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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.27 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2020  Epub 17-Feb-2021

 

Notas de investigación

El poder del voto. Cambio electoral y sistemas de partidos a nivel federal en México en 2018

1Profesor-investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y catedrático Conacyt adscrito al Laboratorio Nacional de Políticas Públicas (LNPP). Carretera México- Toluca 3655, Lomas de Santa Fe, 01210, Ciudad de México. Tel: 5727 9800, ext. 2440. Correo-e: se- bastian.garrido@cide.edu.

2Flavia Freidenberg es profesora-investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Circuito Mario de La Cueva s/n, C.U., 04510, Ciudad de México. Tel: 55 5622 7474. Correo-e: flavia@unam.mx.


Resumen

Este trabajo analiza el modo en que el electorado mexicano cambió la configuración del sistema de partidos tras la elección de julio de 2018. A través del análisis de la estructura y la dinámica de competencia, se exploran diversas dimensiones para determinar la magnitud del cambio electoral y su traducción en el sistema de partidos tras esta elección. Para ello se comparan los resultados de las elecciones presidencial y de diputados federales en 2018 con el de las elecciones celebradas desde comienzos de la década de 1990. Esta investigación ofrece una perspectiva histórica de la magnitud de los cambios registrados en esta elección tanto en la estructura de competencia (la masiva reorientación del voto en buena parte del país, la reconcentración de poder en un partido, la reducción de la fragmentación partidista y los cambios en la nacionalización de voto de las principales fuerzas) como la dinámica de competencia (el surgimiento del primero gobierno de partido unificado desde 1994, el efecto de arrastre de la elección presidencial en los resultados legislativos).

Palabras clave: elecciones; partidos y sistemas de partidos; estructura de competencia; dinámica de competencia

Abstract:

This paper analyzes how the Mexican electorate modified the configuration of the party system after the 2018 election. By analyzing the structure and dynamics of electoral competition, it explores different dimensions to determine the magnitude of electoral change and how it has translated into the party system after this election. The paper compares the results of the presidential and legislative elections between 1994-2018. This research offers a historical perspective of the magnitude of the changes registered during this election in both the structure of electoral competition (the massive reorientation of the vote in large part of the country, the re-concentration of power in one party, the reduction of partisan fragmentation and the changes in the nationalization of the vote of the leading forces) and the dynamics of electoral competition (the emergence of the first unified party government since 1994, the carryover effect of the presidential election in the legislative election results).

Keywords: elections; political parties; party system; structure of electoral competition; dynamic of competition

Introducción

México celebró una elección histórica el 1 de julio de 2018. Ésta fue la jornada electoral más grande y compleja realizada en el país hasta la fecha.1 Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y el Movimiento Regeneración Nacional (Morena)-partido político creado en 2014- encabezaron una drástica reconfiguración del poder político a partir del cambio en las preferencias electorales de la ciudadanía. Ésta era la tercera vez que AMLO competía por el cargo presidencial y consiguió alcanzar una diferencia de más de treinta puntos sobre el segundo competidor, generando además un fuerte efecto de arrastre sobre la elección de los demás cargos institucionales federales y subnacionales (diputaciones, senadurías, gobernaciones, presidencias municipales).

La ciudadanía participó activamente el día de la elección y resolvió gran parte de la incertidumbre que había girado en torno al proceso electoral. Ésta fue la primera elección presidencial en la que se implementaron las reformas constitucionales en materia electoral aprobadas en 2014, mismas que definieron un nuevo modelo de gobernanza electoral y también reglas de juego cada vez más fuertes en torno al registro de candidaturas a los cargos de representación popular federal y local con perspectiva de género.

Este proceso electoral evidenció una vez más cómo el sistema de partidos mexicano resulta un interesante laboratorio para la política comparada, dado que en las últimas décadas ha experimentado cambios sustantivos en relación con una mayor competitividad entre los partidos2 y un cada vez más significativo incremento del pluralismo político, desde un sistema de partidos hegemónico a otro de pluralismo limitado (Alarcón Olguín y Reyes del Campillo, 2016; Greene, 2007; Magaloni, 2006). Históricamente, las transformaciones del sistema de partidos mexicano han sido originadas fundamentalmente por reformas electorales realizadas desde 1977. Diversos trabajos (Garrido de Sierra, 2019; Méndez de Hoyos, 2003) han descrito la relación entre estas variables institucionales y sus efectos sobre la competencia del sistema de partidos.

A diferencia de esa visión institucionalista clásica del cambio centrada en el efecto de las reglas electorales, la elección de 2018 evidenció la manera en que el comportamiento político individual puede cambiar las características del sistema de partidos. Los comicios, llevados a cabo en plena crisis de representación política y de desconfianza de la ciudadanía hacia los partidos y la política tradicional (Latinobarómetro, 2018; Robles y Benton, 2018; Cantú y Hoyo, 2017),3 evidenciaron una vez más que -a pesar de esa crisis- el electorado continuó eligiendo partidos (en este caso, un movimiento creado en 2011), dando cuenta de que las etiquetas partidistas siguen siendo protagonistas de la política latinoamericana a pesar de las crisis políticas, sociales y económicas (Freidenberg, 2016).

Este artículo tiene como objetivo describir la magnitud del cambio electoral y su traducción en el sistema de partidos tras la elección de julio 2018, comparando este proceso de manera diacrónica con las elecciones federales celebradas desde comienzos de la década de 1990 -la de 1991 para elecciones legislativas y la de 1994 para elecciones presidenciales-.4 El texto ofrece una perspectiva histórica comparada de la magnitud de los cambios registrados en 2018 tanto en la estructura de competencia (la masiva reorientación del voto en buena parte del país, la reconcentración de poder en un partido, la reducción de la fragmentación partidista y los cambios en la nacionalización de voto de las principales fuerzas) como la dinámica de competencia (el surgimiento del primero gobierno de partido unificado desde 1994, el efecto de arrastre de la elección presidencial en los resultados legislativos).

El texto se estructura en cinco partes. Primero, se discuten diversos elementos teóricos que permiten abordar de manera comparada el cambio electoral y las características del sistema de partidos. Segundo, se describe el contexto social e institucional que incidió en las decisiones de electores y partidos que participaron en la elección. Tercero, se describe la extensión y magnitud del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial, comparando su desempeño con las candidaturas ganadoras de las cuatro elecciones presidenciales previas (1994- 2012) y evidenciando los cambios en la estructura de la competencia del sistema de partidos. Cuarto, se analizan los cambios en los resultados electorales legislativos en la Cámara de Diputados en una serie de dimensiones entre 1991 y 2018, para tener elementos que ayuden a entender la nueva dinámica de la competencia del sistema de partidos. Por último, se analiza el tsunami electoral de Morena y sus efectos sobre un sistema de partidos que aún se encuentra en transformación.

Discusión teórica y precisiones metodológicas

Un sistema de partidos plural y competitivo es fundamental para que un régimen político se considere democrático (Schattschneider, 1964; Sartori, 1992; Caramani, 2008). Por ello, una de las principales herramientas para valorar el “estado de salud” de una democracia consiste en analizar la estructura y la dinámica de la competencia de su sistema de partidos (Sartori, 1992; Mair, 1990; Caramani, 2008). Tanto el nivel de competitividad como de pluralidad de un sistema de partidos pueden y suelen cambiar en el tiempo como resultado de la dinámica interna de los propios partidos (muerte del líder, crisis interna, conflictos entre facciones); por la influencia de agentes externos en la organización (medios de comunicación, otros liderazgos, movimientos sociales, organizaciones políticas internacionales), así como por el impacto de las reformas electorales o de los cambios en la orientación del voto hacia las fuerzas políticas de la ciudadanía, entre otros.

Los sistemas de partidos y sus cambios pueden ser estudiados en dos dimensiones básicas: la estructura y la dinámica de la competencia (Freidenberg, 2016; Caramani, 2008; Mair, 1990). La estructura de la competencia es el “corazón del sistema de partidos” (Freidenberg, 2016; Sartori, 1976 y 1992). Esta dimensión permite conocer el formato de la competencia (es decir, el número de partidos que compiten y su tamaño) y puede ser operacionalizada a través de diferentes indicadores, incluyendo el porcentaje de votos obtenidos por cada partido en una elección (orientación del voto hacia un partido), el porcentaje de unidades geográficas en donde el candidato ganador obtuvo el mayor número de votos, el grado de fragmentación de la oferta partidista y el nivel de nacionalización de los partidos y del sistema de partidos.

La dinámica de la competencia es definida por las interacciones competitivas entre los partidos y su entorno, lo que permite observar las estrategias, y posiciones programáticas de los partidos políticos, así como la cooperación entre los actores y los resultados sobre el sistema político (Torcal, 2015; Caramani, 2008). Esta segunda dimensión puede ser analizada midiendo cómo cambia la fuerza relativa de cada partido político a lo largo del tiempo, así como también por el margen de ventaja de la primera fuerza respecto a su más cercano competidor indicando el nivel de incertidumbre de la competencia. Incluso, algunos autores como Sartori (1976 y 1992) analizan el nivel de polarización entre los partidos de un sistema, para conocer la distancia y la superposición de las posiciones programáticas e ideológicas y con ello establecer la capacidad de cooperación o conflicto de un sistema de partidos.

El análisis de esos patrones de competencia partidista debe realizarse tomando en cuenta un continuo temporal (Anduiza y Bosch, 2004: 91), dado que la comparación entre procesos electorales facilita detectar, entender y explicar cambios en los patrones de competencia y pluralidad de un sistema de partidos. Los datos de una sola elección permiten tomar una foto de lo que está ocurriendo, pero sólo cuando se les compare con otros procesos se podrá establecer la magnitud del cambio y su impacto sobre el sistema político.

Para evaluar las transformaciones que las votaciones pueden generar sobre el sistema de partidos, en esta investigación se emplea una serie de indicadores de la política comparada que contribuyen a entender el modo en que cambió la competitividad y el pluralismo del sistema electoral mexicano después de las elecciones federales de 2018. Estos indicadores miden las modificaciones a nivel de la demanda (la orientación y el cambio del voto) y a nivel de la oferta partidista (el nivel de fragmentación y el número efectivo de partidos, la competitividad y la nacionalización de los apoyos). Estas herramientas permiten comparar -siguiendo las medidas empleadas por la política comparada- las transformaciones que experimentan los sistemas de partidos a lo largo del tiempo y, de esa manera, identificar si las elecciones son similares o diferentes entre sí y el modo en que las mismas afectan al sistema de partidos (Torcal, 2015).

Contexto social e institucional

El clima de la elección

El sistema de partidos mexicano es uno de los más interesantes respecto a diversos elementos en la política comparada latinoamericana. El sistema evolucionó de uno de partido hegemónico (Greene, 2007; Magaloni, 2006), donde una organización partidista se veía beneficiada por el Estado en términos de privilegios y recursos, y tenía capacidad para controlar el acceso y el ejercicio de la representación política, a otro sistema más plural. Durante décadas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), además de controlar directa o indirectamente la organización electoral y gubernamental, tenía la posibilidad de poner trabas y dificultades a las organizaciones opositoras (Langston, 2017; Alarcón Olguín y Reyes del Campillo, 2016; Greene, 2007; Magaloni, 2006).

Las reformas electorales fueron “deshegemonizando” la competencia, configurando un “sistema de pluralismo limitado” a nivel federal (Alarcón Olguín y Reyes del Campillo, 2016), con múltiples escenarios de competencia diversos a nivel subnacional y local, dando cuenta de fuertes legados autoritarios que condicionaron al sistema de partidos (Greene y Sánchez-Talanquer, 2018). En la elección presidencial, a pesar de la competencia de diversos partidos (PRI, PAN, PRD y otros pequeños), sólo dos organizaciones partidistas consiguieron que su candidato ocupara el sillón presidencial: el PRI (1934-1994 y en 2012) y el PAN (2000 y 2006), con la consecuente derrota de las fuerzas de izquierda (PRD) en cada uno de sus intentos por ganar la elección.

Del mismo modo que en elecciones previas (Freidenberg y Aparicio, 2016; Trejo y Ley, 2015; Palma, 2010), los comicios federales de 2018 se realizaron en un contexto de inseguridad y violencia estructural. A pesar de que el día de la elección el proceso se llevó a cabo con normalidad y de manera pacífica, el contexto que cruzó a la campaña electoral fue de mucha conflictividad social. Según datos del INE (2018b), 27 candidatos y candidatas a diversos cargos sufrieron violencia política durante la campaña electoral, aun cuando investigaciones periodísticas han reportado un mayor número de agresiones a los candidatos a diversos cargos y también a funcionarios y periodistas en todo el país.5 Sobre este tema, vale la pena también revisar el trabajo de Víctor Hernández en este mismo número.

Los cambios en la estructura y la dinámica de la competencia del sistema de partidos mexicano

Los resultados en la elección presidencial

AMLO ganó en casi todos los rincones del país

La distribución de los apoyos en la elección presidencial de 2018 evidencia el alto grado de concentración de las preferencias en torno a una única candidatura. Andrés Manuel López Obrador ganó la elección presidencial de 2018 con 53.2 por ciento de los votos. Éste es el resultado más holgado que se ha experimentado en una presidencial desde que en 1988 Carlos Salinas de Gortari fuera declarado ganador con 48.7 por ciento de los votos (Molinar y Weldon, 2014). El hecho de que Morena, un partido de reciente creación, consiguiera este nivel de apoyo da cuenta de los cambios a nivel de las preferencias del electorado mutando desde otros partidos.

Sin importar con qué nivel de (des)agregación se analicen los datos de la elección presidencial, la conclusión es la misma: AMLO ganó en todas las instancias de votación y en casi todos los rincones del país. La gráfica 1 incluye cuatro paneles, cada uno de los cuales muestra el porcentaje de casillas, secciones, distritos y estados6 ganados por el candidato presidencial que triunfó en cada una de las cinco últimas elecciones: Ernesto Zedillo (1994), Vicente Fox (2000), Felipe Calderón (2006), Enrique Peña Nieto (2012) y Andrés Manuel López Obrador (2018).

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Gráfica 1 Porcentaje de votos en donde el candidato presidencial ganador obtuvo el mayor número de votos, 1994-2018  

Si se observan de manera específica los resultados de 2018, la gráfica 1 revela que AMLO obtuvo más votos que cualquiera de sus rivales en 80 por ciento o más de las casillas, secciones y municipios de México. Si se analiza además como unidad agregada de apoyo los distritos y los estados, esa cifra aumenta a 92 y 96.9 por ciento, respectivamente. Con las mismas reglas de juego que en elecciones previas, ganó el candidato que ya había competido pero que no conseguía ganar. Tras varios intentos (2006, 2012 y 2018), fue en la última elección presidencial que un candidato proveniente de un nuevo movimiento político (Morena), que comenzó a gestarse siete años antes y obtuvo formalmente su registro como partido en 2014, consiguió ganar la elección presidencial. Un movimiento amplio integrado por élites y grupos que provenían de otras agrupaciones (como el PRD o el PAN), intelectuales de izquierda y organizaciones de la sociedad civil que se aglutinaron en torno al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, quien competía por tercera vez como candidato en la elección presidencial.

La gráfica 1 también confirma que, en el mismo sentido que otros trabajos han evidenciado (Torreblanca et al., 2018), el éxito electoral de AMLO en 2018 se extendió por casi todos los rincones del país. Muestra también que la magnitud geográfica de su triunfo superó a la de cualquiera de los otros candidatos presidenciales ganadores desde, cuando menos, 1994. En términos comparados, la extensión territorial del triunfo presidencial de López Obrador fue muy parecida a la de Zedillo en los cuatro niveles geográficos analizados y muy superior a la de los otros tres candidatos presidenciales ganadores. AMLO ganó al menos 25 por ciento más casillas, sec- ciones, distritos y estados que Fox, Calderón y Peña Nieto.

De manera consistente con los datos presentados, el desempeño de López Obrador en 2018 superó por mucho sus logros en las elecciónes presidenciales de 2006 y 2012. La gráfica 2 compara el porcentaje de votos obtenido en las elecciones presidenciales por estado en 2012 y 2018 por las candidaturas de las coaliciones partidistas encabezadas por el PAN, el PRI y AMLO.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Gráfica 2 Cambio en el porcentaje de votos obtenidos por los principales candidatos presidenciales en 2012 y 2018, por estado  

Entre 2012 y 2018, López Obrador mejoró sus porcentajes de votación en las 32 entidades del país. Estos incrementos oscilan entre 4.76 por ciento (Ciudad de México) y 40.8 por ciento (Sinaloa). En el extremo opuesto, el candidato presidencial de la coalición que encabezó el PRI en 2018, José Antonio Meade, obtuvo porcentajes de votación más bajos en todos los estados respecto a los de Enrique Peña Nieto en 2012. Estas caídas se ubican entre -13.3 por ciento (Coahuila) y -33.4 por ciento (Nayarit). Ricardo Anaya, candidato de la coalición liderada por el PAN, registró mejores porcentajes de votación que los de Josefina Vázquez Mota en 2012 en 10 estados y peores en los 22 restantes.

La gráfica 3 ofrece una perspectiva complementaria respecto a la mejora del desempeño electoral de AMLO en 2018. Muestra el porcentaje de votación que obtuvo López Obrador en cada estado en las elecciones presidenciales de 2006 (puntos amarillos), 2012 (puntos azules) y 2018 (puntos rojos). La gráfica revela que, comparado con 2006 y 2012, en 2018 AMLO obtuvo sus mayores porcentajes de votación en todas las entidades, excepto una (Ciudad de México).

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Gráfica 3 Porcentaje de votos obtenidos por AMLO en cada estado en las elecciones de 2006, 2012 y 2018 (porcentaje)  

AMLO ganó con amplios márgenes

El análisis de los resultados de 2018 muestra que el margen de victoria de López Obrador frente a sus contrincantes fue enorme, lo que hace que el nivel de incertidumbre de la competencia fuera pequeño, ya que la ventaja sobre sus competidores semanas antes de la elección (medida por las encuestas) lo presentaban como el ganador. Su ventaja promedio sobre el candidato que salió en segundo lugar fue de 36.6 por ciento en las casillas, 35.4 por ciento en las secciones, 33.6 por ciento en los municipios, 32.2 por ciento en los distritos y 33 por ciento en los estados.

La gráfica 4 ofrece una comparación histórica del porcentaje de votos y el margen de victoria obtenidos por López Obrador a nivel casilla en 2018, respecto a los de los cuatro candidatos presidenciales ganadores previos. Las gráficas en la columna de la izquierda muestran la distribución del porcentaje de votos obtenida por Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto y López Obrador. Las gráficas en la derecha ilustran la distribución de la ventaja porcentual obtenida por cada uno de estos candidatos.7 Mientras más alta la curva, mayor el número de casillas en las que el candidato presidencial ganador consiguió ese porcentaje de votos o margen de victoria.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Gráfica 4 Porcentaje de votos y margen porcentual de victoria del candidato presidencial ganador sobre el segundo lugar en casillas, 1994-2018  

Los contrastes entre las distribuciones del porcentaje y el margen de votos de AMLO y los otros candidatos presidenciales ganadores son significativos. Por un lado, López Obrador obtuvo el porcentaje de votos promedio más alto de las últimas cinco elecciones (52.6%). Por el otro, el margen de victoria promedio del candidato presidencial de Morena (36.6%) fue sustantivamente mayor que el de los otros cuatro candidatos presidenciales ganadores (entre 17.5% y 28.1%).

De manera consecuente, el pronunciado sesgo hacia la derecha que caracteriza la distribución del margen de victoria de Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, se redujo significativamente para AMLO. Otro dato interesante es que mientras el margen de victoria promedio de los candidatos presidenciales ganadores se redujo por más de diez puntos porcentuales entre 1994 y 2012, en 2018 López Obrador revirtió esta tendencia y logró incrementarlo casi 20 puntos porcentuales respecto al margen promedio obtenido por Peña Nieto (17.5%) en la elección de 2012.

Los resultados electorales a nivel legislative

Resultados de la elección diputados federales

El efecto arrastre de la elección presidencial sobre la legislativa fue evidente. Impulsados por el desempeño de López Obrador en la elección presidencial, las y los candidatos a diputados federales uninominales de Morena obtuvieron resultados igualmente destacados.8En conjunto, casi 20.8 millones de electores votaron por Morena en la elección de diputados federales de mayoría relativa (mr), lo que equivale a 37.2 por ciento del total de votos emitidos. Si bien este porcentaje es 16 por ciento menor que el obtenido por AMLO (53.2%), el número de votos que obtuvo Morena en la elección de diputados federales de mr es mayor que los ganados de manera conjunta por el PAN y el PRI (19.3 millones). Para poner en perspectiva histórica este dato, la elección de 2018 es la primera de diputados federales desde 1994 en la que la primera fuerza obtiene más votos que la segunda y la tercera juntas.

Morena ganó en la gran mayoría de los distritos

Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES) obtuvieron de forma coaligada 220 diputaciones federales uninominales en las elecciones de 2018. Si bien este resultado es significativo por sí mismo, oscurece un dato aún mayor. Si se consideran por separado los votos de cada partido político, Morena ganó más votos que cualquier otra fuerza política en 224 de los 300 distritos del país (74.7%) (gráfica 5). Estos resultados han dado cuenta de la magnitud de la transformación que las elecciones de 2018 generaron sobre el nivel de implantación territorial de los partidos y sobre la dinámica de la competencia del sistema de partidos. El nivel de apoyo de los votantes a la nueva formación política supuso un “tsunami” en la integración de las dos instituciones legislativas federales y el desplazamiento de los partidos que han dominado la contienda política en el sistema político mexicano.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Gráfica 5 Número de distritos en los que el principal partido o coalición obtuvo el mayor número de votos en la elección de diputados federales, 1991-2018  

Ningún partido o coalición había logrado ser la primera fuerza electoral en tal número de distritos desde 1994, cuando el pri ganó en 273 de los 300 distritos (91%). El referente histórico más cercano es la elección intermedia de 2009, pero incluso en esa ocasión el mr obtuvo el mayor número de votos en 43 distritos menos que Morena en 2018 (181 frente a 224). Al mismo tiempo, uno de los efectos más significativos de estas elecciones fue, precisamente, el nivel de derrota electoral del PRI en todo el país.

Morena ganó con amplios márgenes

Al igual que -y en buena medida gracias al liderazgo de- López Obrador, Morena obtuvo un alto porcentaje de votos en los 224 distritos en donde fue la primera fuerza electoral (gráfica 6). En promedio, Morena ganó con 41.8 por ciento de los votos más de 220 distritos y su ventaja media sobre la segunda fuerza electoral fue de 21.4 por ciento.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales. *En estas elecciones se consideran los distritos ganados por el PAN y el PRI, respectivamente, en coalición con el pvem. Véase la nota al pie 10.

Gráfica 6 Porcentaje de votos obtenidos del partido o coalición que ganó más distritos en la elección de diputados federales, 1991-2018  

Aunque el promedio porcentual de votos obtenidos por Morena en los distritos que ganó en 2018 es el tercero más “pequeño” en las diez últimas elecciones de diputados federales, resulta importante recordar dos elementos. Primero, en 2018 Morena obtuvo el mayor porcentaje de votos en 224 distritos, la cifra más grande desde 1994. Segundo, Morena ganó estos distritos con el margen promedio más amplio obtenido por un partido político en las últimas ocho elecciones legislativas. El referente histórico más parecido es nuevamente la elección de 1994, cuando la ventaja porcentual promedio del PRI sobre el segundo lugar fue de 22.7 por ciento.

La fragmentación del sistema de partidos aumentó en la elección… y después se redujo

La idea respecto a cuántos partidos compiten en un sistema se puede medir con el índice del número efectivo de partidos (NEP),9 dado que permite apreciar la fuerza de los partidos y cuántos escaños cuentan de una manera intuitiva y directa. La gráfica 7 ofrece dos métricas del NEP para el periodo 1991-2018: una calculada a partir de la proporción de votos obtenido por cada partido o coalición en las 10 elecciones del periodo10 y otra con la proporción de curules obtenidos por cada partido al comienzo de cada legislatura de la Cámara de Diputados.11

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales. *En el caso del NEP legislativo, la gráfica incluye cuatro mediciones para 2018 porque el tamaño de algunos de los grupos parlamentarios cambió significativamente entre el 23 de agosto (cuando el ine asignó los diputados de representación proporcional) y el 5 de septiembre de ese año.

Gráfica 7 Número efectivo de partidos electoral y legislativo, 1991-2018*  

La línea gris en la gráfica revela un crecimiento sostenido del NEP electoral entre 1991 y 2015, periodo en el que pasó de 2.38 a 5.56. Sin embargo, y de forma consistente con los resultados presentados antes, en la elección de 2018 se redujo a 4.35, un valor ligeramente mayor al de 2012. La línea azul ilustra que entre 1991 y la primera medición de 2018 el NEP legislativo creció de manera casi continua, pasando de 2.2 a 4.69 en los 27 años analizados. A diferencia del NEP electoral, la gráfica incluye cuatro mediciones del NEP legislativo en 2018 porque, en un proceso completamente atípico para México (y probablemente a cualquier otro país democrático), éste se redujo más de 30 por ciento en menos de 15 días y -más importante aún- sin que hubiera elecciones de por medio.12

En agosto de 2018, por lo tanto, el órgano electoral concluyó la asignación oficial de diputaciones federales por partido. En ese momento, el NEP legislativo estaba en su punto más alto de la historia reciente de México (4.69), lo cual representaba una continuación de la tendencia de elecciones previas y la consolidación del espacio de pluralismo que se ha ido construyendo en las últimas décadas. La situación cambió radicalmente tan sólo seis días después (29 de agosto). Al momento de integrar formalmente los grupos parlamentarios, previo a la instalación de la LXIV legislatura de la Cámara de Diputados, 25 y 32 diputados electos bajo los emblemas del pes y el PT, respectivamente, renunciaron a esos partidos y se integraron a la bancada de Morena. Estas migraciones de legisladores provocaron que en ese segundo momento el NEP legislativo se redujera 26.9 por ciento (pasó de 4.69 a 3.43).

El NEP legislativo continuó bajando en los siguientes días debido a la adición de cinco diputados del PVEM (4/9/2018) y cuatro diputados más del PT (5/9/2018) a la fracción parlamentaria de Morena. Este atípico proceso hace suponer la presencia de “políticos chapulines” y el uso de “partidos taxi” como parte de una estrategia de maximización de resultados electorales para evitar la penalización que la exigencia de evitar la sobrerrepresentación legislativa hubiera supuesto para la coalición mayoritaria. El último valor del NEP legislativo incluido en la gráfica 7 (3.25) es el más bajo registrado desde 2012, dando cuenta de la reconcentración de las fuerzas políticas en torno a Morena una vez pasada la elección, así como también evidencia de una estrategia de selección de candidaturas muy exitosa en la que militantes o candidatos cercanos a Morena habrían usado otros partidos para ganar su escaño.

La nacionalización del voto

La nacionalización de los apoyos electorales hacia los partidos ha sido extensamente estudiada en la política comparada y se han desarrollado diversas medidas a través de cuales se puede medir la distribución territorial de los apoyos. Dado que los partidos no reciben el mismo nivel de apoyo de todos los distritos, revisar el origen del voto contribuye a entender las estrategias políticas que los partidos pueden desarrollar. En esta investigación se emplea el índice de nacionalización creado por Jones y Mainwaring (2003),13 con datos de la elección de diputados federales de mayoría relativa, agregados a nivel distrital para las elecciones de 2009, 2012, 2015 y 2018.14 Los resultados presentados en la gráfica 8 muestran que Morena es el partido más nacionalizado en 2018, a partir de la distribución territorial de los apoyos. La nacionalización de Morena aumentó entre 2015 a 2018, dado que pasó de 0.61 a 0.79, respectivamente; esto representa un incremento de aproximadamente 30 por ciento. A diferencia de las elecciones previas, por primera vez en 2018 el PRI no fue el partido más nacionalizado, dado que lo superó Morena: 0.79 frente a 0.77.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales. *Calculado como 1 el coeficiente de Gini.

Gráfica 8 Nivel de nacionalización partidista de los principales partidos políticos federales, 2009-2018*  

Reforzando los resultados presentados en otros estudios (como el de Jones y Mainwaring, 2003), el nivel de nacionalización de los cuatro partidos mexicanos es más alto en las elecciones que se celebran de manera simultánea, en las que se eligen al mismo tiempo tanto al presidente como a los diputados federales (2012 y 2018), que las que se realizan de manera separada. Este dato es consistente con el supuesto que indica que las elecciones presidenciales tienen un efecto de arrastre sobre las elecciones legislativas (efecto multinivel).

La ciudadanía mexicana cambió (de manera mayoritaria) su voto

El nivel de cambio de las preferencias electorales hacia los partidos políticos puede medirse a partir de un indicador que permite conocer en qué medida la ciudadanía vota siempre por el mismo partido o, de una elección a otra, cambian el sentido de su preferencia. La volatilidad se puede medir a nivel individual (a partir de encuestas a los electores) o a nivel agregado (por los resultados electorales que reciben los partidos en dos -o más- elecciones dadas). Aun cuando hay diversas fórmulas para calcularla, en esta investigación se emplea la de Pedersen (1983).15 Diversos trabajos la han empleado para conocer el grado de estabilidad de los apoyos de los electores en relación con el sistema de partidos y, junto a otros criterios, han creado la idea de que la volatilidad está vinculada a la institucionalización del sistema de partidos y a la gobernabilidad democrática (Torcal, 2015; Mainwaring y Torcal, 2005; Mainwaring y Scully, 1995). En ese sentido, un alto nivel de volatilidad electoral puede evidenciar la presencia de “elecciones críticas” con intensos realineamientos electorales (Key, 1955), así como problemas de representación entre políticos y electores (Torcal, 2015).

La gráfica 9 muestra que en el caso de las elecciones a diputaciones federales, entre 2009 y 2018 la volatilidad electoral agregada casi se duplicó de una elección a otra, pasando de 9.65 en el periodo 2009-2012 a 31.39 en el periodo 2015-2018. Estos datos son muy interesantes dado que México pasó de tener niveles de volatilidad electoral similares a países como Honduras16a integrar el grupo de sistemas de partidos con una volatilidad media como Nicaragua o Bolivia en un periodo similar (Freidenberg, 2016). Precisamente, estos cambios a nivel de la demanda del sistema son los que han generado la transformación en la fuerza legislativa de la oferta partidista.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Gráfica 9 Volatilidad agregada en elecciones de diputados federales, 2009-2018  

Conclusiones: Morena y sus efectos sobre el sistema de partidos

Con las mismas reglas de juego con las que se había competido en elecciones anteriores, el resultado de la elección de 2018 evidenció la masiva reorientación del electorado, generando un “tsunami” en la distribución de poder del sistema político mexicano. Estos cambios en el electorado tuvieron su correlato en la configuración de fuerzas del sistema de partidos. Del mismo modo que otros sistemas de partidos latinoamericanos durante las décadas de 1990 y 2000, donde los partidos perdieron sus apoyos y colapsaron sus sistemas de partidos,17 México experimentó con esta elección un cambio dramático de los apoyos electorales que históricamente habían recibido los partidos tradicionales, es decir, los partidos que habían competido en el sistema desde el proceso de liberalización política.18 Esta elección evidenció un cambio en el apoyo electoral desde los partidos que competían y ganaban siempre a una fuerza política de reciente creación.

Esta elección ha evidenciado cambios en la estructura y la dinámica de la competencia del sistema de partidos mexicano a nivel federal. En esta investigación se presentan datos que muestran el sentido de esos cambios en cada una de las dimensiones de análisis clave. En relación con la estructura de la competencia los cambios se han visto en la orientación de voto (dando la fuerza a un partido -Morena-, haciendo que el Ejecutivo cuente con el apoyo mayoritario en el Congreso, que además ganó en todas las unidades geográficas -casillas, secciones, distritos, estados). Las transformaciones en estos elementos de la estructura de la competencia también se evidencian en la reducción de la fragmentación de la oferta partidista (con la disminución del NEP) y el incremento en el nivel de nacionalización de Morena.

Los cambios en la estructura también tienen su correlato en la dinámica de la competencia, es decir, en las interacciones entre los partidos. La reorientación de los apoyos ciudadanos en torno a Morena ha transformado la dinámica de cooperación entre Ejecutivo-Legislativo, generando el primer gobierno unificado desde 1994 y regresando a la vieja dinámica de “gobierno de partido” (party government) o unificado en la que el presidente cuenta con suficientes apoyos para que sus propuestas de políticas públicas se conviertan en ley gracias a la mayoría que tiene en ambas Cámaras. Precisamente, uno de los elementos claves de esta elección, ha sido el efecto arrastre de la elección presidencial sobre la legislativa. Esta dinámica llevó a que se configurara un gobierno monocolor, con mayorías legislativas disciplinadas hacia el partido en el gobierno, favoreciendo la aprobación de leyes.

Si bien el cambio ha sido sustantivo entre 2012-2018, el hecho de que sólo sea una elección limita la posibilidad de identificar a estas elecciones como críticas ya que resulta necesario esperar a próximas elecciones presidenciales para poder establecer si este cambio es duradero. La evaluación de una próxima elección presidencial, en comparación con la de 2018, permitirá establecer la profundidad y la temporalidad del cambio.g

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1 Ese día las y los mexicanos eligieron al presidente de la República, 500 diputaciones federales y 128 senadurías. Asimismo, en nueve estados se eligió gobernador/a (o jefe/a de Gobierno), en 27 entidades se renovaron los congresos locales y en 25 los ayuntamientos (o alcaldías). En total, se eligieron 3 206 cargos en el ámbito federal, estatal y municipal (INE, 2018a). Las únicas dos entidades que no tuvieron algún tipo de elección local fueron Baja California y Nayarit.

2Los partidos son “los grupos políticos que participan en las elecciones para hacer que sus miembros accedan a cargos de representación popular, compiten y cooperan con la intención de maximizar sus opciones de poder” (Sartori, 1992: 90).

3La desconfianza hacia el gobierno y los partidos políticos era muy alta en México en 2018. Según los datos de Latinobarómetro (2018), sólo 11 por ciento de los mexicanos confiaba en los partidos políticos, mientras que 16 por ciento tenía confianza en el gobierno. En 2006, la confianza había registrado niveles cercanos a 30 por ciento para los partidos y 47 por ciento para el gobierno, según los datos existentes del mismo Latinobarómetro, lo que da cuenta de la creciente desconfianza política de los últimos años.

4Las comparaciones inician en estos años porque fueron las primeras elecciones legislativas y presidenciales, respectivamente, organizada por el Instituto Federal Electoral (IFE), ahora Instituto Nacional Electoral (INE). Como se verá más adelante, a pesar de que la competencia electoral todavía no era equitativa en 1994, decidimos iniciar la comparación de las elecciones presidenciales en este año porque los resultados de dicha elección son el referente más parecido a la de 2018.

5El indicador de violencia política de la Consultora Etellekt registró 774 agresiones contra políticos y 429 contra funcionarios para el proceso electoral 2017-2018. De esos datos, 152 eran políticos/as y 371 funcionarios/as asesinados (523 en total). De los 152 políticos que perdieron la vida en atentados, 48 eran precandidatos y candidatos a puestos de elección. Véase el Séptimo Informe de Violencia Política en México, publicado en el Portal de Etellekt, disponible en: http://www.etellekt.com/reporte/septimo- informe-de-violencia-politica-en-mexico.html [fecha de consulta: 9 de abril de 2019, 20:12 hs].

6Tanto en la gráfica 1 como en la 4 presentamos estadísticas descriptivas con diferentes niveles de agregación. El propósito de esto es enfatizar que el alto porcentaje de votos obtenido por López Obrador no se debió a un desempeño particularmente bueno en ciertas regiones del país mientras que en el resto quedó en segundo o tercer lugar, sino a que obtuvo resultados consistentemente buenos en la mayor parte del territorio nacional.

7Cada una de las cinco gráficas de densidad sólo incluye los datos del margen de victoria de las casillas en donde ganó el respectivo candidato presidencial.

8Este trabajo se centra en el análisis de los resultados de la elección de diputados federales de mayoría relativa. Por la naturaleza del sistema electoral mexicano, es muy factible que estos resultados sean muy parecidos a los resultados de la elección de diputados de representación proporcional.

9La fórmula para calcular el número efectivo de partidos propuesta por Laakso y Taagepera (1979) es la siguiente: NEP=1/pi2en donde pi es el porcentaje de votos o escaños de cada partido.

10Para el periodo 1991 y 2006, la ley electoral mexicana establecía que los votos emitidos a favor de una coalición se registraran a favor de la coalición en su conjunto. Posteriormente, los votos obtenidos por la coalición se dividían entre los partidos políticos que la integraban con base en los porcentajes predefinidos en su convenio de coalición. A partir de la reforma electoral de 2007-2008, los votos sólo pueden ser emitidos y contabilizados a favor de partidos políticos. En caso de que haya una coalición, los votos obtenidos por los partidos que la integran se suman en una siguiente etapa. Por este motivo, mientras que el nep para el periodo 2009-2018 fue calculado con el número de votos de cada partido político, las cifras previas fueron calculadas considerando el número de votos obtenidos por cada partido y/o coalición. En 2003 el PRI compitió de forma independiente en los distritos de 21 estados, y en coalición con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en los distritos de las 11 entidades restantes. Dado que el PRI era, por mucho, la principal fuerza política en la coalición, al calcular el NEP electoral de este año consideramos los votos del PRI y de su coalición con el PVEM como los de una sola fuerza política. El código con el que se hicieron los cálculos incluye más detalles.

11En esta investigación se usaron los datos de la cámara baja pues ofrecen mediciones más frecuentes (13) que los del Senado de la República (7) para el mismo periodo. Al calcular el NEP, se consideraron el total de diputaciones obtenidas por cada partido político representado en la Cámara de Diputados, sin importar si eran de mayoría relativa o representación proporcional.

12La primera medición del NEP legislativo para 2018 corresponde al momento en el que el ine asignó las curules de representación proporcional (23 de agosto).

13Jones y Mainwaring (2003: 142) emplean como indicador para medir la nacionalización el coeficiente de Gini de una manera inversa. En esta aplicación se lo ha invertido (1-Gini), de manera que a mayor puntuación hay mejor distribución espacial de la votación. El índice se lee de 0 a 1.

14No se usan datos de elecciones previas por los motivos mencionados en la nota al pie 10.

15La volatilidad electoral agregada (vea) puede calcularse a partir del índice de Pedersen (1983): VEA=(|pi|)/2donde |Δ pi| representa el cambio absoluto en el porcentaje de votos obtenidos por el partido i entre dos elecciones sucesivas. El total de la suma de los valores absolutos de las diferencias se divide por 2 para tener en cuenta el hecho de que lo pierde un partido es ganado por otro. El valor del VEA oscila entre 0 y 100 y cuanto más alto sea, suele decirse que un sistema de partidos es más inestable.

16Entre 1981 y 2005, Honduras experimentó un nivel de volatilidad electoral agregada a nivel legislativo de apenas 7 puntos porcentuales entre sus partidos políticos, mientras que Nicaragua tuvo 29.7 (1984-2001) y Bolivia cerca de 30.42 puntos porcentuales (1985-2005) (Alcántara Sáez y Freidenberg, 2006).

17Se entiende por “colapso del sistema de partidos” cuando un partido pierde al menos 50 por ciento de sus votos de una elección a otra (Dietz y Myers, 2007). Diversos estudios han mostrado el modo en que los sistemas de partidos de la región colapsaron en América Latina, véanse los capítulos en Freidenberg (2016), y Freidenberg y Suárez Cao (2014).

18Una discusión sobre la definición de partidos tradicionales puede encontrarse en Freidenberg y Suárez Cao (2014).

Anexo

Cuadro 1A Calendario electoral 

Presidencia Diputados federales Senadores federales
1994 21 de agosto 21 de agosto 21 de agosto
2000 2 de julio 2 de julio 2 de julio
2006 2 de julio 2 de julio 2 de julio
2012 1 de julio 1 de julio 1 de julio
2018 1 de julio 1 de julio 1 de julio

Fuente: Elaboración propia a partir de datos oficiales.

Recibido: 14 de Junio de 2019; Aprobado: 07 de Abril de 2020

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Translation by Ana Pascoe.

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