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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.16 no.32 México jul./dic. 2014

 

Reseñas

 

Laura Herrera Serna (comp.), Antología de la Independencia de México, formada de los Almanaques, Años nuevos, Calendarios y Guías de Forasteros, 1822-1910.

 

Ana Lourdes Vega y Jiménez de la Cuesta*

 

México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2012

 

* Departamento de Sociología-Universidad Autónoma Metropolitana. vjal@xanum.uam.mx

 

Las publicaciones periódicas de las que da cuenta el presente trabajo son de diferente índole. Tienen diversas presentaciones y finalidades. Es importante realizar un análisis de ellas porque ofrecen información que resulta relevante para conocer las preocupaciones y necesidades sociales de la época que vivió México después de la guerra contra los españoles, quienes nos gobernaban a partir de la conquista en 1521.

Esta antología, nos permite conocer una muestra de diferentes tipos de publicaciones de ese periodo en las que encontramos las preocupaciones de los grupos sociales, los papeles que los diversos personajes desempeñaban y las expectativas sociales que se tenían de ellos, así como las creencias de la población en general.

Estas publicaciones periódicas, anuales, están resguardadas en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia y en la Biblioteca Manuel Orozco y Berra de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia; así como en el Fondo Reservado de la Colección Lafragua de la Biblioteca Nacional de México. Para la elaboración del libro se revisaron 1 300 publicaciones, las cuales fueron fichadas e incluidas en el catálogo analítico y sistematizado: Catálogo de calendarios, que sobre ellos elaboró la autora, con el fin de apoyar la labor de investigación de los estudiosos de la cultura popular en México en el siglo xix. Este catálogo es importante, pues permite conocer qué materiales existen y en dónde se encuentran —algunas publicaciones pueden ser consideradas como folletos o pequeños libros de uso cotidiano—, por lo tanto es de suma utilidad para los investigadores y personas interesadas, ya que no resulta fácil acceder a ellos, pues están en fondos reservados.

Estas publicaciones tenían una periodicidad anual. Entre ellas se encuentran los Almanaques, que contaban con bellas imágenes o cromos; los Años nuevos, un presente amistoso, que era preparado por encargo de algunos comerciantes o gobernantes para obsequiar a clientes distinguidos al inicio del año; los Calendarios, que tenían diversos pensamientos, versos, relatos cortos que difundían ideas importantes para determinados grupos sociales; y las Guías de Forasteros, que proporcionaban información de utilidad para los viajeros, además de difundir algunas costumbres sociales de los diversos sitios de interés para el foráneo.

Respecto a los calendarios nos dice:

El calendario remite a la presentación de los meses del año con el ciclo lunar, a fin de orientar especialmente a los campesinos para conocer las temporadas de siembra y de cosecha. Posteriormente, adquirió un sentido más amplio, ya que se incluyeron noticias y artículos de otra naturaleza, principalmente de carácter religioso, como tiempos de ayuno, indulgencias circulares, fiestas tradicionales y el santoral. (p. 18)

En los calendarios y almanaques se trata una gran variedad de temas como: efemérides, biografías, poesías, narraciones históricas y románticas, diálogo, drama, discurso, sermón, editorial y reportaje, crónica y noticia. Es decir, los temas eran muy diversos y nos permiten dar cuenta de la ideología de una época, en donde se buscaba reforzar ciertos valores, ideas, creencias y costumbres, con el objetivo de divulgar los nuevos aspectos históricos de la nación que estaba creando sus referentes comunes, es decir sociales.

El almanaque se define como un calendario, sin embargo, hacia finales del siglo xix sus características eran diferentes a las del calendario tradicional. Son cinco los almanaques de los que se ocupa esta obra, ya que sólo ahí se trata el tema de la Independencia. Uno de ellos es El Almanaque de Efemérides del Estado de Puebla de 1910, otro es la Revista Comercial, Número Almanaque de la Tampico News Co., que publicó un impreso conmemorativo del centenario de la Independencia para 1910. Uno más fue el Almanaque Histórico Artístico y Monumental de la República Mexicana, 1883-1984. Otro es el Almanaque Mexicano de Arte y Letras 1895 y uno más el Almanaque Mexicano de Arte y Letras 1896. Los dos últimos títulos son de Manuel Caballero.

La guía de forasteros tiene una estrecha relación con los calendarios. "Sus antecedentes más remotos se encuentran en España en la Guía del peregrino, que sirvió a los creyentes que realizaban grandes travesías a Santiago de Compostela" (p. 20).

Había también calendarios dedicados a las señoritas mexicanas. Éstos fueron publicaciones de lujo y sobresalen porque dan cuenta de la producción de los literatos de la época.

El Año Nuevo fue una publicación que inauguró el sello de Mariano Galván Rivera en 1937.

Allí aparecieron las mejores composiciones poéticas de la Academia de Letrán, de vida efímera (1936-1938 o 1939), su finalidad fue "mexicanizar la literatura", siendo su editor uno de sus miembros, Ignacio Rodríguez Galván, quien lo pensó, tal como reza su título, El Año Nuevo. Presente Amistoso, como un regalo de gran calidad al comienzo del año, a imitación de los que se publicaban en Francia. (p. 24)

La autora nos dice respecto a estas publicaciones:

[...] más del sesenta por ciento de los artículos e ilustraciones fueron publicados entre 1822 y 1868, cuando a pesar del triunfo de la República todavía existían partidarios de la monarquía en México, los cuales se lamentaban de la abdicación y del fusilamiento de Iturbide, a quien identificaban como el verdadero libertador de la patria y cuya desaparición, consideraban, había traído aparejada las desgracias que después sobrevinieron a la joven nación. (p. 26)

Por esta razón, Agustín de Iturbide es uno de los personajes principales en los diferentes relatos. En segundo sitio se encuentra Miguel Hidalgo, lo cual no debe causar sorpresa, ya que era parte del imaginario social de la época. Sin embargo, los materiales referentes a la Independencia aparecen en los calendarios hasta 1882, cuando se comienza a planear todo lo relacionado con los festejos del Centenario que se llevarían a cabo en 1910. En ese periodo, ya se hizo mayor énfasis en los jefes insurgentes, como Hidalgo, Allende y Morelos, y el papel protagónico de Iturbide se dejó en un segundo plano.

A finales del siglo xix inicia una lenta desaparición de estos impresos, debido a la modernización de la maquinaria para las publicaciones, al descenso de los costos de las editoriales y a la variada oferta de impresos; los cuales se impusieron como tarea reconstruir el imaginario social, destacando no sólo a los héroes insurgentes, sino también a los que lucharon en contra del enemigo en las intervenciones francesa y estadounidense. Pero los héroes de la Reforma tuvieron un sitio particular, entre los que destacó Benito Juárez.

A lo largo del libro, la autora nos dice:

[...] se observa la intención de construir un calendario cívico que destacara las fechas memorables de la gesta emancipadora y, a través de la difusión de las biografías de sus protagonistas, de los hechos varios en que participaron y de su sacrificio; así como la edificación de un panteón de héroes y la alusión de los antihéroes para fortalecer los valores nacionales, asociados con conceptos como libertad, patria, heroísmo mexicano, unión e independencia, cuya materialización se hallaba en el proyecto —inconcluso por cierto en aquella centuria— de erigir el monumento a la Independencia en la plaza de la Constitución. Asimismo, la representación reiterada de sitios de México como el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, vistas de paisajes como los volcanes y de paseos de la capital, como Chapultepec y la Viga, y la imagen y composiciones de la Virgen de Guadalupe, reflejan la necesidad de que los lectores identificaran aquellos iconos como propios, como emblemáticos de la "mexicanidad", para fomentar con ello su sentido de pertenencia. (p. 14)

Dentro de los calendarios que sobreviven se encuentra el Calendario de Galván, el cual guarda algunos rasgos tradicionales de los escritos de la época.

Este calendario se convirtió en literatura popular por excelencia durante el siglo xix y principios del xx por su antigüedad y lo "curioso"; con ello fue ganando fama y se fue difundiendo su mensaje. A pesar de que estaba destinado al público general, buena parte de la población no era capaz de leerlo, ya que la instrucción en la lectura y la escritura era reducida. No obstante, algunos habitantes se reunían en grupos y encargaban a alguien que realizara la lectura en voz alta.

Otros sectores que también lo leían eran el clero y distinguidos intelectuales, quienes deseaban conocerlo para dar su opinión y, en su caso, ejercer alguna censura.

El Calendario de Galván era considerado un instrumento de uso cotidiano, pues, informaba sobre los cambios de estaciones, dato importante para la población que se ocupaba de la siembra de los campos. Además, contenía otro tipo de información práctica para la población, como: recetas de medicamentos, rezos, letanías, historias de héroes nacionales, leyendas y tradiciones populares.

Otros calendarios fueron publicaciones de lujo, considerados una mercancía especial y con una edición muy cuidada. Algunos de ellos sobresalen porque dan cuenta de los literatos notables de la época, pues a varios de ellos se les solicitaba que escribieran para una determinada fecha.

Aun cuando la finalidad de los editores del siglo XIX era la obtención de una ganancia, algunos de ellos tenían un interés didáctico. Es decir, deseaban educar a la población que recién salía de un régimen colonial para que iniciara una educación cívica que la informara de sus nuevos derechos y obligaciones y así obtener una ciudadanía real. La autora dice:

Al principio, el concepto "pueblo" se entendía como aquel conglomerado unido por la geografía pero ignorante de lo que significaba ser parte de la entidad nacional, por ello había que educarlo y los editores se asumieron como "tutores". De tal modo que la libertad de imprenta, apenas lograda, era un vehículo ideal para tal objetivo y fue así como varios de ellos se dieron a la tarea de publicar diferentes editoriales: desde libros clásicos, seguidos por una amplia y variada gama de títulos, hasta aquellos libros considerados populares. (p. 15)

Al interior de este extenso material que se nos ofrece se puede apreciar la ideología predominante en esa época, así como la importancia que se le concedía al clero y a sus juicios. Por ejemplo, este material me conduce a pensar en la costumbre de leer la Hoja Parroquial semanal que la Curia enviaba a las iglesias a mediados de las décadas de 1950 y 1960. En ellas, se señalaban —entre otras cosas—, los espectáculos o las lecturas recomendados para toda la familia y los que a su juicio estaban vetados por ir en contra de la moral y las buenas costumbres. Todo esto es reflejo de una época en la cual una institución como la Iglesia tenía una fuerte influencia en la sociedad en general.

Todos estos materiales, que están contemplados en la elaboración del presente texto, fueron cuidadosamente fichados, clasificados y sistematizados. Observando cada uno de los detalles referentes al editor, lugar de la imprenta, población, tiraje, precio (cuando es posible conocerlo), nombre de la imprenta, fecha del impreso y todos los datos que requiere su clasificación, considero que es un trabajo de larga data, que ha requerido una gran dedicación. Por ello, su lectura se recomienda ampliamente, ya que permite conocer una parte de la historia del pensamiento de la sociedad decimonónica en México.

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