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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.15 no.2 Ciudad de México ene. 2008

 

Reseñas

 

Entre las bestias y los dioses: Del espíritu de las leyes y de los valores políticos, por Federico Reyes Heroles

 

Francisco Sales Heredia

 

México, Océano, 2004, 250 pp.

 

Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, Cámara de Diputados.

 

El texto que aquí se reseña es un libro de apuntes, entrelazados por una idea poderosa que proviene de los griegos: somos personas en tanto participamos en sociedad, fuera de ella somos bestias o dioses. La pregunta que se hace Federico Reyes Heroles es una vieja pregunta con pocas respuestas. Se trata de cómo lograr sociedades adecuadas para formar personas que ejerzan sus derechos en libertad. Reyes Heroles parte de principios liberales perfeccionistas para destacar una serie de requerimientos para lograr sociedades de este tipo. Afirmo que sus postulados son perfeccionistas pues aspira a un tipo de sociedad en el futuro y no acepta la posibilidad, también liberal, de que los individuos elijan su propia ruina, como parece ser el caso de muchas sociedades en el pasado y en el presente.

El autor básicamente se refiere a los problemas generales que entraña la cooperación social para lograr espacios donde cada ciudadano pueda desarrollar su idea de vida y en particular los problemas que enfrenta México para lograr tales objetivos. Los problemas planteados son descritos con anteojos liberales, es decir, se trata de los problemas que desde la visión liberal perfeccionista aquejan a las sociedades que se alejan del ideal democrático con un equilibrio de poderes y con participación ciudadana en lo público.

El primer problema general planteado es el del gobierno. En sociedades plurales con múltiples grupos de poder real, ciudades enormes y tendencias a la diversificación, el gobernar se vuelve muy difícil. Una tendencia liberal pura no perfeccionista propondría que el ejercicio de las libertades implica la posibilidad de renunciar a las mismas libertades o a intercambiar el orden de prioridad de las libertades otorgadas por el acuerdo social, permitiendo, por ejemplo, desarrollos autoritarios que primen el desarrollo económico antes que el desarrollo político. Para Reyes Heroles, dentro de una vieja y saludable tradición, se trata de identificar los problemas que involucra el gobierno único de lo múltiple y proponer esbozos de cómo reencauzar el camino hacia la democracia participativa, negando desvíos en el camino.

Otro de los problemas generales relevantes de las sociedades contemporáneas identificados por el autor es la educación. El problema planteado es cómo lograr transmitir los valores que involucran a la civilización como espacio global que permite las acciones locales en su diversidad. Este autor afirma que la educación debe politizar a los ciudadanos, politizar en el sentido del actuar público y del educar laico para respetar las búsquedas individuales. Sin embargo, de un plumazo, elimina justamente uno de los logros más caros de las sociedades liberales, es decir, permitir que los diversos se agrupen y eduquen en la diversidad. La tensión es evidente, las sociedades liberales deben preguntarse si deben permitir la existencia de escuelas que eduquen en valores patriarcales, conservadores religiosos, o si sólo deben existir escuelas ciudadanas, plurales y laicas.

Para Reyes Heroles, uno de los problemas más graves de lo público es la corrupción. Se trata de un tema que para el autor mina los cimientos de la sociedad y que resulta paradójico, pues sucede tanto en viejas democracias como en regímenes autoritarios. La corrupción parece ser el resultado de las trabas impuestas por la burocracia al libre comercio y al libre flujo de la información. El autor relaciona el tema con el capital social, parecería que ahí donde los ciudadanos se organizan para fomentar sus preferencias en grupo, la corrupción sucede menos que ahí donde los ciudadanos desconfían uno de otro. Resulta paradójico, sin embargo, que la individualidad, valor tan preciado en los países de añejas democracias, sólo funciona si se desarrolla en un entorno de múltiples agrupaciones ciudadanas y donde existe como estandarte del salvarse a sí mismo, es una receta para el desastre.

El caso de la mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo el mexicano, es motivo de una pregunta relevante que puede sonar antimoderna, se trata de si existe un punto en común que marque el origen del desastre en el que se encuentran estos países. Reyes Heroles esboza una respuesta liberal en torno a las corporaciones que han acompañado a estas sociedades en su historia y que han desdibujado a los individuos y han impedido su participación como ciudadanos iguales.

El caso de México es sintomático, parecía hace cincuenta años un lugar con potencialidades enormes y se encuentra al inicio del siglo XXI como un lugar sin rumbo y con problemas enormes en muchos ámbitos. Reyes Heroles los describe desde una perspectiva previsora, mirando al pasado desde el futuro. Lo que ve, de seguir el país como sigue, es un desierto. Un país sin gobierno que enfrente los problemas, dividido en torno a las posturas políticas y religiosas, sin infraestructura, con más de la mitad de su población pobre y sin futuro, con una población vieja mirando al norte milagroso, un país sin bosques ni selvas, sin agua, sin recursos y lleno de basura.

Las soluciones que propone Reyes Heroles giran en torno a un esfuerzo del Estado para educar a los ciudadanos en sus derechos y obligaciones, y en cómo ejercerlos. Parecería que el autor deseara que los grandes cambios que ha enfrentado el país en los últimos años puedan modificar el rumbo y reconstruir el camino liberal iniciado en 1857. Lo cierto es que las formas de gobierno local pueden variar enormemente en México y las soluciones, como afirma este autor, lo más probable es que surjan de entornos locales, que por azar o por diseño logren entrar a círculos virtuosos de desarrollo.

Las expectativas no son nada alentadoras; sin embargo, al término del libro, un lector desencantado o realista puede concluir que los mexicanos hemos elegido libremente despeñarnos. Un optimista puede encontrar algunas sugerencias para detener la caída y propiciar un mejor entorno.

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