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Signos históricos

versión impresa ISSN 1665-4420

Sig. his vol.11 no.22 México jul./dic. 2009

 

Artículos

 

El Verlagssystem y las estrategias empresariales*

 

Carlos Riojas**

 

Departamento de Estudios Regionales–Universidad de Guadalajara. **criojas@cucea.udg.mx

 

Recepción: 9/02/2010
Aceptación: 5/04/2010

 

RESUMEN

El Verlager fue un empresario clave en sociedades protoindustriales; derivado de su actividad se ha construido un esquema analítico denominado Verlagssystem. Una revisión de la literatura nos permite resaltar las principales características empresariales del Verlagery conocer los obstáculos que enfrentó durante la fase protoindustrial. Los objetivos del ensayo radican en ubicar el papel del Verlagssystem en la discusión protoindustrial, analizar las iniciativas empresariales en el contexto del Verlagssystem, exponer la participación del Verlager como organizador del tejido productivo, enfatizar las relaciones establecidas entre este actor y los campesinos–artesanos, describir la intervención del Verlageren el mundo artesanal, hacer referencia al Kaufssystem, reflexionar sobre la organización del espacio productivo bajo la ingerencia del Verlagery estudiar cómo el Verlagssystem tomó mayor dinamismo cuando las mercancías se dirigieron a mercados suprarregionales.

Palabras clave: protoindustria, verlager, comerciantes, artesanos, kaufssystem.

 

ABSTRACT

The Verlager was a key entrepreneur in protoindustrial societies; arising from its business the historians have built an analytical framework called Verlagssystem. A literature review allows us to highlight the main features of Verlager entrepreneurs and to know the obstacles that they faced during the protoindustrial phase. Therefore, the objectives of this paper are to place the role of Verlagssystem in protoindustrial discussion, to analyze business initiatives under this context, to expose the participation of Verlager as organizer of the manufacture activities, to emphasize building relationships between this actor and the peasants–artisans, to describe Verlager's intervention in the artisanal sphere, to refer to Kaufssystem as a previous stage of Verlagssystem, to reflex on the organization of production throughout space under the interference of Verlager and to study how Verlagssystem took a deeper dynamic when the goods went to supra–regional markets.

Key words: protoindustry, Verlager, merchants, artisans, Kaufssystem.

 

INTRODUCCIÓN

El Verlager fue un empresario clave en sociedades protoindustriales; derivado de su actividad se construyó un esquema analítico denominado Verlagssystem. Una revisión de la literatura permite resaltar las principales características empresariales del Verlager y conocer los obstáculos que éste enfrentó durante la fase protoindustrial, además, ayuda a entender mejor el proceso de industrialización y alerta sobre el tipo de evidencias empíricas encontradas al momento de realizar la investigación histórica respectiva. El objetivo del ensayo radica en analizar las iniciativas empresariales en el contexto del Verlagssystem, esencialmente en aquellos empresarios vinculados con las pequeñas unidades de producción (PUP).1

El texto se divide en siete secciones más unas consideraciones finales. Primero se hace una revisión del Verlagssystem en la literatura sobre protoindustrialización. Segundo, se expone la función del Verlager como organizador del tejido productivo. Tercero, se enfatizan las relaciones establecidas entre este actor y los campesinos–artesanos, quienes aceptaron diversas maneras de financiamiento ante una nueva organización laboral. Cuarto, se describe la intervención del Verlager en el mundo artesanal, cuyo fin radicaba en solventar las limitaciones financieras de las PUP. Quinto, se presenta el Kaufssystem. Sexto, se analiza la organización del espacio productivo bajo la ingerencia del Verlager. Por último, se expone el dinamismo del Verlagssystem cuando las mercancías se dirigieron a mercados suprarregionales.

 

LA PROTOINDUSTRIALIZACIÓN Y EL VERLAGSSYSTEM

Con base en la relación entre las actividades manufactureras y el comportamiento demográfico se propuso impulsar una agenda de investigación que integrara inicialmente estas dos dimensiones.2 Uno de los principales resultados de las indagaciones fue la manifestación de la industrialización aun antes de la aparición del sistema fabril. A este fenómeno se le conoce genéricamente como protoindustrialización. Dicho paradigma ha tratado de responder a los cuestionamientos surgidos sobre la naturaleza de la Revolución industrial;3 incluso, a más de 30 años de su aparición, se considera que uno de los elementos más atractivos de dicho esquema ha sido su capacidad de relacionar las transformaciones micro con los cambios en los procesos macro.4

Richard y Charles Tilly sugirieron desarrollar investigaciones que analizaran la interacción entre las variables que se incluían en la protoindustrialización con el fin de explorar la posibilidad de considerarla como una etapa del desarrollo capitalista, eslabón previo y, a su vez, vinculado con la Revolución industrial.5 Estas reflexiones dirigieron el debate hacia nuevas interpretaciones.

La columna vertebral del enfoque protoindustrial consistió en interrelacionar el crecimiento económico de regiones rurales con un notable excedente agrícola, donde la dinámica poblacional se correlacionó con la producción masiva de manufacturas dirigidas a mercados extrarregionales. Detrás de ello se correlacionaron distintos fenómenos demoeconómicos.

El incremento generalizado de la producción manufacturera en Europa occidental tuvo su origen en la nueva organización del trabajo, donde la invención e innovación jugaron un papel clave al desatar el potencial productivo de los hogares y disminuir la desigualdad entre estos últimos, según se ha estimado en el caso de Irlanda durante el siglo XIX.6 Mientras tanto, el excedente en la producción agrícola impulsó la adaptación en el medio rural en función de diversos patrones demográficos que se habían manifestado a través del tiempo, tal y como sucedió en el este de Bélgica desde el siglo XVIII.7

Otro fenómeno vinculado a este proceso se registró en la estructura familiar. No obstante la popularidad de la tesis de la nuclearización, investigaciones más recientes sugieren que existieron pocos cambios en la composición familiar e incluso su consistencia estuvo presente durante el siglo XIX como sucedió en la ciudad de Rostock; mientras que en sociedades protoindustriales los determinantes de la dinámica demográfica fueron la edad del matrimonio y la fertilidad.

Sin embargo, una vez desatada la industrialización dichas variables mostraron un comportamiento volátil o irregular que en ocasiones terminó por colapsar ese esquema productivo, de acuerdo con algunos casos ingleses o belgas.8

La articulación que mantuvieron los campesinos–artesanos y los artesanos en general con el Verlager transformó las relaciones productivas en el campo y en la ciudad; lo anterior se sustentó en la creciente influencia del mercado sobre las dinámicas de los grupos domésticos que se encontraban en un estado de pobreza. Los objetivos de este fabricante–mercader eran incrementar sus ganancias al emplear la mano de obra rural que se dedicaría a las tareas artesanales, suministrar directamente la materia prima para reducir los costos, asegurar la calidad del producto mediante el incremento de la capacidad productiva de las PUP y competir con la producción de los artesanos organizados en las ciudades. Las estrategias implementadas por el Verlager disminuyeron el poder económico de los gremios urbanos, reorganizaron el proceso productivo en torno a las manufacturas y articularon la mano de obra centralizada y dispersa; además, impulsaron la expansión del trabajo a domicilio de carácter rural al adquirir experiencias laborales que posteriormente serían útiles para los ritmos y disciplinas reclamados por el sistema fabril.9 Estos elementos originalmente formaron la columna vertebral de la protoindustrialización.10

Contrario a la perspectiva tradicional sobre la Revolución industrial, que suponía el fin de la industria doméstica como un evento inherente ante el advenimiento del sistema fabril, esta última ha sido clasificada como parte esencial de una fase preliminar que completa la evolución del capitalismo. Incluso, la perspectiva protoindustrial argumenta que la industria doméstica ha pasado por distintas edades para convivir en un mismo contexto con el sistema productivo dominante, donde la diversidad ha sido clave. Es importante subrayar la amplia gama de argumentos que, en su conjunto, minaron la visión tradicional de la Revolución industrial —sustentada en el dominio absoluto y supremo del factory system—; entre los principales están el proceso de aprendizaje en la elaboración de bienes ordinarios y de lujo, el papel de mercados globales, la práctica incipiente de sistemas productivos relativamente flexibles basados en el conocimiento, que se acompañan con una cultura de consumo, y las formas complejas de distribución del producto.11

Por otra parte, cabe mencionar que el momento más álgido en la aparición de estudios vinculados con la protoindustrialización se dio en las décadas de 1980 y 1990, tal y como se demuestra en la bibliografía aquí citada. Posteriormente, como todo paradigma teórico, esta visión enfrentó una serie de cuestionamientos que pusieron en duda el tipo de coordinación entre las variables que analizaba, pero no así su postulado principal. A partir de entonces, se redujo de forma notable el número de publicaciones vinculadas directamente con este enfoque para dar paso a una segunda generación de estudios cuya característica básica fue la diversidad paradigmática, donde algunos elementos de la protoindustrialización se conjugaron con otras aproximaciones, entre las cuales subrayo el funcionamiento de los mercados globales, el papel de las mujeres en la producción manufacturera, la aportación del conocimiento en las PUP, el carácter evolutivo de la industria doméstica o la cohabitación de la misma con otros sistemas productivos, los procesos de desindustrialización y la aparición de formas híbridas en las manufacturas.12

Dentro de esta segunda generación de estudios, pocos trabajos han retomado el papel de los comerciantes y sus tácticas empresariales. Este tipo de actores paulatinamente tuvieron mayor importancia en las actividades vinculadas con la protoindustrialización en el ámbito local. Al vislumbrar las nuevas oportunidades económicas en el entorno inmediato, los comerciantes utilizaron la información asimétrica generada por los mercados distantes. Lo anterior dio como resultado que el capital comercial mantuviera una creciente ingerencia en la esfera productiva; un paso decisivo en esta tendencia lo constituyó el Verlagssystem. La modalidad por encargo también fue un elemento clave en la columna vertebral de la protoindustrialización. Por lo tanto, propongo profundizar el estudio sobre el papel que jugó el Verlagssystem dentro de las estrategias empresariales.

 

EL VERLAGER COMO ORGANIZADOR DE LA PRODUCCIÓN

El Verlager y los personajes similares fueron clave en el desenvolvimiento del modelo protoindustrial según se ha documentado en diversos contextos históricos.13 Por lo tanto, propongo ampliar el conocimiento sobre estos actores y sus relaciones con el sistema socioeconómico a través del tiempo. Un punto de partida es descartar la traducción literal del vocablo alemán al español para entender su significado.14 De Verlager se derivó el término Verlagssystem, lo que implicaba establecer una relación entre la economía familiar y el capital comercial para impulsar la producción de manufacturas en tiempos dominados por la transición entre modos de producción tendientes hacia la consolidación del capitalismo. El Verlager utilizó el trabajo del grupo doméstico, le suministró medios de producción, materias primas, herramientas y crédito. La relación con la economía familiar fue clave dentro de esta lógica en Europa, Norteamérica, América Latina y Asia.15 Es importante no idealizar este vínculo con apego estricto a las interpretaciones del desarrollo del capitalismo bajo el espectro de lucha de clases. La multiplicidad de relaciones fue trascendente.16

El Verlager no necesariamente había sido un comerciante, ni practicaba una sola lógica en los intercambios. Era factible que algunos artesanos, pequeños productores o prominentes comerciantes tuvieran la oportunidad de transformarse en comerciantes–manufactureros al indagar en las diversas áreas del mundo productivo. Estos empresarios fueron vitales en la innovación de las estructuras organizacionales, con la posibilidad de articular la naciente industrialización, el comercio, el crecimiento económico y la gestación de un embrionario sistema capitalista. A través del Verlager la protoindustrialización adquirió coherencia. Lograr una distinción y separación entre el comerciante tradicional y el Verlager le imprime un giro radical a las interpretaciones del proceso de industrialización.17

El contexto fue determinante para consolidar el Verlagssystem. Se destacaron regiones donde una parte de la fuerza de trabajo se encontraba sobre o subempleada en función del ciclo agrícola.18 También sobresalieron mercados en expansión e interconectados con los sistemas económicos regionales y externos mediante relaciones encabezadas por el Verlager, quien demostró su capacidad para organizar tejidos productivos, aprovechar las coyunturas y valerse de su experiencia adquirida en otras esferas económicas.19 Desde una perspectiva espacial era común encontrar, en una escala geográfica y temporal múltiple, una articulación entre territorios con una gran actividad económica y otros lugares periféricos: Europa–Asia, Europa–América durante los siglos XVII y XVIII, o una vinculación extrarregional en un mismo continente.20 Otro elemento clave fueron las PUP dispersas en el campo, las cuales combinaban la agricultura con las manufacturas, o aquellas que se concentraban en la ciudad con una especialización notable. Pero en ambos casos aún no utilizaban técnicas productivas avanzadas, lo que les permitía adaptarse a estos sistemas de trabajo.21

No obstante la influencia del contexto, Maxine Berg y Pat Hudson nos previenen acerca de los abusos metodológicos al momento de usar esta tipología; es decir, la extrema homogenización de un grupo de empresarios impulsores de actividades artesano–manufactureras, que de alguna manera se sintetizaría en el Verlager.22 Pero sin el afán de exagerar, es posible detectar empresarios–comerciantes a los cuales, si bien es cierto no les podemos llamar de manera estricta Verlager, no menos cierto es que sí impulsaron las manufacturas de acuerdo con su ambiente y coyunturas.

En el caso de Japón, las reformas administrativas del siglo XVII permitieron distinguir con mayor precisión las relaciones que tenían los artesanos y mercaderes. A finales del siglo XVIII se desarrolló un próspero grupo de comerciantes que financiaba a pequeños productores vinculados con la pesca y sus subsecuentes derivaciones productivas.23 En China, durante el siglo XIX, hubo empresarios que sirvieron de enlace entre la ciudad y el campo, así como entre acreedores y deudores; estos últimos con la necesidad de encontrar fondos para impulsar las manufacturas.24 Por otra parte, en Bombay a partir del siglo XVII los comerciantes estrecharon sus lazos con las elites urbanas, lo que incrementó la oportunidad de acceder al crédito y adquirir tierras para impulsar otras actividades fuera de la ciudad, las cuales iban más allá del comercio tradicional. Algunos autores señalan que lo anterior se repitió en otros lugares de la India gracias a los débiles controles que imponía la autoridad central.25

Frecuentemente, el excedente monetario de algunos empresarios fue usado para indagar en las manufacturas gracias a la escasez de recursos que entorpecía la vida económica. Dicha actitud se sustentó en la matriz institucional que promovía las iniciativas individuales, como sucedió en América del Norte durante el siglo XVIII.26 También en Francia influyó el contexto institucional para la producción de manufacturas desde el siglo XVII; con el surgimiento de personajes cercanos al Verlager se le dio mayor impulso a dichas actividades a través del tiempo. Este tipo de empresario, en coordinación con las PUP, dominó el paisaje artesano–manufacturero de Europa en los siglos XVIII y XIX.27 Un elemento común de esta diversidad fue que los confines del papel empresarial rebasaron los limites del comercio.

En América Latina también se han encontrado evidencias. En Medellín algunos mineros, cafetaleros o comerciantes impulsaron las manufacturas durante el siglo XIX. Algo similar sucedió en Río de Janeiro con el barón de Maúa, quien en tiempos de crisis del comercio externo dirigió su capital hacia astilleros y pequeñas fundiciones.28 Durante los siglos XVIII y XIX algunos viajeros que recorrían Brasil habían señalado que la producción doméstica de textiles era una actividad relativamente abundante,29 lo que denotaba una sólida organización detrás de la red productiva. En México los comerciantes fueron los principales actores de la industrialización a partir del siglo XVIII, algunas veces financiaban PUP mediante el suministro de crédito o materias primas, en otras ocasiones participaban directamente en las manufacturas; en cualquier caso, el contexto brindó oportunidades para impulsar estas actividades donde sobresalió el empresario–comerciante que a su vez cohabitaba con un sinnúmero de PUP asentadas en los medios urbano y rural.30 Mientras en el siglo XIX no era raro encontrar en la opinión publica mexicana las ideas de Charles Fourier, las cuales fueron retomadas por el periódico Las Clases Productivas de Guadalajara.31 Por último, en América Central durante los siglos XVII y XVIII los alcaldes mayores, mediante el repartimiento, intentaron organizar redes de tejedores a domicilio, lo cual ha sido señalado como una manifestación peculiar que es posible vincular con el Verlagssystem.32

La fuerza de trabajo que utilizaba el Verlager se caracterizó por su disposición temporal para labores manufactureras. Lo anterior incentivó a algunos empresarios; además, dio origen a estrategias productivas que intensificarían los contactos entre los dueños de medios de producción y las incipientes fuerzas productivas. Un factor decisivo fue la inherente desigualdad entre actores, lo que sirvió para organizar el trabajo en el marco de un Verlagssystem.

También era posible que las PUP contrataran a otras personas como una especie de trabajo asalariado cuando las demandas del Verlager lo permitían.33 A ello es menester agregar que cuando el grupo doméstico intervino en la vida productiva entraron en juego múltiples dimensiones, entre las cuales destacan la reorganización interna, el incremento en la fecundidad y la articulación oferta–demanda, lo que le imprimió un sello particular a esta unidad de producción.34 Es importante tener en cuenta que este tipo de nicho productivo no tenía necesariamente como objetivo el impulso de estrategias productivas modernas, más bien promovía una especialización del trabajo desde la perspectiva espacial apoyado en el contexto, además procuró aumentar la producción y reducir costos. La búsqueda de una rápida industrialización y el impulso de una cultura de la eficiencia no fueron sus metas.35

 

EL VERLAGERY LOS CAMPESINOS–ARTESANOS

La relación establecida entre los campesinos–artesanos y el Verlager fue clave en el modelo protoindustrial. A partir de ella surgieron actores a los cuales resulta difícil concebir bajo las interpretaciones clásicas sobre el desarrollo del capitalismo o la industrialización. Es decir, estos campesinos–artesanos no fueron los típicos habitantes del medio rural que abandonaron sus tierras para buscar trabajo en las fábricas, tampoco aquellas personas que se proletarizaron con el devenir del tiempo y formaron una conciencia de clase ante la inexorable infiltración del capitalismo y su sistema fabril. Más bien, fue un proceso evolutivo con resultados múltiples, en gran medida dependiente del contexto histórico y de sus coyunturas; la incursión de estos actores en el mundo manufacturero fue una de las diversas opciones que se les presentaron.

Los campesinos–artesanos fueron una categoría híbrida representada por los habitantes del campo que se enrolaron en las manufacturas ante la necesidad de ingresos extra, así como debido al excedente de trabajo y la falta de capital. El principal activo con el que contaban estos agentes era el grupo doméstico, que se utilizó como base para impulsar su estrategia y simultáneamente fortaleció el modelo protoindustrial. Esta situación se apoyó esencialmente en las capacidades organizativas del Verlager, quien aprovechó los bajos costos de la mano de obra temporal cuya abundancia relativa se sustentó en la densidad poblacional, el mercado de manufacturas en franca expansión y el funcionamiento regional que incentivaba la especialización. Los campesinos–artesanos no compartieron las aspiraciones del artesanado tradicional, bastaba con mantenerse en los umbrales de la subsistencia y adquirir recursos extra gracias a la pluriactividad inherente al campo.36

Las evidencias encontradas en Europa respaldan la manifestación descrita aquí, donde destacan los casos de Gran Bretaña y la región de Bohemia.37 De manera general, se puede mencionar que la actividad del hilado en el viejo continente, en los siglos XVI al XVIII, era realizada por mujeres campesinas quienes aprovechaban su disponibilidad de tiempo al interior del grupo doméstico con la finalidad de obtener un ingreso; sin embargo, con el auge de la producción manufacturera rural el Verlager presionó para continuar el hilado durante la siembra, lo que implicó un desafío para las estrategias de este grupo doméstico.38

El fenómeno anterior nos sirve para entender cómo se propagó la producción doméstica de manufacturas en la protoindustrialización. El aumento de la producción en el campo y el potencial del mercado en las ciudades configuraron una peculiar dinámica regional sustentada en la complementariedad urbano–rural. Algunos campesinos alternaron sus tareas con las manufacturas debido a que veían en estas últimas una oportunidad para obtener ingresos extra en las redes productivas organizadas por el Verlager. Dicha estrategia tomaba mayor relevancia cuando el ciclo agrícola decrecía, pues entonces influía la inelasticidad de los ingresos y el bajo nivel que éstos alcanzaban.39

Otros ejemplos que se suman a lo señalado para Europa los encontramos en Asia. En el caso de Japón, durante el siglo XIX se construyó una red de productores rurales que suministraron manufacturas a las principales ciudades en coordinación con el capital comercial. En la India, durante la época colonial, los dueños de las tierras que estaban rodeadas de campesinos pobres aprovecharon la precaria situación de éstos para especular con las manufacturas e incrementar la producción en el campo.40

En los espacios latinoamericanos también se han manifestado fenómenos similares a los aquí relatados, debido a que fueron sociedades profundamente agrarias con una multiplicidad de actores y situaciones. En las zonas que corresponden a Nicaragua y El Salvador el repartimiento sirvió a finales del siglo XVIII para introducir los tejidos de algodón que luego serían transportados hacia las provincias serranas de Chiapas, Quetzaltenango, Huehuetenango y Atitlán; este tipo de labores forzadas también se registró en Brasil, donde el trabajo esclavo, incluso de niños y mujeres, fue usado en las manufacturas. Algo similar sucedía con la utilización de esclavos o sistemas laborales parecidos en la Nueva España; además, en la región central del Valle de México, durante la Colonia y la etapa independiente, las actividades de hilado eran efectuadas en comunidades campesinas cercanas a la capital novohispana, como una forma de resistencia económica para escapar a las regulaciones de los gremios urbanos y evitar conflictos.41

Por último, cabe mencionar que no en todos los lugares se manifestaron situaciones similares pese a que la producción se encontraba localizada en el medio rural. Por ejemplo, en Noruega, Suecia y Dinamarca la explicación del modelo protoindustrial no muestra mucha consistencia, debido a que algunos campesinos en el siglo XVIII establecieron pequeñas fundiciones vinculadas débilmente con la agricultura y con una dependencia parcial del Verlager.42

 

EL VERLAGER Y LOS ARTESANOS

En el Verlagssystem la relación crucial se dio entre el Verlager y el artesano. Particularmente, los artesanos ubicados en el medio rural fueron los más propensos a aceptar las nuevas modalidades de organización laboral. Aunque la mayoría de ellos tenía una trayectoria en el mundo manufacturero, esta situación no fue un obstáculo para cambiar a otras especialidades productivas no mecanizadas en su totalidad, así como para adaptar nuevas herramientas y, en su caso, fuentes de energía.

El artesanado en general, pero especialmente el rural, enfrentó dos condiciones que lo orillaron a estrechar sus relaciones con el Verlager: la escasez de capital y una situación permanente de subsistencia. Por lo que corresponde a la primera, el Verlager se convirtió en un proveedor de trabajo a domicilio e indirectamente conectó al grupo doméstico con los mercados. Dicha situación representaba una reducción de costos debido a que en la ciudad era más elevado el precio de la mano de obra, además de que era necesario sortear las regulaciones impuestas por los gremios. La implementación de este sistema le permitió llevar a cabo un proceso de acumulación e incrementar las desigualdades con respecto a los grupos domésticos artesanales, y, por supuesto, profundizó la dominación sobre éstos.43

Algunos casos vinculados con la escasez de capital los encontramos en Japón, donde se ha documentado una especie de Verlagssystem desde el siglo XVII; es decir, la presencia de un comerciante–manufacturero que suministraba materias primas, crédito y acceso a los mercados para una red de artesanos; su principal función consistía en organizar el tejido productivo desde el inicio de la cadena hasta la venta final. Sin embargo, es importante señalar que esta caracterización no ha estado exenta de controversias entre especialistas.44 Según los testimonios, en la India durante el siglo XIX, además de financiar las actividades tradicionales, este tipo de comerciante–manufacturero se vinculó con el sistema bancario y comercial, y se enroló en la construcción de molinos e infraestructura rural en general.45

Las experiencias latinoamericanas también aportan elementos. Por una parte, en el caso de Brasil se ha señalado la capacidad de adaptación de los artesanos a diversas tareas en función de la oferta de trabajo durante el siglo XIX, lo que en el límite puede interpretarse como una falta de capital para impulsar la experiencia laboral previamente adquirida.46 Mientras que en México, a pesar de que aún faltan elementos para comprobar convincentemente la presencia de la protoindustrialización, desde la época colonial y a lo largo del siglo XIX se ha documentado la influencia de los comerciantes sobre los artesanos, en general, mediante diversos mecanismos como el repartimiento, el trabajo forzado o el adelanto de medios de producción; situaciones que permitieron a los comerciantes tener ingerencia directa en las manufacturas en lugares como Puebla, Querétaro, San Miguel, Celaya, Zamora, León, la Ciudad de México o Guadalajara. Por lo tanto, lejos de desaparecer ante el advenimiento de modos de producción más sofisticados, las PUP prevalecieron, con estrategias diversas a través del tiempo, donde la relación mantenida con el comerciante tipo Verlager fue uno de los factores explicativos ante la falta de capital.47

Estrechamente ligado con la falta de capital se encontraba el estado de subsistencia que guardaron la mayoría de las PUP; es decir, mediante el sistema de economía familiar no era posible acumular recursos. Vincularse con un Verlager fue una alternativa para solventar este problema endémico y disminuir los efectos derivados de esta contrariedad. Otra opción consistía en la movilidad laboral, la cual era posible para algunos miembros del grupo doméstico y en raras ocasiones para la totalidad del mismo; el fenómeno de la movilidad en general también incluía la transferencia del conocimiento, al menos en sus vertientes del saber cómo, qué y tácito.48

De igual forma, con el aumento de la complejidad del grupo doméstico la flexibilidad del mismo se extendió, tanto en el pago como en el tiempo dedicado al trabajo manufacturero. Esta situación constituyó un elemento atractivo para el mercado de trabajo promovido por el Verlager, dada la rigidez prevaleciente en los sistemas laborales que coexistieron con el mundo artesanal. Dicho fenómeno incluía la modificación de los patrones reproductivos o matrimoniales, así como la inclusión de los niños y las mujeres en los procesos productivos. Entonces, el excedente de mano de obra en el grupo doméstico se convirtió en otra peculiaridad inherente a la protoindustrialización, transición fundamental que le permitió explorar distintos sistemas organizativos para lograr un financiamiento y participar en el mundo manufacturero mediante el Verlager.49

Por lo tanto, la intervención del Verlager ayudó a solventar las dificultades financieras del grupo doméstico, pero éste devino más dependiente del capital adelantado al someterse a las normas y ritmos de producción impuestos. Esta relación desigual sirvió como la fuerza motriz del sistema protoindustrial. Concretamente, el Verlager articuló el grupo doméstico y las demandas que surgían en el mercado; además, organizó los espacios productivos al combinar las habilidades de los artesanos, los cuales tendieron a especializarse en un mundo manufacturero que devenía más complejo con el transcurso del tiempo.

De acuerdo con las evidencias empíricas, durante los siglos XVII y XVIII en la Nueva España, algunos comerciantes se erigieron como cabezas de la producción textil en centros poblacionales como la Ciudad de México, Acámbaro, Querétaro y Tlaxcala, así como en los respectivos entornos agrarios; además, les resultaba práctico —y aumentaba sus posibilidades de ascenso en la escala social— organizar una red de tejedores a domicilio —gracias a la precaria situación en la que se encontraban los miembros de las PUP susceptibles de enrolarse en trabajos manufactureros— bajo el sistema conocido como habilitación o fiado, con la finalidad de abastecer los mercados regionales. Algunos talleres de tejedores domésticos en la Nueva España, dependientes o independientes de este tipo de comerciantes, eran conocidos como trapiches, mientras que en la región andina se les llamaba chorrillos. En términos generales, eran habilitados con medios de producción o se les pagaba una determinada cantidad de dinero por obra concluida, situación que ha motivado a algunos estudiosos a realizar analogías con lo sucedido en sociedades protoindustriales.50

Fenómenos similares se extendieron en la época independiente, aparecieron otros actores en contextos cambiantes como los comerciantes extranjeros, quienes mantuvieron también relaciones con las PUP siempre presentes en el panorama económico a pesar de los críticos escenarios que enfrentaron. Asimismo, durante el siglo XIX en el hinterland poblano se registró una relación tipo Verlagssystem entre comerciantes que controlaban los circuitos regionales y tejedores ubicados en la ciudad de Puebla, vínculo que sirvió para aumentar la producción manufacturera y acumular riquezas en el medio local.51

 

EL KAUFSSYSTEM

La evolución del Kaufssystem como sistema productivo se relacionó con el Verlagssystem, por ello resulta importante en el presente artículo conocer su lógica para entender mejor el mundo de las PUP. En el Kaufssystem los artesanos de la ciudad y del campo —o en su defecto los campesinos–artesanos— utilizaban la fuerza de trabajo familiar y sus propios medios de producción; hacían mercancías que eran vendidas por ellos mismos en los mercados locales, y simultáneamente, ahí compraban las respectivas materias primas. Dicha práctica representó un modesto ingreso derivado de una baja productividad.52

Tradicionalmente, en los lugares donde funcionó el Kaufssystem el grado de especialización de la fuerza laboral fue más incipiente y gozó de mayor independencia si se compara con el Verlagssystem; lo anterior también implicaba un menor control en la calidad del producto y una escasa integración del tejido productivo.53 Otro punto importante en el Kaufssystem fue que el grupo doméstico rural mantenía aún en su poder parcelas que le permitían producir alimentos,54 y en la temporada muerta dedicarse a elaborar manufacturas para venderlas directamente en el mercado. Por su parte, en el grupo doméstico urbano —donde la división del trabajo familiar era clave— las mujeres y los niños laboraban en el hogar mientras que los hombres se encargaban de intercambiar sus productos por otros bienes. Entonces, en un primer momento, estos campesinos–artesanos se encontraban sujetos al mercado del producto que elaboraban; cuando evolucionó el Kaufssystem devinieron dependientes del mercado de trabajo e indirectamente del mercado de manufacturas dado el contacto con el Verlager.

La gama de artesanos susceptible de involucrarse en el Kaufssystem era amplia y estaba en función del contexto. Por ejemplo, a finales del siglo XVIII en Japón algunos artesanos gozaban del suficiente prestigio social para participar junto a la elite urbana en los principales festivales.55 Mientras que en España, durante la misma centuria, también se detectaron en el Valle de Duero campesinos que poseían telares en sus casas y alternaban su trabajo con la agricultura. En la misma época, en Cataluña existió un artesanado que no se subordinó a los comerciantes urbanos, de tal forma que podían ellos mismos organizar sus propios circuitos para vender sus productos y proveerse de las materias primas necesarias. Dentro del mismo universo europeo, en la región inglesa de West Riding, cuando se intensificaron las actividades manufactureras, a principios del siglo XVIII, quedó de manifiesto el potencial del trabajo a domicilio gracias a la experiencia laboral acumulada; algunos comerciantes detectaron las oportunidades económicas que de ello se derivaban y vieron factible aumentar la producción de acuerdo con la demanda del mercado.56

Los comerciantes contemporáneos a los casos mencionados en América Latina se percataron de la posibilidad de expandir la producción mediante el financiamiento del trabajo doméstico o combinar sus actividades con otras esferas productivas, lo que permitió reducir costos y dar la pauta para intervenir en las PUP. Como muestra de lo anterior, en Minas Gerais coincidieron la minería y el tejido, había grupos domésticos que poseían telares, sus oportunidades económicas crecieron gracias a la flexibilidad de la mano de obra, durante la época de inactividad se dedicaban al tejido; en 1785 se levantó un inventario de los telares de mineiros y se detectó que una cantidad importante de la producción era vendida directamente por los miembros del grupo doméstico y el resto se usaba para el autoconsumo.57

Dentro de este conjunto de evidencias tenemos que en la Nueva España era factible encontrar indígenas que compartían sus actividades agrícolas con las del tejido, bienes que después vendían en el mercado o a comerciantes asentados en la ciudad; de igual forma, se detectaron artesanos urbanos que poseían talleres y tiendas. En algunos casos este sistema evolucionó para dar paso a la injerencia del capital comercial mediante el financiamiento del trabajo doméstico. Esta última modalidad, aunque ha sido registrada desde la época colonial y se le ha denominado industria colonial, se extendió mucho más allá del mencionado periodo histórico en el medio urbano y rural mexicanos.58 Por lo tanto, en estas complejas graduaciones de la evolución industrial aparecieron artesanos–comerciantes o tejedores independientes que se articularon con actividades comerciales para contribuir con los cimientos del Verlagssystem.59

 

LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESPACIOS PRODUCTIVOS

Según la interpretación protoindustrial, la organización de los espacios productivos fue instrumentada esencialmente por el Verlager. Sin embrago, en dicha organización se encuentran al menos cuatro elementos que influyeron de manera directa, los cuales pocas veces se hacen explicitos en la literatura, a saber: la función de las articulaciones originadas en el campo que marcaron el devenir regional, el papel que jugaron las ciudades dentro de esta misma lógica territorial, las repercusiones económicas exógenas que intervinieron en la trayectoria de las sociedades inmiscuidas en este fenómeno y la influencia de la matriz institucional. A partir de ello, las relaciones ciudad–campo se fortalecieron gracias al contacto entre el Verlager y los campesinos–artesanos.60

Las articulaciones que nacieron en el campo tuvieron el potencial suficiente para dejar una impronta en el desempeño regional, donde destacó el papel jugado por la división del trabajo gracias a un crecimiento demográfico continuo, pero no desequilibrante desde el punto de vista socioeconómico, como fue el caso de China durante el siglo XVIII.61 Este fenómeno impulsó la especialización manufacturera, sobre todo en espacios donde predominó el trabajo a domicilio disperso, que a su vez se articuló con los ciclos agrícolas. La diferenciación de los ritmos laborales y la relativa concentración de recursos fueron elementos sugerentes para el capital comercial, de tal forma que Verlager invirtió en las PUP rurales.62

Otro factor que impulsó la configuración de los sistemas regionales fue el crecimiento de los intercambios de manufacturas de origen rural, situación que permitió consolidar las relaciones económicas endógenas y establecer conexiones exógenas a la región, de preferencia con puntos lejanos. Pero no solo viajaban mercancías, era frecuente que en la movilidad se incluyeran artesanos portadores de conocimientos que también repercutían en los sistemas económicos regionales.63

En América Latina algunos comerciantes fungieron como articuladores de estos circuitos y de las áreas que se especializaron en la producción artesanal; tal fue el caso de los muleteros en Minas Gerais en los siglos XVIII y XIX, quienes gracias a sus actividades pudieron enlazar vastos territorios en torno a la producción y comercialización de tejidos en zonas rurales.64 Una situación parecida ocurrió en Puebla durante el siglo XIX, donde se registraron comerciantes que vendían al mayoreo y menudeo. Éstos establecieron redes con la finalidad de obtener materias primas para los talleres que financiaban y para la venta de productos en mercados regionales; por ejemplo, a la feria de San Juan de los Lagos acudió regularmente este tipo de comerciante, quien combinó sus tareas comerciales y manufactureras gracias a las conexiones que logró establecer con las economías regionales.65

Si el campo era lugar clave para impulsar el proceso productivo organizado por el Verlager, los centros urbanos fueron los principales puntos de venta, producción, contacto y referencia para complementar el ciclo de negocios. Las ciudades siempre han sido esenciales para el desenvolvimiento económico, pues sus actividades cada vez son más complejas y especializadas. Por ello, en las urbes se concentraron las funciones comerciales y se acumularon significativas fortunas que serían utilizadas para estimular las labores artesanales de tipo rural como parte de las articulaciones territoriales.66 Sin embargo, en contraparte, en los centros urbanos también se establecieron regulaciones a las tareas artesanales, lo cual limitaba la difusión del Verlagssystem.

La experiencia de España en este sentido es contrastante; por una parte, algunas unidades productivas dispersas adquirieron una organización gremial cuando se trasladaron hacia la ciudad durante los siglos XIII y XIV, pero por la otra, en regiones como Castilla, Aragón y Cataluña dicha organización tuvo poca fuerza y predominó el trabajo doméstico disperso en el medio rural coordinado por un Verlager.67 Una especificidad inglesa —pero no menos importante para entender la articulación regional— fue que muchos hombres de negocios, aparte de organizar los tejidos productivos a través del espacio, financiaron obras de infraestructura para facilitar el desempeño de las actividades económicas durante el siglo XVIII,68 y fue precisamente en los centros urbanos donde se planeó y surgió este tipo de iniciativas para el advenimiento del sistema capitalista. Lo anterior, obviamente, iba mucho más lejos que cualquier Verlagssystem.

En la organización del espacio productivo también influyeron diversos impactos económicos exógenos. Dichas repercusiones obedecieron a una sinuosa transición entre diferentes modos de producción, donde la protoindustrialización no quedó exenta de la problemática, aun cuando ha sido considerada como una interpretación reducida y lineal.69 Una especificidad en el Verlagssystem ha sido la trascendencia que adquirieron las PUP como movilizadoras de recursos económicos y como una forma alternativa o complementaria a la industrialización a través de grandes empresas; incluso, los espacios regionales se adaptaron paulatinamente a esta dinámica con múltiples tendencias, unas más dinámicas que otras, donde entraban en juego conocimientos, redes productivas y conductas empresariales.70 El incremento de la producción manufacturera coordinada por el Verlager obedecía al aumento en la demanda de dichos bienes, situación que llevaba en su seno la agudización de la competencia por la conquista y el control de los mercados en rápida expansión. De esta manera, las repercusiones económicas no solamente se daban en sentido positivo; existieron regiones cuya producción se vino abajo, lo que las llevó a perder la hegemonía que habían tenido por años; tal fue la depresión que enfrentaron las ciudades españolas en el siglo XVII ante la intensificación de la competencia en los mercados internacionales, lo que implicó la desarticulación productiva y modificó la geografía manufacturera de Europa.71

La intensificación de la competencia, que se desenvolvía con rapidez en los mercados internacionales de manufacturas, dio la pauta para la vinculación entre diversas regiones aparentemente aisladas pero que competían entre sí al pertenecer a las redes que en gran medida eran coordinadas por los Verlager. Estos agentes pusieron a disposición del grupo doméstico nuevos recursos que modificarían sus ritmos de vida para atender las recientes demandas exógenas; simultáneamente, establecieron vínculos que minaron las bases de los antiguos modos de producción desde el punto de vista organizacional y no técnico, debido a que una de las características de las sociedades protoindustriales fue su escasa capacidad para llevar a cabo grandes transformaciones técnicas, pero no así la innovación y diversidad organizacional sustentadas en las habilidades artesanales del grupo doméstico.72

Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en la Nueva España, donde una de las fuentes tradicionales de crédito se derivaba de la Iglesia; sin embargo, su influencia en esta actividad decreció a finales del siglo XVIII, lo que abrió la puerta a comerciantes intermediarios que financiaron la producción textil a domicilio. Esta participación fue clave para el funcionamiento del proceso productivo debido a que controlaban el suministro de la materia prima y la distribución del producto; lo anterior dio como resultado un incremento en la producción, apoyado más en el crecimiento del número de PUP a través del espacio que en un cambio notable en las técnicas productivas. Esta situación se extendió a lo largo del siglo XIX, pero a pesar de la aparición de las fábricas y la implementación de su sistema fabril no se vio amenazada la existencia de los diversos grupos artesanales.73 Incluso, se ha documentado para esta última centuria que en la región poblana en México surgieron unidades productivas híbridas, como las haciendas–fábricas, que durante este periodo impulsaron la evolución industrial junto a otras empresas cuyas lógicas no coincidían.74

A pesar de las características inherentes al Verlagssystem, éste no fue totalmente independiente: la matriz institucional de cada sociedad fue clave en la generación de ciertas especificidades desde el punto de vista temporal y geográfico. Resulta crucial tener presente esta variable para no confundir los contextos o las escalas de manifestación de este sistema,75 y obtener como corolario una clara diversificación en las formas productivas a través del espacio. También es importante enfatizar que la industrialización ha sido un fenómeno esencialmente regional, lo que implica una diferenciación geográfica en función de las características institucionales; así lo muestran los casos de Alemania, Francia o Rusia a lo largo del tiempo.76 De igual forma, esta manifestación significó una disparidad en el capital acumulado y en la tecnología empleada, lo que en última instancia plantea desafíos metodológicos para efectuar una evaluación de la productividad. A ello se ha agregado la coexistencia entre técnicas modernas y tradicionales que, en el caso de Inglaterra, lejos de ser sustituidas las unas por las otras, se complementaron para reforzar el proceso de industrialización (no obstante que la historiografía tradicional sólo ha reconocido a los modernos sistemas productivos).77

Precisamente en esa masa de PUP diseminadas el Verlagssystem encontró un terreno fértil para prosperar a través del tiempo y el espacio. No sólo influyó el tipo de unidad productiva, sino también la articulación regional y el nivel de aceptación institucional ante las nuevas modalidades de trabajo, que implicaban transitar hacia la disciplina impuesta por el trabajo manufacturero o el papel de las redes comerciales, elementos que no responden a una combinación única de factores, cuyo efecto se ha reflejado en un cambio constante desde el punto de vista técnico que ha caracterizado la diversidad de la industrialización.

Dentro de este mismo orden de ideas, no solamente el mercado definió el camino seguido por las formas de industrialización, también las instituciones político–económicas que se erigieron bajo la influencia de los centros urbanos fueron cruciales para diseminar las relaciones de tipo capitalista, como lo muestran los casos de Inglaterra, Bélgica, Francia o Italia durante los siglos XVII y XVIII.78 El hecho de suministrar materias primas a los artesanos ponía de manifiesto una compleja red social que respondía a la racionalidad económica del momento y a una escala de valores vinculada con este modo de producción.79 Una expresión similar —en cuanto al papel de actores cercanos al Verlager y al aprovechamiento que éstos hacían de las redes comerciales— se detectó en el sudeste de la India a finales del siglo XVII, donde los mercados urbanos y de pequeños poblados sirvieron como ejes articuladores para distribuir el algodón y otras mercancías entre los tejedores establecidos en la región; incluso algunos de estos Verlager penetraron las áreas rurales para financiar al grupo doméstico debido a que este sistema les resultaba atractivo a los campesinos dada su pobreza, falta de capital y relativa seguridad en los tratos establecidos; este modo de producción fue conocido como dadni.80 Por su parte, en Japón, a mediados del siglo XVIII, era factible encontrar al interior de los hogares maquinaria que le daba forma al taller de tipo familiar, como una de las unidades de producción más comunes que suministraba mercancías a los mercados locales. Algunas PUP nacieron de las relaciones entre las autoridades feudales y prestigiosos mercaderes que financiaron a trabajadores domésticos en función de la demanda.81

En la Nueva España, ante la debilidad de la organización gremial, los comerciantes organizaron redes productivas en el rubro de lana y algodón.82 También se han presentado casos forzosos de habilitación, como sucedió en Guatemala con la dictadura liberal entre los siglos XIX y XX, donde los habilitadores obligaban a los indígenas a firmar contratos o llegar a un acuerdo verbal con el fin de recibir materias primas y dinero para elaborar manufacturas; si el indígena no cumplía con lo supuestamente convenido, sería perseguido por la justicia hasta terminar con la deuda que se imponía de manera forzosa.83 Finalmente, a mediados del siglo XIX puede verse otra influencia institucional que dio origen a la fundición de El Rosado, en Yibicurí, financiada por el Estado paraguayo ante la falta de participación del capital comercial. Este centro elaboró la materia prima que se enviaba a una red de unidades productivas establecidas en Asunción, dedicadas a la producción de herramientas, máquinas y productos de acero en general.84

 

LOS MERCADOS SUPRARREGIONALES

Las actividades impulsadas por el Verlager tomaron mayor dinamismo cuando los bienes se dirigieron a mercados suprarregionales. En ese momento el vínculo entre el Verlager y las PUP se interpretó como un elemento precursor del sistema fabril,85 aun cuando muchos de los espacios productivos no eran todavía fábricas. La especialización regional permitió el incrementó de la producción, el aumento en el grado de integración económica y la extensión del radio de comercialización manufacturera. Lo anterior dio paso a un amplio abanico de experiencias y manifestaciones sociales en torno a la industrialización. Por lo general, mediante su actividad, el Verlager conectó distintas plazas comerciales, cuyas relaciones socioeconómicas estuvieron en función del contexto histórico, donde intervinieron las estructuras mercantiles; incluso, estas actividades pueden considerarse como elementos precursores de los mercados globales que poco a poco se extendieron por diversas partes del mundo.86 No era extraño que las sociedades protoindustriales encontraran en el hinterland urbano un lugar propicio para desenvolverse, como en el caso de Segovia, en España, durante el siglo XVII, mientras que en otras zonas urbanas, como Dehli en la India colonial, la concentración de tejedores fue un elemento clave para incentivar la producción exportable a pesar del atraso técnico de las PUP encargadas de ello.87

A partir de lo anterior hubo cambios significativos en los mercados. Los suprarregionales fueron los que se mostraron más activos; tomaron una creciente importancia en las estrategias del Verlager a pesar de los costos que implicaba el transporte de mercancías a grandes distancias.88 Esta relación mercantil de alcances suprarregionales muestra diversas aristas articuladas directamente con el espacio, las relaciones políticas y la paulatina construcción de un mercado global, donde se configuraba la lógica de tipo capitalista tanto en Europa, Asia, África o América. En este mismo orden de ideas, mediante la expansión de los textiles de algodón es posible seguir una doble ruta: por una parte, la organización del espacio local y sus vinculaciones múltiples con mercados externos donde la innovación ha jugado un destacado papel, y por la otra, los ciclos del comercio exterior, que, para el caso de América Latina, mantuvieron una estrecha vinculación no sólo con el sistema económico en general, sino también con el político en particular.89

De esta forma, el Verlager fue el principal agente que impulsó las relaciones protoindustriales, gracias al capital acumulado en la esfera de la circulación. Esta ventaja la utilizó para estrechar sus relaciones con los trabajadores de carácter doméstico, ya que para ellos implicaba un ingreso extra dado su nivel de subsistencia. También logró controlar la producción y comercialización de manufacturas, aprovechó el diferencial de pago entre el trabajo urbano y rural y, asimismo, evitó las regulaciones de los gremios urbanos. Estas imposiciones limitaban la acción de artesanos independientes, así como las tareas del Verlager ante la apertura de mercados suprarregionales. Si, por un lado, las corporaciones artesanales restringieron la producción manufacturera en las urbes, por el otro, la ciudad representó un espacio favorable para el progreso de la estrategia protoindustrial al destacarse como un lugar de intercambio por excelencia, de oferta y demanda, de distribución y redistribución. La función del Verlager lo separó y distinguió del tradicional conservadurismo que se le atribuye al capital comercial; si bien es cierto que no modificó abruptamente el modo de producción, no menos cierto fue que las transformaciones tuvieron el potencial suficiente para desatar dinámicas relevantes en las relaciones productivas y transitar hacia la organización capitalista.90

En América Latina la expansión de los mercados suprarregionales se sintió con mayor intensidad a partir de la independencia, dada la débil estructuración de la economía nacional, así como por las fluctuaciones del comercio exterior, de la política fiscal y la política en general.91 Algunos comerciantes aprovecharon el momento para extender su área de acción, partían de las ciudades y poco a poco establecían relaciones productivas en el medio rural y en otras zonas urbanas vinculadas con su principal centro de operación; mientras que las PUP sufrían por la competencia de mercancías extranjeras. En el caso de México no fueron extrañas las solicitudes de artesanos que demandaban la prohibición de las importaciones, sobre todo en los congresos de Puebla, México, Jalisco, Oaxaca y Veracruz, donde existía una larga tradición de las PUP; sin embargo, a pesar de la crítica situación que enfrentaron (una peculiaridad en el caso mexicano fue la aparición de fábricas en un contexto aparentemente desfavorable), el artesanado en general no desapareció inmediatamente del panorama económico. Algo similar se registró en otros ámbitos latinoamericanos.92

 

CONSIDERACIONES FINALES

Después de la revisión bibliográfica hecha en este artículo, uno de los principales hallazgos fue la diversidad de orígenes que dio como resultado el surgimiento del empresario tipo Verlager, quien apareció en función del contexto histórico gracias a las oportunidades que brindaba el sistema económico. A pesar de la diversidad, un elemento común fue el impulso dado a la industrialización, mediante el Verlagssystem, para rebasar los confines impuestos por el comercio. Lo anterior buscó la reducción de costos y la participación en los mercados manufactureros.

También se ha destacado el papel del campesino–artesano, figura híbrida e indispensable en la fase protoindustrial. Uno de sus principales activos fue la estructura del grupo doméstico, donde los niños y las mujeres se inmiscuyeron en la producción de mercancías. Por lo tanto, las PUP influyeron en la demanda y oferta de manufacturas. También se suma el artesano establecido en campo; en este caso, la falta de capital y las condiciones permanentes de subsistencia fueron aprovechadas por el Verlager para establecer una relación de dependencia, vinculación que se manifestó como la fuerza motriz del modelo protoindustrial.

La evolución del Kaufssystem hacia el Verlagssystem fue esencial para el desenvolvimiento de la lógica empresarial. El Kaufssystem significó para los artesanos la participación directa en el mercado de manufacturas, mientras que en el Verlagssystem su intervención se dio en el mercado de trabajo (lógicas distintas que caracterizaron a la protoindustrialización). Una de las iniciativas más trascendentes del Verlager fue el reto de organizar productivamente su entorno; para ello fue necesario tomar en cuenta las vinculaciones nacidas en el campo que marcaron la dinámica regional. Asimismo, la función de los centros urbanos fue esencial dentro de esta lógica. Lo anterior generó diversos impactos económicos que no siempre favorecieron el desenvolvimiento del Verlagssystem, situación que estuvo en función de la matriz institucional. Un elemento que definitivamente marcó la trayectoria del Verlagssystem, en particular, y de la protoindustrialización, en general, fue la influencia de los mercados suprarregionales, la cual actuó como un mecanismo que intensificó las relaciones previamente establecidas. Este fenómeno configuró la especialización regional. No obstante que gran parte del movimiento productivo se gestó en el campo, la ciudad se consolidó como eje articulador del sistema económico en general.

En lo que concierne al Verlagssystem aún es necesario profundizar el análisis del adelanto de recursos como el principal mecanismo controlador de mano de obra, así como el tipo de flexibilidad en el trabajo a domicilio disperso. La mayor contribución del Verlagssystem fue la iniciación de la mano de obra en el ritmo y la disciplina demandados por el sistema fabril, lo cual se vislumbra como un fenómeno irreversible en la industrialización. A ello se suma el contexto agrario y la expansión mercantil, temas que yacen en mi agenda de investigación.

 

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NOTAS

* Este ensayo forma parte de una investigación más amplia que consta de dos objetivos: hacer una revisión bibliográfica sobre los elementos teóricos expuestos en las últimas décadas del siglo XX que originaron el modelo protoindustrial, y contrastar las evidencias empíricas del occidente mexicano al principio del siglo XIX para determinar la pertinencia explicativa de dicho modelo sobre la naturaleza inicial de la industrialización en México. Una muestra de lo anterior se encuentra en Carlos Riojas, "Guadalajara y sus grupos domésticos a principios del siglo XIX: Una aproximación al modelo proto–industrial", en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, vol. 46, 2009, pp. 153–166.

1 Por PUP se entiende el trabajo doméstico, taller artesanal y los artesanos que trabajaban individual o colectivamente.

2 Peter Laslett, The World we have lost. Further Explored, Londres, Routledge, 2000 [1965].

3 Franklin Mendels, "Proto–industrialization: The first phase of industrialization process", en The Journal of Economy History, vol. 32, núm. 1, 1972, pp. 241–261; Peter Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm, Industrialización antes de la industrialización, Barcelona, Crítica, 1986.

4 Jane Gray, "Gender composition and household labour strategies in pre–famine Ireland", en History of the Family, vol. 11, núm. 1, 2006, pp. 1–18.

5 Richard Tilly y Charles Tilly, "Agenda for European economic history in the 1970's", en Journal of Economic History, vol. 31, núm. 1, 1971, pp. 184–198.

6 James Foreman–Peck, "The Western European marriage pattern and economic development", en Cardiff Economic Working Papers, núm. 15, 2009, pp. 1–33; Jane Gray, op. cit., 2006.

7 George Alter, Michel Oris y Muriel Neven, "When protoindustry collapsed fertility and the demographic regime in rural Eastern Belgium during the Industrial Revolution", en Historical Social Research, vol. 32, núm. 2, 2007, pp. 137–159.

8 Mikolaj Szoltysek et al., "Social change and family change in a Central European urban context: Rostock 1819–1867", en MPIDR Working Paper WP–39, 2009, pp. 1–62; Steven A. King, "The English proto–industrial family: old and new perspectives", en History of the Family, núm. 8, 2003, pp. 21–43; Pat Hudson y Steven A. King, "Two textile townships, c.1660–1820: A comparative demographic analysis", en The Economic History Review, vol. 53, núm. 4, 2000, pp. 706–741; Jane Gray, op. cit., 2006.

9 Maurice Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, México, Siglo XXI, 1988; Carlos Marx, Le Capital, Libro I, París, PUF, 1993; Karl Polanyi, La grande transformation: Origines politiques et économiques de notre temps, París, Gallimard, 1993; David Landes, L'Europe technicienne ou le Prométhée libéré. Révolution technique et libre essor industriel en Europe occidentale de 1750 à nos jours, París, Gallimard, 1975; Joel Mokyr, "The industrial revolution in the low countries in the first half of the nineteenth century: A comparative case study", en Journal of Economic History, vol. 34, núm. 2, 1974, pp. 365–391.

10 Carlos Riojas, "Los antecedentes de la proto–industrialización", en Carta Económica Regional, vol. 20, núm. 100, 2008, pp. 109–128.

11 Maxine Berg, "In pursuit of luxury: global history and British consumer goods in the eighteenth century", en Past and Present, vol. 182, núm. 1, 2004, pp. 85–142.

12 Maxine Berg, "The genesis of 'useful knowledge'", en History of Science, vol. 45, núm. 2, 2007, pp. 123–133; Joel Mokyr, "Intelectual origins of modern economic growth", en Journal of Economic History, núm. 65, 2005, pp. 285–351; Mary Jo Maynes, "Unthinking teleologies", en Social Science History, vol. 30, núm. 1, 2006, pp. 1–13; Mary Jo Maynes, "Gender, labor, and globalization in historical perspective. European spinsters in the international textile industry, 1750–1900", en Journal of Women's History, vol. 15, núm. 4, 2004, pp. 47–66; Walther L. Bernecker, "Entre régimen manufacturero e industrialización artesanal: México a comienzos de su Independencia", en Renate Pieper y Peer Schmidt (eds.), El mundo atlántico y AméricaLatina (1500–1850). Ensayos en honor a Horst Pietschmann, Köln–Weimar–Wien, Bohlau Verlag, 2005, pp. 419–438; Steven A. King, op. cit., 2003; George Alter, Michel Oris y Muriel Neven, op. cit., 2007; Jane Gray, op. cit., 2006; Maxine Berg, op. cit., 2004.

13 Si caracterizamos al Verlager como empresario es factible asociar distintos personajes con funciones similares. Para el caso francés tenemos négociant, marchands–fabricants, commissionnaires o courtiers, mientras que en el contexto flamenco sobresale el kutsers; en el mundo anglosajón merchant–manufacturers; en Japón se le llamó tonya o toya; en la Nueva España, y posteriormente en México, habilitador. Por su parte, el Verlagssystem ha recibido nombres como verlagswassen, putting–out system, travailà domicile ou à façono trabajo a domicilio. Véase Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme: Structures du quotidien, París, Armand Colin, 1979; Franklin F. Mendels, Industrializaron and Population Pressure in Eighteenth–CenturyFlanders, Nueva York, Arno, 1981; Claude Desama, "Démographie et industrialisation: Le modèle verviétois (1800–1850)", en Revue du Nord, vol. 63, núm. 248, 1981, pp. 147–155; Gwynee Lewis, "Proto–industrialization in France", en Economic History Review, vol. 48, núm. 1, 1994, pp. 150–164; Herman Van der Wee y Peter D'Haeseleer, "Proto–industrialization in South–Eastern Flanders. The Mendels hypothesis and the rural linen industry in the 'Land van Aalst' during the 18th and 19th centuries", en René Leboutte (ed.), op. cit., 1996, pp. 243–262; Ulrich Pfister, "A general model of proto–industrial growth", en René Leboutte (ed.), op. cit., 1996, pp. 73–92; Franklin F. Mendels, "Social mobility and phase ofindustrialization", en Journal of Interdisciplinary History, vol. 17, núm. 2, 1976, pp. 193–216; Edward Countryman, "The uses of capital in revolutionary America: the case of the New York loyalist merchants", en William and Mary Quarterly vol. 49, núm. 1, 1992, pp. 3–28; Ahrar Ahmad, "Analyzing pre–colonial South Asia: mode of production or proto–industrialization", en Journal of Contemporary Asia, vol. 27, núm. 3, 1997, pp. 315–323; George Sansom, A History of Japan 1615–1887, Stanford, Stanford University Press, 1963; lan Inkster, Japanese Industrialisation. Historcal and Cultural Perspectives, Londres, Routledge, 2001; Manuel Miño Grijalva, Obrajes y tejedores de Nueva España, 1700–1810, México, El Colegio de México, 1998; Franklin Mendels, op. cit., 1972.

14 Verlager significa editor en español.

15 David L. Howell, "Proto–industrial origins of Japanese capitalism", en Journal of Asian Studies, vol. 51, núm. 2, 1992, pp. 269286; Hagan Koo, "From farm to factory: proletarianization in Korea", en American Sociological Review, vol. 55, núm. 5, 1990, pp. 669–681.

16 Richard Lachmann, "Origins of capitalism in Western Europe: economic and political aspects", en Annual Review of Sociology, vol. 15, 1989, pp. 47–72; R. A. Butlin, "Early industrialization in Europe: concepts and problems", en Geographical Journal vol. 152, núm. 1, 1986, pp. 1–8; Alain Dewerpe, L'lndustrie aux Champs, essaisurla protoindustrialisation en Italie du Nord (18001880), París/Roma, Collection de L'École Française de Rome, 1985; Maxine Berg, op. cit., 2007.

17 John Smail, "Manufacturer or artisan? The relationship between economic and cultural change in the early stages of the eighteen–century industrialization", en Journal of Social History, vol. 25, núm. 4, 1992, pp. 791–814; François Cochet y Gérard Henry, Les Révolutions Industríeles: Processus historique, développements économiques, París, Armand Colin, 1995; Rajnarayan Chandavarkar, "Industrialization in India before 1947: conventional approaches and alternative perspectives", en Modern Asian Studies, vol. 19, núm. 3, 1985, pp. 623–668; Serge Chassagne, Le coton et ses patrons. France, 1760–1840, París, ÉHESS, 1991; Albert Feuerwerker, "Presidential address: questions about China's early modern economic history that I wish I could answer", en Journal of Asian Studies, vol. 51, núm. 4, 1992, pp. 757–769; Mary Jo Maynes, op. cit, 2004.

18 Claude Cailly, "Contribution à la définition d'un mode de production proto–industriel", en Historie et Mesure, vol. 8, núm. 1/ 2, 1993, pp. 19–40.

19 Pat Hudson y Steven A. King, op. cit., 2000.

20 Steve J. Stern, "Feudalism, capitalism, and the world system in the perspective of Latin America", en The American Historical Review, vol. 93, núm. 4, 1988, pp. 829–872; Frank Perlin, "Proto–industrialization and pre–colonial South Asia", en Past and Present, vol. 98, núm. 1, 1983, pp. 30–90; José Carlos Chiaramonte, Formas de sociedady economía en Hispanoamérica, México, Universidad Nacional Autónoma de México/Grijalbo, 1984.

21 Mary Jo Maynes, op. cit., 2004; Steven A. King, op. cit., 2003.

22 Maxine Berg y Pat Hudson, "Rehabilitating the industrial revolution", en The Economic History Review, vol. 45, núm. 1, 1992, pp. 24–50.

23 James L. McClain, "Bonshogatsu. Festivals and State Power in Kanazawa", en Monumenta Nipponica, vol. 47, núm. 2, 1992, pp. 163–203.

24 Marie–Claire Bergere, "On the historical origins of Chinese underdevelopment", en Theory and Society, vol. 13, 1984, pp. 327–337.

25 Vasant Kaiwar, "The colonial state, capital and the peasantry in Bombay presidency", en Modern Asian Studies, vol. 28, núm. 4, 1994, pp. 793–832; C. A. Bayly, "State and economy in India over seven–hundred years", en The Economic History Review, vol. 38, núm. 4, 1985, pp. 583–596.

26 Edward Countryman, op. cit., 1992.

27 François Crouzet, "Economic factors and the building of French nation–state", en Alice Teichova y Herbert Matis (eds.), Nation, State and Economy History, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 34–55; J. C. D. Clark, "On hitting the buffers: the historiography of England's ancien regime. A response", en Past and Present, núm. 117, 1987, pp. 195–207; R. A. Butlin, op. cit., 1986; Jane Gray, op. cit., 2006.

28 Albert Berry, "The limited role of rural small–scale manufacturing for late–comers: some hypotheses on the Colombian experience", en Journal of Latin American Studies, vol. 19, núm. 2, 1987, pp. 295–322; David Bushnell, "Unidad política y conflictos regionales", en Historia General de América Latina, París, UNESCO/Trotta, 2003, vol. VI, pp. 63–83; Jean Batou, "Nineteenth–century attempted escapes from the periphery: the cases of Egypt and Paraguay", en Review Fernand Braudel Center, vol. 26, núm. 3, 1993, pp. 279–318.

29 Douglas C. Libby, "Reconsidering textile production in late colonial Brazil: new evidence from Minas Gerais", en Latin American Research Review, vol. 32, núm. 1, 1997, pp. 88–108.

30 Araceli Ibarra Bellon, El comercio y el poder en México, 1821–1864. La lucha por las fuentes financieras entre el Estado central y las regiones, México, Fondo de Cultura Económica, 1998; Guillermo Beato, "La nueva estructura comercial", en Historia General de América Latina, vol. VI, París, UNESCO/Trotta, 2003, pp. 371–398; Michael C. Scardaville, "Trabajadores, grupos domésticos y supervivencia durante el periodo colonial tardío en la Ciudad de México o 'la familia pequeña no vive mejor'", en Manuel Miño Grijalva (coord.), La población de la Ciudad de México en 1790. Estructura social, alimentación y vivienda, México, El Colegio de México/Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 2002, pp. 210–258; Walther L. Bernecker, De agiotistas y empresarios. En torno de la temprana industrialización mexicana (siglo XIX), México, Universidad Iberoamericana, 1992.

31 Carlos Riojas, Las intransitables vías del desarrollo. El proceso de industrialización en Jalisco, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2003.

32 Robert W. Patch, "Imperial politics and local economy in colonial Central America, 1670–1770", en Past and Present, núm. 143, 1994,pp.77–107.

33 Carlos Illades, Estudios sobre el artesanado urbano del siglo XIX, México, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa/ Miguel Ángel Porrúa, 2001, Biblioteca de Signos, 15.

34 Jan de Vries, "The industrial revolution and the industrious revolution", en Journal of Economic History, vol. 54, núm. 2, 1994, pp. 249–270.

35 François Cochet y Gérard Henry, op. cit., 1995; Serge Chassagne, op. cit, 1991; Maxine Berg y Pat Hudson, op. cit, 1992.

36 Brian A'Hearn, "Institutions, externalities, and economic growth in Southern Italy: evidence from the cotton textile industry, 1861–1994", en Economic History Review, vol. 51, núm. 4, 1998, pp. 734–762; Peter Cocks, "Towards a marxist theory of European integration", en International Organization, vol. 34, núm. 1, 1980, pp. 1–40; François M. M. Hendrickx, "Family, farm, and factory: Labor and the family in the transition from protoindustry to factory in 19th–century Twente, The Netherlands", en History of the Family vol. 8, 2003, pp. 45–69.

37 Maxine Berg, La era de las manufacturas, 1700–1820. Una nueva historia de la revolución industrial británica, Barcelona, Crítica, 1987; Sheilagh Ogilvie y Jeremy Edwards, "Women and the 'Second Serfdom': evidence from early modern Bohemia", en The Journal of Economic History, vol. 60, núm. 4, 2000, pp. 961–994.

38 Peter Kriedte, Peasants Landlords and Merchant Capitalist, Londres, Berg Publishers LTD, 1983; Gay L. Gullicson, "Agriculture and cottage industry: redefining the cause of proto–industrialization", en Journal of Economic History, vol. 43, núm. 4, 1983, pp. 831–850.

39 Agustín González Enciso, "La protoindustrialización en España", en Revista de Historia Económica, vol. 2, núm. 1, 1984, pp.11–44.

40 James L. McClain, op. cit., 1992; Vasant Kaiwar, op. cit., 1994.

41 Brígida von Mentz, Trabajo, sujecióny libertad en el centro de la Nueva España. Esclavos, aprendices, campesinos y operarios manufactureros, siglos XVI a XVIII, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Porrúa, 1999; Arij Ouweneel, Shadows over Anáhuac. An Ecological Interpretation of Crisis and Development in Central Mexico, 1730–1800, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1996; Alejandro TortoleroVillaseñor, Notarios y agricultores. Crecimiento y atraso en el campo mexicano, 1780–1920. Propiedad, crédito, irrigación y conflictos sociales en elagro mexicano, México, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa/Siglo XXI, 2008; Manuel Miño Grijalva, La manufactura colonial. La constitución técnica del obraje, México, El Colegio de México, 1993; Eni de Mesquita Samara, "Los grupos y la vida cotidiana (1820–1870)", en Historia General de América Latina, vol. VI, París, UNESCO/Trotta, 2003, pp. 421–444; Carlos Illades, Hacia la República del Trabajo: la organización artesanal en la Ciudad de México, 1853–1876, México, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa/El Colegio de México, 1996; Robert Patch, op. cit., 1994.

42 R. A. Butlin, op. cit., 1986.

43 Robert S. DuPlessis, "Wallerstein, world systems analysis, and early modern European history", en The History Teacher, vol. 21, núm. 2, 1988, pp. 221–232.

44 Ian Inkster, op. cit., 2001.

45 K. N. Chandavarkar, op. cit., 1985.

46 Eni de Mezquita Samara, op. cit, 2003.

47 Reinhard Liehr, "Andrés Torres, comerciante y empresario de Puebla entre el mercado interno mexicano y la economía atlántica, 1830–1877", en Ibero–Amerikanische Archiv, vol. 22, núm. 1/2, 1996, pp. 103–129; Reinhard Liehr, "Family business in the Industrial Revolution of the Puebla textile industry, 1817–1895", en Renate Pieper y Peer Schmidt (eds.), op. cit., 2005, pp. 439453; Manuel Miño Grijalva, "La circulación de mercancías: una referencia al caso textil latinoamericano (1750–1810)", en Arij Ouweneel y Cristina Torales Pacheco (comps. y coords.), Empresarios, indios y Estado. Perfil de la economía mexicana (siglo XVIII), México, Universidad Iberoamericana, 1992, pp. 75–96; Sonia Pérez Toledo, Los hijos del trabajo. Los artesanos de la ciudad de México, 1780–1853, México, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa/El Colegio de México, 1996.

48 Maxine Berg, op. cit., 2007.

49 Pierre Deyon, "Fécondité et limites du modèle protoindustriel: premier bilan", en Annales, Économies–Sociétés–Civilisations, vol. 39, núm. 6, 1984, pp. 868–881; Pat Hudson y Steven King, op. cit., 2000; François M. M. Hendrickx, op. cit., 2003; James Foreman–Peck, op. cit., 2009; Mary Jo Maynes, op. cit., 2004 y 2006; Sheilag Ogilvie y Jeremy Edward, op. cit, 2000; Steven A. King, op. cit., 2003.

50 Horst Pietschmann, op. cit., 1992; Manuel Miño Grijalva, op. cit., 1998.

51 Walther L. Bernecker, op. cit, 2005; Guillermo Beato, op. cit, 2003; Sonia Pérez Toledo, op. cit, 1996; Reinhrad Liehr, op. cit., 2005.

52 John Smail, op. cit., 1992; Peter Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm, op. cit, 1986; Peter Kriedte, op. cit., 1983.

53 Franklin F Mendels, "Niveau des salaires et âge au mariage en Flandre, XVlle–XVllle siècles", en Annales, Économies–Sociétés–Civilisations, vol. 39, núm. 6, 1984, pp. 939–956; R. A. Butlin, op. cit., 1986.

54 E. A. Wrigley, Gentes, ciudades y riqueza. La transformación de la sociedad tradicional, Barcelona, Crítica, 1992.

55 James L. McClain, op. cit., 1992.

56 Agustín González Enciso, op. cit, 1984; John Smail, op. cit., 1992.

57 Douglas C. Libby, "Proto–industrialisation in a slave society: The case of Minas Gerais", en Journal of Latin American Studies, vol. 23, núm. 1, 1991, pp. 1–35; Douglas C. Libby, op. cit., 1997.

58 Brígida von Mentz, op. cit., 1999; Carlos lllades, op. cit., 1996.

59 Albert Berry, op. cit., 1987.

60 Sheilagh C. Ogilvie, "Proto–industrialisation in Europe", en Continuity and Change, vol. 8, núm. 2, 1993, pp. 159–179; Gwynee Lewis, op. cit., 1994.

61 Marie–Claire Bergere, op. cit., 1984.

62 Alonso L. Álvarez, "De la manufactura a la industria: la real fábrica de tabacos de la Coruña (1804–1857)", en Revista de Historia Económica, vol. 2, núm. 3, 1984, pp. 13–34; Peter Kriedte, op. cit., 1983.

63 Maxine Berg, op. cit., 2007; R. A. Butlin, op. cit., 1986.

64 Douglas C. Libby, op. cit., 1991.

65 Reinhard Liehr, op. cit., 1996.

66 Victor Lieberman, "Transcending East–West dichotomies: state and cultural formation in six ostensibly disparities areas", en Modern Asian Studies, vol. 31, núm. 3, 1997, pp. 463–564.

67 Agustín González Enciso, op. cit., 1984.

68 Patrick O'Brien, "Political structures and grand strategies for the growth of the British economy, 1688–1815", en A. Teichova y H. Matis (eds.), Nation, State and Economy History, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 11–33.

69 Algunos críticos del modelo señalan que esa perspectiva gradual le hace perder su realismo al momento de interpretar las evidencias empíricas. Véanse R. A. Butlin, op. cit, 1986; Maxine Berg y Pat Hudson, op. cit, 1992. Al revisar los principales trabajos citados aquí no necesariamente se justifica esta percepción.

70 François Hendrickx, op. cit, 2003; Pat Hudson y Steven King, op. cit, 2000.

71 Carla Rahn Phillips, "Time and duration: a model for the economy of early modern Spain", en The American Historical Review, vol. 92, núm. 3, 1987, pp. 531–562.

72 John Lee, "Trade and economy in preindustrial East Asia, c. 1500–c. 1800: East Asia in the age of global integration", en The Journal of Asian Studies, vol. 58, núm. 1, 1999, pp. 2–26; Agustín González, op. cit, 1984; David L. Howell, op. cit., 1992; Serge Chassagne, op. cit., 1991; Maxine Berg y Pat Hudson, op. cit., 1992; Ahrar Ahmad, op. cit., 1997.

73 Manuel Miño Grijalva, op. cit., 1998; Walther L. Bernecker, op. cit., 2005.

74 Humberto Morales Moreno, "Auge y decadencia del temprano sistema industrial mexicano: del Porfiriato a la Revolución, 1890–1940", en Carta Económica Regional, nueva época, año 21, núm. 104, 2010, pp. 19–41.

75 R. A. Butlin, op. cit., 1986.

76 Brian A'Hearn, op. cit., 1998.

77 Maxine Berg y Pat Hudson, op. cit., 1992; Maxine Berg, op. cit., 1987.

78 Ugo Pipitone, Ciudades, naciones y regiones: los espacios insttucionales de la modernidad, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.

79 Patrick O'Brien, Trevor Griffiths y Philip Hunt, "Political components of the industrial revolution: parliament and the English cotton industry, 1660–1774", en The Economic History Review, vol. 44, núm. 33, 1991, pp. 395–423; John Smail, op. cit., 1992.

80 Sanjay Subrahmanyam, "Rural industry and commercial agriculture in late seventeenth–century South–Eastern India", en Past and Present, núm. 126, 1990, pp. 74–114; Ahrar Ahmad, op. cit., 1997.

81 lan Inkster, op. cit., 2001; David L. Howell, op. cit., 1992.

82 Manuel Miño Grijalva, op. cit., 1998.

83 Jean Piel, "Le travail forcé au Guatemala sous la dictadure libérale. Le Départament du Quiché (1837–1920)", en Histoire et Sociétés Rurales, vol. 4, núm. 2, 1995, pp. 137–176.

84 Jean Batou, op. cit., 1993.

85 Wolfgang Mager, "Proto–industrialization and proto–industry: the uses and drawbacks of two concepts", en Continuity and Change, vol. 8, núm. 2, 1993, pp. 181–215.

86 K. N. Chaudhuri, "Proto–industrialization: structure of industrial production in Asia, European export trade, and commodity production", en René Leboutte (ed.), Proto–industrialisation. Recherches recentes et nouvelles perspectives, Genève, Droz, 1996, pp. 107–128; Mary Jo Maynes, op. cit., 2004.

87 Agustín González, op. cit., 1984; Christopher A. Bayly, op. cit., 1985.

88 Ronald P. Toby, "Both a borrower and lender be. From village moneylender to rural banker in the tempo era", en Monumenta Nipponica, vol. 46, núm. 4, 1991, pp. 483–512; Gay L. Gullicson, op. cit., 1983.

89 Carlos Marichal, "Las finanzas y la construcción de las nuevas naciones latinoamericanas, 1810–1880", en Historia General de América Latina, París, UNESCO–Trotta, 2003, vol. VI, pp. 399–420; Mary Jo Maynes, op. cit., 2006 y 2004; Maxine Berg, op. cit., 2004; Guillermo Beato, op. cit., 2003.

90 Peter Kriedte, Hans Medick y Jürgen Schlumbohm, op. cit., 1986; Sanjay Subrahmanyam, op. cit., 1990; Gay L. Gullicson, op. cit., 1983; Christopher A. Bayly, op. cit., 1985; Ahrar Ahmad, op. cit., 1997; Steve J. Stern, op. cit., 1988.

91 José Carlos Chiaramonte, "Estado y poder regional: constitución y naturaleza de los poderes regionales", en Historia General de América Latina, vol. VI, 2003, pp. 145–160; Maxine Berg, op. cit., 2004; Carlos Marichal, op. cit., 2003.

92 Walther L. Bernecker, op. cit., 2005; Guillermo Beato, op. cit., 2003.

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