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Signos históricos

Print version ISSN 1665-4420

Sig. his vol.23 n.45 México Jan./Jun. 2021  Epub June 02, 2021

 

Artículos

Alfonso Cravioto, la perspectiva educativa de una sensibilidad estética

Alfonso Cravioto, the educational facet of an aesthetic sensibility

Conrado J. Arranz Mínguez* 
http://orcid.org/0000-0001-8736-623X

Iris Reyes Hernández** 
http://orcid.org/0000-0001-8346-0800

*Instituto Tecnológico Autónomo de México, México. conrado.arranz@itam.mx

**Universidad Nacional Autónoma de México, México. iris.456@hotmail.com


Resumen:

Alfonso Cravioto formó parte de las organizaciones intelectuales y políticas más destacadas de principios del siglo XX. A lo largo de su vida combinó la actividad política y diplomática con la creación literaria, poesía y ensayo, principalmente. En este artículo nos proponemos destacar su contribución a la educación en México, desde una perspectiva que enlaza su experiencia vital con la sensibilidad que lo caracterizó y le ganó el reconocimiento y afecto de sus contemporáneos, al tiempo que anticipó y participó en los primeros años de la Secretaría de Educación Pública.

Palabras clave: educación; Savia Moderna; Secretaría de Educación Pública; Ateneo de México; Congreso Constituyente

Abstract:

Alfonso Cravioto was a member of the most prominent intellectual and political organizations of the early 20th century. Throughout his life he joined political and diplomatic activities with creating literature, poetry and essays. In this article we intend to highlight his contribution to education in Mexico, from a perspective that links his life experience with the sensitivity which was one of his most pronounced characteristics. Cravioto was recognized and beloved by his contemporaries, and he anticipated and participated in the first years of the Secretary of Mexican Public Education.

Keywords: education; Savia Moderna; Secretary of Public Education; Ateneo de México; Constituent Congress

Es el emperador del gris; el dueño de las sombras; el taumaturgo de la bruma. […] Esta indiferencia por contornos y detalles no es una afectación, ni es extravagancia; es resultado de una lógica concienzuda y de un ideal preciso. Siendo, ante todo, un pintor de expresión y de carácter, y un sugeridor de almas, simplifica figuras y ambiente, hasta dejar lo esencial para la realización de su ensueño.

Alfonso Cravioto, “La obra pictórica de Carrière”1

Apesar de haber formado parte de una primera línea de intelectuales, desde su llegada a la Ciudad de México, en 1902, y de haber mantenido una intensa actividad política -especialmente en el ámbito de la educación y de las relaciones exteriores-, paralela a la creación literaria, son realmente escasas las investigaciones que estudian la trascendencia histórica del hidalguense Alfonso Cravioto. Entre éstas, como base del presente texto, podemos destacar: Alfonso Cravioto. Un liberal hidalguense, la exhaustiva biografía escrita por Miguel Ángel Granados Chapa; el artículo “Alfonso Cravioto: el ser bajo la ficción del personaje”, de Mónica Cravioto, y, de Conrado Arranz, el capítulo “Alfonso Cravioto: algunas apostillas sobre el Constituyente. ‘El genio es solamente la audacia del talento’”, un estudio publicado con motivo del Centenario del Congreso Constituyente. La vida de Alfonso Cravioto ha permanecido brumosa a través del tiempo, como si los debates que emprendió entre la estética y la trascendencia política hubieran sido opacados por el protagonismo de otras personas o grupos que finalmente gozaron de un mayor reconocimiento y, por lo tanto, de su lugar en la historia.

En este artículo, nos hemos propuesto trazar las líneas que entrelazan las experiencias y los intereses del hidalguense con los antecedentes, la creación y los primeros años de actividad de la Secretaría de Educación Pública (SEP). En este sentido, llaman la atención las coincidencias y divergencias que tuvo con José Vasconcelos, ideólogo y primer ejecutor de las políticas públicas en el ámbito educativo. Como sabemos, ambos coincidieron en Savia Moderna, en el Ateneo y en otros espacios en donde se desarrolló la reflexión de acciones educativas para el país.

Proponemos, entonces, una lectura de la actividad política y cultural de Alfonso Cravioto en la que procuraremos mantener el diálogo entre los hechos de su existencia particular y el contexto que propició la fundación de la SEP, asunto principal que motiva la elaboración del presente dosier. Además, consideramos pertinente esta lectura por la relevancia que tuvo la cercanía entre las instituciones educativas y los creadores artísticos e intelectuales del país. Tanto en el trasfondo de esta relación, como en los debates que se produjeron, leemos el proyecto educativo de una nación que se encontraba en construcción tras el acontecimiento civil de carácter bélico que, sin duda, supuso un parteaguas en nuestra historia actual.

Fuente: Anónimo, Carranza and the Public Instruction in Mexico. Sixty Mexican Teachers are Commissioned to Study in Boston (Nueva York: S.E., 1915), 38.

Imagen 1 Alfonso Cravioto, subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes y director general del Departamento de Bellas Artes 

Los primeros años de actividad política. la relación con los anarquistas

Como sabemos, la posición política inicial de Alfonso Cravioto estuvo determinada por un hecho histórico relacionado con su padre, el general Rafael Cravioto: Porfirio Díaz, que le había dado su confianza en la gubernatura del estado de Hidalgo, lo cesó repentinamente en 1897, para imponer a un pariente suyo, y lo envió a la Ciudad de México. La familia Cravioto decidió que Alfonso permaneciera en Pachuca, al menos hasta completar su educación básica. A partir de ese momento, el futuro escritor se convirtió en testigo de las múltiples injusticias que comenzaron a producirse por parte del gobierno del estado, la persecución a estudiantes que eran compañeros del propio Cravioto, entre otras. En 1901, decidió tomar parte activa en las protestas, con la publicación del artículo “¡Protesta!”, junto a su compañero Mariano Lechuga, en el número 50 de Regeneración, correspondiente al 15 de agosto. En dicho artículo destaca la apelación directa que hacían a la razón como guía del pensamiento: “La razón es eterna porque es la evolución, porque es el bien, porque es el jacobinismo, porque es, en fin, la perfección”.2 Pero, como vemos, se trata de una razón que de alguna forma es consustancial a la naturaleza evolutiva y que aspira a la perfección. Por primera vez, quizá, Cravioto enunciaba expresamente su adscripción a una filiación política, el jacobinismo, el cual, además, se relacionaba con un ideal estético de la vida: la aspiración a la perfección. Ese año, el último que Cravioto pasaría en Hidalgo, el escritor comenzó a trenzar el mapa de sus convicciones.

Con aquellos precedentes de iniciación en el activismo político, Cravioto se trasladó a la Ciudad de México en 1902, para estudiar en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde conoció a otros jóvenes de la oposición y comenzó a colaborar en el periódico reivindicativo anarquista El Hijo del Ahuizote, de los hermanos Flores Magón. Desde el diario y el recién refundado club liberal Ponciano Arriaga comenzaron a fomentar el debate en torno a la no reelección del general Díaz como presidente de la República.3 El éxito que poco a poco fueron cosechando no pasó desapercibido para el gobierno, el cual aprovechó una publicación anónima de 1903 para irrumpir en la redacción y encarcelar a los responsables que allí se encontraban -entre quienes se podía contar al propio Alfonso Cravioto-, por cuestionar la legitimidad del tribunal que llevaba el proceso contra el general Timoteo Andrade.4 En relación con esto, y por la convicción de una prensa libre -tan avanzada para la época- que equilibrara el excesivo poder que los gobernantes tenían sobre los gobernados, conviene recordar una parte del escrito que el 28 de julio de 1903 dirigieron los acusados (los hermanos Flores Magón, Alfonso Cravioto, Juan Sarabia y Santiago R. de la Vega) a los jurados:

Se violan en nosotros las leyes, porque pretendemos hacer de nuestra precaria situación política una grandiosa harmonía de ciudadanos, leyes y gobernantes que nos conduzca a la realización de una nacionalidad de que hoy carecemos. Se nos atropella porque buscamos el equilibrio entre gobernantes y gobernados que será el sólido fundamento de una paz efectiva que no morirá con el gobernante, porque no estará basada en la necesidad de un gobierno personalista, sino en el perfecto acuerdo de todos los derechos. Se nos castiga porque criticamos los actos públicos de nuestros funcionarios buscando, por medio de la prensa, la corrección de los desmanes de los arbitrarios, la separación de los venales, la eliminación de los concusionarios.5

En términos ideológicos, nos interesa destacar la manera en la que los autores del texto señalaban que el equilibrio entre los ciudadanos y el gobierno debía estar fundado en la ley, es decir, en el propio Estado de derecho -el que estaban cuestionando-, al encontrarse en la cárcel por una injusticia. Además, este equilibrio -que habría de censurar los personalismos y las arbitrariedades- debía ser la premisa fundadora de una nacionalidad, la cual, en la opinión de los autores, no existía. Esto no tendría tanta relevancia de no ser porque fue la base que también sustentó un sistema educativo diferente.

Tras la cárcel, tuvieron dos caminos posibles, o salir del país y pensar en una lucha armada para derrocar el poder, o quedarse, con la convicción de que cambiarían las sensibilidades políticas y empujarían a un cambio de régimen.

Cravioto se quedó en la ciudad de México, acompañando a su padre en el lecho de muerte, que fallecería el 29 de noviembre. Fue un momento clave para Alfonso Cravioto, ya sea por los sentimientos removidos ante la muerte del padre, ya influido por las condiciones de penuria que vivió durante el presidio, el escritor hidalguense renunció a los ideales anarquistas que abanderaban los que habían sido hasta ese momento sus compañeros de lucha intelectual, por un compromiso político liberal y con la cultura de México, que lo convertiría en una voz relevante durante el proceso revolucionario.6

Fuente: Archivo Casasola del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Imagen 2 Los hermanos Flores Magón (1906) 

No cabe duda de que la elección de Cravioto era una primera consideración hacia la fe en la educación y en la cultura como promotoras de los cambios sociales y políticos que conducirían a la justicia en el país, a diferencia del enfrentamiento armado directo por el que optó el resto de sus compañeros con quienes había estado encarcelado. Alfonso Cravioto eligió la vía de la conciliación, la de la palabra, y reconoció implícitamente que el arte -en particular la literatura y la pintura- también constituían espacios para la acción política y la construcción de otras realidades. Con una diferencia de veinte años y una larga guerra civil de por medio, que causó cientos de miles de muertes en todo el país, la decisión de Alfonso Cravioto guardaría un enorme parecido a las circunstancias sociopolíticas que José Vasconcelos describió a los escritores, poetas y artistas, para que se inmiscuyeran en el desarrollo institucional de la educación, y, en concreto, en las misiones pedagógicas que él propugnaba:

Me dirijo especialmente a los maestros jóvenes y cultos, a los escritores, a los poetas y los artistas, particularmente a los que aún no tienen treinta años y ya se han habituado al pasar oscuro de la ciudad, repartido entre una oficina, donde se simula el trabajo y unas cuantas horas de holganza o de vicios que la mentira convencional llama placeres, y les pregunto ¿qué harían si un peligro social, como la aparición de un tirano o un peligro nacional, requieriése su denuedo?

Me responderán que acudirán a las armas; pues bien, se trata de una lucha mucho más noble que la triste necesidad de ir a matar hombres; se trata de ir a salvar hombres; no de apagar la vida, sino de hacerla más luminosa. No seréis mensajeros de muerte, sino sembradores de alegría. Si sois poetas, renegad de vuestras rutinas, abrazándose por un año o dos a la pobreza, y partid a caminar por esos valles y esos montes donde el viento es puro y las estrellas son claras. Si sois artistas, ¿cómo esperáis hallar inspiración bajo el techo de la oficina o del hogar, o en medio de la estupidez de los salones? Si queréis hacer obra mañana, id primero a conocer la fatiga y el llanto, la claridad de los cielos y la altura del monte; id a despertar almas, que cada una que se despeje sea como una estrella que aparece en la tierra; alistaos en las filas de los maestros misioneros.7

Vasconcelos recogía así la exigencia de la Cámara de Diputados de intensificar el esfuerzo de los maestros misioneros -institución que recién había creado la SEP-, haciéndola extensiva a cuanto ciudadano estuviera dispuesto a asumir la responsabilidad.

El tenor de este discurso nos permite hacer dos observaciones relacionadas con el objetivo del presente artículo. En primer lugar, Vasconcelos criticaba el hecho de que la Revolución se construyera desde la ciudad, sin mantener contacto con los lugares remotos de la República, donde en realidad se habían producido las demandas principales que cuestionaron el régimen de Porfirio Díaz antes del enfrentamiento armado; esto fue percibido por la sensibilidad de múltiples escritores de la época, pero, en especial, por los narradores de la Revolución mexicana, quienes, por éste y otros motivos, coloreaban de un tono pesimista sus creaciones literarias.

En segundo lugar, Vasconcelos señalaba dos consecuencias positivas de que este contingente se sumara a los maestros misioneros: la educación, por un lado, permitiría erradicar el vicio de confiar en una sola persona la dirección del país y, por otro, traería la paz que se necesitaba, frente a la recurrente tentación de acudir a las armas como medio de imposición política. Como afirmamos con anterioridad, veinte años antes, Alfonso Cravioto había tenido que tomar una determinación semejante, al renunciar a la posibilidad de la lucha armada, aun contra aquel que tenía acaparado el poder político. Por el contrario, eligió la pluma, la palabra y, de alguna forma, la educación.

Savia Moderna

El dato más significativo que proporcionan las historias literarias con respecto a Alfonso Cravioto es que dedicó parte de su herencia y de su ímpetu artístico8 a la fundación de Savia Moderna, revista mensual que sólo publicó cinco números, entre marzo y julio de 1906, en cuyas páginas se reunieron “todos los jóvenes literatos que residían o estaban de paso en la ciudad de México”.9 La revista se afilió a la corriente literaria del Modernismo, lo cual motivó críticas que la tildaban de anacrónica. Pero nos interesa destacar dos elementos importantes de la publicación: en primer lugar, la forma en la que conjugó la expresión escrita con la imagen, relacionando los textos creativos e intelectuales con la estética del momento, y, en concreto, con la de mayor vanguardia, pues a “Savia Moderna [le] correspondió el gesto de hermanar las letras y las imágenes con una exposición dedicada a los ‘nuevos’, como se les decía a los pintores que se habían formado con Fabrés y que eran dirigidos por Gerardo Murillo, quien había regresado de Europa tres años antes lleno de ideas de vanguardia”,10 y, en segundo, la revista sirvió para hacer confluir en ella a dos hombres fuertes de la educación porfirista en México: Valenzuela, primero, y Justo Sierra, después. Este último, que ya era ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, asistió a la velada del 26 de marzo de 1906 para celebrar la publicación del primer número. 11 El grupo intelectual lo invitó también a la importante inauguración de la exposición pictórica independiente organizada por la revista, de la que Gerardo Murillo (Dr. Atl) fue el principal encargado; sin embargo, el Ministro declinó la invitación y envió a Ezequiel A. Chávez en su lugar, quien destacó que se trataba de la primera exposición de pintura independiente celebrada en México, elogiando la muestra.12

Fuente: Biblioteca Virtual Miguel Cervantes.

Imagen 3  Portada de Savia Moderna 

Savia Moderna, sin duda, había servido como punto de convergencia de intereses artísticos y educativos, sobre todo porque fue creada prácticamente a la par de las instituciones educativas y del nombramiento de Justo Sierra como su director, para establecer con ello un puente de sintonía -y, por supuesto, también de crítica- entre este grupo de jóvenes intelectuales, que pronto fundaría su propio Ateneo. Rubén M. Campos lo cuenta de la siguiente forma:

En torno de su fuerte personalidad de educador, escritor y orador [la de Justo Sierra] se congregaron todos los intelectuales que escribían o que enseñaban por medio de la cátedra o del libro; y las primicias del nuevo siglo fueron la anunciación de la nueva era tanto de la educación nacional como de la literatura mexicana.13

Alfonso García Morales también se ha referido al puente inicial que se generó entre la política educativa y esta generación intelectual de principios de siglo XX:

El acto de mayor trascendencia celebrado con ocasión del Centenario de 1910 fue el restablecimiento de la Universidad por Justo Sierra. Los ateneístas habían apoyado el proyecto desde el comienzo, pues respondía a lo que consideraban una imperiosa exigencia educativa y, además, les brindaba la oportunidad de hacer de su vocación una profesión.14

En este espacio de confluencia, nuevamente, tuvo una presencia esencial la estética; la sensibilidad estimulada por el arte se situaba en un centro necesario del debate. La educación debía provenir, no sólo del positivismo -sistema principal en el que confiaba el régimen porfirista-, sino también de las diferentes disciplinas artísticas, de los debates de contenido y estéticos que se formulaban en torno a ellas; por tanto, de una educación integral al margen de lo estrictamente escolástico. Quizás esta esencia inspiró la fundación de la Sociedad de Conferencias, germen del Ateneo de la Juventud, primero, y del Ateneo de México, después.

La apuesta de Cravioto por la pluma y la palabra para contribuir al moldeado institucional de la educación en México comenzaba a cobrar sentido y se articulaba inicialmente a través de la revista que fundaron Luis Castillo Ledón y él, Savia Moderna. Esta generación, además, se convertía en bisagra intelectual entre dos siglos, así como en dos maneras de entender, no sólo el valor de lo estético, de lo que se podría considerar como arte, sino también del tipo de cultura y de educación que debían ser impulsadas por el Estado.

Fuente: Archivo Casasola del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Imagen 4 Redactores de Savia Moderna 

Contra todo lo evidente, la estética de la bruma. trascendencia política de la participación en el Ateneo

La Sociedad de Conferencias, fundada en 1907, tenía como propósito abrir el círculo intelectual; sus miembros se reunían, periódicamente, en el Casino de Santa María.15 La primera conferencia de esta nueva Sociedad fue dictada por Alfonso Cravioto, y resulta iluminadora para destacar los puntos cardinales de su postura estética. En su intervención, como producto del asombro del poeta tras conocer la obra de Eugène Carrière, se destaca la valoración del misterio y el ensueño que percibía el escritor en las pinceladas del pintor:

Un cuadro de Carrière, en el primer momento, desconcierta y sobrecoge. No tiene la brillantez de colorido de que hacen alarde la mayoría de los pintores modernos. El color, si lo hay, es vago y tenue. El claroscuro impera en toda la obra. La luz es una luz tamizada, difusa, desfalleciente, misteriosa. Las figuras aparecen sin contornos destacados […]. Se mueven en una atmósfera cenicienta y visible; en una atmósfera que parece de incienso, ya gris, ya café o ya azuloso; que imprecisa perfiles y perspectivas, y que lo vela todo como con una gasa sutil que en algunas partes fuera densa y pesada.16

La admiración por el carácter brumoso de la obra de Carrière cobra sentido con los propósitos que motivaron la creación de la Sociedad de Conferencias, cuyos integrantes se oponían a la lógica lineal y científica implantada durante el régimen porfirista, en el que “el nuevo credo consistía en aplicar las leyes y la conciencia de lo sensible a todas las formas de la actividad; en hacer de la verdad científica, demostrable e indiscutible, el firme lazo de unión de todos los hombres”.17 Esa gasa sutil -en algunas partes densa y pesada- imponía una perspectiva en la que el observador debía interpretar los contornos, pues no se encontraban definidos, como anteriormente. El hidalguense, por tanto, defendía una interpretación de la obra pictórica a partir de una concepción distinta del realismo, lo que provocaba el distanciamiento de la exactitud: “Realista he dicho, y lo afirmo una vez más. Yo no estrecho el realismo dentro de los límites académicos de la reproducción fría, meticulosa y exacta. No juzgo digno de artista un ideal fotográfico”.18 Por otro lado, la mención de los “límites académicos” nos remite directamente a los esquemas de pensamiento instaurados por el positivismo, que serían refutados por los ateneístas:

Al darwinismo social, opusieron el libre albedrío y el sentimiento de responsabilidad humana que debe presidir la conducta individual y colectiva; al fetichismo de la ciencia, la investigación de los primeros principios, la búsqueda concerniente a las primeras causas de la vida y del mundo; a la actitud de circunscribir la investigación a los hechos positivos, la necesidad de volver a las fuentes puras de la filosofía y de las humanidades.19

Fuente: Cleveland Museum of Art.

Imagen 5  The Contemplator, de Eugène Carrière (1901) 

También nos parece interesante la caracterización del “ideal fotográfico” como indigno del artista, lo que delata una concepción de la fotografía como una actividad más cercana a la ciencia que al arte, un documento de verdad inamovible, nunca una obra creativa producto de una interpretación particular de la realidad. Esta obra resulta significativa si pensamos en el esfuerzo del autor por construir una frontera entre lo “artístico” y lo “real”, semejante a la que divide las “bellas artes” de la “instrucción” en el plano de la búsqueda institucional que había emprendido el país.

Aproximándose al cierre de su alocución, Cravioto exaltaba el ensueño como forma de comunicar un ideal, el cual, sin embargo, no carecía de propósito y orientación. Lo anterior guarda no poca similitud con el afán ateneísta de transmitir la posibilidad de crear una sociedad distinta por medio del arte, y en particular, de la literatura:

Mas esta indiferencia por contornos y detalles no es una afectación, ni es extravagancia; es resultado de una lógica concienzuda y de un ideal preciso. Siendo, ante todo, un pintor de expresión y de carácter, y un sugeridor de almas, simplifica figuras y ambiente, hasta dejar lo esencial para la realización de su ensueño.20

Como el resto de los ateneístas, Cravioto confiaba en el poder de la palabra poética y se convertía en heredero de los románticos al exaltar la virtud creadora del ensueño: “Encontraréis, bajo todos los cielos y en todos los climas, que una obra de arte sólo es eterna cuando tiene por alma la poesía, y la poesía, la gran poesía, la verdadera y única poesía, no es, en último análisis, más que la transfusión lenta de la realidad en el ensueño”.21 La concepción de la educación como vehículo para la profesionalización, en la que el arte debía tener un papel fundamental, fue refrendada tiempo después por José Vasconcelos, en su discurso inaugural de la Rectoría, en 1920; es decir, coincidía con el tipo de educación que buscaban las instituciones, y así lo recordó en El desastre (1938):

La labor iniciada en el suburbio miserable de la Bolsa se fue extendiendo a otros barrios de la ciudad y pronto alcanzó difusión en los estados. En Puebla creamos una escuela popular de pequeñas industrias y artesanías. En Orizaba se fundó otra, y todo esto motivaba viajes frecuentes. Un tipo de enseñanza a la vez práctica y teórica combinaba los cursos de carpintería y de herrería, por ejemplo, con las conferencias sobre historia o sobre arte. […] La alianza de estudiantes y obreros, un poco a la manera rusa, se hizo moda que no dejó de dar frutos.22

Como mencionamos al inicio de este apartado, la idea fundacional del Ateneo era constituirse en un amplio grupo de intelectuales y artistas en cuyo seno se propiciaría un diálogo abierto con miras a la transformación del país, en donde los debates en torno a la educación se convirtieran, a su vez, en un instrumento para el gobierno. De esta forma, el Ateneo, que había situado la estética y la educación como dos pilares fundamentales de sus debates, se favoreció de quienes mantenían a las instituciones en torno a las reformas necesarias que se deberían llevar a cabo en el régimen porfirista, siempre contando con la complicidad de Justo Sierra. En este sentido, la delgada línea que se extendía entre el debate cultural y el político a veces se veía fracturada por acontecimientos de diferente índole. Una de las polémicas en la que se mostró esta fractura fue la ocurrida a principios de 1908, cuando El País -periódico controlado por el clero- aprovechó un estudio crítico en torno a la Escuela Nacional Preparatoria, publicado por entregas en El Tiempo, para atacar a la institución educativa.

No sólo algunas plumas liberales de El Imparcial defendieron la labor de la Escuela, sino que el propio Justo Sierra aprovechó para justificar las reformas recientes y mostrar su fuerza política.23 Como podemos observar, algunas de las fisuras que se producían en el gobierno de Porfirio Díaz ocurrían en el espacio de la educación, en donde el Ateneo era sin duda un referente. Susana Quintanilla afirma:

[…] en buena medida, la lucha formaba parte de un movimiento global en contra de las normas y las prácticas educativas decimonónicas. A lo largo del siglo, las clases medias en ascenso habían desarrollado un bagaje pedagógico muy severo que desembocó frecuentemente en una autoridad despótica y en su reverso, una rebelión.24

Otros han afirmado que “el Ateneo se funda con el propósito de debatir sobre temas literarios y filosóficos y no políticos. Tiene el apoyo de Justo Sierra, de Ezequiel A. Chávez y de Porfirio Parra, es decir, del régimen porfiriano”25. A partir de esto, podemos decir que el régimen porfirista permitía la reflexión y la crítica filosófica, aunque no tanto la política. Sin embargo, de acuerdo con el propio Vasconcelos, poco a poco se fue acrecentando una conciencia del cambio político en su seno, impulsada, en gran medida, por el devenir de los acontecimientos históricos, sobre todo cuando se produjo el cambio de denominación del Ateneo de la Juventud al de Ateneo de México, tras el nombramiento de Enrique González Martínez como presidente, el 25 de septiembre de 1912. Indudablemente, la educación gozaba de un espacio privilegiado dentro de esta conciencia de cambio político.

En este sentido, “introdujeron una nueva perspectiva, a través del vínculo entre la constitución de la nación y la educación”, que anunciaba no sólo el desarrollo futuro del nacionalismo moderno, sino el avance de la democracia […]. Es posible afirmar que los ateneístas concebían a la educación como una necesidad y una estrategia para civilizar a las naciones de América Latina.26

El legado de Justo Sierra no concluyó con la creación del Ateneo; un día después de su funeral, el grupo se reunía para sentar las bases de un ambicioso proyecto, a través del cual se manifestaba la intención ateneísta de lograr la transformación política por medio de la educación. Tal como lo refiere Morelos Torres Aguilar, impulsados por el deseo de que sus esfuerzos en el ámbito educativo tuvieran independencia de la estructura burocrática que se había apropiado de la Universidad Nacional, Vasconcelos propuso retomar las conferencias; sin embargo, Pedro González Blanco sugirió dirigirlas a un público mucho más amplio, y Henríquez Ureña señaló la necesidad de llevar a cabo “una verdadera labor de extensión universitaria”. La inquietud inicial se concretó en la fundación de la Universidad Popular Mexicana, el 21 de noviembre de 1912, prácticamente un mes después de que González Blanco pronunciara la conferencia “Las universidades populares”, ante las autoridades de la Escuela Nacional Preparatoria, directores de fábricas y dirigentes de obreros.27 Así, el Ateneo de México “ya no era el cenáculo de amantes de la cultura, sino el círculo de amigos con vistas a la acción política. Antonio Caso fue quizás el único que no quiso mezclarse en la nueva situación”.28 Como vemos, las transformaciones que se produjeron en el círculo intelectual también se preparaban para la acción política. En este sentido, es muy llamativo que José Vasconcelos presidiera el Ateneo tras el levantamiento de Madero.

¿Cómo eran las relaciones políticas y estéticas en el seno del Ateneo, en cuanto a los aspectos relacionados con la transmisión del conocimiento o la educación? ¿Cómo trascendieron estas relaciones políticas a la luz de los acontecimientos históricos? El propósito principal del Ateneo era “redimir la ignorancia pétrea de aquellas masas que el gobierno y los ricos oprimían sin conmiseración”.29 De acuerdo con los miembros de este grupo, el positivismo no había hecho más que ahondar dicha ignorancia mediante su forma de entender el conocimiento. Por ello, proponían una vuelta a la sensibilidad con propósitos educativos, lo cual no era óbice para que surgieran discrepancias particulares en el grupo.

Por el interés de este artículo, centrado en la labor y la trascendencia de Alfonso Cravioto, conviene destacar la relación entre éste y José Vasconcelos, quien a la postre fundaría la SEP. En primer lugar, debemos señalar que Vasconcelos había colaborado con Alfonso Cravioto desde los inicios de Savia Moderna y del Ateneo de la Juventud, aunque en este último no fue tan activo sino hasta después de la Revolución, cuando apoyó activamente a Madero mediante la fundación del Club Antirreeleccionista.

El Ateneo de la Juventud permitió a la nueva generación hacer un deslinde respecto del cenáculo literario encerrado en la “torre de marfil”, estilo bohemio, y de los liceos decimonónicos abocados a honrar la tradición perdida, y traicionada. José Vasconcelos advertiría este desmarque generacional en junio de 1911, cuando regresó a México en calidad de héroe para atestiguar el ascenso de Francisco I. Madero: “Este ateneo, lo recordáis todos, fue organizado para dar forma social a la nueva era de pensamiento; aun sin saberlo con certeza […] los organizadores de esta sociedad se propusieron crear una sociedad para el cultivo del saber nuevo que habían encontrado”.30

Por su parte, Alfonso Cravioto, fiel a su decisión de apartarse de la violencia, no tomó las armas, pero continuó su labor cultural en la recién creada Revista de Revistas, publicación periódica en la cual el aspecto gráfico gozaba también de un papel preponderante. Tras el triunfo de Madero, el hidalguense pronunció un discurso en honor de los ateneístas que participaron en la Revolución y promovió activamente “la creación de un gobierno fuerte que cumpliera con las demandas exigidas por toda la nación”.31 Este aspecto es importante porque Cravioto siempre tuvo la conciencia de que el gobierno debía obrar en nombre de los ciudadanos que hicieron la Revolución; esto lo podemos observar en uno de los discursos que pronunció más adelante, cuando ya había sido nombrado subsecretario de Instrucción Pública en el gobierno de Venustiano Carranza:

The actual revolutionary movement which is about to be brought to a definite and triumphant end, was initiated in behalf of the people, for the purpose of bettering their condition. The liberty of man is in direct proportion to his economic and educational condition. The Revolution has occupied itself in distributing lands and in bettering and extending Public Instruction.32

Fuente: Archivo Casasola del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Imagen 6 Alfonso Cravioto pronunciando un discurso durante un acto (c.1910) 

Pero antes de que ocupase esta responsabilidad institucional, ocurrió el golpe de Estado de Victoriano Huerta, el 19 de febrero de 1913. En el ya Ateneo de México -autodenominado así a partir del 25 de septiembre de 1912-,más politizado, los testimonios parecen indicar que Vasconcelos y Cravioto pertenecían a una misma facción: “El Ateneo tuvo tres corrientes ideológicas: una revolucionaria integrada por Isidro Fabela, José Vasconcelos y Alfonso Cravioto; otra colaboracionista con el régimen Huertista, y la mayoría de ellos que se declararon neutrales”.33 Lo anterior está apoyado en un testimonio del propio Isidro Fabela, cuando afirmaba:

[…] así fue naciendo en mí un protestador enérgico, convencido y entusiasmado contra la dictadura; sólo tenía dos compañeros de ideales, Vasconcelos y Cravioto […], los demás imperturbables, pero las vicisitudes de la política interna no llegaron a perturbar nuestros lazos de amistad que fueron indestructibles.34

A pesar de los lazos de amistad y de la afinidad política, con frecuencia había ligeros reproches de carácter estético, que tenían también un sentido profundo; por ejemplo, en la conferencia que dictó en Lima, en 1916, Vasconcelos se refirió a Cravioto como un “preciosista escultor de prosa”,35 alejándolo de alguna manera de aquella otra narrativa que reflejaba de forma más fehaciente la realidad y el compromiso político con la Revolución.

Una carrera por institucionalizar la educación: Carranza, la convención y viajes a Estados Unidos

Si continuamos con el curso de la historia, uno de los momentos más difíciles que vivió Alfonso Cravioto fue cuando se dirigió al Congreso, el 18 de febrero de 1913, como representante del grupo parlamentario del Bloque Liberal Renovador, para aceptar la renuncia de Madero como presidente, con la razón de salvaguardar su vida y evitar más derramamientos de sangre. Cravioto decidió que haría oposición a Huerta desde su escaño, y así lo hizo, hasta que el 19 de octubre fue encarcelado en Lecumberri.36 Por su parte, como sabemos, José Vasconcelos se unió a las filas de Venustiano Carranza en el exilio, y éste lo designó agente confidencial ante Inglaterra y Francia, para persuadir a sus gobiernos de no apoyar a Huerta.

Tras el derrocamiento de Huerta, Carranza entró victorioso a la Ciudad de México, el 20 de agosto de 1914, y se autoproclamó Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Tanto Cravioto como Vasconcelos accedieron a diferentes puestos de su administración educativa. El primero fue designado subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, por debajo de Félix F. Palavicini, y el segundo, director de la Escuela Nacional Preparatoria, aunque ejerció su nombramiento por poco tiempo, pues, al manifestar sus dudas sobre el carrancismo, fue cesado, aprehendido y consignado, durante algunos días, en la Inspección de Policía, junto a otros reos exhuertistas. José Vasconcelos narró este episodio en La tormenta (1936), y con especial detalle -como corresponde al héroe que él mismo encarna dentro de su propia narración- cuando huye de la cárcel y se esconde por toda la ciudad, hasta su aparición sorpresiva en plena Convención de Aguascalientes.37

Mientras tanto, como parte activa del gobierno constitucionalista de Carranza, Alfonso Cravioto designó a “sus más cercanos colaboradores: Luis Castillo Ledón, Gerardo Murillo (Dr. Atl), Luis Manuel Rojas, Juan Sarabia y Alfonso L. Herrera”. Poco después, fue nombrado director de Bellas Artes, eligiendo él mismo a su sucesor en la Sección Universitaria: Ramón López Velarde. “Alfonso Cravioto, como podemos observar, confía en el buen desempeño público de intelectuales y escritores”,38 especialmente en las cuestiones concernientes a la educación. Sin embargo, la inestabilidad político-militar del país determinaría los trabajos de este gabinete educativo. Sólo un mes más tarde, el 1 de octubre de 1914, se convocó a la Convención de Aguascalientes, de la cual emanó un gobierno encabezado por Eulalio Gutiérrez, quien nombró a José Vasconcelos como secretario de Instrucción, y éste, a su vez, a varios colaboradores principales de entre sus compañeros ateneístas: Martín Luis Guzmán, Mariano Silva y Aceves y Julio Torri.39

Según observamos, Alfonso Cravioto y José Vasconcelos, escritores y compañeros ateneístas, depositaron la confianza del desarrollo de la educación nacional en escritores e intelectuales cercanos. En este sentido, el caso de Torri es paradigmático, por haber trabajado con ambos en diferentes periodos e instituciones educativas.40 Además, a pesar de ser adversarios políticos en ese momento, Cravioto y Vasconcelos compartieron una decisión: otorgar la autonomía e independencia a la Universidad Nacional:

[Cravioto hizo] una aportación de gran relieve a la historia de la enseñanza superior. Junto con el licenciado José Natividad Macías, director en ese momento de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, prepara un anteproyecto de ley universitaria. Hacía apenas cuatro años que la Universidad Nacional, bajo la égida de Justo Sierra, había sido reconstituida. Pero era una dependencia gubernamental, inserta en la secretaría de Instrucción Pública. El documento de Cravioto y Macías la concibe, por primera vez en México, como una institución autónoma, capaz de darse su propio gobierno, de determinar sus funciones y de proveer a su financiamiento.41

Por su parte, Vasconcelos impulsó “la independencia de la institución, que se restructuraría a partir de un proyecto hecho por un grupo plural de universitarios destacados”.42 Así, no estaban tan lejos ideológicamente, a pesar de la pugna política y de que cada uno actuaba en representación del gobierno que juzgaba como “legítimo”.

Queremos detenernos en el análisis de una de las acciones de la política educativa de Venustiano Carranza, prácticamente mientras huía hacia Veracruz; no sólo porque en ella tuvo una enorme responsabilidad Alfonso Cravioto, sino también porque se trató de una acción que contribuyó de manera notable en la obtención del apoyo internacional -en especial el estadounidense- para el gobierno de Carranza frente al convencionista. Nos referimos a tres expediciones o comisiones de maestros que la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (SIPBA) envió a Nueva York, Filadelfia y Washington, con residencia en la ciudad de Boston, en el lapso de un año, para estudiar algunos aspectos de la educación en Estados Unidos que pudieran luego ser aplicados a la enseñanza revolucionaria que se pretendía instaurar en México.

Fuente: Anónimo, Carranza.

Imagen 7 Portada del folleto Carranza and Public Instruction in Mexico 

La primera comisión que salió a Boston en diciembre de 1914 estuvo integrada por profesores con preparación y desarrollo laboral desempeñado en el nivel superior, una vez dominada la lengua inglesa se les encargó el estudio de las escuelas normales en todo el estado de Massachussets. La comisión fue encabezada por el subsecretario de la SIPBA, Alfonso Cravioto, y por las profesoras María Arias Bernal, María Martínez, Eloisa y Oliva Espinosa, María Luisa de la Torre, entre otras, encargadas de hacer propaganda en el campo que mejor conocían, el educativo pues, sin duda, dicha tarea proselitista era importante en esos momentos ya que Carranza buscaba el reconocimiento del gobierno norteamericano.43

Pues bien, por un lado, esta suerte de construcción educativa propagandística dio fruto con el reconocimiento que el gobierno estadounidense otorgó al de Carranza, según las palabras del propio José Vasconcelos en La tormenta: “No imaginábamos que tras el fracaso de Aguascalientes y de nuestro movimiento en torno a Eulalio Gutiérrez habría de ser Washington quien designara el jefe de la nación, y no el voto de los mexicanos”;44 fue el momento en el que Vasconcelos decidió exiliarse en Estados Unidos.

Fuente: Anónimo, Carranza, 12.

Imagen 8 Comisión de profesores enviados por el general Carranza a estudiar a Boston 

Por otro lado, este carácter propagandístico lo podemos deducir también a partir del folleto, de apenas 39 páginas y escrito íntegramente en inglés, Carranza and Public Instruction in Mexico. Sixty Mexican Teachers are Commissioned to Study in Boston (Nueva York, 1915), en cuya portada podemos observar la fotografía y la firma autografiada de Venustiano Carranza. Es probable que este documento fuera impreso durante la segunda expedición, porque da cuenta del viaje anterior.45 El folleto se estructura en ocho partes: “Public education and the Revolution”, discurso en torno a la relevancia de la educación para el gobierno de Carranza y datos concretos de las dos expediciones; “Speach of Mr. Felix F. Palavicini”, discurso del Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes; “Statement of Mr. Alfonso Cravioto”, discurso del Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes; “‘Intervention’ by school teachers”, relación de las actividades más importantes que han llevado a cabo los profesores en estos encuentros a partir de las instrucciones dadas tanto por Palavicini como por Cravioto; “The work of Mr. Carranza in the Department of Public Instruction”, propaganda de las líneas políticas del gobierno carrancista para la Secretaría de Instrucción Pública; “The new organization of the Secretary of Public Instruction and Fine Arts”, estructura, en cuanto a las diferentes instituciones que existen en México, de la educación Primaria, Preparatoria y Normal; “The life of a fighter”, semblanza de Félix F. Palavicini, y “The revolutionary work done by Mr. Cravioto”, semblanza de Alfonso Cravioto. De la estructura del folleto, acompañada por fotografías y retratos en prácticamente cada uno de los capítulos, se desprende esta vocación propagandística que pretende mostrar un gobierno amable, comprometido con la educación y profundamente organizado. Esto no respondía a la realidad, pues el de Carranza se encontraba incluso fuera de la capital del país, como consecuencia de la inestabilidad política. En la primera parte, queda claro que la educación era un asunto esencial y prioritario para Carranza: “The solution of the problem of education is in truth the most delicate one of the many that the Revolutionary Government has on its hands”. El objetivo del gobierno, al comisionar a estos maestros, era “to improve the primary education, selecting the best that exists in the line of education in other countries and that can be successfully adopted to our national conditions”. En este sentido, los maestros debían prestar atención a los métodos de formación en las diferentes escuelas elementales que visitaran; los temas que abarcaban los programas, la distribución y los planes de estudio; los periodos lectivos y los recesos vacacionales; los libros que utilizaban en cada uno de los cursos y las diferentes reglas disciplinarias; el papel pedagógico que desempeñaban los maestros, los temas asignados para cada lección y los que dependían de la decisión de cada maestro, así como las diferentes áreas que podían encontrar dentro de una escuela, como gabinetes psicológicos, gimnasios, laboratorios químicos, colecciones de historia nacional, bibliotecas infantiles, etcétera.46 Es decir, muchos de los motivos eran institucionales, administrativos, con un sentido de organización de la educación, más que de los valores educativos propios de Estados Unidos. De hecho, en cuanto a estos valores, el documento siempre se refería a la salvaguarda de los valores de la Revolución mexicana.

Del discurso de Félix F. Palavicini, podemos destacar el componente de entusiasmo, voluntad y espíritu que quiere trasladar a los maestros, pues éstos “are going to compre their traditional racial gloom, their hereditary melancholy, with that unthinking happiness of the foreigners and enthusiasm of living, that makes nations powerful and countries great”.47 No cabe duda de que las ideas de la construcción del ser mexicano a partir de la Revolución ya formaban parte de este imaginario educativo del gobierno. El Secretario de Instrucción Pública insistía:

But the fundamental aim of the teachers that are going to the United States will not be to acquire simple technical mechanism, nor will it be the automatic function of teaching, but it will be the desire to saturate themselves with sane views, and to shake off the dust of old prejudices, for one acquires the habit of being strong, by living in contact with strong men, and that the respect for freedom of conscience and the habit of having confidence in themselves may make them capable of loving the ideal, within the reality, and of turning that which exists, that which lives, and that which thinks into an immediate utility of that which must triumph and live.48

En el discurso de Alfonso Cravioto, destaca, según afirmamos con anterioridad, la forma en la que sitúa la acción educativa como un compromiso que el gobierno revolucionario tenía ante la petición de su propio pueblo, el mismo que hizo, en realidad, la Revolución. Cravioto también se refería a que la libertad de los seres humanos dependía directamente de las condiciones económicas y educativas que éstos gozaban.49 Por su parte, con un profundo sentido crítico, Vasconcelos se hacía eco de estas “misiones” o “cruzadas” de maestros que estaba promoviendo el gobierno de Venustiano Carranza, y recordaba, en el capítulo “El personal” de El desastre:

México tuvo Universidad antes que Boston, y bibliotecas, museos, diarios y teatro antes que Nueva York y Filadelfia […]. Estando yo desterrado en Nueva York me enteré del paso de cien maestritas, dizque revolucionarias, enviadas por el carrancismo a Boston, en viaje de estudio de un mes. […] Eran en su mayoría el desecho del ramo, porque habían sido escogidas con criterio revolucionario; es decir: por favoritismo de los mandones. Gozaban de mayor influencia las que carecían de título profesional. Y a esas mismas se encomendaron las direcciones de las escuelas, a pretexto de que habían estado en Boston. Regresaron llenas de presunción, y como no sabían otra cosa hablaban de establecer los métodos de Norteamérica, los sistemas que no habían digerido ni podían digerir porque no conocían lo suyo. No tenían pericia en la tradición de su patria. […] Para la purificación del personal, eché mano de las maestras del viejo régimen y, además, de preferencia, de los talentos jóvenes que nuestro propio trabajo iba desarrollando […]. Por entonces, y como para combatir con el sarcasmo tan nefasta simulación, hice una frase: “No me inspiro en Boston para mis reformas -afirmé- sino en Xochimilco. Contemplad allí a los indios -explicaba-; ved cómo aprovechan el abono y la tierra, en reducido espacio y con el resultado de que producen las mejores lechugas del mundo y las flores más hermosas. ¿Acaso no sería absurdo mandarlos a estudiar horticultura al Maine? Pues así ocurre con el saber en todas sus ramas.50

Vasconcelos no sólo establecía otra forma de entender la educación a partir de lo propiamente nacional, sino que también sabía -o comprobó después, recordemos que está rememorando- las intenciones políticas que entrañaban este tipo de viajes. La realidad es que las campañas fueron sumamente beneficiosas para Carranza, pues, por un lado, legitimaban su gobierno ante el país vecino del norte y, por otro, garantizaban la fortaleza burocrática educativa en el interior de la República:

Las campañas de propaganda en el interior del país y en el ámbito internacional llevadas a cabo por la facción carrancista fueron fundamentales para lograr el triunfo sobre los convencionistas. En 1916 y aún en Veracruz, el carrancismo a través de la SIPBA expidió un formulario en el cual los profesores debían declarar los servicios prestados al movimiento revolucionario especificando su contribución al triunfo de la “revolución constitucionalista” […]. El retorno de Venustiano Carranza a la ciudad de México, el 1 de junio de 1916 significó para las profesoras regresar a sus trabajos docentes y continuar desde la trinchera magisterial su apoyo al carrancismo.51

Parece que la institucionalización de la educación daba un paso definitivo y Alfonso Cravioto comenzaba una carrera burocrática, la cual también podemos seguir gracias a la correspondencia privada de Julio Torri, uno de sus colaboradores. Por ejemplo, el 11 de febrero de 1916, Torri le comentaba a Pedro Henríquez Ureña acerca de su expulsión de la Preparatoria, contra la cual -según Cravioto le había confesado- éste no pudo hacer nada.52 Sin embargo, el propio Cravioto lo pudo contratar pocos meses después en la Dirección General de Bellas Artes, como lo contaba Torri a Alfonso Reyes el 15 de diciembre de 1916.53 Dos años más tarde, en otra carta a Reyes, Torri hacía una crítica a su mecenas, por cuanto observaba que éste ya estaba plenamente dedicado a una carrera política presuntuosa, olvidando, no sólo la creación poética, sino también la esencia política de cualquier responsabilidad pública: “Puesto que quieres saber cómo vivo, te diré que soy empleado -desde hace dos años, y por obra de Alfonso Cravioto (una alma ganada por el ‘casanovismo’ y perdida para la literatura y la política)- en la Dirección General de Bellas Artes, Departamento de conferencias y Propaganda”,54 afirmaba Torri con la ironía crítica que caracteriza también su obra literaria.

Siguiendo la cronología de los acontecimientos, el 19 de septiembre de 1916, Venustiano Carranza convocó al Congreso Constituyente que debería celebrarse a partir del 1 de diciembre de ese mismo año. Pocos días después, Palavicini renunció a su puesto para iniciar su carrera propagandística hacia el Constituyente; Alfonso Cravioto asumió la Secretaría de Instrucción Pública, a pesar de que también fue elegido constituyente por su estado natal, Hidalgo.55

El Congreso Constituyente: la defensa de la concordia

El papel de Alfonso Cravioto como constituyente quedó marcado por la elocuencia que todos los compañeros le reconocieron, además del tono conciliador con el cual se opuso a la negativa de que las organizaciones religiosas participaran en la educación. Más que por un gobierno que impusiera restricciones severas a cuanto no concordara con su ideología, Cravioto pugnaba por un Estado mucho más presente, que asumiera la responsabilidad en nombre de todos los habitantes del país: “el triunfo liberal sobre la enseñanza religiosa no está en aplastarla con leyes excesivas que sólo producirán reacciones desastrosas. El verdadero triunfo liberal sobre la enseñanza religiosa está en combatirla en su terreno mismo, multiplicando las escuelas nuestras”.56

El propósito de ampliar la presencia del Estado en todo el territorio nacional no sólo tenía como objetivo evitar la creación de escuelas religiosas en comunidades a donde el régimen oficial no llegaba, sino también apoyar económicamente a estados y municipios que tenían dificultades para encargarse de la educación de su población. Con esto se anticipaba la federalización de esta materia, que, paradójicamente, contribuyó a su centralización, al dejarle al gobierno federal la mayor parte de la carga económica y administrativa.57 Sin duda, también constituyó un precedente para la función civilizadora que Vasconcelos pretendía para la Secretaría de Educación a inicios de la década de 1920.

Fuente: Archivo Culhuacán del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Imagen 9 Retrato de Alfonso Cravioto (c.1940) 

Como ya hemos visto, Cravioto perteneció a un grupo intelectual que, si bien apoyó la causa de la Revolución, se distanció de los medios propiamente bélicos y tomó partido por los institucionales, otorgando un voto de confianza a la educación y a la formación estética como medio para garantizar justicia y libertad a todos los ciudadanos. Por ello, se pronunció a favor de dejar de lado las armas en los años finales del conflicto y servirse de los libros y las escuelas para la creación de la sociedad que había prometido la Revolución:

Digamos nosotros que para México el progreso consiste en escuelas, en escuelas y en escuelas. Difundamos la cultura. Esparzamos la instrucción, pero sin hollar libertades respetables. La de enseñanza no os asuste. La verdad siempre se abre su camino y triunfa. Llegamos de gran cruzada contra la reacción y hemos vencido; vayamos ahora en una gran cruzada contra la ignorancia y venceremos. Todos, señores, estamos obligados a ir a explicar, a ir a predicar a nuestros electores, a nuestro pueblo, a nuestro México, que el deber esencial de todo mexicano es servir a su país, mejor que con las armas, con los libros en la mano, porque el porvenir y la seguridad de la nación no están hoy solamente en el mando de los soldados.58

Como indica el título de esta sección, consideramos que la participación de Alfonso Cravioto en el Congreso Constituyente consistió, en esencia, en un llamado a la concordia, cuya motivación no residía -o, por lo menos, no enteramente- en una fe ciega en Carranza, sino en la convicción de que la sociedad justa sólo se podía construir sobre la base del respeto al otro y la plena conciencia de la importancia de la labor legislativa en la instauración de este nuevo orden, lo cual era evidente en el reconocimiento explícito que hizo en la discusión del artículo 3º: “Nosotros tenemos obligación, ya que estamos aquí haciendo una obra nacional, de respetar hasta a nuestros enemigos dentro de la Constitución; que tengan ellos derechos iguales a todos los mexicanos. Esta será nuestra superioridad”.59

La postura que Cravioto expresó en el Constituyente partía de un supuesto común cuando se trata de definir la labor del Estado respecto a los infantes: la indefensión de los últimos. Según el hidalguense, “el adulto está en perfecta capacidad para escoger materias de enseñanza y maestros para sí mismo: no así los niños, y aquí entra la discusión”.60 De esta manera, el Estado se constituía en salvaguarda de los niños, en tanto “incapaces” de decidir la orientación de su formación.

Ante los argumentos de que la escuela lograría, por sí misma, eliminar los efectos perniciosos de la educación religiosa, Cravioto asumió una postura más compleja al aseverar que este recinto no era la única influencia en la vida de un niño; en cambio, afirmó que la educación familiar poseía una gran fuerza:

El foco real de la enseñanza religiosa está en el hogar y no en la escuela […]. Si la educación que se da en la escuela no está en armonía con la del hogar y no forma como una continuación de ella, la influencia de la escuela no basta para contrarrestar la de la familia. Los niños no tienen las ideas que tienen porque se las enseñen los curas. El verdadero profesor de ideas generales de los niños es el padre y esto todos los sabemos. El niño las toma del padre, del padre y del padre, por sugestión, por imitación, por atavismo y por cariño. El padre es quien da al niño el contingente de ideas general con que atraviesa la vida si no tiene personalidad después para crearse propias ideas.

Con el fin de desestimar la influencia que los religiosos pudieran tener en los niños mediante la educación, y en consonancia con la idea anterior, Cravioto reconoció las limitaciones de la escuela y los profesores:

La pedagogía ha llegado a este resultado precioso; que hay que tratar a los niños individualmente; el verdadero ideal sería que cada niño tuviera su maestro y que lo educase para desarrollarlo en todo lo bueno que debe desarrollarse. Esto, señores diputados, demuestra el hecho triste, conocido, general, universal; que en las escuelas, por más esfuerzos que estemos haciendo, por más que todos los días digamos que hay que educar y no que instruir, la educación es deficiente; el niño sólo tiene allí medios para instruirse; lo que da la verdadera educación es el ejemplo, el contacto frecuente íntimo y largo de persona a persona y de alma a alma y no estamos en condiciones de realizar este ideal, pues los maestros apenas pueden platicar a ratos, cuando más con algunos grupos reducidos y no tienen tiempo de dedicarse en lo particular a cada niño.61

En esta cita, Cravioto retomaba un viejo debate respecto a la formación, el cual continúa vigente: la diferencia entre instruir y educar. Como podemos ver, el hidalguense adjudicaba a la educación una profundidad que sólo sería posible en la relación “de alma a alma”, y, aunque sin explicitarlo, entendía la instrucción como una actividad superficial, quizás orientada a la enseñanza de habilidades y destrezas para lograr un fin específico.

Cravioto ante la fundación de la SEP

En líneas generales, tras la restauración del “orden constitucional” de 1917, “desapareció la Secretaría de Instrucción Pública y la Universidad Nacional pasó a depender del Departamento Universitario y de Bellas Artes, de naturaleza menos académica y sí más político-burocrática”.62 Por motivos de espacio y para no alejarnos de nuestro objetivo, tenemos que dar un salto hasta el asesinato de Carranza y el inicio del gobierno del general Álvaro Obregón, con la idea de hacer un seguimiento de las carreras de Alfonso Cravioto y José Vasconcelos. Aunque este último esperaba el derrocamiento de Carranza que le permitiría volver al país, se sintió protegido por Villarreal y el propio Obregón para hacerlo, como lo cuenta en La tormenta:

Cuando, unas semanas más tarde, llegamos a México Villarreal y yo, por la vía de Monterrey, en la estación nos esperaba el general Obregón, con la directiva del partido suyo oficial, constitucional no sé cuantos. Y precisamente esa misma mañana, en el carro especial que nos conducía a la capital, supimos el asesinato de Carranza.63

Como sabemos, este último ocurrió el 21 de mayo de 1920, en Tlaxcalantogo, en la sierra de Puebla, mientras Carranza huía hacia Veracruz. Tras este suceso, Vasconcelos pasó a ser el hombre fuerte de la educación en México, primero -durante algunos meses- desde la Rectoría de la Universidad Nacional, y después, a partir del 21 de octubre, como secretario de la recién creada SEP. Así resume Claude Fell el paradigma del cambio:

En 1920 termina el estancamiento. Con el acceso al poder de Álvaro Obregón, el país se estabiliza durante algunos meses, hasta 1923 y el estallido de la rebelión delahuertista. Este periodo de tregua política, aunado a la reorganización de la vida económica y administrativa, permite el desarrollo de una vasta empresa educativa y cultural que va a suscitar en el país un profundo movimiento de adhesión. Detrás de este movimiento está un hombre: José Vasconcelos, quien no había tenido en los acontecimientos de la revolución sino un papel secundario y episódico y que, entre 1920 y 1924, mostrará realmente su talento como animador y creador.64

Con el peso de la educación a sus espaldas, Vasconcelos tuvo todavía un desencuentro con Cravioto en relación con el establecimiento de la nueva SEP. Como sabemos, el propio Vasconcelos redactó la iniciativa de ley para su creación y la hizo circular entre la prensa y los políticos a partir de septiembre de 1920, lo cual permitió que se difundiera el proyecto antes de ser votado por las Cámaras, el 8 de febrero de 1921.65 Sin duda, Vasconcelos buscaba neutralizar -con la opinión pública- al poder político constituido en torno a la educación, también un pilar fuerte del carrancismo. No obstante, se encontró con algunas presiones que vislumbraban una educación diferente a la que él planteaba:

Sin embargo, apenas iniciada la discusión, presentóse un peligro que no había previsto y que me llenó de irritación. No menos de diez diputados pretendieron lucirse adelantando iniciativas propias acerca de la forma en que debía organizarse la nueva Secretaría. Quien la quería dedicada nada más a la enseñanza rural; quien más pretendía que todo el esfuerzo se dedicase a los indios, mientras otros codiciaban el honor de forjar el nuevo organismo creándole departamentos y secciones a su fantasía. Inmediatamente comencé a fulminar por la prensa y en privado a los entrometidos.66

Entonces, la mejor forma que tuvo para convencer a esos diputados entrometidos fue darles a conocer lo que ya se estaba llevando a cabo, así como sus efectos en la sociedad. Desde su obregonismo convencido, afirmó que, a diferencia de lo experimentado durante el carrancismo y el callismo, dominaban “los hombres de bien” entre los diputados, lo cual facilitó su persuasión y la votación en favor tanto de la ley de Educación como del presupuesto que tendría asignado (el más alto para un ministerio de estas características).67 También debemos considerar que “la SEP fue la agencia gubernamental con el mayor presupuesto durante los años 1920-1940, contando con un promedio del diez por ciento de los gastos oficiales en ese periodo”;68 además, se institucionalizaba y ya no sólo contaba con el ingenio de su principal promotor, sino también con un enorme presupuesto, del cual jamás gozaron las generaciones que habían fomentado la educación en México. En este proceso, Cravioto, en su papel de funcionario público, intervino cuando la referida ley pasó al Senado. Vasconcelos señalaba entonces el arribismo con el que aquél se había ganado la confianza del nuevo gobierno obregonista, ya que había sido un reconocido carrancista:

En el Senado Alfonso Cravioto, el poeta, se encargó de apresurar los trámites. Obraba como poeta, amigo de la cultura, pero también procuraba señalarse como obsecuente al nuevo régimen porque había sido bonillista y carranclán, y se preparaba para la hora de los yes men, hombres que dicen que sí al que manda, hora que pronto volvería a sonar. Cravioto obtuvo que la nueva dependencia del Ejecutivo tuviese tercero o cuarto lugar en categoría de protocolo, por encima de Guerra y otras más, y esto con grave resentimiento de no pocos ministros y muchos políticos que, no habiendo podido evitar que la Secretaría se creara, deseaban que ocupara el último lugar en la lista oficial, a pretexto de que era la recién creada. No fue así porque los tiempos eran de simpatía por la cultura.69

Como podemos observar, ya convertido en un burócrata de tiempo completo y desde su puesto de responsabilidad pública, Alfonso Cravioto procuraba que la educación ganara jerarquía y privilegios dentro de los diferentes escalones de poder, algo que ya había denunciado Torri en alguna de sus cartas. Este hecho, de alguna forma, demuestra los alcances de la política que cada uno de estos personajes llevó a cabo, muy semejante en el planteamiento de la educación como eslabón prioritario de la Revolución mexicana, no sólo en su función propiamente educadora de la sociedad, sino además en la salvaguarda de la cultura y el patrimonio cultural que se convierte en educativo para el pueblo. El impulso y muchos de los gestos que Cravioto procuró con la educación dentro de un gobierno tan inestable como el de Carranza -no reconocido por la Convención y divergente tras el Constituyente- solamente pudieron ser consolidados con el ímpetu, la personalidad, el liderazgo y la visión del proyecto colectivo que tuvo Vasconcelos. Mientras Cravioto procuró reunir toda una red cromática de posibilidades en torno a la misión educativa del Estado revolucionario, Vasconcelos la tiñó de tonalidades carmesís y tierra. El movimiento estaba claro, los maestros no irían a compartir experiencias al extranjero, como había sucedido con las misiones docentes a Estados Unidos encabezadas por Cravioto, sino que la enseñanza de los maestros debía provenir del propio campo mexicano, al “compartir las penalidades de los humildes para educarlos con el ejemplo”, convirtiéndose además en “misioneros de la civilización y del bien”.70 La educación se convertía así en un pacto recíproco de los educadores y los educados, del cual ambos se beneficiarían directamente.

Consideraciones finales

Una interpretación emotiva de la vida, una filosofía del sentimiento y, por lo mismo, una filosofía de la belleza, tal es el sendero nuevo, el único sendero que nos deja la historia y nos imponen los tiempos.

José Vasconcelos, “Latifundio y caudillaje”, La Antorcha, 7, 15 de noviembre de 1924 1924 (Fell, José Vasconcelos, 366).

Tal como enfatizamos a lo largo de este artículo, para Alfonso Cravioto, la palabra fue el camino para la construcción de una realidad nacional más justa. Por ello, decidimos poner frente a frente a dos hombres que incidieron, de diferentes formas y en distintas medidas, en la vida política y cultural de nuestro país, mediante el gesto de comenzar este artículo con dos epígrafes de Alfonso Cravioto y terminarlo con uno de José Vasconcelos.

Consideramos que las sentencias iniciales expresan la necesidad de ahondar en la actividad del hidalguense, de continuar el estudio de su vida desde perspectivas que permitan dar cuenta de la multiplicidad de ámbitos en los que se desarrolló. Recuperar de la bruma su empeño por la construcción de una sociedad más justa, a través de la cultura y en estrecha relación con las instituciones educativas, es una tarea a la que esperamos contribuir con la revisión que hemos llevado a cabo en este texto. Por otro lado, las palabras de Cravioto citadas al inicio reivindican una interpretación de la realidad con una pátina de ensueño que, sin caer en la ingenuidad, no cesa en la búsqueda de una transformación profunda de los individuos y las sociedades.

Cerramos con la cita de Vasconcelos porque nos parece una excelente forma de explicitar que, a pesar de sus diferencias “partidarias” -no necesariamente ideológicas-, ambos confiaban en la sensibilidad estética como fundamento de la educación, y consideraban ésta el camino más certero para cumplir las promesas revolucionarias. Vasconcelos buscaba destacar las “vibraciones paralelas de nuestras tendencias íntimas”71 en el proceso de reflexión, y Cravioto reclamó cierta vaguedad para el arte, en nombre de la suprema belleza del misterio”.72 Así, ambos se opusieron a la certeza, basada en nociones científicas, que había imperado en la construcción del conocimiento durante el régimen porfirista. A ninguno se le puede reprochar que esta tendencia a la sensibilidad los condujera a la inacción; al contrario, desde posturas estéticas coincidentes y en una inusual confluencia -no exenta de tensiones-, ambos contribuyeron a modelar la institución gubernamental que ha dirigido los esfuerzos educativos en nuestro país durante cien años.

Archivo

Archivo Casasola del Instituto Nacional de Antropología e Historia [ Links ]

Archivo General de la Nación [ Links ]

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1 Primera conferencia de la Sociedad de Conferencias, dictada en el Casino de Santa María el 29 de mayo de 1907, tomada de Revista Moderna de México, junio de 1907, páginas 208-217, en Antonio Caso et al., Conferencias del Ateneo de la Juventud, prólogo, notas y recopilación de apéndices de Juan Hernández Luna (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2000), 225-226.

2 Miguel Ángel Granados Chapa, Alfonso Cravioto. Un liberal hidalguense (México: Gobierno del Estado de Hidalgo/Océano, 1984), 31. Una referencia pormenorizada en Conrado J. Arranz, “Alfonso Cravioto: algunas apostillas sobre el Constituyente. ‘El genio es solamente la audacia del talento’”, en Constituyentes de 1917. En su Centenario, coordinación de Alberto Enríquez Perea (México: Universidad Nacional Autónoma de México/ Ediciones La Biblioteca, 2016), 19.

3Esta raíz liberal de Cravioto, a juicio de Fernando Curiel, “antecede a Vasconcelos en el activismo político contra el establishment. Su campo es el del más añoso antiporfirismo, aquel que rescata, socializándolo, al liberalismo que se tiende entre 1857 y 1877”. Fernando Curiel Defossé, Ateneo de la Juventud (A-Z) (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2001), 161.

4 Granados Chapa, Alfonso Cravioto, 38-41. Para una referencia detallada: Arranz, “Alfonso Cravioto”, 20.

5“Escrito de los acusados a los Jurados”, 28 de julio de 1903, en Archivo General de la Nación (AGN), exp. 41400. El hallazgo de este expediente permitió reconstruir los detalles del juicio en contra de los hermanos Flores Magón, Cravioto, Sarabia y De la Vega. Para ello, nos remitimos a Arranz, “Alfonso Cravioto”, 20-22.

6 Arranz, “Alfonso Cravioto”, 22.

7 José Vasconcelos, “Invitación a los intelectuales y maestros para que se inscriban como misioneros”, Boletín de la Secretaría de Educación Pública, núm. 3 (1923): 177-178. Este discurso fue originalmente publicado un año antes en el Heraldo de México, el 20 de diciembre de 1922.

8En la revista colaboraban Diego Rivera, Saturnino Herrán, Gonzalo Argüelles Bringas, Rafael de Lilo, Francisco de la Torre, Francisco Zubieta y Jesús Martínez Carrión, Roberto Montenegro y Rafael Ponce de León. Susana Quintanilla, “Nosotros”. La juventud del Ateneo de México (México: Tusquets, 2008), 41.

9 Quintanilla, “Nosotros”, 25.

10 Quintanilla, “Nosotros”, 41.

11 Julio César Merino Tellechea, Savia Moderna: la génesis de las musas, tesis de licenciatura en Historia (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2015), 97. El autor se apoya en la noticia sobre la exposición que reprodujo el periódico El Popular, año x, núm. 3 297 (1906): 2.

12 Merino Tellechea, Savia Moderna, 105.

13Rubén M. Campos apudQuintanilla, “Nosotros”, 38-39. Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria en México en 1900 (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1996), 101.

14 Alfonso García Morales, El Ateneo de México, 1906-1914: orígenes de la cultura mexicana contemporánea (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992), 195.

15En 1909, la Sociedad de Conferencias se convirtió en el Ateneo de la Juventud, el cual se reunía en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En 1912, éste comenzaría a llamarse Ateneo de México.

16 Caso et al., Conferencias, 222.

17José Vasconcelos, “El movimiento intelectual contemporáneo de México”, conferencia leída en la Universidad de San Marcos, Lima, Perú, el 26 de julio de 1916, tomada del periódico Baja California, en Caso et al., Conferencias, 120.

18 Caso et al., Conferencias, 224.

19 Caso et al., Conferencias, 18. Hernández Luna indica que parafrasea a Vicente Lombardo Toledano, cuya conferencia reproduce en las páginas 163-180. “El sentido humanista de la Revolución Mexicana”, publicada originalmente en Revista de la Universidad de México, tomo 1, núm. 2 (1930): 91-109.

20 Caso et al., Conferencias, 225.

21 Caso et al., Conferencias, 227.

22 José Vasconcelos, Memorias II. El desastre. El proconsulado (México: Fondo de Cultura Económica, 2012), 80.

23 Quintanilla, “Nosotros”, 100-101.

24 Quintanilla, “Nosotros”, 104.

25 Gabriel Vargas Lozano, “El Ateneo de la Juventud y la Revolución mexicana”, Literatura Mexicana, vol. XXI, núm. 2 (2010): 33.

26 Morelos Torres Aguilar, Cultura y Revolución. La Universidad Popular Mexicana (Ciudad de México, 1912-1920) (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2009), 105. El entrecomillado pertenece a Intellectuels, État et societé au Mexique, de Annick Lempérière.

27 Torres Aguilar, Cultura, 262-266.

28 José Vasconcelos, Memorias I. Ulises criollo. La tormenta (México: Fondo de Cultura Económica, 2012), 464. Esta cita es de La tormenta.

29 Caso et al., Conferencias, 120.

30 Quintanilla, “Nosotros”, 220.

31 Arranz, “Alfonso Cravioto”, 26.

32 Anónimo, Carranza, 17. La consulta de la fuente original se la debemos a la generosidad de Mónica Cravioto, quien nos facilitó una copia digitalizada. El documento es de difícil acceso, puesto que fue impreso en Nueva York, seguramente con motivo de la visita de los maestros, a la cual aludiremos más adelante.

33 Jesús Blas Hernández y Arturo Allende González, Isidro Fabela Alfaro. Pensamiento y obra a cien años de la Revolución (México: Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México, 2012), 96.

34 María Teresa Jarquín Ortega (coord.), Isidro Fabela. Pensador, político y humanista (1882-1964) (México: El Colegio Mexiquense, 1996), 8-9. La cita completa se encuentra también en Blas Hernández y Allende González, Isidro Fabela, 96.

35 Caso et al., Conferencias, 127.

36 Arranz, “Alfonso Cravioto”, 26.

37 Vasconcelos, Memorias I, 579-598.

38 Arranz, “Alfonso Cravioto”, 27. El autor refiere estos pasajes a partir de Granados Chapa, Alfonso Cravioto, 86.

39 Javier Garciadiego, “De Justo Sierra a Vasconcelos. La Universidad Nacional durante la Revolución mexicana”, Historia Mexicana, vol. xlvi, núm. 4 (1997): 803. José Vasconcelos fue secretario de Instrucción Pública del 7 de diciembre de 1914 al 15 de enero de 1915. Martín Luis Guzmán asumió el cargo de secretario de la Universidad Nacional e inmediatamente partió a su exilio en Madrid y Nueva York (1914-1919), mientras que Mariano Silva y Aceves pasó a ser secretario de Vasconcelos, en 1915. Curiel Defossé, Ateneo, 79 y 168.

40Como vemos, en primer lugar, Julio Torri fue elegido por José Vasconcelos para colaborar en la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (SIPBA). Posteriormente, en torno a septiembre de 1916, “trabaja en la Dirección General de Bellas Artes con Alfonso Cravioto y sus compañeros son Efrén Rebolledo y Rafael Cabrera”. Después, “con el regreso de José Vasconcelos a México en 1920 se inaugura una nueva etapa en el desarrollo cultural del país y en la vida de algunos compañeros generacionales. En el caso de Torri, primero es nombrado director del departamento de Bibliotecas siendo Vasconcelos rector de la Universidad Nacional de México. Al año siguiente, cuando éste llega a encabezar la nueva Secretaría de Educación Pública, le toca a Torri dirigir el Departamento Editorial, cargo que Vasconcelos le había ofrecido antes a Reyes. Con gran dedicación, Torri pone en marcha el ambicioso programa de editar masivamente los clásicos de la literatura occidental y vive intensamente este periodo de lucha por la cultura. Le da enorme satisfacción poder ver los resultados de sus esfuerzos por todas partes y en general parece más seguro de sí mismo y más feliz. Aún piensa en casarse, sale a veces de viaje con Mariano Silva y Aceves y Alfonso Cravioto”. Julio Torri, Epistolarios, edición de Serge I. Zaitzeff (México: Coordinación de Humanidades-Universidad Nacional Autónoma de México, 1995), 9 y 13.

41 Granados Chapa, Alfonso Cravioto, 87.

42 Garciadiego, “De Justo Sierra”, 804.

43 Martha Eva Rocha Islas, Los rostros de la rebeldía. Veteranas de la Revolución mexicana, 1910-1939, tesis de doctorado en Historia (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2014), 180.

44José Vasconcelos apudJuan Antonio Rosado Zacarías, Estudio crítico. José Vasconcelos (Madrid: Fundación Ignacio Larramendi, 2015), 14.

45En concreto, el folleto afirma: “Only a few months ago a group of teachers left for the United States seeking improvements in their studies so as to give thereafter the proper impetus to the educational system of their country. Another new commission, still larger than the first one, is now leaving, so numerous that it appears almost like a scientific peregrination, a scientific crusade” (Anónimo, Carranza, 7).

46 Anónimo, Carranza, 5 y 9-10.

47 Anónimo, Carranza, 15.

48 Anónimo, Carranza, 15-16.

49 Anónimo, Carranza, 17.

50 Vasconcelos, Memorias II, 58-59.

51 Rocha Islas, Los rostros, 182.

52 Torri, Epistolarios, 228.

53 Torri, Epistolarios, 80.

54 Torri, Epistolarios, 110.

55 Granados Chapa, Alfonso Cravioto, 98.

56 Diario de los debates del Congreso Constituyente 1916-1917 (México: Secretaría de Cultura/Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2016), vol. i, 663.

57Véase Carlos Ornelas, “Del centralismo a la federalización de la educación”, en El sistema educativo mexicano. La transición de fin de siglo (México: Fondo de Cultura Económica, 2013), 255-284.

62 Garciadiego, “De Justo Sierra”, 810.

63 Vasconcelos, Memorias I, 945.

64 Claude Fell, José Vasconcelos: los años del águila (1920-1925). Educación, cultura e iberoamericanismo en el México posrevolucionario (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2009), 11.

65 José Vasconcelos, La creación de la Secretaría de Educación Pública, introducción, selección y notas de Carlos Betancourt Cid (México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México-Secretaría de Educación Pública, 2011), 100, n. 73.

66 Vasconcelos, Memorias II, 52-53.

67 Vasconcelos, La creación, 104, n. 76.

68James W. Wilkie, The Mexican Revolution: Federal Expenditure and Social Change since 1910 (Berkeley: University of California Press, 1970), 160-161 apudElena Jackson Albarrán, “En busca de la voz de los herederos de la Revolución. Un análisis de los documentos producidos por los niños, 1921-1940”, Relaciones, núm. 132 (2012): 19.

69 Vasconcelos, Memorias II, 52-53.

70 Vasconcelos, “Invitación”, 178.

71 Fell, José Vasconcelos, 369.

72 Caso et al., Conferencias, 227.

Recibido: 15 de Enero de 2020; Aprobado: 14 de Mayo de 2020

Conrado J. Arranz Mínguez es profesor-investigador asociado en el ITAM, doctor en literatura española e hispanoamericana por la UNED. Sus temas de estudio son la literatura española y latinoamericana, especialmente la mexicana del siglo XX. Ha realizado la edición, el estudio preliminar y las notas de El resplandor, de Mauricio Magdaleno (2013), y participado en los volúmenes Un escritor en la tierra. Centenario de José Revueltas (2014), Mariano Azuela y la literatura de la Revolución mexicana (2017) y Tan lejos, tan cerca. Miradas contemporáneas entre España y América Latina (2018). D. R. © Conrado J. Arranz, Ciudad de México, enero-junio, 2021.

Iris Carolina Reyes Hernández es licenciada en lengua y literatura hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus temas de estudio son la educación, la formación de lectores y la literatura de tradición popular. Entre sus publicaciones más recientes están: “La familia y el trabajo. Roles de género en dos libros de texto gratuitos”, LIJ Ibero. Revista de Literatura Infantil y Juvenil Contemporánea (2016) y “La vara florida: tradiciones en torno a san José en una topada a san Isidro Labrador”, en Fiesta y ritual en la tradición popular latinoamericana (2018). D. R. © Iris Reyes, Ciudad de México, enero-junio, 2021.

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