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Política y gobierno

versión impresa ISSN 1665-2037

Polít. gob vol.15 no.1 Ciudad de México ene. 2008

 

Ensayo bibliográfico

 

Los métodos cualitativos en la ciencia política contemporánea: Avances, agendas y retos

 

Qualitative Methods in Contemporary Political Science: Advancements, Agendas and Challenges

 

Arturo C. Sotomayor*

 

* Profesor e investigador de la División de Estudios Internacionales en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, Carretera México–Toluca 3655, Col. Lomas de Santa Fe, C.P. 01210, México, D.F. Correo electrónico: arturo.sotomayor@cide.edu.

 

El artículo se recibió en marzo de 2007.
Aceptó para su publicación en julio del mismo año.

 

Resumen

Durante los últimos años los métodos cualitativos han experimentado un renacimiento en la ciencia política, con una abundante literatura que promueve sus muchos usos en la disciplina. Este artículo describe la trayectoria y analiza las contribuciones de cuatro publicaciones recientes sobre métodos cualitativos. Los temas comunes de estas publicaciones incluyen el proceso de selección de los estudios de caso, los factores temporales en el análisis de los procesos políticos y el diálogo entre diferentes metodologías. Este ensayo argumenta que si bien esta literatura provee herramientas valiosas para llevar a cabo una investigación rigurosa, al mismo tiempo permanece diferenciada y subdesarrollada con respecto a los métodos cuantitativos. Los libros aquí reseñados ofrecen un servicio valioso a los investigadores tanto por los problemas que plantean —y no resuelven—, como por las respuestas y sugerencias que proponen.

Palabras clave: metodología cualitativa, estudios de caso, procesos causales, diálogo entre metodologías, diseño de investigación.

 

Abstract

Qualitative methods have recently experienced a revival in political science, with a rich literature developing and disseminating their many uses in the field. This article describes the trajectories and analyzes the contributions of four recent books in qualitative methods. The common issues binding all these publications include case selection, timing and sequence in political processes, and the debate between qualitative and quantitative methods. The article argues that although much of this literature provides valuable tools for pursuing rigorous research, it continues to be differentiated and underdeveloped vis–à–vis quantitative methods. These books under review perform a valuable service to social scientists, both for the problems they raise but leave unsolved, as for the solutions they offer.

Key words: qualitative methods, case studies, causal processes, quantitative and qualitative methods debate, research design.

 

Brady, Henry E. y David Collier (eds.) (2004), Rethinking Social Inquiry: Diverse Tools, Shared Standards, Nueva York, Rowman & Littlefield Publishers.

George, Alexander L. y Andrew Bennett (2004), Case Studies and Theory Development in the Social Sciences, Cambridge, Massachusetts, MIT Press. Goertz, Gary (2006), Social Science Concepts: A User's Guide, Princeton, Princeton University Press.

Mahoney, James y Dietrich Rueschemeyer (eds.) (2003), Comparative Historical Analysis in the Social Sciences, Nueva York, Cambridge University Press.

 

Los estudios cualitativos en las ciencias sociales en general y en la ciencia política en particular han suscitado un renovado interés entre los expertos en metodología. Los cuatro títulos reseñados en este estudio bibliográfico ciertamente contribuyen al desarrollo de una metodología cualitativa rigurosa en la disciplina social y alimentan el debate añejo que existe entre los seguidores de diferentes enfoques metodológicos. Si bien los autores de estas publicaciones no parecen estar unificados en torno a una única aproximación metodológica, todos desarrollan ideas en torno a tres temas comunes: el proceso de selección de estudios de caso, los factores temporales en el análisis de los procesos políticos y el diálogo entre diferentes metodologías.

Asimismo, los títulos analizados tienen otro elemento en común: su publicación fue motivada como una reacción contra la preeminencia de que gozan los métodos formales y estadísticos en las ciencias sociales. En particular, se puede afirmar que estos cuatro libros son una respuesta alterna al ya clásico Designing Social Inquiry: Scientific Inference in Qualitative Research de Gary King, Robert O. Keohane y Sydney Verba (en adelante KKV), el cual, a más de una década de su publicación, se ha leído como la visión metodológica más importante en la ciencia política contemporánea (KKV, 1994). Este último título influyó de manera determinante sobre cómo, hasta entonces, se diseñaban las agendas de investigación, dando prioridad a los métodos cuantitativos y, sobre todo, a los estadísticos como método para lograr la inferencia causal. Sin embargo, como bien describen Brady y Collier, el libro de KKV también distorsionó el quehacer del politólogo al ofrecerle herramientas cuantitativas sólidas, pero nociones vagas e imprecisas sobre las herramientas cualitativas. Así, los libros reseñados intentan aclarar y corregir muchos de los argumentos desarrollados por KKV en 1994. De hecho, se recomienda iniciar la lectura de estos libros con la publicación compilada por Brady y Collier, cuyo título Rethinking Social Inquiry sugiere ya una revisión crítica del clásico de KKV y ofrece una excelente reseña de los argumentos desarrollados por los autores antes citados.

Otro denominador común que es necesario destacar en estos cuatro títulos es que en todos participan autores que son igualmente conocedores de los métodos cualitativos y diestros en los métodos cuantitativos. En otras palabras, las críticas expuestas en contra de los métodos formales y estadísticos están formuladas con fundamento y con profundo conocimiento sobre cuáles son sus limitaciones y alcances. Autores como Henry E. Brady, Gary Goertz y el propio Andrew Bennett se formaron académicamente bajo la influencia de los métodos duros. Brady, experto en economía política y egresado del Massachusets Institute of Technology, posee también un grado en física cuántica. Gary Goertz, egresado de la Universidad de Michigan, fue reclutado por la Universidad Estatal de Arizona para dictar cátedra sobre métodos estadísticos. Andrew Bennett estudió ciencia política en Stanford, donde empezó a utilizar métodos formales, en especial la elección racional. Este hecho revela que el estudio de los métodos cuantitativos y cualitativos se ha vuelto ya un requisito indispensable en la formación de los politólogos profesionales. No es suficiente conocer las técnicas cuantitativas, formales o cualitativas para reclamar el título de metodólogo. Si bien la formación en métodos cualitativos ha sido más lenta de lo deseado, lo cierto es que aun un buen estadístico o un seguidor de la elección racional debe saber cómo hacer uso de métodos netamente cualitativos para proseguir con sus investigaciones según los cánones de la disciplina. La naturaleza del diálogo entre los cuali y los cuanti, como se conocen en Estados Unidos, dependerá de que ambos campos conozcan y estén familiarizados con sus respectivos lenguajes, conceptos y términos.

Un dato igualmente curioso sobre los autores es que todos han coincidido en un lugar: el Consorcio sobre Métodos de Investigación Cualitativa de la Universidad Estatal de Arizona, en la que año con año se entrena a más de una centena de neófitos y hasta escépticos en métodos cualitativos. No sólo los autores se agradecen mutuamente en sus respectivas publicaciones, sino que frecuentemente participan en paneles, talleres y seminarios sobre metodología. En ese sentido, los libros aquí reseñados son una extensión más del diálogo y las redes que estos autores ya han formalizado a través del Consorcio mismo. Por desgracia, el reciente fallecimiento de Alexander L. George es una pérdida importante para el grupo, ya que éste no sólo motivó la creación del Consorcio, sino que formó a sus miembros clave, incluyendo a Andrew Bennett, con quien escribió éste su último y, paradójicamente, quizá más premiado libro.

Es meritorio y motivo de celebración que aparezcan estudios de esta naturaleza en un momento en el cual la ciencia política parece balancearse más hacia los métodos duros. Según un estudio realizado por Andrew Bennett, Aharon Barth y Kenneth R. Rutherford, desde la década de los setenta los estudios cualitativos se han reducido en número, ya que las treinta revistas más importantes de la disciplina publican artículos sobre el tema que representa aproximadamente 12 por ciento de sus páginas, una tasa mucho menor que la de los ensayos publicados con métodos cuantitativos (Bennett, Barth y Rutherford, 2003). Ciertamente, esta estadística no se refleja de manera homogénea en todas las publicaciones sobre ciencia política. En un estudio similar, Gerardo L. Munck y Richard Snyder demuestran que en revistas como Comparative Political Studies, Comparative Politics y World Politics se siguen publicando ensayos descriptivos en su análisis, inductivos en su método y cualitativos en la forma de analizar los datos (Munck y Snyder, 2007). No obstante, para autores como James Mahoney, estas revistas suelen ser la excepción, en parte porque incluyen temas subdisciplinarios de la ciencia política, como la política comparada. En cambio, revistas con un enfoque más amplio, como American Political Science Review, dedican 90 por ciento de sus páginas a artículos de carácter cuantitativo (Mahoney, 2007, p. 33).

Si bien los libros que se reseñan ofrecen un toque de esperanza para mantener vivos los métodos cualitativos, la verdad es que estos estudios se encuentran en un estado incipiente en comparación con el rigor, la madurez y los avances logrados por los métodos cuantitativos en los últimos años. Los autores logran rescatar y justificar la importancia de los análisis cualitativos en la ciencia política de manera exitosa y responden al desafío planteado por KKV; sin embargo, sus planteamientos ofrecen más preguntas que respuestas. A diferencia de los cuantitativos, los métodos cualitativos son tan heterogéneos que no comparten un hilo conductor unificado y suelen diferir entre sí. Estas diferencias van desde la definición misma de un concepto o caso de estudio, hasta la manera en que debe aplicarse el método. El reto por alcanzar el rigor académico en el área cualitativa sigue siendo enorme y la distancia que separa a los cuali de los cuanti es aún considerable.

Cabe mencionar que el debate entre metodologías cuantitativas y cualitativas parece ser exclusivo de la ciencia política estadounidense, pero ni México ni América Latina son ajenos a ese debate, ya que ciertas corrientes latinoamericanas —sobre todo las afines a los estudios de opinión pública e instituciones formales— han emulado métodos y formas estadounidenses. La imitación de métodos y formas en la región es inevitable en virtud de los escasos recursos que posee la disciplina en esta parte del mundo y la relativa pequeñez de la comunidad de politólogos. Sin embargo, quizá por eso convenga ojear lo que en Estados Unidos se debate en materia de métodos cualitativos. Al menos de esa forma no podrán acusar a la barroca ciencia política latinoamericana de estar depassé y hasta quizá se puedan prevenir los errores y las distorsiones metodológicas que ya se han cometido en el norte.

En este estudio bibliográfico se procede, por lo tanto, a analizar estos cuatro libros siguiendo tres temas comunes y afines en todos ellos. Primero, se discutirá el debate sobre los sesgos de selección en los estudios de caso y la forma en que los expertos cualitativos han procedido para escapar de este riesgo frecuente. Segundo, se analizará cómo los diferentes autores exploran la temporalidad de los fenómenos políticos y los métodos disponibles para abordarlos. Finalmente, se tratará la manera en que estas diferentes publicaciones tratan el tema del diálogo entre metodologías. Cada sección está acompañada de una lectura crítica, pero constructiva de los argumentos.

 

Los estudios de caso y los sesgos de selección

Como es sabido, KKV expresan un profundo escepticismo frente a los estudios de caso o lo que en la jerga de la disciplina se conoce como los análisis de una N (población) pequeña. Para estos autores, el problema inherente en los estudios de caso consiste en la predisposición casi natural a cometer errores de sesgo. Estadísticamente, este tipo de patologías ocurren cuando los investigadores, especialmente los seguidores de métodos cualitativos, seleccionan casos basados en el valor, casi siempre positivo, de la variable dependiente. En general, los sesgos de selección ocurren cuando los casos se escogen con valores extremos, de tal manera que toda la variación de la variable dependiente se trunca. Como sostienen KKV, "una consecuencia de esta orientación es que los investigadores, particularmente los cualitativos, seleccionan observaciones que poseen un resultado paradigmático común, tales como las revoluciones en Francia en el siglo XVIII y las ocurridas en Rusia y China en el siglo XX" (KKV, 1994, p. 129). Siguiendo esta misma lógica, diversos autores cuantitativos han acusado a los cualitativos de cometer continuamente sesgos de selección; por ejemplo, KKV y Barbara Geddes sostienen que en su teoría sobre revoluciones, Theda Skocpol comete errores de selección al escoger casos con base en el valor de la variable dependiente (revoluciones/ausencia de revoluciones) en lugar de la variación en la variable independiente (rompimiento estatal y revuelta campesina) (Geddes, 2003; KKV, 1994, p. 129; Skocpol, 1979).

No es de sorprender que, frente a los riesgos de selección y sus sesgos, KKV prescriban una solución fácil y rápida: evitar los estudios de caso y aumentar el número de observaciones. Los autores fueron imprecisos al definir el término "observación", lo cual ha llevado a más de un politólogo a creer que observación y estudio de caso son sinónimos. Curiosamente, KKV respondieron a esta crítica en 1995, aclarando que estos dos conceptos son diferentes (KKV, 1995). Esta respuesta se reimprimió en el libro reseñado de Brady y Collier con el título The Importance of Research Design. Ahí, los autores apuntan que el número de observaciones se refiere al valor particular de una variable y no a los estudios de caso en sí; no obstante, el daño en la disciplina ya estaba hecho. Numerosos estudios sobre ciencia política pronto abandonaron los estudios de caso, con la idea de que así se lograba el rigor estadístico que prescribía incrementar el número de observaciones para lograr el mayor número de generalizaciones.

Igualmente comunes fueron las críticas generadas en torno a los propios estudios de caso. La generalización de una teoría, tan anhelada por los politólogos, es difícil de alcanzar cuando se tiene una población pequeña para analizar e imposible con un único estudio de caso. La generalización depende de que una explicación causal sea capaz de explicar el mayor número de casos caeteris paribus. Como los estudios de caso involucran una N pequeña, es difícil generalizar a otros casos o establecer inferencias teóricas, precisamente porque la N basada en tres o cuatro casos no es una muestra representativa de todo el universo (KKV, 1994); por lo tanto, no es casual que una rama de la ciencia política, especialmente la escuela de Rochester, basada en la elección racional y los modelos puramente deductivos, haya percibido los estudios de caso como ejercicios narrativos, aunque inductivos en su proceder (Bates et al., 1998). Otros, los más extremos y duros, ven los estudios de caso como meras historias, aunque difícilmente se atreven a publicar semejantes aseveraciones.

Para fortuna de los seguidores de los métodos cualitativos, los cuatro títulos reseñados en este ensayo responden a la crítica de KKV y son favorables a los estudios de caso. En todos los libros existe al menos un ensayo que aborda el tema del sesgo de selección: Collier, Mahoney y Seawrigth lo tratan explícitamente en Brady y Collier; al igual que Hewitt, Mahoney y Goertz en la publicación del propio Goertz. Mahoney lo aborda también en Mahoney y Rueschemeyer, y Alexander L. George y Andrew Bennett le dedican buena parte de su introducción a este tópico. Nadie está tan obsesionado con los sesgos de selección como el propio Mahoney, autor que contribuye en tres de los cuatro libros aquí presentados. Con relación a los sesgos de selección se desarrollan cinco argumentos.

Primero, todos los autores coinciden en que la crítica de KKV está basada en un supuesto erróneo en el cual se han aplicado métodos estadísticos a estudios cualitativos. Esta aplicación, según los autores reseñados, no sólo es errónea sino injusta. El proceso de selección de casos en los métodos estadísticos es completa y diametralmente diferente del utilizado por los métodos cualitativos. Esto se debe a que ambos métodos intentan responder a diferentes tipos preguntas. Los análisis basados en regresiones casi siempre intentan medir el peso relativo de una variable independiente; es decir, en qué medida, porcentaje y con qué valor la variable causal afecta a la variable dependiente. Estos estudios también son útiles para determinar si la hipótesis causal en realidad es tal y si las variables independientes sugeridas funcionan como una posible causa. La pregunta clave que guía los análisis estadísticos es cuánto influye la causa al efecto.

Por el contrario, los métodos cualitativos dicen poco o nada sobre el valor porcentual de la variable independiente, pero intentan determinar cómo la variable independiente determina el efecto. En el cómo está el detalle, porque para determinar el proceso causal de una variable independiente es necesario conocer de antemano el resultado o el efecto y, por lo tanto, es indispensable seleccionar los casos con base en la variable dependiente. Como sostiene Mahoney (Mahoney y Rueschemeyer, 2003) todos los estudios cualitativos seleccionan sus estudios de caso a partir del efecto, porque a sus seguidores les interesa saber cómo esos casos llegaron al resultado observado.

De tal forma, el sesgo en la selección de estudios de caso es muy diferente para los métodos cuantitativos y para los cualitativos. Como sostienen George y Bennett (2004), en la terminología estadística, el sesgo ocurre cuando el investigador trunca la muestra al escoger casos cuyo valor está por encima o por debajo del valor de la variable dependiente, lo que afecta la estimación y la regresión. Sólo en un estudio estadístico se puede cometer un sesgo de selección cuando se escogen casos a partir de la variable dependiente.

Segundo, por extensión del primer argumento, resulta que la recomendación harto sugerida por KKV de incrementar la N y así lograr mayor representatividad es una medida que no resuelve bien ni del todo los sesgos y es además inadecuada para los métodos cualitativos. Por principio, una N más grande puede introducir mayor variación en el estudio, pero eso por sí solo no reduce el sesgo. Como bien advierten Mahoney y Goertz, esta estrategia dispuesta a seleccionar casos aleatorios de una muestra grande conlleva otro riesgo inherente importante; es decir, se pueden seleccionar casos absolutamente irrelevantes o cuyas implicaciones sean nulas para el estudio. Por ejemplo, si Theda Skocpol se hubiese guiado por el consejo de KKV, habría podido seleccionar casos como Estados Unidos, Canadá y Australia, en donde no sólo no hubo revoluciones sociales (variable dependiente), sino que tampoco existieron rompimiento estatal ni revuelta campesina (variable independiente). Seguramente la inclusión de casos como éstos habría incrementado la N y sugerido mayor variación en la variable independiente, pero ¿estos estudios de caso habrían contribuido a la teoría sobre las revoluciones sociales? La respuesta de Mahoney y Goertz es un rotundo no. La ganancia en términos de explicación causal habría sido nula con la inclusión de estos casos, porque la presencia de una revolución social en Estados Unidos y Canadá se antoja imposible y por lo tanto los casos no habrían servido para identificar las condiciones en las que surgen o no las revoluciones sociales. Más útil habría sido la selección de casos en los que se presentara alguna de las variables independientes (rompimiento estatal o revuelta campesina), pero sin una revolución social. No obstante, como sostienen Mahoney y Goertz, no son muchos los casos de este tipo y por eso la muestra seleccionada por Skocpol (Francia, Rusia, China, Inglaterra, Prusia, Alemania y Japón), si bien limitada y pequeña, es adecuada.

Mahoney y Goertz no sólo demuestran que la mera adición de casos no enriquece la construcción teórica, sino que además es necesario conocer bien los casos antes de incluirlos en la muestra para determinar si en realidad son relevantes para la empresa de la construcción teórica. De ahí que la selección de casos a partir de la variable dependiente en ocasiones es necesaria e indispensable bajo los métodos cualitativos. Esta postura la comparten George y Bennett, quienes sostienen que "la selección con conocimiento previo de los casos permite un diseño de investigación más sólido, en donde los casos pueden seleccionarse según si se trata del caso más probable, menos probable o crucial para la teoría, contribuyendo a hacer más severa la prueba teórica del trazo de procesos" (p. 24).

Tercero, la ampliación de la N conlleva otro tipo de riesgo ignorado por KKV. Los libros de Brady y Collier, Goertz, y George y Bennett advierten que incluir más estudios de caso se puede lograr sólo a costa del ensanchamiento conceptual. Curiosamente, estos autores citan un texto ya clásico de Giovanni Sartori, publicado hace más de tres décadas, en el cual el filósofo y político italiano informaba sobre los riesgos en el desarrollo de conceptos holísticos, universales y expansivos. La pretensión de abarcar toda la realidad con un solo concepto es irreal; toda teoría y por ende los conceptos que la rodean siempre serán sólo una fracción de esa realidad. Ésta siempre cubre más hechos y es mucho más amplia y compleja que cualquier concepto existente. Sartori llamó ensanchamiento conceptual al ejercicio de ampliación y expansión de la investigación dispuesta a cubrir más mundo y realidad; es decir, incrementar la N. Sartori sostenía que los beneficios de ampliar conceptos, significados y aplicaciones quedan contrarrestados por las pérdidas de precisión y connotación. Argumentaba que:

Aparentemente, se cree que uno puede cubrir más —en términos de viaje— pero sólo se dice menos y con menor precisión... lo conduce a uno hacia la indefinición, lo no delimitado y, en gran medida, la conceptualización indefinida. No se ha ganado nada si nuestros universales se han vuelto categorías indiferentes que conducen a las pseudoequivalencias (Sartori, 1970).

Siguiendo esta tradición sartoriana, los libros reseñados advierten que en su estudio seminal KKV hicieron caso omiso del desarrollo conceptual y pusieron poca atención al problema implícito que involucra aumentar la N, haciendo laxos e indefinidos los conceptos que definen las variables independientes y dependientes. Si bien ambas metodologías, las cuantitativas y las cualitativas, parecen rechazar el ensanchamiento conceptual y preferir la parsimonia conceptual, lo cierto es que el buen analista cualitativo suele ser particularmente consciente y sensible al riesgo de ensanchar los conceptos. En parte, por esa razón evita caer presa de la muestra amplia y general, y prefiere en su lugar analizar casos concretos que conlleven conceptos más acotados y menos generales.

Cuarto, casi todos los libros aquí presentados, en especial el de Brady y Collier, sostienen que la creencia convencional sobre la predisposición natural de los métodos cualitativos a cometer errores de sesgo es infundada. Los métodos cuantitativos y cualitativos están igualmente predispuestos a cometer errores de selección y la preferencia de un método sobre otro no disminuye ese peligro. Es muy común que algunos estudios estadísticos seleccionen sus estudios de caso con base en la información accesible, excluyendo casos en los que no hay datos duros disponibles. Por ejemplo, este sesgo implícito es notable en los estudios estadísticos sobre guerras civiles y disuasión nuclear en las relaciones internacionales, ya que la mayor parte de las investigaciones cuantitativas están basadas en casos en los cuales hay abundancia de datos duros, como la ex Yugoslavia o la guerra fría, pero ignoran otros casos notables del Tercer Mundo, de los cuales se desconocen fuentes y datos estadísticos. El investigador puede reclamar que ha seguido los cánones de la disciplina al incluir varias observaciones y seleccionar según la variable independiente; sin embargo, los resultados están formados por los datos disponibles y ahí hay también un sesgo que valdría la pena reconocer en lugar de ocultar. Por esta razón, la moraleja en todas estas publicaciones es que el error de selección se comete debido a una falla por parte del investigador y no por el uso de un método en sí. Contra lo expuesto por KKV, la buena metodología, cuantitativa o cualitativa, no lleva al error de sesgo, sino su mal uso o desuso. Ahora bien, en ocasiones los sesgos pueden ser inevitables, ya sea por falta de datos o de estudios de caso, pero en esas circunstancias lo aconsejable es que las deficiencias se hagan explícitas, revelando al lector el sesgo y justificándolo adecuadamente.

Quinto, los cuatro libros enfatizan que lo importante es distinguir e identificar qué tipo de empresa teórica se desea realizar y para ello las distinciones entre los estudios de caso son fundamentales. George y Bennett argumentan que no es lo mismo someter a comprobación o probar una teoría que desarrollarla. Para la prueba de una teoría y sus respectivas hipótesis es probable que convenga el análisis comparado de varios estudios de caso e incluso el análisis estadístico. La inclusión de varios casos puede sugerir nuevas variables que merezcan ser incorporadas en la teoría para hacerla más sólida y generalizada, estadísticamente hablando. No obstante, el desarrollo de una teoría requiere tanto de métodos deductivos como inductivos; para esta empresa el análisis de un solo caso de estudio, sobre todo si se desvía del patrón general, puede echar luz sobre el proceso. Así pues, Dietrich Rueschemeyer, en Comparative Historical Analysis in the Social Sciences, sostiene que un caso paradigmático e inusual (lo que en estadística se conoce como outlier) puede servir para identificar nuevos mecanismos causales que establezcan el surgimiento de una nueva corriente teórica. En la literatura existen múltiples ejemplos de este tipo. La teoría sobre las organizaciones y la toma de decisiones de Graham Allison surgió en esencia gracias al análisis de un caso de estudio paradigmático e inusual hasta ese momento: la crisis de los misiles nucleares en Cuba, en 1962 (Allison, 1971). Asimismo, las teorías sobre las democracias consociativas de Lijphart surgieron a partir de un caso de estudio concreto: los Países Bajos, donde nació el autor (Ljphart, 1968). La abundante teoría sobre transiciones a la democracia surgió, sobre todo, del estudio de la transición española (O'Donnell y Schmitter, 1986). Estos ejemplos utilizaron el mismo método: reconocieron huecos en las teorías existentes, identificaron caminos causales alternos, detectaron evidencia nueva y reformularon explicaciones con predicciones más sólidas y novedosas a partir de un solo caso de estudio con valores extremos. Así, el reclamo de KKV de que es imposible generalizar a partir de una N pequeña resulta insostenible a la luz de la razón. Como afirma Shively en otra reseña, estos casos únicos son generalizables, sus contribuciones tuvieron implicaciones teóricas importantes, aunque sus hallazgos no son generalizables desde un punto de vista estadístico (Shively, 2006). Esto se debe, casi siempre, a que los métodos estadísticos son sólidos para someter a comprobación o probar una teoría, aunque débiles para formular una nueva. El ejercicio a través del cual se llega a la supuesta generalización es diferente para el desarrollo de una teoría que para su prueba o para ser sometida a comprobación.1

Ahora bien, hasta aquí el lector comprende la lógica de que el proceso de selección de casos es diferente para los métodos estadísticos que para los cualitativos. Pero, entonces, ¿en qué consiste el error o sesgo de selección en los métodos cualitativos? En esta área es donde los expertos simple y llanamente no han logrado ponerse de acuerdo y se hacen evidentes las limitaciones y vulnerabilidades de los métodos cualitativos.

Para Collier, Mahoney y Seawright, en su contribución conjunta al libro Rethinking Social Inquiry, afirman que existen dos formas de realizar investigación cualitativa, a través de casos cruzados (o comparados) y por medio del análisis al interior de un caso. Según estos autores, el riesgo del sesgo de selección sólo se da en los casos cruzados, en los que la elección de estudios de caso con valores extremos puede reproducir patologías similares a las observadas en el análisis estadístico, sobre todo cuando se selecciona a partir de la variable dependiente. Por el contrario, el análisis al interior de un solo caso está libre de este tipo de errores porque, como sostienen los autores, con este método se procede a evaluar los procesos causales "sin examinar la relación existente entre variables a través de casos comparados" (p. 97). En el análisis al interior de un caso se busca examinar los mecanismos causales específicos del caso concreto a través de otros métodos, como las entrevistas, la investigación de archivo y el proceso de toma de decisión.

George y Bennett, por el contrario, no parecen compartir el mismo supuesto. Para estos metodólogos, el sesgo de selección de casos en la investigación cualitativa surge cuando "se seleccionan casos cuyas variables dependientes e independientes varían según las hipótesis favorecidas por la teoría en cuestión, ignorando los casos que parecen contradecirla y sobregeneralizando los resultados a una población mayor" (p. 24). Esto es independiente de si se trata de un caso comparado o un análisis al interior de un solo caso.

Es evidente que entre los expertos en el tema existen divergencias importantes que hacen muy difícil estandarizar los métodos cualitativos y erigir un sistema para evaluar rigurosamente los estudios cualitativos. Si es difícil discernir cuándo se comete un error de selección, ¿no es acaso más complicado evaluar sus resultados e implicaciones? Parte del problema radica en que la mayoría de los libros publicados hasta ahora definen de manera ambigua lo que es un caso de estudio. Como sostiene John Gerring en una reseña, la literatura suele tratar un caso de estudio de seis maneras diferentes que a veces son irreconciliables: como un método esencialmente cualitativo, como un estudio de un población pequeña (una N pequeña), un análisis etnográfico basado en un estudio de campo, una investigación que busca los procesos causales, un fenómeno único que ha de ser evaluado o un estudio intensivo sobre una unidad de análisis. Gerring, de manera irónica, argumenta que "es evidente que uno no puede sustituir caso de estudio por cualitativo, etnográfico o proceso causal sin experimentar la sensación de que algo se ha perdido en la traducción" (Gerring, 2004, p. 342). El mayor reto que aún enfrentan los cuali consiste en ponerse de acuerdo en los términos o, en su defecto, definir claramente a qué se refieren por estudio de caso y, por extensión, qué es un sesgo o error de selección. Hasta ahora, la literatura está repleta de tipologías de estudios de caso, demasiadas quizá para una subdisciplina de las ciencias sociales. Se requieren menos tipos y más aclaraciones, empezando por definir con precisión lo que es y no es un estudio de caso. El propio John Gerring ha publicado un estudio este año, que quizá logre aclarar o por lo menos ordenar los términos del debate (Gerring, 2006).

Tampoco está resuelto el tema de cuántos estudios de caso son necesarios o suficientes para completar un estudio comparado y cualitativo. Quizá exigir un número mínimo de casos es mucho pedir para un método que pretende ser, precisamente, cualitativo y no cuantitativo, pero el ejercicio comparado entre pares es muy diferente a uno que consiste en siete u ocho estudios de caso. En ambos ejercicios se maneja una N pequeña, pero las implicaciones y las dimensiones no son las mismas. La distinción entre casos comparados y casos únicos sugerida por Collier, Mahoney y Seawright no resuelve del todo los términos del debate ni responde a las exigencias del método basado en estudios de caso comparados.

 

Los mecanismos causales en los métodos cualitativos y el factor temporal

Los métodos cualitativos, a diferencia de los cuantitativos, no suelen congregar a sus convertidos bajo el techo de una misma iglesia. Al contrario, los cuali son más bien una congregación de investigadores con diferentes credos, pero cuya forma de oración comparte algunas características. Si bien no están unificados en torno a una teoría o incluso método, casi todos comparten la misma preocupación por el análisis causal. En efecto, los estudios cualitativos están interesados, fundamentalmente, en identificar y explicar las configuraciones causales que producen los efectos en la vida política. De tal forma, los argumentos causales son centrales para este tipo de análisis. Ésta es una diferencia importante que distingue este tipo de estudios de los estadísticos o incluso los formales. Los análisis de regresión son muy útiles para identificar correlaciones estadísticas, pero débiles para demostrar causalidad. Los modelos formales son capaces de reforzar la lógica de una teoría a través de la deducción, aunque por sí mismos son insuficientes para explicar un fenómeno a través de cadenas causales.

De los cuatro libros reseñados en este ensayo, dos en particular ofrecen al lector métodos cualitativos para identificar argumentos y mecanismos causales. El libro compilado por James Mahoney y Dietrich Rueschemeyer se enfoca, en esencia, en los métodos comparados e históricos, cuyo eje son las teorías sobre la dependencia de sendero (conocidas en inglés como path dependence) y el institucionalismo histórico. Alexander L. George y Andrew Bennett ofrecen un método alterno, basado en el trazo de procesos causales (mejor conocido en inglés como process tracing). Si bien la manera y forma de analizar la dependencia de sendero y los procesos causales difieren sustancialmente, ambas aproximaciones prometen identificar mecanismos causales. Curiosamente, tanto el método histórico comparado de Mahoney y Rueschemeyer, como los procesos causales de George y Bennett intentan analizar secuencias y desenrollar procesos que se desarrollan a través del tiempo, evaluando relaciones causales complejas.

El análisis del factor temporal es un tema que se antoja exclusivo de los métodos cualitativos. Al parecer, sólo los cuali parecen estar conscientes de que el tiempo desempeña un papel importante en el desarrollo teórico.2 Sobre la temporalidad de los fenómenos políticos, cabe destacar el ensayo de Paul Pierson en el libro coeditado por Mahoney y Rueschemeyer, que debe convertirse en una lectura obligada para cualquier curso sobre metodología en ciencia política. Pierson distingue tres tipos de eventos políticos: de corto, mediano y largo plazo. La mayoría de los estudios cuantitativos parece estar enfocada al análisis de corto y quizá mediano plazo, y evalúa el efecto inmediato de variables como una elección, una guerra o un cambio de gobierno. Más difíciles y quizá más complejos son los fenómenos que Braudel alguna vez denominó de longue durée o larga duración (Braudel, 1985). Ejemplos de este tipo existen en abundancia: los realineamientos políticos, la institucionalización de los estados de bienestar y el establecimiento del sistema estatal en las relaciones internacionales. Todos estos fenómenos necesitaron décadas, en el mejor de los casos, y hasta siglos para consolidarse. El riesgo con este tipo de sucesos políticos es que su larga duración hace difícil identificar su causa original.

En efecto, los realineamientos no se producen con una única elección, a veces son necesarias varias generaciones de votantes para observarlos. Asimismo, el cambio en el sistema internacional no se logra con una guerra hegemónica sino que se gesta a lo largo de siglos. En esas circunstancias, identificar y medir el peso de una variable causal es difícil, porque existe el peligro de que alguna otra variable anterior haya incidido en el resultado. Si sólo se aceptan los estudios de corto y mediano plazo, entonces la explicación de un buen número de eventos políticos trascendentales queda truncada y sin una explicación causal adecuada.

Un segundo problema que acarrean los estudios de corto y mediano plazo, característicos de los métodos cuantitativos, consiste en su incapacidad para discernir si la variable dependiente o el efecto pudo haber sido causado por otros caminos alternos. Este fenómeno se conoce como equifinalidad (equifinality en inglés); es decir, la existencia de múltiples caminos causales que llevan al mismo resultado. También existe la multifinalidad, en la que una misma variable independiente puede provocar diferentes resultados. No obstante, el más complejo es el de la equifinalidad, porque su detección es difícil, a menos que el investigador retroceda en el tiempo y analice la historia del caso en particular. En relaciones internacionales, por ejemplo, autores como Hendrik Spruyt han demostrado que el camino por el cual se llegó al sistema territorial y soberano, mejor conocido como el sistema de Westfalia, no fue lineal ni único. De hecho, existieron dos caminos que condujeron al mismo resultado: las ligas (como la hanseática) y las ciudades–Estado (como las griegas e italianas). Se trata de dos formas de organización política diferentes, cuyas transformaciones condujeron eventualmente al mismo resultado: la erección del Estado soberano y territorial, como se conoce actualmente (Spruyt, 1996).

La promesa que ofrecen los métodos cualitativos, especialmente los desarrollados por los libros de Mahoney y Rueschemeyer, así como en el de George y Bennett, consiste en concienciar al investigador sobre los factores temporales y forzarlo a rastrear las secuencias y los procesos históricos, para asegurarse de que los factores causales identificados por la teoría son, en efecto, causales y no intervinientes, de interacción o de otro tipo. Así como los análisis estadísticos son ideales para identificar correlaciones entre variables, los métodos cualitativos están ideados para explorar aspectos vinculados con la causalidad compleja.

No obstante, esto no significa que el investigador en cuestión esté libre de riesgos para analizar secuencias históricas y procesos. La puesta en marcha de métodos cualitativos, tales como los sugeridos por los autores aquí reseñados, es complicada. La primera y más grande dificultad consiste en determinar cuánto tiempo atrás en la historia se debe remontar el investigador para determinar la anhelada causalidad. Este serio problema de determinación temporal fue tratado de manera pobre por Mahoney y Rueschemeyer, quienes se dedican a justificar el estudio de la historia, sin hacer explícito al lector sus límites y alcances. La contribución de Paul Pierson ofrece una respuesta que seguramente no convencerá a muchos, según él, "no existe una respuesta fija a esta cuestión. En cambio, depende del problema que se esté analizando, los supuestos sobre la naturaleza de los procesos más importantes que estén en juego y los juicios sobre la viabilidad de los procedimientos en particular" (p. 198). Esta respuesta justifica y alienta la crítica harto conocida sobre el relativismo en los estudios cualitativos, ya que, en efecto, revela que muchos de los criterios de selección desarrollados por los cuali son subjetivos y dependen del capricho del investigador.

George y Bennett tampoco se libran de la crítica en esta materia. El estudio de los procesos causales promete mucho en la ciencia política, pero enfrenta limitaciones en su aplicabilidad. En especial, los autores no resuelven el problema de la regresión infinita. Es decir, existe siempre un proceso causal anterior y no está claro cómo el investigador puede determinar dónde finaliza la cadena causal del proceso. Pierson sostiene que una forma de delimitar esa cadena es identificar las coyunturas críticas (critical junctures en inglés). Por ejemplo, para entender el papel de los movimientos laborales en América Latina, autores como los Collier se remontan a la formación de los partidos políticos. De esa forma, la cadena causal para entender el sindicalismo mexicano termina con la fundación del partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que fue un parteaguas y provocó una coyuntura crítica que determinó la organización laboral y sindical en México (Collier y Collier, 1991). Sin embargo, no todos los sucesos políticos sujetos de análisis con procesos causales presentan coyunturas críticas y existen múltiples ejemplos cuyas coyunturas son menos fundacionales. Por ejemplo, es difícil establecer cuál fue la coyuntura crítica que estableció el sistema internacional contemporáneo y, si se sigue el método del proceso causal según George y Bennett, entonces no es claro dónde termina la cadena causal.

De estos libros se desprende que las decisiones subjetivas se producen por igual con los métodos cualitativos y con los cuantitativos. En todo caso, como se sugirió antes, siempre es aconsejable que las decisiones del investigador sobre el tiempo a estudiar se expliquen y justifiquen.

 

Diálogos, puentes y mares: ¿Pueden las metodologías hablar entre sí?

Quizá uno de los problemas congénitos presentes en los cuatro libros reseñados sea su pretensión a ser cien por ciento científicos. Los autores desean y buscan ser reconocidos de la misma manera en que sus contrapartes cuantitativas han sido distinguidas por la disciplina, pero en el fondo los autores se niegan a aceptar que los métodos cualitativos en las ciencias sociales están diseñados para estudiar fenómenos humanos irregulares, intangibles en muchos casos, en los que no sólo cuenta lo temporal, sino también la pasión, los valores e incluso la cultura. Frente a esta realidad que los cuanti insisten en ignorar y otros en rechazar, se preguntaba Toulmin si no era mejor aceptar un grado de subjetividad y renunciar un grado de cientificidad (Toulmin, 1961).

Una corriente de cualis que, cosa rara, no se trata en ninguno de los libros reseñados, ha asumido esta postura. Se trata de los enfoques posmodernos e interpretativos, que han decidido renunciar al método causal de una buena vez y han asumido su subjetividad. Es cierto que esta posición ontológica reduce la posibilidad del diálogo entre metodologías, pero en la disciplina no parece existir un sano intermedio entre cientificismo y relativismo. Debe reconocerse que algo de relativismo y, sobre todo modestia, existe en los libros de Mahoney y Rueschemeyer, así como en los de George y Bennett. En ambas publicaciones, las explicaciones cualitativas son, sobre todo, contingentes y contextualizadas. Con ello quieren decir que los métodos cualitativos renuncian a lograr generalizaciones absolutas y universales. Este lector cree firmemente que una disciplina que acepta y reconoce sus propias limitaciones avanza mucho más que una pretensiosa y ambiciosa.

Aun así, ninguno de los libros resuelve cabalmente cuál debe ser el camino a seguir, sobre todo vis–à–vis los métodos cuantitativos. George y Bennett, y en menor medida Goertz, están convencidos de que las sinergias y el diálogo con los métodos formales y estadísticos son posibles y deseables. George y Bennett defienden a capa y espada los enfoques multimétodos y alientan a los estudiantes a construir puentes y a ser diestros en ambas metodologías. Se trata de una aspiración deseable, pero difícil de lograr. Los programas doctorales en ciencia política son de por sí largos debido a los requerimientos metodológicos y de cursos; estos programas doctorales, paradójicamente, alientan la división del trabajo y la especialización, así como la fragmentación y la separación de metodologías. Algo similar ocurre con las revistas académicas, pues unas favorecen unos métodos sobre otros; no son muchos los ejemplos de publicaciones que hayan podido realizar estudios multimétodos con éxito. El clásico de David Laitin, Identity in Formation, que combina intuiciones de métodos cualitativos con nociones de elección racional es más una excepción que una regla (Laitin, 1998). Por lo general, cuando se intenta mezclar métodos, resulta que uno está mucho mejor desarrollado que el otro, lo cual se traduce en métodos formales y estadísticos sólidos, pero con una selección de casos paupérrima.

Es probable que tanto George como Bennett tuvieran en mente otro tipo de empresa, una ciencia política diferente, en la cual se den incentivos a los proyectos cooperativos entre autores con diversidad de métodos. Sólo así es probable pensar en estudios multimétodos. Este tipo de investigaciones existe en las ciencias duras, pues la mayor parte de los artículos en revistas especializadas se publican en coautoría, a diferencia de la ciencia política, en la que se premia la individualidad. No obstante, quienes creen en los puentes y sinergias entre métodos suelen decir muy poco sobre cómo se debe proceder en un diseño de investigación multimétodos. ¿Por cuál método se debe comenzar el estudio?; ¿qué sucede si un método revela un tipo de resultados en tanto que el otro se opone a sus descubrimientos?; ¿cómo se deben intercalar los métodos?

No todos los autores están convencidos de las potencialidades del diálogo y los puentes entre métodos. El libro coeditado por Brady y Collier pretende ser puente, pero muchos de sus artículos, como los del propio Brady, son tan críticos de los métodos cuantitativos que el lector tiene dudas sobre la capacidad del diálogo. Por otro lado, Mahoney, en el capítulo diez de Mahoney y Rueschemeyer, toma partido en el debate y defiende la idea de que el proceso de inferencia causal en los métodos cualitativos es total y diametralmente distinto al de los métodos cuantitativos. Si la lógica de inferencia es diferente, unos son deterministas y otros probabilistas, entonces el diálogo entre metodologías quizá no sea deseable después de todo. Al contrario, una mejor estrategia consistiría en mantener una sana distancia e identificar claramente la postura metodológica que uno asume. El estudiante de la ciencia política haría mejor especializándose en una metodología, en lugar de pretender cubrir todos los métodos. Esta postura acepta la idea de que entre los métodos existe ya un golfo inseparable e irreconciliable.

Hay ciertos indicios de que esta forma de navegar (o naufragar, según sea el caso) entre varios mares es el camino que sigue la ciencia política actual. La división entre mares metodológicos es clara en las reuniones anuales del American Political Science Association (APSA) y sus respectivas publicaciones. Los paneles ahí organizados, así como las revistas American Political Science Review y Perspectives on Politics están por lo regular divididos en tres campos bastante nítidos y poco integrados: los formales, los estadísticos y el ya harto conocido grupo Perestroika (también conocido como los cuali).

Lejos de dialogar y comunicarse a través de ese tipo de foros y reuniones anuales, estos mares metodológicos reproducen sus prácticas y nichos haciendo click sólo entre ellos mismos. Es difícil juzgar si este proceder es el mejor para la disciplina, aunque en verdad es mucho mejor que el que se vislumbraba con KKV. La presencia de varios mares en lugar de uno solo habla ya de una disciplina diversificada y heterogénea, aunque entre esos mares diversos haya pocos canales de comunicación. Por lo menos la metodología en ciencia política parece menos aburrida y rígida de lo que sugerían KKV hace diez años.

Finalmente, si bien estas cuatro publicaciones no resuelven el estatus del diálogo entre métodos, debe reconocerse que sí fomentan el diálogo entre disciplinas. Los métodos cuantitativos acercaron a la ciencia política a sus afines en la economía. Los métodos cualitativos ofrecen la posibilidad de volver acercar a los politólogos a sus contrapartes en historia y sociología, para fomentar así un auténtico diálogo interdisciplinario y alejar a la ciencia política de la monotonía economista.

 

Conclusiones

Es cierto, los métodos cualitativos aún tienen un largo camino por recorrer. Sin embargo, las críticas y objeciones aquí desarrolladas no erosionan el significado ni la contribución intelectual de estas cuatro importantes publicaciones. Se ha invertido mucho esfuerzo en la redacción e investigación de estos libros y los autores reseñados conocen a profundidad los temas examinados. Las cuatro obras alimentan la discusión y han contribuido sustancialmente a aclarar los alcances potenciales de los métodos cualitativos.

Los autores ofrecen textos importantes para estudiantes de doctorado, especialmente para aquellos que están en el proceso de diseño de investigación y requieren una guía sobre cómo proceder con sus tesis. Igualmente, para los estudiosos de la ciencia política en general, sobre todo para quienes ejercen la disciplina desde el aula y el cubículo, esta literatura contribuye igualmente a mejorar la calidad metodológica, sobre todo de los que utilizan métodos cualitativos. La publicación de libros sobre metodología cualitativa alienta la reflexión y alimenta el espíritu del politólogo. Estos cuatro libros darán mucho de qué hablar, tanto por los problemas que plantean, como por los que no resuelven, así como por las respuestas y sugerencias que proponen.

 

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Notas

* El autor desea agradecer los comentarios vertidos por el dictaminador anónimo de este ensayo, así como por Covadonga Meseguer. Sus comentarios nutrieron este ensayo, aunque por limitaciones de espacio el autor no pudo introducir todas las sugerencias.

1 Una crítica válida a los estudios de caso excepcionales es que rara vez ofrecen prescripciones de política pública, ya que al no ser abundantes se hacen difíciles de aplicar o poner en marcha en otros casos. No obstante, la prescripción pública es una tarea muy diferente del desarrollo teórico.

2 Aunque existen excepciones notables entre los analistas cuantitativos, tales como Boix (2003).

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