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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.21 no.42 México jul./dic. 2019  Epub 03-Ago-2020

 

Reseñas

Alejandro Tortolero Villaseñor, Penser avec des chiffres. Banques et investissements français au Mexique, 1880-1929

* Universidad de Guadalajara Centro Universitario de la Ciénega, Departamento de Estudios Económicos e Internacionales, México. Correo electrónico: riojas.carlos@gmail.com.

Tortolero Villaseñor, Alejandro. Penser avec des chiffres. Banques et investissements français au Mexique, 1880-1929. Rennes: Presses Universitaires de Rennes, 2018. 292p.


Penser avec des chiffres me ha causado, al menos, cuatro sorpresas, las cuales servirán de guía para reseñar esta obra por demás interesante. La primera sorpresa gira en torno a la noción que Nicholas Georgescu-Roegen denominó aritmomórfico, entendida como la propiedad de diferenciación que se desprende de un símbolo para devenir un número o concepto a la vez.1 Es decir, cuando obtenemos una información a partir de una cifra en un contexto histórico determinado, de inmediato nuestro imaginario se desborda con una serie de representaciones que no necesariamente se apegan a una realidad, por ejemplo, términos como bondad, justicia, probabilidad, necesidad, desarrollo o subdesarrollo pueden adquirir un carácter aritmomórfico derivado de una cifra, que en el límite genera una individualidad referenciada. Las cifras, por su misma naturaleza, no sólo son inherentes a un quantum, sino también a una amplia gama de representaciones sociales.

No obstante haber conocido la trayectoria de investigación que ha seguido Tortolero, reconozco que no lo ubicaba en la tendencia de las cifras. Si tomamos en cuenta sus principales trabajos, destaca una hibridez analítica que se reafirma con Penser avec des chiffres. Desde mi perspectiva, entre sus publicaciones más destacadas encontramos la edición de Entre lagos y volcanes. Chalco, Amecameca: pasado y presente (1993), así como la autoría de De la coa a la máquina de vapor. Actividad agrícola e innovación tecnológica en las haciendas mexicanas: 1880-1914 (1995), El agua y su historia. México y sus desafíos hacia el siglo XXI (2000) o Notarios y agricultores. Crecimiento y atraso en el campo mexicano, 1780-1920. Propiedad, crédito, irrigación y conflictos sociales en el agro mexicano (2008). La lista podría ser más larga, pero baste con señalar que la historia ambiental ha sido uno de sus temas estelares. Una característica común en sus obras es el estudio de la empresa, vista como una organización multifacética, establecida en un contexto histórico específico; la empresa no es analizada fuera de su ambiente, sino interconectada con una serie de elementos que la rodean, privilegiando las condiciones locales. Dichas conexiones superan el hinterland tradicional de sus objetos de estudio, gracias al seguimiento que da a las historias de vida, en las cuales encontramos de manera continua a dos personajes que Tortolero estudia con profundidad: Íñigo Noriega y Andrés Molina Enríquez.

Penser avec des chiffres nos ofrece diversos componentes que también encontramos en sus anteriores obras, pero, además, indaga desde una nueva perspectiva en las actividades bancarias de un grupo de franceses establecidos en México, cuyas iniciativas vincula con otras historias más amplias, desde el punto de vista conceptual y espacial. Da la impresión de que Tortolero busca una historia más robusta, más total, ¿más global? Habrá que invitar a los interesados en el tema a profundizar la lectura desde esta perspectiva para que saquen sus propias conclusiones.

Penser avec des chiffres se inscribe en una sólida tradición historiográfica en México, donde destacan la obra compilada por Mario Cerutti y Carlos Marichal, La banca regional en México (1870-1930) (2003) o libros como el de Carlos Marichal, Nueva historia de las grandes crisis financieras: una perspectiva global, 1873-2008 (2010) y Mario Cerutti, Problemas, conceptos, actores y autores. La historia económica y empresarial en el norte de México (y otras latitudes) (2018). En lo que corresponde a grupos empresariales clasificados por origen étnico/nacional, también tenemos otras importantes contribuciones, entre las cuales podemos citar a Humberto Morales, “Los franceses en México: 1890-1910. Nueva revisión histórica (agentes comerciales, residentes e imperialismo informal)” (Signos Históricos, núm. 17, 2007); Gladys Lizama Silva, Llamarse Martínez Negrete. Familia, redes y economía en Guadalajara, México, siglo XIX (2013) o Sergio Valerio Ulloa, Los barcelonnettes en Guadalajara, siglos XIX y XX (2015). Es en esta vertiente historiográfica donde se inscribe el aporte de Alejandro Tortolero, quien nos ofrece un extenso panorama respecto a las actividades bancarias e inversiones francesas en México, el cual no dejó de asombrarme.

Aunque es importante reconocer que la calidad del trabajo de Tortolero no me sorprende, porque siempre ha escrito obras bastante solventes, lo que sí me llamó la atención, y en esto radica mi segunda sorpresa, fue la amplia documentación histórica, bibliográfica y de archivo consultada para ofrecernos un sólido argumento en torno a la ponderación, el tipo de inversiones y la transferencia cultural-económica de los franceses en un México que transitaba de un régimen dictatorial hacia otro revolucionario; digamos que se trataba de la Tercera Transformación. Con los años, Tortolero ha acumulado un trabajo erudito sobre los temas históricos reseñados aquí; sus indagaciones en los archivos de México y el extranjero han dejado una profunda impronta en sus publicaciones. Para esta obra, también fueron consultados los archivos bancarios franceses, que conservan una extraordinaria fuente de información, poco explorada para nuestro país, según nos cuenta el autor. Con base en ello, Tortolero busca desmitificar la abrumadora presencia de las inversiones angloamericanas en México, donde nos muestra, con una documentación nueva, la presencia de los franceses en México, con empresas emblemáticas para nuestro país como son los bancos, la industria textil, así como la presencia de las tiendas departamentales, caracterizadas por las grandes superficies repletas de mercancías sin mostrador central. Esta estrategia de inserción à la française se sustentó en una transferencia cultural que hacía alusión a una modernidad de carácter urbano, como una de las posturas aspiracionistas más emblemáticas del Porfiriato, fenómeno que no sólo tuvo repercusiones en México, sino que, más bien, se trató de una manifestación latinoamericana derivada de la vida postindependiente.

Otro elemento destacado en el libro es que rompe con la periodización tradicional que se tiene en México, la cual divide de manera clara y, hasta cierto punto, tajante entre el Porfiriato y la Revolución mexicana. Sin embargo, entre el periodo de 1880 y 1929 podemos apreciar la manera en la que persiste una continuidad, como parte de un fenómeno evolutivo donde los actores comienzan a adaptarse a los nuevos entornos sociopolíticos y económicos que todo periodo histórico experimenta; los ejes articuladores de la estrategia francesa de inserción fueron el tipo de empresa establecida, el conocimiento del ambiente y la descentralización de actividades económicas; paulatinamente, estas iniciativas encontraron los nichos de oportunidad para tratar de llevar a cabo las metas originales. Pero no sólo perduraron algunos elementos históricos, sino que también la Revolución mexicana trajo consigo importantes rupturas con grados diversos de transformación, en especial para las actividades económicas de índole financiero y aquellas vinculadas con la obra pública.

Tal como sucedió en otros contextos históricos -por ejemplo, en Oriente, cuyo panorama fue magistralmente descrito por Edward W. Said en Orientalismo (2002 [1997])-, el uso retórico de la misión civilizadora, anclado en una visión específica de Occidente, compartía algunos valores religiosos, situación que abrió la puerta a un mundo que en ese momento se estaba reinventando a sí mismo, como lo era América Latina. No obstante el discurso francés de la época, documentado a detalle por Tortolero y, en cierta medida, consentido por el autor, se habló de una conquista pacífica; creo que detrás de esta maniobra se escondía una violencia económico-diplomática, la cual fue una opción no militar ante la dolorosa experiencia que había dejado para ambos países la Invasión francesa.

Mi tercera sorpresa radica en las diversas interconexiones ofrecidas por Penser avec des chiffres, mediante un análisis que, si bien es cierto pone en relieve valiosos detalles locales (el nicho ecológico o las variadas representaciones sociales), no lo es menos que el autor contextualiza en un ambiente internacional, cuyo resultado final es una visión global del fenómeno estudiado. En este sentido, es posible iniciar con la reconstrucción de una imagen global de México, especialmente durante el Porfiriato. Gracias a viajeros, diplomáticos, actores económicos y hasta aventureros-intelectuales se reconstruyó la deteriorada imagen que se tenía de México como una nación donde prevalecía la barbarie. La diplomacia francesa desempeñó un papel muy activo al respecto, al develarse como una opción ante el creciente imperialismo que se estaba desenvolviendo en esa época, sobre todo aquel originado en Inglaterra, Estados Unidos o Alemania. Lo anterior no significaba que Francia fuera realmente una opción neutra, sino que, más bien, se trataba de otra estrategia imperialista ante la creciente y abrumadora influencia de Estados Unidos en México y toda América Latina. Es importante recordar que, en el último tercio del siglo XIX, la idea de una América latinizada que Francia impulsó de manera decisiva fue madurando lenta e irreversiblemente ante la amenaza de perder la independencia política, pues la económica estaba entredicho por los intereses intervencionistas estadounidenses. Por lo tanto, se propagó el imaginario de una América Latina como una especie de diferenciación y división con respecto a una América anglosajona. Esta iniciativa, apoyada por Francia, tuvo una notable resonancia en las Américas,2 pero no en África, donde la historia fue distinta al proponer de manera fallida una imagen global de África Latina; a lo mucho que se llegó fue a la persistencia de un discurso que refiere a la France-Afrique.

El régimen encabezado por Porfirio Díaz entendió bien la importancia de esta oportunidad en construcción, lo que trató de aprovechar al máximo, tal como lo hizo en la Exposición Universal de 1889, en París, cuando presentó un pabellón mexicano -que impresionó a propios y extraños- marcado por una simbología prehispánica y, a su vez, una moderna. Independientemente de la postura del autor, creo que fue en este periodo cuando germinó la semilla del subdesarrollo en nuestro país, proceso velado por un discurso con elementos aritmomórficos derivados del más burdo lenguaje pseudocientífico de David Ricardo, con el cual, por medio de su famosa ventaja comparativa, de la visión científica occidentalizada y del manejo antropocéntrico de la naturaleza, se gestó una asociación entre élites para impulsar un modo de producción específico, que con el tiempo construyó dos importantes espejismos aún presentes en nuestras sociedades: la modernidad y el desarrollo.

Francia, en su momento, se representó como un símbolo de la modernidad para México, una alternativa a una modernización anclada en lo urbano; se ignoraron grandes espacios del México rural, así como a un grupo importante de actores, mediante un discurso que hacía alusión al progreso. Si bien reconozco algunas de las aportaciones positivas que hicieron las inversiones francesas en México, no paso por alto el resultado histórico que se gestó desde aquel momento hasta la fecha: el subdesarrollo. Penser avec des chiffres también nos ofrece una lectura inversa al argumento central propuesto por el autor, como parte de una compleja combinación de factores donde intervinieron una multiplicidad de actores.

Finalmente, me gustaría compartir mis impresiones críticas, que se derivan de mi cuarta sorpresa. Algunas de ellas son detalles, pero otras creo que pueden enriquecer el debate en un futuro próximo. Considero que el excelente trabajo de Tortolero ofrece una oportunidad sin igual de reflexionar en torno a este peculiar contexto histórico mexicano si se consideran algunas teorías que toman como objeto de análisis a la empresa. A lo largo del texto, encuentro un vacilante lenguaje teórico referente a diversas teorías neoinstitucionalistas, como aquellas asociadas a Alfred D. Chandler Jr., derivadas de Scale and Scope. The Dynamics of Industrial Capitalism (1994), así como a Douglass C. North, Instituciones, cambio institucional y desempeño económico (1993) o a Acemoglu D. y Robinson J., Why Nations Fail. The Origins of Power, Prosperity and Poverty (2013). No obstante, extrañé a autores como Ronald H. Coase y Oliver Williamson. Es decir, creo que el material presentado puede ser utilizado como evidencia empírica para ser contrastado con este conjunto de teorías que giran en torno al comportamiento empresarial, en el más amplio sentido del término.

A pesar del valor que puede adquirir la noción de economía del conocimiento útil, constantemente parafraseada por el autor, considero que es importante tomar con cautela argumentos que aluden a una estrategia de dependencia trasplantada en un peculiar contexto histórico como el de México entre finales del siglo XIX y principios del XX, que, en última instancia, promueve un imperialismo salvaje, aun cuando este venga de Francia, con toda la exquisitez que ello implica. Es decir, dudo que la importación completa de filiales (p. 83) ayude a salir del subdesarrollo; más bien, creo que lo profundiza, porque el subdesarrollo es una condición histórica que se forma con el transcurso del tiempo. Dejo abierto este tema para futuros debates, porque da la impresión de que el autor respalda esta postura, pero luego muestra una visión más crítica al respecto en sus conclusiones (p. 260).

Lo anterior es importante porque el mismo Tortolero demuestra de manera convincente que el éxito de las empresas francesas no se basó sólo en una estrategia empresarial de trasplante de filiales o en una actividad por completo económica, sino, más bien, en su capacidad de adaptación al medio, en su estrecha relación con los poderes establecidos (en este caso, el gobierno de Porfirio Díaz), lo que les permitió tener una especie de seducción cultural y económica en la élite porfiriana. Este tipo de acercamiento no es una exclusividad francesa, también se ha detectado para otros grupos étnicos, lo que ha dado la pauta para pensar en el llamado crony capitalism o capitalismo de compadres. Éste es un elemento que en el fondo promueve el subdesarrollo. Es decir, muchos de los negocios del grupo analizado magistralmente por Tortolero hicieron su fortuna a la sombra de las concesiones y los favores del gobierno mexicano en turno.

Otro aspecto controversial son los tipos de actores económicos analizados en el texto. Si bien es cierto que Noriega representó el actor socioeconómico prototipo del Porfiriato, apegado a la figura de lo que se denominaba hacendado, creo que estamos ante la presencia de personajes híbridos que, de manera estricta, no pueden ser catalogados o encerrados en una sola categoría, llámese hacendados, comerciantes o empresarios. Más bien, estos actores representan una variedad de formas, que, en el límite, constituyen una novedad por combinación, de acuerdo con el contexto social e histórico que enfrentaron. Este carácter evolutivo de los personajes económicos resulta revelador del funcionamiento del sistema en su conjunto o del ambiente en el cual se desenvolvían.

Por último, encuentro detalles menores, pero no por ello menos importantes, para una importante obra como la de Tortolero. Mi conocimiento sobre una pequeña zona del país me permite intuir cómo fue que se trabajaron las fuentes, las cuales siempre es deseable contrastar con un trabajo de campo de los sitios a los que refieren; por ejemplo, la eléctrica Las Juntas no se encontraba en Zapopan (p. 225), como tampoco el Lago de Chapala se encuentra aproximadamente a 20 kilómetros de Guadalajara (p. 227), siempre y cuando la aproximación no sea el doble. Faltaría consultar a los reputados historiadores de la región para saber si la Compañía Industrial de Guadalajara fue la misma que la Compañía Industrial de Jalisco, debido a que no había tantas fábricas en la época como para fundar dos compañías de esas dimensiones, sin que la documentación fuera clara al respecto. Pero, de ninguna forma estas observaciones demeritan el gran libro que tuve oportunidad de leer, simplemente son minuciosidades que he aprendido con mucho cariño y respeto de mis amigos historiadores.

1Nicholas Georgescu-Roegen, La ley de la entropía y el proceso económico, Madrid, Fundación Argentaria/Visor, 1996 [1971], pp. 92-95.

2Llama la atención la existencia de un periódico que Tortolero refiere como la France Amérique (p. 254).

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