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Innovación educativa (México, DF)

versão impressa ISSN 1665-2673

Innov. educ. (Méx. DF) vol.16 no.72 México Set./Dez. 2016

 

Presentación

Pertinencia y futuro de las revistas académicas

Xicoténcatl Martínez Ruiz* 

*Editor en jefe revista Innovación Educativa


El editor contemporáneo de revistas académicas vive su oficio desde un cruce de caminos, uno hecho de tiempo, de posibilidad y de recreación de los dilemas humanos que nos definen; algunos de ellos han caracterizado al antiguo, pero actual tema de la verdad y el origen del conocimiento (episteme). En la recreación de esos dilemas hay dos que quiero subrayar: el de la ética en la publicación y la objetividad del conocimiento. El primero lo considero fundamental para hablar del futuro de las revistas académicas -ya sean éstas de investigación, científicas o de divulgación-, porque se relaciona con lo que hoy llamamos ética de la información en general y con los desafíos del manejo de información, conocimiento y saberes resultantes de la investigación. De manera específica, esos desafíos se refieren -entre otros- a su transparencia, publicación, leyes para proteger y abrir su acceso de manera no comercial, derechos de autor, guerra mediante el uso de la información con fines de violencia sistemática (Floridi, L., and Taddeo, M., 2014); asimismo, si el conocimiento generado tiene la intención o no de beneficiar a unos cuantos o a la humanidad en general, el uso de TIC y el desarrollo de sistemas para monitorear la publicación digital de manera comercial o no-comercial (Turilli, M., y Floridi, L., 2009). En ese cruce de caminos el editor construye -en cada número de una revista- la versión plausible de un proyecto colectivo de conocimiento, generado por la cooperación e investigación guiadas por un tema o temas en común, compartidos con la comunidad de investigadores. Aunque se difiera en las ideas, se construyen propuestas pertinentes para el beneficio de las sociedades contemporáneas. Por ello, una revista académica es un proyecto colectivo, parte integral de otros que forman, a su vez, otra colectividad que configura los sistemas de generación, comunicación y uso del conocimiento que produce la investigación.

En el proyecto colectivo que es una revista académica existe un intercambio de ideas que es, al mismo tiempo, parte o inicio del proceso dialógico e interdisciplinario que hoy vemos en la producción científica. Allí se reproduce un diálogo siempre nuevo, donde se formulan las mismas preguntas vitales en momentos históricos diferentes. Con cada número de estas revistas se gesta un intercambio de escucha y habla, van y regresan las ideas, como si se transitara por un puente, se enlazan dos orillas. Autores y lectores transitan por la solidez de ese puente: uno que descansa sobre la ética que funda cada número de una revista académica. En consecuencia una revista es capaz de ser, en sí misma, una tradición de investigación y conocimiento. Gil Antón (2014) les llama “tradiciones académicas” y en una breve descripción captura la idea que no ha de olvidarse: “…en estas revistas debemos publicar no para las comisiones dictaminadoras, sino para los lectores: en este caso para la comunidad académica de referencia y otras que busquen la generación de una corriente crítica”. (p.202). Hace un par de años cité esas palabras de Manuel Gil Antón y después de ese tiempo siguen más vigentes, sobre todo, en medio de la frenética carrera del investigador actual modelado por las comisiones dictaminadoras y escribiendo para ellas -como expresa Gil Antón-. Agregaría, desde la visión del editor y no desde la óptica de comisiones dictaminadoras, que estamos observando cada vez más a un investigador ya modelado, predeterminado, perdiendo de vista la preciada oportunidad de comunicar a un lector crítico, quien busca conocimiento y saberes para llevarlos al corazón mismo de los cambios sociales. La determinación de la estructura de recompensa obnubila la oportunidad de aportar y ofrecer un beneficio colectivo, hablar a las comunidades que buscan generar -como expresa Gil Antón- una corriente crítica, una en medio de las crecientes desigualdades económicas, de oportunidades, de justicia y de acceso al conocimiento.

Las revistas académicas son -en gran medida- un beneficio social, un beneficio para la humanidad, ese carácter no debe ser olvidado por todos y todas quienes las construyen. Las líneas previas no son retórica. Como ha mostrado Juan Pablo Alperin (2015) en su disertación The Public Impact of Latin America’s Approach to Open Access, quien ofrece una serie de datos que muestran cómo un público no académico y de sectores diversos se interesa y lee revistas académicas; especialmente mediante la oportunidad latinoamericana que es el acceso abierto. Una de las lecciones que nos deja Alperin (2015) es la oportunidad de repensar el significado de la inclusión, donde el bien común es el conocimiento generado y publicado por las instituciones de educación superior que desarrollan investigación: “Esta ha sido la motivación detrás de Latindex, un sistema de información que ha llegado a ser la fuente de información más inclusiva y comprehensiva relacionada con las revistas académicas en Latinoamérica, el Caribe, España y Portugal”. (p. 15).

El estudio de Alperin recupera la voz de generaciones latinoamericanas que han trabajado para ese impacto público de las revistas académicas y, al mismo tiempo, le habla a las generaciones futuras de investigadores que tendrán la enorme responsabilidad de estar a la altura de esa oportunidad. Esa responsabilidad se convirtió en posibilidad gracias a tres proyectos, entre otras voluntades colectivas, que me atrevo a decir son esperanzadores para el futuro de las revistas académicas y ahora son referencia latinoamericana, estos son: el Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); Scientific Electronic Library Online (SciELO), y la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc). Desde los resultados observables de esos tres proyectos latinoamericanos y pensándolos de manera interconectada, como un multisistema de acceso abierto, son capaces de enlazar otras redes de conocimiento, similar a un sistema multiagente o SMA, (Floridi, 2015) y asegurar que la investigación publicada sea un bien de la humanidad. ¿Acaso podemos considerar esos tres ejemplos como pautas fundacionales para construir el futuro de las revistas académicas con y desde otra forma de concebir, gestionar, publicar, abrir y cultivar un impacto social del conocimiento y los saberes?

Para iniciar un ensayo de respuesta o plausiblemente germinar una utopía necesaria, sugiero considerar tres reflexiones, entre muchas otras, para construir el futuro y pertinencia de las revistas académicas. La primera reflexión indica el carácter incluyente caracterizando la apertura y el acceso abierto del conocimiento y el saber generados en nuestro tiempo, es decir, que existan como beneficio para la humanidad. La segunda se refiere a cultivar y robustecer la ética que funda a las revistas académicas y sus metas, con una visión y conciencia de los enormes riesgos que el mismo avance científico publicado ya echó a andar para el futuro. En tercer lugar están las reflexiones y la conciencia de la tradición académica inaugurada por una revista y que abraza de manera entrelazada a otros proyectos, no sólo académicos sino sociales y de disminución de la desigualdad económica con una visión de desarrollo y beneficio humano, es decir, las revistas en tanto tradiciones académicas son más que meros impresos, citas, datos o métricas; pueden ser vistas como un entramado de interacción capaz de aportar a la equidad y la distribución más equitativa de lo que ya pertenece a la humanidad. Esas tres reflexiones sugieren la revisión de las directrices de la investigación actual, quizás podamos cultivar o iniciar la reflexión desde nuestras instituciones. No olvidarlo es labor colectiva. De manera práctica, el oficio del editor de revistas académicas exige ser una parte activa de esa conciencia colectiva.

El oficio de la libertad de palabra y la conciencia colectiva

El oficio de editor de revistas académicas reclama ser una conciencia colectiva, una que reúne el conjunto de voces y evade la complacencia. Dos afinidades fundan su oficio: cultivar el diálogo que germina ideas y el más alto valor que es la libertad. Aún en esa confluencia axiológica, no pocas de sus batallas se libran y se dirimen en el silencio de la pantalla del ordenador. El oficio lo vuelve un testigo silente habitando entre los intersticios del tiempo de edición -que no es el tiempo ni las horas de oficina- y la espesura de horas interminables dedicadas a las líneas incomprensibles de este u otro autor, o la claridad irrefutable de ideas que brillan por sí mismas. La desesperación por los incontables detalles se torna alegría abrupta, entusiasmo inexplicable al ver la obra colectiva -que es cada número- y cada una de las piezas en su lugar. Las revistas y sus números se vuelven una victoria colectiva resultante de un sin fin de intentos, de re-escrituras, que se apresuran a ser públicas; así en cuanto quedan en manos del lector dejan de pertenecernos, confirman su naturaleza colectiva, posibilidad de existir como un bien común para la humanidad.

Esa imagen del quehacer editorial para la publicación de revistas académicas, no está quizás tan lejana de la historia misma de la ciencia. Herederos de una tradición de publicaciones científicas, las actuales revistas enfrentan una de las mayores posibilidades para llegar a más seres humanos mediante los mecanismos digitales de bases de datos, índices, repositorios, entre otros; pero de manera casi simultánea esa posibilidad digital que siempre tiende a medir y cuantificar inclusive lo incuantificable, se vuelve un riesgo latente para el futuro de las revistas académicas. Ese riesgo también se asoma detrás de algo más importante: el desarrollo y enfoque de la investigación y la generación del conocimiento y el saber para el futuro del bienestar humano.

La necesidad de pensar el futuro de las revistas académicas, conlleva repensarlas críticamente como una colectividad que crece mediante el acceso abierto. En ese carácter colectivo, el editor se nutre de todos quienes participan, pero tiene tareas que lo desafían, como son evitar una perspectiva diluida o abrumada por la presión -de la acelerada carrera por los índices y la permanencia en ellos-, o la constante preocupación de los recursos para financiar las publicaciones. Sin embargo, un desafío que ha crecido exponencialmente es la avalancha de artículos de investigadores desesperados por publicar -en gran medida por la presión de las mismas comisiones dictaminadoras, de becas, sistemas de investigación, etcétera, que determinarán dónde ha de publicarse y cómo debe ser medido. Pero eso asegura un ciclo de determinación productiva del investigador, que no necesariamente ha significado mayor calidad de contenido o pertinencia de la investigación.

Algo que no debe olvidarse es que el oficio del editor es un oficio de libertad, pero no la libertad de elegir a qué comisión dictaminadora agradar sino la de la libertad de palabra. En el corazón mismo de esa libertad, el editor tiene la oportunidad de ser una conciencia vigilante, no alineada a un interés mezquino, de grupo, de mercadotecnia o de moda, sino -para el caso de las revistas académicas- construida desde una ética que vela por el conocimiento generado no para un bien personal sino colectivo. Esa ética y ese bien colectivo están bajo un continuo riesgo y amenaza: la de la determinación de qué investigación apoyar y cuál no. El riesgo futuro para las revistas está en determinar qué investigación importa y qué intereses serán tomados en cuenta. Eso crea un mecanismo, que termina siendo un círculo de producción ajustado a un interés determinando, es decir, qué se publica, qué costo tendrá para las universidades acceder a ella, qué revistas otorgarán la categoría de conocimiento científico y cómo rastrear el número de citas o acelerar la ruta para configurar una nueva patente. Pero el círculo de la determinación no concluye allí.

Que un grupo reducido de comisiones y publicaciones determinen qué es ciencia y qué temas interesan -o deberían interesar- a los gobiernos, influye en los mecanismos y montos de inversión a la investigación que, en consecuencia, determinará a quiénes se distribuirá un beneficio u otro, pero no necesariamente a quien más lo necesite sino a quien pueda pagarlo. Ese enorme riesgo tiene que ser considerado por la colectividad que hoy construye las revistas científicas, sobre todo en medio del frenesí -no siempre pensado- de las pautas empresariales de la gestión y visibilidad del conocimiento. La inversión a la investigación no será algo libre de ser guiado por un enfoque científico, en el más amplio sentido humanístico para mejorar a las sociedades actuales, sino que puede tener un sesgo hacia otros intereses, por lo que la imparcialidad se diluye: “Para funcionar correctamente, los científicos deben mantener un estado de desapego o imparcialidad”. (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015, p.129).

Si el oficio del editor es el de la libertad de palabra, el de ser conciencia vigilante de la ética que funda a las tradiciones académicas, entonces cada editor tiene un papel relevante para el futuro de las revistas, pero no como un héroe solitario ni como caudillo, sino como conciencia colectiva. El crecimiento de las revistas científicas de un país refleja -en cierta forma- el enfoque de su política de desarrollo en ciencia y tecnología; estamos viendo en Latinoamérica algunos esfuerzos recientes para el impacto y desarrollo de sus revistas científicas. Los esfuerzos gubernamentales tendrán que ser sostenidos, porque la consolidación requiere de la madurez de los mecanismos de gestión, el reconocimiento de una cultura de apoyo a la publicación científica y un apoyo económico sostenido. Sin embargo, el caso latinoamericano, si bien muestra esfuerzos también está en riesgo al enfrentar un escenario de recortes presupuestales en ciencia y tecnología para el 2017, México, Brasil, Costa Rica, son ejemplo de ello. En México ese riesgo se puede objetivar en la reducción de recursos federales para investigación, educación, ciencia y tecnología; los esfuerzos de los últimos años se verían amenazados por la inestabilidad que genera reducir recursos en esas áreas en verdad prioritarias para el desarrollo un país en el escenario actual (La Jornada, 21 de noviembre, 2016).

¿Por qué pensar el futuro del bienestar junto al de las revistas académicas?

Las publicaciones académicas en general son un importante eslabón para asegurar la pertinencia social del conocimiento y comunicar los beneficios colectivos de la inteligencia humana. Sin embargo, ésta última ha construido, paradójicamente, las condiciones que la ponen en riesgo a través del desarrollo e inversión en la investigación para hacer realidad una súper inteligencia no humana (Bostrom, 2014). Ese riesgo aunque muy específico y aparentemente lejano al tema de las revistas académicas, también es ubicuo e impactará en diferentes aspectos de la vida como hoy la conocemos y, por ello, compromete el futuro de la humanidad misma. Más exactamente, sugiero pensar ¿qué lugar tienen las revistas académicas -científicas, de investigación o divulgación- en la construcción de los riesgos o beneficios futuros para la humanidad? La publicación de los resultados de investigación tiene un impacto directo en los desarrollos tecnológicos que hoy constituyen un reto para nuestra especie, lo vemos con dos casos: el desarrollo de la inteligencia artificial y la forma en que las tecnologías de la información y comunicación han trasformado y transformarán nuestra interacción con los demás. En la edición de revistas ya lo estamos presenciando en diversas esferas de la gestión editorial, por ello podemos pensar ¿cómo queremos que sean las revistas académicas para las próximas décadas? Probablemente trabajamos, aún sin ser conscientes de ello, para que la gestión y los procesos editoriales sean hechos por una súper inteligencia capaz de determinar qué es investigación, qué deberá publicarse y qué será medible y con qué valor económico. ¿Realmente tenemos razones para preocuparnos?

La inversión económica en inteligencia artificial y TIC es muy considerable en ciertos países, para otras regiones la inversión es mayoritariamente dirigida a comprar esos desarrollos y sus aplicaciones. La proyección de crecimiento de ambos, inteligencia artificial y TIC, para las próximas décadas ocupa un lugar importante en la inversión, venta y compra de tecnología que, en consecuencia, agudizará la dependencia económica de algunos países. Pero, ¿por qué hablar de ambos desarrollos y qué relación tienen con el futuro de las publicaciones académicas? Huw Price, Director del Centre for the Study of Existential Risk, expresa una de las preocupaciones que se tendrán en consideración, inclusive para los sistemas de publicación académica:

“If we are to develop machines that think, ensuring that they are safe and beneficial is one of the great intellectual and practical challenges of this century. And we must face it together -the issue is far too large and crucial to be tackled by any individual institution, corporation or nation. Our grandchildren, or their grandchildren, are likely to be living in a different era, perhaps more Machinocene tan Antropocene. (Price, H., Now it’s time to prepare for the Machinocene, 2016)

La preocupación por los riesgos futuros que enfrentará la humanidad -riesgos en construcción mediante desarrollos tecnológicos e inteligencia artificial-, ya se expresa de modo directo e indirecto en la literatura científica. Nuestra tarea en las revistas académicas latinoamericanas también será llevar esas reflexiones a los sistemas de administración, publicación y comunicación de conocimiento que son animados por la investigación. Esa preocupación necesita claridad desde los diferentes actores que integran a gran escala los sistemas de publicación y comunicación de la ciencia. Así, se tendrá que considerar ¿qué valores humanos implícitos en la generación y publicación del conocimiento científico pueden ponerse en riesgo con el desarrollo de una súper inteligencia y la presencia cada vez mayor de TIC en los procesos de publicación científica? Si pensamos esto en el escenario de la publicación académica para las próximas décadas, ¿qué criterios pueden asegurar que la investigación publicada aporte al bienestar incluyente, justo y guiado éticamente, donde un ser humano decide para la humanidad y no una súper inteligencia con mayor autonomía y sin parámetros éticos?

La pregunta quizás pueda leerse como una reflexión anticipada, pero no lo es. Con la información y evidencias que hoy proveen centros de investigación en campos nuevos enfocados interdisciplinariamente al futuro de la humanidad, al riesgo existencial y el futuro de la inteligencia, de las universidades de Cambridge y Oxford como son el Centre for the Study of Existential Risk; Future of Humanity Institute y recientemente el Leverhulme Centre for the Future of Intelligence; podemos decir que lo mismo que puede dibujar un futuro brillante para la humanidad, también es capaz de poner en riesgo su existencia como hoy la conocemos. Así, la pregunta que cierra el párrafo previo tiene sus fundamentos, no es ficción ni está lejana a la investigación que se lleva a cabo en las universidades contemporáneas. Una aproximación comprehensiva a esos riesgos está en los trabajos de investigación de Nick Bostrom (2013), o bien Superintelligence: Paths, Dangers, Strategies, (2014). Cierro con una pregunta. En el escenario actual de las revistas académicas y ante el incremento de la autonomía de los sistemas de información y la capacidad de monitoreo de lo que es medible, ¿qué lecciones podemos aprender de otras áreas donde las decisiones, innovaciones, desarrollos tecnológicos e investigación ya han dibujado un escenario de riesgos, debido al incremento de la autonomía de los sistemas inteligentes de gestión e información?

References

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