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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.12 no.24 México jul./dic. 2010

 

Artículos

 

El charro contrabandista: la figura del bandido social en Astucia de Luis G. Inclán*

 

The contrabandist charro: the social bandit figure in Luis G. Inclan's astucia

 

Ricardo Torres Miguel**

 

Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, ** ricksabato@gmail.com

 

Recepción: 15/07/2010
Aceptación: 01/07/2011

 

RESUMEN

El siglo XIX fue el más plagado de movimientos sociales en México y en el mundo. Es evidente que, en parte, constituyó la raíz de lo que ahora entendemos por México. El país vivía su independencia, era invadido, mutilado, azotado por guerras fratricidas, era federal o centralista, conservador o liberal, era imperio, era república, etcétera. Toda esta larga cadena caótica fue, para bien o para mal, lo que construyó a la nación mexicana de hoy en día. Por ello, el siglo decimonónico mexicano figuró, quizá, como el siglo más caótico en la historia del país, pero en medio del caos resaltaron las figuras, los nombres de esos seres marginados que la historia social llamó bandidos sociales.

Palabras clave: Astucia, bandidaje social, México, Hobsbawm, Siglo XIX.

 

ABSTRACT

The nineteenth century was plagued of social movements in Mexico and in the world; it is evident that it constituted the root than we understand of Mexico. The country lived his independence, was invaded, mutilated and whipped by fratricidal wars; was federal or centralist, conservative or liberal, it was empire, was republic, etcetera. All this long chaotic chain was for good or evil, which constructed to the Mexican nation of nowadays. It is for this reason that the Mexican nineteenth-century appeared, perhaps, like the most chaotic century in the history of the country; but in the middle of the chaos the figures, the names of those marginalized beings, who social history called social bandits.

Key words: Astucia, social banditry, Mexico, Hobsbawm, nineteenth-century.

 

Cuando el sueño de una humanidad mejor se hace
literario, cuando el estímulo práctico se descarga en
invenciones teóricas, el legislador, el reformista, el
revolucionario y el apóstol son, como el poeta mismo,
autores de utopías.

ALFONSO REYES

 

EL BANDIDO SOCIAL DE ERIC HOBSBAWM

La distinción entre bandido, ladrón, criminal o delincuente ha variado en distintas épocas; en ocasiones el significado de la palabra bandido sólo ha sido cuestión de semántica y de interpretación. Sin embargo, en términos de la historia social, el concepto se ha acuñado con relación a su vínculo sociológico. Es decir, la atención se centra en el individuo que es tachado como violador de la ley por el Estado, aunque su comunidad no lo considere así. De esta manera, se convierte en bandido social, porque no delinque para su bien personal, sino por y para su sociedad.

El modelo de bandidaje social estudiado por Eric Hobsbawm se ubica en historias, mitos, literatura o leyendas que hablan de rebeliones de grupos minoritarios que se dan sólo en las zonas rurales. Se trata de una forma de protesta primitiva que, según el autor, se repitió de manera constante en las sociedades agrarias antes de su conversión al capitalismo en la era industrial.

Lo esencial de los bandoleros sociales es que son campesinos fuera de la ley, a los que el señor y el estado consideran criminales, pero que permanecen dentro de la sociedad campesina y son considerados por su gente como héroes, paladines, vengadores, luchadores por la justicia, a veces incluso líderes de la liberación, y en cualquier caso como personas a las que admirar, ayudar y apoyar.1

Ésta es la principal diferencia que separa al bandido social de su contraparte, el ladrón común, ya que el primero nunca utilizaría la fuerza para dañar a su gente. Pensar el tema del bandidaje sin este soporte social lo reduciría a simples criminales o salteadores de caminos buscando sólo su beneficio; no obstante, el propio Hobsbawm acepta que en ocasiones la teoría puede estar lejos de la realidad y que puede darse el cruce entre bandidos sociales y ladrones comunes. Así lo señaló Paul Vanderwood, para quien el bandido es un ser que sólo trabaja para su beneficio y por lo tanto puede estar cerca del desorden o incluso del orden; es decir, puede funcionar de policía rural a bandido o viceversa:

El general Carbajal se dedicó a reclutar bandidos para el servicio político, y su brigada dio a los liberales importante poder tanto en la guerra civil como contra la intervención. El ministro de Guerra, a principios de 1861, le mandó reducir el tamaño de su unidad y limpiarla de criminales, pero con el bandidaje creciendo en espiral, porque los ex policías o ex militares buscaban ocupación donde podían, el ministro volvió a autorizar a Carbajal para que admitiera en su tropa a otro puñado de malhechores.2

De cualquier forma, Hobsbawm prefiere dirigir su teoría hacia el bandido social por ser éste un caso más global y deja de lado los casos aislados por ser minoría.

La marginación del bandidaje depende del lugar en donde opera. Hobsbawm indica que: "El bandolerismo social es un fenómeno universal que se da en las sociedades basadas en la agricultura (economía pastoril inclusive) y que se componen fundamentalmente de campesinos y trabajadores sin tierra oprimidos y explotados por algún otro: señores, ciudades, gobiernos, legisladores o incluso bancos".3 Los países que basan su economía en la vida campirana en todas sus modalidades son idóneos para el surgimiento de bandidos también en todas sus variedades. El caso de México es particular, pues como se sabe su territorio era mayoritariamente rural, con extensas zonas aisladas y sin ninguna comunicación, tan sólo por vía terrestre, pero sus caminos eran, en su mayoría, intransitables.4 De manera que México fue territorio de grandes concentraciones de bandidos y la literatura supo plasmar en sus páginas ese tipo de vida y actividad, pero de ello hablaré más adelante.

Las variantes del bandolerismo social se distinguen por tres tipologías: el ladrón noble o Robin Hood, el rebelde asociado a una guerrilla y el vengador de agravios.5 Las variaciones se deben a las condiciones de vida y supervivencia, esto es, a la geografía y a las funciones políticas y sociales de una región. Una situación clave para la generación de bandidos —sean sociales o no— es la mala o paupérrima situación económica. Esto es un móvil fundamental para que el bandolerismo se propague. Para Hobsbawm, las carestías y las crisis eran las causas de que el bandolerismo se volviera epidémico. En casi todas las sociedades rurales existían factores similares, para la generación del bandidaje:6 guerras, conquistas y colapsos de los regímenes gobernantes. Es evidente que el trance de las posguerras y las caídas económicas eran el motivo sustancial de la infestación del bandido social, a diferencia del ladrón o salteador, que generalmente conlleva el móvil de la conveniencia propia para delinquir y para su existencia. Hobsbawm menciona que el siglo XIX y los inicios del XX son determinantes para el florecimiento del bandidaje; de la misma forma éstas también son las fechas para su extinción debido al cambio capitalista de las naciones agrícolas.

Una parte fundamental de la teoría del bandido es lo que éste representa como figura, en tanto que forma una pieza clave del conflicto imperante:

Son activistas y no ideólogos o profetas de los que quepa esperar nuevos enfoques o planes de organización social y política. Son dirigentes en la medida en que este papel pueda ser desempeñado por hombres rudos y seguros de sí mismos, provistos a menudo de una fuerte personalidad y de talento militar; pero incluso en este caso su función es la de desbrozar el camino y no la de descubrirlo.7

Es claro que el bandido trata de formar parte de la solución del problema, aunque el Estado vea en él, el problema en sí. A pesar de que el bandolerismo no conforma un movimiento social, sí tiene un objetivo. Su búsqueda se define por restablecer el orden perdido, por dejar las cosas como debieran ser o por lo menos como eran. Así, la finalidad es absolutamente idealista:"terminan con los abusos, eliminan y vengan los casos de injusticias, y al hacerlo ponen en práctica un criterio más general de relaciones justas e imparciales entre los hombres, especialmente entre ricos y pobres y entre fuertes y débiles".8 Se busca una reforma de ciertas situaciones que moralmente son incorrectas, pero su causa no conlleva una revolución, su campo de acción es limitado, a veces sólo implica a la familia o a la comunidad donde viven. El bandido social sueña con la hermandad entre los hombres, en la cual se establezcan los principios de igualdad y libertad para todos. Castigar al mal es el objetivo, proteger sus intereses y los de su gente es la tarea y, de acuerdo con Hobsbawn, aunque parezca quimérico, por eso el bandidaje constituye una fuerza histórica menor.9

El campesino es aquel que está doblegado no sólo por un sistema político, sino también por una carga histórica. Su conversión a bandido se debe a ese yugo que lo oprime. El bandolero social es quien, al quedar fuera de la sociedad rural, es marginado y por ello busca su subsistencia fuera de la ley. Se trata de hombres que no aceptan el papel de ovejas en un orden social. Se rebelan, luchan y adoptan la violencia si es necesario, pero su rebelión es individual; es el resultado de la opresión en que viven los pobres. En palabras de Hobsbawm estos individuos son: "aquellos que, cuando se enfrentan con algún acto de injusticia o de persecución, no claudican dócilmente ante la fuerza o la superioridad social sino que eligen el camino de la resistencia y de la proscripción".10

El ladrón noble o Robin Hood y el vengador son las figuras esenciales del modelo de análisis de la teoría de Hobsbawm. La idea es explicar al héroe mitológico y sus hazañas de redistribución de riquezas. Se trata de un fenómeno universal, dice Hobsbawm; su estampa es la del bienhechor, que consiste en tener una amplia conciencia social capaz de reflejarse en su entorno —ser querido y admirado por su pueblo— y de obrar por él. Es definitivo que el autor señala a un héroe mítico y totalmente idealizado; sin embargo, sus características son muy lógicas para representar las carestías de la vida rural y los tipos de protesta y rebelión de las sociedades campesinas.

Luis G. Inclán, como buen observador, construyó a sus personajes de manera que, a pesar de infringir la ley, nunca fueran vistos como criminales. La conformación social de éstos los colocaba como defensores de las virtudes propias de la gente rural. Las causas justas, el bienestar familiar y el restablecimiento del orden en su comunidad eran parte de lo que buscaban los Hermanos de la Hoja. Lorenzo Cabello (alias Astucia) se convierte en héroe, dador de equidad; él define su propia ley, aquélla de la que el gobierno y sus regímenes los habían marginado. Alejados de la falsa política, de la policía corrupta, de los ricos y poderosos, el mundo ideal de Inclán rebasa una posición romántica unívoca y lo acerca a una forma realista, en la que se critican los problemas sociales de las condiciones de la vida campirana y en la que el pueblo, desprovisto de toda voz, se rebela y clama justicia. Sin embargo, no todos pueden alzar esa voz, sólo aquellos inconformes y hartos de los abusos del mal gobierno. Ésta es la figura de Astucia y sus Hermanos de la Hoja, ésta es la figura de los bandidos sociales.

 

ARRIEROS Y CONTRABANDISTAS

La vida socioeconómica de gran parte del siglo XIX es sintetizada por Inclán mediante dos tipos sociales y económicos: el arriero y el contrabandista. El primero, principalmente, formó una pieza fundamental del engranaje de la estancada economía del periodo. En Astucia se describen los hábitos del comercio del aguardiente transportado por el arriero, mismo que significó: "el agente más dinámico, emprendedor y audaz de la economía agraria".11 La arriería también constituía un medio de transporte preciso; los arrieros podían viajar a los lugares más recónditos de la república, de tierra caliente a tierra fría o incluso a zonas costeras. Estos personajes fueron, además, testigos de innumerables acontecimientos de la vida social del país. Ellos movían el capital, servían como los prehispánicos encomenderos —es decir, traían mensajes sobre penas o alegrías— y conformaban "los eslabones que unían la economía regional con el mercado nacional".12 Ya sea con su recua, hatajo o chinchorro, los arrieros tenían así su modo de vida y de trabajo, al encargarse literalmente de mover a la nación.

En Astucia se da un tipo singular de arriero: el que labora por su propia cuenta. De esta manera, Lorenzo se inicia como contrabandista de aguardiente para evadir las alcabalas que sometían a los arrieros a pagar un peaje o impuesto. Éste es el primer momento en que el protagonista circula fuera de la ley.

El arriero también representó parte del folclor mexicano y así lo caracterizó Inclán, con lo cual contribuyó a delinear la estampa de este personaje. En la novela se dan los lineamientos no sólo de la función del arriero en la economía, sino también en su papel social, es decir, se detallan sus atavíos, sus instrumentos de trabajo y su vestimenta.

[...] salió de su casa a los tres días, después de haber recibido la bendición de su padre, estirando dos mulas flacas, mal aparejadas, cargadas con cuatro castañas vacías que le prestó el padrino, vestido ya con traje de arriero, su itacate en los cojinillos, cuatro pesos para gastos, y un valecito para que en Púcuaro le fiaran el aguardiente, que cargara su chinchorro, montado en la yegua mora lunanca[...]13

Es importante la significación que da Inclán sobre el arriero, porque —como ya se dijo antes— Astucia se configura como la novela del campo por antonomasia; es en tal grado una novela de lo campestre, que retrata las marcas del pasado y las plasma como el reflejo de las sociedades campesinas en México durante el siglo XIX. Los datos que nos suministra Inclán son verdaderos lienzos de los arrieros; la fiel observación de la vida de estos singulares personajes es el testimonio de los actores de la economía decimonónica.

Existen pocos o nulos datos de los contrabandistas de tabaco de la primera mitad del siglo XIX, sin embargo, gracias a las referencias de ellos en Astucia y a los datos históricos acerca del estanco, puede inferirse que realmente existieron. Es más, el contrabandismo, en general, fue parte activa de la economía de casi todo el siglo XIX.14 Su función en la economía nacional de aquel entonces se contraponía con la de los arrieros. El contrabando era considerado un delito para el gobierno, y por lo tanto significaba una pérdida. Esto es bien señalado por Laura Solares Robles cuando dice: "Obviamente habría que mencionar los trastornos que los hombres dedicados al contrabando ocasionaron al comercio y a la Hacienda pública, en detrimento de los ingresos de caudales que por vía de derechos se obtenían".15

Sin embargo, lo que se muestra en Astucia es que el contrabando era una manera de ganarse la vida tan honesta como cualquier otra: "el traficante según su criterio ‘trabajaba' no robaba a los demás".16 Además, la comunidad aceptaba al contrabandista como un trabajador honrado, y a su vez lo diferenciaba del bandido. La función económica del contrabando se halla a nivel individual, es decir, similar a lo que ocurre cuando Lorenzo decide trabajar por su cuenta y deja de ser un sirviente. Lorenzo el aguardentero es paralelo a Lorenzo el contrabandista, en el sentido de que procura su bienestar económico y el de los suyos.

El tráfico de tabaco, aunque ilícito, beneficiaba a los que se dedicaban a él, además de que les proporcionaba una manera digna de vivir, cosa que no lograban si permanecían como empleados en una hacienda. Por ello, el arriero y el contrabandista fueron figuras clave en la estructura socioeconómica del México de aquellos años. El primero podía mover la economía en su aspecto general, por ejemplo en las haciendas; y el otro otorgaba la capacidad para mantener a las familias de forma más o menos cómoda.

 

LA ESTRUCTURA SOCIAL Y POLÍTICA DEL BANDOLERISMO

Como forma política y social, el bandidaje social representaba un desafío ante los grupos de poder y del Estado. "Este es el significado histórico del bandolerismo en las sociedades con divisiones de clase y estados".17 Los campesinos son históricamente grupos menores que dependen del gobierno. Así, para Hobsbawm, la lucha del bandidaje se puede trasladar también a una lucha de clases. Es decir, en el fondo, el surgimiento del bandido social conlleva al enfrentamiento de ricos contra pobres; su historia tiene que ver con la historia del poder y con la eterna disputa entre las clases altas y las bajas. El paladín de la justicia que estudia Hobsbawm mayoritariamente pertenece a los pobres y lucha para y en nombre de ellos. Estar fuera de la ley no los hace faltos de derecho, sino que los bandidos regulan su propia ley y la ejercen.

El bandidaje social sólo puede darse en países cuyo sistema político ha fallado: en los antiguos imperios, reinos o incluso dictaduras.18 Sin embargo, aunque no lo parezca, los bandidos forman parte también de aquella sociedad que los margina. Son un núcleo de poder, una fuerza armada y por ende una fuerza política.19 Esta integración tiene que ver con el factor económico, ya que el bandido fomenta la movilización de la economía en su comunidad; contribuye en beneficio del sector local, ya sea distribuyendo la riqueza hurtada de los ricos o ejerciendo una labor comercial penada por las leyes, por ejemplo el contrabandismo. Según el autor, los bandoleros sociales conforman una fuerza económica que trata de ser igualitaria en términos de ética y razón social. Sus manos son generosas y parte de su cometido implica llevar los recursos que se han apropiado los poderosos hacia las clases menesterosas.

Lo principal en cuestión de la estructura sociopolítica es que el bandido social es un hombre comprometido con su gente, el reverso de la moneda; es decir, cuando el gobierno ha desistido de su encomienda por proteger a los necesitados resalta la figura del héroe, de lo que el Estado, y no la gente, llama bandido.

 

EL BANDIDO SOCIAL DE INCLÁN

La simbolización del héroe va más allá de sus acciones y hazañas, conlleva una imagen de lo positivo mediante un sistema de valores morales aceptados previamente. Estos valores se convierten en sociales cuando el paladín actúa en nombre de sus semejantes, y cuando se proclama defensor y representante de éstos. En Astucia, los charros contrabandistas se definen como héroes, no sólo por sus actos, sino también por sus virtudes honestas y decorosas. Así lo confirma Carlos Illades, cuando menciona: "un maniqueísmo didáctico operó en sus tramas, facilitó la exposición y abrevió la presentación de la complejidad social: aristócratas y ricos solían ser inmorales; la gente del pueblo, buena por naturaleza".20 Este maniqueísmo nos lleva a comprender la lucha entre las clases bajas y altas, la cual implica algo más que una lectura socialista, porque la pelea entre lo bueno y lo malo ha sido desde siempre; asimismo, Astucia nos hace viajar al pasado para identificar el pensamiento social no sólo de Inclán, sino de toda una época. Para ello, es menester, como dice Juan Antonio Rosado, "viajar de la novela a la realidad y de la realidad a la novela".21

Desde el enfoque de lectura que le he dado a Astucia, se debe empezar cuando surge el héroe; es decir, en el momento en que Lorenzo Cabello enfrenta a las leyes y es vencido.

Una vez que se excusó de facilitar una suma a uno de tantos pícaros que se hacían disimulados para que expendiera su carga, acosado de tanto como le había estafado ya, aquel bribón, resentido porque se le negó, ocultó su rencor y trató de vengarse delatándolo en la administración, ávido de codicia, porque como denunciante le correspondía un regular bocado. Lorenzo no malició [sic] nada, y confiado en la fidelidad de aquel envidioso, cuando se disponía a meter su carga por alto, fue sorprendido por los guardas y un piquete de tropa que iban de auxiliares. No teniendo modo alguno de escapar, fue conducido entre filas con todo y mulas a la aduana; allí quedó la carga, el chinchorro fue depositado en el mesón, y Lorenzo con sus dos arrieros, asegurados en la cárcel pública entre multitud de criminales, después de sufrir mil insultos y atropellos de aquellos fariseos, que llenos de júbilo se daban por satisfechos, y orgullosos ponderaban el hecho para tener mejor parte del botín.22

Aquí es donde comienza la injusticia a dañar a Lorenzo, ya que es vilipendiado, injuriado y sobre todo acusado de criminal, cuando sólo trataba de ganarse la vida honradamente. Más adelante, en la reflexión que hace el propio Lorenzo acerca de su infortunio, da la clave de inicio para entender cómo las autoridades jugarán el papel de enemigos en la trama de Inclán. En este monólogo, el protagonista acusa a los ladrones que se venden y trabajan auspiciados por la ley, pero también a los hombres que ejercen estas leyes; es decir, al Estado que, enmascarado como guardián del orden, termina robando literalmente los pocos recursos de la gente pobre. Así también lo confirma Juan Pablo Dabove: "Era el Estado que negociaba con criminales para convertirlos en agentes del Resguardo y perseguir a rancheros honrados, eran los corruptos traidores oficiales de la Alcabala".23

De esta manera nace el bandido social. Ahora Lorenzo tiene un motivo: la venganza de su agravio; ha sido traicionado y es perseguido por la ley. Su carrera como contrabandista no cesa, sino que cambia ahora al serlo de tabaco, la digna actividad de los Hermanos de la Hoja. Dicha actividad era castigada por la ley y se perseguía "a quien comercializara sin los correspondientes derechos, esa planta".24 Sin embargo, esto era la fachada de lo que en realidad eran: héroes y justicieros sociales. Al ingresar a la Hermandad de la Hoja, Lorenzo es bautizado y adquiere su nombre de guerra: Astucia. Dicho seudónimo está basado en los códigos de bondad inherentes a la familia, pues el nombre se toma de los consejos del padre: "con astucia y reflexión se aprovecha la ocasión". Al formar parte y ser jefe de los charros contrabandistas, Astucia responde a todos los elementos del bandido social diseñado por Hobsbawm. Es justo con los buenos, a veces incluso con los criminales; obra por él, pero también por su comunidad es decir, comparte lo que tiene con los pobres; es ayudado, querido y admirado por su gente; es invulnerable; no mata más que en defensa propia, etcétera. Las mismas categorías comparten todos los charros, los cuales son muy parecidos entre sí.

El objetivo de los Hermanos de la Hoja aunque pareciera modesto en teoría resulta complejo en la práctica. Su finalidad implícita es, como dice Juan Antonio Rosado, "el deseo de ordenar el caos, movimiento civilizador, procedente a veces del bandolerismo social, de genio reformista, sean cuales fueren sus motivaciones originales, que pretende imponer la justicia y acabar con el bandidaje antisocial".25 Los conceptos de este movimiento civilizador que nombra Rosado se verán evidentemente expuestos en las acciones de los charros mediante el proceso de codificación de honor, al cual obedecen los protagonistas. Su norma: "todos para uno y uno para todos", es el soporte que los regula como bandidos sociales y, sobre todo, como seres humanos. Sin duda, el propósito de Inclán era mostrar a sus personajes con cualidades altamente aprobadas acerca de la bondad de la gente rural. Por ello, los diferenciaba de los ladrones desde su prólogo; resaltar la virtud generosa de este tipo de personas era parte de su cometido, por eso su énfasis en ello.

Como se ha observado a lo largo de este artículo, Astucia figura como testimonio de la realidad social de su tiempo; Inclán imprime en la novela su talento no sólo de observador, sino también de crítico realista, el cual se vale de la literatura para mostrar un panorama de su sociedad. Al respecto, es necesario mencionar lo que expresa Gennadi-Nikolaevich Pospelov a propósito de la literatura y su relación con la sociedad: "Las obras literarias son los depósitos más transparentes del pensamiento creador; en su fondo brotan las fuentes de la vida social que las nutren y que de ordinario se ofrecen con toda claridad a nuestra vista".26 Si esto es cierto, se comprobaría que Astucia responde perfectamente a una impresión del propio Inclán, en la cual sitúa un pensamiento homogéneo acerca de las clases rurales. Para justificar esto, debe recordarse que los charros contrabandistas poseen un papel marginado en el imaginario social; al igual que los bandidos sociales de Hobsbawm, son gente de campo que se liberó del yugo y que se rebeló contra la opresión, encarnada en este caso por el Estanco de tabaco. Además son hijos de la insurrección, pues sus padres formaron parte de la revolución de Independencia; su movimiento significa análogamente una rebelión como la que anteriormente efectuaron sus padres.

Es innegable que el periodo histórico narrado por Inclán se caracterizó por el desequilibrio social, donde el bandidaje antisocial, el social, las revueltas y los pronunciamientos, eran el pan nuestro de cada día. Astucia pretende ser el reflejo de esa época, no sólo artísticamente, sino en las voces de sus auténticos actores, los rancheros. Las aventuras de los charros tienen inmanentemente ese maniqueísmo, que perfila a los Hermanos de la Hoja como establecedores de un orden perdido. Así sucede con la historia de Pepe El Diablo, que salva a Clarita de la injusticia de sus padrastros; lo mismo ocurre con la resolución del agravio hecho a Mariquita por parte de M.F.C.; de la misma manera acontece con los casos de la mujer herida y con el escarmiento del Cascabel.

En todas las aventuras heroicas de los charros contrabandistas están presentes los conceptos de justicia primitiva y restauración de la ética que señala Hobsbawm. Lo esencial es que buscan una visión ideal de la vida; se trata de un derecho natural que responde a los principios más elementales sobre equidad y conciencia social. Los charros tienen su propia ley, la cual no tiene nada que ver con las autoridades del periodo, porque "la ley puede ser instrumento contra los pobres, pues esta sólo defiende al rico, a quien pueda pagar soborno o al noble, a la gente con rango social".27 Así, su rebelión es individual, su finalidad es el bienestar y la paz social fincados en el honor, como el Robin Hood que indica Hobsbawm.

Otra característica que emparenta a los Hermanos de la Hoja con el bandido social de Hobsbawm es la invulnerabilidad. Los contrabandistas cuentan con toda una logística que los vuelve, de alguna manera, invencibles.28 Este sistema de defensa adoptado por los charros es lo que garantiza su vida; sin embargo, lo importante aquí es que está conformado por gente común, la cual los ayudaba en compensación debido a que ellos le habían salvado la vida anteriormente. De tal manera, se comprueba lo que afirma Hobsbawm: la solidaridad entre la comunidad y los charros contrabandistas era lo que les daba esa categoría de invulnerabilidad, pero también el conocimiento perfecto del terreno, su astucia e inteligencia para sortear todo tipo de lances a los que se enfrentaran.29

El bandido social, según Hobsbawm, sólo puede ser acabado por una traición. Este hecho implica la pérdida de la esperanza y de la justicia en el entorno, como sucede con Astucia y su Hermandad:30 al ser exterminados, comienza en el Valle de Quencio una serie de actos caóticos sumados a la proliferación del bandidaje antisocial. La traición se consuma de la siguiente manera: "un tal Atilano, llamado el Currutaco [...] que [...] cometió la vileza de venderlos para granjearse el aprecio de su jefe dándole un aviso oportuno, indicándole el sitio más conveniente para sus planes, y traicionó infamemente a los que había jurado servir bien".31 Después de este acto los Hermanos de la Hoja mueren y Astucia salva su vida milagrosamente, para convertirse en mito social y en constructor de su propio Estado.

Astucia y sus Hermanos representan los "arquetipos por excelencia de los bandoleros sociales".32 Son, como se ha visto, restauradores del orden perdido y justicieros sociales. La elaboración maniqueísta de los charros contrabandistas por parte de Inclán corresponde tanto a una respuesta como a una denuncia hacia las condiciones de pobreza, injusticia y marginación de parte de las clases menesterosas contra las instituciones decimonónicas. Inclán no es propagandista ni educador, tan sólo tiene una mirada crítica que se apoya o que tiene su fuerza en los valores morales y éticos a los que él pertenece. Su pensamiento social es idealista, él crea un universo donde contrario a lo que acontece en la realidad la rectitud tiene cabida y los héroes triunfan sobre la infamia. Éste es el mundo de Astucia; éste es el mundo de los bandidos sociales.

 

ASTUCIA EL MITO SOCIAL Y SU UTOPÍA

A través del tiempo, el héroe se convierte en leyenda y ésta se transforma en mito. En Astucia, el protagonista sufre una categorización similar, cuando de forma casi divina sobrevive a la emboscada donde mueren los demás Hermanos. Al respecto, Hobsbawm menciona que "el bandido no es sólo un hombre, es también un símbolo",33 el cual representa a la justicia y a la reposición de la ética; por ello Astucia no muere, vence a la muerte y su figura se mitifica. Este proceso de mitificación no sólo se da por la hazaña milagrosa de resurrección, sino también por el cariño y la admiración que le profesa la gente: "de boca en boca se vulgarizó hasta hacerse pública la existencia de Astucia, y a los cuatro o cinco días ocurría la gente en camadas a saber el estado de su salud y llevarle hilas, atole y cuanto podían para demostrar su simpatía y cuidado por los charros".34

Este perfil hiperbólicamente idealizado que adopta Astucia, lo lleva a una nueva transformación; es decir, si antes el aguardentero víctima de una injusticia se vuelve bandido social, ahora el personaje adquiere una máxima conciencia social. Esta conversión se da en la disputa sobre la legalidad del contrabando entre el juez y el propio Astucia. El reclamo de éste es estrictamente de orden natural, no persigue fines políticos ni mucho menos ideológicos; sin embargo, en su discurso resalta la crítica social hacia las autoridades decimonónicas.

Astucia nombra al Resguardo y lo asocia con el antiguo sistema feudal, de manera que se muestra una sociedad que asesina a un gobierno ineficaz y a un Estado nulo. La reflexión social del personaje implica que el proyecto del bandido social tiene un alcance mayor, y que a diferencia de lo que dice Hobsbawm la rebelión deja de ser individual para volverse colectiva. Es decir, Astucia instalado como héroe mítico después de la desgracia de perder a sus Hermanos y a su padre será capaz de reorganizar la vida en su valle y de fungir como el patriarca de su comunidad. Así lo propone también Margo Glantz: "Lencho sobrevive a sus heridas y se queda de repente en la condición de orfandad más espantosa: carece de Hermanos (amigos íntimos), su padre ha muerto y bajo su protección se encuentra una tribu de 184 personas, los hijos y los parientes de los otros 5 hermanos. De Hermano, Lencho asciende a Padre Absoluto".35 Esta situación en la novela también puede señalarse como el movimiento civilizador que indica Juan Antonio Rosado, en el sentido de que Astucia tendrá que dar orden al caos, castigar los abusos, promover la educación y eliminar la pobreza; en suma, crear su propio Estado.36

De esta manera podemos considerar como caduca la opinión de John S. Brushwood al mencionar que "los problemas morales se ventilan en relación con las obligaciones para con uno mismo y los amigos, sin tomar en cuenta para nadael bienestar social".37 Hay un compromiso humanitario, proveniente, una vez más, del adagio "todos para uno y uno para todos". Los todos son el valle, mientras que el uno es el coronel Astucia, nombre que adopta Lorenzo por la clara referencia hacia el grado mayor y de respeto en los códigos militares, pero también hacia el legado insurgente de los padres de los charros.

El proyecto de justicia que se lleva a cabo en Astucia toma la forma de una utopía rural; sin embargo, el término utopía apunta a alcances filosóficos y políticos que pueden llevar a la confusión. Es más pertinente analizar el propósito que tuvo Inclán al incluir este episodio en su novela. Al respecto, Juan Antonio Rosado menciona: "cabe aclarar que no es lo mismo utopía que arcadia, ya que la primera surge de una idea inspirada en un derecho no natural, sino civilizado".38 Astucia se autonombra coronel, y pone en práctica la armazón de un Estado paralelo al de Michoacán. En su valle se impulsa la economía mediante la confiscación de los bienes de la aduana, se detienen las impropias alcabalas y las rentas, hay igualdad entre ricos y pobres, se hacen escuelas y caminos, se elimina la corrupción y el bandidaje, y sobre todo hay justicia y equidad entre los gobernados y el que gobierna.

En cuanto hubo fondos, después de establecer escuelas para niños y niñas, reedificó el puente de Tuxpan, en el que gastó cerca de cinco mil pesos y llegó a figurar hasta de cura, pues a él ocurrían con sus quejas las mujeres o maridos que estaban en cuestiones domésticas. El juez de letras estaba en Jaula [sic], percibía su sueldo bien pagado por no hacer nada; los criminales escasearon y los pleitos civiles casi todos los transigía el coronel que mediaba en las partes contendientes que al fin se conformaban con nombrarlo árbitro arbitrador.39

Éste es el mundo de armonía, paz y orden que idealizaban los bandidos sociales, y es también el que imaginaba Inclán. Su arcadia propone un régimen patriarcal que consolide un Estado y un proyecto alternativo de nación, el cual evidentemente se contraponía a lo que entonces era México. La arcadia de Inclán responde igualmente a los códigos del aprecio y del respeto a la familia como forma de vida,40 pero también a un pensamiento y a una visión social profunda. Su Estado, es un Estado preconcebido; en él se critica a los políticos ya sean santanistas o liberales; el gobierno del pueblo es mejor y en la práctica se comprueba.41

Es claro que Inclán proyecta en su héroe y en su novela las esperanzas de unidad y justicia deseadas, por lo cual construye "ejecutores modelo de la discriminación de lo ‘sucio' y exige el arreglo de un espacio",42 que en este caso se idealiza. Sin embargo, el proyecto se auto aniquila, Lorenzo Cabello surge y entierra a Astucia. La arcadia se consagra o regresa a su papel individual. La visión que sobresale ahora es conservadora, basada en los principios de la familia y la hacienda, arquetipos económicos y culturales del México decimonónico.43

La arcadia se convierte en privada, el mundo soñado finaliza y el caos regresa. La realidad se impone y nos deja tan sólo una visión de lo que pudiera ser. Lorenzo Cabello, al igual que el bandido social, se integra nuevamente a la sociedad para vivir en armonía con su familia. El propósito de la utopía es mostrar un mundo añorado, irreal pero legítimo, capaz de otorgar justicia e igualdad a todos. La comarca de Astucia es el espacio ideal y el Estado autónomo. La utopía se rompe por la coronación del héroe, para alcanzar su felicidad, dejando de lado, ahora sí, el bienestar social.

Definitivamente, la lectura sociohistórica de la novela permitió conocer el pensamiento idealizado de Inclán sobre un tipo de héroe romántico capaz de confrontar al Estado. Astucia representó el desarrollo de una amplia utopía, o mejor dicho de varias: la toma de conciencia del ranchero y su transformación como bandido social; la creación de un Estado paralelo justo, en oposición al legítimo; la antítesis idílica de elementos espaciales como campo y ciudad; las virtudes morales de las clases rurales; y el planteamiento de un modelo de nacionalidad. Todo ello, en general, fue una gran utopía, porque Inclán imaginó un mundo alterno, donde sus contrabandistas de tabaco fueran además de justicieros rebeldes y reformistas. La visión crítica por parte del autor y su reflejo en el trasfondo histórico contribuyó a dotar de actualidad la lectura de Astucia, lo cual no sólo sirvió para el entendimiento de la realidad mexicana del siglo XIX, sino también, sin duda, para comprender la realidad contemporánea.

 

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NOTAS

* Este artículo es una versión corta de mi tesis de licenciatura en Letras Hispánicas titulada: La figura del bandido social mexicano en Astucia de Luis G. Inclán, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, 2007.

1 Eric Hobsbawm, "¿Qué es el bandolerismo social?", en Bandidos, traducción de Dolores Folch y Joaquim Sempere, Barcelona, Crítica, 1999, p. 33. Énfasis mío.

2 Paul Vanderwood, "Bandidos vueltos policías, y viceversa", en Desorden y progreso: bandidos, policías y desarrollo mexicano, México, Siglo XXI, 1986, p. 85.

3 Eric Hobsbawm, op. cit., 1999, p. 35.

4 Felipe Garrido, "Prólogo", en Luis G. Inclán, Astucia, el jefe de los Hermanos de la Hoja o los charros contrabandistas de la Rama, México, Promexa, 1979, p. 10.

5 Eric Hobsbawm, op. cit., 1999, pp. 35-36.

6 Ibid., p. 39.

7 Ibid., p. 41.

8 Ibid., p. 42

9 Ibid., p. 45.

10 Ibid., p. 51.

11 Esther Martínez Luna, "Introducción", en Luis G. Inclán,Astucia, el jefe de los Hermanos de la Hoja o los charros contrabandistas de la Rama, México, Océano, 2001, p. 25.

12 Gerardo Sánchez, "Mulas, hatajos y arrieros en el Michoacán del siglo XIX", en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. V, núm. 17, invierno, 1984, p. 42.

13 A partir de aquí sólo se citará la siguiente edición: Luis G. Inclán, Astucia, el jefe de los Hermanos de la Hoja o los charros contrabandistas de la Rama, edición, prólogo y notas de Manuel Sol, México, Universidad Veracruzana/Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 186.

14 Para más información sobre este tema, véase Walther L. Bernecker, Contrabando: ilegalidad y corrupción en el México del siglo XIX, traducción de Manuel Emilio Waelti, México, Universidad Iberoamericana, 1994.

15 Laura Solares Robles, "El contrabando", en Bandidos somos y en el camino andamos. Bandidaje, caminos y administración de la justicia en el siglo XIX ,1821-1855. El caso de Michoacán, México, Instituto Mora/Instituto Michoacano de Cultura, 1999, p. 398.

16 Ibid.

17 Eric Hobsbawm, op. cit., 1999, p. 19.

18 Ibid., p. 29.

19 Ibid., p. 105.

20 Carlos Illades, "La representación del pueblo en el segundo romanticismo mexicano", en Signos Históricos, núm. 10, julio diciembre, 2003, p. 20.

21 Juan Antonio Rosado, Bandidos, héroes y corruptos, o nunca es bueno robar una miseria..., México, Ediciones Coyoacán, 2001, p. 23.

22 Luis G. Inclán, op. cit., 2005, pp. 214-215.

23 Juan Pablo Dabove, "El bandido social mexicano, entre el bárbaro y el soberano ilustrado: el caso de Astucia, de Luis Inclán (México, 1865)", en Latin American Literary Review, vol. 33, núm. 65, junio, 2005, p. 50.

24 Laura Solares Robles, op. cit., 1999, p. 396.

25 Juan Antonio Rosado, op. cit., 2001, p. 25.

26 Gennadi-Nikolaevich Pospelov, "Literatura y sociedad", en Lucien Goldmannet al., Sociología de la creación literaria, traducción de Hugo Acevedo, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1984, p. 80.

27 Juan Antonio Rosado, op. cit., 2001, p. 52.

28 Luis G. Inclán, op. cit., 2005, pp. 373-374.

29 Juan Pablo Dabove, op. cit., 2005, p. 54.

30 Eric Hobsbawm, op. cit., 1999, p. 69.

31 Luis G. Inclán, op. cit., 2005, p. 968.

32 Juan Antonio Rosado, op. cit., 2001, p. 72.

33 Eric Hobsbawm, op. cit., 1999, p. 150.

34 Luis G. Inclán, op. cit., 2005, p. 985.

35 Margo Glantz, "Una utopía insurgente. Astucia de Luis G. Inclán", en México en el arte, núm. 10, otoño, 1985, p. 47.

36 Juan Antonio Rosado, op. cit., 2001, p. 75.

37 John S. Brushwood, "Un proyecto de progreso [1855-1884]", en México en su novela, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 187. Énfasis mío.

38 Juan Antonio Rosado, op. cit., 2001, p. 86.

39 Luis G. Inclán, op. cit., 2005, p. 1104.

40 Margo Glantz, op. cit., 1985, p. 48.

41 Carlos Illades, op. cit., 2003, p. 32.

42 Juan Antonio Rosado, op. cit., 2001, p. 89.

43 Carlos Illades, op. cit., 2003, p. 32.

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