálea Silva.

Cuando Luis Córdova se convirtió en director de Cultura Soviética, su trayectoria política ya acumulaba la experiencia de ser partícipe en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear), activa de 1933 a 1938 y cuyos miembros posteriormente se agruparon en el Taller de Gráfica Popular (TGP). También participó en el Consejo Mundial de la Paz (1949) y la agrupación filial de ésta en México, el Comité Mexicano de los Partidarios de la Paz. Asimismo, formó parte de la Asociación de Escritores de México, de la Comunidad Latinoamericana de Escritores y, para la década de 1960, del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), surgido en 1961 y que agrupó a una amplia gama de personajes de izquierda, entre los cuales se incluían varios de los miembros del IICM-R.

Respecto a su trayectoria en el mundo de las publicaciones periódicas, fue colaborador de Novedades, El Nacional, El Universal, Excélsior, América, Humanismo, Letras de México y Cuadernos Americanos. Su colaboración en éstas muestra conocimiento en el mundo de la prensa, lo cual constata que la dirección de Cultura Soviética estuvo en manos de un político y publicista profesional.

Sobre Azálea Silva, no he encontrado más registro de una labor política o cultural vinculada al campo socialista. Respecto a Roberto Sayavedra G., su nombre no aparece en la historiografía de la izquierda en México; no obstante, se tiene constancia de que participó en el diseño y formación de otras publicaciones de autores de izquierda, por ejemplo, fue supervisor tipográfico de algunos libros de Narciso Bassols Batalla y Efraín Huerta, entre otros intelectuales de izquierda.26

Sin embargo, más allá de lo que se pueda indagar de cada personaje del consejo de dirección de la revista, hay indicios de que el contenido y la línea editorial venían dados desde la Unión Soviética, pues la mayor parte de los textos son de autores soviéticos, principalmente, porque el IICM-R estaba vinculado a la VOKS,27 organismo que contaba con secciones especializadas para el intercambio y difusión de diversas ramas de la ciencia y las artes, como medicina, ciencias de la educación, música, teatro, pintura y escultura, entre otras.

La finalidad de la VOKS era “establecer relaciones culturales con las naciones extranjeras, sus instituciones científicas, artísticas y culturales en general, y sus destacados exponentes en la ciencia y el arte”.28 A su vez, este organismo respondía a la Agencia del Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores, por lo cual se encontraba bajo la égida de un organismo político soviético.

En el editorial de septiembre de 1945, se afirmaba:

Este Instituto mantiene cordiales relaciones con VOKS y, desde estas columnas, hace una cordial invitación a los hombres de ciencia y a los artistas mexicanos, para que a ella se dirijan en demanda de datos y materiales de su especialidad, directamente o a través de nosotros que aseguramos, en todo caso, mayor celeridad en la correspondencia.29

Al mismo tiempo, la VOKS se encargaba de compilar y adquirir materiales de la historia y la cultura mexicanas por medio del IICM-R. Éste informó en septiembre de 1946:

A través de la VOKS residente en Moscú, hemos enviado hasta ahora las siguientes manifestaciones de nuestra vida espiritual: Más de mil libros de autores mexicanos de todas las tendencias y credos, cuyo conjunto ofrece una aproximada imagen de nuestra novelística, de nuestra poesía, de nuestro teatro, de nuestra grafía, de nuestra historiografía y del reciente y notable avance de nuestras ciencias exactas.30

Se puede suponer que la selección y traducción de los textos soviéticos dependía de la VOKS, y únicamente la inclusión de textos de plumas mexicanas y la sección “Actividades del Instituto” decaía de manera directa en quienes aparecen formalmente al frente de la revista. También algunas portadas ―las cuales en su mayoría son creaciones de grabadores mexicanos― tienen su origen en fotografías soviéticas que la VOKS remitía al Instituto, con base en las cuales se elaboraban los grabados que plasman la situación de la sociedad soviética.

A su vez, entre las colaboraciones de mexicanos que se incluyeron en la revista, se encuentran personalidades destacadas en sus áreas de trabajo y estudio; por ejemplo, en ciencias contó con el físico Manuel Sandoval Vallarta y el médico Alfonso Pruneda, personajes destacados en la historia de la ciencia en México.

Tanto las plumas como los temas mexicanos estuvieron presentes, pero fueron secundarios; se publicaron algunos poemas, cuentos y críticas literarias de escritores como José Mancisidor, José Revueltas, Efraín Huerta, y de artistas como José Chávez Morado, entre otros personajes de izquierda ligados a la cultura. Sumado a esto, la revista albergó poco más de una decena de testimonios de mexicanos que visitaron la URSS, en los cuales narran su experiencia; tal es el caso de Clementina Batalla de Bassols,31 Matilde Rodríguez Cabo,32 Efraín Huerta,33 el ingeniero agrónomo Manuel Mesa,34 entre otros. Tales testimonios son más extensos que los artículos (algunos implicaban dos o tres). Se localizaban cerca de 50 testimonios y artículos de mexicanos, los cuales suman aproximadamente 15 por ciento del total del contenido de la revista. La otra participación mexicana es la redacción no firmada de la sección “Actividades del Instituto”; regularmente, ocupó una o dos de las páginas finales de la revista. En conjunto, esto demuestra que entre las prioridades de Cultura Soviética no estaba la difusión de la producción mexicana, y, en todo caso, se privilegiaban los textos en los que los mexicanos hablaran sobre la Unión Soviética.35

La relevancia gráfica de la revista

Considerando que las imágenes sobre la sociedad soviética eran remitidas a la revista por la VOKS, sus características no presentan aspectos novedosos, sino que cumplen con el canon político de la exaltación de la vida de los trabajadores bajo el socialismo y el enaltecimiento de los próceres políticos de la Revolución rusa. Este material permite estudiar el imaginario político que dominaba en la sociedad soviética en las décadas de 1940 y 1950. No obstante, hay un elemento de mayor relevancia gráfica concerniente a la historia de la imagen en México, y se refiere a la particular cultura visual que surgió de la relación entre creadores mexicanos y soviéticos, la cual se concretó en la gráfica de las portadas de la revista.

De los 119 números de Cultura Soviética, 100 portadas están hechas con grabados de Alberto Beltrán, 6 son del ilustrador y escenógrafo Julio Prieto, 3 son del pintor muralista José Chávez Morado, y otros más pertenecen a los artistas gráficos Andrea Gómez, y Adolfo Mexiac; el grabador, pintor y escultor Gabriel Fernández Ledesma; el artista plástico y comunista alemán exiliado Georg Stibi, y el pintor y grabador Ignacio Aguirre, quienes aportaron un grabado para la portada. Además, hay tres fotografías : una retrata un fragmento de un mural de José Clemente Orozco; dos son de la URSS. También hay dos portadas sin autor identificado; de éstas, una es un dibujo de la TIP.36

Las portadas muestran mayoritariamente aspectos de la realidad social, económica y cultural soviética, aunque en algunas ocasiones llegan a plasmar personajes y símbolos de la cultura mexicana. Tal es el caso de las portadas con los siguientes grabados de Alberto Beltrán: “El carnaval de Chamula, Chiapas”;37 “El padre Hidalgo, constructor y civilizador de la patria mexicana”;38 “Los trabajadores mazatecos de la presa de Temaxcal, Veracruz (izquierda), saludan a los trabajadores de la URSS, que construyen la central hidroeléctrica de Stalingrado”.39 El aspecto que une a estas portadas es que son representaciones de la cultura mexicana: en la del carnaval se destaca el folclor; en otra, a Hidalgo como héroe y padre de la Independencia, y, en la última, se acentúa que, si bien la categoría de trabajadores es mundial, no borra las particularidades nacionales y culturales.

Para los grabadores mexicanos, el ejercicio creativo de producir una imagen de la sociedad soviética tuvo como intermediario a las fotografías soviéticas que llegaban al IICM-R, y que previamente habían sido sometidas a una selección y censura por parte de la VOKS. El resultado es una propuesta visual distinta a la que se puede encontrar en otras obras de los grabadores, y en particular en el caso de Alberto Beltrán, pues los elementos que se destacan ―objetos, contextos y personas― son dados por la mirada de un fotógrafo soviético; no obstante, el grabador mexicano no se limitó a reproducir las fotografías, y el producto final es una síntesis de la mirada soviética y la gráfica mexicana, unificadas las dos por la ideología socialista de la que eran partidarios Beltrán y los demás miembros del TGP. Puesto que esta producción fue constante en la revista, se puede considerar que satisfizo los requerimientos visuales e ideológicos soviéticos.

Tal resultado gráfico pudo lograrse gracias a que, si bien la temática de la revista era la cultura soviética, el contenido político ideológico esencial respondía a un imaginario revolucionario que rebasaba las fronteras nacionales e iba más allá del ámbito geográfico de la URSS y aspiraba a la unidad internacional de determinados sectores de la población: los trabajadores. Así, pues, sin ignorar la existencia de las especificidades de cada nación, el perfil ideológico de la revista hacía converger lo particular de las culturas soviética y mexicana con los planteamientos más generales de los trabajadores de todo el mundo. De la fusión de la ideología del proletariado, el marxismo, con los aspectos culturales soviéticos reconvertidos por artistas mexicanos deriva la trascendencia gráfica de esta revista, y por ello Beltrán y otros integrantes del tpg podían desarrollar su labor militante con la producción de imágenes que en forma responden a la tradición mexicana del grabado en madera, pero cuyo contenido se enlaza a una idea de alcance internacional. El resultado es que en las portadas de Cultura Soviética encontramos una forma de representar al proletariado que une la visión soviética con el estilo de Beltrán40 y otros grabadores.

Se ha identificado que algunos de los grabados están basados en las fotografías publicadas en la misma revista. Por ejemplo, en la portada del número 31 aparece un grabado de Alberto Beltrán ―pero cuyo nombre no se registra― en el cual se representa la escena de una fábrica con grandes telares; en el primer plano, aparece una mujer operando la maquinaria, y al fondo se puede ver la nave industrial donde hombres y mujeres laboran. Los hilos del telar que parten del lado izquierdo de la imagen van a dar a donde la obrera trabaja, iluminada por una lámpara que la hace resaltar. Este grabado, que destaca la figura de la obrera, fue hecho con base en una fotografía soviética, pues en el siguiente número aparece una fotografía que retrata la gran fábrica donde operan telares, y, aunque el grabado y la fotografía contienen diferencias secundarias, se puede afirmar que ésta fue la base de la obra de Beltrán.

Gracias a los datos del pie de foto podemos saber que la mujer que Beltrán destacó en su grabado fue A. Madison, retratada mientras trabajaba en los telares de la fábrica Baltiskaia.41 En la imagen de Beltrán, en primer plano, aparece una mujer laborando en el telar, y, en el fondo, un hombre y una mujer de espaldas, aspecto que se puede considerar como una expresión de igualdad de género en el trabajo. La imagen hace uso del alto contraste que surge directamente del tipo de grabado en madera o xilografía, lo cual le da un acento muy particular por el manejo de la luz dirigida a la tela de la obrera del primer plano, y los ritmos visuales de los conos que contienen el hilo para formar la urdimbre y la trama del tejido dan la entrada a la lectura de la imagen y concentran la mirada en ella.

Se pueden encontrar otros casos de portadas con grabados que tuvieron una fotografía de referencia. Por ejemplo, la del número 89 cuyo grabado, autoría de Beltrán, se titula “La gran excavadora de patines ¡1 200 toneladas! ¡Una gran obra de la técnica soviética, al servicio de la Paz!”, el cual está basado en una fotografía publicada en ese mismo número de la revista, en las páginas centrales (24-25). Lo mismo sucede con el grabado de la portada del número 65 que retrata un tractor eléctrico y cuya foto de referencia se encuentra también en las páginas centrales (20-21). Destaca que Beltrán parte de la información que da la fotografía para elaborar una imagen más eficaz, en el sentido de que es más legible el grabado que la fotografía y permitía una mejor calidad en la impresión de la revista.

Queda por estudiar y valorar la continuidad y ruptura entre Cultura Soviética y otras publicaciones periódicas políticas de izquierda y del movimiento obrero de la época. Aun así, a partir del reciente estudio de John Lear42 podemos apuntar que, al igual que en El Machete, LUX y CROM,43 en Cultura Soviética se expresó una singular forma de representar al proletariado, pues cuenta con materiales de autoría soviética, pero también con las reelaboraciones de las fotografías de cuño soviético que eran transformadas en grabados. Por lo tanto, se puede postular que en México, entre 1940 y 1950, hubo una forma de imaginar al proletariado con una fuerte influencia soviética, la cual daba preeminencia a los trabajadores obreros y campesinos, a aspectos tradicionales y a personalidades revolucionarias.

Dos temas centrales: las culturas nacionales y la paz

Pese a que la difusión de la cultura soviética era el elemento central de la labor del Instituto y su revista, en todo momento respondieron a los avatares del desenvolvimiento de la política internacional, por lo que en sus páginas se reflejan los temas de interés para la URSS, los cuales, junto con los aspectos culturales, conformaban una propaganda política para los trabajadores mexicanos,44 con la que se buscaba ganar partidarios a favor del socialismo. El vínculo entre la política y la cultura soviéticas era observado por la VOKS, la cual dictó que la reivindicación de las culturas nacionales frente a las tendencias de expansión imperialista era favorable a la política soviética. El otro tema que la VOKS apoyó con fuerza fue la lucha por la paz, orientación derivada de la misma KOMINFORM (Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros).

Cultura Soviética declaró que su objetivo era difundir la cultura de la URSS, labor que podría ser considerada por los gobiernos mexicano y estadounidense como propaganda a favor del gobierno soviético, por lo que la excusa de dicha difusión se presentaba como insuficiente. Por este motivo, la revista y el IICM-R también enarbolaron la defensa de las identidades nacionales, lo cual incluía la exaltación de la cultura mexicana, de tal forma que la difusión de la cultura de la URSS en México estaría enlazada con la difusión de la mexicana en la Unión Soviética. Esto se constata en el editorial del número 2, de diciembre de 1944, en el cual se lee: “Hay otra [tarea] de pareja importancia que es: dar a conocer las artes, las ciencias y el genuino perfil de México en una nación que muy poco sabe de la cultura de nuestra patria: la Unión Soviética”.45

Pero el enarbolar las culturas nacionales no fue incluido únicamente con el fin de parecer más neutral, o para afirmar que el Instituto y la revista eran mexicanos, sino también -y probablemente ésta sea la motivación principal- porque la valoración de las culturas nacionales del mundo era parte fundamental de la ideología marxista-leninista. El conocimiento y la comprensión de la cultura de otras naciones eran considerados por los soviéticos como necesarios, pues obedecían “a la tesis de Lenin, de que la cultura socialista sólo se puede construir, conociendo a la perfección la cultura creada por todo el desarrollo de la humanidad”.46

Esta idea implicaba la necesidad del conocimiento de la diversidad de los pueblos, y se postulaba que la cultura en el socialismo avanzaba hacia la síntesis de las múltiples formas que ésta adoptaba. Así, pues, la difusión de las diversas nacionalidades eran un elemento común de la revista que se expresaba en artículos sobre la situación de éstas y la cultura popular, así como en múltiples materiales gráficos, tanto fotografías como grabados.

Diez años después de haber aparecido Cultura Soviética, en el número 102, en 1953,47 se publicó el editorial titulado “La defensa de las culturas nacionales”, en el que se reiteraba la declaración de objetivos y labores del IICM-R y de la revista, y se afirmaba, como en el primer número de ésta, que su interés era “[d]efender el intercambio de las culturas nacionales”, lo cual es

[…] defender la paz, que es substancia de la cultura de la humanidad toda. Por el contrario, pugnar por el aislamiento, por la nivelación formal de la vida del espíritu de un pueblo, pugnar por su sometimiento a los valores o patrones de vida de una sola cultura por respetable que ésta sea, es propugnar la guerra.48

Nuevamente, se hace visible que detrás de esta declaración se encuentra el interés de utilizar la cultura como elemento político, como campo de disputa político-ideológica. La fórmula que se establece es: la difusión de la cultura soviética, es decir, romper el aislamiento de la URSS lleva a la paz; la imposición de los patrones culturales capitalistas como únicos conlleva a la guerra. Sin embargo, en esta declaración, se enriquece el argumento al añadir el elemento nacionalismo, al hablar de la defensa de las culturas nacionales como una bandera de lucha:

Defender la cultura nacional es defender a la patria, porque la comunidad cultural es uno de los elementos esenciales del Estado, como con justeza lo dijo Stalin, en definición que ya es clásica. Y más aún, de su lucidez de espíritu, de su fortaleza cultural, depende la voluntad de independencia de un país. […] Se explica, pues, por qué las potencias que viven a costa de sus colonias, que medran también con la precaria vida de los países dependientes, tengan interés cada día más acusado, en interferir las culturas nacionales de los pueblos que explotan, para desvirtuarlas inyectándoles un cosmopolitismo ilógico, e introducir así la confusión en el aquilatamiento de los valores históricos y lograr así el rompimiento de la tradición.49

Este comentario revela que el llamado a la afirmación y defensa de las culturas nacionales era asumido como punto de apoyo para la confrontación con el capitalismo imperialista, lo cual se entiende mejor al considerar que la política soviética se abocó a respaldar las luchas de liberación nacional y anticolonialista que surgieron posterior a la Segunda Guerra Mundial. Las luchas de liberación nacional eran parte de la Guerra Fría o disputa de dos mundos; la URSS las pensaba como parte de las fuerzas contrarias al bloque capitalista bajo la teoría de los dos polos de Zhdánov: “La Segunda Guerra Mundial agudizó la crisis del sistema colonial, tal como lo demuestra el auge del poderoso movimiento de liberación nacional en los países coloniales y dependientes. Esto ha puesto en peligro la retaguardia del sistema capitalista”.50

Esta idea se puede ver reflejada en las medidas tomadas por el gobierno soviético que plasmaron en su constitución el principio de respeto a las diversas culturas nacionales incorporadas a la URSS.51 Para la concepción marxista-leninista, la primera etapa de transformación hacia el comunismo es el socialismo,52 y la segunda es el comunismo; en la primera etapa, “el periodo de la victoria del socialismo en un solo país no crea las condiciones para la fusión de las naciones y los idiomas nacionales”,53 es decir, de las culturas, y

[…] sólo en la segunda etapa del periodo de la dictadura mundial del proletariado, a medida que se vaya formando la economía socialista mundial, sólo en esta etapa empezará a formarse algo parecido a un idioma común, porque únicamente en ella sentirán las naciones la necesidad de tener, además de sus idiomas nacionales, un idioma internacional común para facilitar la colaboración económica, cultural y política [es decir, una cultura mundial unificada].54

Así, pues, para la Unión Soviética, la exaltación de las culturas nacionales tenía una base ideológica y al mismo tiempo era una herramienta política, por lo que el IICM-R y la revista también cumplían su objetivo político al difundir la cultura nacional mexicana, aunque ésta siempre quedó en segundo plano. Considerando que llevaba en su nombre la frase intercambio cultural, además de la difusión de la cultura soviética en México, el Instituto también desarrolló actividades de intercambio con el país en las que difundió la cultura de éste. Ello se plasmó en Cultura Soviética con la inserción de la sección “México en la URSS”, así como con la difusión que dio al polémico descubrimiento de los restos de Cuauhtémoc55 y el tratamiento de temas nacionales, sobre todo en el último año de la revista, tales como la Revolución mexicana, el himno nacional y la figura de Hidalgo.56

En la concepción soviética, la afirmación de las culturas nacionales ―como he dicho― tenía implicaciones de carácter político-ideológico que contribuían a favor del socialismo en la disputa de la Guerra Fría, al conectarse con las luchas de liberación nacional contra la dominación de los países imperialistas. A su vez, y aunque parezca contradictorio, la Unión Soviética concebía a las guerras de liberación nacional como el camino de la paz, al basarse en la idea de que la guerra es un elemento inherente al capitalismo, y, por lo tanto, todo aquello que confrontara al capitalismo, incluidas las luchas de liberación nacional, además de contribuir con el socialismo, implicaba un avance rumbo a la paz. Tal concepción fue expresada en 1947 por Andréi Zhdánov, quien al finalizar la Segunda Guerra Mundial, colocaba como una de las tareas fundamentales del movimiento comunista internacional el “garantizar una paz democrática duradera que consolide la victoria sobre el fascismo”.57

La afirmación de que la guerra era un producto de los intereses capitalistas comprendía la primera parte del razonamiento que planteaba al socialismo como la alternativa a la guerra y el camino para el mantenimiento de la paz:

[…] se deriva de la propia naturaleza del Estado socialista soviético, que es totalmente ajeno a todo propósito agresivo y explotador y está interesado en el establecimiento de las condiciones más favorables para la construcción de la sociedad comunista. Una de esas condiciones es la paz mundial. Como representante de un nuevo y superior sistema social, la Unión Soviética refleja en su política exterior las aspiraciones de la humanidad progresista que desea una paz duradera y no tiene nada que ganar de una nueva guerra urdida por el capitalismo.58

Esta cita permite apreciar que la lucha por la paz, además de ser un principio del socialismo, era un elemento necesario para la política soviética que debía enfrentar la reconstrucción de un país destrozado y una población mutilada por la guerra. En este sentido, se comprende que la paz era también condición para la construcción socialista en la URSS y el desarrollo del mundo socialista.

El texto de Zhdánov formó parte del proceso de creación de la KOMINFORM, organismo en el que participaban los partidos comunistas del mundo para compartir e intercambiar información que permitiera decidir una táctica común de lucha.59 La importancia del discurso de Zhdánov, y en especial la reivindicación de la paz, también se reflejó en el contenido y el nombre de la publicación que fue el órgano de prensa de la KOMINFORM: Por una paz duradera, por una democracia popular. Interesa destacar esto porque ayuda a entender que la construcción de un movimiento de masas para la lucha por la paz fue una política derivada de los intereses y lineamientos del PCUS y demás partidos comunistas, lo cual permite afirmar que la difusión que Cultura Soviética dio a la lucha por la paz formó parte de la labor de propaganda político-ideológica. Una muestra de que muy temprano la revista vinculó el tema de la cultura y la paz está en que, dos meses después de la toma de Berlín por las tropas del Ejército Rojo, en Cultura Soviética se presentó un editorial titulado “El intercambio cultural y la paz”, en el que se reiteró que la tarea de la revista y el Instituto era la difusión cultural, como una actividad pacifista, sin interés de intervenir con juicios políticos nacionales ni internacionales:

No está entre los fines del Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso ni de esta revista, como su órgano, el formular juicios políticos de índole nacional o internacional, sino únicamente el de estimular el intercambio de los valores de la cultura entre la URSS y México.60

En el editorial, se insiste en la idea de que, para poder cumplir con la labor de difundir la cultura, era necesario que se mantuviera la paz: “un orden mundial establecido por todas las naciones libres en el que, proscritos para siempre los gobiernos totalitarios, puedan vivir plenamente el hombre y la cultura”.61

No obstante, fue a partir de 1949 cuando la revista dedicó mayor espacio a difundir la lucha por la paz. Esto responde a que el 20 de abril de ese año se reunió en París el Primer Congreso Mundial de Partidarios de la Paz, del cual surgieron el Comité Mundial de Partidarios por la Paz y el Consejo Mundial por la Paz (CMP).62 Pero la labor del IICM-R no se redujo a hacer eco del movimiento mundial por medio de su revista, sino que promovió la lucha por la paz en México y al Comité Mexicano de los Partidarios de la Paz.63 Entre 1949 y 1951, hubo varios números de Cultura Soviética dedicados casi por completo a difundir los manifiestos y labores de los movimientos adheridos al CMP, así como las actividades efectuadas en México a favor de la paz, entre otras. En especial, los números de septiembre, octubre y noviembre de 1949 (59 al 61), recogen las labores del Primer Congreso Mundial de Partidarios de la Paz; de septiembre de 1950 a marzo de 1951, nuevamente, la revista se dedicó a difundir el Llamamiento de Estocolmo,64 el Segundo Congreso de Partidarios de la Paz y el Llamamiento de Berlín (números 71 al 77).65

Así, pues, la revista, como reflejo de los conflictos políticos internacionales, se convirtió en una ávida difusora de las actividades del CMP. Pero, aun en el campo de la lucha por la paz continuaba la lucha ideológica, por lo que una tarea de los comunistas fue ganar a intelectuales, artistas y políticos renombrados para la causa de la paz y la amistad con la Unión Soviética. Que esta tarea fue cumplida de forma más que cabal lo demuestra el hecho de que entre sus partidarios destacaron, además de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Vicente Lombardo Toledano, Lázaro Cárdenas, Heriberto Jara, Alberto Beltrán, Wenceslao Roces, entre otros.

Por lo tanto, en lo referente a las políticas soviéticas de lucha por la paz y de la defensa de las culturas nacionales y la independencia de los pueblos respecto al imperialismo, la revista Cultura Soviética es un material de gran utilidad para arrojar luz sobre el proceso que llevó a que en México las organizaciones comunistas y personalidades de orientación marxista confluyeran en el MLN. El citado libro de Patrick Iber expone el resultado, más que el proceso, por lo que deja de lado la importancia de la labor del IICM-R y de su revista (1944-1954) en la agrupación de los sectores de las diversas izquierdas, incluida la de corte nacionalista-antiimperialista, pero no anticapitalista.66

Conclusiones

El análisis de la revista Cultura Soviética demuestra que en sus páginas se difundió una visión favorable de la situación política y social de la URSS, así como la ideología del marxismo soviético aplicada a los distintos campos de las ciencias, artes y la vida social. Esto constata que, pese a ser una publicación sin filiación partidaria y aparentemente independiente de instancias oficiales de la Unión Soviética, el objetivo político fue conseguir partidarios del gobierno soviético al utilizar la cultura como campo de batalla y cobertura de aparente neutralidad; ello permitió que el IICM-R y la revista funcionaran como perfiles disimulados de la propaganda de elaboración soviética orientada por medio de la VOKS.

La participación de un amplio número de intelectuales, artistas y políticos mexicanos en Cultura Soviética es muestra de que la publicación cumplió con el objetivo de ser un arma ideológica en la Guerra Fría cultural, pues permitió reunir a comunistas y simpatizantes de la Unión Soviética en un proyecto de difusión de los beneficios de la construcción socialista en dicho país, y de crítica al sistema capitalista, que fue presentado como partidario de la guerra y opresor de las naciones. Así, pues, aunque la cultura y la paz fueron dos de los temas principales, éstos no se trataron de forma neutral, sino desde la perspectiva ideológica socialista, lo cual significó que la difusión de la cultura soviética y mexicana, así como del Consejo Mundial de la Paz, fueran medios de atracción de simpatizantes para el proyecto soviético.

Esto hizo de la revista un instrumento de penetración ideológica que logró agrupar principalmente a intelectuales, artistas, organizaciones y personalidades de izquierda de carácter antiimperialista, con ideas de liberación nacional y con simpatía por la Unión Soviética, lo que implicaba una oposición importante a los intereses del gobierno estadounidense que encabezaba el bloque capitalista, debido al grado de relación y dependencia política que el gobierno mexicano guardaba con Estados Unidos. Esto no significaba que la revista y el Instituto contaran con la capacidad de desatar movilizaciones de masas; no obstante, tenían la posibilidad de influir en la opinión pública de ciertos sectores sociales gracias a las personalidades que colaboraban con la revista, el Instituto y el CMP.

Queda por ahondar en la red de intelectuales vinculados a la revista y la asimilación ideológica de las posiciones teóricas difundidas por Cultura Soviética; la exaltación de la cultura nacional mexicana como elemento antiimperialista; la recuperación de testimonios, producción gráfica y artículos de mexicanos que colaboraron con la revista; el estudio de la difusión e influencia del realismo socialista en la literatura y el arte, así como la relación entre ciencia y socialismo que se difundió en un amplio número de científicos mexicanos. Para tratar todos estos temas y otros más, este artículo sirve como una aproximación y guía.

Otro campo que puede ser estudiado por medio de la revista es la confluencia de los intereses políticos de la URSS y los de los sectores de una izquierda no comunista, sino más bien con perspectivas de liberación nacional, pero sin interés de romper con el capitalismo; por ejemplo, el cardenismo y demás agrupaciones de izquierda que conformaron el Movimiento de Liberación Nacional. Reconociendo la autonomía respecto de Moscú de la izquierda no comunista que se declaraba favorable a la Unión Soviética, un estudio en este sentido permitiría comprender de qué forma el gobierno Soviético conociendo la existencia de estos intereses particulares dispuso una política que pudiera aprovecharlos.67

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1 Frances Stonor Saunders, La CIA y la Guerra Fría cultural (Barcelona: Debate, 2001); Pierre Grémion, Intelligence de l’anticommunisme. Le Congrès pour la liberté de la culture à Paris 1950-1975 (París: Fayard, 1995). Estudios sobre la revista Cuadernos: Marta Ruiz Galvete, “Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura: anticomunismo y Guerra Fría en América Latina”, El Argonauta Español, núm. 3 (2006): s.p.; Germán Alburquerque, La trinchera letrada. Intelectuales latinoamericanos y Guerra Fría (Santiago de Chile: Ediciones Ariadna, 2011); Olga Glondys, La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español. Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (1953-1965) (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2012).

2Por ejemplo, Benedetta Calandra y Marina Franco (eds.), La Guerra Fría cultural en América Latina. Desafíos y límites para una nueva mirada de las relaciones interamericanas (Buenos Aires: Biblos, 2012).

3La investigación más próxima al estudio de las operaciones soviéticas dentro de la Guerra Fría cultural es la de Patrick Iber, Neither Peace nor Freedom. The Cultural Cold War in Latin America (Cambridge: Harvard University Press, 2015), donde expone los vínculos de intelectuales y artistas con el Consejo Mundial de la Paz (CMP), que fue una organización promovida por la Unión Soviética. No obstante, en su estudio no alcanzó a apreciar la relevancia de la red de institutos de intercambio cultural o amistad que la URSS fomentó por todo el mundo, los cuales fueron base de la ofensiva soviética en el campo de la Guerra Fría cultural, además de entes articuladores y aglutinadores de los intelectuales y artistas que desempeñaron las labores de lucha por la paz en apoyo al CMP.

4 Andréi Zhdánov señalaba: “La política exterior expansionista, inspirada y dirigida por los reaccionarios norteamericanos, prevé una acción simultánea en todas las líneas: 1) medidas estratégicas militares, 2) expansión económica, y 3) lucha ideológica”. La primera línea fue cubierta con la Doctrina Truman, la segunda inició con el Plan Marshall, y la tercera línea implicó lo que la historiadora Frances Stonor Saunders ha denominado Guerra Fría cultural. Andréi A. Zhdánov, “Sobre la situación internacional”, El Machete. Revista de Teoría y Política, 2 de enero de 2017.

5Para una aproximación al tema de la lucha por la paz en México y su vínculo con la policía soviética, véase Horacio Crespo, “El comunismo mexicano y la lucha por la paz en los inicios de la Guerra Fría”, Historia Mexicana, vol. LXVI, núm. 2 (2016): 653-723; Jorge Octavio Fernández Montes, “Voces y llamamientos de la cultura por la paz. Génesis del pacifismo prosoviético de México en los albores de la Guerra Fría”, Política y Cultura, núm. 41 (2014): 7-29.

6 Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX (México: Era, 1982), 128. Para una exposición más amplia del contexto político nacional en el que surgió la revista Cultura Soviética, véase Ángel Chávez Mancilla, “La creación del Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso como instrumento soviético del ‘frente ideológico’”, Letras Históricas, núm. 24 (2021): s.p.

7Para una aproximación a algunas revistas comunistas, véase Luciano Concheiro y Ana Sofía Rodríguez, “Las revistas del comunismo mexicano”, en Camaradas. Nueva historia del comunismo en México, coordinación de Carlos Illades (México: Fondo de Cultura Económica, 2017), 237-265.

8El Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso se encontraba en la calle Edison núm. 49, Ciudad de México. Su presidente fue Luis Chávez Orozco y el vicepresidente Alfonso Reyes; al frente de la junta directiva estuvo Víctor Manuel Villaseñor, quien en sus Memorias de un hombre de izquierda (México: Grijalbo, 1973) hace mención de la fundación del Instituto. Sobre los antecedentes, la fundación y las labores del Instituto, véase Ángel Chávez Mancilla, La representación de la mujer en la revista Cultura Soviética, 1944-1954, tesis de maestría en Historia y Etnohistoria (México: Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2020), 36-49 y “La creación”; así como Adolfo Mejía González, México y la Unión Soviética en la defensa de la paz (México: Agencia de Prensa Nóvosti, 1986), 51.

9“Editorial”, Cultura Soviética, núm. 1 (noviembre de 1944): 4. El énfasis es mío.

10Únicamente en tres ocasiones se publicó bimestralmente, fueron los números 107, de septiembre-octubre de 1953; 117, agosto-septiembre de 1954, y 118, octubre-noviembre de 1954.

11Movimiento obrero surgido en 1935 que implica la trasformación de la relación máquina-hombre por medio de la racionalización socialista del trabajo, lo que permite un aumento extraordinario de la producción. El nombre deriva de uno de sus iniciadores, el obrero minero Alexei Stajanov. Véase Bela Székely, De Taylor a Stajanov. La máquina devora al hombre. El hombre amo de la máquina (La Plata: Editorial Calomino, 1946), 167-199.

12Por ejemplo, “Índice del volumen I” aparecido como suplemento en Cultura Soviética, núm. 13 (noviembre de 1945).

13Esta sección “Reconstrucción” apareció con mayor fuerza durante el primer año; hacía referencia a la reconstrucción de las ciudades y campos de cultivo arrasados por la guerra. Posteriormente, cuando la consigna de la paz sea la dominante, los artículos sobre la construcción de ciudades y nuevos centros de producción serán expresados como “Construcción para la paz”.

14Algunos ejemplos: “Libros mexicanos en la URSS”, Cultura Soviética, núm. 19 (mayo de 1946): 23; “Plástica mexicana en la URSS”, Cultura Soviética, núm. 25 (noviembre de 1946): 46; “Cine, triunfo de México y la URSS”, Cultura Soviética, núm. 27 (enero de 1947): 44-45; “Libros mexicanos en la biblioteca Lenin”, Cultura Soviética, núm. 29 (marzo de 1947): 24-25.

15Un estudio del conjunto de estas notas permitiría una aproximación a la etapa más desarrollada de la teorización del realismo socialista promovido por el gobierno soviético y principalmente por A. Zhdánov.

16Respecto a los retratos de obreras ganadoras del Premio Stalin, véase el capítulo III de Chávez Mancilla, La representación.

17“Los premios Stalin se establecieron en el año de 1939 y no son meramente honoríficos —con todo y que esto en la URSS ya sería suficiente recompensa—, sino que tienen asignados premios que varían entre 200,000 y 50,000 rublos, o sea casi la misma cifra en moneda mexicana, atendiendo a su equivalencia aproximada”. Véase “Los premios Stalin”, Cultura Soviética, núm. 34 (agosto de 1947): 3.

18En más de una ocasión, la revista expone argumentos a favor de la teoría genética y agrícola de Lysenko. Véase Georges Bernard Shaw, “Sobre el lio Lysenko”, Cultura Soviética, núm. 55 (mayo de 1949): 12-13; Louis Aragón, “Tormenta sobre Lysenko”, Cultura Soviética, núm. 55 (mayo de 1949): 4-11; N. Safonov, “El país verde”, Cultura Soviética, núm. 55 (mayo de 1949): 14-18. También: Leopoldo Ancona, “Michurin, Lysenko y la genética en la URSS”, Cultura Soviética, núm. 118 (octubre-noviembre de 1954): 14-23. En las mismas fechas, por medio del proyecto editorial del PCM Ediciones de Cultura Popular circulaba el libro La situación en las ciencias biológicas. Actas taquigráficas de la Sesión de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas de la URSS. 31 de julio-7 de agosto 1948 (Moscú: Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1949), donde se condensa el debate en torno al caso Lysenko. Este debate es uno de los episodios más polémicos de la historia de la ciencia en la Unión Soviética; sumado a esto, fue ampliamente explotado y distorsionado ante la opinión pública por medio de la prensa del bloque capitalista. El elemento central del caso deriva de que se trasladaron aspectos ideológicos de corte marxista al campo de la biología, lo que se expresaba al considerar como determinante la manipulación de las condiciones en las que se encontraban las semillas con el método de “vernalización” implementado por Lysenko (que se asemejaba a la idea de que la conciencia del humano está determinada por las condiciones sociales en las que se desarrolla). La propuesta de Lysenko despertó un debate en el campo de la ciencia dentro de la Unión Soviética y se extendió a otros países; la consolidación de sus postulados implicó un retraso en algunos aspectos de las ciencias biológicas y problemas en el ámbito de la producción agrícola; no obstante, en el marco de la Guerra Fría fueron sobreestimados ambos fenómenos.

19Un estudio específico sobre el alegato a favor del socialismo que subyace en las imágenes y el discurso que la revista presenta acerca de la mujer puede ser consultado en Chávez Mancilla, La representación.

20Respecto de la libertad en el arte en la URSS, véase Luis Córdova, “La libertad artística en la URSS”, Cultura Soviética, núm. 2 (diciembre de 1944): 11-13; Marieta Shaguinian, “La libertad de creación en la URSS”, Cultura Soviética, núm. 115 (junio de 1954): 21-24 y núm. 116 (julio de 1954): 26-29; O. Moshenski, “La libertad de crítica garantizada. Los éxitos del arte en la URSS”, Cultura Soviética, núm. 92 (junio de 1952): 9-10.

21 Cultura Soviética, núms. 98, 99 y 100.

22A partir del XX Congreso del PCUS, en el que se presentó el llamado “informe secreto”, se emprendió la “desestalinización” y se fustigó a las publicaciones favorables a los partidarios de Stalin; tal fue el caso de Por una paz duradera, por una democracia popular, denominada el órgano de la Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros (KOMINFORM).

23Los anuncios publicitarios no fueron constantes y no ocupaban más de una página regularmente; sin embargo, se pueden encontrar durante toda la existencia de la revista.

24La información acerca de los sindicatos y organizaciones con los que se vinculó la revista la obtuve por medio de los saludos y reconocimientos que le enviaron a ésta en sus aniversarios; por ejemplo, Cultura Soviética, núm. 36 (octubre de 1947) y núm. 37 (noviembre de 1947), y la publicación de su núm. 100 (febrero de 1953). También se pueden rastrear las organizaciones por medio de los comunicados de saludo a la Revolución rusa que enviaban en cada aniversario; por ejemplo, “XXVII aniversario de la revolución rusa”, Cultura Soviética, núm. 118. He mencionado algunos de los sindicatos que explicitamente tenían relación con la revista; no obstante, queda por indagar si existió alguna relación más consolidada con las agrupaciones sindicales afiliadas a la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) dirigida por Vicente Lombardo Toledano, personaje que tenía un estrecho vínculo con el gobierno soviético y del que Daniela Spenser afirma: “No era un peón de Moscú como se le pintaba en México y Estados Unidos, sino un sincero y vehemente defensor del sistema soviético”. Daniela Spenser, En combate. La vida de Lombardo Toledano (México: Debate, 2018), 298.

25 Iván Molina Jiménez, “El Partido Comunista de Costa Rica y la importación y comercialización de materiales impresos (1931-1948)”, Historia y Política. Ideas, Procesos y Movimientos Sociales, núm. 24 (2010): 250.

26 Narciso Bassols Batalla, La Revolución mexicana cuesta abajo: guión de acontecimientos nacionales e internacionales (México: Impresiones Modernas, 1960) y Las pisadas de los días: crónicas y artículos críticos, 1960-1965 (México: Guion de Acontecimientos Nacionales e Internacionales, 1965); Efraín Huerta, Poesía completa (México: Fondo de Cultura Económica, 1988). También se puede rastrear su labor como supervisor tipográfico de otras publicaciones de memorias de trabajo y demás textos de secretarías del Estado.

27La VOKS se fundó el 7 de abril de 1925, estaba en contacto con 77 países, aunque no todos mantenían relaciones diplomáticas con la URSS, por lo que en los países donde no se había logrado concretar embajadas, la Unión Soviética se apoyaba en la VOKS como medio de contacto con agrupaciones prosoviéticas para la difusión de lo acontecido en la URSS. Véase Daniel Kowalsk, La Unión Soviética y la Guerra Civil española. Una revisión crítica (Barcelona: Crítica, 2004), 135.

28“VOKS La sociedad para el fomento de las relaciones culturales de la URSS en el extranjero”, Cultura Soviética, núm. 11 (septiembre de 1945): 3.

29“VOKS La sociedad”.

30“La reunión preparatoria del primer congreso mexicano de institutos y agregados culturales”, Cultura Soviética, núm. 23 (septiembre de 1946): 4.

31“Cómo vi a la Mujer Soviética”, Cultura Soviética, núm. 43 (mayo de 1948). El testimonio de Clementina Batalla recientemente fue publicado como documento, véase Ángel Chávez Mancilla, “Un testimonio de la situación de la mujer en la URSS. Clementina Batalla de Bassols”, Historias. Revista de la Dirección de Estudios Históricos, núm. 101 (2018): 86-104.

32Matilde Rodríguez, “La mujer soviética”, Cultura Soviética, núm. 85 (noviembre de 1951): 46-52. Este texto también ha sido recuperado recientemente, véase Ángel Chávez Mancilla, “La ruta soviética rumbo a la ‘emancipación de la mujer’”, Historias. Revista de la Dirección de Estudios Históricos, núm. 106 (2020): 108-120.

33Efraín Huerta, “Estampas de la URSS”, Cultura Soviética, núm. 103 (mayo de 1953) y núm. 104 (junio de 1953).

34Manuel Mesa, “Mi paso por la URSS”, Cultura Soviética, núm. 18 (mayo de 1946).

35Existió una sección llamada “México en la URSS” que registraba las exposiciones, envío de libros, visitas de artistas y demás formas de intercambio cultural que implicaban la presencia de la cultura mexicana en la URSS. La sección apareció de forma casual.

36Hasta el momento, no he podido identificar a qué persona o grupo corresponden las siglas TIP.

37 Cultura Soviética, núm. 90 (abril de 1952).

38 Cultura Soviética, núm. 103 (mayo de 1953).

39 Cultura Soviética, núm. 118 (octubre-noviembre de 1954).

40Alberto Beltrán, pintor, grabador e ilustrador, fue uno de los integrantes más importantes del Taller de Gráfica Popular. Entre la bibliografía que contiene referencias a este personaje, se puede mencionar: Virginia Careaga Covarrubias (comp.), Apuntes, retratos y testimonios de un artista inolvidable: homenaje a Alberto Beltrán (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, 2005); Alberto Beltrán, 1923-2002: cronista e ilustrador de México (México: Instituto de Investigaciones Bibliográficas-Universidad Nacional Autónoma de México, 2003); Fabiola Villegas Torres, Alberto Beltrán y el libro ilustrado (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2007); Raquel Tibol, Gráficas y neográficas en México (México: Secretaría de Cultura del Distrito Federal/Casa Juan Pablos, 2002); Helga Prignitz-Poda, El Taller de Gráfica Popular en México 1937-1977 (México: Instituto Nacional de Bellas Artes, 1992).

41Nikolai Zagorodni, “La racionalización del trabajo”, Cultura Soviética, núm. 32 (junio de 1947): 6-7.

42 John Lear, Imaginar el proletariado. Artistas y trabajadores en el México revolucionario, 1908-1940 (México: Grano de Sal, 2019).

43Para las revistas LUX y CROM, véase Francisco Linares González, La construcción del discurso visual de los trabajadores en México a través de las revistas CROM y LUX. 1925-1932, tesis de doctorado en Historia (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2019).

44Como ya he mencionado, la revista circulaba entre los sindicatos, partidos, organizaciones y grupos políticos de izquierda. No obstante, puesto que el presente artículo está dedicado a indagar en el contenido político ideológico de la revista, aún quedan por elaborar estudios acerca de su circulación, así como de las redes de intelectuales y culturales en las que se insertó.

45“Editorial”, Cultura Soviética, año 1, núm. 2 (diciembre de 1944): 4. También llama la atención que en estas palabras la revista y el Instituto se afirman como instituciones mexicanas, cuestión que no se presentará de forma regular, pues recurrentemente la editorial se expresaba como si fuera un emisor soviético.

46“La defensa de las culturas nacionales”, Cultura Soviética, núm. 102 (abril de 1953): 3. La exaltación de la cultura mexicana no se dio tanto por medio de las plumas mexicanas, sino a partir de artículos de soviéticos, y, sobre todo, mediante notas que hacían referencia a las exposiciones de arte e historia de México que eran presentadas en la URSS, y que asimismo destacaban la adquisición que las instituciones soviéticas hacían de libros, revistas y películas mexicanas.

47Para entonces, cuando la Guerra Fría ya había avanzado, Estados Unidos, por medio de la CIA ya había creado sus propias revistas e institutos culturales, así como el Congreso por la Libertad de la Cultura (1950) que buscaba contrarrestar el Movimiento por la Paz, iniciativa de la URSS (KOMINFORM), y se crearía una revista en Latinoamérica: Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (1953-1963). Ruiz Galvete, “Cuadernos”.

48“La defensa”, 3.

49“La defensa”, 3.

50 Zhdánov, “Sobre la situación”.

51 José Stalin, Constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Informe sobre el proyecto de la Constitución de la URSS (Moscú: Ediciones en Leguas Extranjeras, 1939). Gueorgui Kublitski, El pueblo soviético. Trazos de su semblanza. Pueblos, orígenes, costumbres y tradiciones (Moscú: Agencia de Prensa Nóvosti, 1984), 3-10; Metélitsa y Tadevosián, “Los principios leninistas de solución del problema nacional y su aplicación en la URSS”, en Acerca de la solución del problema nacional en la URSS, S. Esmenéev (Moscú: Agencia de Prensa Nóvosti, 1969), 37-55.

52No me refiero a la concepción según la cual se deben cursar etapas previas a la revolución socialista; por ejemplo, en los países que requieren una revolución democrático-burguesa o los que debido a su carácter semicolonial necesitan un proceso de liberación nacional antes de emprender la construcción del socialismo. Más bien, la referencia es a la idea que Carlos Marx plasma en la Crítica al programa de Gotha, donde explica que el socialismo es una etapa inmadura del comunismo.

53 José Stalin, “El leninismo y la cuestión nacional”, en Obras completas (Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1954), tomo 11, 367.

54 Stalin, “El leninismo”, 371-372.

55Véase José A. Cuevas, “El entierro de Ichcateopan es coetáneo de la capilla primitiva”, Cultura Soviética, núm. 68 (junio de 1950): 19-24; Eulalia Guzmán, “El hallazgo de la tumba de Cuauhtémoc”, Cultura Soviética, núm. 66 (abril de 1950) y núm. 67 (mayo de 1950); “Estado actual de las pruebas de la tumba de Cuauhtémoc”, CulturaSoviética, núm. 96 (abril de 1952).

56Entre los números finales, se encuentra el 117, agosto-septiembre de 1954, cuyo editorial está dedicado al centenario del himno nacional; en el 118, octubre-noviembre de 1954, se incluyó el artículo “Homenaje a la Revolución Mexicana”, 8-9. Sobre la figura de Hidalgo: Juan Hernández Luna, “Raíces ideológicas de Hidalgo y de la Revolución de independencia”, Cultura Soviética, núm. 103 (mayo de 1953): 4-9. Este número también tiene en su portada el grabado de Alberto Beltrán: “El padre Hidalgo: constructor y civilizador de la patria mexicana”.

57 Zhdánov, “Sobre la situación”.

58 Zhdánov, “Sobre la situación”.

59Este organismo tuvo como antecedente a la Internacional Comunista o komintern que estuvo en funciones de marzo de 1919 a mayo de 1943 y fue concebido como un partido comunista de carácter mundial. El objetivo de la KOMINFORM fue restablecer la coordinación de los partidos comunistas, y tuvo su sesión inaugural con la Conferencia Informativa de nueve Partidos Comunistas que se reunió en Polonia en septiembre de 1947. Un texto de reciente aparición y de gran relevancia para repensar los motivos e implicaciones de la disolución de la Internacional Comunista es el publicado por la Secretaría de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de Grecia: “La formación, la acción y la disolución de la Internacional Comunista”, El Machete. Revista de Teoría y Política, 10 de febrero de 2017.

60“El intercambio cultural y la paz”, Cultura Soviética, núm. 8 (junio de 1945): 3.

61“El intercambio”, 3. Cabe aclarar que el término de gobiernos totalitarios estaba referido al nazi-fascismo, y, en contraparte, a las naciones que lo habían combatido se les consideraba libres, por lo que incluía a los gobiernos de corte socialista. No obstante, la crítica por la “falta de libertad” en la Unión Soviética surgida desde la década de 1920 fue retomada posteriormente para vincular al socialismo como una forma de totalitarismo, idea que fue ampliamente explotada por los gobiernos capitalistas que se pusieron el mote de mundo libre. En la Guerra Fría cultural, la idea abstracta de libertad se expresó con fuerza; basta recordar el nombre del principal organismo de corte cultural con el que operó la CIA: Congreso por la Libertad de la Cultura. En este mismo sentido, se puede ahondar en el apoyo que dio la CIA a las posiciones teóricas que buscaban equiparar el fascismo y el comunismo, y que afirmaban que en los países socialistas no existía la libertad.

62Para una cronología de estos acontecimientos, véase Jorge Fernández Montes, “Voces”, 12-14; Alburquerque, La trinchera, cap. II, “Movimientos pro-soviéticos y la guerra por la paz”, 34-60.

63“Un gran acto por la paz”, Cultura Soviética, núm. 67 (mayo de 1950): 57-60.

64Los principales puntos del Llamamiento de Estocolmo fueron: “exigencia de que se prohíba en absoluto el arma atómica como arma de intimidación y de exterminio de gente en masa; que se establezca riguroso control internacional del cumplimiento de esa decisión; que el gobierno que emplee el primero el arma atómica contra cualquier país cometerá un crimen de lesa humanidad y deberá ser considerado como criminal de guerra. Cultura Soviética, núm. 68 (junio de 1950): 2.

65El Llamamiento de Berlín se efectuó el 25 de febrero de 1951 por el CMP; en su contenido, se reclamaba para salvaguardar la paz “la conclusión de un pacto de paz entre las cinco grandes potencias: Estados Unidos de América, Unión Soviética, República Popular China, Gran Bretaña y Francia”; la negativa de los gobiernos de dichas potencias a reunirse para concluir ese pacto de paz era vista “como la evidencia de [sus] designios agresivos”. Véase Consejo Mundial de la Paz, “Llamamiento de Consejo Mundial de la Paz para la conclusión de un pacto de paz”, Cultura Soviética, núm. 89 (marzo de 1952).

66Respecto a la participación de diversos sectores de la izquierda o las múltiples izquierdas en el movimiento de lucha por la paz en México, véase Ángel Chávez Mancilla, “La teoría de los dos campos y la lucha por la paz en México 1949-1954”, ponencia presentada en el Seminario de Movimientos Sociales, Memoria e Historia del Tiempo Presente (México: Dirección de Estudios Históricos-Instituto Nacional de Antropología e Historia, 11 de febrero de 2020).

67Al respecto, debe pensarse que Cultura Soviética reflejó la política soviética de apoyo a las culturas nacionales y el CMP prestó atención a las luchas de liberación nacional, fuerza política que de por sí estaba contemplada como una fuerza a considerar dentro del nuevo escenario político: “El campo antiimperialista es respaldado por el movimiento obrero y democrático y por los Partidos Comunistas hermanos de todos los países, por los luchadores de los movimientos de liberación nacional de los países coloniales y dependientes, y por todas las fuerzas democráticas y progresistas en cada país”, véase Zhdánov, “Sobre la situación”.

Recibido: 11 de Febrero de 2021; Aprobado: 17 de Agosto de 2021

Ángel Chávez Mancilla: maestro en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, institución en la que actualmente cursa el doctorado. Áreas de investigación: historia intelectual e historia del libro. Publicaciones recientes: “La creación del Instituto de Intercambio Cultural Mexicano-Ruso como instrumento del ‘frente ideológico’”, Letras Históricas, núm. 24 (2021); “Entre la ciencia ficción y la ciencia de la historia: El corazón de la serpiente”, Sincronía. Revista de Filosofía, Letras y Humanidades, núm. 79 (2021); en colaboración con Ernesto Schettino, el libro Historia de la Grecia antigua. Del despotismo al esclavismo (México: Editorial Revolución, 2021).

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