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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.19 no.1 Ciudad de México ene. 2012

 

Reseñas

 

The Sources of Democratic Responsiveness in Mexico

 

Por Jonathan Hiskey

 

Matthew R. Cleary, Indiana, University of Notre Dame Press, 2010,253 pp.

 

Universidad de Vanderbilt

 

¿Es importante la democracia? En su nuevo libro, The Sources of Democratic Responsiveness in Mexico, Matthew Cleary explora esta repetida, pero aún debatida, pregunta desde una perspectiva innovadora y teóricamente intrigante. En vez de indagar desde el ámbito internacional, comparando democracias y no democracias alrededor del mundo como la mayoría de las investigaciones lo hacen, Cleary apalanca la tremenda variación subnacional que caracterizó el escenario local del gobierno mexicano durante las décadas de 1980 y 1990. Una segunda característica del trabajo de Gleary, que lo separa de la mayoría de las investigaciones sobre el impacto del desarrollo de la democracia, es su análisis sintáctico, teórico y empírico de los dos elementos esenciales de la democracia según Dahl, el debate público y la capacidad de representación, en un esfuerzo por determinar qué dimensión ofrece el mecanismo más efectivo para llevar a una receptividad democrática, cuando el gobierno local "trabaja bien [y] produce resultados [...] que son benéficos para, y deseados por, la ciudadanía" (p. vii).

En efecto, la característica más convincente del trabajo de Gleary puede hallarse en su argumento teórico acerca de por qué la participación no electoral en la política local puede ser más efectiva a la hora de producir un buen gobierno que la de la contienda electoral. Los estudiosos de la democracia se han enfocado durante mucho tiempo en las características de los sistemas electorales durante las contiendas como los principales medios para evaluar la presencia o ausencia de democracia. Desde la prueba de doble vuelta (two-turnover) de Huntington para la presencia de la democracia, hasta la noción convencional de que si un partido gana las elecciones con un porcentaje de votos cercano a cien por ciento no debería llamarse democrático (por ejemplo, Saddam Hussein en Irak), los resultados electorales han proporcionado una fuente de información útil, y rápidamente disponible, para establecer si el criterio de Dahl sobre el debate público se mantiene dentro en algún sistema en particular.

Una consecuencia de esta dependencia en las elecciones, como Clearly correctamente apunta, es la relativa ausencia de conocimiento en materia política por parte de la ciudadanía más allá del voto como un mecanismo para generar receptividad democrática. Claramente estructura un fuerte argumento de por qué deberíamos esperar que estas formas de participación no electoral ejerzan mayor presión sobre los funcionarios electos para gobernar, más que las contiendas electorales. Esta propuesta es particularmente verdadera en el caso de México, en donde todos los funcionarios electos son poco convincentes desde el momento en el que ocupan su cargo debido a la ley "sufragio efectivo, no reelección". Aunque existe responsabilidad del partido en un sistema de este tipo, las particularidades del sistema de partidos en México durante la década de 1990, argumenta el autor, disminuyeron la efectividad potencial de este mecanismo para generar buenos resultados de gobierno.

Después de un productivo debate acerca de los distintos mecanismos que pueden o no servir para generar receptividad democrática, Cleary procede a probar sus diversas propuestas a partir del análisis del desempeño de las variantes de gobierno a nivel municipal concentrando, en primer lugar, su lente analítica al cambio en la creación de servicios básicos en la década de 1990 y en las variaciones en la habilidad de los gobiernos locales para generar ingreso, una medida que, afirma Gleary, marca el grado en el cual el gobierno municipal "ha emprendido esfuerzos para modernizar su capacidad burocrática e incrementar su eficiencia" (p. 120). En ambos análisis, Gleary encuentra evidencia a favor de su opinión de que la participación ofrece mejores medios para producir un buen gobierno que la competencia electoral. En un esfuerzo para dar a la propuesta de competitividad electoral su reconocimiento, Gleary analiza un gran número de métricas sobre este concepto, al menos al inicio se concentra en la que ve al municipio como competitivo si el margen promedio de victoria en las elecciones locales durante los noventa era de menos de 20 puntos porcentuales. Respecto al tema que le interesa, la participación ciudadana, Gleary irónicamente (pone el énfasis en las formas no electorales de participación) debe depender de los resultados de votantes promedio y de las dos variables que él argumenta capturan esta participación interelectoral, el porcentaje de residentes municipales ganando menos de un salario mínimo y los índices de alfabetización. Aunque los lectores pueden cuestionar hasta dónde estas métricas afectan el concepto de Gleary sobre las formas no electorales de participación, él ofrece una defensa razonable para haberlas elegido. Entre todos los análisis, estas métricas de participación surgen como los predictores más significativos de desempeño del gobierno para elaborar métricas de competitividad electoral.

En un esfuerzo por corroborar sus hallazgos iniciales, Gleary prueba sus ideas en la esfera del Estado, a partir de un análisis de las variaciones en gasto educativo. Una vez más, Gleary ofrece al lector una métrica para respaldar su enfoque teórico sobre la participación, en vez de la competencia electoral, como la fuente crítica de la receptividad democrática. Mientras algunos podrían cuestionar nuevamente las distintas métricas y decisiones analíticas en esta sección, junto con los análisis previos a nivel municipal, Gleary remarca el papel potencial de la segunda dimensión de poliarquía, participación, como actor para generar un gobierno receptivo, de Dahl.

Este trabajo genera una gran cantidad de preguntas y cuestiona parte de la investigación acerca de la democracia, la cual comienza y termina con la competencia electoral como foco. Solamente por eso este libro es una contribución útil a los estudios en el área. Gleary hace un admirable trabajo al lidiar con las dificultades que surgen de un análisis de los municipios de México durante los años noventa; algunas de estas "particularidades de transición" dejan preguntas persistentes. Entre estas particularidades es notable el hecho de que el contexto social que rodea las competencias electorales en todo el territorio mexicano varía significativamente, abriendo la pregunta de si Gleary puede probar adecuadamente la tesis de la competencia electoral. En ciertas áreas del país durante este periodo las competencias electorales y alternancias de poder fueron, de hecho, la norma, y por lo tanto proporcionan un número de casos razonable para Gleary. Pero, durante este periodo, en muchos otros municipios la alternancia de poder, si ocurría, era cualquier cosa menos pacífica. En este último contexto, es difícil probar una proposición basada en la presencia de un sistema democrático mejor establecido. Aunque el autor pretende interesarse sólo en el concepto de competencia electoral, la suposición que subyace a lo largo de su trabajo parece ser la siguiente: las competencias electorales trajeron aparejados todos los demás elementos de la democracia, y simplemente este no fue el caso en algunas partes de México durante la década de los noventa.

Una preocupación final que el mismo Gleary apunta en su argumento final se relaciona nuevamente con las dos dimensiones poliárquicas de Dahl: el debate público y la capacidad de representación. Mientras que el objetivo evidente del trabajo de Gleary es examinar la efectividad relativa de estas dos dimensiones respecto a la generación de receptividad democrática, queda sin respuesta si es la interacción entre la competencia y la participación lo que genera la fuente más fuerte de receptividad ¿Podría, por ejemplo, la receptividad democrática ser mayor en un municipio, con niveles moderadamente más altos de competencia electoral y participación, que en un pueblo sin elecciones por competencia pero con más altos índices de participación no electoral? Aunque esto se discute, Gleary nunca ofrece una prueba directa sobre esta idea, la cual encuentra sus raíces intelectuales en el trabajo de Dahl y otros autores. El hecho, de cualquier forma, de que el trabajo de Gleary lleve al lector a preguntar acerca de la relación entre participación y elecciones, y su impacto en la receptividad del gobierno, es evidencia del éxito del libro. Aunque ninguna de las respuestas a estas preguntas parece estar completamente establecida, este trabajo resalta la necesidad de seguir preguntándolas.

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