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Innovación educativa (México, DF)

versión impresa ISSN 1665-2673

Innov. educ. (Méx. DF) vol.13 no.61 México ene./abr. 2013

 

Presentación

 

Juventud, desempleo y utopía: lecciones desde el pensamiento creativo y la ciudadanía

 

Xicoténcatl Martínez Ruiz

 

Pensar en el desempleo como una categoría de análisis para el estudio de la realidad contemporánea conlleva una atracción, arriesgada y pertinente, para repensar la historia de la humanidad a través de las tensiones que subyacen a la idea abstracta de producción en general. Una hipotética historia del desempleo arrojaría luz sobre cómo han evolucionado o involucionado -desde las sociedades antiguas hasta nuestros días- las formas originarias de relación entre el trabajo necesario para vivir y el cuidado del medio ambiente. Bajo esta perspectiva, para ciertos periodos de la historia la categoría del desempleo carecería de gravidez; tendría otros nombres o habría otras maneras de referirla, sin la carga de un consumo desequilibrado de recursos naturales. Si nos atenemos a lo que ocurre en nuestras sociedades contemporáneas, la reflexión acerca de por qué el desempleo es una preocupación global, puesta con urgencia en un primer plano, debe ser considerada críticamente por la investigación y la gestión educativas para el diseño curricular que tendremos en las siguientes décadas. Diversas problemáticas hilvanan el tema del desempleo global (OIT, 2013) y expresan su complejidad multifactorial. Sin embargo, esta introducción se enfoca -a modo de sugerencia- en dos constantes implícitas: el egreso y el desempleo profesional.

La primera constante se refiere a cómo el desempleo global pone en riesgo uno de los ejes de la economía actual: el consumo. En esta constante, una paradoja recorre el sistema de libre mercado y de enriquecimiento desigual: el desempleo, en tanto negación del poder adquisitivo, significa descenso o ausencia de consumo; sin consumo la producción sufre un periplo contradictorio capaz de poner en crisis el destino de la producción en general y, por tanto, el del flujo de capitales que renuevan el ciclo y animan sus mecanismos de consumo (Marx, Grundrisse 1857-1858, citado en Dussel, 1985). La gravedad del desempleo en esta constante queda potenciada por una crisis aun más profunda: el desempleo juvenil y el desequilibrio ambiental, que van en aumento. Precisamente, porque ambos rebasan la inmediatez de nuestros días, van escalando a proporciones no atisbadas y se proyectan, de modo decidido, para causar un impacto que configurará las próximas dos décadas. El caso del desempleo juvenil queda esbozado por las cifras mundiales expuestas en diversos análisis (OCDE, 2008 y 2012; OIT, 2013; McKinsey & Company, 2013). Estos trazan una preocupación centrada en el desempleo alrededor del mundo y una tendencia al aumento del empleo parcial, por periodos, y en actividades diferentes a la formación recibida (OIT, 2013). Una gran inquietud en la agenda de las instituciones de educación superior es el desempleo juvenil. A dicha inquietud agregaríamos una consideración paralela: la revisión de los modelos curriculares tendrá que considerar la marcada tendencia hacia la sobreformación sin un campo donde aplicarla e insertarse laboralmente; y, también, la subformación que determina, radicalmente, el tipo de empleo, acentuando a priori la desigualdad social.

Hay algo más que subyace a esas cifras. Las generaciones de jóvenes en edad de cursar la educación secundaria y terciaria, o de jóvenes adultos, graduados o no, que han sido expuestos a modelos y prácticas de consumo innecesario y tecnológicamente sofisticado, con dificultad podrán sostener tales prácticas sin el ingreso de un empleo. En consecuencia, la paradoja se objetiva: una estructura que incita al consumo, pero que, en su propia construcción desigual, lo impedirá. El resultado no es tan inocente como el simple hecho de no comprar algo; tiene un impacto social que, sin prefigurar milenarismos, condicionaría nuestro comportamiento, es decir, nuestra manera de habitar el mundo. Por una parte, está la amenaza de una crisis de la subsistencia alimentaria y, por la otra, la gran insatisfacción de no poder adquirir aquello que ha sido prefigurado como modelo. Es decir, los mecanismos que fomentan el consumo son incesantes y, al no ser reales para un sujeto, generan desaliento y frustración generacional. Tanto la amenaza de la escasez alimentaria como la frustración generacional originan rasgaduras en el tejido de una sociedad y tienen el poder de condicionar las formas de relación social representadas en la ilegalidad del ingreso y la violencia para obtenerlo. Estas son latentes y pueden ser formas condicionantes de relación en el presente siglo, si no se atienden ahora.

La segunda constante reside en el papel estratégico que juegan los sistemas educativos en la disminución o en el aumento de las cifras de desempleo profesional. ¿Cuánto, realmente, depende de la educación? La relación escuela-empleo es muy compleja: en algunos países el nivel de estudios puede generar un factor de movilidad social y mejorar las expectativas de ingreso al mercado laboral, pero esto no es la regla en cada país. En el estudio Getting it right. Una agenda estratégica para las reformas en México (OCDE, 2012), "en 2010, México fue el único país con una tasa de desempleo mayor entre las personas con educación universitaria" (p. 130). Según este estudio en México la tasa de desempleo es menor en aquéllos que tienen bachillerato; sin embargo, la lectura de estas cifras tiene que hacerse en un contexto donde veamos, en justa medida, que la generación de empleos no depende de los sistemas educativos. Si bien una de las claves para que la educación sea significativa y funcione para la movilidad social y el empleo está en un sistema educativo, el esfuerzo necesario para lograrlo no sólo corresponde a las instituciones educativas, también depende de un aparato más complejo que involucra al menos a tres grandes actores: 1) el Estado, en todos sus niveles; 2) una auténtica responsabilidad social de las empresas, no determinada por la intención desequilibrada de enriquecimiento; y 3) un ejercicio ciudadano.

 

Desempleo: la narrativa de los análisis internacionales

¿Qué significa tener jóvenes con habilidades profesionales y sin empleo, una matrícula en aumento y, por ende, la expectativa de un egreso profesional mayor a la oferta laboral? Esta es una cuestión central en la narrativa del panorama mundial del empleo y el desempleo. Las cifras de estudios internacionales publicadas recientemente, como el de la Organización Internacional del Trabajo de 2013 -sobre todo en su informe Global employment trends for youth 2013. A generation at risk- reflejan una crisis acumulada de contracción del empleo como un problema multifactorial, mismo que arroja un aproximado que supera los 73.5 millones de desempleados en el mundo. Las cifras son aproximadas, pero evidencian la gravedad del asunto. Por ejemplo: consideremos, en este escenario, el aumento del número de egresados de las instituciones de educación superior y el aumento del desempleo profesional de esos egresados. Además, está la incertidumbre de cómo impactará la desigualdad social presente en la conformación de la matrícula de las próximas décadas (OCDE, 2008). El panorama laboral para una generación de jóvenes sin acceso al primer empleo indica una sencilla y preocupante premisa: el desfase entre educación y habilidades para el empleo. Esta es una situación compleja y representa un dilema para la gestión educativa, porque contrapone la pertinencia de nuestros planes y programas de estudio con las habilidades cotidianas y especializadas que no sólo busca un empleador, sino que crean un sentido y un camino de vida para el estudiante.

En otro estudio, publicado por McKinsey & Company (2013), Education to employment: Designing a system that works, Mourshed, Farrell y Barton sintetizan una reflexión común a varios sistemas educativos: los empleadores, las instituciones que proveen educación y los jóvenes son universos paralelos (p. 18); cada uno entiende, de manera distinta, una misma situación. La imagen es didáctica y subsume tres ejes clave en el problema del desempleo. Mourshed, Farrell y Barton (2013, p. 18) respaldan su afirmación en las siguientes cifras: menos de 50% de empleadores reconocen que un egresado está preparado adecuadamente para el primer empleo. ¿Qué ocurre con más de 50% que afirma lo opuesto? He aquí un reto para la educación de nuestros días. A saber, los empleos que se están creando requieren mayor nivel de habilidades, sofisticación tecnológica y capacidades interculturales de relación. El reto que enfrenta la juventud, sobre todo la que recién egresa de las aulas, es la no correspondencia entre las habilidades que proveen los modelos curriculares y las que se necesitan para integrarse al primer empleo. Dicho desencuentro de ninguna manera es algo nuevo, sino recurrente. Los diversos esfuerzos tendrán que considerar el empleo para jóvenes como una prioridad. Pensemos en la cifra de 75 millones de desempleados (Mourshed et al. 2013): aun cuando sea aproximada, no disminuye, sino que va en aumento para esta década. ¿Cuántos nuevos empleos formales tendrán que generarse durante los próximos diez años, de modo que aseguren un espacio de inserción para una matrícula de egreso creciente?

La prospectiva a 2030 es el crecimiento del número de egresados de educación superior en el mundo, con las características mencionadas en el estudio Higher education to 2030, de la OCDE (2008), entre ellas: una matrícula multicultural, más mujeres egresadas, y la movilidad académica como una manera de trabajo. En cuanto al docente, su perfil será más diversificado, tendrá diversos contratos y no necesariamente estará anclado a la permanencia en una sola institución (p.14). Otro escenario que llama la atención es el papel de China y la India en las cifras de egreso y la especialización. En el estudio citado arriba se menciona que "un pequeño aumento que va del 10.1% al 11.5% en la tasa del ingreso a la educación terciaria en China e India puede resultar en una cifra equivalente al capital humano que actualmente hay en Norteamérica y Europa" (OCDE, 2008, p. 118). Esto significa que estos dos países podrían tener el doble de egresados de educación terciaria y, por tanto, ambos constituirían el polo de la innovación en las ingenierías y la ciencia, frente al otro polo, conformado por Norteamérica y Europa. Algo que no se menciona en el estudio es una formación, en prospectiva a 2030, que provea, específicamente, las habilidades necesarias para un empleo acorde al campo de estudio. Atender la expectativa laboral de un joven al egreso, mediante un sistema que vincule los contenidos curriculares con las habilidades necesarias y especializadas de un primer empleo, es una corresponsabilidad de un sistema educativo y de los tres grandes actores ya mencionados (Estado, empresa, sociedad). En este escenario la educación media superior o preuniversitaria es, por consiguiente, una de las oportunidades irremplazables para lograr vincular la formación con el empleo.

La narrativa de los estudios internacionales sobre el desempleo juvenil permite contextualizar un problema regional y global. Sin embargo, nuestra responsabilidad es abordarlos, críticamente, en un amplio contexto que posicione lo regional en su dinámica mundial. Cuando tenemos estos comparativos, observamos fenómenos como el de países con millones de jóvenes sin trabajo ni estudios, el comparativo nos permite entender el carácter global de preocupaciones regionales; la imposibilidad de aplicar las mismas medidas homogeneizadas a economías diversas será un criterio de sentido común. Es el caso de Japón, por citar uno, con los llamados hikikomori, jóvenes que no han dejado la casa, no están insertos en el empleo, ni oficialmente en la aulas. El número es de 700 000 (Mourshed et al., 2013, p. 10). La mención del balance entre realidad regional y su conexión global permite atisbar, desde ahora, problemáticas asociadas. Por ejemplo, Japón y Corea del Sur (OCDE, 2008): sus respectivos sistemas educativos, si bien admirados, tienen estructuras consolidadas que llamaríamos "un buen sistema educativo". No obstante, hay serias contracciones de la matrícula en educación superior desde 1992 en Japón; y, desde 2005, en Corea del Sur (OCDE, 2008). O sea, aulas con pocos alumnos, donde el mínimo de matrícula está en riesgo. Para la investigación educativa y su vínculo con temas laborales y sociales será útil el análisis de los programas efectivos en el mundo, en particular aquellos que han disminuido el desempleo y logrado la transición al primer trabajo como algo más real y consolidado. Muy probablemente un sistema colaborativo entre empleadores, educadores y jóvenes pueda proveer ayuda a corto y largo plazos. Este es uno de los ejes de Education to employment: Designing a system that works (2013).

 

Lecciones desde el pensamiento creativo y la ciudadanía

Abordar una ruta que responda a las dinámicas del desempleo juvenil implica más que recuperar cifras, estadísticas y opiniones; en gran medida, implica asumir la construcción plausible, pero crítica, sistemática y sostenida de una transición de la escuela al empleo. Los niveles educativos clave en el cultivo de las habilidades especializadas para insertarse laboralmente son: la educación preuniversitaria o media superior y su tránsito a la educación de tercer ciclo o superior.

Ante el complejo problema del desempleo juvenil, la modesta idea de esta introducción al número 61 de Innovación Educativa reside en dos ejes: la construcción de ciudadanía y el pensamiento creativo. Ambos como fundamentos para formar habilidades especializadas para la inserción laboral, que sean creativas y críticas. Esto es, habilidades que no sean mayoritariamente reproductoras de modelos de consumo. En este contexto, podemos considerar algunas reflexiones centrales para repensar el diseño curricular de nuestros días, el cual puede generar una interconexión entre juventud-escuela-trabajo; considerar, también, el paso de los egresados al primer empleo y, en especial, cómo lograr una vinculación sostenida con el ámbito laboral que asegure, o al menos mejore, la inserción en el empleo de un joven al concluir la escuela.

¿Por qué hablar de ciudadanía y de su raigambre ética para el tema del desempleo? El primer eje -la construcción de ciudadanía- previene los riesgos de dirigir y gestionar la educación con un criterio meramente económico: educar, en su sentido amplio, es más que atender a las necesidades de una empresa. Los riesgos de pensar, reductivamente, en un diseño curricular que anime la idea de formar a un "buen" consumidor son elevados. Si entendemos que el empleo es un constructor de ciudadanía, esto nos permitirá pensar en un ciudadano regional y mundial que tenga un compromiso ético, como lo expresa Nussbaum en Education for citizenship in an era of global connection (2002): "Nuestros campus educan a nuestros ciudadanos. Esto significa aprender de diversos sucesos y estar versado en técnicas de razonamiento. Pero, significa algo más. Esto es, aprender cómo ser un ser humano capaz de amar e imaginar" (p. 302). Las habilidades para la inserción laboral -bajo la idea de un joven con empleo y como constructor de ciudadanía- no son las del mero progreso económico de unos cuantos, sino aquellas que permiten revertir el consumo desequilibrado que depreda los recursos y el medio ambiente. Esto es aun más significativo para países como México (OCDE, Getting It Right, 2012), que tiene una tasa de desempleo especialmente elevada entre jóvenes con niveles educativos de tercer ciclo; la recesión de 2008-2009 influyó en los niveles de desempleo formal, mismos que siguen causando impacto en el sector inmobiliario.

El segundo eje para vincular la formación de jóvenes y el empleo se encuentra en el papel del pensamiento creativo en la educación. El impacto de la creatividad y las artes en los retos educativos contemporáneos, como el del empleo, se basa en algo muy simple: proveer habilidades para buscar, creativamente, soluciones a problemas cotidianos. Esto facilita la motivación por el estudio y vincula la práctica entre la escuela y el trabajo. Preguntemos: ¿qué innovaciones curriculares necesita la educación contemporánea para fomentar la creatividad como un puente entre la escuela y el trabajo? Desde mediados de la década de 1990 hay evidencia de cómo las artes en algunos sistemas educativos han perdido espacio y atención; se las ha llegado a considerar como entretenimiento y no como factores centrales para fomentar el pensamiento creativo. Sin embargo, hay que revalorar esta apreciación mediante las siguientes reflexiones: ¿acaso puede establecerse una relación medible entre el fomento del pensamiento creativo y las habilidades para un empleo cada vez más especializado? ¿Cómo medir los impactos de la creatividad en la resolución de problemas? En ambas preguntas pueden vislumbrarse algunos de los beneficios del pensamiento creativo, tales como el desarrollo de las habilidades comunicativas, la confianza en sí mismo y el desarrollo de competencias sociales.

Para el diseño de los sistemas educativos futuros habrá que reflexionar sobre el dilema de si nuestros modelos curriculares están fomentando, o no, el empleo profesional y, al mismo tiempo, si son armónicos con el cultivo de capacidades, como la creatividad, la imaginación y la construcción de ciudadanía. Esto tiene pertinencia ineludible cuando pensamos en el alcance mundial del diseño curricular, con un mayor número de egresados de escuelas y, simultáneamente, con un desempleo profesional que rebasa la creación gubernamental de trabajos formales no temporales. El pensamiento creativo tendrá que ser revalorado en el desarrollo de las habilidades laborales para la transición de la escuela al primer empleo. México y en general Latinoamérica tienen una oportunidad histórica en este escenario, porque el pensamiento creativo es un conector preciso para el contexto asiático que busca una sinergia latinoamericana. Esta sinergia tiene que ver con el panorama de los recursos naturales de América Latina y, por ende, necesita jóvenes que, además de tener habilidades para el empleo, requerirán una visión más humana y social para entender los mecanismos de conservación del medio ambiente, las culturas de regiones diversas y los saberes tradicionales. El fomento del pensamiento creativo puede centrarse en los siguientes beneficios:

a. La ruptura con la tendencia a imitar modelos heredados. Esta ruptura es una práctica para cultivar la innovación y requiere actitudes críticas y sencillez creativa.

b. La riqueza de un modelo curricular o de un sistema educativo está configurada por su carácter único y dinámico en relación con su interacción mundial. Dicha riqueza se alimenta, entre otras cosas, del pensamiento creativo, por una sencilla razón: evita la dependencia y el anclaje en el estatismo. La dinámica de un modelo curricular significa capacidad creativa para aproximarse a la complejidad del presente, pero en un marco de continuidad.

c. La continuidad no necesariamente ha de entenderse como repetición; en un sentido más amplio se entendería como creación y dinamismo. Estos últimos tendrán que ser capaces de traducir costumbres y prácticas a las necesidades presentes dentro de la relación escuela-empleo.

d. La relación entre escuela y empleo es inestable, oscilante y con altibajos. Esto no es nada nuevo, pero hay que entenderlo. Por ello, un sistema que funcione tendrá que reducir esa inestabilidad de manera más ágil. El pensamiento creativo es una manera de que un modelo curricular o un joven estudiante puedan reducir el factor de inestabilidad y convertir lo oscilante en un vínculo de oportunidad, más que en una desventaja.

 

A modo de corolario

Las sociedades industrializadas construyeron, consciente o inconscientemente, las condiciones para dar un sentido al desempleo y un profundo significado social identitario a la condición de ausencia de empleo formal. La especialización de la actividad humana y el conocimiento versus la vivencia no fragmentada de la realidad fueron caminos de ida y vuelta para algunas sociedades, pero no ocurrió lo mismo en todas. La especialización sin regreso a la no fragmentación del pensamiento generó una manera de entender la realidad desde un mecanismo conceptual especializado pero fragmentado; algo similar a la proyección de una película en trozos inconexos. Por ello, si ponemos en este horizonte tres universos paralelos (Mourshed et al., 2013), como son el sector laboral, el proveedor de educación y los jóvenes, tendremos una carencia de vinculación y cada uno verá fragmentada su realidad inmediata. En un ejercicio para reconsiderar los diseños curriculares, el desempleo y el egreso profesional se puede, a modo de sugerencia, considerar el impacto del pensamiento creativo y la ciudadanía en el entramado de esa relación. El número 61 de Innovación Educativa presenta, en la sección temática Aleph, dos artículos enfocados en el egreso y el desempleo profesional. Esperamos que ofrezcan, a un amplio auditorio interdisciplinario, ejes de reflexión crítica y creativa sobre el tema que ocupa este apartado.

Por una parte, Paola Paoloni y Analía Chiecher ofrecen el artículo "Experiencias de formación y de inserción laboral de ingenieros", un análisis de graduados universitarios argentinos en carreras de ingeniería. La encuesta longitudinal realizada por las autoras logró recoger percepciones y autovaloraciones en torno a la formación adquirida y permitió saber cómo fue el proceso de inserción laboral de quienes participaron en el estudio. Los resultados se exponen en cuatro rubros: la trayectoria del egresado, las dificultades de su inserción laboral, su valoración de las dificultades, y las sugerencias para mejorar los planes de formación y diseños curriculares, de modo que coadyuven en la inserción laboral de los futuros graduados. Por su parte, Yasmín Jiménez, Josefina Hernández y Marko González presentan su estudio "Competencias profesionales en educación superior". El artículo ofrece el análisis de un modelo que propicia el desarrollo profesional integral, la autonomía y la creatividad. La investigación se centra en la práctica docente, y los resultados muestran que la formación integral y el desarrollo de la autonomía son factores que fomentan la creatividad y la innovación.

 

Referencias

Dusell, E. (1985). La producción teórica de Marx. Un comentario a los Grundrisse. México, D.F.: Siglo XXI Editores, Biblioteca del pensamiento socialista.         [ Links ]

Mourshed, M., Farrell, D., y Barton, D. (2013). Education to employment: Designing a system that works. McKinsey & Company, Mckinsey Center for Government. Recuperado el 6 de abril de 2013, de: http://mckinseyonsociety.com/downloads/reports/Education/Education-to-EmploymentFINAL.pdf        [ Links ]

Nussbaum, M. (2002). Education for citizenship in an era of global connection. Studies in Philosophy and Education, (21), 289-303.         [ Links ]

Organización Internacional del Trabajo (2013). Global employment trends for youth 2013: A generation at risk. Ginebra, Suiza: ILO.         [ Links ]

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (2008). Higher Education to 2030 (vol. 1). Demography. París, Francia: OECD Publishing, Centre for Educational Research and Innovation.         [ Links ]

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (2012). Getting it right. Una agenda estratégica para las reformas en México. París, Francia: OECD Publishing.         [ Links ]

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