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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.19 no.1 Ciudad de México ene. 2012

 

Artículos

 

El "consenso de los perdedores" y la legitimidad de la democracia en América del Sur

 

The "Losers' Consent" and the Legitimacy of Democracy in Latin America

 

Daniela Vairo*

 

* Daniela Vairo es candidata a doctora en Ciencia Política por el Instituto de Estudos Sociais e Políticos (IESP), Universidade do Estado do Rio de Janeiro, Brasil. Se ha desempeñado como investigadora en el Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República (UdelaR), Uruguay, y como docente en la Universidad Católica del Uruguay. Constituyente 1502, Piso 3,11200 Montevideo. Tel: (00 598) 99 64 80 22. Correo electrónico: danielavairo@gmail.com.

 

Artículo recibido el 8 de noviembre de 2010
Aceptado para su publicación el 30 de junio de 2011

 

Resumen

Aquí se analizan los efectos de las percepciones de los ciudadanos sobre la legitimidad de la democracia en América del Sur. Terminado el proceso electoral, los ciudadanos que votan a un candidato perdedor, así como quienes votan en blanco o anulan su voto, o no asisten a votar, tendrían menos incentivos que los ganadores para apoyar un régimen en el que las principales instituciones están dirigidas por actores que no son sus preferidos. Utilizando datos del Proyecto de Opinión Pública de América Latina 2008 (LAPOP, por sus siglas en inglés) para diez países de la región, se estimaron dos modelos probit. Se confirma que quienes quedan en el lugar de "perdedores" luego de las elecciones legitiman en menor medida la democracia que los ganadores, aunque esta relación es mediada por variables político-institucionales y actitudinales.

Palabras clave: legitimidad, democracia, cultura política, perdedores, probit.

 

Abstract

This paper analyzes the effects of citizen perceptions of democratic legitimacy in Latin America. In the aftermath of the electoral processes, citizens who voted for losing candidates, orwho castblank or spoiled ballots, have less of an incentive than those citizens who backed the winning candidates, to support the government whose leaders they did not choose. Based on data from the 2008 Latin American Public Opinion Project (LAPOP) survey, that centers on ten countries in the region, it was possible to estimate two probit models. These models confirmed that individuals who belonged to the group of "losers" after the elections are less likely to legitimize democracy than those in the group of winners. However, this relation is mediated by political-institutional and attitudinal variables.

Keywords: legitimacy, democracy, political culture, losers, probit.

 

Introducción1

La tercera ola de democratización parece haber llegado a su fin en el Cono Sur de América Latina y en gran parte del resto del continente. Luego de las transiciones de la década de 1980, y con varias crisis políticas de por medio,2 la democracia electoral se ha instalado en la región. Sin embargo, aparecen nuevos desafíos: la consolidación y la búsqueda de una mayor calidad del régimen.

La fragilidad de las democracias latinoamericanas resulta en un problema de legitimidad. Una gran proporción de los ciudadanos está insatisfecha con el funcionamiento general de la democracia, con la actuación de sus instituciones y sus principales actores, partidos y dirigentes. Los datos de la encuesta del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés) de 2008 muestran, a modo de ejemplo, que tan sólo 43 por ciento de los latinoamericanos legitiman las instituciones políticas clásicas de la democracia representativa (partidos, parlamento, gobierno y justicia).3 En este sentido, el estudio de los determinantes de la legitimidad de la democracia es vital para comprender estos procesos de consolidación democrática.

Las teorías clásicas de cultura política señalan que si la estructura del gobierno está en conflicto con esa cultura, el régimen pierde legitimidad.4 Esto puede producir problemas importantes para la estabilidad del gobierno que desafiarían el proceso de consolidación de las nuevas democracias. Si los ciudadanos se desilusionan poco a poco con la actuación de los gobiernos, después de varios periodos, se podría erosionar su creencia en la democracia en sí misma (Norris, 1999, p. 2). Por lo tanto, cuando el apoyo al régimen es sostenidamente bajo, cabe preocuparse por la supervivencia de las democracias. Bajos niveles de apoyo al régimen pueden significar amenazas a los sistemas democráticos, porque tanto el funcionamiento como el mantenimiento de la política democrática están fuertemente vinculados con qué y cómo los ciudadanos perciben la gobernabilidad democrática (Anderson y Tverdova, 2001, p. 322).

Bajo el supuesto de que la democracia es el mejor escenario posible para que los ciudadanos promuevan sus intereses (Diamond, 2000), se ha argumentado que es necesario mejorarla. Para construir mejores democracias se deberían realizar reformas políticas, económicas y sociales que la profundicen y extiendan (Moruno, 2008). Asimismo, se sostiene que habría que fomentar un mayor compromiso cívico, de normas de confianza y cooperación entre ciudadanos, que alienten la participación, así como la creación y la consolidación de instituciones sólidas y el fortalecimiento de los partidos políticos (Diamond, 2000). Todo esto traería consigo una mayor legitimidad del régimen: un mayor apoyo ciudadano a la democracia, sus instituciones y actores principales.

Si entonces se asume que la legitimidad de la democracia es fundamental para su supervivencia, es importante conocer sus determinantes para impulsar de este modo las reformas que coadyuvarían a que los ciudadanos que se sienten de algún modo insatisfechos se sientan incluidos en el sistema y, consecuentemente, lo legitimen.

Entre las diversas formas que explican la legitimidad del régimen democrático, Anderson et al. (2005) estudian el fenómeno del consenso de los perdedores (Losers'Consent). En un contexto poliárquico (Dahl, 1989), en el que las elecciones son el principal medio de participación de la ciudadanía en la arena política, los autores argumentan que es esperable que los resultados de los comicios, particularmente en el ámbito nacional, tengan consecuencias en las actitudes y los comportamientos de los votantes. Luego de cada elección, y habiendo mediado el sistema electoral que transforma votos en cargos, surgen ganadores y perdedores.

Pero esto no sólo ocurre entre los dirigentes políticos, sino también entre los ciudadanos. Aquellos votantes que después de las elecciones quedan ubicados del lado de los perdedores podrían tener incentivos para percibir la realidad política, y actuar frente a ella, en forma diferente de los que resultaron ganadores (Anderson et al., 2005). En particular, los perdedores apoyarían en menor medida un régimen en el que las principales instituciones están dirigidas por actores que no son de su preferencia. Por lo tanto, la hipótesis principal de los autores es que quedar fuera del gobierno importa, tiene efectos en actitudes y comportamientos políticos, y afecta la durabilidad y la calidad del régimen. Más específicamente, se afirma que el futuro de la democracia está en manos de los perdedores.5 Esto hace que su estudio sea de gran relevancia.

Muchas de las investigaciones que han intentado explicar las variaciones en la legitimidad de los regímenes se han centrado en el estudio de los países industrializados,6 en su mayoría democracias estables, mientras que los estudios enfocados en América Latina, si bien han comenzado a desarrollarse,7 en muchas ocasiones no han dado cuenta de la singularidad de la región.8 La principal característica político-institucional distintiva de la región es el patrón cíclico de inestabilidad democrática9 y su vinculación con el régimen de gobierno presidencialista. Las naciones latinoamericanas merecen un foco de atención diferencial que implique poner a prueba hipótesis que han sido contrastadas en países y regiones con otras características. Es posible pensar que estas singularidades regionales intervienen en la relación entre ganadores/perdedores (winners/losers) y legitimidad democrática.10

Las preguntas principales que guían este trabajo son: ¿Cuál es el efecto de ser ganador o perdedor sobre la legitimidad de la democracia? ¿Qué otros factores operan? La hipótesis principal que se desarrolla en las siguientes secciones es que, tal como señalan Anderson et al. (2005), los votantes de un candidato a presidente que luego resultó perdedor tienen percepciones más negativas sobre la democracia y su actuación que quienes votaron al candidato ganador. Asimismo, se intenta comprobar que tanto el contexto institucional como la cultura política, controlados por variables sociodemográficas, también influyen en la variación de la legitimidad.

Para ello, se analiza la brecha entre las percepciones de ganadores y perdedores de diez países de América del Sur,11 usando como base de datos el Barómetro de las Americas 2008.12 El análisis se realiza a nivel de los individuos, tomando la base en su conjunto. Se combinan variables medidas a nivel micro (individuos) y macro (datos por país asociados a cada individuo).

El artículo se organiza de la siguiente manera. La primera sección hace hincapié en el concepto de legitimidad y sus dimensiones. Luego, en la segunda sección, se analizan los determinantes de la legitimidad. Después, se desarrolla el enfoque principal de este trabajo, el del efecto de votar a un candidato presidencial ganador o no en las elecciones. Más adelante se da cuenta de los enfoques que se considera que también influyen en las variaciones de la legitimidad: político-institucionales y actitudinales. La siguiente sección está abocada a la formulación y contraste de hipótesis a través de la estimación de dos modelos (probityprobit ordenado), con el objetivo de verificar los efectos de las variables independientes sobre las dimensiones de legitimidad democrática seleccionadas. Finalmente, en la última sección se presentan las conclusiones principales del trabajo.

 

La legitimidad democrática: concepto y dimensiones

El concepto de legitimidad

Es posible encontrar una gran cantidad de literatura que analiza el concepto de legitimidad y sus vínculos con el régimen democrático, su actuación y su calidad. En los trabajos clásicos, los pioneros abordan la cuestión de la legitimidad como concepto unidimensional o eventualmente incluyendo unas pocas dimensiones, en general asociadas a contextos históricos particulares. Todos colocan la cultura política en un sitio privilegiado para explicar fenómenos como el establecimiento y la consolidación de las democracias. Las diferencias radican en las dimensiones explicativas en las que hace hincapié cada uno de ellos.

A partir de El hombre político de Seymour Martín Lipset (1959) emergió el concepto de legitimidad del Estado. Lipset presenta el desarrollo económico y la legitimidad como los requisitos principales de la democracia. La legitimidad se presenta como el grado en que se valoran las instituciones y se consideran apropiadas y justas (Lipset, 2000, p. 116). Para el autor la legitimidad es afectiva y valorativa, ya que los ciudadanos apoyarán o no al régimen según si los valores del sistema político coinciden o no con sus valores personales.

El referente principal para la conceptualización de la legitimidad democrática es David Easton (1953), quien señala que la legitimidad de las democracias depende de la confianza de los ciudadanos en que el gobierno está haciendo las cosas bien la mayor parte del tiempo. Easton define dos tipos de apoyo: el difuso y el específico. El apoyo difuso es tomado como una predisposición de largo plazo constituida por las actitudes favorables que permiten a los ciudadanos aceptar o tolerar políticas o decisiones (outputs) que se oponen a sus intereses. El apoyo específico deriva de la evaluación de los ciudadanos sobre los outputs del sistema: está basado en la actuación y en el corto plazo. Entonces, según Easton, el sistema político subsiste por reservas de apoyo difuso que ayudan a superar periodos de bajo desempeño en el corto plazo. Sin embargo, la falta de apoyo específico, en el largo plazo, puede llevar a una falta de apoyo al sistema mismo (Easton, 1953).

Por su parte, Gabriel Almond y Sydney Verba (1963) son los pioneros en la definición del concepto de cultura política. Establecen los tres tipos de orientaciones que pueden tener los individuos hacia los objetos políticos: la orientación cognitiva, la orientación afectiva o valorativa y la orientación evaluativa. La primera concierne a los conocimientos y creencias, mientras que la orientación afectiva o valorativa implica sentimientos hacia el sistema político y sus funciones (Almond y Verba, 1963, p. 180). Por último, la dimensión evaluativa se refiere a "los juicios y opiniones sobre objetos políticos que involucran típicamente la combinación de criterios de valor con la información y los sentimientos" (Almond y Verba, 1963, p. 180). En la mayoría de los trabajos que se centran en la legitimidad se utilizan las dimensiones de orientación afectiva/valorativa (apoyo al régimen democrático y a sus componentes principales) y la evaluativa (principalmente evaluación de la actuación del régimen, sus instituciones y actores).

En general se asume que la legitimidad debe medirse a través de las percepciones de los ciudadanos, mediante encuestas de opinión pública. En trabajos más recientes, quienes toman como base la conceptualización de Easton incorporan los indicadores de apoyo específico como aquellos que miden percepciones sobre el desempeño del régimen, actores e instituciones, y el apoyo difuso como el apoyo al sistema en su conjunto.

Con base en la clasificación de Easton, en el libro Critical Citizens, editado por Pippa Norris (1999), varios autores han analizado el apoyo político a la democracia (political support). Amplían el enfoque sobre legitimidad construyendo varias dimensiones definidas, como las actitudes de los ciudadanos frente a la comunidad política, los principios del régimen, su desempeño, sus instituciones y los actores políticos. El apoyo a la comunidad política aparece en el extremo de lo que Easton llama "apoyo difuso", y el apoyo a los actores políticos se encuentra en el otro extremo como "dimensión de apoyo específico".

Por su parte, Booth y Seligson (2009) hacen una revisión teórica del concepto de legitimidad, y analizan lo que llaman la primera pieza del puzzle de la legitimidad democrática: su estructura. Consideran que el apoyo difuso incluye tanto el apoyo a la comunidad como el apoyo al régimen, y que el apoyo específico está orientado a la actuación de las autoridades (Booth y Seligson, 2009).

En su informe sobre la democracia en Uruguay, Boidi y Queirolo (2009), en consonancia con el resto de los informes para los países de América Latina de LAPOP, presentan cuatro dimensiones de legitimidad del régimen: creencia en la democracia como el mejor sistema posible, creencia en los valores esenciales de los que la democracia depende, creencia en la legitimidad de las instituciones clave de la democracia y creencia en que se puede confiar en otros (Boidi y Queirolo, 2009, p. 26).

 

Legitimidad: dimensiones seleccionadas

Si el objetivo es explicar las variaciones en la legitimidad de la democracia en América del Sur, ¿cómo medir la legitimidad? Como ya se mencionó, la legitimidad de la democracia se ha conceptualizado en varias dimensiones. Por motivos de extensión, para este trabajo se seleccionaron dos dimensiones consideradas como básicas para cualquier análisis de legitimidad:13

1. Creencia en la democracia como el mejor sistema posible.

2. Satisfacción con el funcionamiento del régimen democrático en el país.

La primera corresponde al apoyo al régimen mismo y la segunda a la evaluación del desempeño del régimen en cada país. Con esta categorización en dos dimensiones se pretende dar cuenta tanto de la orientación afectiva/ valorativa de Almond y Verba y del apoyo difuso de Easton (a través de la primera dimensión), como de la orientación evaluativa y el apoyo específico (a través de la segunda dimensión). La primera suele comportarse de modo bastante estable a lo largo del tiempo y no tiende a variar por fenómenos coyunturales. La segunda, por el contrario, es bastante variable, ya que implica una evaluación específica.

Respecto a la primera dimensión, la creencia en la democracia como el mejor sistema posible se refiere a "la creencia en el concepto churchilliano de democracia, a saber, que la democracia, a pesar de todos sus problemas, es mejor que cualquier otro sistema" (Boidi y Queirolo, 2009, p. 26). Tiene su origen en un conocido discurso de Winston Churchill, en el que el político afirmaba que ha habido muchas formas de gobierno, que la democracia no es perfecta: "es la peor forma de gobierno, excepto por todas las demás formas que han sido probadas" (citado en Mishlery Rose, 2001, p. 81). La pregunta procura medir el apoyo al régimen democrático como tal, sin referencias a instituciones o actores en particular, y es fundamental para abarcar una de las dimensiones principales del concepto de legitimidad.14

La segunda dimensión considerada para este trabajo pretende dar cuenta de la parte más específica y evaluativa del concepto de legitimidad. Para ello fue seleccionada la variable satisfacción con el funcionamiento de la democracia del país.15 Es una pregunta clásica en los trabajos sobre legitimidad basados en encuestas y refleja las percepciones actuales de los ciudadanos sobre la actuación del sistema. Un bajo apoyo en esta dimensión no debería representar un peligro para la democracia si existe una reserva de legitimidad proveniente de la dimensión anterior, pero como se señaló, si esta evaluación negativa persiste a lo largo del tiempo podría erosionar la dimensión más difusa de la legitimidad, la valorativa, que la sostiene.

A continuación se desarrollan los enfoques que explican la legitimidad democrática, que luego serán abordados en términos de variables independientes de los modelos estadísticos.

 

Determinantes de la legitimidad

El "consenso de los perdedores"

Se ha intentado explicar el comportamiento electoral, particularmente el voto, y no se ha prestado mucha atención a los efectos que los resultados electorales tienen sobre los ciudadanos y la legitimidad democrática. Este trabajo está inspirado en la explicación que se presenta en el libro de Anderson et al. (2005): Losers' Consent. Los autores argumentan que la explicación principal de las variaciones en la legitimidad se basa fundamentalmente en los efectos de ser ganador o perdedor en las elecciones. La posición de ganador o de perdedor se mide a nivel individual, aunque es resultado de un proceso —el electoral— que se desarrolla en el ámbito de cada país. Como el resultado de las elecciones vincula la política a nivel macro con experiencias micro, hay un factor institucional fundamental e identificable que estructura la forma en que los ciudadanos de un sistema particular responden al mismo (Anderson et al, 2005, p. 22).

Es válido desarrollar la justificación que ofrecen los autores sobre la pertinencia del estudio de los perdedores. Como señala Riker (1983): "la dinámica de la política está en manos de los perdedores. Ellos deciden cuándo y cómo lucharán".16 Anderson et al. (2005) argumentan que entender a los ganadores no es más relevante que entender a los perdedores, dado que las actitudes y los comportamientos de los perdedores son parte fundamental para el mantenimiento y la legitimidad del régimen democrático. Sin los perdedores no se puede "jugar el juego". Por lo tanto, la desafección por parte de los ciudadanos en general, pero especialmente entre los perdedores, representa un importante desafío a la viabilidad del régimen, ya que ellos serán los principales actores de veto (Anderson et al, 2005).

Centrarse en ganar y perder en elecciones democráticas es relevante porque la democracia está basada en la idea de que el proceso político debe ser periódico y dar respuesta a lo que los ciudadanos desean, y las elecciones son el principal vehículo para la incidencia popular en el gobierno, ya que determinan who gets the rule. Las elecciones dan la oportunidad a todos de participar pero sus resultados no generan efectos iguales en todos (Anderson et al., 2005, p. 3).

El argumento principal de los autores es que el hecho de estar del lado de los ganadores o de los perdedores y, por lo tanto, ser parte de la mayoría o de la minoría, lleva a la gente a adoptar lentes a través de los cuales ve la vida política (Anderson et al, 2005). Es lógico pensar que los ganadores se sientan satisfechos porque su opción triunfó y, por ende, sus preferencias tenderán a ser contempladas. La pregunta que se formulan los autores es qué sucede con los perdedores. Los comportamientos y actitudes que puedan adoptar dependerán, entre otros factores, de la posibilidad que perciban de poder ganar en elecciones subsiguientes (Anderson et al, 2005).

Entonces, la continuidad del régimen democrático depende en parte del "consenso de los perdedores". El apoyo de los perdedores al régimen es menos obvio que en el caso de los ganadores y depende del reconocimiento de la legitimidad del procedimiento democrático que produjo un resultado que es indeseable. Al final, la viabilidad de la democracia electoral depende de su capacidad para asegurar el apoyo de una proporción sustancial de individuos que están insatisfechos con el resultado de una elección (Nadeau y Blais, 1993).17

Los autores sugieren que la democracia puede considerarse como un sistema de gobierno de rotación de minorías. Para que la democracia se mantenga es necesario que los perdedores acepten las reglas del juego, consideren que tienen posibilidades de dejar de ser perdedores y pasar al lado de los ganadores en elecciones subsecuentes; por lo tanto, es necesario que apoyen el proceso democrático. Tienen que aceptar el resultado desfavorable y el proceso que lo produjo.

Hay otros factores que producen efectos sobre la legitimidad democrática. El modelo que construyen sugiere que los incentivos de los perdedores para negar la pérdida y desarrollar bajos niveles de apoyo al régimen están fuertemente influidos por el contexto político institucional del país, así como por las propias características y experiencias individuales (Anderson et al, 2005, p. 23).

Ganar y perder significan cosas distintas en diferentes sistemas. Se espera que individuos que provienen de una minoría política sean más proclives a tener actitudes negativas hacia el gobierno y el régimen que aquellos que pertenecen a la mayoría si las instituciones están diseñadas de manera que las pérdidas conlleven consecuencias de peso (Anderson et al., 2005, p. 30). Los autores afirman que las instituciones determinan las reglas del juego y cuánto pueden decirlos ciudadanos sobre cómo seleccionar el nuevo gobierno (especificar el proceso por el cual surgen los perdedores), y además determinan cómo se ejerce el poder. Así, las instituciones aparecen como proceso y como resultado (Anderson et al., 2005, p. 30).

En este modelo, el hecho de que perder cause aceptación o protesta violenta depende también de las actitudes de los individuos y de sus experiencias anteriores. Hay actitudes, como la fortaleza de la identificación partidaria, que moldean el modo en que la pérdida se traduce en evaluaciones negativas sobre la legitimidad del sistema político o incluso el rechazo del sistema mismo (Anderson et al, 2005, p. 28).

A partir de este desarrollo conceptual los autores construyen un modelo en el que el impacto del resultado de una elección en las actitudes y los comportamientos de ganadores y perdedores está constreñido por actitudes y arreglos institucionales. Las instituciones crean ganadores y perdedores por lo que condicionan el efecto de ganar y perder en la legitimidad democrática. Entonces los autores estudian la manera en que las instituciones moldean la pérdida en las elecciones, cómo los perdedores responden a la pérdida y cómo el consenso de los perdedores afecta la legitimidad y viabilidad de las instituciones democráticas (diagrama 1) (Anderson et al, 2005, p. 31).

 

Determinantes político-institucionales: el contexto macro (país)

Tal como se desprende del diagrama 1, este trabajo se enfocará en dos tipos de explicaciones complementarias del enfoque principal de "ganadores y perdedores". En otros trabajos estos enfoques se presentan como excluyentes: la explicación institucionalista y la culturalista.

Los institucionalistas hacen hincapié en la importancia de las estructuras políticas y sociales, formales e informales, para entender la vida política. Se afirma que las instituciones y estructuras políticas importan porque proveen el marco en el que los ciudadanos interactúan. Los sistemas de partidos, sistemas electorales, régimen de gobierno, relaciones de poder, influyen en las actitudes y los comportamientos de los ciudadanos frente a la política, las instituciones y el régimen (Anderson eta/., 200; Norris, 1999).

En particular, se ha manifestado que el diseño de un determinado conjunto de instituciones que permitan una mayor rendición de cuentas (accountability), receptividad (responsiveness) y representación llevaría a mayores niveles de apoyo.18 El argumento de Anderson et al. (2005), que aquí será reafirmado, es que hay diferencias identificables en las instituciones formales que afectan sistemáticamente la manera en que los ciudadanos perciben el sistema político. Estas instituciones actuarían como amplificadores o reductores del efecto de ser ganador o perdedor (Anderson et al., 2005, p. 120).

Las variables político-institucionales seleccionadas para este trabajo son: el nivel de democracia que prevalece en cada país y su estabilidad, el tipo de gobierno (de partido o de coalición), la magnitud promedio de la circunscripción (M), y la rotación de partidos en el gobierno.

En primer lugar, una dimensión importante es el nivel de democracia existente y su estabilidad. Como señalan Booth y Seligson (2009), actores poderosos pueden manipular la ley, las instituciones de gobierno, los medios, la información y los recursos económicos para negar al resto la igualdad de oportunidades para ejercer la ciudadanía en forma efectiva. La represión intimida a los ciudadanos para participar libremente y representa una falla del sistema democrático (Booth y Seligson, 2009, p. 67). Por lo tanto, los autores manifiestan que el respeto real de los derechos políticos y las libertades civiles son variables fundamentales para comprender las percepciones de los ciudadanos. Norris (1999) contrasta empíricamente la misma hipótesis. En este trabajo se optó por los indicadores de democracia elaborados por Freedom House, ya que son de los más utilizados en los trabajos académicos y están disponibles las series actualizadas para todos los países.19

No sólo es importante el nivel de democracia actual, sino también su estabilidad. La experiencia anterior con la democracia eleva el sentido de comunidad política y el apoyo a los principios del régimen democrático (Booth y Seligson, 2009). Se han presentado diversas formas de medir la (in)estabilidad de las democracias. En este trabajo se tomará el concepto planteado por Chasquetti (2008), basado en la interrupción de los mandatos constitucionales: los casos en que el presidente no finaliza su periodo de gobierno. Como señala Chasquetti: "Un golpe de Estado o un autogolpe suponen en sí mismos una disolución del orden constitucional. De igual forma sucede con la emergencia de situaciones que suponen un cambio en la titularidad del Ejecutivo, ya sea porque el presidente se ve obligado a renunciar a su cargo o porque el Congreso, mediante la utilización de procedimientos constitucionales, lo obliga a renunciar (impeachment) como producto de una crisis político-institucional" (Chasquetti, 2008, p. 64).

Otra dimensión institucional relevante es el sistema electoral, que transforma a los votantes en ganadores y perdedores, ya que convierte los votos en cargos. Hay sistemas más o menos inclusivos. En América del Sur los sistemas electorales son de representación proporcional. Sin embargo, esto no tiene como correlato una igual proporcionalidad y, por lo tanto, tampoco inclusividad del sistema. Por ejemplo, Chile tiene un sistema binominal y más de la mitad de las bancas en Bolivia se eligen en circunscripciones uni-nominales, ejemplos de que no basta con la adopción del sistema de representación proporcional, hay que tomar en cuenta también el número de cargos que se eligen por circunscripción.

Aquí se utilizará la magnitud circunscripción promedio (M) como indicador del nivel de proporcionalidad del sistema electoral. Los sistemas con M pequeña generan votos desperdiciados, dejando fuera a muchos candidatos. Se argumenta que esto lleva a una mayor exclusión de los perdedores; los ciudadanos sienten que tienen menos voz al estar menos representados en los sitios donde se toman las decisiones públicas. Anderson et al. (2005) demuestran que en los sistemas más proporcionales la brecha entre las opiniones sobre la democracia de ganadores y perdedores es menor.

También el tipo de gobierno podría operar sobre la variación en los niveles de legitimidad. Se afirma que los gobiernos de coalición generarían mayores niveles de adhesión democrática (Anderson et al, 2005, p. 139) que los gobiernos de partido. Además de compartir el poder (e incluir por lo tanto a los perdedores o parte de ellos), este tipo de gobierno se acercaría más a las posiciones del votante medio. Los gobiernos de coalición, en síntesis, producirían menos perdedores y perdedores que están comparativamente más satisfechos con las posiciones políticas del gobierno (Anderson et al, 2005, p. 139).

Otra característica institucional relevante dadas sus posibles implicaciones para la legitimidad democrática es la rotación de partidos en el gobierno.20 La rotación generaría perdedores esperanzados de ser futuros ganadores, ya que la experiencia les indica que en su país han gobernado distintos partidos y el próximo, por lo tanto, podría ser el suyo.

 

Determinantes individuales (micro): actitudes políticas

En este enfoque se afirma que ciertas actitudes políticas individuales (en este caso la identificación partidaria y la autoidentificación ideológica) determinan las percepciones de los ciudadanos sobre la democracia. Como señalan Anderson et al. (2005, p. 21), los ciudadanos apoyan más el régimen según quiénes son, qué hacen y qué piensan.

En cuanto a las actitudes políticas, se afirma que ciudadanos con fuertes lazos partidarios son más proclives a apoyar el sistema democrático que los partidarios débiles o quienes no se identifican (Anderson et al, 2005, p. 23). La identificación partidaria se refiere a la adhesión (attachment) individual, afectiva o emocional, a un partido político, lo cual se originaría, según la escuela de Michigan, en la experiencia de socialización temprana. Es una actitud que predispone al individuo a votar por determinado partido, así como a interpretar la nueva información política en forma consistente con lo que manifiesta el partido con el que se identifica (Anderson et al, 2005, p. 75). En cuanto al vínculo entre identificación partidaria21 y legitimidad democrática, cabe pensar que quienes se adhieren a un partido se encuentran cercanos (y legitiman) la democracia como medio de selección de gobernantes, por lo que la apoyarían más que quienes no se adhieren, y que, por lo tanto, probablemente estén menos involucrados y sean más apáticos políticamente.

Respecto a la ideología,22 quienes se encuentran en los extremos de la escala de identificación ideológica podrían tener visiones más negativas, ya que tienden a no creer consistentemente en la democracia (Anderson eta/., 2005, p. 84). Basados en la idea de que los extremistas están más comprometidos con sus puntos de vista y más deseosos de promoverlos, son más propensos a estar más insatisfechos con el statu quo, y aún más lo estarían los perdedores (Anderson eta/., 2005, p. 84).

 

Ganar o perder y la legitimidad de la democracia

Perdedores/ganadores y la legitimidad democrática: formulación de hipótesis y operacionalización de variables

Esta sección retoma las preguntas iniciales del trabajo: ¿Qué factores explican la variación en los niveles de legitimidad democrática entre los ciudadanos de América del Sur? La pregunta principal es: ¿hay diferencias en los grados de apoyo al régimen democrático y su funcionamiento entre ciudadanos que votaron en la última elección presidencial por un candidato ganador y quienes no lo hicieron? ¿Qué efectos tiene ser perdedor sobre la legitimidad democrática? A partir de estas preguntas y de los argumentos presentados en la sección anterior, se formulan las siguientes hipótesis:

H1: Los ciudadanos que votan a un candidato perdedor, votan en blanco o anulan su voto, o no asisten a votar tienen percepciones más negativas que los ganadores en las diversas dimensiones de la legitimidad democrática.

H2: En democracias con altos niveles de garantías de las libertades civiles y derechos políticos, los ciudadanos le asignan mayor legitimidad a la democracia en sus dos dimensiones que en democracias de "bajo nivel".

H3: En democracias más estables los ciudadanos le asignan mayor legitimidad a la democracia que en democracias que fueron interrumpidas.

H4: En democracias donde hay rotación de partidos en el gobierno los grados de apoyo al régimen y su funcionamiento son mayores que en democracias en las que usualmente gobierna el mismo partido.

H5: En países con gobiernos de coalición los ciudadanos le asignan mayor legitimidad a la democracia que en países donde el gobierno es de partido (sea éste mayoritario o no).

H6: En países con alta proporcionalidad en su sistema electoral, los ciudadanos tienden a tener opiniones más positivas sobre la democracia y su funcionamiento que en países con sistemas electorales poco proporcionales.

H7: Los ciudadanos que sienten simpatía por algún partido político otorgan mayores niveles de legitimidad a la democracia que aquellos que no se sienten cercanos a ningún partido.

H8: Los ciudadanos que se ubican en el centro, centro-izquierda o centro-derecha, en la escala de autoidentificación ideológica, presentan un mayor apoyo a la democracia y su funcionamiento que quienes se ubican en los extremos de la escala (derecha e izquierda).

A partir de estas hipótesis se operacionalizan las variables seleccionadas para estimarlos modelos (cuadro 1).

 

Análisis estadístico: estimación de modelos e interpretación

Para el análisis se utilizan datos de LAPOP para los diez países de América del Sur ya señalados.23 Todas las encuestas fueron realizadas entre enero y marzo de 2008. Los datos institucionales se incorporaron a las bases de cada país a nivel de cada individuo. El análisis se realiza para el conjunto de los individuos sudamericanos a partir de la estimación de modelos estadísticos probityprobitordenado24 correspondientes a las dos variables dependientes.25 En primer lugar un modelo probit ordenado para la variable dependiente de grado de acuerdo con la definición churchilliana de democracia (Churchill).26 En segundo lugar, un modelo probit para la variable dependiente de satisfacción con el funcionamiento de la democracia (satis).27

Ambos modelos (cuadro 2) se ajustan en forma satisfactoria a la distribución de las correspondientes variables dependientes en la muestra. A modo de ejemplo, la probabilidad predicha por el modelo de que los encuestados respondan el máximo acuerdo con la frase (Churchill = 7) es de 0.354, lo que representaría que en promedio 35.4 por ciento de las personas respondería Churchill = 7. Mientras tanto, el porcentaje efectivo de personas que en la muestra presentan el máximo valor de acuerdo con la frase es de 33.5 por ciento, por lo que la diferencia entre el valor predicho y el efectivo es pequeña. El modelo también se ajusta correctamente para el resto de los valores de la variable, aunque es una medida parcial. En el caso de la satisfacción con el funcionamiento de la democracia, el modelo predice 53.6 por ciento (0.536) de probabilidad de que los encuestados se encuentren satisfechos o muy satisfechos (satis = 1), mientras que en la muestra el valor es 53.7 por ciento.

El primer hallazgo, y el principal de este trabajo, es que para los dos indicadores de legitimidad de la democracia (variables dependientes Churchill satis) se confirma la hipótesis de que los perdedores tienen percepciones más negativas que los ganadores (H1). De manera más específica, los modelos predicen que votar a un candidato perdedor, votar en blanco o no ir a votar reduce la probabilidad estimada de que los individuos apoyen la democracia o estén satisfechos con su funcionamiento.

En particular, la probabilidad predicha por el modelo de que una persona apoye fuertemente la democracia (Churchill = 7) disminuye en 10 puntos porcentuales si votó en blanco, cuatro puntos si votó a un candidato perdedor y ocho puntos si no fue a votar. En el caso de la satisfacción con el funcionamiento de la democracia (satis =1), los efectos marginales negativos son de 24, 21 y 14 puntos porcentuales respectivamente.

¿Qué implican estos resultados? En primer lugar, la hipótesis principal de Anderson et al. (2005) se confirma para la región en las dos dimensiones de legitimidad escogidas. Aún más, los tres segmentos de perdedores no sólo presentan una relación significativa con los indicadores seleccionados de legitimidad de la democracia, sino que en varios casos esta relación es fuerte (efectos marginales de gran magnitud).

En segundo lugar, los efectos marginales en los tres segmentos de perdedores son mayores en el modelo de satisfacción con el funcionamiento de la democracia (modelo 2) que en el de apoyo al concepto churchilliano (modelo 1). Esto puede interpretarse de acuerdo con la noción de que el efecto de la coyuntura (ser ganador o perdedor) es mayor sobre las variables de apoyo específico, según Easton (aquí satis), que sobre las de apoyo difuso (aquí Churchill). Es decir, ganar o perder afecta en menor medida las valoraciones de más largo plazo sobre el régimen que las evaluaciones específicas sobre su funcionamiento.28

Respecto al efecto de las variables político-institucionales, tal como se enuncia en la h2, ambos modelos predicen que en democracias con bajos niveles de garantía de las libertades civiles y derechos políticos el nivel de apoyo y de satisfacción es menor que en las democracias de "alto nivel"29 Lo mismo sucede con la existencia o no de interrupciones (H3): los ciudadanos de democracias que sufrieron interrupciones le asignan menor legitimidad a su régimen que quienes viven en democracias estables.

Más específicamente, los modelos predicen una relación significativa entre nivel de democracia y legitimidad, y entre interrupciones y legitimidad. En cuanto a la magnitud del efecto, a medida que se presenta un aumento marginal en Fh2007 (o sea, disminuye el nivel de democracia), la probabilidad de que los individuos respondan el nivel máximo de apoyo a la democracia (Churchill = 7) disminuye cinco puntos porcentuales y cuatro puntos en su probabilidad de estar satisfechos con el funcionamiento (satis = 1). Asimismo, en democracias que sufrieron alguna interrupción en las últimas décadas posdictadura, la probabilidad de que los encuestados apoyen plenamente la democracia disminuye en 16 puntos porcentuales y en 17 puntos la probabilidad de que estén satisfechos con su funcionamiento.

Este hallazgo es particularmente relevante, ya que implica que vivir en democracias con garantía de derechos civiles y políticos, así como en regímenes estables, conlleva una mayor legitimidad del régimen. Los ciudadanos de democracias consolidadas se sentirían más incluidos en el sistema por lo que lo legitimarían más que aquellos que viven en democracias menos estables y con menos garantías.

En cuanto a la importancia de la rotación de partidos en el gobierno (H4), los modelos arrojan resultados diferentes. Mientras que en el primer modelo (apoyo a la democracia) la relación no es significativa, en el segundo se predice una asociación significativa y positiva entre el número de rotaciones en las últimas cuatro elecciones y la satisfacción con el funcionamiento de la democracia. Por lo tanto, los individuos que viven en democracias donde hay rotación de partidos en el gobierno están más satisfechos con su funcionamiento (con un efecto marginal de tres puntos) que quienes viven en países con poca o nula rotación, aunque esta variable no influya en su grado de apoyo general al régimen.

Se esperaba que largos periodos sin alternancia en el poder generaran perdedores "crónicos" que legitimarían en menor medida el régimen. Sin embargo, para el modelo de apoyo al concepto churchilliano de democracia, la relación no es significativa. La existencia de rotación de partidos en el gobierno influye sobre el apoyo específico (satisfacción con el funcionamiento de la democracia) pero no sobre el apoyo difuso (apoyo al régimen).

En cuanto al tipo de gobierno (de partido, de coalición o apartidario) no se confirma la hipótesis (H5) sino que en países con gobiernos departido los ciudadanos le asignan mayor legitimidad a la democracia. Particularmente, vivir en un país con gobierno de partido (sea este mayoritario o no) aumenta en 26 puntos porcentuales la probabilidad de apoyar el concepto churchilliano de democracia en su máxima expresión y en 12 puntos la probabilidad de estar satisfecho con la democracia, en relación con quienes viven en sistemas con gobierno de coalición.

Es decir, los gobiernos de partido generan un mayor apoyo a la democracia y satisfacción con su funcionamiento que los otros tipos de gobierno. En el argumento que sustentaba la H5 se señalaba que los gobiernos de coalición son más inclusivos, se trasladaba la inclusión de varios partidos con el sentirse incluido de los ciudadanos. Al parecer, los ciudadanos no se sienten más incluidos, o al menos no apoyan en mayor medida la democracia por vivir en un país con gobierno de coalición.

En cuanto al efecto de la proporcionalidad del sistema electoral, medido a través de la magnitud promedio de la circunscripción (M), la asociación es muy débil, lo que permite afirmar que para ambas dimensiones de legitimidad el efecto de M es nulo o casi nulo. Por lo tanto, no se confirma la H6.

Vivir en países con sistemas electorales más proporcionales no se asocia con una mayor legitimidad democrática. Una posible explicación para este hallazgo es que tal vez los ciudadanos no perciban directamente el efecto inclusivo o excluyente del sistema electoral, sino que les parezca un proceso lejano que no influye en sus percepciones políticas.

En síntesis, el marco político institucional es relevante para la legitimidad en lo referente al nivel de democracia y su estabilidad, y en parte a la rotación de partidos, aunque los tipos de gobierno o la proporcionalidad del sistema electoral no influyen directamente.

Finalmente, además de las variables político-institucionales que dan cuenta del contexto macro de los ciudadanos de la región, el modelo incluyó variables de nivel individual vinculadas con algunas actitudes políticas que podrían estar asociadas con la legitimidad democrática: la identificación partidaria (simpatía) y la autoidentificación ideológica (izquierda y derecha extremas).

Ambos modelos predicen que existe una relación significativa y positiva entre la simpatía por un partido político y las dos dimensiones de legitimidad de la democracia. Con esto, se confirma la H7: los ciudadanos que sienten simpatía por algún partido político otorgan mayores niveles de legitimidad a la democracia que aquellos que no se sienten cercanos a ningún partido. Particularmente, el hecho de simpatizar con algún partido aumenta siete puntos porcentuales la probabilidad de que el individuo apoye la democracia (Churchill= 7) y nueve puntos de que esté satisfecho con ella (satis = 1).

En cuanto a la identificación ideológica de los entrevistados, los resultados de los modelos indican que no existe una relación significativa entre ubicarse en los extremos y la legitimidad democrática. Para el único caso en que la asociación es significativa, el signo es el contrario al esperado: quienes se colocan en el extremo izquierdo de la escala tienen una mayor probabilidad (cinco puntos porcentuales) que los de centro30 de apoyar el concepto churchilliano de democracia. Estos resultados indican que la H8 no se confirma. El efecto de la ideología sobre la legitimidad merece un análisis teórico y empírico más profundo para estimar si realmente no hay vínculo o el vínculo puede estudiarse de otro modo.31

 

Conclusiones

En este artículo se estudian los determinantes de la legitimidad democrática en América del Sur, bajo la asunción de que la legitimidad es fundamental para la supervivencia de la democracia. En este sentido, conocer sus determinantes coadyuvaría a identificar las reformas político-institucionales que contribuirían a que los ciudadanos que se sienten de algún modo excluidos se sientan luego incluidos en el sistema y, consecuentemente, lo legitimen.

Este trabajo pretende ser también un primer avance hacia la generalización del enfoque sobre los perdedores, ya que se confirma su aplicación no sólo en las democracias establecidas y en los países ex comunistas (objeto de análisis de Anderson et al., 2005), sino también en la región sudamericana.

Desde el momento en que votan (o deciden no hacerlo) y opera el sistema electoral, los ciudadanos se convierten en ganadores o perdedores. Parece interesante distinguirlas actitudes de los distintos tipos de perdedores porque es previsible que quienes votaron a un candidato perdedor no se comporten del mismo modo que quienes votaron en blanco o anularon su voto, o quienes no asistieron a votar. Esta previsión se confirma ya que en general quienes anulan su voto tienen peores percepciones que el resto.

Votar a un candidato perdedor tiene un efecto menor en la falta de apoyo al concepto churchilliano de la democracia. Por lo tanto, para la legitimidad en su dimensión más difusa y valorativa, los votantes que optan por un candidato perdedor no parecen representar un peligro. Estos ciudadanos se encuentran dentro del sistema, asisten a votar y lo hacen por alguna de las opciones disponibles. Se convierten en perdedores pero son demócratas.

Sin embargo, son demócratas insatisfechos, ya que en el segundo modelo de satisfacción con el funcionamiento de la democracia, en el que la legitimidad se mide en forma más específica y evaluativa, estos ciudadanos están dentro de los que tienen percepciones más negativas. Apoyan al régimen pero probablemente, como señalan Anderson et al. (2005), el hecho de no estar representados en el principal cargo de gobierno los lleva a estar insatisfechos con el modo en que funciona el mismo. Estos ciudadanos representarían un peligro para la democracia sólo si esta insatisfacción se tornase crónica, porque podría erosionar el apoyo al régimen en su forma difusa.

Por su parte, los ciudadanos que no asisten a votar y quienes votan en blanco o anulan su voto representan un desafío mayor. Esto se debe a que, por una parte, sería fundamental procurar que estos ciudadanos participaran en las elecciones, que quienes no asistieron a votar lo hagan y que quienes votaron en blanco y anulado se sientan representados por alguna de las opciones disponibles (o que se amplíe la oferta electoral), de modo que decidan votar por algún candidato, aunque luego resulten perdedores. De algún modo, a largo plazo, la desafección política podría representar un peligro para la democracia.32 Estos son procesos de largo plazo que no se resuelven con una política específica pero que deben ser tomados en cuenta al momento de diseñar políticas que puedan ser más o menos inclusivas.

El principal aporte de este trabajo es reconocer el vínculo entre percepciones de ganadores y perdedores y legitimidad de la democracia. En la literatura está ampliamente desarrollada la idea de que variables como el apoyo a la democracia son muy estables y varían muy poco a lo largo del tiempo, por lo que no deberían verse influidas por factores de corto plazo como el resultado de una elección. Son valores adquiridos desde edades tempranas, durante la socialización, y no cambian mucho a lo largo de la vida de los individuos. Sin embargo, "la creencia en la concepción churchilliana de democracia" como dimensión de legitimidad sí varía cuando distinguimos a los ciudadanos ganadores de los distintos segmentos de perdedores. Así se probó que el efecto de ser ganador o perdedor llega aun a los valores más duros, además de modificar las percepciones sobre cuestiones más específicas como el funcionamiento actual de la democracia.

Asimismo, otro aporte fundamental de esta investigación es que combina el efecto de variables medidas a nivel individual, como el ser ganador o perdedor, y las actitudes políticas, con variables de contexto macro, en el ámbito país, que representan algunas características político-institucionales que aparecen en la literatura como más o menos inclusivas. Al combinar variables individuales con variables del contexto político-institucional (que generan incentivos y constreñimientos como por definición lo hace cualquier institución), y al confirmar que existen asociaciones significativas entre estas variables y las dimensiones de legitimidad (medidas a nivel individual), se realiza un aporte original al estudio de la legitimidad que supera la ya conocida oposición entre enfoques institucionalistas y culturalistas.

Por lo tanto, la variación en una variable medida a nivel de los individuos (la legitimidad de la democracia) dependería de otras variables de nivel individual, como el hecho de ser ganador o perdedor o algunas actitudes políticas, y también del contexto político institucional en el que viven estos ciudadanos. Es fundamental, además, no olvidar que la variable explicativa fundamental del trabajo, ser ganador o perdedor, es producto directo de una variable político-institucional que acontece antes del hecho de convertirse en ganador o perdedor: la celebración de elecciones y la determinación a través del sistema electoral de quién accede al gobierno.

No basta con los enfoques de cultura política, ni basta con los enfoques institucionalistas para comprender las variaciones en los niveles de legitimidad, es necesario combinarlos. Las instituciones políticas y el contexto influyen en las percepciones de los ciudadanos, moldean sus percepciones. Por lo tanto, un hallazgo fundamental, que ya lo confirmaban Anderson et al. (2005) para otras regiones, es que el impacto negativo de perder (y el impacto positivo de ganar) está condicionado: algunos perdedores traducen su pérdida en opiniones significativamente más negativas que otros, según el contexto en el que se encuentren. Esto depende del contexto político-institucional del país y de algunas actitudes individuales de los propios votantes.

Este enfoque es innovador y tiene implicaciones serias sobre la democracia misma. Si se asume que lo que los individuos piensan sobre la democracia afecta el desempeño y la permanencia de la democracia misma,33 el hecho de que los perdedores tengan percepciones más negativas indica un desafío para las democracias. ¿Qué desafío? Un desafío de inclusión. El desafío es diseñar instituciones inclusivas, como las que este trabajo pone en evidencia, que fomentan mayores niveles de legitimidad democrática y así lograr el tan ansiado consenso de os perdedores. Más específicamente, este análisis, tal como lo hacía el de Anderson et al. (2005), sugiere que las minorías estarán probablemente más satisfechas con la forma en que funciona la democracia, más allá de su estatus de minoría, si hay mecanismos que les provean justicia procedimental en el proceso democrático y oportunidades para tener acceso a las decisiones tomadas por el gobierno (véase Anderson et al, 2005, p. 189).

Reformas institucionales que vayan hacia sistemas más consensuales en el sentido de Lijphart llevarán, según este argumento, a incrementar la satisfacción de los ciudadanos con la democracia y de esta manera asegurar la viabilidad de los sistemas democráticos en el largo plazo (Anderson et al, 2005, p. 189). El desafío para los policy makers de la región radica en tener instituciones que creen perdedores sin producir perdedores permanentes, y que permitan a los actuales perdedores alguna oportunidad razonable de ganar en futuros periodos. De este modo se fortalecerían los regímenes y mejoraría la calidad, cuestiones que parecen ser los principales problemas de las democracias latinoamericanas en la actualidad.

 

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NOTAS

1 Agradezco especialmente los comentarios de los dos árbitros anónimos y los invaluables aportes de mi tutora Rosario Queirolo y de los profesores Daniel Buquet, Daniel Chasquetti y Máximo Rossi. Este trabajo es producto de mi tesis de maestría en Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR.

2 Véanse, por ejemplo, Chasquetti (2008) y Pérez-Lifián (2009).

3 Disponible en: http://www.vanderbilt.edu/lapop/ [fecha de consulta: 21 de septiembre de 2009]. La legitimidad política de las instituciones se mide a través de un índice que combina las respuestas a las preguntas de confianza en el Parlamento, el sistema de justicia, los partidos políticos y el gobierno nacional (Boidi y Queirolo, 2009).

4 Véanse, por ejemplo, Lipset (1959 y 2000), y Muller y Seligson (1994).

5 Si bien conceptualmente no representa lo mismo votar a un candidato perdedor que abstenerse o anular el voto, a lo largo de este trabajo me referiré a todos ellos como diferentes categorías o segmentos de "perdedores". Esto no implica desconocer que son comportamientos diferentes, sino simplemente considerar que para los fines de este estudio todos están fuera del grupo de "ganadores". De cualquier manera, tomando en cuenta la relevancia de diferenciar las distintas conductas, para contrastar las hipótesis serán considerados como categorías diferentes.

6 Véanse, por ejemplo, Diamond (1992), Dalton (1999 y 2004), Norris (1999), Pharr et al. (2000) y Anderson et al. (2005).

7 Por ejemplo, Carlin y Singer (2011), y Booth y Seligson (2009).

8 Mainwaring y Pérez-Lifián (2009) se refieren a la importancia de los estudios regionales en política comparada dada la necesidad de "evitar generalizaciones simplistas sobre las regiones del mundo como entidades homogéneas" (2009, p. 523).

9 Véase, por ejemplo, Chasquetti (2008) y Pérez-Lifián (2009).

10 Entre otras, además de las singularidades político-institucionales, la región se caracteriza por altos niveles de pobreza y desigualdad.

11 Los países son Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

12 Agradezco al Proyecto de Opinión Pública de América Latina y a sus principales apoyos (United States Agency International Development [USAID], Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo [PNUD] , Banco Interamericano de Desarrollo [bid] y Universidad de Vanderbilt) por brindarme los datos.

13 Para un análisis más profundo y de mayor alcance, sería relevante la inclusión de un mayor número de indicadores de apoyo institucional difuso y específico, por lo que las conclusiones que se desprenden de este trabajo son tentativas.

14 La pregunta en el cuestionario de LAPOP es: "Puede que la democracia tenga problemas pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno. ¿Hasta qué punto está de acuerdo o en desacuerdo con esta frase?". Los entrevistados debían responder en una escala de 1 a 7, donde 1 es muy en desacuerdo y 7 muy de acuerdo. Se les presentaba una tarjeta con la escala.

15 La pregunta en el cuestionario de LAPOP es: "En general, ¿usted diría que está muy satisfecho, satisfecho, insatisfecho o muy insatisfecho con la forma en que la democracia funciona en su país?"

16 Citado en Anderson et al. (2005). Traducción mía.

17 Citado en Anderson et al. (2005, p. 40).

18 Véanse, por ejemplo, Lipset (1959), Dahl (1989) y Lijphart (1987).

19 Los índices que construye Freedom House dan cuenta de las dimensiones más relevantes de una democracia electoral a través de una escala de derechos políticos y otra de libertades civiles por país, con puntajes de 1 a 7. Un país es libre cuando el promedio de ambos indicadores no es superior a 2.5, es parcialmente libre cuando es de 3 a 5 y no es libre cuando asume valores mayores de 5. Disponible en www.freedomhouse.com. Otro índice frecuentemente utilizado en otros trabajos es el que construye el proyecto Polity. Se probó una alta correlación entre ambos (R = 0.84).

20 Construido a partir de datos de Chasquetti (2008). Se tomó en cuenta el número de veces que hubo rotación de un partido a otro en las últimas cuatro elecciones.

21 Para el análisis se tomará en cuenta a los individuos que manifiestan simpatizar con algún partido político. La pregunta es: "¿En este momento, simpatiza con algún partido político?"

22 Para el análisis se utiliza la siguiente pregunta del cuestionario de LAPOP: "En esta hoja hay una escala de 1 a 10 que va de izquierda a derecha, donde 1 significa izquierda y 10 significa derecha. Hoy en día mucha gente, cuando conversa sobre tendencias políticas, habla de gente que simpatiza más con la izquierda y de gente que simpatiza más con la derecha. Según el sentido que tengan para usted los términos de "izquierda" y "derecha" cuando piensa sobre su punto de vista político, ¿dónde se colocaría usted en esta escala? Indique la casilla que se aproxime más a su posición".

23 Se usa el mismo cuestionario para todos los países de la ola. El diseño muestral es común: muestra probabilística con cuotas a nivel de hogar, multietápica y estratificada de alrededor de 1 500 encuestados.

24 Adicionalmente, se estimaron diez modelos que incluyen interacciones entre los segmentos de perdedores y las variables político-institucionales para cada una de las variables dependientes. Por una cuestión de espacio no se presentan en este artículo. Para consultar estas estimaciones, por favor contactar a la autora (danielavairo@gmail.com).

25 Ambos con opción robust. Además de los coeficientes, su signo y su significación, se presentan los efectos marginales que permiten cuantificar los cambios aproximados en la probabilidad estimada ante una variación marginal en las variables independientes.

26 El modelo probit ordenado indica la probabilidad de presentar cada uno de los grados de acuerdo con la frase en función de las variables explicativas. En este caso, los efectos marginales muestran los cambios en la probabilidad de que el encuestado manifieste el nivel más alto (7) en la variable Churchill (mayor apoyo a la democracia), considerados los cambios marginales en las variables independientes o explicativas.

27 El modelo probit explica la probabilidad de estar satisfecho con el funcionamiento de la democracia (satis = 1) en función de las mismas variables explicativas del otro modelo. Los efectos marginales en este modelo representan el cambio en la probabilidad de que el encuestado responda que está satisfecho con la democracia (satis = 1) ante una variación marginal en las variables independientes.

28 Para fortalecer esta conclusión sería necesario probar nuevos modelos con otras variables dependientes que representen dimensiones aún más específicas de legitimidad, como la confianza en las instituciones o la aprobación del presidente.

29 Vale la pena recordar que la variable Fh2007 asume valores más altos cuanto menos democrático es el régimen.

30 La categoría omitida son los de centro más quienes no responden.

31 Reestimé los modelos con diferentes recodificaciones de la variable, pero continúa siendo no significativa.

32 Véanse, por ejemplo, Norris (1999), Dalton (1999), Klingemann (1999) y Pharr et al. (2000).

33 Véanse, por ejemplo, Norris (1999), Anderson y Tverdova (2001) y Booth y Seligson (2009).

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