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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.19 no.1 Ciudad de México ene. 2012

 

Reseñas

 

Politics, Identity, and Mexico's Indigenous Rights Movements

 

Por María de la Luz Inclán Oseguera

 

Todd A. Eisenstadt, Cambridge y Nueva York, Cambridge University Press, 2011,208 pp.

 

Centro de Investigación y Docencia Económicas

 

En este libro, Todd Eisenstadt presenta el primer análisis comparativo de los dos movimientos sociales más importantes de los últimos 30 años en México: el movimiento zapatista, conducido por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, y el movimiento magisterial y popular de Oaxaca, encabezado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). El libro no solamente presenta un estudio detallado de los orígenes y el desarrollo de ambos movimientos, sino que también presenta una comparación de las diferentes condiciones políticas, sociales y económicas que los rodearon y que influyeron de distinta manera en la forma en que la bandera indígena se utilizó para enmarcar las demandas de cada movimiento. La pregunta a la que Todd Eisenstadt responde es, ¿por qué si los dos movimientos se desarrollaron en los dos estados con la más alta población indígena del país y contaban con contingentes importantes de indígenas entre sus filas, el movimiento de la APPO en Oaxaca no enmarca sus demandas bajo la bandera indígena, mientras que la causa indígena es el marco principal para todas las demandas zapatistas?

Para responder a esta pregunta, Eisenstadt desarrolló un cuestionario original y levantó así la primera encuesta sobre actitudes de grupos indígenas y no indígenas frente a las identidades y los valores individuales y colectivos. Con base en el análisis de los resultados de dicha encuesta, Eisenstadt arguye que la formación de actitudes comunitarias —a las que algunos estudiosos del tema catalogan como características de los grupos indígenas— depende más del grado de represión que sufren los pueblos indígenas y del tipo de títulos de tenencia de la tierra otorgados por el estado a pobladores rurales indígenas que de su identidad indígena.

La encuesta del autor es una metodología pionera en el estudio de identidades indígenas. Los resultados de dicha encuesta, presentados en el capítulo 3 del libro, indican que tener valores individualistas o comunitarios depende más de las condiciones socioeconómicas que rodean a un individuo, los tipos de estructuras agrarias y tradiciones de protesta, que de su etnicidad. Eisenstadt descubre que en Chiapas la lucha por el reconocimiento de derechos indígenas colectivos responde principalmente a la decisión del estado de distribuir tierras como ejidos a los campesinos indígenas, en lugar de hacerlo bajo la modalidad de tierras comunales como se hizo en Oaxaca. La diferencia entre ejidos y tierras comunales es muy fina pero determinante para la formación de identidades colectivas o individuales de sus miembros. Tierras comunales son aquellas que el estado reconoce como tales cuando los miembros de una comunidad indígena cuentan con un título primordial de la tierra. Es decir, cuando la comunidad puede demostrar su presencia en dichas tierras desde tiempos coloniales o desde que se tiene el registro de la tenencia de dichas tierras por la comunidad que la habita. Los ejidos son tierras comunales que fueron distribuidas después de la revolución mexicana, como compensación a los campesinos sin tierra, respondiendo así a uno de los principales ideales revolucionarios plasmados en la Constitución de 1917. Por lo tanto, mientras la distribución de tierras comunales requiere únicamente el reconocimiento de títulos primordiales, la distribución de ejidos requiere la movilización, casi siempre contenciosa, de los campesinos que demandan la distribución de esas tierras. Tanto las tierras comunales como los ejidos requieren que el usufructo de las tierras sea colectivo. Sin embargo, las tierras comunales normalmente se dividen en parcelas familiares o individuales, mientras que los ejidatarios se seleccionan por medio de un representante del gobierno local y las decisiones se toman con el voto colectivo de todos los ejidatarios.

Estas diferencias hacen que se observe una mayor autonomía entre los comuneros que entre los ejidatarios. Por lo tanto, no nos debe sorprender que Eisenstadt encuentre que los comuneros de Oaxaca tienden a tener valores y actitudes más individualistas, mientras que los ejidatarios de Chiapas se inclinan más por valores y actitudes colectivos o comunitarios.

Otros dos factores que influyen en la formación de actitudes y valores son, primero, el grado de represión que experimentan los campesinos indígenas. En comparación con la represión milenaria y brutal sufrida por los indígenas chiapanecos, sus contrapartes oaxaqueñas experimentaron medidas represivas estatales más ligeras. No obstante, argumentar que los indígenas oaxaqueños no han sido reprimidos sería un error. Segundo, aunque los movimientos dirigidos por la APPO y el EZLN son las más recientes expresiones de movimientos sociales con largas tradiciones de movilización contenciosa en ambos estados, sus diferentes historias de protesta también han influido en la manera en que las identidades indígenas se han formado y utilizado para presentar las demandas y agendas de cada movimiento, así como sumar adhesiones, simpatizantes y financiamiento.

Los resultados que Eisenstadt presenta en su libro no son privativos de los movimientos indígenas en Chiapas y Oaxaca. En el último capítulo del libro el autor señala que estos resultados pueden generalizarse a procesos de formación y movilización de identidades indígenas en países como Ecuador y Perú. Las poblaciones indígenas ecuatorianas han disfrutado de mayor autonomía sobre sus tierras en comparación con los pobladores indígenas peruanos. Por lo tanto, el movimiento indígena ecuatoriano ha logrado una movilización indígena exitosa, mientras que los procesos de movilización y creación de identidades indígenas colectivas en Perú aún son incipientes. Sin embargo, la contribución más importante de Eisenstadt al estudio de los movimientos indígenas es reconocer que los campesinos indígenas se comportan como cualquier otro miembro de un movimiento social, que define su identidad y su identificación con la agenda del movimiento con base en la evaluación que hace de los incentivos individuales y colectivos prevalecientes en las condiciones políticas, sociales y económicas que lo rodean. En otras palabras, dependiendo de estas condiciones y de sus necesidades, estos actores presentarán sus demandas como una lucha étnica o de clase con un marco de demandas individuales o colectivas.

El reconocimiento de la diversidad de actitudes e identidades individuales y colectivas dentro de las poblaciones indígenas es crucial para comenzar a entender la complejidad de sus movimientos sociales y de los diferentes significados y usos de la etnicidad. Es común encontrar, entre los estudiosos de movimientos sociales, autores convertidos en activistas que, al analizar las causas y consecuencias de los movimientos, pretenden hablar por ellos. El libro de Eisenstadt es una alentadora excepción, ya que presenta un análisis objetivo basado en evidencia etnográfica sistematizada, recolectada rigurosamente y de primera mano.

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