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Signos históricos

Print version ISSN 1665-4420

Sig. his vol.11 n.21 México Jan./Jun. 2009

 

Presentación

 

La Revolución mexicana en diferentes perspectivas de la historia regional

 

Luz María Uhthoff López*

 

Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. *angi@xanum.uam.mx

 

En el contexto del centenario de la Revolución mexicana, y a la luz de los avances historiográficos recientes, la revista Signos Históricos busca contribuir al examen de este proceso que marcó nuestra historia durante el siglo XX. Muchas y diversas son las interpretaciones que ha merecido este proceso desde sus inicios hasta la actualidad. En los últimos años ha sido especialmente la historiografía regional la que ha permitido comprender la compleja diversidad de movimientos sociales, de liderazgos políticos o de programas e idearios revolucionarios. Esta historiografía nos revela cada vez más una visión multifacética de la revolución al examinar en los diferentes escenarios regionales —como consecuencia de la destrucción de los controles y el dominio del Antiguo Régimen—, las nuevas formas de negociación que emergieron en el contexto revolucionario entre los sectores populares, los nuevos actores políticos y los grupos propietarios. Los artículos aquí reunidos son una pequeña muestra de ese análisis regional y de las distintas perspectivas con las que se puede estudiar el proceso revolucionario.

Este número monográfico inicia con el trabajo de Juan Manuel Romero Gil, quien indaga acerca de los efectos de la revolución en la minería de Sonora —la actividad más dinámica de esta región—. Su análisis esboza el nuevo escenario político y social que se construyó en las zonas mineras durante esos años con la organización y radicalización de los trabajadores mineros; el cambio de autoridades políticas junto con la presión de las empresas mineras estadounidenses intentaban mantener las condiciones favorables legadas del Porfiriato. El autor destaca, en principio, la importancia de esas zonas en los años de lucha revolucionaria, pues en ellas apareció un creciente nacionalismo; además fueron objeto de una continua batalla de los rebeldes por reclutar tanto hombres como recursos. El estudio detalla la trama de relaciones complejas y conflictivas que se fueron tejiendo entre dichos actores, destacando la radicalización y el papel beligerante de los trabajadores que, por medio de sus organizaciones sindicales y huelgas, presionaron para lograr no solo aumentos salariales sino también mejores condiciones laborales. Por ello, concluye Romero Gil, las acciones y la posición política de los trabajadores lo hacen ver como un movimiento social de resistencia dentro de la revolución.

Por su parte, José Mario Contreras, examina la persistente demanda agraria en Nayarit, y cómo se mantuvo la fuerza política y para-militar de los hacendados, a pesar del nuevo marco legal que favorecía la reforma agraria, por lo que el reparto no se concretó sino hasta la década de 1930; lo cual indica que la obtención de tierras, por parte de las comunidades agrarias, se vio acompañada de un largo y complejo proceso de negociación, combinado con demandas sindicales y electorales. En su ensayo, Contreras resalta las formas que adoptó el agrarismo popular en Nayarit, el origen local de sus líderes y, en general, la composición popular del movimiento. Observa, también, las distintas fases que recorrió ese agrarismo: las décadas de 1910, 1920 y 1930. Durante las primeras dos fases sus resultados fueron magros, pues al inicio de 1930 todavía la mayor parte de tierras fértiles se concentraban en 60 grandes propiedades, cuyos dueños eran una decena de familias, nativas y extranjeras. Fue en la última fase, de 1934 a 1939, cuando se llevó a cabo la fragmentación de las grandes propiedades así como el desplazamiento del poder de las familias que constituían la oligarquía local. En este reparto, enfatiza el autor, fue fundamental el papel de "los ingenieros de la agraria" —un grupo de jóvenes políticos simpatizantes del agrarismo— pues terminarían por ocupar la escena política que dejaban vacante los hacendados.

Por su parte, Verónica Oikión analiza cómo el ambiente generado por la lucha revolucionaria en Michoacán causó la radicalización de grupos de la clase media ilustrada, de obreros, campesinos, cuyo propósito fue vincular su movimiento socialista a la revolución proletaria mundial. La autora examina las organizaciones sociales y los liderazgos emergentes que llevaron a la formación del Partido Socialista Michoacano, entretejiéndolo con la trayectoria del Partido Comunista Mexicano, con el objetivo de analizar sus convergencias y divergencias. A este propósito Oikión destaca la alianza de dos destacados personajes michoacanos: Francisco J. Múgica y Primo Tapia de la Cruz, quienes permitirían conformar un tejido local indispensable para la organización social, agraria y política, que a la postre vendría a ser la correa de transmisión del activismo comunista. Finalmente, explica la autora, aunque la insurrección a escala planetaria nunca llegó, dichas organizaciones dejaron una simiente para un proyecto más incluyente y de reivindicación de derechos sociales, agrarios y políticos en amplios sectores de la población, que terminaron por vincularse al proyecto social de Cárdenas.

Por último, el trabajo de Mónica Palma muestra una mirada distinta acerca de la presencia de los estadounidenses en México durante los primeros años de la revolución; pues, a diferencia de los estudios habituales acerca de esta inmigración como una clase de grandes empresarios o trabajadores calificados. De este modo, Palma descubre su diversidad y examina a un grupo de estadounidenses menos adinerado que se desempeñaba como simples empleados, oficinitas o trabajadores. La autora se adentra en temas poco conocidos, uno de ellos es el estudio de los vínculos que estos inmigrantes entablaron con los mexicanos, las formas en las que participaron en la cotidianidad citadina, sus diversiones en cantinas, restaurantes, billares y hoteles de mala reputación. Esas diversiones los llevó muchas veces a figurar en los registros judiciales, a la par de los nacionales a causa de la embriaguez, riñas, escándalos, lesiones, consumo de estupefacientes, juego, robo y crímenes. La investigación de Palma concluye que, a pesar de existir asociaciones específicas para apoyar a sus compatriotas, entre ellos se mantuvieron las diferencias sociales, provocando así que los estadounidenses comunes tuvieran la misma suerte que los sectores populares mexicanos que infringían la ley.

En síntesis, este número examina cómo, en este contexto cambiante que representó la revolución, surgieron y se fortalecieron tanto actores como los movimientos sociales en Sonora, Nayarit y Michoacán. También se muestra como la Ciudad de México fue un espacio cosmopolita que mantuvo cierta tranquilidad y cotidianidad durante la primera etapa de la lucha armada.

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