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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.14 no.28 México jul./dic. 2012

 

Reseñas

 

Martha Ortega Soto y María Estela Báez-Villaseñor (coords.), Independencias, procesos de consolidación nacional y revoluciones

 

Georgina López González*

 

México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2010, 271 p.

 

Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa glg2@xanum.uam.mx

 

Esta obra reúne diez artículos de especialistas en historia de México y en historia mundial, cuyas primeras versiones fueron presentadas como ponencias en el XI Seminario Maestro Jan Patula Dobek (mayo de 2008). La temática del seminario —y por tanto del presente libro— se inserta dentro de los festejos de los 200 años del inicio de la Independencia y los 100 años del comienzo de la Revolución, pero con una visión analítica más amplia: la del contexto mundial que, en mayor o menor medida, influyó en el desarrollo y resultado de dichos movimientos político-sociales, así como las repercusiones que éstos tuvieron en el ámbito mundial.

El texto está dividido en dos partes, cada una integrada por cinco artículos. La primera, titulada "Independencia y Revolución en México", analiza temas históricos hasta ahora descuidados por la historiografía tradicional, lo cual resulta una importante aportación al conocimiento histórico. Inicia con el artículo de Martha Ortega, "La Independencia en la periferia del imperio español: el caso de Alta California", en el cual se desarrolla un tema por demás interesante: las consecuencias que tuvo para la población de esta zona (sobre todo en el ámbito del comercio de manufacturas), una de las regiones más lejanas y menos pobladas del otrora imperio español, así como una de las menos analizadas desde el punto de vista histórico.

La autora explica cómo vivieron los habitantes de Alta California la crisis que se desató después de la interrupción de la comunicación marítima entre la metrópoli y el virreinato de Nueva España, como consecuencia de la crisis de 1808. Asimismo, analiza cuáles fueron los intereses regionales que motivaron la aceptación de la independencia y el hecho de formar parte de una nueva entidad político-territorial tras la consumación de la misma, pero conservando, al mismo tiempo, su autonomía local. Todo ello con el fin de conocer, mediante un ejemplo, cómo se consolidó el proceso de construcción de los Estados-nación en las regiones fronterizas, durante los primeros años posteriores a la Independencia.

Por su parte, Blanca García Gutiérrez analiza el tema de las relaciones culturales hispano-mexicanas en el periodo que abarca de 1821 a 1850, en el entendido de que la independencia de las posesiones españolas en América fue también una revolución cultural mediante la cual se transitó del Antiguo Régimen a la primera modernidad liberal. Una transición que significó plantear la conformación de un Estado nacional basado en instituciones políticas liberales, el cual fue el principal problema que tuvieron que enfrentar las dos facciones políticas dominantes de la primera mitad del siglo XIX: la liberal y la conservadora. García Gutiérrez también hace referencia a la problemática política y económica que desató en esa época la aplicación de las leyes de expulsión de españoles del territorio nacional, así como la forma en que fue afectado el ámbito cultural nacional —sobre todo las instituciones literarias y artísticas— al ser expulsados muchos españoles que habían contribuido a su establecimiento, organización y funcionamiento.

Teniendo como eje temporal el periodo 1815-1848, Alfredo de la Lama analiza el vínculo de las revoluciones europeas de esos años con las primeras décadas de existencia del Estado mexicano, y enfatiza la influencia que tuvieron en el movimiento independentista de 1810, la ilustración europea, la invasión napoleónica a España (y la consecuente respuesta de la población española) y la independencia de Estados Unidos.

De la Lama destaca la lucha entre los movimientos político-sociales revolucionarios europeos y las fuerzas monárquicas durante la época de la Restauración, así como el internacionalismo revolucionario que llegó al continente americano, las insurrecciones nacionalistas que proliferaron en Europa y los inicios del movimiento obrero en ese mismo continente. Todos ellos, factores que contribuyeron de manera importante para definir el rumbo político del naciente Estado mexicano.

María Eugenia Ponce Alcocer examina "Las elecciones federales durante el Porfiriato", específicamente los mecanismos que se utilizaron en las elecciones que llevaron a la presidencia a Manuel González y a Porfirio Díaz, así como los conflictos políticos que se suscitaron entre los diversos grupos de poder de la época. Asimismo, expone las reglas vigentes de competencia electoral como una forma de legitimar al gobierno federal, no obstante las diversas anomalías que convertían a los comicios en una ficción democrática. Todas estas características ponen de manifiesto no sólo la estructura del sistema electoral porfiriano, sino también la fuerza política de las diversas élites regionales del país para movilizar clientelas electorales, las cuales les permitieran formar las alianzas necesarias para apoyar y llevar al triunfo electoral a sus candidatos.

En el quinto artículo de esta primera sección, Eynar Rivera Valencia analiza "La arquitectura histórica de la Ciudad de México en honor al primer centenario de la Independencia" durante el Porfiriato. Un tema que ha sido poco trabajado en este periodo histórico, pero cuya importancia radica en descubrir las razones por las cuales se eligieron ciertos monumentos memorables, y si este hecho ocultaba un interés más allá de lo cultural, es decir, de tipo político. Uno de los principales objetivos de estas obras artísticas era resaltar el grado de cultura y civilización alcanzado por México desde la Independencia, lo cual era un elemento importante del México moderno que tanto exaltaba Porfirio Díaz.

Rivera Valencia destaca que no se trataba de una tendencia mexicana, sino de un movimiento cultural presente en gran parte del mundo capitalista influido por el positivismo, conocido como estatuomanía, el cual pretendía que el pueblo conociera los hechos principales de la historia patria mediante el acercamiento a los monumentos erigidos para ese fin. Este recurso arquitectónico fue aprovechado por el gobierno porfirista para reescribir la historia patria de acuerdo con los intereses específicos del régimen liberal.

La segunda sección de la obra, "Revolución y consolidación del Estado en el mundo", inicia con el trabajo de María Estela Báez-Villaseñor: "De la rebelión puritana a la Revolución gloriosa. Continuidad y cambio de la institución monárquica en Inglaterra, 1645-1691", donde analiza dos procesos de la historia de Inglaterra del siglo xvii, los cuales contribuyeron a sentar las bases institucionales que le permitieron convertirse en la potencia que fue en los siglos posteriores. En primer término, la rebelión puritana inició como un problema entre las dos más importantes fuerzas políticas de la época: el rey y las dos cámaras, pero pronto se complicó con debates religiosos, dando como resultado que Inglaterra —con todos sus dominios territoriales— se convirtiera en un Commonwealth —con Oliverio Cromwell a la cabeza del nuevo gobierno— y que la monarquía cesara en sus funciones de gobierno.

La llamada Revolución gloriosa —a diferencia de la rebelión puritana— no tuvo tintes tan marcadamente religiosos; el descontento tenía su origen en las tendencias absolutistas de Jacobo II, lo que dio como resultado la caída de este monarca con el apoyo de Guillermo de Orange quien, junto con su esposa María, se convirtió en comonarca de Inglaterra, subordinado al Parlamento, con lo cual fue erradicado el absolutismo. Al final de esta revolución, la monarquía quedó como una institución importante en Inglaterra, pero con la función de reinar y no de gobernar.

En su artículo "Independencia y federalismo en Estados Unidos. Aportaciones y debates en torno a la constitución", María Elena Pompa Dávalos nos remite a la época colonial para analizar las características específicas del federalismo que se adoptó en Estados Unidos desde su independencia, misma que considera una revolución política y no social. Se destacan las peculiaridades que presentan los documentos fundadores, en un primer momento, de la Confederación (1781-1789), y posteriormente de la República Federal (1789 a la fecha), con el fin de comprender algunos rasgos de la cultura política de ese país.

Por su parte, Federico Lazarín Miranda estudia el tema de "La Revolución atlántica y la Revolución francesa", con el fin de realizar una interpretación de la historia mundial que plantee la existencia de una revolución que abarcó una macroregión (la cuenca del océano Atlántico, incluyendo países europeos y toda la costa Este del continente americano), la cual tuvo una larga duración —casi dos siglos—: inició con la revolución inglesa del siglo xvii y culminó con la independencia de Brasil en 1880. En este contexto espacio-temporal, la Revolución francesa se considera parte de este proceso social, político y cultural de larga duración.

Dentro de la llamada Revolución atlántica se incluyen revueltas, movimientos secesionistas y autonomistas, así como revoluciones de independencia contra la monarquía absoluta. Todos estos fenómenos sociales y políticos se desarrollaron entre 1648 y 1880. Posteriormente, y como consecuencia de los mismos, desapareció el Antiguo Régimen para ser sustituido por los Estados-naciones (en la mayoría de los casos), ya sea como repúblicas, monarquías parlamentarias, etcétera.

Además de estos importantes cambios políticos, durante el periodo en estudio hubo modificaciones significativas en el sistema económico mundial, al transitar desde diversas formas de economía tradicional hasta el capitalismo. Asimismo, como resultado de las transformaciones anteriores se modificaron los ámbitos laboral, familiar, religioso y cultural.

Lazarín Miranda considera que la Revolución francesa se inserta dentro de este proceso de larga duración como un movimiento revolucionario de gran influencia político-ideológica a nivel mundial; sin embargo, no debe dejar de tomarse en cuenta que también fue resultado de otros movimientos similares que le antecedieron, por ejemplo, el de Inglaterra.

En el artículo "La liberación de Francia, 1940-1945. ¿Liberación o independencia?", Fernando Núñez Villaseñor analiza —desde un enfoque histórico— lo que considera el mal uso que la resistencia francesa, surgida durante la Segunda Guerra Mundial, dio al término independencia para referirse a su lucha encaminada a expulsar a los nazis de territorio francés. Para ello, lleva a cabo un análisis comparativo entre el mencionado movimiento francés de liberación y el que surgió en Argelia entre 1954 y 1962 para independizarse, precisamente, del yugo de los colonizadores franceses.

En el primer caso, Núñez Villaseñor afirma que debe utilizarse el término liberación, porque en realidad Francia no había sido una colonia de Alemania, sino que luchó por liberarse de una ocupación militar; y en el caso de Argelia, lo adecuado es utilizar el de independencia, ya que, en efecto, la lucha de este pueblo fue por emanciparse de Francia, y este último país tuvo que reconocer la soberanía de Argelia meses después de su promulgación.

Finalmente, en su artículo "Rusia: cambios en los paradigmas de desarrollo histórico e identidad en la era postsoviética", Ana Teresa Gutiérrez del Cid destaca los debates actuales en torno a la definición de una nueva identidad y una nueva estrategia de política exterior, dentro de los cambios que comenzó a vivir la sociedad rusa después de la desintegración de la Unión Soviética. Respecto a los cambios en la política exterior —específicamente en el ámbito económico— las esperanzas fueron más allá de lo realista, al suponer que la inversión extranjera llegaría en forma masiva una vez que iniciara la restauración capitalista. Estos elementos, aunados a una encarnizada lucha política entre el gobierno y el parlamento rusos, provocaron inestabilidad política y económica. En consecuencia, la población rusa cuestionó la viabilidad de las reformas establecidas por el nuevo gobierno que encabezaba el presidente Yeltsin.

En lo que se refiere a la identidad nacional, Gutiérrez del Cid afirma que Rusia no logró afianzarla debido a la pérdida del resto de las repúblicas, lo cual provocó en la población un sentimiento de pérdida, casi irracional, además de que dejó de ser la potencia mundial que había sido durante varias décadas la Unión Soviética para convertirse en un país sumido en la crisis económica y política, así como en la corrupción de sus principales dirigentes.

En suma, estos diez artículos nos permiten tener una visión más amplia en lo geográfico, y de más larga duración en lo temporal, respecto a los procesos históricos independentistas y revolucionarios de nuestro país, pero también de otras latitudes del mundo, así como las interacciones entre unos y otros, los flujos y adaptaciones de ideas, modelos políticos, manifestaciones culturales, e incluso de personas, que contribuyen a entender el proceso de formación de los modernos Estados-nación y los cambios socioculturales que los hombres y mujeres han tenido que experimentar a lo largo de estos procesos.

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