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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.18 no.35 México ene./jun. 2016

 

Reseñas

María Gayón Córdova, 1848. Una ciudad de grandes contrastes. I. La vivienda en el censo de población levantado durante la ocupación militar norteamericana, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2013, 340 p.

Eliud Santiago Aparicio* 

*Universidad Nacional Autónoma de México Estudiante de Maestría en Historia ayax1945@live.com.mx

Gayón Córdova, María. 1848. Una ciudad de grandes contrastes. I. La vivienda en el censo de población levantado durante la ocupación militar norteamericana. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2013. 340p.


En las últimas décadas los historiadores han mostrado mayor interés por la guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848). Se han llevado a cabo tesis, artículos y libros que han enriquecido la historiografía de este tema. Estos trabajos se ocupan de las publicaciones periódicas en tiempos del conflicto, las batallas, la convivencia entre mexicanos y estadounidenses, los hechos políticos, la visión regional de la guerra, entre otros temas. Sin embargo, hasta ahora no se había efectuado una investigación tan completa sobre el censo de 1848 de la Ciudad de México. Por ello, el libro de María Gayón Córdoba resulta ser un aporte significativo y único acerca del estudio de la Guerra del 47.1

La obra de Gayón reconstruye la composición arquitectónica de la Ciudad de México mediante el uso del censo llevado a cabo a finales de 1847 y principios de 1848. En realidad, el censo fue una de las primeras acciones de la recién elegida Asamblea Municipal de la Ciudad de México, aunque también el primero de sus tropiezos, pues éste presentó diversas fallas, como la omisión de registros de comercios y casas, por lo cual fue necesario repetirlo. Por otro lado, el libro proporciona elementos vitales para el entendimiento de la vida de las personas en un contexto bélico.

El ejército estadounidense ocupó la capital del país a mediados de septiembre de 1847 tras una serie de enfrentamientos en sus inmediaciones y más tarde penetró y tomó a sangre y fuego la ciudad. Las tropas advenedizas se establecieron en conventos, monasterios y casas particulares; sin embargo, en general, se carece de información del acantonamiento de estas fuerzas militares, lo cual representa un vacío importante en el censo y en la historiografía de la Guerra del 47.

La obra de Gayón está escrita con herramientas que hacen el trabajo más fácil de comprender. En efecto, con base en la información obtenida en el censo de 1848 y algunos planos anteriores a éste, la autora elaboró mapas, estadísticas y anexos que complementan su estudio geoestadístico, elementos indispensables para una explicación completa de la situación geográfica y socioeconómica de la población mexicana. Con estas herramientas fue posible reconstruir la organización y la jerarquía doméstica de las pequeñas viviendas, así como determinar el número de residentes en las viviendas, su oficio, su sexo y su edad.

Desde su fundación, la Ciudad de México fue una capital de grandes cambios, la cual creció y multiplicó sus viviendas, sus espacios de recreación, de castigo, de oración y vigilancia. Una ciudad mística para los conquistadores españoles y romántica para los soldados estadounidenses, quienes esperaban encontrar aún de pie los antiguos palacios de Moctezuma. Una urbe que no se mantuvo estática y creció en todas direcciones; disecó pantanos, unió cauces de riachuelos y construyó caminos que unían y coaccionaban a la capital del país con otras ciudades mexicanas y con el mundo. Además, esta ciudad creció en el plano cultural y artístico, aunque también en las desigualdades socioeconómicas y de inseguridad, características propias de una enorme capital.

La Ciudad de México reflejaba dos espacios completamente diferentes: la ciudad y el campo. La primera representaba las aspiraciones a la modernidad y la cultura; el segundo, la tradición y la producción alimentaria. Ambas se interconectaban. Los habitantes de la ciudad no podían vivir sin los suministros de los campos de cultivo de las zonas rurales que llegaban desde tierra caliente por Chalco; mientras que los campesinos, queseros e “indios carboneros”, entraban a la capital desde muy temprano por sus garitas principales para vender sus productos y contribuir al sostenimiento alimentario de los habitantes de la capital.

Aunado a lo anterior, Gayón analiza meticulosamente la conformación de la urbe, el estatus económico de los habitantes, así como la composición de cuarteles, manzanas y calles céntricas y periféricas de la ciudad. La ubicación de los espacios denota grandes contrastes. Los céntricos son de materiales sólidos y sus calles son simétricas. Los edificios se destinaban a las tareas del gobierno, la recreación de las élites y la difusión de las bellas artes, sólo por citar algunas funciones. Los espacios periféricos estaban construidos de paja, carrizos y barro; no había calles, sólo senderos y caminos. Propiamente hablando, no se erigieron edificios, únicamente jacales y algunas haciendas y capillas. Así, a través del trabajo de Gayón se puede apreciar que la situación social de la capital se reflejaba en el resto de la República mexicana, con algunas diferencias geográficas y económicas, como ciudades-puertos o ciudades sometidas a un constante alarme debido a las incursiones de los “indios bárbaros”.

La capital mexicana tenía diversos rostros. En su centro se podían observar plazas concurridas, templos hermosos, extensos monasterios en forma de ciudadelas y magníficos acueductos que, según las impresiones del viajero Sartorius, hacían recordar el esplendor de la antigua Roma. Fuera del centro, la panorámica y el ambiente eran completamente diferentes. La periferia era sinónimo de suburbios y barrios pobres y polvorientos; inmundicia, carroña de animales y escombros de construcción se apilaban a montones en cualquier lugar. En palabras de la autora, los indígenas dejaron de llamarse indígenas para llamarse léperos que vivían en miserables chozas y jacales de barro y carrizo. Esplendor y lujo por un lado, mugre y desnudez por el otro.

1La guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848) fue llamada la Guerra del 47 por los mismos actores del conflicto debido a que 1847 representó el año más dramático de toda la conflagración militar. Se perdió en la batalla de la Angostura, y la ciudad de Veracruz fue duramente bombardeada desde tierra y desde mar. En Cerro Gordo, Padierna, Churubusco, Molino del Rey, Chapultepec y en los combates de las Garitas, se volvió a perder. La capital mexicana fue tomada el 14 de septiembre y, a partir de ese momento, comenzaron las negociaciones de paz entre ambas partes. Se podría decir que se perdió la capital y, con ello, la guerra.

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