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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.17 no.33 México ene./jun. 2015

 

Reseñas

Carlos Fuentes / Arnaldo Orfila: cartas cruzadas, 1965-1979, presentación Jaime Labastida, prólogo y notas de Ignacio Padilla, México, Siglo XXI, 2013, 190 p., La creación literaria.

Jovany Hurtado García* 

*Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. hgjovan@hotmail.com

Carlos Fuentes / Arnaldo Orfila: cartas cruzadas, 1965-1979. Labastida, Jaime. Padilla, Ignacio. México: Siglo XXI, 2013. 190p. La creación literaria,


Carlos Fuentes / Arnaldo Orfila: cartas cruzadas es, sin duda alguna, un libro que nos pone al día sobre los sucesos de México y el mundo -1965-1979- mediante la correspondencia que tienen entre sí estos dos personajes fundamentales para la vida política y cultural de nuestro país.

Para lograr exponer la variedad de temas tratados en las cartas, esta reseña se divide en tres partes: la primera trata sobre la fundación de la editorial Siglo XXI -un reto gigantesco para quienes se involucraron en ese proyecto-; en la segunda se narra la relación, pocas veces explorada, entre el editor y el escritor, para lo cual se toma como ejemplo la publicación de Zona sagrada, y, en la última, se explora el tema político, es decir, la manera en la que nuestros escritores vieron los sucesos de 1968.

Cabe resaltar que, tal como ocurrió en la primera edición de Zona sagrada -en la cual se cometió el error de omitir la dedicatoria de Fuentes a Octavio Paz y a Marie José-, en esta correspondencia trabajada por Ignacio Padilla, hay un lamentable error en su presentación “Cercanías, al mencionar que “Carlos Fuentes murió el 28 de mayo de 2011” (p. 15) cuando la fecha de tan lamentable suceso en realidad fue el 15 de mayo de 2012. Esperemos que en la segunda edición al igual que en Zona sagrada se corrija este desacierto.

La travesía de la editorial Siglo XXI

La correspondencia mantenida entre dos personajes cruciales en la vida cultural y política de la segunda mitad del siglo XX nos permite vivir dos realidades contrastantes en un mismo momento histórico: nos encontramos frente a un Arnaldo Orfila que ve a México desde México y a un Carlos Fuentes que lo observa desde una perspectiva europea. Estos dos puntos de vista nos permiten ver de una manera muy diferente a un México censurado, cuya única ruta de escape son los intelectuales que tejen relaciones en otros países y, a su vez, vierten nuevas ideas mediante sus libros, los cuales llegan a una clase media creciente, sector que asume en esos años su papel histórico para iniciar el largo y tortuoso, pero también sangriento y no pocas veces heroico, camino de la democratización de nuestro país.

Por ello no es de extrañar que dicha correspondencia inicie con la indignación de Fuentes ante la separación de Orfila de la Dirección del Fondo de Cultura Económica, después de haber estado 17 años al frente de la editorial. En la carta del 16 de noviembre de 1965, desde Roma, Fuentes le escribe:

Quiero hacerle llegar, de inmediato, mi sentimiento de solidaridad y de indignación: solidaridad con usted como persona, como amigo, como intelectual; solidaridad con la obra que usted ha realizado en nombre de todos nosotros, de cada uno de nosotros como escritores y de nuestra comunidad hispanoamericana […] indignación por el procedimiento típicamente fascista que se usó para destituirlo. (p. 20)

Con esta fuerza inicia un intercambio epistolar constante hasta 1968, el cual después se vuelve esporádico y no permite tener indicios respecto a la postura de ambos frente al gobierno de Luis Echeverría.

Como recordatorio histórico, hay que mencionar la causa por la cual Orfila fue destituido de su cargo en el FCE. No fue cuestión de calidad en su trabajo o porque no tuviera la capacidad para seguir al frente de la editorial más importante de nuestro país y también de América Latina. El problema de Orfila fue publicar libros que iban en contra de los ideales de progreso y desarrollo difundidos por el gobierno en los medios de comunicación a su servicio, acerca de los logros de la industrialización que estaba generando dicho progreso. Esta máscara pronto empezó a carcomerse y a caerse en pedazos, pues los beneficios sólo eran percibidos por una parte de la sociedad, el resto vivía en condiciones ínfimas, y todos los días llegaban a la ciudad decenas de campesinos con la esperanza de que el desarrollo también los beneficiara. Frente a este gran telón de farsas, apareció el libro Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, el cual causó gran enojo en el gobierno, quien interpuso una demanda al autor por medio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; sin embargo, la Procuraduría no encontró causas para que procediera la denuncia; ante tales sucesos, diversos intelectuales mostraron su apoyo al autor, entre éstos se encontraban: Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Rosario Castellanos, Emmanuel Carballo, Víctor Flores Olea, Juan Rulfo y Jaime García Terrés. Pese al apoyo, el libro fue censurado, pues el gobierno no podía aceptar que la sociedad supiera que en la Ciudad de México -el oasis del desarrollo y del progreso- había pobreza, y, mucho menos que se diera a conocer que las condiciones para los campesinos provenientes de los estados con la idea de mejorar su vida eran deplorables. El libro fue prohibido en el Fondo cuando ya se trabajaba en la tercera edición, con un tiraje de diez mil ejemplares, y, junto con esta decisión, se destituyó a Arnaldo Orfila. Basta decir que los derechos de la obra fueron cedidos a la editorial Joaquín Mortiz.

Después de los hechos mencionados y de la carta citada inició la construcción de la editorial Siglo XXI, la cual, de acuerdo con la correspondencia entre Fuentes y Orfilia, se constituyó gracias al esfuerzo titánico de los escritores y socios que participaron en esa aventura, entre ellos Fuentes, quien, de nueva cuenta, fue una pieza clave por su conocimiento de la literatura en el ámbito internacional. Por ello, Orfila, en la carta del 9 de diciembre de 1965, comenta a Fuentes: “desde ahora le otorgo el cargo honorífico de representante de Siglo XXI ante autores y escritores europeos que pueda usted encontrar” (p. 29). Gracias a esta relación, intelectuales de la envergadura de Michel Foucault publicaron en español algunas de sus obras, Las palabras y las cosas fue una de las primeras. Es importante mencionar que en esta misma carta Orfila le dice a Fuentes:

Lamentablemente, en una reunión de amigos que estamos llevando adelante la organización de Siglo XXI, pensamos que para seguir una estrategia y una táctica adecuadas, debemos no insistir en el comentario y el ataque por lo ocurrido. Por ello también se dejaron de publicar algunas notas excelentes de Víctor, de Carballo y de algunos otros, decisión que ellos aceptaron comprendiendo el motivo de la autocensura que nos estamos aplicando. Me da mucha pena que también eso tenga que ocurrir con el artículo suyo. (p. 28)

Dichas líneas dejan al descubierto los momentos de censura que se vivían en el país, pero también la visión de Orfila, quien sabía que Siglo XXI sólo prosperaría en tanto supiera mantener la línea con respecto al gobierno, es decir, callando cosas que le molestaran a éste y que provocaran la censura de la nueva editorial, negándole el registro o prohibiendo que se le vendiera papel para sus futuras publicaciones. Éstas eran dos herramientas del gobierno para evitar la creación de una editorial que de antemano le sería incomoda.

Es significativo ver cómo Siglo XXI fue el resultado de un esfuerzo que se dio con la solidaridad de sus socios y promotores; en la carta antes citada, Orfila comenta: “Escríbame cuando pueda a la dirección provisional que le agrego. Ya sabe que hemos rentado (con pago de renta en acciones), la casa de Elenita, pero no estaremos allí seguramente hasta fines de enero” (p. 30). La casa era la de Elena Poniatowska, primer sitio donde se estableció la editorial, pero, también, el lugar donde se cocinó un proyecto tan ambicioso, en el cual estaban inmiscuidas las principales plumas de México, América Latina y Europa.

Orfila estaba consiente de que la construcción de Siglo XXI sólo podría hacerse con el apoyo de escritores de gran calidad literaria y renombre, por ello, el 21 de abril de 1966, escribió:

También confío mucho en que Cortázar, Vargas Llosa y Miguel Ángel Asturias me cumplan su promesa de hacerme llegar trabajos originales suyos, para Siglo XXI. Con Cortázar estoy muy tranquilo ahora, pues ayer he tenido una simpática carta en la que me ratifica su promesa de enviarme su trabajo, que creo será magnífico, antes de fin de año; lo mismo que Miguel Ángel. Pero de quien no tengo tanta seguridad es de Vargas Llosa, porque no concretó la fecha en que podría cumplir su promesa. (p. 45)1

La relación escritor-editor

Las cartas nos dejan ver un terreno pocas veces explorado o del cual poco se sabe: la relación del escritor con su editor. Esta relación es sumamente compleja, pues en torno a una obra se conjugan varias ideas, pero también complicaciones económicas; aunado a esto encontramos la relación que para estos tiempos se empieza a tener con los agentes literarios, los cuales comienzan a colocar la obra de los escritores latinoamericanos en los mercados europeos y estadounidense (proceso al cual se le conoce como el boom latinoamericano). Carlos Fuentes fue pieza fundamental para que las puertas se abrieran y se diera a conocer la nueva narrativa de América Latina.

Para ejemplificar esta relación tomemos el proceso que se vivió con Zona sagrada, obra mencionada por Fuentes en la carta del 6 de abril de 1966:

Me interesa mucho conocer sus fechas de edición probables, para calcular lo de mi novela. Estoy en el último mes de trabajo de redacción, me llevaré uno más de revisión, de manera que podrá usted tenerla a mediados de junio. La novela se llama Zona sagrada y no rebasa las doscientas cuartillas. Estoy muy satisfecho de su calidad (p. 40).

Orfila le contesta el 27 de mayo:

Como también deseo precisar las fechas en que aparecerá cada grupo de obras, le ruego mucho quiera hacer sus cálculos muy ajustados y decirme, si le es posible, para cuándo cree que podríamos tener en nuestras manos ese original suyo que mucho nos interesa para lanzarlo entre los primeros títulos de nuestra Editorial. (p. 47)

Ambas cartas son lo que podríamos llamar la génesis entre el editor y el escritor. Sin embargo, los tiempos en la creación literaria son difíciles de cumplir, ya que hay imprevistos que retrasan o adelantan la aparición de determinada obra, tensando la relación editor-escritor. Esto se ve en la carta del 2 de junio:

En entrevista de Arts hablo de Zona sagrada: tal es el título de la novela que destino a Siglo XXI. Está totalmente terminada. 175 cuartillas, en esta máquina y a doble espacio. Mis tres ejemplares, por el momento, están en manos, respectivamente, de Cortázar, Luis Buñuel y María Félix. El problema más peliagudo: la novela parte de la relación de una actriz de cine y su hijo. María es bastante identificable y no quiero publicar sin su consentimiento, para evitar cualquier lío futuro. (p. 48)

A dicha carta responde Orfila, el 27 de junio: “me interesa mucho confirmarle la necesidad de que el original de su zona sagrada lo tengamos aquí muy exactamente al promediar julio y si fuera posible antes del 15 del mes para poder lanzarlo entre los primeros volúmenes en la primera decena de septiembre” (p. 52). En la carta del 27 de junio se encuentra la que, sin duda alguna, es una de las peores respuestas para un editor: “Mme. Félix, según parece, se puso en basilisco con mi novela. Quiere hablar conmigo cuando regrese a París (el 15 de julio), de manera que nuestro proyecto se atrasa. Lo lamento, pero no puedo faltar a palabra empeñada con María. Si es necesario, volveré a escribir la novela” (p. 58).

La publicación de Zona sagrada inicia una larga travesía a partir del 15 de julio, fecha en la que Orfila esperaba tener la obra de Fuentes. El editor comenta: “Me dio una mala noticia usted al decirme que no recibiría por estos días el original de su Zona Sagrada, pues había tenido la esperanza de contar con ella para las primeras ediciones” (p. 60).

En la carta del 24 de octubre de 1966, Fuentes escribe: “Mi buena noticia (no todo ha de ser sombrío) es que María Félix ha liberado completamente Zona sagrada para la publicación. Ahora, mi único problema es poder sentarme a corregir la parte final, que aún no me satisface” (pp. 72-73). En enero la publicación se ve cada vez más cerca, al informar Carlos Fuentes desde París: “Por correo separado le estoy enviando, registrado, el manuscrito de Zona sagrada. Un par de semanas en los Alpes italianos me permitieron releer y revisar” (p. 79).

Después de la génesis y de las peripecias para lograr alcanzar el sueño de cualquier escrito -ser transformado en libro para llegar a más lectores-, inicia la etapa de cristalización. El 10 de febrero de 1967, Orfila menciona: “Habrá recibido mi cable en el que le daba la grata noticia de que su Zona sagrada estaba en nuestras manos y tres horas después en la imprenta; ya la tenemos toda compuesta y han comenzado hoy la formación de páginas” (p. 82). No obstante, el proceso de cristalización no se puede dar como cerrado si no viene acompañado de la otra parte de la relación escritor-editor, así, Orfila escribe en la misma carta: “con mucho gusto le he acreditado $10.000.-como adelanto de regalías por su novela y de esa forma ese valor lo tiene invertido en nuestra prestigiosa sociedad y con lo que espero poder enviarle cuantiosos dividendos tan pronto éstos lleguen a producirse” (p. 82). La relación económica es la parte que no se ve en esta etapa; sin embargo, es una pieza crucial para escritores como Fuentes, quienes hacen de la escritura un oficio al cual le dedican gran parte de su tiempo, por lo que, para poder seguir empleándose en ello, necesitan obtener resultados económicos.

La parte de la cristalización concluye cuando sale a la luz el nuevo hijo del escritor y sobrino del editor: “Aquí van los primeros ejemplares de su magnífica Zona sagrada. Ayer sábado se pusieron a la venta como cerca de 2000 ejemplares de salida” (p. 91), escribe Orfila el 12 de marzo de 1967.

Pero el nacimiento del nuevo hijo no siempre resulta como es esperado y necesita de correcciones; Fuentes le hace saber a Orfila, desde París, en carta fechada el 14 de abril:

Debo confesarle, sin embargo, que el gozo se me fue al pozo cuando advertí que la dedicatoria de la novela -a Marie José y Octavio Paz- no había sido incluida. Se imaginará usted mi decepción y desconcierto ante este hecho, sobre todo porque lo había anunciado desde tiempo atrás a Octavio, y sé que su desencanto y el de Marie José serán idénticos al que yo siento. Le ruego encarecidamente que la dedicatoria sea incluida en la segunda edición y, si quisiera usted hacerlo -y yo se lo agradecería profundamente- le hiciera saber a Octavio esta advertencia. (pp. 93-95)

Este error concluye con la carta de Orfila del 21 de abril: “Imaginará cómo me ha preocupado la falla en que incurrimos al eliminar la dedicatoria […] por suerte llegó a tiempo su advertencia para incluir la dedicatoria en su segunda edición […] le escribo unas líneas a Octavio cargando con la responsabilidad de esa omisión y espero que quede usted satisfecho” (p. 99). Esta trayectoria de la publicación de Zona sagrada nos permite tener acceso a la parte que no se ve: la relación editor-escritor.

México desde dos ángulos

Aunque en la mayoría de las cartas predomina la relación literaria, así como intercambios respecto a lo que se publica en ambos continentes, hay momentos de gran lucidez política, en los cuales se escriben cosas, no con la visión de hombres de cultura, sino de personas conocedoras de los ámbitos público y gubernamental. Por ejemplo, en mayo de 1968, Fuentes comenta en su carta: “Imaginemos lo que sería en nuestros países una revolución de los estudiantes y los investigadores científicos que se niegan a ingresar a instituciones o centros de trabajo dirigidos a la explotación obrera o a la perpetuación del capitalismo!” (p. 121). Es una frase tan categórica que en las semanas siguientes inicia un fuerte movimiento estudiantil en México, el cual termina con la matanza de Tlatelolco; lejos de pensar que se trata de una casualidad, esta frase es producto del conocimiento del estado en el que se encontraban la política y la sociedad de México en esos días. Sin duda es importante destacar la visión global que tiene Carlos Fuentes. No es un pensador enfrascado en lo local, sino que abrió su abanico de análisis a los acontecimientos del orden mundial sin perder la perspectiva del país.

El año 1968 es una incógnita respecto al número de muertos que hubo a lo largo del movimiento -el cual no se limita al 2 de octubre-; Orfila lo sabe y lo deja claro en su carta de agosto de 1968: “la prensa, como siempre en nuestros países ‘la gran mentirosa’, oculta los hechos y no habla de los 70 muertos y cientos de heridos que se asegura, por todas partes y en todos los sectores, existen” (p. 137).

La correspondencia por parte de Carlos Fuentes queda trunca desde el 18 de julio hasta el 30 de octubre, cuando la retoma:

Había desistido de escribirle por temor a que las cartas sean censuradas; pienso mucho en su situación y en los peligros que, en virtud de ella, pueda usted correr. Temo mucho que la situación de México degenere y acabe por corromper o silenciar todas las formas de la expresión cultural. (p. 148)

Es lamentable que en dicho periodo no haya existido fluidez en la correspondencia, porque sin duda alguna queda borrada una visión profunda como la de Carlos Fuentes sobre los lamentables acontecimientos que tenían lugar en México. En esta misma carta menciona: “La masacre de Tlatelolco es, estrictamente, la obra de un gobierno inhumano, dictatorial y fascista. Que eso haya ocurrido porque el gobierno tiene miedo a que las fuerzas vivas le revoquen su mandato, sólo comprueba que, para mantenerlo, Díaz Ordaz está dispuesto a comportarse como un gorila” (p. 148).

Para incitar a la lectura de estas cartas, basta decir que después de los terribles sucesos del 2 de octubre se da la polémica por la renuncia de Octavio Paz como embajador. Esta situación cobra relevancia cuando se publica una carta de su hija, Helena Paz Garro, en contra de la postura de su padre y de los intelectuales de izquierda. Ante tal situación, Fuentes y Orfila brindan completamente su apoyo a la decisión de Paz de renunciar y oponerse a los hechos atroces del gobierno.

Estas dos visiones nos permiten ver a México y al mundo de la segunda mitad del siglo XX, pero también entender nuestro presente. Para concluir, termino con una frase no sólo del escritor o analista político sino del amigo. En su carta del 18 de febrero de 1966, desde Roma, Fuentes le dice a Orfila: “a la distancia, se separa el trigo de la paja y uno se va quedando con el cariño y la admiración por muy pocas gentes; para mí, tu amistad es uno de los pilares más sólidos de la vida, el trabajo, la literatura” (p. 135).

1Cabe destacar que Vargas Llosa nunca envió su trabajo para que fuera publicado.

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