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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.21 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2014

 

Notas de investigación

 

Caída y resurgimiento. La evolución de la oposición política venezolana durante el gobierno de Hugo Chávez

 

Decline and Resurgence: The Evolution of Venezuelan Opposition during President Chavez's Administration

 

Pablo A. Valenzuela*

 

* Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Chile e investigador del Centro de Estudios de Opinión Pública del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. Santa Lucía 240, Santiago de Chile. Tel. 56 2 29 77 15 09 Correo electrónico: pavalenzuelag@u.uchile.cl.

 

Resumen

La oposición venezolana ha sido derrotada consecutivamente en las elecciones legislativas y presidenciales desde 1998, cuando Hugo Chávez alcanza la presidencia de la República e impulsa una serie de reformas que modifican el panorama institucional venezolano. El trabajo analiza la evolución de la oposición venezolana en los últimos catorce años frente a estos cambios, a los resultados electorales alcanzados y a las diferentes estrategias adoptadas para enfrentar al gobierno. Se identifican también algunas variables importantes a la hora de evaluar el desempeño de la oposición y propone que su buen funcionamiento es parte esencial de la democracia.

Palabras clave: oposición, partidos, Venezuela, gobierno, elecciones.

 

Abstract

The Venezuelan opposition has been defeated consecutively in legislative and presidential elections since 1998, when Hugo Chávez achieved the presidency of the Republic and promotes a set of reforms that change the institutional landscape of Venezuela. This paper aims to analyze the evolution of the Venezuelan opposition in the last fourteen years versus these changes, the election results achieved and the various strategies adopted to confront the government. Also this paper identifies some important variables at the time of evaluating the performance of the opposition and suggested that its proper functioning is an essential part of democracy.

Keywords: opposition, parties, Venezuela, government, elections.

 

Introducción

El estudio del rol que juega la oposición política en los presidencialismos latinoamericanos es un tema que ha sido poco observado por la ciencia política. Si bien existe cierta construcción teórica que ayuda a comprender el papel de los partidos que están fuera del gobierno, en gran medida su comprensión es mejor al estudiar democracias desarrolladas de países industrializados y, en la mayoría de los casos, con sistemas parlamentarios.

En el caso particular de América Latina, el interés por la oposición ha surgido debido a la capacidad de algunos partidos o coaliciones para desafiar a partidos de gobierno que han ocupado esos espacios durante varios años. El Frente Amplio (FA) en Uruguay, el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, la Alianza Patriótica para el Cambio (APC) en Paraguay y la Coalición por el Cambio, en Chile, son sólo algunos ejemplos de partidos que estando en la oposición durante varios periodos, fueron capaces de convertirse en alternativas de gobierno para la ciudadanía y alcanzar el poder.

La pregunta que guía el trabajo de los autores que se han dedicado a estudiar estos casos (Avendaño, 2011; González, 2011; Moreira, 2004, 2006; López, 2005) tiene que ver con las estrategias y trayectorias que han permitido que los partidos relegados a la oposición, particularmente aquellos de izquierda, puedan desafiar a los partidos de gobierno y alcanzar el poder.

El presente trabajo está dedicado a estudiar la oposición en Venezuela durante el gobierno del presidente Hugo Chávez, entre las elecciones de noviembre-diciembre de 1998 y la elección de octubre de 2012. A diferencia de los trabajos que hemos mencionado antes, en Venezuela los partidos opositores, unificados en la Mesa de Unidad Democrática (MOD), no han podido acceder a la presidencia de la república desde 1998, por lo que el foco está puesto en cómo se han comportado los partidos y sectores de la oposición entre 1998 y 2012 y de qué forma han podido influir en el proceso político venezolano. Desde un punto de vista más general nos preguntamos cuál sería el aporte de la oposición a la calidad de la democracia y de qué formas pueden influir políticamente.

El objetivo central de este trabajo es explorar y analizar los cambios y la evolución que la oposición venezolana ha sufrido desde la llegada al poder del presidente Chávez, hasta el año 2012, cuando se realiza la última elección con Hugo Chávez como candidato. Por lo tanto, no estudiamos una oposición exitosa, al menos no por ahora y no en los términos tradicionales de éxito de un partido opositor, que sería vencer al partido de gobierno en una elección. Estudiamos la oposición en sí misma en un contexto particular de desinstitucionalización y fragmentación partidaria.

Para resolver las preguntas generales de investigación realizamos, en la primera sección una revisión conceptual del tema de las oposiciones políticas. La segunda sección revisa la evolución política de Venezuela, particularmente de los partidos opositores, entre 1989 y 1999 desde un punto de vista histórico. En este punto se destacan los cambios bruscos en las preferencias electorales y el funcionamiento un tanto caótico de las organizaciones partidarias. Son estos años en los que más se puede advertir el tránsito desde el puntofijismo a la nueva configuración política que emerge a partir de la llegada a la presidencia de Hugo Chávez.

En la sección tres se estudia a la oposición venezolana entre 2000, año de la megaelección que buscó relegitimar los poderes públicos después de aprobarse la Constitución de 1999, y 2012, año de la última elección presidencial en la que estuvo Hugo Chávez. Se toman en cuenta también las elecciones, los referéndums, los sucesos del inicio de la década y las estrategias adoptadas en cada uno de los momentos intereleccionarios con las que buscaron desafiar, hasta hoy sin éxito, al partido de gobierno.

En la parte final recogemos algunos elementos importantes para explicar la trayectoria de la oposición durante el periodo estudiado, desde una oposición más bien recalcitrante a una mucho más programática y menos fragmentada, aspectos que ayudan a comprender el estado actual de la oposición venezolana. Finalmente recogemos algunas conclusiones generales, particularmente en lo relativo a la forma en que la oposición política se sitúa en un contexto democrático.

 

El estudio de las oposiciones políticas desde una mirada conceptual

La oposición política es un elemento esencial de la teoría democrática, sin embargo, gran parte de los estudios miran a las instituciones políticas desde el gobierno y no tanto desde el rol que juega la oposición. Del mismo modo, los estudios que existen al respecto tienden a ver a la oposición en contextos de democracias desarrolladas y usualmente en regímenes parlamentarios. En ese sentido, es seminal el estudio que realiza Robert Dahl (1966) en torno a Austria, Bélgica, Italia, Alemania, Francia, Reino Unido, Holanda, Noruega, Suecia y Estados Unidos.

De todos los países estudiados por Dahl, sólo Estados Unidos tiene un presidencialismo persistente. De ahí que parte significativa del libro se dedique a revisar patrones de oposición en los parlamentos europeos. Para el caso de Estados Unidos existen algunos estudios que se encargan de revisar la relación entre el Congreso y el presidente (Thurber, 1995) y, tangencialmente, el rol de la oposición en este juego a raíz de la no poco frecuente división del control partidario entre demócratas y republicanos en el Capitolio y la Casa Blanca. Otros trabajos se centran en estudiar procesos de institucionalización de la oposición en democracias avanzadas (Helms, 2004) o los mecanismos que usan los partidos opositores para buscar influir en la agenda pública (Thesen, 2013).

Para América Latina el estudio de la oposición es escaso y está limitado principalmente al rol que ha jugado la oposición en tanto partidos desafiantes al partido o coalición oficialista y como alternativa electoral para la ciudadanía. La razón de esto es que después de las transiciones democráticas iniciadas en las décadas de 1980 y 1990, varios partidos "tradicionales" han sido derrotados a través de elecciones por partidos o coaliciones que cobraron relevancia en el contexto post-transicional y que mediante estrategias diversas fueron capaces de ofrecer a la ciudadanía una alternativa gubernamental (López, 2005). Otros estudios interesantes se enfocan en la capacidad de influencia de la oposición parlamentaria en el desarrollo de políticas públicas (García y Martínez, 2001) y otros enfatizan el rol jugado por la oposición en los procesos de transición democrática (Russo, 1990; Mustapic y Goretti, 1992) tanto como promotores de la democratización, como por la aceptación de las reglas democráticas una vez caídas las dictaduras.

En la mayoría de los casos los partidos que ocupan la oposición aspiran a llegar al gobierno o, al menos, a alcanzar alguna posición de poder que les permita desplegar o defender su set de ideas programáticas. También los partidos opositores pueden buscar ejercer algún tipo de rol fiscalizador hacia el oficialismo. Esto se ve particularmente acentuado en los presidencialismos, donde la oposición sabe a priori el tiempo durante el cual estará fuera del gobierno, lo que se configura en función de la posesión de la presidencia o de la participación en cargos ministeriales dentro del gobierno en caso de conformar coaliciones (Cheibub, 2007). En consecuencia, son opositores aquellos partidos que no acompañan al presidente de la República en el ejercicio de sus funciones, aun cuando puedan tener la mayoría en el Congreso. En ese caso se hablará de presidentes de minoría (Lanzaro, 2001) fenómeno muy común que en algunos casos puede llegar a afectar el desempeño programático del gobierno debido a las dificultades para aprobar proyectos (Jiménez, 2007) e incluso poner en riesgo la estabilidad democrática (Valenzuela, 1989; Linz, 1994)

Sin embargo, es necesario destacar el rol de la oposición no sólo en tanto partido que desafía al poder, sino como una parte del sistema político con aspiraciones, no siempre satisfechas, de alcanzar posiciones de poder, pero con otros papeles muy significativos para el adecuado funcionamiento de la democracia. Incluso, algunos autores han señalado que los congresos en manos de la oposición frente a presidentes minoritarios han jugado un rol importante en la resolución de crisis presidenciales, contribuyendo a la continuidad del régimen democrático (Pérez-Liñan, 2003).

 

Más allá del desafío del poder, ¿qué hace la oposición?

El estudio de la oposición política parte del supuesto de que en la gran mayoría de los casos ésta aspira a convertirse en gobierno y por lo tanto generará estrategias que la presenten frente a la ciudadanía como una alternativa para gobernar. Sin embargo, como señala Avendaño (2011, p. 9) algunos partidos pueden lograr un importante caudal electoral y un contingente legislativo significativo, sin llegar a ser vistos por la ciudadanía como alternativa de gobierno, como sucedió durante largo tiempo con el partido socialdemócrata alemán, con el partido comunista italiano y el partido comunista francés.

Pasquino (1998) señala varios elementos interesantes en cuanto al rol de la oposición en las democracias contemporáneas. En primer lugar es interesante notar que hoy las oposiciones resultan menos doctrinarias que en décadas pasadas cuando existían partidos antisistema cuyo fin no era reemplazar al partido oficialista, sino arrasar con el sistema completo mediante algún método revolucionario. Hoy los partidos, incluso los más pequeños que sobreviven producto de su arraigo en alguna minoría social, tendrían que tomar en cuenta que en algún momento se podrían convertir en partidos de gobierno mediante la formación de coaliciones y por lo tanto actuaciones intransigentes hacia el gobierno podrían volverse contraproducente en el largo plazo. En otras palabras, la oposición sería hoy mayoritariamente leal al sistema democrático.

Para Sartori (2005) una distinción muy importante en la oposición es entre aquellas que son leales y las que son desleales. Las primeras son las que critican al gobierno pero en el marco de las reglas democráticas. Las segundas son oposiciones que participan del juego político pero hacen uso del discurso antisistema y van derivando en un creciente clima de polarización política, pues su aspiración no es ocupar el gobierno bajo el sistema que rechazan, sino generar las condiciones para cambiarlo.

El mismo Pasquino señala que hoy la oposición política, por un asunto de principios, no puede renunciar a su rol opositor y dejar al gobierno gobernar sin más, pero tampoco puede asumir una oposición doctrinaria y permanente, pues eventualmente llegará a ocupar esa posición de poder y podría terminar siendo víctima de sus propias críticas y prácticas. La oposición, en su actuación, debe velar por los intereses colectivos e individuales de aquellos electores que le han dado su voto, pues así es como se constituye el mandato hacia los partidos opositores (Froio, 2013; Louwerse, 2011). Además proteger las condiciones democráticas y de competición que hagan viable la alternancia en el poder. Ningún gobierno debería pedirle a la oposición que lo deje gobernar, pues hacerlo implica solicitarle que renuncie a su rasgo más característico y evidente. Sin embargo, la oposición tampoco puede desarrollar una obstrucción permanente y sistemática. Se trataría entonces de un equilibrio que tiende a sopesar las dos dimensiones de la oposición: su aspiración intrínseca y natural de alcanzar el poder a la que no debería renunciar incluso con un apoyo electoral disminuido, y su oficio fiscalizador y opositor a las políticas planteadas por el oficialismo.

Es importante también tener en cuenta las dos dimensiones de la oposición. Una social y otra parlamentaria -más estrictamente, legislativa en el caso de los congresos latinoamericanos-. La primera es aquella que ejercen los movimientos sociales mediante manifestaciones públicas y protestas contra las medidas del gobierno. La segunda es aquella oposición que se realiza desde los partidos que han perdido la elección desde el seno del congreso y que están fuera del gobierno. El ideal es aquel en el que la oposición parlamentaria-legislativa puede coincidir, al menos parcialmente, con la oposición social y representar sus intereses en las instancias políticas. De lo contrario, se podría derivar en una crisis de representación, pues aunque exista una oposición social muy significativa, los intereses de esos grupos no necesariamente se verían canalizados hacia el sistema político y no necesariamente ocurriría una alternancia política.

En todo caso, parece haber cierto consenso en cuanto a la oposición política en regímenes democráticos, pese al poco estudio particular del fenómeno, sobre todo en América Latina. La oposición juega un papel muy relevante en el funcionamiento de la democracia, pues presenta resistencia a las posturas del gobierno aportando cierto equilibrio y contrapeso dentro del sistema político, permite la expresión de intereses diversos en un entorno pluralista, le presenta alternativas políticas, gubernamentales y programáticas a la porción de la ciudadanía que no se siente representada por el oficialismo, permitiendo la alternancia en caso de que los electores así lo decidan en las urnas. En definitiva, parece ser casi un hecho que en la democracia la oposición política no sólo es una categoría residual en el sistema de partidos, sino que es una parte esencial de su funcionamiento, tanto desde un punto de vista procedimental como representativo e incluso normativo.

Sin oposición, con una oposición débil o una recalcitrante, la democracia como mecanismo de representación de los intereses sociales y los partidos como instrumentos conductores de esos intereses al sistema político, no funcionarían de manera óptima, devendría una especie de democracia delegativa en la que la elección del presidente de la república se transformaría en una investidura de poderes sin muchos limites políticos ni equilibrios o contrapesos programáticos (O'Donnell, 1994).

Según un estudio de López (2005), los partidos desafiantes que han podido insertarse de forma estable y relevante en el sistema político e incluso alcanzar el gobierno, han vivido un periodo de oposición solitaria. En el caso de los partidos desafiantes que han fracasado, la explicación estaría en que han formado algún tipo de coalición con los partidos tradicionales o han prestado algún tipo de apoyo legislativo sistemático al presidente de la república. El autor señala que los partidos nuevos que nacen en la oposición se convierten en alternativas porque rompen con el statu quo del sistema, pero eso se vuelve inconsistente si pactan programática o electoralmente con los partidos hegemónicos.

Así por ejemplo, el Frente Amplio en Uruguay actuó como un opositor solitario hasta que alcanzó el gobierno en 2004, en cambio La Causa Radical y el Movimiento al Socialismo (MAS) en Venezuela, le dieron apoyo a Rafael Caldera, un líder sin partido que representaba la continuidad del estatus del punto fijo (López, 2005, p. 48), y en consecuencia fracasaron en su intento por asentarse en el sistema, dando lugar más tarde al crecimiento del Movimiento Quinta República (MVR) que lleva a la presidencia a Hugo Chávez.

En resumen, algunas variables que pueden explicar el éxito de las oposiciones políticas a la hora de desafiar a los partidos oficiales serían, en primer lugar, el desempeño del gobierno en la implementación de políticas públicas: si los partidos de gobierno son exitosos en desplegar su plataforma programática es menos probable que la oposición alcance el poder. En segundo lugar, las características de la plataforma programática de la oposición: si las propuestas opositoras se presentan como una alternativa positiva al gobierno y encuentran arraigo en sectores sociales, es más probable que haya una oposición exitosa. Dicho de otro modo, la oposición debe ser capaz de ofrecer a la ciudadanía un programa que implementar. Y, en tercer lugar, la oposición se realiza en el marco de las instituciones democráticas, por lo que a pesar de estar enfrentada al gobierno puede generar cauces de cooperación procurando no perder la diferenciación con el oficialismo.

En la siguiente sección revisamos el panorama político de Venezuela después de que el sistema empezó a mostrar profundas fisuras en el pacto de punto fijo, a fines de los años ochenta con el Caracazo, en 1989, como hito importante de la pérdida de legitimidad de los partidos tradicionales, y hasta 1998, cuando el presidente Chávez alcanza la primera magistratura.

 

El fin de los partidos tradicionales: 1989-1999

El momento en el que tenemos que situar el inicio de la decadencia del sistema de partidos tradicionales en Venezuela se sitúa en algún punto durante la década de 1980 o principios de la década de 1990. Levine y Crisp (1999), por ejemplo, destacan dos hechos esenciales que desencadenan la deslegitimación del sistema de representación llevado por Acción Democrática (AD) y Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI). El primero sería la crisis económica que se inicia en 1983 con la caída de los precios del petróleo, lo que dañó significativamente la capacidad económica del Estado y su capacidad de redistribución de riquezas. El segundo hecho serían los disturbios que se producen en febrero de 1989 en los alrededores y centro de Caracas (conocidos como el "Caracazo"), y que son fuertemente reprimidos por el gobierno de Carlos Andrés Pérez, causando una creciente pérdida del apoyo social al sistema. Para los autores, ambos hechos reflejan la caída de los pilares económico y social, respectivamente, que sostenían el punto fijo.

El derrumbe político vendría en 1993, cuando Rafael Caldera llega a la presidencia de la República apoyado por su propio partido, Convergencia, creado a partir de la escisión de la facción de Caldera del COPEI. La coalición que ayudó a Caldera, además de Convergencia, estuvo formada por varios partidos, entre ellos el Movimiento al Socialismo (MAS), la Unión Republicana Democrática (URD), el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), que más tarde le entregaría su apoyo a Hugo Chávez, el Movimiento de Integridad Nacional (MIN) que representaba un ala más derechista, e incluso el Partido Comunista de Venezuela (PCV). Fue lo que se llamó "El Chiripero", dada su heterogénea conformación.

En esta elección por primera vez alcanza el poder una coalición en la que no están los partidos tradicionales (AD y COPEI) y donde otros partidos emergentes ganan notoriedad. En las elecciones de 1998 la situación para el bipartidismo tradicional es aún peor, pues en un episodio bastante confuso y sólo algunos días antes de la elección presidencial, los adecos y los copeyanos le quitaron el apoyo a los candidatos de sus propias filas, para dárselo al abanderado de Proyecto Venezuela (PV) Henrique Salas Römer.

Los datos de la militancia o identificación política, así como el caudal electoral, ratifican la tendencia decreciente de los apoyos que recibían los partidos tradicionales desde 1989. En las elecciones legislativas de 1988 AD y COPEI sumaron 81.6 por ciento de los escaños en el Congreso, mientras que en las de 1993 alcanzaron juntos sólo 53.2 por ciento, en tanto que La Causa R, el mas y Convergencia, crecían hasta alcanzar 19.7, 11.8 y 12.8 por ciento respectivamente. En el caso de las elecciones presidenciales, AD y COPEI en 1988 sumaron 93.29 por ciento de los votos, y en 1993 esa cifra descendió a 46.33 por ciento (Kornblith, 2003, pp. 169-170). En el caso de la militancia o identificación, la tendencia va desde 45.9 por ciento de los electores que en 1973 decía identificarse con los partidos AD, COPEI y mas, hasta sólo 10.8 por ciento en el año 2000 (Kornblith, 2004, p. 114).

Como esbozamos antes, el decaimiento de los partidos tradicionales a partir de las elecciones de 1988 va acompañado de dos fenómenos. Uno es el crecimiento de opciones políticas desafiantes y emergentes, pero que no logran asentarse de forma firme en el sistema, con lo cual es posible ver una importante volatilidad electoral entre una elección y otra. El segundo es una importante desafección por el proceso político que se refleja en los altos niveles de abstención -que la mayoría de las veces ronda 40 por ciento del padrón electoral- tanto en las elecciones nacionales como en las locales.

Así las cosas, el periodo 1989-2000 podría dividirse en tres etapas de acuerdo con la configuración del sistema de partidos, particularmente de aquellos desafiantes o emergentes, nuevos o que cobran relevancia. Entre 1989 y 1993, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que terminaría con su destitución a través de un juicio político y la asunción de Ramón Velásquez como presidente provisional, los partidos que empiezan a cobrar relevancia son Convergencia, La Causa Radical, el Movimiento al Socialismo, así como algunos proyectos políticos regionales que más tarde saltarían al escenario nacional, por ejemplo Proyecto Carabobo, que después se convertiría en Proyecto Venezuela.

El segundo periodo comprende el gobierno de Rafael Caldera. Como señalamos antes, este es el primer gobierno desde 1958 en el cual AD y COPEI quedan fuera del oficialismo. Kornblith (2003, p. 169) señala que la presidencia de Caldera puede ser entendida como el último intento por mantener vivas las instituciones políticas que regían el juego democrático en Venezuela desde 1958 y como la última oportunidad que el electorado le dio a la dirigencia tradicional para dirigir el país.

Lo llamativo es que los partidos que parecían desafiar el estatus en Venezuela después del triunfo de Caldera, particularmente Convergencia y La Causa R, pierden rápidamente su peso electoral en la elección legislativa de 1998. Mientras que en 1993 La Causa R y Convergencia obtienen 19.7 y 12.8 por ciento de los votos respectivamente en la Cámara de Diputados, y 18 y 12 por ciento de los votos respectivamente en el Senado, para 1998 estas cifras caen a 3.47 por ciento para La Causa R, perdiendo 34 diputados; en tanto, para Convergencia los votos caen a 2.69 por ciento perdiendo 22 diputados. En el Senado La Causa R obtiene 2.93 por ciento, obteniendo sólo un senador, y Convergencia obtiene 2.36 por ciento, para tener dos senadores.

Algunas ideas que giran en torno a esto es que el electorado le entregó apoyo a partidos y liderazgos emergentes, pero una vez en el poder estos partidos no respondieron a las expectativas generadas y rápidamente se buscaron alternativas políticas. Las propuestas de planes económicos, pero más importante aún, de reformas políticas e institucionales anunciadas por Caldera durante su campaña fueron rápidamente frenadas. En 1994, por ejemplo, Caldera se ve obligado a generar puentes de cooperación con AD -la primera minoría en el Congreso con 55 diputados y 16 senadores- para superar un conflicto entre el ejectuvo y el legislativo producto de un decreto de suspensión de garantías constitucionales. Esa alianza, nunca formalizada, hizo totalmente inviable la reforma constitucional, pues AD era uno de los actores que más fuertemente defendía el statu quo (Lander y López Maya, 1999: 8).

Los esquemas de representación propuestos en estos periodos son incapaces de recoger con algún grado alto de fidelidad las preferencias y expectativas de la sociedad y eso termina llevando a la desafección respecto al sistema político y genera un reclamo sobre sus liderazgos (Kornblith, 2003) lo que, en esta situación particular, va precedido de una creciente despolitización de la sociedad venezolana en la que los apegos partidarios terminan siendo mucho más pragmáticos. Con ello, el apoyo irrestricto de grandes sectores de la sociedad a COPEI y ad se difumina, como producto de esa misma brecha entre los intereses partidarios y los resultados que no satisficieron las aspiraciones colectivas de la sociedad.

Para las elecciones de 1998 la fuga electoral de La Causa R y Convergencia y el aumento de la participación -la abstención en la elección presidencial bajó de 39.84 en 1993 a 36.55 por ciento en 1998- habría ido a las fuerzas con conformaron el Polo Patriótico que encabezó Hugo Chávez, particularmente el MVR, el Patria Para Todos (PPT) y el mas. Este año por primera vez las elecciones legislativas nacionales y presidenciales no fueron concurrentes. Las elecciones al Congreso se celebraron en noviembre de 1998 y las presidenciales en diciembre de ese año. Lander y López Maya (1999) señalan que la intención detrás de este cambio fue evitar que la elección presidencial arrastrase los resultados de las elecciones al Congreso, lo que le hubiera entregado al presidente Chávez un importante contingente legislativo.

Al tomar los resultados de las elecciones, efectivamente no hay correspondencia entre la alta votación que obtuvo el Polo Patriótico, 56.2 por ciento, y la sumatoria de las votaciones que obtuvieron las fuerzas que lo conformaban en la elección legislativa. AD, COPEI y PV obtienen 53.5 por ciento de los escaños de la cámara de diputados, frente a 34.3 por ciento de los escaños que obtiene MVR, PCV, MAS y PPT, las principales fuerzas que apoyaban la candidatura chavista.

El periodo 1999-2000 es una etapa sui generis en la vida política venezolana. En abril de 1999, habiendo pasado sólo un par de meses desde la asunción del presidente Chávez, se llamó a un referéndum consultivo para convocar a una Asamblea Nacional constituyente que elaborara una nueva Constitución. Pese a los intentos que se realizaron para desactivar la iniciativa, la Corte Suprema de Justicia validó la iniciativa en 1999.

Así, la Corte entrega a la asamblea constituyente convocada poderes supraconstitucionales debido a que es una expresión directa del ejercicio del poder constituyente originario expresado de manera popular y soberana en el referéndum consultivo celebrado el día 25 de abril de 1999 (Brewer-Carias, 1999, p. 218). Esto llevó a que en la práctica la asamblea actuara como un organismo autónomo no sometido a las normas constitucionales ni al poder del presidente o el Congreso y, de facto, quedará derogada la Constitución de la República de Venezuela de 1961.

A partir de esto se produjeron profundos cambios en la distribución del poder al interior de los organismos públicos venezolanos y el proceso político del país vivió una especie de estado excepcional durante el funcionamiento de la asamblea y hasta la relegitimación de los poderes públicos, realizada en julio y diciembre de 2000. A partir de esa elección revisamos en la sección siguiente la evolución de los partidos y movimientos que se hicieron parte de la oposición en en el periodo.

 

Los partidos de oposición 2000-2010

Actualmente, los partidos opositores en Venezuela se encuentran al alero de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que se ha constituido como una amplia coalición de partidos políticos que van desde el centro derecha, como el Movimiento Republicano (MR) y el Movimiento de Integridad Nacional Unidad (MIN Unidad), hasta partidos de izquierda y marxistas que han quedado fuera de la órbita del PSUV. En el amplio abanico de partidos se incluyen también movimientos ambientalistas, social-demócratas y sindicalistas. Para las elecciones presidenciales de 2012 la MUD realizó un proceso de primarias en las que fue elegido como candidato único de la oposición Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda.

Sin embargo, para llegar a presentarse a las elecciones de octubre de 2012 y abril de 2013 con un candidato y un programa de gobierno únicos, mucha agua ha pasado bajo el puente. Los partidos tradicionales, AD y COPEI, cayeron en una grave crisis electoral e incluso los nuevos partidos que empezaron a participar en la arena política durante el lustro 1993-1998, como La Causa R, el mas o Convergencia, terminaron formando parte de un variopinto grupo de partidos y movimientos políticos que sin ningún eje y sin ninguna plataforma política estructurante, han pasado por diferentes etapas y han intentado poner en práctica diferentes estrategias para alzarse como una alternativa viable de gobierno y, a su vez, actuar como contrapeso al poder que emana del Palacio de Miraflores.

El periodo que revisamos en esta sección puede ser calificado como de lucha hegemónica de proyectos políticos distintos que se perciben como mutuamente excluyentes y cuyo fin ha estado centrado en la salida del poder del presidente Hugo Chávez (López Maya, 2006). Probablemente el punto de polarización más significativo de estos años se dio entre 2002 y 2003, cuando sucedió el paro cívico (o golpe petrolero) al que se sumaron empresas de otras industrias e incluso medios de comunicación. Es probable que durante este periodo se haya marcado un punto de inflexión en cuanto a la conformación de la oposición, su estrategia frente al gobierno y la búsqueda de proyectos políticos y programáticos alternativos para presentarlos a la ciudadanía.

En lo que resta del trabajo revisaremos dos aspectos de la oposición entre 2000 y 2010. Por un lado, los acontecimientos electorales a los que se enfrentaron, el mecanismo que usaron y los resultados que obtuvieron hasta llegar a las elecciones legislativas de 2010. El segundo elemento que destacamos son los hitos que la oposición ha vivido en el periodo en el que nos enfocamos para llegar a constituirse en un polo heterogéneo pero al alero de una sola denominación y una amplia propuesta programática alternativa.

 

Situación electoral inmediatamente anterior

El presidente Hugo Chávez, el Movimiento Quinta República (MVR) y las coaliciones que han agrupado a los movimientos políticos que apoyan el proyecto bolivariano han tenido constantes triunfos electorales que ha resentido de manera particular a la oposición debido a los estrepitosos fracasos que ha sufrido. En 1998 el presidente Chávez triunfó con 56.2 por ciento de los votos, siendo superado, hasta ese entonces, en la AD, que en 1983 obtuvo 56.72 por ciento de los votos. Años después Hugo Chávez superará a Lusinchi. La abstención en la elección presidencial de 1998 llegó a 36.55 por ciento, sólo tres puntos menos que en la elección de 1993. Esto, a pesar de la gran expectación que generó la candidatura del Polo Patriótico en la ciudadanía. (Lander y López Maya, 1999).

Durante 1999 se realizaron dos referéndums convocados por el presidente y, como ya vimos, avalados por la Corte Suprema. En el primero, del 25 de abril de 1999, realizado para consultar sobre la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, la opción oficialista -el sí- triunfó con 87.75 y 81.74 por ciento de los votos en las preguntas 1 y 2 respectivamente. El segundo referéndum, para aprobar la Constitución elaborada por la asamblea, se realizó el 15 de diciembre y la opción defendida por el gobierno alcanzó 71.78 por ciento de las preferencias. En el primero de estos procesos la abstención alcanzó 62.35 por ciento de los electores, mientras que en el segundo bajó hasta 55.63 por ciento.

En 2000 la sociedad venezolana fue nuevamente sometida a procesos comiciales en lo que se constituye en un verdadero rally electoral que se inició en 1998. El 30 de julio de 2000 se realizaron elecciones presidenciales, además de legislativas, regionales, a alcaldes y a concejales, en lo que se llamó la súper elección para relegitimar los poderes públicos a la luz de la nueva Constitución recientemente aprobada. El presidente Chávez se impuso con 59.76 por ciento de los votos. La abstención alcanzó 43.69 por ciento.

Lo que ocurre con la oposición en este periodo es interesante, toda vez que mantiene un nivel relativamente estable de preferencias. En 1998 Henrique Salas Römer e Irene Sáez suman 42.79 por ciento de los votos, casi 13 puntos más que los obtenidos por Caldera en 1993. En 2000, Francisco Arias Cárdenas y Claudio Fermín suman 40.24 por ciento. En términos absolutos en 1998 los dos candidatos más votados de la oposición obtienen 2 797 729 votos y en 2000 obtienen 2 530 805. Esto resulta revelador, pues entre una elección y otra, Hugo Chávez aumenta su caudal electoral en sólo 84.088 votos, mientras que la oposición pierde 266 924 votos. En tanto que la abstención crece en 1 095 735 electores. Desde luego, un problema de los partidos vendría a ser su capacidad para movilizar electores, lo cual se ve acentuado en el caso de la oposición.

Finalmente, en cuanto a distribución del poder, en las elecciones regionales la oposición obtuvo sólo siete de las veintitrés gobernaciones del país: Amazonas, Apure, Carabobo, Miranda, Monagas, Yaracuy y Zulia. En las elecciones legislativas, se repartieron 165 escaños, MVR y mas obtuvieron 97 escaños lo que, sumado al resto de partidos menores adherentes al gobierno, dejó al presidente con una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional superior a dos tercios.1 Acción Democrática, principal partido opositor, obtuvo sólo 21 curules, Proyecto Venezuela obtuvo siete y La Causa Radical cinco.

Lo anterior, conjugado, lleva a que se produzcan varios fenómenos particulares durante los años siguientes. Por un lado, ningún partido será capaz de asumir de manera firme el liderazgo de la oposición tanto política como social, con lo cual un organismo gremial, Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras), asumirá dicha tarea. El segundo fenómeno es que el surgimiento de nuevos liderazgos para la oposición se verá dificultado por el amplio triunfo en las elecciones regionales del oficialismo. No es extraño que en 2006 haya sido Manuel Rosales, gobernador del estado de Zulia, y en 2012 sea Henrique Capriles, del estado de Miranda, los candidatos opositores a la presidencia. Son justamente esas entidades federales, entre otras, las que se han convertido en reductos de éxito para la oposición y semilleros de líderes políticos. Sin embargo, parece que a los candidatos opositores les cuesta ampliar su liderazgo regional al ámbito nacional.

En tercer lugar, el fracaso de la oposición iniciará un progresivo proceso de fragmentación política, surgirán decenas de movimientos de carácter regional y nacional, con diversas propuestas políticas, que aspirarán a engrosar la oposición. Kornblith (2004) señala un interesante punto respecto a la fragmentación, pues la brecha entre los partidos inscritos y el número efectivo de partidos crecerá.

 

Los años sin elección 2001-2002-2003

Las elecciones de diciembre de 2000, en las que se renovaron Concejos Municipales y Juntas Parroquiales fueron los últimos comicios a los que asistió el pueblo venezolano después de un largo rally electoral iniciado en la elección de julio de 1998. Durante los siguientes tres años sin elecciones, los partidos políticos iniciarán un proceso de asentamiento gradual y, particularmente la oposición, vivirá por lo menos dos hechos importantes.

El primero es la sucesión de marchas, huelgas y movilizaciones entre fines de 2001 y principios de 2003. En el marco de esta seguidilla de huelgas se enmarcan los hechos acaecidos el 11 de abril de 2002, que alejaron al presidente Chávez de la presidencia por dos días, del 12 al 14 de abril. Los paros cívicos que se efectuaron en el país desde fines de 2001 tuvieron un efecto fortalecedor en los grupos políticos opositores que estaban dispersos después de la elección de 1998 y los fracasos electorales de 1999 y 2000 (López Maya, 2002). Este reposicionamiento de la oposición en cuanto a movilización social -liderado por Fedecámaras- llevó a que se endurecieran las posiciones tanto del gobierno como de los movimientos opositores.

Sin embargo, durante este periodo la oposición que se moviliza es más bien una oposición social que no tiene una relación significativa con los partidos políticos. Es lo que algunos diputados venezolanos han tendido a llamar la política de la no política. Asimismo, no es menor que los intereses manifestados durante las movilizaciones sean más bien de tipo gremial y económico, relacionados con asuntos de tierras, pesca y petróleo (Aznárez, 2001). Los partidos políticos de oposición representados en la Asamblea Nacional, si bien están presentes en estas movilizaciones, juegan un rol secundario frente al que desempeñan organizaciones gremiales y sindicales.

La creciente conflictividad social y el endurecimiento de las posiciones durante este periodo desembocaron en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, que formó un gobierno de facto encabezado por Pedro Carmona, el máximo líder de Fedecámaras. El golpe no tuvo éxito y el presidente Chávez volvió 48 horas después al Palacio de Miraflores, no obstante, tuvo un efecto importante en la oposición y su estrategia de confrontación con el gobierno.

Si bien las marchas continuaron durante todo 2002 y sólo amainaron tras el paro petrolero de 2002-2003, después del golpe de abril de 2002 fueron ganando fuerza los movimientos que bregaban por el referéndum revocatorio, instrumento jurídico contemplado en el artículo 72° de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. De esa forma, conviven dentro de la oposición los grupos insurreccionales y aquellos que quieren seguir el camino constitucional.

En este punto, y siguiendo a López Maya (2002), resulta llamativa la actitud de la oposición frente al gobierno, que se abrió al diálogo buscando fortalecer sus bases de apoyo político. Si bien los sectores insurreccionales más virulentos con el gobierno se resintieron por el fracaso del golpe de Estado, se mantuvo una polarización creciente del país que se nota tanto en las marchas como en la asonada militar de la plaza Altamira, en Caracas.

Los días 11 de cada mes una marcha de la oposición inundaba las calles de Caracas y de otras ciudades, mientras que los días 13 una marcha oficialista hacía lo mismo. El piso político del gobierno y la movilización de la oposición descansaban -en el caso del gobierno, aún lo hacen- en las masas sociales que eran capaces de movilizar en una constante manifestación de fuerza. Lo central de todo esto es que dicha movilización social contra el gobierno del presidente Chávez no tenía un correlato a la hora de las elecciones, pues la convocatoria de la oposición terminará resultando baja.

Los hechos de la plaza Altamira, en octubre de 2002, y el apoyo que grupos políticos les brindaron a los militares insurrectos habría sido uno de los grandes errores de la oposición en ese momento, que no se decantaría completamente por seguir el camino electoral y democrático para vencer al gobierno y establecerse como alternativa programática. En resumidas cuentas, la oposición deseaba, mediante actos violentos, manifestaciones callejeras y el apoyo de las fuerzas armadas, llevar a la caída del presidente Chávez.

El paro petrolero iniciado en diciembre de 2002 y que se extendería hasta febrero de 2003 es el paroxismo de esta lucha hegemónica, por los costos que para el país significó esta movilización (El País, 2002) y por la notable confrontación discursiva entre los líderes opositores a través de los medios de comunicación, que en su gran mayoría optaron por apoyar a la oposición y difundir información relativa a las movilizaciones, en muchos casos haciendo un uso poco equilibrado de la información disponible y contribuyendo a generar un clima de tensión y caos en medio de la incapacidad del gobierno por resolver la crisis (López Maya, 2006; Cañizales, 2003)

Pese a la crisis y sus costos, el gobierno sobrevivió y el largo paro cívico -o golpe petrolero, como le llaman los grupos afines al gobierno- fue totalmente ineficaz en su intento por forzar la renuncia del presidente. La estrategia insurreccional y de movilización de masas fue un total fracaso para la oposición, no sólo porque no lograron el objetivo que ellos mismo se propusieron, sino porque además, de haberlo logrado, no existía garantía de que la paz retornase.

Después de estos hechos la nueva estrategia de la oposición, que se venía planificando subterráneamente al interior de la Coordinadora Democrática (CD) desde 2001 fue buscar las firmas necesarias para convocar un referéndum revocatorio que se realizaría en 2004.

 

Referéndum revocatorio de 2004

Los hechos de 2001 y 2002, si bien fracasados en sus objetivos principales, tuvieron el efecto de redireccionar el proceso político venezolano y particularmente la estrategia opositora para enfrentar al gobierno. Durante los dos años de constantes movilizaciones, el gobierno del presidente Chávez se mantuvo a la defensiva, sin mucho control de la agenda pública y con una sociedad que rápidamente se sumía en la polarización y en una percepción de caos y lucha constante entre dos polos que aspiraban a instalarse como hegemónicos. El fracaso del paro petrolero ayudó a que fuera la alternativa bolivariana la que lograra definitivamente la hegemonía en el proceso político, con una oposición golpeada y venida a menos después de constantes derrotas.

Sin embargo, hubo un importante efecto movilizador al interior de la oposición, aunque esto no significó un reagrupamiento, pues seguía profundamente dividida, particularmente entre quienes decidían seguir negociando con el gobierno y optaban por hacer una oposición un poco más leal, y aquellos que veían en el gobierno un régimen autoritario que había abolido la democracia en el país (Lander, 2004, p. 63)

En consecuencia, después de las movilizaciones de 2002-2003, la oposición se vio sometida a fuertes tensiones internas entre quienes buscaban cambiar la estrategia, sumándose al juego institucional-democrático y, por lo tanto, aceptar las objeciones que el Consejo Nacional Electoral (CNE) realizó a las firmas recolectadas para convocar al referéndum a fines de 2003, y también presentarse a las elecciones regionales y locales que se realizarían a finales de 2004. La dirigencia opositora, agrupada en la Coordinadora Democrática, no lograba concitar todos los apoyos necesarios para generar una oposición suficientemente cohesionada y lograr una consistencia entre la oposición social y los partidos políticos.

Convocar al referéndum sometiéndose a las reglas institucionales significó un primer triunfo para la oposición, pero lo fue más para los sectores democráticos al interior de la CD que no habían logrado sobreponerse a los dirigentes que optaban por una vía insurreccional (Lander y López Maya, 2005).

El resultado del referéndum fue favorable al gobierno. La oposición no ganó en ninguna entidad federal, ni siquiera en aquellas con gobernadores opositores, como Miranda y Zulia. El mejor desempeño de la opción opositora fue en Nueva Esparta, donde obtuvo 50 por ciento de los votos. En el ámbito nacional la opción NO, por continuar el mandato de Hugo Chávez, obtuvo 59 por ciento con 5 800 629 votos. La opción SÍ alcanzó 40 por ciento de las preferencias, con 3 989 008 votos. La abstención cayó a 30 por ciento y el total de votos válidos fue de 9 789 637. Es decir, votaron 3 501 059 personas más que en la elección presidencial de 2000. La mayor cantidad de electores nuevos (58%) abultó las preferencias hacia el oficialismo, que obtuvo 2 042 856 votos más que en 2000, mientras que la oposición obtuvo 1 458 203 votos más que en 2000, 42 por ciento de los electores nuevos.

Este resultado no es baladí, por primera vez desde las elecciones de 1998 la oposición logró movilizar un número significativo de nuevos electores hacia sus filas, sin embargo, el oficialismo tuvo una capacidad todavía mayor, lo que podría ser explicado en parte por la posesión del aparato del Estado.

Otro dato interesante es el que nos indican Lander y López Maya (2005). En las grandes ciudades del país triunfó la opción de remover al presidente Chávez. En el área metropolitana de Caracas el SÍ obtuvo 51.3 por ciento y en Maracaibo 52.1 por ciento. Detrás de estos datos habría una importante correlación entre la preferencia electoral y el nivel de ingreso.

En este punto es necesario señalar un nuevo desafío para la oposición, que sería poder penetrar en los sectores populares movilizados por el gobierno a través del partido del presidente, el MVR y posteriormente el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). La capacidad de movilización, si bien mayor que en elecciones anteriores, sigue siendo inferior a la que tiene el gobierno. Representa para la oposición un obstáculo la alta asociación entre ingreso y preferencias electorales y, en la medida en que no se rompa esa relación, no se cree algún nuevo tipo de antagonismo o la oposición no logre penetrar en los sectores populares, la barrera electoral seguirá siendo significativa.

 

Legislativas de 2005: Deserción de la oposición

En las elecciones legislativas de 2005 se registra probablemente la peor decisión de la oposición en Venezuela a lo largo de estos diez años. La renuncia a actuar como oposición política al retirarse del proceso electoral alegando falta de garantías necesarias para su realización y exigiendo la postergación del proceso (MV, 2005), lo cual no se concretó. Con ello, la totalidad de las bancas en la Asamblea Nacional fue ocupada por el MVR y los partidos afines al gobierno.

Esto trajo dos consecuencias inmediatas. La primera es que consolidó una postura hegemónica del oficialismo, que pudo impulsar sin ningún tipo de oposición institucional todas las reformas legislativas e institucionales que quiso, incluso, mediante leyes habilitantes que le permitían al presidente legislar sin acudir a la Asamblea Nacional y sin ninguna discusión con otros sectores políticos.

Lo segundo es que, pese a las derrotas electorales, la oposición venía obteniendo al menos el 37 a 40 por ciento de las preferencias en términos relativos y cerca de 3.5 millones de votos. Se renunció a la representación política de una creciente oposición social que se había expresado a través de las manifestaciones y de los procesos electorales recientes. Y en esa misma línea, se renunciaba a darle gobernabilidad al país en un eventual triunfo en las elecciones presidenciales de 2006, pues se encontrarían con un Congreso totalmente opositor y recalcitrante frente al que nada podrían haber hecho. En resumidas cuentas, en 2005 la oposición renunció voluntariamente a ocupar espacios de poder y a representar políticamente a ciertos sectores sociales. En otras palabras, la oposición renunció a ser oposición.

Sin embargo, la elección legislativa de 2005 permite otra lectura, en vista de la altísima abstención que se produjo, en torno a 75 por ciento (Boersner, 2006, p. 8). Se podría señalar que el llamado a abstenerse que hizo la oposición resultó oído por las personas. Con todo, la decisión no deja de ser irresponsable y marcaría un retroceso en este proceso de reconfiguración política de los partidos opositores y en esta capacidad de movilizar electores y, lo que es peor, daña de manera significativa las ya resentidas instituciones democráticas venezolanas en un contexto altamente polarizado, hegemónico y excluyente.

 

Elección presidencial de 2006

En las elecciones presidenciales de 2006 el candidato Manuel Rosales se presenta por la oposición apoyado por 43 fuerzas políticas. Los votos suben a 11 790 397, es decir, votaron 2 000 760 personas más que en el referéndum de 2004 y 5 153 121 personas más que en la elección presidencial de 2000.

Los resultados volvieron a ser decepcionantes para la oposición y reafirman la idea que el problema de la oposición ha radicado en su capacidad para movilizar electores. Hugo Chávez obtuvo 7 309 080 votos, el 62.84 por ciento. Es decir, alcanzó 3 551 307 votos más que en la elección de 2000. Rosales, en tanto, obtuvo 4 292 466 votos, el 36.9 por ciento. Esto es 1 933 007 votos más que lo que obtuviera Francisco Arias en la elección de 2000 y sólo 303 458 votos más que lo que obtuvo la opción SÍ en el referéndum de 2004.

La baja cantidad de nuevos electores que se inclinaron por la oposición en la elección de 2006 probablemente encuentra su explicación en la renuncia de la oposición a representar a sectores sociales en la Asamblea Nacional, mientras que vemos cada vez más que los nuevos electores que entran en el Registro Electoral Permanente lo hacen para apoyar al presidente Chávez. Esto viene a confirmar la idea de que el gobierno tiene una capacidad de movilización social muy importante y la oposición carece de ella. Dicho de otro modo, no logra convertirse en una alternativa viable de gobierno para los electores y la explicación para eso probablemente está en la incapacidad que mostró en estos años para darle forma a un proyecto programático alternativo y no sólo constituirse como una agrupación política en contra de Chávez.

 

La primera derrota electoral del presidente Hugo Chávez: Referéndum de 2007

En el año 2007 se realizó un referéndum para aprobar la modificación de 69 artículos de la Constitución del país. Votaron en total 9 002 439 electores, de los cuales 4 379 392 prefirieron la opción SÍ, defendida por el gobierno, siendo 49.27 por ciento de las preferencias. La opción NO, defendida por la oposición, obtuvo 4 504 354 votos, 50.7 por ciento. Con ello esta elección se convierte en la primera en la que la opción defendida por el presidente es derrotada.

Sin embargo, hemos de notar un detalle importante. La oposición no obtuvo tantos más votos que los obtenidos en la elección presidencial de 2006, mientras que el oficialismo perdió 2.929.688 votos. En la gráfica 1 se puede ver una comparación respecto de las elecciones anteriores.

En 2007 la abstención volvió a subir y es plausible sugerir que la mayoría de esos votos los perdió el oficialismo. La pregunta que surge es por qué el gobierno no fue capaz de volver a movilizar a aproximadamente tres millones de votantes. Una explicación para esta pérdida de apoyo es la alta inflación que venía asolando al país desde principios de 2007 debido a los altos gastos del Estado (Gualdoni, 2007). Es preciso señalar también que quien concita los apoyos del pueblo es el presidente Chávez y como la elección de 2007 fue en torno a un proyecto socialista más amplio, la votación no resulta comparable con aquellas en las que ha estado en juego su permanencia en el poder. Esto cobra importancia, pues incluso partidos del bloque bolivariano, como Podemos, llamaron a votar NO.

Lo importante de esta elección, más allá del triunfo de la oposición -o la derrota de Chávez- es que vio entrar en la arena política a un nuevo grupo de opositores: los estudiantes universitarios que llamaron a votar por el NO y que incluso cambiaron la postura de ciertos partidos, como AD, que en un actitud apática parecida a la de las legislativas de 2005 llamaban a no participar de las elecciones. Lo relevante de la participación de los estudiantes en la movilización de la oposición es que viene a renovar uno de los lastres de los partidos que no apoyan al gobierno: su lazo con el pasado, con el punto fijismo y con el paro petrolero de 2002-2003. Los estudiantes terminan siendo una inyección de vitalidad a una oposición desordenada, fragmentada y programáticamente poco viable.

 

Elecciones legislativas de 2010

El año 2009 Venezuela vivió un nuevo referéndum en el que el presidente Chávez obtuvo la posibilidad de reelegirse indefinidamente con 54.85 por ciento de los votos. La oposición, sin embargo, volvió a crecer en términos absolutos llegando a convocar a 5 193 839 electores que se inclinaron por la opción NO.

En las legislativas de 2010 la oposición tomó la decisión de hacerse parte de las elecciones a través de la Mesa de Unidad Democrática. En tanto que el gobierno reunió a todas las agrupaciones que lo apoyaban en el alero de la coalición PSUV-PCV. Lo que resulta llamativo de esta elección es que se nota una disminución importante de los partidos participantes. En la MUD se agruparon siete partidos: Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia, AD, COPEI, Podemos, Proyecto Venezuela y La Causa R. Juntos obtuvieron 5 320 364 votos, 47.22 por ciento, lo que se tradujo en 65 escaños en la Asamblea Nacional. La coalición oficialista, en tanto, obtuvo 5 423 324 votos, 48.13 por ciento, acaparando para sí 98 escaños. Los dos escaños restantes los obtuvo Patria Para Todos.

Ha llamado la atención en esta elección el nivel de desproporcionalidad de los resultados, toda vez que teniendo menos de un punto de diferencia en el porcentaje de votos obtenidos, la oposición obtiene 33 escaños menos en la Asamblea Nacional. Detrás del resultado y el nivel de desproporcionalidad podría encontrarse el fenómeno del malapportionment. Con todo, este sería el segundo peor desempeño electoral del oficialismo desde 1998 después del referéndum de 2007.

 

Elecciones presidenciales de 2012

Las elecciones presidenciales del año 2012 se dieron en un contexto muy particular. El presidente Chávez, enfermo y en tratamiento en La Habana, estuvo parte de la campaña ausente y, a la postre, no pudo asumir de manera presencial su cuarto periodo presidencial en enero de 2013 y debió delegar las responsabilidades en quien había sido nombrado vicepresidente, Nicolás Maduro, quien sería también su sucesor a la cabeza del poder ejecutivo.

La oposición también tuvo un proceso particular. A través de elecciones primarias realizadas en febrero de 2012, los partidos agrupados en la Mesa de Unidad Democrática eligieron como candidato único a Henrique Capriles, gobernador del estado de Miranda. Asimismo, se constituyó un programa único para el candidato en el cual se planteaban una serie de políticas que, en varios casos, se organizaban a partir de programas desarrollados en los años anteriores durante la administración de Chávez. Es la primera vez que la campaña opositora se situó de una forma tan explícita como una alternativa programática al gobierno bolivariano y no como una simple forma de sacar al presidente del poder.

En esta elección el presidente Chávez obtuvo 55.07 por ciento de los votos, lo que en términos absolutos son 8 191 132, mientras que Henrique Capriles obtuvo 6 591 304 votos, lo que equivalió a 44.31 por ciento de las preferencias. De esta forma, el candidato opositor consiguió 1 270 940 votos más que la MUD en las elecciones legislativa de 2010 y 2 298 838 votos más que Manuel Rosales en las elecciones presidenciales de 2006. El presidente Chávez, en tanto, obtuvo 2 767 808 votos más que en las elecciones legislativas de 2010, pero sólo 882 052 votos más que en la elección presidencial de 2006. La participación, finalmente, se elevó a 15 176 253 electores.

Estos resultados permiten inferir al menos dos cuestiones importantes. En primer lugar, la participación en los procesos electorales mantiene una tendencia creciente y progresivamente los nuevos electores que van entrando se suman, de forma mayoritaria, a los votos de la oposición. El techo electoral de Chávez estuvo en torno a los 8.1 millones de electores, mientras que los votos en la oposición han tendido a crecer más rápido. El segundo elemento es que cuando se trata de elecciones donde la continuidad del presidente se pone en juego, tiende a haber una participación mayor, lo cual no sucede, por ejemplo, en las elecciones legislativas.

 

La oposición frente al proceso político en Venezuela

A lo largo del trabajo hemos revisado algunos hitos particulares de la oposición venezolana desde 1998 hasta 2012, incluyendo el desempeño electoral en la mayoría de las elecciones del periodo. Hemos visto una progresión creciente en la cantidad de votos que obtiene y una búsqueda constante de nuevas estrategias políticas y programáticas al interior de coaliciones heterogéneas, primero la CD y luego la MUD, que intentan plantearse ante el electorado como una alternativa de gobierno, en un escenario político nacional adverso en el que el presidente hace uso de las instituciones del Estado y de las redes clientelares del partido oficialista para sumar apoyos y movilizar electores.

Quedan por responder algunas preguntas que están abiertas a la luz del análisis que hemos hecho. Primero, ¿qué elementos explican el desempeño de la oposición durante este periodo? La respuesta que resulta más plausible es la capacidad de la oposición para movilizar electores en el ámbito nacional, pues sus nichos más importantes son algunos estados. El trabajo para proyectar liderazgos regionales al plano nacional que además rivalicen con la figura de Hugo Chávez ha sido tremendamente difícil. También, el arraigo del proyecto bolivariano en los sectores populares se ha constituido en una barrera difícil de flanquear para los partidos opositores.

Esta falta de capacidad de movilización también podría encontrar explicación en que los electores no acuden a votar pues a pesar de que no apoyan a Chávez, no ven en la oposición una alternativa viable de gobierno y, ante eso, prefieren abstenerse. Por eso resulta tan importante el crecimiento absoluto del caudal electoral que la oposición va recibiendo, pues mostraría hasta qué punto son capaces los partidos opositores de atraer nuevos electores a su proyecto político en un contexto de creciente ampliación del padrón electoral y de reconstitución programática de los partidos que la forman.

También es importante reconocer que es probable que el constante estrés electoral al que se han visto sometidos los partidos políticos en Venezuela sea un elemento que les dificulte la generación de plataformas programáticas y la búsqueda de nuevos focos de representación social. Venezuela ha vivido elecciones en 1998 (2), 1999 (3), 2000 (3), 2004 (2), 2005 (2), 2006 (3), 2007, 2008, 2009, 2010 (2). Es decir, en 14 años los venezolanos han ido 20 veces a las urnas, por diferentes motivos y en elecciones de alcance nacional, regional o local. Lo importante de esto es que se ha vivido en un proceso de movilización electoral constante y la oposición siempre ha estado en contra de Chávez, pero no necesariamente ha planteado un proyecto alternativo consistente.

Como contraparte, el gobierno cuenta con el aparato estatal para distribuir recursos políticos entre sus seguidores, con lo cual se constituyen importantes redes de clientelismo y de relación directa entre el líder y sus electores al interior de una dinámica populista que incluye un discurso hegemónico y excluyente contra algún enemigo, como el gobierno de Estados Unidos o la oposición.

Esto lleva a otra pregunta que es, ¿a partir de qué momento se puede hablar de una oposición desafiante? Es plausible señalar que desde 2007 la oposición empezó a plantear una estrategia política diferente. Primero, porque al derrotar una propuesta oficialista inyecta una dosis importante de moral a los militantes de la oposición y a los electores en general, que ven que concurrir a votar no es una pérdida de tiempo, sino que es posible generar cambios y frenar el avance de un discurso hegemónico. En segundo lugar, el ingreso de un nuevo contingente formado por los estudiantes universitarios produjo una renovación de los liderazgos y rompió ciertos lazos que amarraban a la oposición con el pasado puntofijista, intentando mostrar que votar por la oposición no es volver al pasado ni que volverán los mismos de antes, como gritaban los adherentes al gobierno durante el golpe de Estado de 2002. Asimismo, la oposición ha reducido su nivel de fragmentación con lo cual se termina haciendo más fácil para los electores identificar quiénes son los opositores y cuál es su oferta de política pública.

 

El camino por el desierto de la oposición venezolana

Durante el gobierno del presidente Chávez la oposición transitó por diferentes etapas. En primer lugar, podríamos hablar de un periodo de colapso en el que la oposición fue incapaz de ofrecer cualquier tipo de resistencia al proyecto de reformas bolivarianas, ya sea porque se encontraba electoralmente muy disminuida o porque el presidente pudo atraer para sí caudales muy importante de apoyo en un momento en que los partidos tradicionales estaban totalmente fracasados en su intento de proponer nuevos proyectos de cambio a la ciudadanía. Esto habría ocurrido principalmente entre 1998 y 2000.

En segundo lugar, hay un periodo de furia y negación, que iría principalmente desde 2001 hasta 2003. La oposición no acepta el lugar que Hugo Chávez ocupa en el poder, los partidos y movimientos políticos pasan a un plano secundario y son las asociaciones gremiales y algunas facciones militares las que intentan representar los intereses de quienes rechazan al gobierno. La oposición en este periodo podría calificarse de estar al borde de la deslealtad, pues no acepta las reglas institucionales y busca derrocar al presidente a través de huelgas generales, paros de la industria petrolera y hasta asonadas militares. La influencia en cuanto al proceso de política pública en estos dos primeros momentos es prácticamente inexistente, pues la preocupación era, fundamentalmente, sacar al presidente.

Entre 2004 y 2006 hay un periodo de negociación. Los opositores empiezan progresivamente a abandonar su vocación anti institucional para someterse a las reglas del juego, entran en conversaciones con el gobierno para, valiéndose de las normas incluidas en la Constitución de 1999, intentar terminar con el gobierno bolivariano. De ahí se produce el referéndum revocatorio de 2004 y empieza gradualmente a aumentar el caudal electoral de la oposición. Durante este periodo ocurren, dentro de la oposición, fisuras por la forma en la cual se enfrenta al gobierno.

En 2005 tiene lugar la peor decisión que puede tomar una oposición política: renunciar a serlo y abandonar los espacios de poder que se le ofrecen y a los sectores sociales que representa. En este periodo son sólo los medios de comunicación los que permiten mantener cierta presencia de la oposición en la agenda pública, pero sin la capacidad de controlar al gobierno, de generar mecanismos de contrapeso o influir en el proceso de políticas. Podríamos decir que este es el periodo en el que la democracia vive su época de mayor debilidad y, paradójicamente, no por culpa del gobierno, sino de la oposición que voluntariamente decide dejar al gobierno gobernar solo, abandonando a quienes votaban por ellos.

Lo importante es que a partir de 2007 y hasta hoy se está produciendo una etapa de resurgimiento, reorganización y renovación de la oposición. Algunas agrupaciones políticas empiezan a asentarse, se liman viejas rencillas que causaron divisiones y se generan y fortalecen instancias comunes de generación programática y deliberación política.

 

Conclusiones

El caso de la oposición en Venezuela es útil para ilustrar la trayectoria de los partidos opositores desde una postura más bien recalcitrante en la que renuncian a canales institucionales para alcanzar el poder y se constituyen en contra de un proyecto político sin presentar una alternativa programáticamente viable. En los primeros años de gobierno chavista los partidos derrotados simplemente fueron incapaces de asumir una posición leal con el sistema institucional que se había instalado en el país después de una larga agonía puntofijista.

Una serie de situaciones a lo largo del periodo ayudan a explicar, para el caso específico de Venezuela, este tránsito. Pero además es posible extraer ciertas lecciones respecto al comportamiento que los partidos opositores van adoptando para convertirse en alternativas políticas y programáticas para la ciudadanía. La importancia del vínculo entre la oposición social y la oposición política es también un punto central del desempeño que la oposición debe tener en un contexto democrático. Renunciar a la oposición política puede traer costos significativos para el proceso democrático y también para la influencia que los partidos opositores pueden tener a lo largo de la formulación de políticas públicas durante las discusiones legislativas. El contrapeso programático que pueden ofrecer los partidos de oposición también es relevante para el desenvolvimiento de la democracia.

En todo esto es preciso reconocer que la oposición no es una parte residual del sistema político, sino que se trata de un parte fundamental que tiende a equilibrar la distribución del poder a nivel horizontal, entre las instituciones del Estado, y a nivel vertical entre los distintos órdenes de gobierno. Su desempeño debería estar incluido en las mediciones de la calidad de la democracia, toda vez que su ausencia significa el fin del pluralismo político al interior del sistema. Si los electores se quedan sin alternativas entre las que elegir en una elección, como ocurrió en las elecciones legislativa de 2005 en Venezuela, resulta peligroso para el propio desarrollo de la democracia.

 

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Notas

El autor agradece a Gabriela Fajardo, estudiante de sociología de la Universidad Católica de Chile, su cooperación en la sistematización de los resultados electorales entre 1989 y 2010, así como los comentarios de los evaluadores anónimos que permitieron refinar este trabajo. Cualquier error es responsabilidad del autor. Todos los datos electorales, salvo aquellos en los que se señale lo contrario, han sido obtenido del sitio web del Consejo Nacional Electoral de Venezuela http://www.cne.gob.ve. Una versión previa de este trabajo fue presentada en el VI Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, celebrado entre el 12 y el 14 de junio de 2012 en Quito, Ecuador.

1 Los datos de la elección legislativa de 2000 se obtuvieron de Political Database for the Americas, de la Universidad de Georgetown http://pdba.georgetown.edu/Elecdata/Venezuela/leg2000.html [fecha de consulta: 14 de abril de 2012].

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