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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.13 no.26 México jul./dic. 2011

 

Reseñas

 

Silvia M. Arrom, Para contener al pueblo: el Hospicio de Pobres de la Ciudad de México, 1774-1871, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2011.

 

Liliana López León*

 

Universidad Autónoma de Baja California * liliana.lopez.leon@gmail.com

 

En mis manos tengo un libro: la versión en español de Containing The Poor: Mexico City House Poor, 1774-1871. Tuve la oportunidad de leer la obra antes de que saliera a la luz. Me da la sensación de que es un libro que he leído varias veces y al mismo tiempo que está recién salido del horno. A Silvia Arrom le confieso que no leí la versión original de su obra, pero que he de admirar que hizo una delicada y exhaustiva historia del Hospicio de Pobres. El periodo que abarca no se ajusta a la periodización oficial, pues va desde la época colonial al siglo XIX. Es decir, entre el virreinato y la segunda administración de Benito Juárez.

Inicia una historia del confinamiento moderno, se penaliza la limosna, comienza el encierro. De un caso particular veo que las instituciones de beneficencia no están exentas de los altibajos de la economía. Arrom maneja la historia del Hospicio de Pobres y de la beneficencia pública a partir de registros, cartas, contabilidad y censos. La autora interpreta todos los intereses que no sólo tenían que ver con los buenos samaritanos.

La escritura es fluida; tiene unidad y coherencia. Sigue cronológicamente los hechos pero no por eso se trata de una historia lineal. Son nueve capítulos con vida individual. Sumado a esto, el libro está ilustrado y sostenido con fotografías de la época y estadísticas que consultó. Arrom no sólo se dio a la tarea de encontrar fuentes valiosas, sino que sacó el mayor provecho de éstas. Desde bibliografía de otros autores que manejaron el mismo tema, hasta la correspondencia, la contabilidad del hospicio, demandas y otros trámites en general.

El hospicio no era el lugar más amable para los pobres. Su historia, es la historia de la limosna: dar lo que sobra, que el pobre no se vea mal, pero de ninguna manera compartir con él. El objetivo principal de la caridad se desdibuja para demostrar quién era más humano, mejor persona y mejor cristiano. La Iglesia, el Estado, los empresarios y todo aquel que tuviera cierta cantidad de recursos, mostraba su rostro caritativo en este tipo de instituciones. Arrom no generaliza este hecho, pues señala que la caridad por la caridad también existía.

Los gobernantes también vieron el Hospicio de Pobres como un crisol en un laboratorio; un experimento cruel con buenas intenciones. Fue tratado como un fuerte que no se derrumbaría en ninguna guerra. No era posible, sin embargo, separar esta institución de la economía, de la lucha de intereses y conveniencias que afectaban al país: ninguna institución se salva de esto. De manera incidental, pero no accidental, el libro critica la administración de Juárez, y la creación —desde entonces— de la lotería para la beneficencia.

Silvia Arrom menciona el trabajo de Maximiliano y Carlota: la pareja importó la idea de que las consortes de un hombre en el poder fueran la cara amable del gobierno. Así, desde entonces, se extiende la tradición de feminizar la caridad. Y esta feminización hace que el hospicio pase de ser un gran padre a ser también una tierna madre. Pero no sólo se convierte en eso. Es escuela y área de trabajo. En su historia alberga también su faceta como Escuela Patriótica. El objetivo de convertir sus pabellones en aulas era llevar a sus integrantes a formar parte de la sociedad productiva.

Por eso ha de parecerme un libro leído anteriormente: sus personajes son conocidos. Incluso los niños e indigentes que describe Silvia Arrom parecen haber salido de la narrativa de Luis Buñuel, donde el hambre, las ropas desgastadas, la desnutrición y la falta de educación formal aparecen caracterizadas. Y es que, sin tratarse precisamente de una obra literaria, la narrativa tiene un ritmo fijo y claro.

El hospicio es una contradicción altruista. Las categorías para clasificar a la gente siguen tan vigentes como entonces, y, aun con la mejor de las intenciones, segregan al mundo. Las clasificaciones de: vago, pobre falso, pobre verdadero y otros, operan en la actualidad. Aunque no siempre como encierro, sigue la dinámica de ayuda y desconfianza. Si se deja de pensar en la beneficencia como solución a la pobreza, como un castillo de confinamiento o como el pase de abordar de los ricos al paraíso, será posible rescatar su objetivo principal.

Los conflictos centrales que la autora describe en la obra son: la carente y poco brillante administración para el hospicio, así como, la discriminación y la cultura del confinamiento foucaultiana. Y en la escritura de estos conflictos, Arrom no deja de tener cautela para ser determinante. Por ejemplo, trata los escándalos sexuales que encierra esta historia en los últimos capítulos, de modo que, sin restarles importancia, tampoco los transforma en el foco central de los problemas.

Arrom sabía que, tratándose del hospicio en esos años, no podría entrevistar a alguien que estuviera cerca de la institución. Encontrar parientes de los personajes en los archivos o buscar más correspondencia personal hubiera sido un acierto. Pese a esto, la habilidad de la autora para explotar las fuentes y darles una interpretación exhaustiva son el fuerte del libro.

En algunos capítulos el énfasis está orientado hacia lo social, o bien, hacia una Sociología de la Historia. La autora entreteje varios aspectos para explicar su tesis central. Su perspectiva es lo más holística posible. Digo posible, porque las fuentes nunca son suficientes para conocer la realidad. Tanto autores como lectores deben estar conscientes de esto. El punto central del libro es la administración pobre de recursos. El dinero y el trabajo del Hospicio de Pobres habrían sido suficientes si sus encargados no hubieran perdido de vista los objetivos primordiales. En estos términos, la frase: "Comer como pelón de hospicio" toma un sentido literal, pues las personas instaladas ahí, pasaron por altibajos con periodos sobrios y austeros desde la fundación hasta el final.

Arrom explica también cómo la filantropía católica se extiende en todas las clases pudientes. Pero se trata ya de la filantropía organizada, pues se institucionalizó la limosna y se convirtió en donativo. Con sutileza, a la autora se le escapa una de sus empatías: el periodo en el cual el hospicio estuvo mejor manejado fue durante la administración de las Hermanas de la Caridad.

La lectura podría parecer redundante en algunos momentos. Esto sucede porque los hechos fueron repetitivos, pues los administradores del lugar no aprendían de los errores pasados. El hospicio nunca fue autosostenible y sus administradores cometían los mismos traspiés aun con el paso del tiempo. Parece un juego de pelota en el que participaron muchos y en el que perdieron los pobres. El asilo prosperaba muy poco; la filantropía fracasó.

El estilo del libro es académico y, sin embargo, es sencillo y ameno. Interesará sobre todo a quienes intrigue la caridad y la pobreza, así como otras historias no oficiales sobre la institución mexicana. De manera personal, cuando pienso en la claridad de un libro, lo ubico en un largometraje. Dependiendo del grado de adaptación que sufra el texto original, evalúo qué tan consistente y atractiva es su narrativa. Para contener al pueblo puede sintetizarse fácilmente tanto al documental como a la ficción, y tener varios clímax, varios protagonistas y un final abrupto, abierto.

Recomiendo el libro a aquellos que piensen que muchos de los problemas administrativos son actuales y que "tiempos pasados fueron mejores". O bien, para los que creen que las instituciones han superado sus deficiencias. Sobre todo porque la preocupación que llevó a Silvia Arrom a escribir su obra continúa creciendo hasta el día de hoy.

 

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