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Signos históricos

versão impressa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.14 no.28 México Jul./Dez. 2012

 

Reseñas

 

Ángela Moyano Pahissa, Los belgas de Carlota. La expedición belga al Imperio de Maximiliano

 

Ana Margarita Ramírez Sánchez

 

México, Pearson Educación, 2011, 80 p.

 

Alumna del posgrado en Historia Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa anramsa86@gmail.com

 

Una obra que contribuye al conocimiento serio de un periodo histórico tan controversial como es el Segundo Imperio, siempre es un motivo de regocijo. Pero lo es más aun, cuando se realiza una investigación sobre otros enfoques particulares del mismo.

La doctora Ángela Moyano, historiadora mexicana, especialista en los temas de historia de la frontera Norte, relaciones México-Estados Unidos e invasiones extranjeras en el siglo XIX, elaboró un concienzudo estudio centrado en los numerosos diarios, memorias y documentos escritos en francés, tanto de oficiales como de soldados belgas que vinieron a México durante el Segundo Imperio; mismos que se encuentran resguardados dentro del Archivo y en la Biblioteca del Museo Real de la Armada Belga. La expedición se creó a instancias del rey Leopoldo I de Bélgica, padre de la célebre Carlota, consorte de Maximiliano de Habsburgo, emperador de México (18641867). Con el objetivo de "formar un cuerpo de granaderos y de artilleros que acompañaran a su hija" (p. 7) que se suponía, junto con las fuerzas austriacas, "reemplazarían a la brigada francesa, que resguardaba la residencia imperial en el castillo de Chapultepec y los fuertes en Molino del Rey y Tacubaya" (pp. 30-31).

A pesar de la existencia de varios libros que rescatan la experiencia individual sobre los extranjeros que fueron parte del episodio del imperio de Maximiliano, entre los que destacan: Yo, el francés. La Intervención en primera persona: biografías y crónicas de Jean Meyer;1 México en 1863. Testimonios germanos sobre la Intervención Francesa, de Jesús Monjarás Ruiz;2 o, Con Maximiliano en México de Brigitte Hamann;3 abundar en la inmensa riqueza de los hechos históricos y la información que los testimonios personales arrojan sobre las diferentes perspectivas siempre es sugerente e interesante.

Además, la estancia y participación bélica de este grupo en diferentes ciudades y lugares de batallas en México, en palabras de la autora "justifican su presencia en la historiografía mexicana de la época" (p. 13).

En esta obra de fácil y amena lectura, la profesora Moyano nos presenta, a través de seis apartados y un anexo de documentos, un relato fluido sobre las peripecias, situaciones y emociones que el grupo expedicionario tuvo, desde la convocatoria que se realizó en la prensa belga en 1864 para la conformación del grupo de cerca de 1600 elementos, hasta los diversos sucesos sociales —y desde luego militares— que ocurrieron a lo largo de su estadía en suelo mexicano, que duró un poco más de dos años y que culminó con el retorno de las tropas a Europa en enero de 1867.

Basándose principalmente en los testimonios de tres expedicionarios belgas, por considerarlos los más representativos y ricos en cuanto a descripciones e información; la autora nos revela diferentes sujetos y personalidades: el capitán Loiseau es "el observador más culto y más agudo, además de ser quien tiene mayor cantidad de datos geográficos"; el teniente Émile Walton "representa al belga optimista e interesado"; mientras que Eugéne Dosogne "personifica a sus conciudadanos, críticos hasta el pesimismo" (p. 19).

En el primer apartado de esta obra, titulado "Antecedentes", se describe el contexto nacional e internacional en el cual tuvo origen La Convención de Londres, que dio pie a la intervención de Inglaterra, España y Francia en las aduanas mexicanas para cobrar los pagos de la deuda exterior que el presidente Benito Juárez había decidido suspender a causa de la mala economía nacional, ocasionada por la Guerra de Reforma. Sin embargo, lo anterior sirvió para que Napoleón III —motivado en gran parte por intereses económicos— pudiera intervenir en el país intentando frenar, además, al pujante expansionismo estadounidense.

También, se explica el proceso político llevado a cabo por el grupo monárquico de mexicanos, los cuales "estaban dispuestos a luchar por llevar a cabo su plan de restablecer el Imperio Mexicano" (pp.1-6), pues estaban convencidos de que si la Nueva España había progresado bajo el sistema monárquico, también tras la Independencia resultaría favorable.

Otro punto importante dentro de este apartado, es sobre el proceso de selección del candidato a la Corona de México; la aceptación de la misma por parte de Maximiliano y su viaje rumbo al imperio prometido.

Entrando en materia, Moyano relata el origen del grupo expedicionario belga, a instancias —como se mencionó— del Rey Leopoldo I; algunos datos interesantes sobre los requisitos que debían cumplir estos voluntarios, su origen socioeconómico, los intereses particulares que motivaron su deseo por viajar a América, las promesas monetarias y de reconocimiento que se les ofrecieron para participar en la expedición, y finalmente bajo qué circunstancias llegaron a territorio nacional.

El segundo capítulo denominado "De Veracruz a la capital, el México que vieron los belgas de Carlota", versa sobre la travesía que hicieron desde la costa oriente hasta la Ciudad de México. Resaltan aquí las descripciones etnográficas, los paisajes, las costumbres y tradiciones que los viajeros fueron descubriendo a lo largo de la ruta.

La tercera parte del texto: "Los belgas en la ciudad de México", incluye desde el arribo de las fuerzas belgas a la capital, las actividades cotidianas que éstas realizaron durante su estadía, sus apreciaciones sobre la ciudad y la población hasta la aparición de los primeros signos de inconformidad y peticiones de repatriación, surgidas al descubrir una realidad diferente a lo que habían imaginado: el bajo sueldo, la comida monótona, la falta de actividad y las extrañas enfermedades. Así, en este apartado, la autora resalta cómo es que creció el interés y la inquietud de los belgas por pasar a la acción, el deseo de dejar de ser simples protectores de su princesa y convertirse en militares combatientes, con el anhelo de resaltar en el campo de batalla, hacer méritos y recibir los correspondientes reconocimientos. Demostrando de este modo que su principal móvil para embarcarse a la aventura imperial estuvo, en su gran mayoría, dirigido hacia el beneficio personal.

En el cuarto apartado, denominado "Los belgas hacia el Poniente", se relata la actividad beligerante del también llamado "Regimiento de la Emperatriz o la Legión Belga Mexicana", el cual solicitó a Maximiliano ser incorporado a la fuerza contra republicana, petición que fue respondida positivamente. Así, bajo las órdenes de un general suplente de Bazaine, que había marchado a Oaxaca, los belgas entraron a la guerra contra el gobierno Juarista.

La marcha se dirigió hacia el Poniente, en donde los republicanos estaban refugiados. En su plan por dirigir a sus enemigos hacia el territorio conocido como tierra caliente, donde suponían nadie podría sobrevivir, los belgas actuaron en esta primera fase de la expedición en Michoacán, con suma violencia.

La experiencia michoacana es muy rica y de gran valor histórico, principalmente porque fue en ese territorio donde surgió la primera oportunidad de combatir contra las fuerzas republicanas. Fue ahí donde los belgas conocieron el triunfo y la derrota, el desazón y la euforia; y donde se demostró que pese al efímero triunfo en la batalla de La Loma; los batallones belgas no contaban con la educación y la planeación militar adecuadas, como resultado de su precipitada creación y del escaso número de sujetos especializados con los que contaban.

Pese a los altibajos en el campo de batalla, las fuerzas belgas habrían continuado un tiempo más en el Poniente de México, de no haberse negado por cuestiones de prejuicios raciales. Fue así que se les asignó la tarea de dirigirse hacia el Noreste. El quinto capítulo, titulado "Los Belgas hacia el Noreste" versa sobre la travesía y su estancia en este espacio geográfico. Siguiendo la misma ruta utilizada por los estadounidenses durante el conflicto armado con nuestro país dos décadas antes, recorrieron un largo y penoso camino hasta llegar a la ciudad de Monterrey en marzo de 1866. Una vez establecidos, tuvo lugar una serie de confrontaciones con los republicanos; de las cuales dos no quedan del todo claras, en cuanto a si se efectuaron y de ser así, de qué forma se desarrollaron, aunque las fuerzas y la prensa belgas las catalogaron como "victorias".

Hacia finales de julio de 1866, Francia optó por abandonar la causa imperial y, por lo tanto, retirar sus fuerzas armadas de México, en gran parte, por la presión ejercida por Estados Unidos, que había concluido su Guerra de Secesión. Fue entonces que iniciaron los rumores acerca de la posible abdicación de Maximiliano y de la real y pronta repatriación de los oficiales belgas, los cuales, junto con otras tantas noticias inciertas, originaron la deserción de algunos y la rebelión de la gran mayoría. Simultáneamente, recibieron la orden de regresar a la capital junto con el resto de las tropas imperiales.

La pronta recuperación de lugares —cercanos a la Ciudad de México anteriormente bajo resguardo francés— por parte de los republicanos, significó para la expedición belga, un último descalabro pues se encontraba abandonada a su suerte, desmoralizada y reducida en número por las ausencias de los oficiales repatriados, así como también por sus enfermos y heridos.

El "rescate", por decirlo de algún modo, llegó en diciembre de 1866, a través de un decreto proclamado por el emperador, en el cual se disolvía tanto al regimiento belga como al austriaco; quedando así todos "los oficiales, suboficiales y soldados en libertad para repatriarse o de pasar al servicio del ejército nacional"(p. 67).

La última parte de la investigación, titulada "La retirada belga" se ocupa a partir de este momento, hasta el 20 de enero de 1867, día en el cual el Regimiento de la Emperatriz se embarcó en Veracruz rumbo a Bélgica.

Me gustaría destacar la gran aportación de esta obra, a la historiografía no sólo de México, sino también a su contraparte belga. Pues se ocupó de dar voz a la experiencia de un grupo de extranjeros, provenientes de una nación neutral, recién formada, que se aventuraron a viajar rumbo a un territorio inhóspito y desconocido, completamente ajeno a su cultura y costumbres, bajo un supuesto objetivo común: salvaguardar la integridad de la hija de su rey; sin embargo, más bien fueron motivados por diversas razones de índole personal: como la obtención de honor, fortuna y prestigio. Situaciones que simultáneamente expresan las necesidades y los deseos de un pueblo.

Debemos reconocerle a la autora su intento por dar voz al testimonio y sentir de aquellos que no fueron protagonistas, pues su ausencia habría significado un cambio radical en el devenir de la historia; así como el esfuerzo por traducir relatos personales, poniéndolos al alcance de un grupo mayor de lectores curiosos e interesados por la experiencia extrajera durante el Segundo Imperio.

Finalmente, hay que celebrar el acceso al conocimiento del público hispano hablante, de la importancia que tuvo al interior de la vida privada de estos soldados la expedición en México, pues

[...] para ellos fue una experiencia inolvidable, quizá por ser la primera vez que salían a combatir al exterior. Sus diarios así lo atestiguan, para la historiografía de la época son invaluables los datos socioeconómicos que registraron. Por el cariño que, año con año, testimoniaron a México, se autonombraron "belgas mexicanos" y celebraron su estancia hasta 1932, fecha de la muerte del último de los combatientes. (pp. 68-69)

 

NOTAS

1 Jean Meyer, Yo, el francés. La Intervención en primera persona: biografías y crónicas, México, Tusquets Editores, 2003.         [ Links ]

2 Jesús Monjarás Ruiz, México en 1836. Tetimoniosgermanos sobre la Intervención Francesa, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1988.         [ Links ]

3 Brigitte Hamann, Con Maximiliano en México. Del diario del príncipe Carl Khevenhiller, 1864-1867, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.         [ Links ]

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