SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 número2Ambición política y lealtad: Influencia sobre el comportamiento político índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.18 no.2 Ciudad de México ene. 2011

 

Artículos

 

Percepción de la democracia de los jóvenes mexicanos

 

Perception of Democracy by Mexican Youth

 

Juan Antonio Taguenca Belmonte y Bernabé Lugo Neria*

 

Artículo recibido en junio de 2010
Aceptado para su publicación en octubre de 2010.

 

Resumen

La percepción que tiene la juventud de la democracia es importante. Estamos delante de jóvenes nacidos durante el periodo transformador del sistema político mexicano. Ellos poseen valores y tendencias ideológicas distintos a los de generaciones anteriores. Además, ejercen en forma diferente su ciudadanía. Esto debe traducirse en una opinión favorable de la democracia, pero no incondicionada. Al respecto, hay que considerar también las condiciones socioeconómicas que favorecen esta forma de gobierno. En este sentido, hemos introducido las variables nivel de estudios alcanzado y nivel socieconómico, y las hemos relacionado con la opinión que los jóvenes tienen de la democracia. Mediante tablas de contingencia, los resultados muestran que sí existe cierta relación entre estas variables y la democracia, aunque no causal.

Palabras clave: juventud mexicana, opinión pública, democracia, nivel de estudios, nivel socioeconómico familiar, nivel socioeconómico del municipio, creencia, actitud, habitus, pautas de comportamiento.

 

Abstract

Youth's perception of democracy is important. We are faced with young people born during a transformative period in the Mexican political system. Their values and ideological tendencies are different from those of previous generations. They also exercise a different kind of citizenry. This must be translated into a favorable, but not unconditional, opinion of democracy. In this regard, one must also consider the socioeconomic conditions that favor this form of government For this purpose, we introduced the variables of level of studies attained and socioeconomic level, and related them to the opinion that young persons have of democracy. Through the use of contingency tables, the results demonstrate that there is some relation between these variables and democracy, although it is not causal.

Keywords: Mexican youth, public opinion, democracy, educational level, family socioeconomic level, municipal socioeconomic level, belief, attitude, habitus, behavioral guidelines.

 

Introducción

¿Por qué los jóvenes? ¿Por qué su percepción de la democracia? ¿Existen razones, aparte de su porcentaje mayor de abstencionismo a la hora de sufragar,1 que los hagan diferentes de los adultos para la construcción de un régimen democrático? Sin duda hay que contestar a estas preguntas, con evidencias empíricas -el mayor abstencionismo a la hora de votar es una de ellas- o desde razones menos contingentes, que son las que nos permiten comprender ese mayor abstencionismo y que, por otra parte, nos parecen más interesantes.

Al respecto, a la juventud -que presenta polisemias difíciles de abordar con formas más sustantivas que el rango de edad o los estilos de vida- la entendemos aquí como un constructo social que parte de una operación clasificatoria. Esto permite acercarnos a ella desde su gobierno; es decir, desde la dirección, el control y la administración de las instituciones del Estado, aunque aquí lo hagamos desde las relaciones materiales y simbólicas que los jóvenes mantienen con ese gobierno, mismas que generan buena parte de las creencias2 y actitudes3 de los jóvenes en la esfera que aquí estudiamos: la política, y que pueden coincidir o no con las de los adultos, pero que en todo caso expresan en sus opiniones.

La juventud se gobierna de forma distinta a los adultos: tiene una agenda pública propia, problemáticas específicas y acciones políticas conformes a un grupo de edad determinado. Esto no quiere decir que no comparta con otras edades agendas públicas, problemáticas y acciones políticas. No obstante, lo que queremos resaltar en nuestro texto es ese componente de segmentación de la realidad social por edad que está detrás de un gobierno que clasifica y administra atendiendo a un componente biológico, y que en buena parte es el constructor de las condiciones sociales que afectan al joven y que son un componente fundamental para comprender su percepción sobre la democracia. Este es el sentido apuntado por Caries Feixa cuando nos dice:

Para que exista la juventud debe darse, por una parte, una serie de condiciones sociales como normas, comportamientos e instituciones que distinguen a los jóvenes de otros grupos de edad; y, por otra parte, una serie de imágenes culturales: valores, atributos y ritos específicamente asociados a los jóvenes. Tanto unas como otros dependen de la estructura social en su conjunto; es decir, de las formas de subsistencia, las instituciones políticas y las cosmovisiones ideológicas que predominan en cada tipo de sociedad (citado por Urteaga, 2005, p. 33).

Esto nos conduce a una distinción entre el joven y el adulto que obedece a procesos de construcción de identidad, mismos que nos acaban remitiendo a la integración social, por un lado, y a la ciudadanía, por el otro.4 Pues bien, cabe subrayar que esos procesos de construcción de identidad que remiten a la integración social y a la ciudadanía varían generacionalmente. No es sólo que el mundo material ha cambiado enorme y aceleradamente en las últimas décadas con las nuevas tecnologías para el consumo -incluyendo los efectos que esto ha tenido en la comunicación y los transportes, por ejemplo-, sino también que las organizaciones políticas nacionales han tenido transformaciones extraordinarias desde la caída del muro de Berlín, sin dejar de lado los procesos de globalización que se han producido en los campos económicos y sociales (y también políticos), con integraciones y acuerdos regionales. En clave interna, a lo anterior hay que añadir los procesos de democratización en América Latina en general, y en México en particular. Todo esto nos lleva a considerar que en la actualidad los jóvenes tienen un marco de referencia social, económico y político totalmente distinto al de la generación anterior: más tecnológico -que afecta al tipo de comunicación y la forma de relacionarse-, más abierto -por las mismas posibilidades que ofrece la globalización-y más democrático -por los procesos democratizadores que han creado instituciones y normas políticas más democráticas, con un mayor acceso a información relevante para decidir el voto, pluralidad de partidos y alternancia en los gobiernos.5

Lo dicho hasta aquí nos permite justificar la pertinencia de relacionar juventud y democracia, pues si su ambiente es tan distinto al de los adultos, y si ese ambiente condiciona su percepción de la política en general y de la democracia en particular, entonces dicha percepción debe ser distinta a la de los adultos, lo cual también debe redundar en sus creencias, opiniones y actitudes respecto a la democracia. En todo caso, hay que considerar que también existen permanencias, que para el caso de México nos remiten al clientelismo y al corporativismo -todavía con gran presencia en el sistema político mexicano-ya una economía estancada durante décadas que no da oportunidades laborales, sobre todo a los jóvenes. Pues bien, estas permanencias pueden pesar más que los cambios señalados a la hora de comprender las similitudes en la percepción de la democracia que tienen los jóvenes y los adultos mexicanos. Esto no quiere decir que debamos considerar de la misma forma las variables que afectan a ambos grupos, puesto que lo que está aquí presente no son las variables en sí, sino su comprensión distinta por edad, dadas las distintas condiciones sociales, económicas y políticas que afectan de manera diferente a un grupo de edad socializado en un régimen hegemónico, con una economía de sustitución de importaciones y cerrado socialmente, y a otro socializado en un régimen democrático, con globalización económica y abierto en lo social. En todo caso debemos dejar la comparación de ambos grupos para otra ocasión y centrarnos en la percepción que tienen los jóvenes mexicanos de la democracia.

Partimos de la hipótesis de que existen variables objetivas -nivel de estudios alcanzado, nivel socioeconómico familiar y desarrollo de la localidad de pertenencia- que están relacionadas con la percepción que los jóvenes mexicanos tienen de la democracia.6 Esto sigue la idea de que variables socioeconómicas importantes tienen incidencia no en la democracia como tal y directamente, como sostienen por ejemplo varios estudios del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2004a, 2004b), sino en su apreciación, y por lo tanto inciden en la misma, aunque de forma indirecta. En este sentido el PNUD dice expresamente: "Como sostiene el Informe sobre desarrollo humano 2002, la democracia no es sólo un valor en sí mismo sino un medio necesario para el desarrollo" (PNUD, 2004a, p. 25), y más adelante: "El informe valora los principales avances de la democracia como régimen político en América Latina, e identifica la desigualdad y la pobreza como sus principales deficiencias" (PNUD, 2004a, p. 26); y argumenta, entre otros supuestos, que la democracia "implica una ciudadanía integral, esto es, el pleno reconocimiento de la ciudadanía política, la ciudadanía civil y la ciudadanía social" (PNUD, 2004a, p. 26). Y más claramente:

"Cuando los líderes mundiales adoptaron los ambiciosos objetivos de las metas del desarrollo del milenio -incluyendo la disminución de la pobreza a la mitad y la educación para todos los niños en el año 2015- estaban proponiendo en realidad un manifiesto de la democracia" (PNUD, 2004b, pp. 15-16). Lo que nos dicen los autores de estos informes es que la democracia debe considerarse también un medio para el desarrollo, la erradicación de la pobreza y la cobertura universal educativa para los niños latinoamericanos; ahí es donde radica su valor y medida, aunque no como única condición suficiente, pero sí como condición necesaria en la construcción de la ciudadanía política, civil y social, que entra como parte fundamental de la definición de democracia que sostienen. Esto es, y según lo que se desprende del análisis de los documentos estudiados del PNUD, variables sociodemográficas importantes, como educación, pobreza y desarrollo, inciden directamente en lo que debemos entender por democracia; forman parte necesaria de la misma a través de la construcción de una ciudadanía política, civil y social democrática.

Desde nuestro punto de vista, esto es mezclar esferas que, aunque relacionadas en la práctica, deben separarse analíticamente. La cuestión para nosotros no remite a un orden causal, de variables sociodemográficas que son causas de la democracia, al menos como posibilidad de realización, sino que éstas son condiciones para la constitución de un habitus7 apropiado para desarrollar creencias y actitudes adecuadas a las estructuras del sistema político democrático o no y a las normas e instituciones que les dan forma.8Esto es, las variables sociodemográficas nos dan cuenta de una operación que remite al "proceso en el que los significados, representaciones y valores se experimentan en forma práctica" (Miranda, 2006, p. 250). Pues bien, son estas prácticas las que, esta vez sí, causan creencias, actitudes y pautas de comportamiento político. Como se desprende de lo dicho, las variables sociodemográficas deben entenderse como efectos del proceso mencionado por un lado, y como variables intermedias de explicación de la democracia, como dijimos, por el otro, ya que a través de ellas podemos observar el proceso que está detrás de las prácticas que dan origen a las creencias, las actitudes y el comportamiento político. Es de esta forma como debemos entender en el presente artículo los análisis realizados.

Así, por ejemplo, el nivel educativo tiene una repercusión importante en la formación política que incide directamente en la participación ciudadana en la esfera pública. En este sentido Anna Fernández dice:

Entre las y los jóvenes, los estudiantes universitarios han sido los que más han participado en numerosos movimientos sociales, además de los que tienen que ver directamente con su posición social o institución educativa, por lo menos en las últimas décadas en la llamada cultura occidental. Entre sus demandas ha sido usual la exigencia de un proceso de participación política más democrática, en general, y en particular en aquellos países que presentan un régimen dictatorial (Fernández, 2003, p. 147).

Debemos precisar que esta participación política reclamada y expresa -reunida coyunturalmente en movimientos sociales de amplio alcance, como ocurrió en 1968- actuaba con base en plataformas peticionarias generales, donde la ideología desempeñaba un papel aglutinador importante, pero esto ha venido cambiando en México desde la década de 1980. En efecto, si los jóvenes antes de la transición democrática demandaban la apertura hacia la democracia del régimen priísta, una vez que ésta se produce centran sus peticiones en aspectos más concretos: medidas medioambientales, ampliación de derechos sociales, como los relativos a la educación y al derecho a decidir, etc. Se ha pasado, por lo tanto, como señala Becerra (1996), de un discurso y una acción de sentido general, a conflictos por intereses particulares y concretos. Esto no quiere decir que ya no existan peticiones sobre una mejora de la calidad democrática por parte de los jóvenes, en este caso universitarios. Lejos de ser así, el tema permanece en el sentido que nos señala Mauricio Merino:

Para saber que un régimen es democrático, pues, hace falta encontrar en él algo más que elecciones libres y partidos políticos. Por supuesto, es indispensable la más nítida representación política de la voluntad popular -y para obtenerla, hasta ahora, no hay más camino que el de los votos y el de los partidos organizados-, pero al mismo tiempo es preciso que en ese régimen haya otras formas de controlar el ejercicio del poder concedido a los gobernantes. No sólo las que establecen las mismas instituciones generadas por la democracia, con la división de poderes a la cabeza, sino también formas específicas de participación ciudadana" (Merino, 2001).

Por lo dicho hasta aquí creemos que es importante analizar, en torno a estos cambios brevemente esbozados, si las variables objetivas señaladas más arriba están relacionadas con percepciones que los jóvenes mexicanos tienen sobre la democracia, mismas que inciden en creencias y actitudes, que conjuntamente con las restricciones estructurales del campo de oportunidades de la esfera pública, explican buena parte del comportamiento político.9 En este sentido, estudiamos aspectos como la utilidad que encuentran en la democracia los jóvenes mexicanos, su preferencia por esta forma de gobierno y la esperanza que depositan en ella, y los relacionamos con su nivel socioeconómico y académico, así como con las características del entorno que rodea su hogar. Para ello, utilizamos como fuente a la Encuesta Nacional de la Juventud (ENJ) 2005; aplicando la estadística descriptiva y específicamente las tablas de contingencia, para realizar el análisis de datos que nos permite dar cuenta de forma empírica de la existencia o no de las relaciones señaladas. Al respecto, ya Berelson y Steiner afirmaban que "cuanto más alto es el nivel socioeconómico y especialmente el educativo en una persona, más altos serán su interés político, su participación y su proclividad al voto" (Berelson y Steiner, 1964, p. 423). Pues bien, estos autores, desde mediados del siglo pasado, apuntaban en el nivel teórico las relaciones entre las variables objetivas, tomadas en cuenta por nosotros, la actitud y el comportamiento democrático.

Nuestro artículo está organizado de la siguiente forma: en primer lugar, se describen los resultados obtenidos a través de la ENJ (2005) de las tres variables que usamos como independientes o explicativas, que son las que más arriba mencionamos. En segundo lugar, describimos la percepción de la democracia, su utilidad como forma de gobierno y la esperanza que los jóvenes depositan en ella a través de aquéllas.10 En tercer lugar, analizamos a los jóvenes de 18 a 29 años de edad, es decir aquellos que tienen derecho al sufragio en las elecciones presidenciales, de representantes parlamentarios y de ayuntamientos. Aquí lo que nos interesa es encontrar relaciones significativas, directas o inversas, entre la percepción que los jóvenes tienen de la democracia y cada una de las subvariables independientes.11 En el apartado de conclusiones presentamos los resultados más importantes obtenidos.

Finalmente es importante mencionar, aun a costa de adelantar algunos datos que después retomaremos, que aunque generalmente el nivel socioeconómico se corresponde con el nivel educativo, y que por lo tanto cabría esperar que alguno de los dos fuese la variable explicativa de la preferencia y la visión particular que tienen los jóvenes de la democracia, esto no siempre es así, es decir, no siempre el nivel socioeconómico se corresponde con el nivel educativo. El capital económico no necesariamente se traduce en capital cultural y viceversa. Son dos tipos de capitales distintos, que aunque pueden coincidir, no necesariamente lo hacen, y menos cuando estamos hablando, por un lado, del nivel educativo alcanzado por los jóvenes y por otro, del ingreso mensual de sus familias y del nivel socioeconómico de sus hogares; por lo tanto no estamos ante el nivel socioeconómico del propio joven. Para el caso que nos ocupa los datos indican que aunque la preferencia por la democracia como forma de gobierno ocurre cuando el nivel educativo y el nivel socioeconómico de los hogares son mayores, no ocurre lo propio con el ingreso familiar mensual, ya que mayores ingresos no se traducen en una mayor preferencia por la democracia como forma de gobierno (aquí, por ejemplo, los jóvenes con familias de mayores ingresos la prefieren en 55 por ciento, mientras que los pertenecientes a familias con ingresos más bajos lo hacen en 55.8 por ciento). En cuanto a la visión particular de la democracia, los que tienen el nivel de estudio más alto (maestría o doctorado) contestan en un mayor porcentaje que "para resolver las injusticias de la sociedad", mientras los que tienen un ingreso familiar y nivel socioeconómico en su hogar mayor se inclinan por "elegir a los gobernantes". Los jóvenes que no tienen estudios responden mayoritariamente "No saben" y los de ingreso familiar y nivel socioeconómico del hogar muy bajo eligen "para elegir a los gobernantes". Por último, en cuanto a qué esperan de la democracia, los jóvenes con un nivel de estudios más alto esperan en un mayor porcentaje que "se mejore el país", mientras que los que están en familias con ingresos familiares mensuales y tienen en sus hogares niveles socioeconómicos más altos se inclinan por "que se cumpla lo que se promete". Jóvenes con un nivel de estudios y niveles socioeconómicos en sus hogares más bajos se inclinan en su mayoría por "No sabe", mientras que los que tienen ingresos familiares mensuales menores esperan de la democracia "buenos gobernantes".

Los datos señalados no nos permiten realizar valoraciones sobre si la variable educativa determina más que la variable socioeconómica la preferencia por la democracia, o la visión particular de la democracia. En todo caso lo que resaltan los datos es que ambas lo hacen de forma diferente, por lo menos en cuanto a la opinión expresada. Y esto sí nos permite decir que ambas variables son distintas en los resultados que ofrecen, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que una de las variables hace referencia directa al joven -nivel de estudio alcanzado-, pero las otras dos son de su ámbito familiar: ingreso familiar mensual y nivel socioeconómico del hogar. Por esto consideramos que ambas variables deben tomarse en cuenta. Los resultados así lo sugieren.

 

Descripción de las variables: nivel educativo de la juventud mexicana, nivel socioeconómico familiar y desarrollo de la localidad donde habita el joven

Antes de iniciar con esta descripción, recordemos que nuestra hipótesis de partida es que la percepción de los jóvenes mexicanos sobre la democracia está relacionada con el nivel de estudios alcanzado, el nivel socioeconómico familiar y el desarrollo de la localidad en donde viven. Las variables independientes que emanan de esta proposición son tres:

1) Nivel de estudios juvenil,12 su operacionalización se realizó a partir de la siguiente pregunta de la ENJ (2005): "¿Hasta qué nivel aprobó en la escuela?" Las opciones de respuesta a esta variable fueron las siguientes: ninguno, preescolar, primaria, secundaria, preparatoria o bachillerato, profesional y maestría o doctorado.13 La distribución obtenida de las anteriores categorías puede verse en la gráfica 1. En esta gráfica podemos observar que 41.21 por ciento de los encuestados en la ENJ 2005 tiene como último grado de estudios secundaria,14 26.68 por ciento preparatoria,1515.14 por ciento primaria,1615.34 por ciento profesional,17 entre las principales categorías recurrentes,18 siendo pocos los que se sitúan en maestría o doctorado (0.18%) o no tienen ningún estudio (0.90%). Esta distribución de escolaridad es interesante, dado que, según la teoría, a mayor nivel de estudios alcanzado -aunque también nivel socioeconómico-, los individuos tendrán un mayor interés y una mejor información sobre la política, y podrán enjuiciar mejor sus actos y sus consecuencias. En este mismo sentido, Anna Fernández nos dice:

El interés y la información son dos aspectos cognoscitivos de la cultura política que no sólo van de la mano sino que son requisitos de la participación [...] Los diferentes grados de información de los estudiantes van ligados a la escolaridad, al hecho de que el centro educativo sea privado o público, a la profesión paterna y al nivel socioeconómico. [No obstante, añade la autora más adelante, matizando de alguna forma lo anterior], la conclusión apunta que si bien el sistema universitario contribuye a incrementar el interés y la información política entre los jóvenes, los estudiantes consultados no parecen tener grados muy altos en estas dos cuestiones, máxime tratándose de grupos pertenecientes a licenciaturas especializadas en problemas sociales y políticos, lo cual, más que con los centros universitarios en particular, tiene que ver con el bajo nivel del sistema educativo en general (Fernández, 2003, p. 148).19

El hecho de que el porcentaje de estudios superiores sea relativamente bajo entre los jóvenes mexicanos limita sus posibilidades de formación, información y participación en la política, y por lo tanto el alcance democrático que estos aspectos posibilitan queda reducido a una proporción menor que la que podría alcanzarse con una población juvenil con un nivel de estudios más alto. Aunque, claro está, como nos recuerda Fernández, éstos deben tener un mayor nivel educativo para alcanzar buenos resultados en cuanto a la constitución de una cultura política de la ciudadanía que amplíe los alcances democráticos en México.

2) Nivel socioeconómico de la familia del joven, el cual hemos ponderado básicamente a través de dos subvariables: nivel socioeconómico del hogar del joven e ingreso familiar mensual. En cuanto a la primera los resultados obtenidos indican que 34.70 por ciento tiene un nivel medio bajo, 25.10 por ciento un nivel medio, 21.20 por ciento un nivel bajo, 13 por ciento un nivel medio alto/alto y 6.10 por ciento un nivel muy bajo. Esta distribución de datos, así como la correspondiente al nivel educativo de los jóvenes mexicanos, puede verse en la gráfica 1.

En lo que respecta al ingreso familiar mensual de los jóvenes encuestados casi 25 por ciento está en un rango de $4 212 a $7 019; un poco más de 23 por ciento tiene un ingreso familiar mensual de $1404 a $4 211, porcentaje parecido a los que tienen más de $14040; 14.30 por ciento de los encuestados tiene un ingreso al mes entre $7 020 y $9 828; mientras que 12.40 por ciento oscila entre $9828 y $14039; por último, un poco más de 2 por ciento tiene un ingreso familiar menor o igual a $1403. Estos datos los podemos ver en la gráfica 2.

La distribución vuelve a ser interesante para lo que aquí estamos comentando. Se observa que tanto por nivel socioeconómico del hogar como por ingreso familiar los jóvenes mexicanos en su gran mayoría se encuentran en unidades de convivencia con recursos económicos poco propicios, por insuficientes, para ser favorables, tal y como señalábamos con Berelson y Steiner, a la creación de un interés por lo político, la participación y la proclividad al voto. Esto es así (atendiendo a la pirámide de Maslow (1943) sobre jerarquía de necesidades)20 porque nuestros jóvenes se hallan en la base de dicha pirámide, y no en su cúspide -autorrealización-, que sería el lugar propicio para el desarrollo de una cultura cívica como la que plantean Almond y Verba en su obra clásica The Civic Culture: Political Attitudes and Democracy in Five Nations.

3) Desarrollo de la localidad del joven, variable que hemos operado a través de tres subvariables: estrato poblacional, tamaño poblacional del municipio de residencia y nivel socioeconómico de éste. En cuanto al estrato poblacional, hemos considerado el municipio rural, semiurbano y urbano. Los resultados obtenidos permiten observar que la mayoría de los encuestados proviene de un contexto urbano: 88.40 por ciento; aunque los jóvenes que viven en un municipio rural fueron consultados tangencialmente (sólo 0.50 por ciento) y los entrevistados que pertenecían a municipios semiurbanos representaban 11.10 por ciento de los jóvenes encuestados.

En lo que se refiere al tamaño poblacional, se aprecia que 30.80 por ciento de los encuestados proviene de municipios con un tamaño de habitantes que oscila entre 100 000 y 499 999 habitantes. Mientras que 29.50 por ciento procede de lugares con un tamaño poblacional mayor o igual a 500 000 habitantes. Un porcentaje menor (28.20%) proviene de municipios cuya población está en un rango de 20 000 a 99 999 habitantes. De los encuestados, 11.60 por ciento vive en municipios con una población menor a 20 000 habitantes. La gráfica 3 representa estos datos.

Para determinar el nivel socioeconómico del municipio hemos utilizado la clasificación del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Esta va del 1 al 7, donde el número más bajo representa el peor nivel y el número más alto el mejor. Los resultados muestran que los jóvenes entrevistados se encuentran mayoritariamente en los niveles más altos: nivel 7 (25%), nivel 6 (21%), nivel 5 (18%), nivel 4 (14%); siendo que los menores porcentajes se sitúan en los niveles más bajos: nivel 3 (11%), nivel 2 (7%) y nivel 1 (4%). Esta distribución se debe al sesgo de la propia muestra, en cuanto al estrato poblacional y el tamaño poblacional del municipio de procedencia. En el primero de los casos destaca, como vimos, claramente el estrato urbano; en el segundo los municipios con mayor población. Esto sin duda dificulta analizar diferencias en esta variable en relación con la percepción democrática de los jóvenes mexicanos.

 

Percepción sobre la democracia de los jóvenes mexicanos

En el apartado anterior hemos descrito las variables objetivas que hipotéticamente creemos tienen relación con la percepción sobre la democracia de los jóvenes mexicanos. Antes de pasar a contrastar dicha hipótesis nos parece conveniente dar cuenta de algunos resultados extraídos de la ENJ (2005), los cuales muestran aspectos importantes de esa percepción. Para ello vamos a utilizarlos ítems siguientes:

a) ¿Para qué sirve la democracia?

Esta pregunta nos proporciona conocimiento sobre dónde sitúan los entrevistados la utilidad de la democracia, convirtiendo así la misma en una cuestión pragmática y de procedimiento. Esta es sólo una de las formas posibles de entenderla. Las respuestas que se ofrecen no solucionan la univocidad de entender esta forma de gobierno, misma que surge del ítem utilizado. La democracia no debe entenderse sólo desde el pragmatismo, debe también comprenderse desde otras formas más sustantivas y abarcadoras.21 En este sentido una pregunta diferente, como podría ser: ¿Qué es la democracia?, proporcionaría un conocimiento, siempre y cuando las categorías de respuesta fueran apropiadas, menos tendencioso que el que obtenemos con el actual ítem. No obstante, éste nos permite realizar análisis sobre un tipo de conocimiento específico: el instrumental. Aunque dadas las categorías que dan cuenta de esta pregunta, se corre el riesgo de ser más de tipo valorativo que racional. Pero, claro está, esto también es informativo.

b) ¿Para gobernar al país, qué es preferible?

La pregunta nos remite a preferencias. Esto es adecuado siempre y cuando se cumplan dos condiciones necesarias: que se conozcan las alternativas (1) y que se posea un criterio racional de elección que ordene las alternativas, mismo que debe cumplir con el principio asociativo (no se puede preferir a y b al mismo tiempo), y el principio transitivo (no se puede preferir a, b y c al mismo tiempo, y el orden de preferencia elegido no puede variar, es decir si se prefiere a (a) b, y b (a) c, no se puede preferir c (a) a). En el sentido apuntado, la pregunta necesita ser antecedida por lo menos por otras dos que nos den cuenta del conocimiento sobre las alternativas y sobre el criterio racional usado para ordenar las preferencias. Al no disponer de esta información, las respuestas que obtenemos aquí nos dan cuenta de opiniones valorativas respecto a la democracia, por un lado, y otras formas de gobierno -sin especificar-, por otro. Ello nos es útil, ya que informa dónde se sitúan esas valoraciones en la juventud mexicana. Pero esto no es óbice para subrayar que un esfuerzo más sistemático en torno a estas preferencias nos permitiría conocer mejor -no en un sentido dicotómico y de contraposición- el ordenamiento de las mismas, los criterios utilizados para dicho ordenamiento, y el conocimiento de las alternativas de regímenes de gobierno disponibles que tienen nuestros jóvenes.

c) ¿Qué esperarías de la democracia?

Esta pregunta es interesante en el sentido de que deja ver lo que para nuestros jóvenes debe ser la democracia, no lo que es. Este sentido normativo integrado en el ítem es informativo respecto al sentido ideal que se tiene de esta forma de gobierno, es decir cómo quiere la juventud mexicana que sea la misma. Esto evidentemente conecta -pero sobre todo lo hace por las categorías de respuesta elegidas- con factores instrumentales que acercan lo normativo a lo real.

En último término, el ítem nos ofrece un ranking de propuestas que permite ordenar las preferencias de los jóvenes mexicanos sobre el deber ser de la democracia. Esto no carece de valor, y es importante para la toma de decisiones de los gobernantes y, más allá de esto, para la propia legitimación de esta forma de gobierno.

Pasamos ahora a describir los resultados obtenidos. En este sentido, en la primera pregunta, los jóvenes22 mexicanos contestaron de la siguiente forma: 47.9 por ciento opinó que "la democracia sirve para elegir a los gobernantes", 15.5 por ciento "para resolver las injusticias en la sociedad", 14.2 por ciento "para que la gente pueda exigir cuentas al gobierno". Las categorías de "no sabe" y "no contesta" se situaron en 15.1 por ciento, siendo preocupante que la primera de ellas ocupara 13 por ciento. Decimos que es preocupante porque la cognición sobre la democracia es uno de los aspectos fundamentales para el desarrollo de esta forma de gobierno. Esta es por lo menos una de las tesis fundamentales de Almond y Verba (1963), quienes establecieron una tipología de cultura política, con tres tipos: parroquial, súbdita o subordinada y participativa; considerando que esta última es la que favorece en mayor medida un sistema político democrático, y que para obtenerla es necesario que la ciudadanía se oriente cognoscitivamente hacia ese régimen, lo que no ocurre para ese grupo de jóvenes que se sitúan en "no sabe" en esta pregunta. El cuadro 1 da cuenta de los resultados obtenidos.

En relación con la segunda pregunta, sólo 54.8 por ciento de los jóvenes consideró que para gobernar un país es preferible la democracia; mientras que 16.1 por ciento no sabe qué forma de gobierno prefiere. Hay jóvenes (10.5%) que opinan que en ciertas circunstancias la democracia no es la mejor opción para gobernar un país, y 10.6 por ciento se muestra indiferente sobre el régimen político. Estos datos son muy preocupantes, ya que muestran que casi la mitad de los jóvenes mexicanos: 1) desconocen qué régimen político es preferible para gobernar el país -se sitúan en "no saben"-; 2) se muestran indiferentes ante la forma de gobierno -contestan "me da lo mismo"-; 3) no prefieren ni gobiernos democráticos ni gobiernos no democráticos -responden "ninguna de las anteriores"-; 4) prefieren gobiernos no democráticos en determinadas circunstancias o se abstienen de contestar.23 Los datos muestran también un déficit en la socialización política de nuestra juventud en un sentido cívico,24 factor éste de vital importancia para la consolidación democrática. Pero veamos estos datos de forma agrupada en el siguiente cuadro.

La tercera pregunta que nos planteábamos hacía alusión a las esperanzas que suscita la democracia entre nuestros jóvenes. Los resultados de la encuesta respecto a esta pregunta fueron los siguientes: 21.5 por ciento de los entrevistados tiene la esperanza de que con la democracia se cumpla lo que se promete; 30.9 por ciento no sabe qué esperar de ella; 10.6 por ciento considera que trae buenos gobernantes, y 9.1 por ciento nos dice que con esta forma de gobierno se respeta a la gente de bajos recursos. Vuelve a ser significativo, al tiempo que preocupante, que un porcentaje tan alto de jóvenes no sepa qué esperar de la democracia. Esto indica por lo menos dos cosas en el ámbito de las causas: por un lado, un déficit de transmisión de la política hacia la ciudadanía joven; por el otro, una falta de formación política que redunda en poca cognición y participación en esta esfera, lo cual se traduce en poca esperanza. A esto contribuye también un campo de oportunidades en la esfera pública demasiado cerrado a la acción colectiva -participativa-ciudadana. En el ámbito de las consecuencias encontramos por lo menos una de vital importancia: un déficit democrático para buena parte de la población que, alejada de una cultura cívica que promueve la participación política, no espera nada de la democracia y, lo que es peor, se muestra dudosa de la bondad de este régimen. En este sentido, Joan Oriol y Óscar del Álamo dicen:

El funcionamiento del sistema político democrático se encuentra interrumpido por la presencia de tres variables: una falta de información y de comunicación entre la población en general y los políticos en el interior del sistema político; una ausencia de participación política, causada por el déficit estructural o funcional del sistema político, y un efecto negativo de los medios de comunicación de masas tanto sobre el sistema político en general como en la participación política en particular (Oriol y del Álamo, 2000, p. 11).

El cuadro 3 nos muestra los resultados obtenidos en esta pregunta, los cuales hemos analizado en los dos párrafos anteriores.

Los jóvenes en su mayoría opinan que la democracia sirve para elegir a los gobernantes (47.9%), la consideran como la mejor forma de gobierno (54.8%), y un porcentaje elevado (30.9%) no sabe qué esperar de ella, aunque esto último debe matizarse con el porcentaje obtenido por la respuesta "que se cumpla lo que se promete" (21.5%), que indica que un buen porcentaje de jóvenes plantea expresamente la rendición de cuentas como elemento central de lo que cabría esperar de la democracia, este dato nos parece relevante y matiza, sin duda, el hecho de que casi un tercio de los jóvenes entrevistados no sepa qué esperar de la democracia.

En suma, los jóvenes perciben la democracia: de manera formal, identificándola como sistema de elección; la valoran positivamente; reclaman rendición de cuentas a los gobernantes o no saben qué esperar de ella, quizá porque sus demandas y las expectativas de lo que esperan de la democracia exceden lo que ésta puede ofrecer;25 o dicho de otro modo, porque atienden a una comparación entre los ideales que la democracia ofrece y la realidad de lo que se obtiene de ella, la apariencia de sus instituciones -nivel ideológico- y la realidad de poder-dominio de su funcionamiento.26 Estas son cuestiones que los datos recabados no nos permiten contestar, pero que son importantes a la hora de explicar lo que origina las opiniones expresadas. La figura 1 nos permite detallar de una forma más precisa los resultados obtenidos. En este sentido, destacar que 84.5 por ciento de los entrevistados se situó al menos en una de las opiniones mayoritarias,27 27.3 por ciento al menos en dos, siendo éste el porcentaje más alto alcanzado en esta intersección de dos componentes. Por último, 7.1 por ciento en las tres, y 15.5 por ciento en ninguna de ellas.28

 

Percepción sobre la democracia de los jóvenes mexicanos y su relación con el nivel educativo de la juventud mexicana, nivel socioeconómico familiar y desarrollo de la localidad donde habita el joven

Respecto a la percepción de la democracia de los jóvenes mexicanos y su relación con su nivel académico, los resultados muestran que a medida que aumenta el grado de estudio de los jóvenes29 el desconocimiento de la utilidad de la democracia disminuye (se sitúan en un porcentaje menor en la categoría "no sabe"). Esto guarda consistencia con los resultados obtenidos en diversas encuestas realizadas en torno a la cultura política en México (ENCUP, 2001, 2003, 2005 y 2008). También hay que señalar que en el grupo de los mejores formados se encuentran los que más aceptan la democracia como forma de gobierno, los más críticos con ella y los que más reclaman a sus instituciones. Otro resultado interesante obtenido es que a medida que aumenta el grado de estudio de los jóvenes la opción "para elegir a los gobernantes" es más relevante; salvo para aquellos que cuentan con estudios de maestría o doctorado (20.5%), frente a 58.5 por ciento de estudios profesionales y a 51.6 por ciento de preparatoria, por ejemplo. Sin embargo, es el grupo de jóvenes con maestría o doctorado el que, en un porcentaje mucho más elevado que el resto de los niveles educativos, opina que la democracia sirve "para resolver las injusticias en la sociedad" (58%) frente a 17.5 por ciento de preparatoria que es el nivel educativo que le sigue en mayor porcentaje alcanzado por esta categoría de respuesta. Es el grupo de jóvenes de secundaria el que tiene una opinión más favorable a que la democracia sirve "para que la gente le pueda exigir cuentas al gobierno" (18.9%), aunque en esta categoría hay poca dispersión.

En cuanto a la forma de gobierno que prefieren los jóvenes mexicanos situados en el rango de edad 18-29 años: 57.5 por ciento opina que la mejor opción para gobernar a un país es la democracia; 12.5 por ciento piensa que no siempre eso es correcto, pues existen otras formas de dirigir el país; 10.6 por ciento es indiferente ante cualquier forma de gobierno, y 11.5 por ciento no sabe qué forma de gobierno es preferible para gobernar el país.30 Lo importante de estos datos generales es que más de 40 por ciento de nuestros jóvenes tiene dudas, es indiferente, se muestra dispuesto a aceptar otras formas de gobierno o desconoce la democracia, lo cual es indicativo de un déficit de cultura cívica participativa, que es la que sustenta a la democracia.31

Si precisamos los resultados anteriores en relación con el nivel de estudios, observamos que existe una relación positiva entre las preferencias por la democracia y el nivel de formación adquirido: a medida que éste aumenta, el porcentaje de preferencias por la democracia como forma de gobierno aumenta también. Asimismo se observa una relación inversa entre el grado de estudios y la decisión sobre la forma de gobierno que se prefiere: a menor nivel de estudios, aumenta la respuesta "no sabe".

Con relación a lo que nuestros jóvenes esperan de la democracia, 25.3 por ciento no sabe qué esperar de ella, 23.6 por ciento espera que con la democracia se cumpla lo que se promete, 10.8 por ciento espera que con esta forma de gobierno haya buenos gobernantes, 10.1 por ciento espera que se respete a la gente de bajos recursos, 7.1 por ciento que las demandas ciudadanas sean escuchadas y 6.9 por ciento no espera nada de la democracia.32

Resulta preocupante que 85.6 por ciento de los jóvenes sin estudios se sitúe en las categorías "no sabe" y "no contesta" en esta pregunta, tal parece que esto no les preocupa en absoluto ya que no se lo plantean. También es preocupante que 39 por ciento de los jóvenes con primaria y 28.1 por ciento con secundaria estén en la misma situación. En definitiva, son porcentajes altos que muestran desconocimiento de lo que cabe esperar de este régimen de gobierno, y si no se sabe qué esperar de él tampoco qué se le puede pedir, ni que "es indispensable el poder democrático para garantizar la existencia y la persistencia de las libertades fundamentales" (Bobbio, 2007, p. 27). Lo anterior se deriva del desconocimiento de que la democracia es ante todo un conjunto de reglas que autorizan a un subconjunto de individuos a tomar decisiones que afectan al conjunto.33

Por otro lado, a medida que aumenta el nivel de estudios las expectativas se dirigen a que con la democracia "se cumpla lo que se promete", aunque al respecto no existe mucha dispersión entre los niveles que van de primaria a profesional, y en maestría o doctorado se obtiene un dato atípico (2.6%), frente a aproximadamente 20 por ciento de los otros niveles. Esto se debe a que los alumnos de maestría o doctorado optan por la respuesta de que con la democracia "se mejore el país" (30.3%).

 

La percepción de la democracia y su relación con el nivel socioeconómico del hogar de los jóvenes34 mexicanos

El análisis de los resultados obtenidos de esta variable nos permite constatar que no existe relación entre las opciones de respuesta de la pregunta ¿para qué sirve la democracia? y el nivel socioeconómico del hogar. Lo que se observa es que la mayoría de los jóvenes entrevistados, independientemente del nivel económico de su hogar, eligen la respuesta "la democracia sirve para elegirlos gobernantes" (43.5-57%).

Por otro lado, observamos que sí existe relación entre el nivel socioeconómico del hogar del joven y una de las respuestas obtenidas a la pregunta ¿para gobernar el país, qué es preferible? Concretamente se trata de la respuesta: "La democracia es preferible a otra forma de gobierno", que además es la que obtuvo mejores resultados (entre 33.5 y 66.5 por ciento de los entrevistados la prefirieron). En este sentido, los resultados apuntan a que cuanto mayor es el nivel socioeconómico del hogar del joven mayor es la probabilidad de que éste prefiera la democracia como forma de gobierno. Además, también se aprecia una relación inversa entre el nivel socioeconómico y la respuesta "no sabe". Es decir, los datos muestran que a menor nivel socioeconómico del hogar del joven mayor es la probabilidad de que éste desconozca qué forma de gobierno es preferible, situándose en sus respuestas muy próximo a la preferencia por la democracia (33.5 por ciento a favor frente a 31.9 por ciento del "no sabe", pero superándola si se le añade la opción "no contesta", 34.1 por ciento). También hay que resaltar que alrededor de 28 por ciento de los jóvenes entrevistados se muestra dispuesto a aceptar otras formas de gobierno o indiferente ante el régimen político.

Por último, también se observa relación entre el nivel socioeconómico de los hogares de los jóvenes y algunas categorías que corresponden al ítem ¿qué esperarías de la democracia? Concretamente en las categorías "que se cumpla lo que se promete" y "no sabe". En la primera, cuanto mayor es el nivel socioeconómico del hogar del joven, mayor es la probabilidad de que espere de la democracia un cumplimiento de lo prometido por los actores políticos. En la segunda, a menor nivel socioeconómico de su hogar mayor es su probabilidad de desconocer (43.2-13.7%) lo que espera de la democracia, muy por encima de 19.1 por ciento alcanzado por la categoría de "esperar que se cumpla lo que se promete".

 

La percepción de la democracia y su relación con el ingreso familiar mensual de los jóvenes35 mexicanos

Los datos muestran que no existe relación entre el ingreso familiar mensual y la percepción de la democracia de los jóvenes en el ítem ¿para qué sirve la democracia? En todo caso, aproximadamente la mitad de ellos, para todas las categorías, eligen la opción "para elegir a los gobernantes".

Tampoco se observa relación entre el ingreso familiar mensual y la percepción de la democracia de los jóvenes y sus respuestas a la pregunta ¿para gobernar el país, qué es preferible? Lo más interesante de los resultados obtenidos se centra en el alto porcentaje de indiferentes en la categoría de menos ingresos familiares ($0-$1,403) que llegan a alcanzar 32 por ciento. Es decir, casi una tercera parte de esos jóvenes no ve en la democracia ninguna diferencia en relación con otros regímenes políticos que la haga mejor.

No se observa relación entre lo que se espera de la democracia y el ingreso familiar de los jóvenes. Sí existen, sin embargo, algunos resultados interesantes que es preciso comentar. Las dos categorías que destacan por número de respuestas, aunque en un porcentaje no demasiado elevado, son "que se cumpla lo que se promete" (23.4%) y "no sabe" (23.9%). La primera de estas respuestas predomina en las familias de los jóvenes con ingresos más altos y la segunda en la de ingresos más bajos. Esto indica una tendencia general, pero no una relación lineal en un sentido u otro.

 

La percepción de la democracia y su relación con el estrato poblacional de los jóvenes36 mexicanos

Las respuestas obtenidas permiten aseverar que no existe relación entre el estrato poblacional de los jóvenes y el ítem "¿para qué sirve la democracia?" Existe poca discrepancia en la elección de alternativas por categorías. Cabe destacar el porcentaje alcanzado por la respuesta "para elegir a los gobernantes" (48.2-54.2%), la semejanza de los porcentajes alcanzados por "para resolver las injusticias de la sociedad" (13-18.7%) y "para que la gente pueda exigir cuentas al gobierno" (12.2-18.4%). El resto de respuestas tiene un porcentaje muy bajo, aunque "no sabe" alcanza un intervalo que va de 8.7 a 9.7 por ciento.

No existe relación en cuanto al estrato poblacional de los jóvenes y su preferencia de régimen de gobierno. Los datos apuntan a que la preferencia para todos los estratos es que "la democracia es preferible a otra forma de gobierno" (56.8-63.8%). No obstante, la suma de los que, en función de las circunstancias, dicen que un gobierno no democrático sería mejor, de los indiferentes, de los que no saben y de los que no contestan no deja de ser preocupante: en el estrato rural alcanza 41 por ciento; en el semiurbano, 33.8 por ciento, y en el urbano, 38.6 por ciento. Estos resultados pueden relacionarse con lo que señala Bobbio (2007, p. 44): "En conclusión, en la democracia la demanda es fácil y la respuesta difícil; por el contrario la autocracia tiene la capacidad de dificultar la demanda y dispone de una gran facilidad para dar respuestas".37

Tampoco se observa relación entre el ítem "¿qué esperarías de la democracia?" y el estrato poblacional de los jóvenes. La distribución de las preferencias muestra dispersión entre las categorías, por lo que los porcentajes obtenidos en cada una de ellas son bastante bajos. Existe, sin embargo, una excepción sobresaliente en la categoría "no sabe", que alcanza, en el estrato rural, 57.4 por ciento; en el semiurbano, 30.7 por ciento, y en el urbano, 24.5 por ciento. Estos datos indican que es en el grupo de los jóvenes que habitan en núcleos rurales donde la esperanza derivada de la democracia es más ignota, se percibe menos. Ello quizá se debe a que los beneficios de este régimen de gobierno son indistinguibles de otros regímenes en las zonas rurales.38 Es decir, lo percibido se sitúa en bienes materiales que en forma contingente -durante las elecciones- son distribuidos. Esto no ha cambiado con la alternancia de partidos; antes bien, se prioriza en los estratos rurales una cultura política súbdita (de output), donde los electores esperan obtener beneficios de su elección, y no una cultura política participante (de input), que se caracteriza por propiciar electores que se consideren potencialmente comprometidos con la articulación de las demandas y con la formación de las decisiones.

 

La percepción de la democracia y su relación con el número de habitantes del municipio de los jóvenes39 mexicanos

No se observa relación entre la percepción democrática de los jóvenes mexicanos y el número de habitantes del municipio donde habitan respecto al ítem "¿para qué sirve la democracia?" No obstante, los datos nos permiten observar que los entrevistados se sitúan, independientemente del número de habitantes de su localidad, preferentemente en la categoría "para elegir a los gobernantes" (46.6-59.9%), seguida de "para resolver las injusticias en la sociedad" (12.6-19.2%) y "para que la gente le pueda exigir cuentas al gobierno" (12.1-19.1%). La categoría "no sabe", que es importante en otras variables, se muestra en un porcentaje discreto (5.8-10.4%). El resto de las categorías son muy poco significativas.

Tampoco existe relación entre la percepción democrática de los jóvenes mexicanos y el número de habitantes del municipio donde habitan en la pregunta "¿para gobernar el país, qué es preferible?", aunque en este caso la categoría "la democracia es preferible a otra forma de gobierno" sea la más mencionada (48.9-64.3%). Vuelve a preocupar, no obstante, el porcentaje de los que elegirían otra forma de gobierno en determinados casos, indiferentes e ignorantes, que van de 28.7 por ciento, en la categoría 100 000 a 499 999 habitantes, a 45.7 por ciento en la categoría de 20 000 a 99 999 habitantes. Tampoco en este caso se nota una tendencia que nos permita observar una determinada relación en un sentido u otro.

Observamos relación entre la percepción democrática de los jóvenes mexicanos y el número de habitantes del municipio donde habitan en cuanto al ítem "¿qué esperarías de la democracia? La tendencia indica que a menor número de habitantes del municipio aumenta la probabilidad de que los entrevistados se sitúen en la categoría "no sabe", que es además la que obtiene un mayor número de respuestas: 57.4 por ciento en los municipios de 0 a 2 499 habitantes y 24 por ciento en las localidades de 500 000 o más habitantes. Por otra parte, existe dispersión en cuanto a las categorías elegidas, aunque "que se cumpla lo que se promete" (16.1-26.1%) sobresale en alguna medida.

 

La percepción de la democracia y su relación con el nivel socioeconómico del municipio de los jóvenes40 mexicanos

No se observa relación entre el nivel socioeconómico de los municipios donde habita el joven y el ítem "¿para qué sirve la democracia?, y lo único destacable es el alto porcentaje alcanzado "para elegir a los gobernantes" (36.6-64%), correspondiendo este porcentaje tan elevado al nivel socioeconómico 1. Le sigue muy de lejos la categoría "para resolver las injusticias en la sociedad" (4.1-44.5%), con un rango muy disperso. Hay que hacer notar que los niveles socioeconómicos 1 y 2 son en buena medida responsables de este porcentaje, y que en el nivel 2 el nivel de respuesta es muy parecido a la categoría anterior. De forma parecida, aunque con menos dispersión, se muestra la categoría "para que la gente pueda exigir cuentas al gobierno" (3.2-26%), aunque aquí se invierten los papeles: el porcentaje más bajo corresponde al nivel socioeconómico 2 y el más alto al 1.

Respecto al ítem "¿para gobernar el país, qué es preferible?" y el nivel socioeconómico del municipio de los jóvenes tampoco se observa relación. Sin embargo, cabe destacar que mayoritariamente, en todos los niveles socioeconómicos, prefieren la democracia como forma de gobierno. Aunque, de nuevo, es preocupante el alto porcentaje que ante determinadas circunstancias prefiere otro régimen de gobierno, se muestran indiferentes o ignorantes ante el régimen político. En su conjunto, estas tres categorías van de 14.80 por ciento del nivel socioeconómico 2, a 51.10 por ciento en el nivel socioeconómico cinco.

Por último, no se observa relación entre los resultados a la pregunta "¿qué esperarías de la democracia?" y el nivel socioeconómico del municipio de los jóvenes. Cabe precisar que aquí la categoría más importante fue "que se cumpla lo que se promete" (4.1-53.3%), siendo los niveles socioeconómicos 2 (que opta en 32.4 por ciento por la categoría "que mejore el país") y 1, respectivamente, los que se encuentran en ambos extremos del rango. Destaca, de nuevo, el alto porcentaje de los entrevistados que optó por las respuestas "nada", "no sabe" y "no contesta" (34.7-48.80%), nivel socioeconómico del municipio 2 y 4, respectivamente.

 

Conclusiones

Iniciamos nuestro artículo preguntándonos por qué es importante la percepción que los jóvenes mexicanos tienen de la democracia. En ese sentido contestamos con Fernández (1999) que en las nuevas generaciones, respecto a las anteriores, existe una transformación de las valoraciones políticas y de las tendencias ideológicas, así como un ejercicio distinto de la ciudadanía, coincidente con el escenario político mexicano surgido en las últimas décadas, que permitió la democratización del sistema político.

Seguimos señalando, conforme a distintos estudios preliminares (PNUD, 2004a y 2004b) o autores (Przeworski [1995] y O'Donell [1999]), entre otros, que existen variables socioeconómicas que están relacionadas con la democracia de una forma medios-fines, o por lo menos inciden en su calidad. Es decir, la democracia es el medio para conseguir desarrollo y bienestar-dos de sus fines-, al tiempo que propicia una ciudadanía integral, es decir, política, civil y social -otro de sus fines-. Ambos se han relacionado con la calidad de la democracia. Nuestra posición al respecto fue más matizada, sin llegar a ser contraria a la posición apuntada, como puede considerarse lo publicado por Carothers (2002a, 2002b), Acemoglu y Robinson (2005), y Sirvent (2007). Nosotros consideramos que las variables sociodemográficas no mantienen con la democracia la relación y dirección señaladas, sino que inciden, y para ello nos remitimos a Bourdieu (1999), en un habitus que propicia la creación de creencias y actitudes adecuadas a un sistema político: que lo refuerzan sistémicamente, pero que también pueden ser inadecuadas y por lo tanto pueden deteriorarlo. En todo caso, el habitus que consideramos nos remite a la forma práctica en que significados, representaciones y valores se experimentan,41 creando pautas de comportamiento que se transforman en acciones a través de los instrumentos de un pensamiento normativizado que busca la consecución de un fin intencional.

Para contrastar exploratoriamente si se dan el tipo de relaciones señaladas en nuestro objeto de estudio analizamos descriptivamente, a través de tablas de contingencias -que hemos representado como cuadros-, las variables nivel de estudios alcanzado, nivel socioeconómico familiar y desarrollo de la localidad de pertenencia; y las interpretamos a través de ítems que sobre la democracia aparecen en la Encuesta Nacional de la Juventud (2005): "¿Para qué sirve la democracia?", "¿Para gobernar el país, qué es preferible?" y "¿Qué esperarías de la democracia?"

Los resultados muestran que existe una relación inversa entre el nivel educativo alcanzado y la ignorancia sobre la utilidad de la democracia, y lo que se espera de ella; es decir, a menor nivel de estudios aumenta la probabilidad de que la respuesta a la primera y la tercera preguntas sea "no sé". Sin embargo, cuanto mayor es el nivel educativo que se tiene, más se prefiere la opción "la democracia es preferible a otra forma de gobierno", segunda pregunta, y en una proporción pequeña, muy destacada para el nivel de maestría, "que mejore el país". En estos casos existe una relación directa. Esto está en concordancia con lo señalado por Fernández (2003), pero también con lo que señalaron en su momento Berelson y Steiner (1964), y Seymour Martín Lipset en su libro clásico de 1959 El hombre político: las bases sociales de la political42

Respecto al nivel socioeconómico del hogar, son los niveles más bajos los que desconocen -contestan "no sé"- más la utilidad de la democracia, el régimen político preferible para gobernar un país y lo que esperan de la democracia; en estos casos existe una relación inversa. Ésta es directa en las elecciones "la democracia es preferible a otra forma de gobierno" y en la esperanza de que con ella "se cumpla lo que se promete". En ellas, a mayor nivel socioeconómico del hogar, mayor es el porcentaje de respuestas encontradas. Esto también está de acuerdo con lo señalado por Berelson y Steiner (1964).

No obstante las coincidencias que se encuentran entre las variables nivel educativo y nivel socioeconómico, mantuvimos la posición de que ambas eran importantes para entender la percepción sobre la democracia que tienen los jóvenes mexicanos, señalando que la primera era aplicable al propio joven, y la segunda, que dividimos en dos subvariables -ingreso familiar mensual y nivel socioeconómico del hogar-, se aplicaba a su familia. Además, señalamos la no correspondencia de esas dos variables, y remarcamos sus diferencias en cuanto a los resultados obtenidos, lo que hacía recomendable su permanencia.

En cuanto al estrato poblacional, éste muestra una relación inversa al considerar que la democracia sirve "para elegir a los gobernantes", en que "en circunstancias determinadas un gobierno no democrático puede ser mejor" y en el desconocimiento sobre qué se espera de la democracia. En este sentido, cuanto menos urbano es el municipio donde habitan los entrevistados, más se eligen esas categorías. Por otro lado, existe una relación directa con la indiferencia ante la forma de gobierno y con esperar de la democracia "que se cumpla lo que se promete", "que nuestras demandas sean escuchadas", "buenos gobernantes", "respeto a la gente de bajos recursos", "que mejore el país", "convivencia", "que se apoye la educación" y "nada". Aquí son entrevistados de los municipios urbanos los que más optan por estas respuestas. Por último, el ingreso mensual familiar, el nivel socioeconómico del municipio y el número de habitantes del mismo no han mostrado relación con la percepción democrática del joven mexicano.

En conclusión, los resultados obtenidos sugieren la existencia de ciertas relaciones entre variables socioeconómicas y las percepciones juveniles sobre la democracia. Sin embargo, estas últimas no son concluyentes. Es necesario ahondar más en la manera en que se originan. Para lograrlo los estudios cuantitativos como el que aquí presentamos deben complementarse con investigaciones cualitativas que nos den cuenta del contexto que articula las opiniones expresadas, y que también nos informen sobre el alto porcentaje de jóvenes que se muestran indiferentes o ignorantes ante la democracia. A pesar de que esta sea la forma preferida de gobierno, que sea asimilada a la elección de gobernantes y se tengan ciertas expectativas sobre ella los resultados presentan porcentajes altos de población juvenil que, como dijimos, ignoran o son insensibles a la manera en que se toman las decisiones políticas que les afectan.

 

Referencias bibliográficas

Acemoglu, Daron y James Robinson (2005),Economic-Origins of Dictatorship and Democracy, Nueva York, Cambridge University Press.         [ Links ]

Almond, Gabriel y Sidney Verba (1963), The Civic Culture: Political Attitudes and Democracy in the Five Nations, New Jersey, Princeton University Press.         [ Links ]

Becerra, Ricardo (1996), "Participación política y ciudadana de los jóvenes", en José Antonio Pérez Islas (coord.), Jóvenes: evaluación del conocimiento. Investigación sobre juventud en México 1986-1999, México, t. II, pp. 529-603.         [ Links ]

Berelson, Bernard y Gary Steiner (1964), Human Behavior: An Inventory of Scientific Findings, Nueva York, Harcourt, Brace & World.         [ Links ]

Bobbio, Norberto (2006), "Introducción", en Gaetano Mosca, La clase política, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 7-35.         [ Links ]

----------(2007), El futuro de la democracia, México, Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

Bourdieu, Pierre (1999), Meditaciones pascalianas, Barcelona, Anagrama.         [ Links ]

Burchardt, Hans-Jürgen (2008), "Desigualdad y democracia", Nueva Sociedad, 215, mayo-junio, pp. 79-94.         [ Links ]

Carothers, Thomas (2002a), "The End of the Transition Paradigm", Journal of Democracy, 13 (1), pp. 5-21.         [ Links ]

----------(2002b), "Debating the Transition Paradigm. A Reply to my Critics", Journal of Democracy, 13 (3), pp. 33-38.         [ Links ]

Centro de Investigaciones y Estudios sobre Juventud (ENJ) (2005), Encuesta Nacional de Juventud, México, Instituto Mexicano de la Juventud.         [ Links ]

Concha, Hugo A. et al. (2004), Cultura de la Constitución en México: Una encuesta nacional de actitudes, percepciones y valores, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y Comisión Federal de Mejora Regulatoria.         [ Links ]

Crespo, José Antonio (1988), "Nivel de información política en los universitarios mexicanos", Foro Internacional, 114, pp. 120-136.         [ Links ]

ENCUP (2001), Primera encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas, Segob, en http://www.encup.gob.mx/encup/index.php?page=encup [28 de abril de 2009]         [ Links ].

----------(2003), Segunda encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas, Segob, en http://www.encup.gob.mx/encup/index.php?page=encup [28 de abril de 2009]         [ Links ].

----------(2005), Tercera encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas, Segob, en http://www.encup.gob.mx/encup/index.php?page=encup [28 de abril de 2009]         [ Links ].

----------(2008), Cuarta encuesta nacional sobre cultura política y prácticas ciudadanas, Segob, en http://www.encup.gob.mx/encup/index.php?page=encup [28 de abril de 2009]         [ Links ].

Fernández, Anna (1999), "Elecciones, jóvenes y política", Convergencia, 6 (20), septiembre-diciembre, pp.123-139.         [ Links ]

----------(2003), Cultura política y jóvenes en el umbral del nuevo milenio, México, Instituto Mexicano de la Juventud.         [ Links ]

Lipset, Seymour M. [1959] (1987), El hombre político: las bases sociales de la política, Madrid, Tecnos.         [ Links ]

Maslow, Abraham H. (1943), "A Theory of Human Motivation", Psychological Review, 50, pp. 370-396.         [ Links ]

Merino, Mauricio (2001), "La participación ciudadana en la democracia", Cuadernos de divulgación de la cultura política, Instituto Federal Electoral, en http://www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/la_participacion_ciudadana_en_la.htm#presenta [15 de abril de 2009]         [ Links ].

Milbrath, Lester W. y Madan Lal Goel (1977), Political Participation, Boston, University Press of America.         [ Links ]

Miranda, Roberto (2006), "La cultura política nacional y la cultura política universitaria", en Adrián Acosta (coord.), Poder, gobernabilidad y cambio institucional en las universidades públicas en México 1990-2000, Guadalajara, Universidad de Guadalajara.         [ Links ]

Munck, Gerardo L. y Jay Verkuilen (2002), "Conceptualizando y midiendo la democracia: Una evaluación de índices alternativos", Política y Gobierno, IX (2), II semestre, pp. 403-441.         [ Links ]

Nie, Norman H. y Sidney Verba (1975), "Political Participation", en Fred I. Greenstein y Nelson W. Polsby (eds.), Handbook of Political Science, Massachusetts, Addison-Wesley.         [ Links ]

O'Donell, Guillermo (1999), "Horizontal Accountability and Ne Polyarchies", en Andreas Shedler, Larry Diamond y Mark Plattner (eds.), The Self-Restraining State: Power and Accountability in New Democracies, Boulder-Londres, Lynne Rienner.         [ Links ]

O'Donell, Guillermo et al. (eds.) (2003), Democracia, desarrollo humano y ciudadanía. Reflexiones sobre la calidad de la democracia en América Latina, Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones.         [ Links ]

Oriol Prats, Joan y Oscar del Alamo (2000), "Democracia electrónica: conceptos, tipos y posicionamientos", en http://www.iigob.org/documentos/?p=6_0094 [20 de abril de 2009]         [ Links ].

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2004a), La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos, Buenos Aires, Aguilar.         [ Links ]

----------(2004b), La democracia en América Latina. Contribuciones para el debate, Buenos Aires, Aguilar.         [ Links ]

Przeworski, Adam (1995), "Democracy and Economic Development", en Edward D. Mansfield y Richard Sisson (eds.), Political Science and the Public Interest, Columbus, Ohio State University Press.         [ Links ]

Przeworski, Adam et al. (1999), Accountability and Representation, Nueva York, Cambridge University Press.         [ Links ]

Quiroz, Edaly Guisell (2006), "La juventud y la democracia en México: La perspectiva política de una nueva generación", iLatina, 2 (9), julio, pp. 16-19.         [ Links ]

Sandoval, Juan (2003), "Ciudadanía y juventud: El dilema entre la integración social y la diversidad cultural", Última Década, 11 (19), noviembre, pp. 31-45.         [ Links ]

Secretaría de Gobernación (2003), "Programa Especial para el Fomento de la Cultura Democrática, Resumen Ejecutivo", México, Secretaría de Gobernación.         [ Links ]

Sirvent, Carlos (2007), "Midiendo la democracia: Una pretensión engañosa", Este País, 198, septiembre, pp. 25-29.         [ Links ]

Taguenca, Juan Antonio (2009), "El concepto de juventud", Revista Mexicana de Sociología, 001, pp. 159-190.         [ Links ]

Urteaga, Maritza (2005), "Imágenes juveniles del México moderno", en José Antonio Pérez Islas y Maritza Urteaga Castro-Pozo (coords.), Historias de los jóvenes en México: Su presencia en el siglo XX, México, Instituto Mexicano de la Juventud, pp. 33-89.         [ Links ]

Villoro, Luis (2008), Creer, saber, conocer, México, Siglo XXI.         [ Links ]

 

Apéndice

 

Notas

Este artículo ha sido posible gracias a la financiación concedida por el Programa de Mejoramiento del Profesorado-Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (Promep-UAEH) al proyecto "La democracia en juego: cultura política y capital social en los jóvenes de Hidalgo". Los autores de este artículo agradecen los comentarios y el trabajo de búsqueda bibliográfica de los estudiantes becados en este proyecto: Óscar Alejandro Sampedro Fernández, Job Ortiz Ortiz y Armando Miguel Hernández Esquivel. Una versión preliminar del artículo fue presentada como ponencia en el XXI Congreso Mundial de Ciencia Política, celebrado en la Ciudad de Santiago de Chile del 12 al 16 de julio de 2009.

1 Al respecto, en México "en 2003, y según fuentes del Instituto Federal Electoral (ife), entre 60 y 70 por ciento de la población joven que estaba inscrita en el padrón electoral se abstuvo de emitir su voto" (Quiroz, 2006, p. 18). En el mismo sentido Anna Fernández nos dice: "También veo con preocupación que muchos jóvenes incluso ven con enfado la necesidad de participar en política ejerciendo su derecho al voto. Una parte importante de los abstencionistas son jóvenes, lamentablemente. Entonces hay que tener mucha preocupación sobre este fenómeno que existe en México y que cada vez va permeando más a los jóvenes" (Fernández, 2003, p. 67).

2 Las creencias pueden definirse como "un estado disposicional adquirido, que causa un conjunto coherente de repuestas y que está determinado por un objeto o situación objetiva aprehendidos." (Villoro, 2008, p. 71).

3 Gordon Allport definió en 1935 la actitud como un: "estado mental o neuronal de disposición, organizado mediante la experiencia, que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre la respuesta del individuo a todos los objetos o situaciones con los que está relacionado (...) al ser una respuesta 'dirigida', tiene una dirección favorable o desfavorable [positiva o negativa] hacia el objeto" (citado por Villoro, 2008, p. 44). Las actitudes son importantes, ya que: "Los enunciados verbales ('opiniones') (...) forman parte de las respuestas manifiestas producidas por la actitud. [Expresan] respuestas [basadas] en afectos o intenciones [no respuestas basadas en la creencia de la verdad del objeto, como es el caso de las creencias]". (Villoro, 2008, p. 47). Los subrayados que aparecen entre corchetes son nuestros.

4 Desarrollar teóricamente estos dos aspectos nos ocuparía un espacio del que aquí no disponemos y nos alejaría del objetivo que nos hemos propuesto en este artículo. Para un desarrollo más pormenorizado de los mismos remitimos, para el primero de ellos, a Taguenca (2009, pp. 159-190) y, para el segundo, a Sandoval (2003, pp. 31-45).

5 En este mismo sentido Anna Fernández nos dice: "Pese a este vacío [se refiere a los estudios sobre la juventud mexicana], hay varios acercamientos específicos a este sujeto social; a menudo a partir de estudios generales o más amplios sobre política y siempre desde un enfoque de carácter cuantitativo. Estas investigaciones han mostrado cómo las valoraciones políticas o tendencias ideológicas de la juventud señalan hacia una transformación, en el sentido de nuevas actitudes y conductas en el ejercicio de la ciudadanía, las cuales van desde un mayor interés desde el ámbito donde se debaten los asuntos públicos y más elevada participación electoral, hasta una crítica y un escepticismo más agudos hacia la política, los partidos y los políticos, junto a mayor libertad y autonomía, pasando por preferencias electorales plurales u opositoras. Siempre y en todo momento, comparando dichas posiciones con las que muestran otros grupos etarios [...]. [Y más adelante, citando a Becerra (1996)] Diversas y variadas son las pistas que señalan nuevos escenarios políticos, renovación de valores y cambios en los resultados electorales, a través de la incorporación de nuevas generaciones al ejercicio del voto, lo que se ha llamado 'la teoría del reemplazo generacional'" (Fernández, 1999, p. 124).

6 La democracia es el régimen político más relevante teórica y prácticamente, además de ser el más extendido en el mundo. En este sentido, Bobbio nos dice: "No creo ser demasiado temerario si digo que nuestro tiempo podría ser llamado l'ère des démocraties. La democracia se ha vuelto en estos años el denominador común de todas las cuestiones políticamente relevantes, teóricas y prácticas" (Bobbio, 2007, p. 9). Respecto a los jóvenes, los entendemos aquí como grupo etario y no como una generación en sentido sociológico, la cual remite además de a una edad a conocimientos, imágenes, una cultura y a ciertas perspectivas que en el conjunto de la juventud mexicana no se dan.

7 Según Pierre Bourdieu, el habitus está constituido por "esquemas de percepción, de apreciación y de acción que permiten llevar a cabo actos de conocimiento práctico, basados en la identificación y el reconocimiento de los estímulos condicionales y convencionales a los que están dispuestos a reaccionar, así como engendrar, sin posición explícita de los fines ni cálculo racional de los medios, unas estrategias adaptadas y renovadas sin cesar, pero dentro de los límites de las imposiciones estructurales de las que son producto y que los definen" (Bourdieu, 1999, p. 183).

8 Esto nos remite en última instancia al régimen de verdad constituido en una sociedad dada en un momento histórico determinado.

9 Existen, sin embargo, discrepancias en torno a si variables económicas, concretamente de crecimiento, son explicativas de una menor o mayor "calidad democrática". En ese sentido se encuentran escritos como los de, por ejemplo, Przeworski (1995), Przeworski et al. (1999), O'Donell (1999), O'Donell et al. (2003) y PNUD (2004a y 2004b), ya citado en el texto; y en sentido contrario están los trabajos de Carothers (2002a y 2002b), Acemoglu y Robinson (2005), y Sirvent (2007). Hans-Jürgen Burchardt (2008, p. 79) resume lo que empíricamente está detrás de ambas posiciones teóricas: "La teoría de la transición sostenía que la democratización de los regímenes políticos conduciría a la prosperidad económica, lo cual a su vez contribuiría a consolidar las instituciones democráticas. Pero este círculo virtuoso, elaborado sobre la base de la experiencia de los países desarrollados no se concretó en la práctica. América Latina es una región plenamente democratizada que, sin embargo, mantiene niveles críticos de pobreza y desigualdad".

10 En estos dos apartados los jóvenes mexicanos encuestados que hemos tenido en cuenta van desde los 12 hasta los 29 años de edad.

11 Estas subvariables las abordaremos más adelante.

12 Esta variable no cuenta con subvariables.

13 Otras posibles opciones de respuesta fueron: carrera secretarial con primaria, carrera técnica con secundaria terminada, carrera técnica con preparatoria terminada y normal; que fueron adicionadas a las categorías primaria, secundaria, preparatoria y profesional respectivamente.

14 Incluye los jóvenes con carrera técnica con secundaria terminada.

15 Incluye los jóvenes con bachillerato, así como los que tienen carreta técnica con preparatoria terminada.

16 Incluye los jóvenes con carrera secretarial con primaria. "Incluye los jóvenes con estudios en escuelas normales superiores.

18 Entre las opciones poco recurrentes se encuentran: ns que corresponde a la opción "no sabe" y nc a "no contestó"; 0.55 por ciento de los encuestados recurrió a ellas. En la categoría "ninguno" también se encuentran aquellos que tienen como último grado de estudios "preescolar".

19 Al respecto puede consultarse también a Crespo (1988, pp. 120-136). Para la relación del nivel educativo alcanzado respecto a la participación ciudadana en la política, y por lo tanto con una incidencia en la cultura política y en la calidad democrática, pueden verse, por ejemplo, Almond y Verba (1963), Nie y Verba (1975) y Milbrath y Goel (1977).

20 Como es sabido, la pirámide de Abraham Maslow suele representarse en cinco niveles, de los cuales los cuatro primeros -fisiología, seguridad, afiliación y reconocimiento- son agrupados en la categoría de "necesidades de déficit" y el último -autorrealización-, situado en la cúspide, en la categoría "motivación de crecimiento". Sólo los primeros pueden ser satisfechos, pero en un sentido progresivo, es decir, sólo se asciende de nivel cuando el anterior queda resuelto. Por otro lado, el último nivel siempre está pendiente de satisfacción, puesto que implica un progreso que no tiene fin. Para más detalle, véase Maslow (1943).

21 Sería prácticamente imposible dar cuenta de todas las características, y más aún de todas las dimensiones, con las que se ha vinculado la democracia. Tampoco sería conveniente hacerlo. Pero sí sería posible, e incluso deseable, realizar una pregunta que nos permitiera obtener más y mejor información sobre el conocimiento que tienen nuestros jóvenes de este régimen de gobierno. Un esfuerzo en este sentido, a través de la construcción del concepto y su medición con índices alternativos, lo realizan Gerardo L. Munck y Jay Verkuilen (2002).

22 El rango de edad contemplado aquí fue de 15 a 29 años.

23 Estos datos indican lo expresado, y no deben entenderse en sentido agrupado de no apoyo a la democracia, o de apoyo a un régimen autoritario. Sin embargo, es preocupante, y así lo indicamos, que sólo aproximadamente la mitad de los entrevistados (54.8%) manifieste expresamente su preferencia por la democracia a otra forma de gobierno. Los demás, independientemente de las interpretaciones que se puedan hacer de los datos aportados, no lo hacen. Y eso es lo más destacable, desde nuestro punto de vista, del análisis de este cuadro.

24 En este sentido, la socialización política en un sentido cívico debería traducirse en un porcentaje mayor en la elección de la categoría: "la democracia es preferible a otra forma de gobierno".

25 Al respecto Hugo A. Concha Cantú et al. (2004, p. 57) refiere que: "Actualmente, existe una amplia coincidencia en torno a la democracia como forma deseable de gobierno. Sin embargo, este acuerdo generalizado se enfrenta a la brecha entre las demandas y deseos de la sociedad y los resultados y características que tienen los regímenes democráticos en la práctica. [Y más claramente para lo que aquí nos interesa resaltar.] Así, por un lado, existe una sobreexpectativa acerca de sus resultados y, por otro, una sobredemanda en su desempeño, hechos que, en la práctica, tienden a producir un efecto paradójico al reducir tanto su deseabilidad como su apoyo. La inclinación por la democracia se manifiesta entonces más en un nivel discursivo que en la práctica".

26 Norberto Bobbio, en la introducción a la obra clásica de Gaetano Mosca La base política, nos ofrece una distinción, realizada por pares, entre real-ideal y real-aparente: "En la antítesis real-ideal, concepción realista significa dirigir la atención, no a lo que los hombres piensan de sí mismos, o se imaginan que son, sino a su comportamiento efectivo. En cambio, la antítesis real-aparente significa atender a la verdadera naturaleza de las relaciones sociales que se esconden detrás de las formas exteriores de las instituciones" (Bobbio, 2006, p. 11).

27 Al respecto se debe advertir que la suma de algunos porcentajes no necesariamente coincide con su total. Esto se debe al redondeo efectuado: sólo se utilizó un decimal.

28 En la figura 1 se introducen distintos círculos, mismos que conforman conjuntos de categorías de respuesta: las que obtuvieron mayor porcentaje de opiniones en la encuesta. Los subconjuntos que comparten dos o más círculos expresan que un porcentaje determinado de entrevistados optó simultáneamente en sus contestaciones por dos o tres categorías de las respuestas aquí introducidas. El porcentaje que aparece al margen de los círculos expresa cuántos entrevistados no optaron por ninguna de las tres respuestas mayoritarias que aquí consideramos.

29 Aquí el rango de edad considerado va de los 18 a los 29 años.

30 Estos porcentajes coinciden cuando se relaciona la preferencia por la democracia como forma de gobierno con el nivel socioeconómico del municipio, su estrato poblacional y el tamaño del lugar de procedencia del joven.

31 Esta cultura cívica se nutre de ciudadanos demócratas, que según el Programa Especial para el Fomento de la Cultura Democrática, llevado a cabo por la Secretaría de Gobernación, son aquellos que: "Son críticos, comprometidos, y activos y conscientes de sus derechos y deberes fundamentales; tienen preferencias por un sistema democrático; están dispuestos a promover y armonizar intereses a través de la construcción de consensos; participan en deliberaciones públicas sobre los temas en los que desean influir; orientan sus acciones conforme a valores y principios democráticos; están informados sobre los asuntos públicos de su comunidad y de su país; tienen un sentido de corresponsabilidad en relación con las actividades del Estado y participan activamente en la solución de los problemas de la sociedad y su mejora continua, y están dispuestos a utilizar mecanismos institucionales para expresar sus demandas y promover sus intereses" (Secretaría de Gobernación, 2003, p. 1).

32 Estos porcentajes coinciden cuando se relacionan las esperanzas de la democracia con el nivel socioeconómico del municipio, su estrato poblacional y el tamaño del lugar de procedencia del joven.

33 En cuanto a las reglas, la más importante es la de mayoría, que hace alusión al número de decisores y a la legitimidad y respeto a lo decidido. Otra regla importante es la de la transparencia del poder, cuyo cumplimiento afecta directamente a la posibilidad de existencia del régimen democrático. Por último, el tipo de democracia representativa se caracteriza por un debate en libertad que crea las mayorías necesarias para la toma de decisiones.

34 En esta sección se analizan jóvenes de 18 a 29 años de edad.

35 En esta sección se analizan los jóvenes de 18 a 29 años.

36 En esta sección se analizan los jóvenes de 18 a 29 años.

37 No nos es posible comprobar esta tesis aquí.

38 Los datos no nos permiten contrastar esta hipótesis.

39 En esta sección se analizan los jóvenes de 18 a 29 años.

40 En esta sección se analizan los jóvenes de 18 a 29 años.

41 Cfr. Miranda (2006).

42 La edición que aquí manejamos es la publicada por Tecnos en 1987.

 

Información sobre los autores

*Juan Antonio Taguenca Belmonte (juantaguenca@yahoo.com.mx) es profesor-investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Ctra. Pachuca-Actopan, km 4, Tel. 77 17 172000(ext.5202).

Bernabé Lugo Neria (bernalugo@hotmail.com) es profesor-investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, Ctra. Pachuca-Actopan, km 4, Tel. 77 17 172000(ext.5202).

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons