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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.19 no.38 México jul./dic. 2017

 

Reseñas

Sergio Rosas Salas, La Iglesia mexicana en tiempos de impiedad: Francisco Pablo Vázquez, 1769-1847, México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/El Colegio de Michoacán/Educación y Cultura, 2015, 379 p.

Eliud Santiago Aparicio1 
http://orcid.org/0000-0002-6830-7346

1Universidad Nacional Autónoma de México, ayax1945@live.com.mx

Rosas Salas, Sergio. La Iglesia mexicana en tiempos de impiedad: Francisco Pablo Vázquez, 1769-1847. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, El Colegio de Michoacán, Educación y Cultura, 2015. 379p.


La obra La Iglesia mexicana en tiempos de impiedad: Francisco Pablo Vázquez, 1769-1847, deSergio Rosas Salas , tiene como objetivo el análisis de la vida de Francisco Pablo Vázquez, religioso, diplomático y obispo de Puebla. Además, el autor estudia el contexto histórico, las relaciones de Pablo Vázquez con el Vaticano y las autoridades civiles mexicanas, así como la guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848) y el papel mediador de este personaje entre ambos bandos durante la ocupación de Puebla (1847-1848).

En el primer capítulo analiza los años mozos de Vázquez y la situación económica y social de Atlixco, lugar de nacimiento del futuro obispo. También se señalan los vínculos de su familia con personas influyentes -como importantes funcionarios y clérigos de la localidad-, lo cual le permitiría obtener, a la postre, reconocimiento y ascenso social.

La educación de Vázquez fue ejemplar y lo definió como un hombre de virtudes. A los nueve años de edad ingresó al colegio palafoxiano y demostró excelentes cualidades como alumno, lo que le otorgó reconocimiento a nivel académico. Obtuvo los bachilleratos en Artes y Teología y estudió Derecho civil y canónico. En este capítulo, llama la atención el uso, por parte del autor, de archivos parroquiales y privados para contextualizar los primeros años de vida del religioso.

En el segundo capítulo, el autor analiza el ascenso religioso de Vázquez. Inicia con el estudio de su vida parroquial, en la que fungió, como todos los párrocos de la época, como un intermediario entre sus feligreses y Dios. Su obra espiritual se basó en predicar el bien y cuidar que los hombres no pecaran, para acercarlos al reino de los cielos, en un contexto en el que la Iglesia -en especial la Inquisición- combatía contra libros profanos y las ideas liberales que recorrían Europa y llegaban a la Nueva España.

Durante su etapa como párroco en San Jerónimo Coatepec (Veracruz) y San Martín Texmelucan (Puebla) (1795-1805), Vázquez se preocupó por su feligresía en tres rubros: como mediador entre los hacendados y los indios en sus disputas por la tierra; en mantener abiertas y seguras las rutas terrestres entre las distintas parroquias e iglesias de la zona, y, finalmente, en la reparación de los templos para consagrar la misa con la dignidad que merecía una casa de Dios. Todos estos elementos -de acuerdo con el autor- dejan entrever la importancia de la figura del párroco en una comunidad donde, además de intervenir en los asuntos espirituales, se ocupaba de las necesidades materiales de sus feligreses.

En el tercer capítulo, Rosas Salas analiza la Consolidación de Vales Reales en América en 1805. Es decir, el depósito de dinero líquido a la Tesorería Real por parte de las corporaciones eclesiásticas, las cuales, tras apoyar económicamente al Rey, mostraron su inconformidad por la ayuda prestada. En este contexto, el autor señala la postura de Vázquez, quien defendió a la Corona y se mostró afable a sus intereses, frente al disgusto del obispado de Puebla.

Ante las guerras napoleónicas, que desestabilizaban a Europa y sustituían a reyes como el español, el clero poblano y el gobierno civil mostraron su apoyo a Fernando VII. Donativos voluntarios, sermones y oraciones fueron destinados a apoyar la causa peninsular y así salvaguardar el reino de dos mundos: el ibérico y el americano.

En el mismo capítulo, el autor señala la postura del cabildo de la catedral de Puebla respecto a la guerra de Independencia, la cual se caracterizó -a diferencia de otras, como la oaxaqueña- por apoyar incondicionalmente a la corona española. Así, Rosas Salas analiza la participación de curas párrocos del obispado de Puebla, con misas y sermones, para convencer a sus feligreses de no ayudar a los insurgentes, y, cuando fue el caso, servir además como mediadores en los conflictos entre la población y los reclutadores insurgentes.

En el cuarto y quinto capítulos, Rosas Salas alude a la Independencia de México y el difícil proceso de transición que implicó. En este contexto, el autor enfatiza el surgimiento de la opinión pública, reflejada tanto en la proliferación de textos que hablaban sobre el clero y el Estado como en la relación entre estas dos instituciones con la sociedad. Además, señala el pensamiento de Vázquez en torno a la figura del Papa y el papel que éste fungía en la Iglesia como institución; también comenta su experiencia diplomática en el Vaticano y la difícil negociación con su Santidad para el ordenamiento de obispos que el país necesitaba con urgencia.

En febrero de 1831, Vázquez fue consagrado como obispo de Puebla por el papa Gregorio XVI. Pronto regresó a su país para designar a los nuevos obispos de México, Michoacán, Linares, Chiapas, Durango y Guadalajara. Posteriormente, se preocupó por atender las cuestiones más apremiantes de su mitra, entre las que destacan: cubrir las vacantes eclesiásticas y cuidar las “buenas costumbres” atacadas por impresos escritos por autores como Jean Jacques Rousseau o Voltaire. Según Vázquez, los ataques liberales a la Iglesia eran los responsables de la proliferación de epidemias y miles de muertes en todo el país. Esto era un castigo de Dios por la impiedad que reinaba en Puebla, en particular, y en el país, en general. En el sexto apartado, el autor se ocupa de dichos temas.

En el siguiente capítulo, Rosas Salas analiza el contexto político en el que vivió Vázquez y sus esfuerzos por establecer una reforma religiosa que -según mi opinión- no era más que una estricta aplicación de los cánones ya establecidos. Así, por ejemplo, el obispo de Puebla supervisó los conventos, tanto de hombres como de mujeres, para evitar escándalos y acercamientos a cuestiones políticas, así como para asegurarse del cumplimiento de sus votos monásticos. Además, detrás de estos esfuerzos, Vázquez pretendía fortalecer su autoridad como cabeza de la Iglesia en Puebla, la cual era atacada por algunos sectores de la opinión pública por medio de la prensa y de otros impresos como folletos.

Sin embargo, los curas párrocos de Puebla sí sufrieron cambios importantes. Vázquez se preocupó por la situación de los clérigos y sus feligreses, aun de los lugares más alejados del obispado. Por ejemplo, envió a religiosos bilingües a comunidades mixtecas, encargó la traducción de catecismos al mixteco y llevó a cabo esfuerzos para conseguir la paz en medio de pronunciamientos y rebeliones que asolaban su jurisdicción espiritual, sin la intención de adherirse a uno u otro bando.

En el último capítulo, el autor estudia la participación del clero poblano durante el conflicto con Estados Unidos. Rosas Salas plantea las negociaciones entre el Estado y la Iglesia, así como los préstamos millonarios solicitados por el gobierno mexicano a los obispados. En el caso de Angelópolis, Vázquez apoyó con recursos económicos mínimos para el esfuerzo de la guerra, debido a los precarios ingresos obtenidos, lo cual derivaba, a su vez, de la supresión del diezmo en todo el país. Por otra parte, ante el avance estadounidense en Puebla y su posterior toma en mayo de 1847, el Obispo estaba convencido de que la ciudad carecía de recursos y tropas suficientes para defenderse, por lo cual optó por negociar con el ejército invasor: la seguridad de las personas y el culto católico fueron su prioridad hasta su muerte en octubre de 1847.

A modo de conclusión, cabe decir que la obra de Sergio Rosas Salas es un esfuerzo importante para entender la figura de Francisco Pablo Vázquez y su papel como regenerador espiritual y puente entre Dios y los católicos mexicanos. En este tenor, el autor analiza de manera apropiada sus fuentes, las cuales son inéditas, como la correspondencia personal de Vázquez. También resulta importante el uso de archivos parroquiales, pues estamos acostumbrados a que éstos sean empleados en investigaciones en torno a epidemias y decesos. Por otro lado, la hemerografía y los folletos consultados enriquecen sustancialmente el trabajo, dotándolo de una visión amplia, crítica y original.

Sin embargo, existen algunos detalles que podrían mejorar la obra en futuras ediciones. Ésta carece de ilustraciones, litografías o grabados que ejemplifiquen o muestren la situación del lugar donde actuó el Obispo. Más importante aun es la ausencia de mapas que designen geográficamente las jurisdicciones espaciales y espirituales del obispado de Puebla y cómo se modificó éste con el paso de las décadas, si fuese el caso. Lo anterior resulta indispensable porque el autor señala el problema causado por la gran extensión de los obispados en todo el país y la necesidad de crear nuevas mitras para satisfacer los requerimientos administrativos y religiosos de las parroquias, iglesias, conventos, así como de los feligreses.

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