Introducción
El advenimiento de la Segunda República en España en abril de 1931 generó una gran expectativa entre muchos de los inmigrantes ibéricos radicados en Argentina y, en particular, en una parte de la comunidad gallega residente en la ciudad de Buenos Aires que comenzó a movilizarse activamente para participar en la nueva realidad política de su tierra de origen.1
Sin embargo, la agudización de los conflictos que comenzaron a suceder en la sociedad española transformó el panorama alentador con el que los inmigrantes hispanos habían recibido la noticia de la llegada del gobierno republicano. Tan sólo cinco años más tarde, el inicio de la Guerra Civil en España repercutió de manera mucho más profunda porque afectó no sólo a los peninsulares que habitaban en Argentina, sino también a la población nativa, incluyendo a todos los estratos sociales.2
En el presente artículo me propongo indagar acerca de los mecanismos concretos de solidaridad hacia la Segunda República española desplegados por asociaciones gallegas de tipo microterritorial3 existentes en la capital argentina durante las primeras décadas del siglo XX. Para ello, considero el apoyo ideológico y económico brindado al gobierno español durante los años que duró la contienda y el inmediato inicio de la posguerra civil, cuando la ayuda se reorientó hacia los refugiados y exiliados republicanos que intentaban llegar a América. Estas prácticas de solidaridad se encauzaron por distintas vías, por lo que trato de acercarme a cada una de ellas y a la magnitud efectiva que las mismas tuvieron dentro de las instituciones analizadas.
Como es sabido, el desarrollo del fenómeno asociativo galaico en América tuvo una particularidad que lo distinguió del resto del asociacionismo hispánico desarrollado en el continente. En la ciudad de Buenos Aires, y en menor grado también en La Habana, la comunidad gallega residente se caracterizó por la fundación de una gran cantidad de pequeñas instituciones que apelaban a espacios territoriales de identidad más reducidos que la provincia en su tierra de origen, es decir, los municipios, las parroquias, las comarcas y el partido judicial o distrito, los cuales se denominaron genéricamente “sociedades microterritoriales”.4 Según las investigaciones efectuadas hasta el momento, en la capital argentina existieron un total de 348 sociedades de este tenor entre 1904 y 1936.5
En líneas generales, el periodo de mayor intensidad en el flujo inmigratorio galaico hacia América coincidió también con el del mayor número de fundación de entidades de ese tipo y origen.6 Podemos tomar como ejemplo el caso analizado en el presente estudio: en la ciudad de Buenos Aires se crearon un total de cuatro instituciones referenciadas en la misma localidad, es decir, el municipio de O Porriño (ubicado en la provincia de Pontevedra en Galicia), las cuales convivieron en la urbe por más de una década. Estas asociaciones fueron: la Sociedad de Fomento de Porriño y su Distrito, fundada en 1916 (en adelante, SFPyD); la Sociedad Hijos de San Salvador de Budiño, creada en 1922 (en adelante, Hijos de SS de Budiño); la Sociedad Unión Agraria Parroquias Unidas del Distrito de Porriño, originada en 1923 (en adelante, UAPU del Distrito de Porriño) y la Sociedad Residentes de Budiño en Buenos Aires, fundada en 1933.
Las tres primeras entidades confluyeron hacia mediados de 1938 en una fusión institucional que dio origen a la Sociedad de Residentes del municipio de Porriño (en adelante, SRMP), en un contexto en el cual urgía mejorar la contribución material que se enviaba a la tierra de origen. Esta última institución contaba con un promedio de entre 200 y 250 socios al momento de su origen, y en los años siguientes dichas cifras no se modificaron de manera notable. No obstante, este reducido número de miembros no le impidió mantenerse funcionando en el transcurso de las décadas centrales del siglo XX y desarrollar con regularidad una serie de actividades recreativas y asistenciales en beneficio de sus socios.7
La lectura de las distintas fuentes disponibles acerca de dichas entidades microterritoriales gallegas me permitió avanzar en el estudio de la participación solidaria que las mismas desarrollaron en favor de la Segunda República española. Entre la documentación utilizada se encuentran: las publicaciones periódicas de las sociedades analizadas; el Boletín Oficial de la Sociedad de Fomento de Porriño y su Distrito y de la Sociedad de Residentes del Municipio de Porriño; el semanario Galicia, editado por la Federación de Sociedades Gallegas;8 los libros de actas de las sociedades porriñesas; la correspondencia enviada y las actas de la Central Gallega, organismo de recaudación pro-republicana dependiente de la indicada Federación, a la cual se encontraban adheridas las instituciones porriñesas, objeto de este estudio.
El inicio de la Guerra Civil española y su repercusión en Argentina
El estallido de la Guerra Civil en España tuvo una fuerte repercusión entre la población argentina y también originó un activo movimiento de solidaridad, tanto hacia el gobierno republicano como hacia los seguidores de Francisco Franco.9 Los historiadores han observado atentamente las acciones, así como el complejo entramado de las identidades políticas y sociales que participaron en esta movilización; a continuación, analizaré las distintas líneas de investigación que se han seguido respecto a este tema.
Los primeros acercamientos al problema se emprendieron a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990.10 Sin embargo, hasta hace pocos años en los estudios se comenzó a expresar una lectura objetiva y crítica hacia las fuentes, así como una mirada más compleja acerca del contexto internacional, lo que ha contribuido a esclarecer la interrelación de la Guerra Civil española con la política y la sociedad argentina. Los trabajos en los que se intentaron vincular las especificidades del contexto político nacional con las repercusiones de la guerra, argumentan que la movilización social generada ante el estallido de la contienda (como la formación de comités de ayuda, centrales de recaudación de dinero, víveres, ropa, etcétera) tuvo un acentuado carácter popular y que significó la apertura de un nuevo canal de manifestación política en un contexto restrictivo o de “crisis de participación” a nivel electoral. Aunque se desarrollase fuera de los ámbitos tradicionales de acción (los partidos y sindicatos), la colaboración activa de la población en actividades relacionadas con la solidaridad hacia España demostró el creciente interés civil por participar en la vida política institucional del país.11
Respecto a la prensa de la época, sin duda fue un escenario clave en la difusión de las ideas, los debates y las acciones de colaboración hacia uno u otro bando en la lucha. Los estudios orientados hacia este tema tomaron una o dos publicaciones claramente alineadas y desarrollaron sus posicionamientos y argumentos con detalle.12 Sin embargo, aún escasean los trabajos que analicen con mayor profundidad las repercusiones de la contienda en la prensa local, así como también en la prensa étnica.13
En cuanto a la repercusión que la Guerra Civil en España produjo en los ámbitos de sociabilidad emigrante, aunque han sido numerosos los estudios acerca del asociacionismo hispano en el país, la mayoría de ellos concentró su atención en la etapa de finales del siglo XIX y la década de 1930. Los textos en los que se avanzó temporalmente en el análisis de estas entidades concuerdan en que las instituciones se politizaron de manera creciente al compás de los sucesos desarrollados en la península y se dividieron, a grandes rasgos, entre republicanos fervientes y “neutralistas” simpatizantes de Franco.14 Esta línea permanece en investigaciones más recientes en las que se mantiene como presupuesto que la división en el interior de la colectividad estaba conformada, de un lado, por las grandes instituciones panhispánicas que se alinearon con el régimen franquista (el cual tenía el apoyo del Hospital Español, el Club Español, la Asociación Patriótica Española y algunas asociaciones de Andalucía, Navarra y La Rioja);15 y, del otro, por las pequeñas sociedades comarcales y parroquiales, entre las que también se consignan el Centro Gallego y el Centro Asturiano, los cuales se movilizaron en favor de la República.16 Sin embargo, un análisis pormenorizado de las acciones de las entidades españolas antes, durante y después de la guerra, permite vislumbrar que las divisiones y las disputas podían hallarse en el interior de cada una de ellas independientemente del tamaño de las mismas.17
El movimiento de solidaridad desplegado por los distintos sectores de la sociedad argentina frente a la Guerra Civil española fue de gran magnitud, a tal punto, que, según las estimaciones en América Latina, el país ocupó el segundo lugar de las recaudaciones.18 Sin embargo, para algunos autores la ayuda nacional trepaba al primer lugar si se tenía en cuenta la relación entre el monto de dinero recaudado y el total de la población del país (en ese momento ascendía a doce millones de habitantes). De cualquier manera, es difícil establecer una cuantificación exacta del movimiento de socorro, pues no existen cifras oficiales que dieran cuenta de la totalidad de la participación solidaria, muchas veces no registrada.19 No obstante, en general se reconoce que en América Latina existió una notoria separación entre, por un lado, las posturas de los gobiernos nacionales y las élites gobernantes -proclives a la neutralidad o al apoyo explícito hacia los rebeldes (a excepción de México)- y, por el otro, la opinión pública y los sectores más amplios de la población, quienes se movilizaron de manera decidida en favor del gobierno republicano.20
Como se observa, las diferentes líneas de indagación desplegadas han contribuido a esclarecer las múltiples formas en las que el conflicto bélico español afectó a la sociedad argentina. A continuación, analizaré la manera específica en la que las asociaciones de inmigrantes, objeto del presente estudio, se involucraron con la realidad política de su tierra de origen durante este periodo.
El apoyo ideológico de la Sociedad de Fomento de Porriño y su Distrito a la Segunda República (1936-1939)
Desde el inicio de la Guerra Civil en España, la SFPyD se manifestó en favor del gobierno republicano, defendiendo la legalidad y la legitimidad de la Segunda República española frente al levantamiento del General Francisco Franco. Por medio de la publicación oficial de la entidad se contribuyó a divulgar las acciones de colaboración material que se llevaban a cabo en favor del gobierno republicano, en la comunidad gallega de Buenos Aires, de la cual la entidad era parte activa. Además, desde sus páginas se inició una decidida campaña de apoyo ideológico al frente antifascista y, al mismo tiempo, de denuncia a los rebeldes y a las potencias occidentales, que no actuaron rápidamente en socorro del gobierno español.
Ya desde mediados de 1935 los miembros de la Junta Administrativa de la SFPyD se habían manifestado preocupados por las crecientes divisiones que se conocían en el interior del socialismo español.21 Estas fisuras se habían solapado durante la formación del Frente Popular, pero volvieron a aflorar una vez obtenida la victoria electoral e iniciada la revuelta franquista.22 Para llamar la atención acerca del peligro que conllevaba esas divisiones en el seno de la causa republicana, fueron introducidos en el Boletín Oficial de la entidad artículos escritos por el embajador español en Buenos Aires, Ángel Osorio y Gallardo, quien desde una postura liberal-centrista alertaba sobre la necesidad de preservar la libertad alcanzada y mantener la unidad de los grupos defensores de la democracia en España.23
Como indiqué anteriormente, la campaña de solidaridad hacia la Segunda República desarrollada por la entidad microterritorial fue acompañada de constantes denuncias: por un lado, aquellas dirigidas a los sectores que se habían sublevado o apoyaron el levantamiento (principalmente el ejército y la Iglesia católica); y, por el otro, a las potencias extranjeras, tanto aquellas que fueron acusadas de “invadir” España en connivencia con los rebeldes -Alemania e Italia-, como las que fueron indiferentes al conflicto y le restaron apoyo al legítimo gobierno español -representadas por el caso de Francia e Inglaterra.
Respecto al papel que se le adjudicaba a la Iglesia católica en la revuelta, desde las páginas del Boletín Oficial se reiteró el rechazo que generaba la participación del clero en el respaldo a los rebeldes: “¿Se ha hecho Dios fascista?”, se preguntaban, mientras denunciaban la intención de las cúpulas eclesiásticas de defender sus privilegios materiales, olvidando los intereses del pueblo español.24 Los sublevados eran identificados con todos aquellos elementos negativos del pasado en España: monarquía, clericalismo, privilegios señoriales y atraso agrícola. Se planteaba que gracias al advenimiento de la República esos “males” se estaban logrando combatir y “enterrar para siempre [… ] la España analfabeta, teologal y pordiosera, la España feudal, anquilosada y reaccionaria”.25
Por su parte, la participación de las potencias foráneas en el conflicto fue objeto de una doble denuncia: en primer lugar, se condenó fuertemente la intervención de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler en favor de la sublevación, lo que fue expuesto como una “invasión extranjera” de tendencia filo-fascista en la península ibérica con evidentes intereses económicos sobre los recursos naturales hispanos.26 Al mismo tiempo, se reprochó la inacción de las democracias occidentales, alineadas detrás de Inglaterra en la doctrina de “no intervención” dispuesta en agosto de 1936 y aceptada por la mayoría de los países europeos.27 Siguiendo esta línea, Argentina también declaró su “prescindencia” ante el conflicto español; no obstante, en las fuentes consultadas de la institución porriñesa no se observó ningún tipo de reflexión (ni positiva ni negativa) respecto a la posición tomada por el gobierno del país de residencia. Ello pudo deberse al seguimiento de una práctica usual en este tipo de entidades conformadas por extranjeros, a partir de la cual evitaban inmiscuirse en la política local con el fin de evitar posibles intervenciones de las fuerzas de control estatal.28
En cambio, la falta de compromiso democrático de Francia e Inglaterra ante el conflicto español sí fue denunciada recurrentemente en el Boletín Oficial de la sfpyd.29 Pero, por otro lado, se reconocía y agradecía el apoyo sostenido en favor de la República desde el gobierno de México.30
Otra de las graves acusaciones con las que se señalaba a los sublevados desde las páginas de la publicación de la SFPyD fue la “ola de exterminio” que recayó sobre Galicia, y, puntualmente, en el Municipio de O Porriño una vez que las tropas franquistas arribaron al territorio. La primera lista publicada a finales de 1936 con los nombres de los fusilados en el Distrito ascendió a 26 víctimas, entre las cuales se reconocieron antiguos miembros de la Corporación Municipal pro-republicana y militantes de partidos de izquierda.31 A partir de allí, en cada Memoria y Balance de Ejercicio Anual publicado hasta 1952, se fue completando la lista de represaliados que llegó a contener un total de 38 nombres.32 Algunos de ellos habían mantenido comunicación con los dirigentes de la entidad por formar parte de la Municipalidad del Distrito e incluso habían colaborado con la publicación de algún artículo antes de la guerra.33
Durante los años que duró la contienda en España, el Boletín Oficial de la SFPyD se convirtió en una publicación de marcado carácter antifascista. La defensa de los ideales republicanos fue promovida desde una postura cercana al socialismo reformista, secundada por la necesidad de aunar las fuerzas con los sectores democráticos más moderados con el objetivo de ganar la guerra. Esta línea dictada desde el Partido Comunista Español y que seguía las directivas de la Comintern, buscaba el apoyo de las democracias occidentales burguesas, ocultando la revolución social que había desencadenado la Guerra Civil en suelo español.34 De allí el interés por denunciar tanto la intervención de los países extranjeros liderados por gobiernos autoritarios (Alemania e Italia) en favor de los rebeldes, como la inacción de las democracias frente al ataque perpetrado sobre el legítimo gobierno español constituido por medio de elecciones populares.
La solidaridad republicana desde las sociedades porriñesas en Buenos Aires
En Argentina, una de las primeras iniciativas de recaudación oficial destinada a socorrer a la Segunda República fue la organizada por la esposa del embajador español en Buenos Aires, la señora Teresa Diez Canedo, cuyo monto recaudado fue dirigido hacia la Cruz Roja española. Sin embargo, rápidamente se fueron organizando comités y agrupaciones de solidaridad por doquier, los cuales comenzaron a funcionar de manera autónoma al principio, y más tarde se fueron agrupando bajo la conformación de organismos centralizadores.35 Este movimiento de solidaridad fue heterogéneo y no logró separar de las pugnas ideológicas que afloraron en el interior de los distintos comités de recaudación.36 Por ello, no existió un acuerdo unánime respecto a la manera más efectiva de encauzar la ayuda que provenía de los distintos sectores sociales y políticos movilizados, aunque lograron conformarse organismos de alcance nacional que funcionaron como coordinadores de la ayuda durante la contienda.37
Al conocerse las noticias del inicio de la Guerra Civil en España, la SFPyD se apresuró a manifestar su inquebrantable apoyo al legítimo gobierno español. Por medio de un telegrama de adhesión, enviado pocos días después del inicio del levantamiento, tanto al presidente español Manuel Azaña, como al embajador de España en Buenos Aires, Enrique Diez Canedo, la entidad demostró su intención de posicionarse rápidamente en favor del gobierno republicano.38 Inmediatamente después del estallido de la contienda, los miembros de la entidad se mostraron activos entusiastas en el envío de ayuda, pero fue un movimiento de solidaridad que se encauzó por diferentes vías. En un primer momento, la SFPyD colaboró con la suma de mil cincuenta pesos, moneda nacional, a la colecta iniciada por la esposa del embajador en Buenos Aires, Teresa Diez Canedo, para la Cruz Roja española.39 Luego, se remitió un total de cinco mil pesos moneda nacional, a la Confederación Nacional del Trabajo con la intención de socorrer a los trabajadores españoles que padecían las consecuencias de la guerra.40
En tan sólo cinco meses la institución había colaborado con una cantidad realmente importante, si tenemos en cuenta la modestia de sus recursos. Los aportes de solidaridad hacia la Segunda República española a finales de 1936 ascendían a seis mil cincuenta pesos, moneda nacional. Al inicio del ejercicio económico del mismo año, la entidad había declarado un capital social de 19 147.63 pesos, moneda nacional, por lo que puede comprobarse que se redujo en 31 por ciento el total de su capital disponible en su afán por socorrer al gobierno republicano. Desprendimientos de este tipo continuaron en los años siguientes dentro de esta pequeña institución, pero hacia 1937 se canalizaron siguiendo las directivas de funcionamiento de uno de los grandes organismos centralizadores de la ayuda que comenzaron a formarse en la ciudad. La SFPyD se adhirió al mecanismo de colaboración dirigido y coordinado por la sección “Amigos de la República Española” del Centro Republicano Español. Esta entidad contaba con el aval de la Embajada de España en Buenos Aires para el envío de los donativos.41
La metodología de colaboración constaba de la suscripción de Bonos de racionamiento que equivalían a la alimentación diaria de un combatiente. Cada suscriptor se comprometía a colaborar con un determinado número de raciones por mes y ese monto era enviado al Centro Republicano, por medio de la Comisión de ayuda formada dentro de cada sociedad adherida al sistema. Al mismo tiempo que se invitaba a los socios a suscribirse y colaborar por ese medio con la España “leal”, la propia SFPyD colaboraba suscribiéndose al equivalente en bonos de 150 raciones mensuales, cuarenta y seis cincuenta pesos, moneda nacional.42
Los dirigentes de la institución estaban interesados en la publicación de las cifras y montos de los donativos recolectados, pues ello contribuía a enaltecer su patriotismo,43 no sólo entre los miembros de la sociedad, sino también frente a la falta de decisión y entusiasmo republicano de algunas sociedades españolas radicadas en Buenos Aires. Hacia finales de 1937, la SFPyD declaraba en su Memoria y Balance de ejercicio anual, haber colaborado con un total de 1 554.25 pesos, en concepto de raciones para ser destinadas a los combatientes de la Segunda República. Siguiendo dichos balances, es posible advertir que el número de racionistas ascendió de 200, durante el primer trimestre de 1937, a más de dos mil a mediados de ese mismo año, para luego decaer a 890 durante el primer trimestre de 1938, lo que significaba también una notable caída en el monto de dinero recaudado.
Este marcado descenso en el número de bonos adquiridos por los socios puede relacionarse con el desarrollo de un evento clave en la vida institucional: la SFPyD había aprobado en diciembre de 1937 su fusión con otras dos entidades porriñesas de Buenos Aires: la UAPU del Distrito de Porriño e Hijos de San Salvador de Budiño. Esta unificación se efectuaba con el ánimo de obtener mejores resultados en las acciones de colaboración hacia la Segunda República. Si bien este proceso de unión se venía gestando desde 1934, se concretó hasta junio de 1938 frente a la urgencia por coordinar y magnificar la ayuda a la patria de origen.
Por su parte, la UAPU del Distrito de Porriño también reveló su clara tendencia de adhesión republicana y llevó a cabo contribuciones para la España “leal” en los años previos a la unificación.44 Sin embargo, sus aportes se hicieron por medio de otro organismo centralizador de recaudación pro-republicana fundado en octubre de 1936: la Agrupación Gallega de ayuda al Frente Popular Español (AGAFPE), coordinado por la Federación de Sociedades Gallegas, comité también conocido como Central Gallega.45 De este modo, tanto la SFPyD como la UAPU del Distrito de Porriño demostraron su propósito de apoyar al gobierno republicano desde los inicios de la Guerra Civil, aunque fue la primera de las instituciones mencionadas la que colaboró en mayor medida con el socorro material a la Segunda República.46
Una vez producida la unión de las entidades en junio de 1938 y conformada la SRMP se acordó también la uniformidad en el mecanismo de colaboración hacia España. Para ello se conformó el Comité de Ayuda a la República española, mismo que comenzó a actuar dando a conocer los cambios introducidos en el mecanismo de colaboración (sistema de raciones), utilizado previamente por la SFPyD. Estas transformaciones obedecían a la necesidad de adecuar el método de contribución al sistema establecido por la Central Gallega.47 Veamos ahora cómo se articuló este nuevo sistema de colaboración en el contexto del funcionamiento de la nueva entidad cuyo capital social inicial ascendía a 27 324.47 pesos, según el aporte de las tres entidades fusionadas.48
La SRMP continuó colaborando con la Segunda República luego de la fusión, por un lado, mediante la recaudación conseguida con la suscripción de bonos de racionamiento, sistema que -como ya indiqué- utilizaba la SFPyD antes de la unificación. La institución entregaba, además de las 150 raciones (equivalente a 45 pesos) que ella misma adquiría mensualmente, lo que recolectaba de los socios, quienes abonaban la ayuda por medio de este sistema.49 Por otro, se entregaban a la Central Gallega las ganancias obtenidas en los festivales organizados por la institución en conjunto con otras entidades galaicas (las sociedades de Riobarba, Centro Renovación del Distrito de Puenteareas, Residentes de Budíño y Salvatierra de Miño). Tal como lo venía haciendo la extinta Sociedad uapu del Distrito de Porriño antes de la fusión, este aporte iba destinado en particular a colaborar con los niños huérfanos españoles.50 Pero además de estos mecanismos ordinarios de colaboración, la SRMP respondió positivamente al pedido de intensificación de la ayuda solicitada por el presidente de las Cortes Españolas, Diego Martínez Barrio, con motivo de la denominada Campaña de invierno de 1938.51
Un buen número de instituciones de la comunidad gallega republicana se preocupaban por publicar con regularidad sus balances de cuentas en el semanario Galicia, con el propósito de dar a conocer, a los socios y al público en general, el importe de las donaciones que se efectuaban y el destino de las mismas. El Comité de ayuda a la República de la SRMP incluyó en su Balance General de 1938, los aportes de las tres sociedades antes de la fusión y después de ella (Cuadro 1).
Sociedad | Periodo*** | Monto en pesos (m/n) |
---|---|---|
SFPyD | julio 1936-junio 1938 | 7 870.30 |
UAPU Distrito de Porriño y S.S. de Budiño | julio 1936-junio 1938 | 2 174.10 |
SRMP | julio 1938-diciembre 1938 | 2 224.10 |
Total | julio 1936-diciembre 1938 | 12 268.50 |
Fuente: Elaboración propia a partir de: “Comité de ayuda a la República Española de la Sociedad Residentes del Municipio de Porriño. Balance General hasta 31 de diciembre de 1938”, en Galicia, 7 de enero de 1939, p. 2.
A partir de la información del mencionado balance, se puede comprobar que, de las tres sociedades que se fusionaron en junio de 1938, la SFPyD fue la entidad porriñesa que contribuyó en mayor medida con el socorro material a la Segunda República, con 65 por ciento (7 870.30 pesos) del total de los aportes efectuados hasta diciembre de 1938; mientras que la UAPU del Distrito de Porriño y la Sociedad Hijos de San Salvador de Budiño, incluyendo la entidad fusionada SRMP, colaboraron sólo con 35 por ciento restante (4 371.20 pesos) hasta esa fecha.
Luego de la unificación a mediados de 1938 y hasta el final de la contienda en abril de 1939, la ayuda económica dirigida a la Segunda República desde la SRMP sumó un total de: 1 476 pesos en concepto de raciones; 806.40 pesos provenientes de la organización de festivales, y mil pesos como aporte extraordinario por la Campaña de invierno.52 Si consideramos dichos montos en relación con el capital social con el que contaba la entidad al momento de su constitución, puede concluirse que la ayuda material destinada a la Segunda República por parte de la recién creada sociedad sólo significó 12 por ciento de ese capital inicial, un monto muy inferior al que había sido entregado por la SFPyD (31 por ciento) durante 1936.53 En otras palabras, uno de los objetivos principales por los que se había realizado la unificación de las entidades porriñesas en 1938 (mejorar la contribución material destinada al gobierno republicano) no se había conseguido. Esta caída progresiva de las recaudaciones podría estar vinculada a dos cuestiones: por un lado, a las noticias desalentadoras que llegaban desde el frente de batalla republicano,54 y, por el otro, al traslado de esa solidaridad del campo de combate a la retaguardia, es decir, hacia los miles de refugiados y exiliados republicanos que cruzaban las fronteras españolas buscando la supervivencia.
Pero el menor aporte económico que finalmente la institución fusionada consiguió ofrecerle a la Segunda República no significó un retraimiento en el apoyo ideológico y político a la causa.55 Como lo analicé antes, en el plano discursivo los dirigentes no escatimaron energías para defender los ideales democráticos que proclamaba la República y rechazaron con firmeza la acción de los sublevados. Sin embargo, una vez finalizada la Guerra Civil los esfuerzos colectivos desarrollados debieron reorientarse hacia otro fin de mayor urgencia: socorrer a los refugiados que se hacinaban en campos de concentración en Francia y que solicitaban la intercesión de las sociedades españolas para poder viajar a América.
El socorro a los refugiados y exiliados del Municipio de O Porriño
Como ha podido apreciarse, durante el transcurso de la Guerra Civil en España, las sociedades porriñesas sufrieron una importante transformación institucional debido a su fusión. Si bien esta unificación se concretó con el propósito de mejorar las recaudaciones materiales orientadas a colaborar con el gobierno republicano, dicho objetivo no se logró con plenitud. Sin embargo, hacia mediados de 1938 -momento en el que se llevó a cabo la unificación-, la campaña de solidaridad venía acompañada de un entusiasmo menos promisorio que aquel de 1936, y comenzaba a combinar la ayuda al frente de guerra con el socorro a los refugiados que pedían el auxilio de las instituciones españolas para ingresar a Argentina, frente al avance del ejército faccioso en la península.56
La SRMP colaboró, especialmente desde diciembre de 1938, con la señora Carmen Santaolalla, maestra normal, viuda del encargado de correos del Municipio de O Porriño, Joaquín Alonso Granados, quien fue fusilado por las tropas franquistas en Porriño el 16 de agosto de 1936.57 Esta mujer oriunda del Municipio de Tuy se encontraba refugiada en París junto a sus dos hijos menores y desde allí solicitaba ayuda y colaboración a las entidades radicadas en Argentina. Por lo que se sabe, envió correspondencia tanto a la SRMP como a la Sociedad Residentes del Municipio de Tuy.58 Esta última institución se mostró indiferente al pedido y fue objeto de numerosos cuestionamientos por parte de los porriñeses, quienes invitaban a los turenses a “definirse en la cuestión española y establecer un comité de ayuda a España”.59 Sin embargo, no se obtuvieron respuestas y se acogió con agrado a un buen número de socios que decidieron abandonar tal institución por su falta de definición política.60 La solidaridad desplegada en favor de Carmen Santaolalla consistió, desde el primer momento, en el envío de dinero a su refugio en Francia. A principios de 1939, los porriñeses hicieron eco de su pedido de colaboración para llevar a cabo los trámites con los que pudiera ingresar a Argentina, aunque le notificaron acerca de las dificultades con las que podría encontrarse una vez que llegara al Río de la Plata.61
La señora Santaolalla hizo su viaje hacia América en compañía de sus dos pequeños hijos a bordo del vapor Massilia. La llegada de esta embarcación a Argentina es paradigmática en la historia del exilio republicano del país por dos razones: por un lado, porque gracias a ella ingresaron 147 exiliados, el mayor contingente de republicanos en 1939; y, por otro, porque representa una excepción en el tratamiento que hizo el gobierno nacional respecto a los pedidos de ingreso de refugiados.62 Sin embargo, la viuda no logró ingresar al país y continuó su travesía hacia Chile, desde donde mantuvo comunicación con las instituciones gallegas de ayuda a los republicanos en Buenos Aires.63 Finalmente, recibió los recursos económicos que le permitieron ingresar a Argentina por parte de la SRMP.64
Una vez instalada en la ciudad, agradeció públicamente la ayuda proporcionada por la asociación y “honró con su presencia el libro de asistencia” a la Asamblea General ordinaria celebrada el 19 de febrero de 1940.65 La precaria situación económica en la que se encontraba la llevó a desarrollar actividades laborales de diversa índole, y, para todas ellas, contó con el apoyo solidario de la institución que la acogió como socia honoraria desde su llegada al país:
Comunicamos a nuestros socios que la señora Carmen Santaolalla [… ] se halla dedicada a la venta al contado y a crédito de artículos generales, principalmente alhajas, por cuenta de una firma de plaza. Con tal motivo rogamos a nuestros consocios que por cualquier compra a crédito o al contado que deseen efectuar se dirijan a dicha convecina en su domicilio [… ] o a nuestra Secretaría con lo cual prestaran una eficaz ayuda a la misma, que desea con dichas actividades subvenir las necesidades de su vida y la de sus hijos.66
Estos anuncios reiterados y los contactos que le proveyó la entidad le permitieron conseguir un empleo como administradora en una de las propiedades de un coterráneo, lo que se anunció con gran beneplácito por parte de los dirigentes societales.67 Sin embargo, además de este caso emblemático de acción solidaria para la pequeña entidad porriñesa en Buenos Aires, la institución no cesó en su ayuda a la causa republicana una vez finalizada la contienda en abril de 1939. Al contrario, los aportes de raciones continuaron, pero ahora con el objetivo de socorrer a los cientos de refugiados y exiliados en campos de concentración.68 La reorientación de los recursos también siguió las directivas propuestas por la Federación de Sociedades Gallegas, entidad que mantuvo una postura de firme conducción en ese sentido; así lo expresaba el Secretario General de la Federación, Gerardo M. Díaz:
A los racionistas: [… ] los últimos acontecimientos militares, hicieron que algunos camaradas sensibles dieran por terminada misión de ayudistas [… ] A esos ciudadanos va dirigida esta Circular [… ] los cientos de miles de republicanos que huyeron de las hordas fascistas se hallan diseminados por tierras extrañas, esperando la ayuda de hombres de bien [… ] llamamos a la acción, a seguir cooperando, pues la lucha no ha terminado.69
Este llamado a la continuidad en la colaboración nos sugiere que la situación de descenso en las contribuciones de los racionistas era generalizada y no se reducía exclusivamente a la sociedad objeto de análisis. De hecho, el impulso inicial de socorro a los exiliados fue descendiendo de manera gradual entre los miembros de la sociedad porriñesa, hasta llegar al punto de cuestionar la “pertinencia de seguir recaudando raciones” en septiembre de 1939, frente a las exiguas cifras recolectadas por medio del bono de racionamiento. Por ello, se resolvió mantener en suspenso las contribuciones efectuadas por ese medio, hasta que se acordara en la Asamblea el destino de tales recaudaciones.70 Finalmente, se resolvió que el Comité de Ayuda a la República dejara de funcionar en enero de 1940, para lo cual los dirigentes se comprometieron a presentar a la Central Gallega un informe detallado con la liquidación final de las cuentas.
Sin embargo, la suspensión de este mecanismo de recaudación no significó el abandono de la colaboración hacia los refugiados españoles por parte de la sociedad porriñesa. La ayuda destinada a socorrer a las víctimas de la guerra se mantuvo gracias a la donación de los resultados obtenidos en los festivales organizados durante 1940 por la institución en conjunto con las asociaciones que conformaban la Comisión mixta de fiestas (Sociedades de: Salvatierra, Centro Renovación del Distrito de Puenteareas y Riobarba).
Los envíos de donaciones hacia Europa se hacían cada vez más difíciles y tanto los socios como los dirigentes societales eran conscientes de ello. Por esta razón, en noviembre de 1940 se convocó a una asamblea extraordinaria con el objetivo de coordinar acciones concretas de colaboración hacia el municipio de O Porriño:
La mayoría consideró que si bien está en el ánimo de todos los asociados y de la J. A. especialmente, socorrer a las víctimas de la revuelta por el gobierno de fuerza y persecución que impera en nuestra patria, no existe la seguridad de que nuestros envíos llegaran a las personas que deseamos ayudar, que posiblemente esa ayuda redundara [sic] en perjuicio de ellas mismas al ponerlas en evidencia ante sus opresores.71
Asimismo, la situación política española y el inicio de la Segunda Guerra Mundial condicionaban los envíos monetarios y materiales que podían hacerse desde Buenos Aires a los republicanos. Además de ello, comenzaban a vislumbrarse en el horizonte nuevos objetivos comunes, que involucraban a la comunidad residente en la ciudad y las necesidades cotidianas de los inmigrantes. Desde mediados de 1940, parte del dinero recaudado en los festivales organizados por la Comisión Mixta de Fiestas se destinó a la construcción del edificio y el sanatorio del Centro Gallego72 y la compra del edificio de la Federación de Sociedades Gallegas. 73 Paulatinamente, estos nuevos objetivos comunes fueron convirtiéndose en los referentes de los esfuerzos colectivos por parte de las instituciones microterritoriales gallegas durante toda la década de 1940.
Conclusiones
Este artículo permite una aproximación a las prácticas de solidaridad y apoyo ideológico desplegadas hacia la Segunda República por parte de instituciones gallegas de carácter microterritorial existentes en la ciudad de Buenos Aires. Estas asociaciones se manifestaron tempranamente en favor del gobierno republicano y comenzaron una campaña de colaboración de manera autónoma al principio, pero que más tarde confluyó en la unificación de las entidades en junio de 1938, con el objetivo de coordinar de manera más efectiva la ayuda a la España republicana. Si bien dicha fusión se negociaba desde 1934, la urgencia por magnificar el auxilio a la tierra de origen se convirtió en uno de los principales propulsores.
Una vez iniciado el conflicto con las fuerzas sublevadas en España, en 1936, el discurso de la publicación oficial de la entidad se tornó antifascista. Mediante las páginas de la publicación oficial de la institución se apoyó ideológicamente a la Segunda República a partir de una doble denuncia: por un lado, se condenó la intervención armada de Alemania y de Italia en favor de los rebeldes, así como también el apoyo que recibían los facciosos desde la Iglesia católica, y, por el otro, se cuestionó la falta de acción de las democracias occidentales frente al conflicto bélico español, aunque nada se dijo acerca de la actitud de “prescindencia” ante el conflicto español que declaró el país de residencia (Argentina). Asimismo, y siguiendo la estrategia del Frente Popular que había triunfado en las elecciones de febrero de 1936, se proclamó la defensa de la democracia y de la libertad sobre cualquier otro objetivo de carácter revolucionario. La postura liberal-centrista que deseaba mantener la publicación fue representada por medio de la reproducción de los discursos del embajador español Ángel Osorio y Gallardo.
Respecto a la contribución material a la España republicana, se comprobó que la SFPyD fue la institución porriñesa que llevó a cabo el mayor aporte monetario, sobre todo si tenemos en cuenta el modesto capital social con el que contaba la institución entre 1936 y 1937. Luego de la fusión, se uniformaron los mecanismos de recaudación y se adhirió al sistema de racionistas, organizado por la Central Gallega, dependiente de la Federación de Sociedades Gallegas. Dicho aporte consistió en la recaudación monetaria por medio de este sistema y la donación de los resultados económicos obtenidos en los festivales organizados en auxilio de los niños huérfanos españoles. A su vez, la sociedad unificada colaboró especialmente con una refugiada y sus dos pequeños hijos, desde su refugio en Francia hasta su llegada a América, a bordo del vapor Massilia. Una vez instalada en la ciudad de Buenos Aires, recibió el apoyo monetario para su estadía y la red de contactos que le proveyó la institución le permitió conseguir un empleo con el cual sobrellevar el exilio.
Sin embargo, desde el final de la contienda (abril 1939) se observó el decaimiento gradual de las recaudaciones orientadas a socorrer a los refugiados españoles; asimismo, la imposibilidad de enviar dinero o víveres a España, llevó a cuestionar el mantenimiento de dichas prácticas de auxilio. Si bien esto no significó un retroceso en el apoyo ideológico a la República, se asistió a una redirección de los recursos materiales hacia objetivos comunes de otra índole, los cuales se desplegarían a lo largo de la década de 1940, tales como: la construcción del edificio del Sanatorio del Centro Gallego o la compra del edificio social para la Federación que reunía a numerosas entidades gallegas microterritoriales en la ciudad de Buenos Aires.